Los perniles en Venezuela... ¿qué fue lo que falló esta vez?
En Venezuela estamos viviendo una ruda crisis económica, claramente causada por elementos endógenos y exógenos que quieren recuperar el poder de un país repleto de recursos, a su vez aumentada por problemas de corrupción, ineficiencia y malas decisiones. En medio de esto, las noticias nos hablan de protestas y trancas de calle en el país porque el gobierno no ha sido suficientemente eficiente en entregar unas 20 mil toneladas de perniles de cerdo (10 mil toneladas importadas y 10 mil de producción nacional) en todos los CLAP y lugares donde se habían prometido.
Al respecto, quería acotar lo siguiente: No se puede acusar a la gente de ser faltos de conciencia por protestar o estar molestos por los problemas en la entrega de los perniles, cuando fue desde el alto gobierno que se prometieron los perniles a través de todos los medios de comunicación, por segundo año consecutivo. En todo caso, seamos autocríticos y reconozcamos nuestras culpas, antes de estar apuntando a la gente que tiene sus razones de estar molesta.
El Presidente Maduro y algunos miembros de su gobierno han tenido la mejor de las intenciones al ordenar operativos para la entrega de perniles y combos hallaqueros, que sí llegaron a una cantidad importante de personas.
Los perniles se ofrecen a través de los CLAP a Bs. 500 (la novena parte del sueldo mínimo mensual, que está fijado en Bs. 4.500) por un pernil deshuesado de 7 kilogramos, aunque en los supermercados el precio del pernil es al menos de Bs. 3.500 el kilogramo (un pernil de 7 kilos cuesta Bs. 24 mil).
En unos casos, la organización en los operativos de entrega fue buena; en otros, fue desastrosa, obligando a las personas a hacer colas de 10 horas o más y sufriendo maltratos intolerables.
En otros casos, ni siquiera hubo operativos porque diferentes comunidades y CLAPs fueron descartadas.
De cualquier forma, notamos que las protestas sobre el tema del pernil no son protestas exigiendo un cambio de gobierno (aunque en muchos casos sí exigieron la renuncia de las estructuras locales de los CLAPs). Tampoco fueron masivas sino puntuales; no se parecen en lo más mínimo a las "guarimbas" de 2017 o 2014.
Esto se debe, en mi opinión, a que hay una clara diferencia entre un Nicolás Maduro que al menos intenta satisfacer las necesidades de la gente, en contraste con una oposición y un empresariado que más bien apuestan al desastre y a que la mayor parte del país esté descontenta.
Lo que quisiéramos todos, es que Maduro y su gobierno lo hicieran mejor y que sus esfuerzos sí alcanzaran a toda la población que lo necesita.
Falta de criterios a la hora de la distribución Desde el principio advertimos a través de Twitter que las 20 mil toneladas de perniles (20 millones de kilos) difícilmente alcanzarían para 6 millones de hogares que reciben CLAP, a menos que se picaran y se entregaran aproximadamente 3 kilos de pernil por familia.
Sin embargo, por redes de mensajería aparecieron todo tipo de informaciones cruzadas: unos decían que los perniles de 7 kilos tenían que entregarse enteros, y que "no debía permitirse" que los perniles se picaran.
Luego, supimos que los perniles sí se estaban picando, en algunos casos a 3 kilos por casa, en otros a kilo y medio por casa o menos. Incluso hubo lugares donde se aclaró que los perniles se tenían que entregar por casa y no por familia, pues en una misma casa vivían varias familias, cada una de las cuales quería su propio pernil.
También supimos que hubo otros sectores donde sí se entregaron perniles enteros.
En otros sectores los perniles no alcanzaban para todos ni siquiera picándose, así que se sortearon o se entregaron únicamente a los jefes de calle de los CLAP, dejando sin el preciado pernil a todos los demás.
No hubo ninguna explicación del porqué en unas zonas sí se entregaban enteros, y en otras picados, sorteados o incluso no se entregaba nada. Pero evidentemente, no es algo que fuera culpa del jefe de calle; son decisiones que se tomaron a otros niveles mucho más arriba, a nivel municipal o estadal: personas que lamentablemente nunca darán la cara ni admitirán su culpa en este desastre.
Improvisación en los operativos Sin querer justificar los casos de corrupción, de amiguismos, de preferencias a grupos o sectores o de posible discriminación ("a esa urbanización no, porque son opositores"), también hay que ponerse en el lugar de quienes tuvieron que dar la cara frente a la gente.
No logro imaginarme lo que debe ser un trabajador de libre nombramiento y remoción (los llamados cargos "99" o de confianza) al que llamen a las 11 de la noche para decirle que al día siguiente tiene que organizar un operativo de entrega de alimentos. Muchas veces sin transporte suficientes, sin espacios adecuados, sin personal para hacer una organización decente. Llaman desesperadamente a la gente más comprometida para que trabajen de voluntarios en un operativo de estos, y con un nivel de improvisación tan grande, es inevitable que muchos de estos operativos terminen siendo un desastre. Y un cargo 99 no puede negarse, porque hacerlo significa prácticamente tener que entregar tu renuncia al día siguiente. No es el mejor momento para quedarte sin trabajo, ¿verdad? Para uno es fácil atacar a estos panas, pero la verdad, ¿en su lugar hubiéramos podido hacerlo mejor? Obviamente ellos tampoco tienen la culpa.
Imaginemos otros casos: los obreros, choferes y trabajadores de alcaldías, gobernaciones y otras instituciones que fueron convocados para tener que estar trabajando hasta altas horas de la noche en la entrega de perniles y alimentos. Mientras que en muchas otras instituciones públicas se dieron los días de navidad como vacaciones colectivas y muchos empleados públicos están pasando un muy merecido descanso, estos panas que han tenido que echarle pichón trabajando en estos días, lidiando con gente muy descontenta para hacer llegar estos alimentos, sólo para darse cuenta de que mucha gente igual los desprecia porque ellos son quienes dan la cara, y es humanamente imposible que ellos pudieran hacer entregas a todos los sectores esperados, en un tiempo prudencial, con los recursos disponibles.
Por ello, pienso que es un error desquitarnos con estos panas, quienes en la mayoría de los casos están haciendo un gran esfuerzo porque su trabajo salga bien. La culpa tampoco es de ellos.
¿Qué buscamos con el socialismo? No, no estoy de acuerdo con los camaradas chavistas que tratan de llamar a la calma insinuando que esto es nuestra culpa, porque quien quiera un pernil tiene que pasar un año entero criando un cochinito en su apartamento, o en su pequeña casita del barrio, muchas de las cuales no tienen ni un patiecito donde poner un matero. Es cierto que esta es una costumbre normal en muchos pueblos del país. Pero, para bien o para mal, hace más de 60 años nuestros abuelos y padres decidieron emigrar a las grandes ciudades, y tenemos que lidiar con esa decisión.
No buscamos construir un país donde todo el mundo tenga un cochinito, unas gallinas y un sembradío de papas en el patio de su casa. No me malentiendan: yo estoy a favor de la agricultura urbana, y quien quiera usar su casa para producir, ¡que lo haga! Pero jamás lograremos construir un país socialista destruyendo todas las industrias actuales y haciendo todo en nuestras casas. Todo lo contrario, buscamos que las industrias renazcan y florezcan, pero con el pueblo empoderándose de los medios de producción y tomando decisiones en ellos más orientadas a beneficiar al país, que a beneficiar a unos pocos empresarios.
¡Y bien lejos de construir una "burguesía revolucionaria", que no es otra cosa sino el mismo cachimbo con diferente musiú! Nuestra aversión al capitalismo no puede hacer que nos pongamos también en contra de la industrialización y la producción en masa.
¿Sómos un país pernilero? Si bien es cierto que es ridículo criar un puerquito en cada apartamento del país, también tenemos que preguntarnos: ¿Venezuela es un país cuyas tradiciones exigen tener un pernil en la mesa de navidad o en la de fin de año? He preguntado a muchas personas si en sus familias era normal hace 10 o 15 años tener un pernil de 7 kilos en la mesa navideña, y muchos me dice que no.
El plato navideño en Venezuela gira en torno a la hallaca (una especie de tamal o pastel hecho de harina de maíz teniño con onoto, relleno de un guiso de carne, gallina, cerdo, aceitunas, uvas pasas, alcaparras, pimentón, cebolla y otros elementos, envuelto en hojas de plátano). La hallaca se sirve junto a pan de jamón, ensalada de gallina y un poquito de pernil, pero el protagonismo siempre lo tiene la hallaca; los contornos del plato navideño pueden variar de acuerdo a la región del país y el poder adquisitivo de cada familia.
Allí tenemos que preguntarle a los compas del gobierno: ¿Estamos implantando innecesariamente y en medio de una crisis como la que vivimos, la necesidad en la gente de tener un pernil en la mesa o sino no tendrán una "navidad feliz"? ¿Estamos cometiendo los mismos errores que achacamos al capitalismo con su descarado consumismo navideño?
Tal vez este sea el momento menos propicio para eso.
Socialismo sin planificación ni industrialización está condenado A lo que quiero llegar, es que si bien estos operativos son muy bienintencionados y se le agradece enormemente al Presidente y las y los ministros, alcaldes y gobernadores que han estado pendientes de que salgan lo mejor posible, se sabe desde hace meses que estos operativos se iban a hacer, pero lamentablemente, a la hora de la distribución, no salimos de la improvisación, de la ausencia de planificación, de la pésima organización, de la falta de reglas claras y de las decisiones a dedo basadas en criterios totalmente subjetivos.
Continuamos con la tendencia de colocar a personas sin experiencia en cargos con actividades intensas, haciéndolos trabajar 18 horas al día, siete días a la semana hasta hacerlos explotar, hasta sacarles la última fibra de vitalidad, para luego, a los pocos meses, cuando ya no rinden más, los desechamos, los cambiamos a otro cargo y ponemos a otro pana sin experiencia a que empiece desde cero, a sufrir nuevamente lo mismo. A esto lo llamamos "lealtad". ¿De verdad no hay otra forma de hacer las cosas?
Lo que queremos es comenzar a construir un socialismo sostenido en planificación, que industrialice al país, donde los trabajadores puedan hacer carrera, ganar experiencia, quieran quedarse trabajando, puedan cumplir sus labores de forma eficiente y planificada, usando las tecnologías de información actuales para asegurar que todo llegue a todo el mundo, y que las personas no tengan que sufrir haciendo inmensas colas o esperando horas o días por algo que debería ser entregado en 10 minutos.
Queremos que cesen las decisiones a dedo, tomadas puertas adentro por personas que no dan la cara, que no son las que están en las calles lidiando con los problemas, y que toman sus decisiones más basadas en amiguismos o en politiquería barata antes que en estadísticas y criterios científicos.
A pesar de todo, la gente sigue prefiriendo nuestro incipiente socialismo, con sus errores, al despreciable capitalismo que teníamos antes. ¡Así habrá sido la IV República!
No abusemos, sin embargo, de la necesidad de la gente para negarnos a mejorar. No olvidemos lo que pasó en Argentina o Brasil; no desconozcamos que parte de la abstención en las últimas elecciones venezolanas fue una protesta silenciosa contra nuestros errores. ¡Corrijámoslos ya!
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