Notas
1 «El comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual». Marx y Engels. La Ideología alemana, 1846
2 «El Gobierno comprende muy bien que las huelgas abren los ojos a los obreros, y por ese motivo les tiene tanto miedo y se esfuerza a todo trance por sofocarlas lo antes posible. Un ministro alemán del Interior, que adquirió particular fama por su enconada persecución de los socialistas y los obreros conscientes, declaró no sin motivo, en una ocasión, ante los representantes del pueblo: Tras cada huelga asoma la hidra (monstruo) de la revolución». Lenin, Sobre las huelgas, 1899
3 «Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la Humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: ¿Quién lamenta los estragos/ Si los frutos son placeres? /¿No aplastó miles de seres / Tamerlán en su reinado?». Marx, La dominación británica en la India, 1853.
4 «En América hemos presenciado la conquista de México, la que nos ha complacido. Constituye un progreso, también, que un país ocupado hasta el presente exclusivamente de sí mismo, desgarrado por perpetuas guerras civiles e impedido de todo desarrollo, un país que en el mejor de los casos estaba a punto de caer en el vasallaje industrial de Inglaterra, que un país semejante sea lanzado por la violencia al movimiento histórico. Es en interés de su propio desarrollo que México estará en el futuro bajo la tutela de los Estados Unidos. Es en interés del desarrollo de toda América que los Estados Unidos, mediante la ocupación de California, obtienen el predominio sobre el Océano Pacífico». Engels, 1847.
5 «A la escala del desarrollo social capitalista, responde la escala de la capacidad del proletariado para imponer el comunismo y así impulsar un nuevo modo de desarrollo social. Sin embargo, los límites de este desarrollo capitalista han sido evidenciados por la posibilidad y la realidad de una Primera Guerra Mundial, indicando el logro de la dominación del capital en el planeta. Esta dominación completa significa que incluso si encontramos sobrevivientes de modos de explotación anteriores, están conectados, integrados, totalmente absorbidos por los circuitos globales de la explotación capitalista. A partir de entonces, el desarrollo social global no es posible bajo la égida del capital, el sistema capitalista es obsoleto, decadente; crecimiento y desarrollo, hasta entonces concomitantes, se desvinculan e incluso se oponen entre sí. En esta etapa de desarrollo, corresponde la capacidad del proletariado de afirmar de forma inmediata para todo el mundo, el proyecto comunista revolucionario. Esta capacidad significa que incluso si uno se encuentra con explotados de un tipo diferente al de los proletarios, ya no pueden tener la más mínima independencia con respecto a los objetivos del proletariado. De hecho, están conectados y sujetos al mismo modo general de explotación y opresión; deben ser considerados como parte del proletariado mundial. Las luchas que no conciernen directa y exclusivamente a la clase obrera, no sólo no la benefician, sino que ahora se oponen irreductiblemente a ella». G. Munis, Nuevas naciones, viejas luchas, vieja cantinela, 1990.
6 «Los estamentos medios —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino—, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado». Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
7 «Este socialismo analizó con mucha sagacidad las contradicciones inherentes a las modernas relaciones de producción. Puso al desnudo las hipócritas apologías de los economistas. Demostró de una manera irrefutable los efectos destructores de la maquinaria y de la división del trabajo, la concentración de los capitales y de la propiedad territorial, la superproducción, las crisis, la inevitable ruina de los pequeños burgueses y de los campesinos, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, la escandalosa desigualdad en la distribución de las riquezas, la exterminadora guerra industrial de las naciones entre sí, la disolución de las viejas costumbres, de las antiguas relaciones familiares, de las viejas nacionalidades. Sin embargo, el contenido positivo de ese socialismo consiste, bien en su anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos las antiguas relaciones de propiedad y toda la sociedad antigua, bien en querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en el marco de las antiguas relaciones de propiedad, que ya fueron rotas, que fatalmente debían ser rotas por ellos. En uno y otro caso, este socialismo es a la vez reaccionario y utópico». Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
8 «Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso de producción social, no en el sentido de un antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de existencia de los individuos; las fuerzas productoras que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con esta formación social termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana». Carlos Marx. Prefacio a Contribución a la Crítica de la Economía Política, enero de 1859.
9 «Si nos preguntamos cuál es el motivo fundamental que mueve a un socialista marxista consciente en su actividad a menudo penosa y caracterizada por la abnegación, encontraremos una respuesta muy definida. No es la necesidad. […] La lucha de la clases trabajadora es precisamente una lucha de clase, llena de sacrificios personales en nombre del éxito general, que se desarrolla a través de generaciones. Así pues, no hay necesidad personal, sino conocimiento de la condición de toda la clase, no ventajas personales, sino fines de clase; éste es el espíritu del movimiento obrero consciente. El anarquismo destructivo y el reformismo son enfermedades de ese movimiento, desviaciones hacia el individualismo, hacia un romo realismo que lo aleja del idealismo de clase; de hecho tenemos más derecho a hablar de idealismo que de egoísmo de clase, expresión internamente contradictoria. Tampoco el odio de clase puede ser el motor principal. Junto con la necesidad, es la base de la protesta semiconsciente; es cierto que no desaparece, no pierde todo significado al crecer la conciencia socialista, pero es muy limitado, puesto que el socialismo científico atenúa la falta de los culpables, señalando las verdaderas raíces de los males sociales y suaviza la intensidad del odio indicando con gesto seguro el futuro sagrado y abriendo el camino hacia él. La piedad y la sed de justicia podrían tener su parte, pero Marx se alza firmemente contra los cruzados de la piedad y de la justicia cuando obstaculizan el progreso económico en nombre de sus sentimientos y principios. Haya justicia y que perezca el progreso es el lema de los moralistas. Marx diría más bien haya progreso y perezca la justicia, y ello en virtud de la certeza incondicional de que una justicia no basada en una fuerza económica desarrollada es una quimera y, en el caso de que llegara a realizarse, estaría basada en la caridad. El socialismo científico no exige de sus adeptos piedad y justicia, sino seguridad, valor, capacidad de pasar del marco de los sufrimientos de la época de transición al general de la madurez de la Humanidad. De esta forma, el motivo fundamental del socialista consciente es el idealismo de la especie, estrechamente ligado al idealismo de la clase». Anatoli Lunacharski. Religión y socialismo, 1907.
10 «El deber de protestar contra la opresión nacional y de combatirla, que corresponde al partido de clase del proletariado, no encuentra su fundamento en ningún derecho de las naciones particular, así como tampoco la igualdad política y social de los sexos no emana de ningún derecho de la mujer al que hace referencia el movimiento burgués de emancipación de las mujeres. Estos deberes no pueden deducirse más que de una oposición generalizada al sistema de clases, a todas las formas de desigualdad social y a todo poder de dominación. En una palabra, se deducen del principio fundamental del socialismo». Rosa Luxemburgo, La cuestión nacional y la autonomía, 1909.
11 «Está permitido todo lo que conduce realmente a la liberación de la humanidad. Y puesto que este fin solo puede alcanzarse por caminos revolucionarios, la moral emancipadora del proletariado posee -indispensablemente- un carácter revolucionario. Se opone irreductiblemente no solo a los dogmas de la religión, sino también a los fetiches idealistas de toda especie, gendarmes ideológicos de la clase dominante. Deduce las reglas de la conducta de las leyes del desarrollo de la humanidad, y por consiguiente, ante todo, de la lucha de clases, ley de leyes». León Trotski, Su moral y la nuestra, 1938.
12 «El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma». Marx, El Capital, 1857.
13 «El proletariado cuando no reacciona es sólo la fuerza mediante la cual el capitalismo se reproduce aprovechando la apatía general de su enemigo histórico. La clase obrera es entonces sólo un conglomerado amorfo de personas que se las arreglan lo mejor que pueden para sobrevivir en una sociedad insoportable, reproduciendo el ambiente de competencia y enemistad, el espíritu insano del capitalismo. En una palabra, no actúa como clase con intereses comunes frente a las alimañas capitalistas. Otras veces, sin embargo, el proletariado actúa unido como una clase portadora del único devenir humano posible: el comunismo. Entonces dos tipos de sociedades pueden enfrentarse entre sí, una reaccionaria y otra revolucionaria. Entre estos dos estados de hecho y estos mismos hechos hay individuos que son revolucionarios independientemente del estado momentáneo en el que se encuentre la clase en su conjunto, sólo su número varía según la situación social. Son revolucionarios porque son conscientes de que su objetivo y el de la clase en su conjunto es el comunismo. Estos individuos revolucionarios tienden a organizarse por afinidad de ideas, ideas que no caen del cielo sino que provienen de una interpretación particular de la historia de la lucha de clases». FOR, Organización y actividad revolucionaria, 1979.
14 «Pequeñas cosas, sin grandes cosas abundan en la vida humana. Pero en la Historia, jamás se consiguen grandes cosas sin pequeñas cosas. Más exactamente: las pequeñas cosas, en una gran época, integradas a una gran obra, dejan de ser pequeñas cosas» León Trotski. Sobre la vida cotidiana, 1923.
15 «La simiente de la que nacería la Unión General de Trabajadores [se desarrolló al] ensanchar la esfera de relaciones personales de los núcleos socialistas (…) No núcleos fuertes, sino más bien como aglomeración de contados amigos y partidarios, humildes obreros mecánicos todos, que tenían siempre enfrente la hostilidad de los anarquistas, el menosprecio de los republicanos y lo que era peor, la indiferencia de la masa obrera». Juan José Morato, El Partido Socialista Obrero, 1918.
16 «¿Podemos reconocer el referéndum como un método normal de decisión dentro de nuestro partido? La respuesta sólo puede ser negativa. Quien está a favor del referéndum reconoce que la democracia interna del partido es sólo la suma aritmética de decisiones locales, condicionadas inevitablemente por las fuerzas y la experiencia limitadas de cada sección. Quien esté en favor de un referéndum debe estar a favor de los mandatos imperativos: es decir, a favor de que cada sección local tenga derecho a exigir a su representante en el congreso del partido que vote de manera predeterminada. Quien reconoce el mandato imperativo está automáticamente en contra de la concepción del congreso como órgano supremo del partido. Es suficiente sustituir el congreso por un recuento de votos locales. El partido, como un todo centralizado, desaparece. Aceptando el referéndum, la influencia de las secciones más avanzadas y de los camaradas con más experiencia o más perspicaces se sustituye por la influencia de los menos experimentados, de las secciones más atrasadas, etc. Naturalmente estamos por un examen a fondo y porque sobre cada cuestión voten todas las secciones locales del partido, todas las células. Pero, al mismo tiempo, cada delegado elegido por su sección debe tener derecho a sopesar todos los argumentos expuestos en el congreso y a votar según le dicte su juicio político, y si, después del congreso, no es capaz de convencer a su organización de lo correcto de sus apreciaciones, ésta debe privarle consecuentemente de su confianza política. Casos así son inevitables. Pero son un mal infinitamente menor que el sistema de referéndum o de voto imperativo, que destruyen por completo el partido como un todo». León Trotski, El referéndum y el centralismo democrático, 1939.
17 «Un obrero pasa el día en la fábrica. Tiene, en comparación, pocas horas libres para el partido. En las reuniones, está interesado por aprender las cosas más importantes: la evaluación correcta de la situación y las conclusiones políticas. Valora los líderes que hacen esto de la forma más clara y precisa posible y que están al tanto de los acontecimientos. Los elementos pequeñoburgueses, especialmente los desclasados, divorciados del proletariado, vegetan en un ambiente artificial y cerrado. Tienen mucho tiempo para charlar de política y sus substitutivos. Sacan faltas y cotillean sobre los jefes del partido. Siempre conocen a un líder que les ha puesto al corriente de todos los secretos. La discusión es su elemento. Nunca tienen bastante cantidad de democracia. Se vuelven excitables, dan vueltas en un círculo vicioso y sacian su sed con agua salada. ¿Quiere usted conocer el programa organizativo de la oposición? Consiste en una loca búsqueda de la cuarta dimensión de la democracia interna. En la práctica, esto consiste en enterrar la política bajo la discusión; y enterrar el centralismo bajo la anarquía de los círculos intelectuales. En cuanto entren unos cuantos miles de trabajadores en el partido, llamarán al orden severamente a los anarquistas pequeñoburgueses. Cuanto antes, mejor». León Trotski, Carta abierta al camarada Burham, 1940.
18 «Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto». Marx y Engels, Manifiesto del Partido comunista, 1848.
19 «¿De dónde brota, entonces, el carácter enigmático que distingue al producto del trabajo no bien asume la forma de mercancía? Obviamente, de esa forma misma. La igualdad de los trabajos humanos adopta la forma material de la igual objetividad de valor de los productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza de trabajo humano por su duración, cobra la forma de la magnitud del valor que alcanzan los productos del trabajo; por último, las relaciones entre los productores, en las cuales se hacen efectivas las determinaciones sociales de sus trabajos, revisten la forma de una relación social entre los productos del trabajo. Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. […] La forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquéllos. De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancias, y que es inseparable de la producción mercantil. [...] La forma natural del trabajo, su particularidad, y no, como sobre la base de la producción de mercancías, su generalidad, es lo que aquí constituye la forma directamente social de aquél. La prestación personal servil se mide por el tiempo, tal cual se hace con el trabajo que produce mercancías, pero ningún siervo ignora que se trata de determinada cantidad de su fuerza de trabajo personal, gastada por él al servicio de su señor. El diezmo que le entrega al cura es más diáfano que la bendición del clérigo. Sea cual fuere el juicio que nos merezcan las máscaras que aquí se ponen los hombres al desempeñar sus respectivos papeles, el caso es que las relaciones sociales existentes entre las personas en sus trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos del trabajo». Carlos Marx. El Capital, 1857
20 «No tienen razón quienes con tanta frecuencia consideran esta palabra un simple insulto, sin tratar de reflexionar en su significado. El oportunista no traiciona a su partido, no le es desleal, no se retira de él. Sigue sirviéndolo, sincera y celosamente. Pero su rasgo típico y característico es que cede al estado de ánimo de momento, es su incapacidad de oponerse a lo que está en boga, es su miopía y abulia políticas. Oportunismo significa sacrificar los intereses prolongados y esenciales del Partido en aras de sus intereses momentáneos, transitorios y secundarios». Lenin. ¡El radical ruso reflexiona con retardo!, 1906.
21 «La solución es unívoca: es el comunismo. En su defecto, no queda sino la marcha atrás, la putrefacción de la vieja sociedad hasta su desintegración y la vuelta a una magma social del que poco a poco surgiesen nuevas estructuras totalmente imprevisibles». G. Munis, Partido-Estado, stalinismo, revolución, 1974.
22 «Comprendemos ahora la verdad que encerraba la frase que formularon por primera vez Marx y Engels como base científica del socialismo, en la gran carta de nuestro movimiento, el Manifiesto Comunista. El socialismo, dijeron, se volverá una necesidad histórica. El socialismo es inevitable, no sólo porque los proletarios ya no están dispuestos a vivir bajo las condiciones que les impone la clase capitalista, sino también porque si el proletariado no cumple con sus deberes de clase, si no construye el socialismo, nos hundiremos todos juntos». Rosa Luxemburgo, Discurso ante el Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán, 1919.
23 «La fuerza motriz del progreso es […] el desarrollo de la técnica (procedimientos e instrumentos) que representa la acumulación y elaboración de la experiencia de trabajo. […] La práctica origina el conocimiento, lo concreta y limita, y lo verifica. [...] El trabajo humano es colectivo, no puede quedarse en la conciencia de un trabajador aislado. Para que el hombre sea libre, para que los resultados se correspondan por completo con sus fines es necesaria la organización de la conciencia y la voluntad colectiva. […] El deseo de vivir que está en la base del trabajo tiene como expresión el ideal del poder económico del Hombre. El deseo de vivir y el ansia de libertad, que son inseparables (ambos coinciden sustancialmente) solo pueden encontrar su expresión plena en el ideal de la integridad perfecta y de la unidad interna del verdadero sujeto del ser social, el colectivo. En consecuencia: el aumento de las fuerzas productivas de la Humanidad, es la primera tarea que debe emprender necesariamente en toda circunstancia la Humanidad cuyo pensamiento y sentimiento hayan captado la vida en todo su desarrollo. El colectivismo es la segunda tarea y únicamente con su realización adquiere un verdadero sentido la acumulación de capacidades [fuerzas productivas] realizada por la Humanidad». Anatoli Lunacharski. Religión y socialismo, 1907.
24 «Marx señala en el ensayo sobre Malthus y Ricardo, que la lucha, esencia de la historia, es desarrollada por la especie: el individuo debe aceptarla quiera o no. Podemos decir: genus volentem ducit, nolentem trahit. El individuo consciente identifica sus propios fines con los de la especie. Uno de estos individuos fue el propio Marx. ¿Qué siente tal personalidad consciente? Subordina sus propios fines a los de la especie. En esto reside su gran diferencia respecto al individualismo antirreligioso de Stirner. Este se burlaba de la «cripto-religiosidad de los ateos colectivistas». […] La emancipación humana, por tanto, tiene en su aspecto externo un carácter de revolución en la autoconciencia del hombre. La pequeña burguesía solo conoce dos formas para esta toma de conciencia: el baricentro está en dios, el hombre gira, por así decirlo, en torno suyo; es la vieja autoconciencia religiosa, el teocentrismo; la segunda: el centro está en el yo, todo el mundo gira entorno a él; es el punto de vista antirreligioso, el egocentrismo. El proletariado ofrece una forma completamente nueva, el centro es la especie, el colectivo, la personalidad gira en torno a la especie, pero siente su unión radical con ella; es el antropocentrismo, distante por igual de las dos formas anteriores, tan opuesto a la anti-religiosidad como a la vieja religiosidad». Anatoli Lunacharski. Religión y socialismo, 1907
25 «El proletariado cuando no reacciona es sólo la fuerza mediante la cual el capitalismo se reproduce aprovechando la apatía general de su enemigo histórico. La clase obrera es entonces sólo un conglomerado amorfo de personas que se las arreglan lo mejor que pueden para sobrevivir en una sociedad insoportable, reproduciendo el ambiente de competencia y enemistad, el espíritu insano del capitalismo. En una palabra, no actúa como clase con intereses comunes frente a las alimañas capitalistas». FOR, Organización y actividad revolucionaria, 1979
26 «Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud. Natasha se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul y el sol que brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente. […] me reservo el derecho de decidir por mi cuenta el momento de mi muerte. El «suicidio» (si es que cabe el término en este caso) no será, de ninguna manera, expresión de un estallido de desesperación o desaliento. Natasha y yo dijimos más de una vez que se puede llegar a tal condición física que sea mejor interrumpir la propia vida o, mejor dicho, el proceso demasiado lento de la muerte… Pero cualesquiera que sean las circunstancias de mi muerte, moriré con una fe inquebrantable en el futuro comunista. Esta fe en el Hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar». León Trotski, Testamento,1940.