Uno de los temas que atraviesa los debates con la Teoría Monetaria Moderna es acerca del origen del dinero (sobre la TMM, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí). La discusión no involucra solo cuestiones históricas, sino también –y tal vez principalmente- argumentos teóricos. Así, por ejemplo, Tymoigne y Wray (2013) sostienen que los impuestos son una condición suficiente para que exista el dinero, al margen de lo que demuestren los estudios históricos y antropológicos. Y que la historia ortodoxa-austriaca sobre el origen del dinero es inaceptable debido a sus deficiencias lógicas (p. 10). También sugieren que por fuera de los enfoques cartalista y ortodoxo-austriaco solo queda la explicación que recurre a un “regreso infinito”, del tipo José acepta el dinero porque piensa que Juan lo va a aceptar. Lo cual invita a pensar que la teoría sobre el origen del dinero de Marx –que no apela al Estado ni a alguna regresión ad infinitum– se asemeja a la explicación ortodoxa. En otras palabras, la de Marx sería una variante de las tesis “espontaneístas” del tipo neoclásico-austriaco.
En esta nota sostenemos que la teoría de Marx sobre el origen del dinero es distinta de la que presentan los “ortodoxos” (Adam Smith o neoclásicos) y los austriacos. Empiezo con las explicaciones de Adam Smith, Menger y neoclásicos mainstream.
Smith, sobre los orígenes del dinero
De acuerdo a Smith, la división del trabajo es la principal causa del progreso de la productividad del trabajo (véase su clásico ejemplo de la fabricación de alfileres, cap. 1). La división del trabajo, a su vez, es la consecuencia gradual y necesaria “de una cierta propensión de la naturaleza humana… a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra” (1987, p. 16). Precisemos que, según Smith, esa propensión no sería innata en el ser humano, sino “la consecuencia de las facultades discursivas y del lenguaje” (ibid.). Esto es, la propensión a intercambiar mercancías existiría a partir de que los seres humanos desarrollaron el lenguaje.
División del trabajo e intercambio de mercancías entonces se habrían desarrollado en paralelo, potenciándose. Y a fin de facilitar esos intercambios, surgieron algunos “instrumentos comunes de intercambio”, tales como cabezas de ganado, sal, conchas, bacalao, azúcar, cueros, esclavos (pp. 24-25). De ahí habría habido un paso para el surgimiento del dinero, encarnado en metales, que son duraderos y divisibles. O sea, en esta historia los obstáculos para el intercambio generalizado de mercancías constituyen la clave que explicar el surgimiento del dinero. Agreguemos que, a pesar de que la teoría del valor de Smith contiene ambigüedades, explica el valor de la mercancía-dinero por el trabajo invertido en producirla.
Menger
Menger (1892; véase asimismo Menger, 1985, cap. también explica la génesis del dinero por las necesidades del intercambio. Critica explícitamente la tesis de que el dinero surgió por convención; o que sea producto de la ley y del Estado. Según Menger, el dinero tiene su origen en el hecho de que algunos bienes sean más vendibles que otros. En la sociedad primitiva, y en ausencia de dinero, existen dificultades para intercambiar. Por ejemplo, cuando se quiere cambiar un bien indivisible por una variedad de bienes en posesión de diversas personas. Pero dado que los bienes son vendibles en diferentes grados, si alguien lleva al mercado un bien poco vendible estará dispuesto a aceptar a cambio algún bien más vendible, aunque no sea lo que necesita. De esta manera el intercambio se hace mediato (véase Menger, 1892, p. 248). Por eso, los seres humanos, con creciente conocimiento de sus intereses, sin convención ni compulsión legal, ni consideración por los intereses generales, empezaron a intercambiar sus mercancías por los bienes más vendibles. Por lo tanto, el dinero es el resultado espontáneo, no premeditado, de esfuerzos individuales de los miembros de la sociedad (ibid., p. 250). Y por esta vía las mercancías más vendibles se convierten en dinero. Subraya que el dinero no ha sido creado por ley. En su origen es una institución social, no estatal; aunque se perfeccionó y ajustó con el reconocimiento y la regulación estatal.
Por último, digamos que en Menger el fundamento del dinero es la utilidad, calculada en el margen por los consumidores. Por lo cual los economistas austriacos han debido recurrir a una explicación ad hoc (esto es, distinta que la aplicada al valor del resto de los bienes) para fundamentar el valor del dinero. Básicamente, se sostiene que el valor actual del dinero –oro, plata, o sus signos- está determinado, al menos en una proporción significativa, por la utilidad marginal que tenían el oro y la plata en tiempos antediluvianos (véase aquí para una discusión). Es una explicación muy distinta de la que presenta Smith. Aunque la génesis del dinero se explica por la misma matriz, a saber, las dificultades para que haya trueque generalizado.
En Macroeconomía de Blanchard y Pérez Enrri
Macroeconomía de Oliver Blanchard y Daniel Pérez Enrri es posiblemente el texto de macro más utilizado actualmente en las facultades de Economía. Su explicación sobre la génesis del dinero es similar a la de Smith. Luego de decir que se trata de un bien “divisible generalmente aceptado por el pública a cambio de otros bienes y servicios”, sostienen que “su función originaria esencial es facilitar las transacciones”, ya que elimina la necesidad de la doble coincidencia de deseos (p.96). Esto es, surge por la necesidad de que exista un medio de cambio.
Agreguemos que, siempre según Blanchard y Pérez Enrri, la segunda función del dinero, que es ser depósito de valor, o medio de atesoramiento, deriva de la primera: dado que el momento de la venta puede diferir del de la compra, “es necesario que el dinero no se desvalorice mientras se tenga en el bolsillo (o la caja fuerte)”. De ahí que cuente con la propiedad de constituir un depósito de valor (véase ibid.). Por último, tiene la función de “unidad de cuenta” (p. 97).
La diferencia fundamental
La diferencia fundamental entre el enfoque de Marx y las explicaciones anteriores tiene que ver con la naturaleza del valor. Más precisamente, con el hecho de que, según Marx, el valor de una mercancía debe expresarse, necesariamente, a través de su relación con la mercancía que cumple el rol de equivalente. Por eso, las dificultades asociadas a la circulación de las mercancías deben introducirse en una instancia posterior del análisis, y no como una cuestión “técnica”, sino como expresión de las contradicciones de la mercancía.
En lo que se refiere a la necesidad del dinero como expresión del valor de la mercancía, señalemos en primer lugar que la explicación de Marx contiene una crítica a la teoría del valor subjetiva. La cuestión es así: en el intercambio entre dos bienes, digamos X e Y, se establece, de hecho, una igualdad. Por ejemplo, 1X = 2Y; decimos entonces que el valor de cambio de 1X es 2Y. Sin embargo, los valores de uso y las utilidades de X e Y en manos de distintos individuos pueden ser muy distintas. Aunque, como vimos, X e Y, en determinada proporción, se igualan (o también se igualan a una cierta cantidad de dinero). Por lo tanto, no se igualan en tanto valores de uso, pero sí en tanto valores de cambio, o valores. Pero por eso mismo, el valor de X debe expresarse a través de su relación con Y (o, en un estadio más avanzado del análisis, a través de su relación con el dinero). Es que no hay forma en que X pueda expresar su valor en su propio valor de uso. Pero entonces, antes de entrar en la circulación, el valor de X debe expresarse a través de su relación (que en principio es ideal, como cuando el productor le pone un precio al bien que lleva al mercado) con otra mercancía (o con el dinero).
Por esta razón Marx dice que la mercancía tiene un valor de uso particular y, dado que es objeto de una necesidad particular, tiene diferente valor de uso en diferentes manos (véase 1980, p. 32). Sin embargo, mercancías de muy distinto valor de uso, y de utilidades muy distintas (según las necesidades particulares) representan, en determinadas proporciones el mismo valor de cambio (véase ibid., p 17). Pero ese valor de cambio no lo pueden manifestar con su propio valor de uso, o con su cuerpo natural; este solo manifiesta su valor de uso. Así, por ejemplo, si examino una camisa en cuanto valor de uso, examino sus propiedades físicas. Sin embargo, su propiedad física no manifiesta su valor de cambio; este último solo se manifiesta en los valores de uso de otras mercancías, sea en magnitudes enteras o en fracciones de dicho valor de uso (véase ibid., p. 21 y pp. 24-5). Lo cual demuestra que el valor de uso es de una naturaleza muy distinta del valor de cambio. Pero por eso mismo, no hay manera de encajar aquí la teoría subjetiva del valor.
De lo anterior se desprende que la diferencia central entre la explicación de Marx sobre el origen del dinero, y las ortodoxas, pasa por el análisis de la forma del valor, una cuestión que nunca examinó la economía clásica. Este aspecto de la cuestión es señalado por Marx en El Capital. Sostiene que la economía burguesa nunca intentó siquiera “dilucidar la génesis de esa forma dineraria, siguiendo para ello el desarrollo de la expresión del valor contenida en la relación de valor existente entre las mercancías…” (1999, p. 59; énfasis agregado). Esto es, ni siquiera los economistas burgueses que defendieron una teoría del valor trabajo –David Ricardo en primer lugar- pudieron explicar el origen del dinero a partir del desarrollo de la forma, o expresión, del valor. Para esto deberían haberse formulado la pregunta de por qué los trabajos contenidos en las mercancías se expresan a través del valor de cambio (o del precio). Lo cual habría abierto el camino para dar cuenta de la génesis del dinero.
De manera que, en la teoría de Marx, la explicación sobre la génesis y naturaleza del dinero ya está contenida en la forma simple del valor. Marx señala esta circunstancia en una carta a Engels, del 22/06/1867: “Hasta aquí los señores economistas han pasado por alto algo sencillísimo, que la igualdad de 20 varas de lienzo = 1 levita no es más que la base no desarrollada de la igualdad 20 varas de lienzo = 2 libras esterlinas, y por lo tanto, que la forma más simple de la mercancía, aquella en que su valor no aparece todavía como una relación o proporción con todas las demás mercancías, sino que se expresa solamente como algo distinto de su propia forma natural, contiene todo el secreto de la forma dinero y, por lo tanto, in nuce, de todas las formas burguesas del producto del trabajo” (Marx y Engels, 1983, p. 105). Y en la Contribución… señala que “[l]a principal dificultad en el análisis del dinero queda superada cuando se ha comprendido su origen a partir de la propia mercancía” (1980, p. 49).
Se explica así que el dinero no sea un mero signo, ni un simple “dispositivo”, un invento traído desde afuera del mundo mercantil para “reducir costos de transacción”, o para “aceitar los engranajes de la economía productiva”. Encarar la cuestión por este lado equivale a borrar de un plumazo las contradicciones de la mercancía –entre valor de uso y valor; entre trabajo abstracto y concreto; entre valor de cambio y valor; entre trabajo privado y social. Lo cual proporciona la base para las más fantásticas creencias acerca de la superación de los males del sistema mercantil mediante ingenierías monetarias.
A su vez, cuando se explica por qué el dinero surge del desarrollo de la expresión del valor, no solo se aclara la génesis del dinero, sino también se ordenan sus funciones. Es que antes de ser medio de cambio, el dinero encarna valor, y por lo tanto, su primera función es ser medida del valor. Por eso las mercancías ya llegan al mercado con un precio tentativo. Por lo tanto, lógicamente, la función del dinero como medida del valor precede a su función como medio de cambio. De la misma manera, la función del dinero como medio de atesoramiento, o medio de pago conecta lógicamente con su concepto, ser encarnación de valor. No es un mero “derivado” de su función como medio de cambio.
División del trabajo, mercancía y dinero
Destaquemos también que el enfoque histórico de Marx es muy distinto al de Smith y Menger.
En primer lugar, porque Marx critica la idea de que la división del trabajo implique, necesariamente, la producción de mercancías, como pensaba Smith. La razón es que la producción de mercancías supone la división del trabajo, pero la inversa no es cierta: la división del trabajo existió, históricamente, antes de que surgiera el mercado. Por ejemplo, en sociedades antiguas, con propiedad común de la tierra y de los elementos de producción, existía la división del trabajo, sin que hubiera mercado ni dinero. En este respecto, en El Capital escribe:
“En la comunidad paleoíndica el trabajo es dividido socialmente sin que por ello sus productos se transformen en mercancías. O bien, para poner un ejemplo más cercano: en todas las fábricas el trabajo está dividido sistemáticamente, pero esa división no se halla mediada por el hecho de que los obreros intercambian sus productos individuales” (1999, t. 1, p. 52). Y agrega que “solo los productos de trabajos privados, autónomos, independientes, se enfrentan entre sí como mercancías”. Esto es, la relación entre los productores es cualitativamente distinta cuando existe propiedad privada de los medios de producción y del producto, de la que se establece cuando los productores no se enfrentan en tanto propietarios privados. Una cuestión que es pasada por alto casi por los enfoques ortodoxos clásicos y por los austriacos, que pretenden que el ser humano fue comerciante desde los tiempos de los primates homínidos, o poco menos. Por eso Marx destaca que los intercambios mercantiles no comienzan al interior de las comunidades, sino en los puntos en que entran en contacto comunidades diferentes.
Señalemos también que por lo anterior tampoco tiene sentido igualar, como hacen los cartalistas, los “tickets” (bonos, vales), signos que circulan al interior de una comunidad en la que existe propiedad en común, con el dinero, que media en las relaciones mercantiles entre propietarios privados de los medios de producción.
En definitiva, no hay manera de atribuir a Marx una explicación del origen del dinero afín a la de Smith, los neoclásicos o los austriacos.
Textos citados:
Blanchard, O. y D. Pérez Enrri, (2011): Macroeconomía. Aplicaciones para Latinoamérica, Buenos Aires, Prentice Hall.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1980): Contribución a la crítica de la Economía Política, México, Siglo XXI.
Marx, K. y F. Engels (1983): Letters on “Capital”, Londres, New Park Publications.
Menger, K. (1892): “On the Origin of Money”, Economic Journal, vol. 2, pp. 239-255.
Menger, K. (1985): Principios de Economía Política, Buenos Aires, Hyspanoarmérica.
Smith, A. (1987): Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, México, FCE.
Tymoigne, E. y L. R. Wray (2013): “Modern Monetary Theory 101: A Reply to Critics”, Working Paper 778, Levy Economics Institute of Bard College.
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