¿Feminismo con o sin clase?
artículo de Jon E. Illescas - marzo 2018
en el Foro en 3 mensajes
La propuesta que sus medios no apoyarán
Después de la huelga feminista del último 8 de marzo, dos ideas resuenan en mi cabeza. La primera es que, pese a todo el camino que queda por recorrer, el feminismo amplio[1] está más cerca de transformarse en una fuerza hegemónica en la sociedad española (algo que en la izquierda sucedió hace tiempo). En segundo lugar, conectado con lo anterior, hay que reconocer lo esencial que ha sido el apoyo de una parte importante de los medios de comunicación a la causa. A medio y a corto plazo. No es sólo que los casos de violencia machista tengan sistemáticamente hueco en gran parte de los telediarios más vistos o que una parte de la cultura de masas refleje el empoderamiento de la mujer como consumidora/espectadora a la que hay que tener en consideración;[2] es algo mucho más inmediato que ese proceso de acumulación en el tiempo. Tenemos que ser honestos y reconocer que sin todos los medios privados “progres” que los días previos a la huelga feminista la publicitaron incluso animando a las mujeres a secundarla, jamás hubiera habido 6 millones de personas en las calles. Jamás. Sin su apoyo, hubiera sido otra movilización feminista con las y los militantes de izquierda de siempre. Es decir: una minoría.[3]
En este sentido, apremia que desde la izquierda (y el feminismo como parte integrante de ella) superemos esa ingenuidad infantil que ve los medios privados “progresistas” como agentes aliados de nuestras causas. Es necesario entender que los grandes medios privados sean “de izquierdas” o “de derechas” están controlados por una oligarquía mediática conectada con una férrea oligarquía económico-política transnacional. Una élite capitalista que no apoya algo “porque sí” o porque considere que es “justo”, sino porque de algún modo le interesa o lo prefiere a otra cosa que pudiera ser más peligrosa para sus intereses de clase. Esta élite conoce perfectamente el poder que conlleva tener la propiedad de los medios de producción simbólica (las industrias culturales). No en vano, son los que producen las ideas, las imágenes e incluso las melodías que condicionan nuestros anhelos, sueños y límites de lo deseable: a derecha e izquierda del espectro político. Y esa misma oligarquía mediática que decidió apoyar la huelga feminista, sabe cómo utilizarlos perfectamente, sabe cómo utilizarnos. Más en los tiempos del feedback instantáneo y la Big Data.
Buen ejemplo de este uso oportunista e ingenioso de los anhelos populares fue la irrupción/promoción de Podemos hace casi cuatro años. Una parte de la oligarquía apoyó a ese otrora inexistente y radical partido en las elecciones europeas de 2014, antes de que los mismos medios que lo auparon al imaginario colectivo en detrimento de una Izquierda Unida que alzaba el vuelo pisándole los talones al PSOE,[4] decidieran empequeñecer a la organización morada para aupar a Ciudadanos (otra entidad de origen mediático-político, en su caso, pensada para el electorado de centro-derecha). Cuatro años después nos encontramos con que Podemos roza porcentajes de intención de voto similares a los que las encuestas auguraban a IU, pero la diferencia es que 1) Podemos está en declive, 2) ha disfrutado de más tiempo en pantalla que IU en toda su historia y 3) no es un partido creado por una militancia histórica formada de raigambre marxista curtida en múltiples batallas político-sociales sino desde una élite político-mediática.
Da igual las intenciones de sus más o menos ilustrados dirigentes. Tampoco importa su honestidad. Podemos es un partido con poco músculo en sus bases (ni tradición ni garantías asamblearias) y a diferencia de IU (que jamás ha tenido el favor de los medios), su existencia depende mayoritariamente del tiempo que la oligarquía mediática decida dejarlo en las pantallas que condicionan la voluntad política de las mayorías.[5] Su principal fuente de alimentación proviene de una parte de la élite de la clase dominante pues no se sustenta (ni puede hacerlo) en una militancia sólida. Así, tras la (parcial) construcción/destrucción mediática de Podemos, la oligarquía ha conseguido sortear lo peor que la crisis económica pudiera haberles traído evitando que 1) ningún comunista de IU/PCE llegase al frente de ningún gobierno local o autonómico de importancia, por muy socialdemócrata que fuera su praxis, 2) el sorpasso de Izquierda Unida al PSOE y 3) el difícilmente probable (aunque no descartable) nacimiento o reconfiguración de una nueva organización anticapitalista surgida de la unión de las luchas populares que se estaban produciendo antes de la irrupción de Pablo Iglesias, Errejón y compañía.
Otro ejemplo de movimientos populares apoyados/utilizados desde los medios privados para sus intereses de clase ocurrió en 2003 con la Guerra de Irak, cuando la empresa Mediaset, controlada por el derechista y multimillonario italiano Silvio Berlusconi, apoyó a las decenas de millones de ciudadanos que se manifestaron contra la guerra imperialista de Estados Unidos. Por aquel entonces, el apoyo de Telecinco a las fuerzas progresistas fue impresionante. Recuerdo cómo en España se abrían los telediarios con noticias sobre las nuevas movilizaciones que se tomaban a lo largo y ancho del territorio: universidades, plazas, centros de trabajo, etc. Pareciese como si de repente, la cadena de Berlusconi, otrora famosa por “Las Mama Chicho” y “Gran Hermano”, se hubiera transformado en un medio anticapitalista. Nada más lejos de la realidad.
¿Cuál era el origen de este apoyo “pacifista” interesado? Que Berlusconi, por entonces Primer Ministro de Italia, tenía firmados millonarios contratos entre empresas italianas y el gobierno de Sadam Husein. Por lo que estaba muy preocupado que con la invasión estadounidense esos contratos se esfumaran y, con ellos, el capital que sus amigos empresarios pensaban revalorizar. Semejante a lo ocurrido con Jacques Chirac y el gran empresariado francés. Nada de “causas humanitarias” ni de “diplomacia civilizatoria”. Intereses y temores capitalistas ciertamente prosaicos que se vieron justificados una vez consumada la invasión. Así es, pues las empresas de Italia y Francia, junto a las de otros países con gobiernos contrarios a la guerra, fueron excluidas de la jugosamente rentable destrucción/reconstrucción del país.[6]
¿Y qué demonios tiene que ver Podemos o la Guerra de Irak con la huelga feminista del pasado 8 de marzo? Que como apunté al inicio, los medios privados dirigidos a un público comprendido entre el centro y la izquierda apoyaron con firmeza la huelga incluso alardeando de que algunas de sus mediáticas presentadoras la secundarían.[7] ¿Cuándo se ha visto que un medio controlado por el gran capital apoye una huelga general de trabajadores? ¿Por qué ahora sí? ¿Por algún “acuerdo secreto” entre la oligarquía mediática y alguna agrupación de militantes feministas? Por supuesto que no. Pero, entonces, ¿por qué?
En mi opinión, porque el movimiento feminista no luchaba en esa jornada por ninguna propuesta concreta ni tangible que fuera peligrosa para el sistema en su conjunto. Todo lo contenido en el “Manifiesto 8M” eran brindis al sol rodeados de buenas intenciones, excesivas demandas inconcretas, aseveraciones parcialmente falsas o lemas estéticamente contundentes, pero materialmente inofensivos, como el “fin de la violencia machista”, los “¡basta ya!”, las denuncias a la asociación entre el capitalismo y el patriarcado, etc.[8] Situación semejante a cuando desde UNICEF o algún ayuntamiento del signo que sea, se celebran movilizaciones pidiendo “el fin del hambre en el mundo” con el Imagine de John Lennon cantado por niños sonando de fondo. Muy bonito sí, pero poco útil. Pues sin propuestas concretas, no hay soluciones. En otras palabras: la del pasado 8 de marzo fue una huelga sin peligro para los que están en la cima de la pirámide.
Pero sumado a ello se da el hecho de que el feminismo, bien utilizado/manipulado, como las luchas parciales de cualquier tipo, tienen la virtud de dividir los esfuerzos de los y las oprimidos por su emancipación. Y ese es justo el tipo de feminismo que los medios están apoyando. Si colocas el acento principal de las luchas populares y el tiempo (cada vez más escaso) de activismo de los militantes en el género o en la nación, relegas a la clase. Y la clase es la categoría más inclusiva que une a todos los y las explotados del sistema: hombres y mujeres, negros y blancos, nativos e inmigrantes, murcianos y catalanes, religiosos y ateos, heteros y homosexuales, etc. De hecho, el principal punto que causó iras entre la patronal y los partidos de derechas en la jornada feminista del 8 de marzo radicaba en que la protesta tomara la forma de huelga (contenido de clase) y no en su contenido feminista (que fue apoyado casi por unanimidad).[9]
En este sentido, hay que recordar que nadie ha luchado tanto por los derechos de las mujeres como el movimiento obrero. No en vano, celebramos el “Día Internacional de la Mujer” a propuesta de la socialista y marxista alemana Clara Zetkin (1857/1933). Y lo hacemos el 8 de marzo porque ese día en 1917 se produjo en Rusia una manifestación masiva de obreras textiles en Petrogrado que llevó al Zar Nicolás II a abdicar y al gobierno provisional a garantizar el voto femenino.[10] Más aún, ¿sabe quién fue la primera mujer de la historia en gobernar un país? Curiosamente una socialista, Sirimavo Bandaranaike, que llegó a primera ministra de Sri Lanka en 1960.[11] ¿Y la primera ministra? Aleksandra Kollontai, comunista en el gabinete de Lenin tras la Revolución de Octubre de 1917. Todas estas heroínas del movimiento obrero y la emancipación de la mujer se opusieron al feminismo burgués como ajeno a sus luchas. En palabras de Zetkin:
El principio-guía debe ser el siguiente: ninguna agitación específicamente feminista, sino agitación socialista entre las mujeres. No debemos poner en primer plano los intereses más mezquinos del mundo de la mujer: nuestra tarea es la conquista de la mujer proletaria para la lucha de clases […] Las reformas que se deben conseguir para las mujeres en el seno del sistema social existente ya están incluidas en el programa mínimo de nuestro partido.[12]
Por ello creo que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres debiera volver a estos orígenes buscando una igualdad real, trabajadora, materialista. No poner el acento en la división sexual o de género sino en la unión y la igualdad que no sólo debe ser el fin sino el medio. Hay que desterrar de los programas políticos de izquierda las “protestas” para que haya más mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas o por la llamada “discriminación positiva” en la administración o las organizaciones políticas. Éstas políticas discriminatorias que pretenden acelerar la igualdad, en realidad fomentan la desigualdad dañando, dividiendo y enfrentando a una parte de la clase trabajadora con la otra según sexo (políticas discriminatorias que, por cierto, provienen de gobiernos liberales de mitad del siglo XX como los de Kennedy o Nixon).[13]
•••Fin del mensaje nº 1
artículo de Jon E. Illescas - marzo 2018
en el Foro en 3 mensajes
La propuesta que sus medios no apoyarán
Después de la huelga feminista del último 8 de marzo, dos ideas resuenan en mi cabeza. La primera es que, pese a todo el camino que queda por recorrer, el feminismo amplio[1] está más cerca de transformarse en una fuerza hegemónica en la sociedad española (algo que en la izquierda sucedió hace tiempo). En segundo lugar, conectado con lo anterior, hay que reconocer lo esencial que ha sido el apoyo de una parte importante de los medios de comunicación a la causa. A medio y a corto plazo. No es sólo que los casos de violencia machista tengan sistemáticamente hueco en gran parte de los telediarios más vistos o que una parte de la cultura de masas refleje el empoderamiento de la mujer como consumidora/espectadora a la que hay que tener en consideración;[2] es algo mucho más inmediato que ese proceso de acumulación en el tiempo. Tenemos que ser honestos y reconocer que sin todos los medios privados “progres” que los días previos a la huelga feminista la publicitaron incluso animando a las mujeres a secundarla, jamás hubiera habido 6 millones de personas en las calles. Jamás. Sin su apoyo, hubiera sido otra movilización feminista con las y los militantes de izquierda de siempre. Es decir: una minoría.[3]
En este sentido, apremia que desde la izquierda (y el feminismo como parte integrante de ella) superemos esa ingenuidad infantil que ve los medios privados “progresistas” como agentes aliados de nuestras causas. Es necesario entender que los grandes medios privados sean “de izquierdas” o “de derechas” están controlados por una oligarquía mediática conectada con una férrea oligarquía económico-política transnacional. Una élite capitalista que no apoya algo “porque sí” o porque considere que es “justo”, sino porque de algún modo le interesa o lo prefiere a otra cosa que pudiera ser más peligrosa para sus intereses de clase. Esta élite conoce perfectamente el poder que conlleva tener la propiedad de los medios de producción simbólica (las industrias culturales). No en vano, son los que producen las ideas, las imágenes e incluso las melodías que condicionan nuestros anhelos, sueños y límites de lo deseable: a derecha e izquierda del espectro político. Y esa misma oligarquía mediática que decidió apoyar la huelga feminista, sabe cómo utilizarlos perfectamente, sabe cómo utilizarnos. Más en los tiempos del feedback instantáneo y la Big Data.
Buen ejemplo de este uso oportunista e ingenioso de los anhelos populares fue la irrupción/promoción de Podemos hace casi cuatro años. Una parte de la oligarquía apoyó a ese otrora inexistente y radical partido en las elecciones europeas de 2014, antes de que los mismos medios que lo auparon al imaginario colectivo en detrimento de una Izquierda Unida que alzaba el vuelo pisándole los talones al PSOE,[4] decidieran empequeñecer a la organización morada para aupar a Ciudadanos (otra entidad de origen mediático-político, en su caso, pensada para el electorado de centro-derecha). Cuatro años después nos encontramos con que Podemos roza porcentajes de intención de voto similares a los que las encuestas auguraban a IU, pero la diferencia es que 1) Podemos está en declive, 2) ha disfrutado de más tiempo en pantalla que IU en toda su historia y 3) no es un partido creado por una militancia histórica formada de raigambre marxista curtida en múltiples batallas político-sociales sino desde una élite político-mediática.
Da igual las intenciones de sus más o menos ilustrados dirigentes. Tampoco importa su honestidad. Podemos es un partido con poco músculo en sus bases (ni tradición ni garantías asamblearias) y a diferencia de IU (que jamás ha tenido el favor de los medios), su existencia depende mayoritariamente del tiempo que la oligarquía mediática decida dejarlo en las pantallas que condicionan la voluntad política de las mayorías.[5] Su principal fuente de alimentación proviene de una parte de la élite de la clase dominante pues no se sustenta (ni puede hacerlo) en una militancia sólida. Así, tras la (parcial) construcción/destrucción mediática de Podemos, la oligarquía ha conseguido sortear lo peor que la crisis económica pudiera haberles traído evitando que 1) ningún comunista de IU/PCE llegase al frente de ningún gobierno local o autonómico de importancia, por muy socialdemócrata que fuera su praxis, 2) el sorpasso de Izquierda Unida al PSOE y 3) el difícilmente probable (aunque no descartable) nacimiento o reconfiguración de una nueva organización anticapitalista surgida de la unión de las luchas populares que se estaban produciendo antes de la irrupción de Pablo Iglesias, Errejón y compañía.
Otro ejemplo de movimientos populares apoyados/utilizados desde los medios privados para sus intereses de clase ocurrió en 2003 con la Guerra de Irak, cuando la empresa Mediaset, controlada por el derechista y multimillonario italiano Silvio Berlusconi, apoyó a las decenas de millones de ciudadanos que se manifestaron contra la guerra imperialista de Estados Unidos. Por aquel entonces, el apoyo de Telecinco a las fuerzas progresistas fue impresionante. Recuerdo cómo en España se abrían los telediarios con noticias sobre las nuevas movilizaciones que se tomaban a lo largo y ancho del territorio: universidades, plazas, centros de trabajo, etc. Pareciese como si de repente, la cadena de Berlusconi, otrora famosa por “Las Mama Chicho” y “Gran Hermano”, se hubiera transformado en un medio anticapitalista. Nada más lejos de la realidad.
¿Cuál era el origen de este apoyo “pacifista” interesado? Que Berlusconi, por entonces Primer Ministro de Italia, tenía firmados millonarios contratos entre empresas italianas y el gobierno de Sadam Husein. Por lo que estaba muy preocupado que con la invasión estadounidense esos contratos se esfumaran y, con ellos, el capital que sus amigos empresarios pensaban revalorizar. Semejante a lo ocurrido con Jacques Chirac y el gran empresariado francés. Nada de “causas humanitarias” ni de “diplomacia civilizatoria”. Intereses y temores capitalistas ciertamente prosaicos que se vieron justificados una vez consumada la invasión. Así es, pues las empresas de Italia y Francia, junto a las de otros países con gobiernos contrarios a la guerra, fueron excluidas de la jugosamente rentable destrucción/reconstrucción del país.[6]
¿Y qué demonios tiene que ver Podemos o la Guerra de Irak con la huelga feminista del pasado 8 de marzo? Que como apunté al inicio, los medios privados dirigidos a un público comprendido entre el centro y la izquierda apoyaron con firmeza la huelga incluso alardeando de que algunas de sus mediáticas presentadoras la secundarían.[7] ¿Cuándo se ha visto que un medio controlado por el gran capital apoye una huelga general de trabajadores? ¿Por qué ahora sí? ¿Por algún “acuerdo secreto” entre la oligarquía mediática y alguna agrupación de militantes feministas? Por supuesto que no. Pero, entonces, ¿por qué?
En mi opinión, porque el movimiento feminista no luchaba en esa jornada por ninguna propuesta concreta ni tangible que fuera peligrosa para el sistema en su conjunto. Todo lo contenido en el “Manifiesto 8M” eran brindis al sol rodeados de buenas intenciones, excesivas demandas inconcretas, aseveraciones parcialmente falsas o lemas estéticamente contundentes, pero materialmente inofensivos, como el “fin de la violencia machista”, los “¡basta ya!”, las denuncias a la asociación entre el capitalismo y el patriarcado, etc.[8] Situación semejante a cuando desde UNICEF o algún ayuntamiento del signo que sea, se celebran movilizaciones pidiendo “el fin del hambre en el mundo” con el Imagine de John Lennon cantado por niños sonando de fondo. Muy bonito sí, pero poco útil. Pues sin propuestas concretas, no hay soluciones. En otras palabras: la del pasado 8 de marzo fue una huelga sin peligro para los que están en la cima de la pirámide.
Pero sumado a ello se da el hecho de que el feminismo, bien utilizado/manipulado, como las luchas parciales de cualquier tipo, tienen la virtud de dividir los esfuerzos de los y las oprimidos por su emancipación. Y ese es justo el tipo de feminismo que los medios están apoyando. Si colocas el acento principal de las luchas populares y el tiempo (cada vez más escaso) de activismo de los militantes en el género o en la nación, relegas a la clase. Y la clase es la categoría más inclusiva que une a todos los y las explotados del sistema: hombres y mujeres, negros y blancos, nativos e inmigrantes, murcianos y catalanes, religiosos y ateos, heteros y homosexuales, etc. De hecho, el principal punto que causó iras entre la patronal y los partidos de derechas en la jornada feminista del 8 de marzo radicaba en que la protesta tomara la forma de huelga (contenido de clase) y no en su contenido feminista (que fue apoyado casi por unanimidad).[9]
En este sentido, hay que recordar que nadie ha luchado tanto por los derechos de las mujeres como el movimiento obrero. No en vano, celebramos el “Día Internacional de la Mujer” a propuesta de la socialista y marxista alemana Clara Zetkin (1857/1933). Y lo hacemos el 8 de marzo porque ese día en 1917 se produjo en Rusia una manifestación masiva de obreras textiles en Petrogrado que llevó al Zar Nicolás II a abdicar y al gobierno provisional a garantizar el voto femenino.[10] Más aún, ¿sabe quién fue la primera mujer de la historia en gobernar un país? Curiosamente una socialista, Sirimavo Bandaranaike, que llegó a primera ministra de Sri Lanka en 1960.[11] ¿Y la primera ministra? Aleksandra Kollontai, comunista en el gabinete de Lenin tras la Revolución de Octubre de 1917. Todas estas heroínas del movimiento obrero y la emancipación de la mujer se opusieron al feminismo burgués como ajeno a sus luchas. En palabras de Zetkin:
El principio-guía debe ser el siguiente: ninguna agitación específicamente feminista, sino agitación socialista entre las mujeres. No debemos poner en primer plano los intereses más mezquinos del mundo de la mujer: nuestra tarea es la conquista de la mujer proletaria para la lucha de clases […] Las reformas que se deben conseguir para las mujeres en el seno del sistema social existente ya están incluidas en el programa mínimo de nuestro partido.[12]
Por ello creo que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres debiera volver a estos orígenes buscando una igualdad real, trabajadora, materialista. No poner el acento en la división sexual o de género sino en la unión y la igualdad que no sólo debe ser el fin sino el medio. Hay que desterrar de los programas políticos de izquierda las “protestas” para que haya más mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas o por la llamada “discriminación positiva” en la administración o las organizaciones políticas. Éstas políticas discriminatorias que pretenden acelerar la igualdad, en realidad fomentan la desigualdad dañando, dividiendo y enfrentando a una parte de la clase trabajadora con la otra según sexo (políticas discriminatorias que, por cierto, provienen de gobiernos liberales de mitad del siglo XX como los de Kennedy o Nixon).[13]
•••Fin del mensaje nº 1
Última edición por RioLena el Lun Ene 07, 2019 11:41 am, editado 1 vez