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    Reformismo: ¿«Humanizar» el capitalismo? - texto publicado por Ateneo Socialista en su web - tomado de La Bataille socialiste – año 2002

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    RioLena
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    Mensaje por RioLena Vie Feb 01, 2019 8:14 pm

    Reformismo: ¿«Humanizar» el capitalismo?

    texto publicado por Ateneo Socialista en su web

    tomado de La Bataille socialiste – año 2002

    Orígenes del reformismo

    Desde hace más de dos siglos, los socialistas denuncian la propiedad privada capitalista como siendo la razón por la cual, al dividir el sistema capitalista en dos clases sociales cuyos intereses económicos son antagónicos, ese sistema no puede ser reformado en el interés de la mayoría de la población. Desde luego, ¿cómo se puede reformar la propiedad productiva en el interés general? Sin embargo, a pesar de esa evidencia, algunos socialistas, cada vez más numerosos, en el siglo XIX, van a intentar satisfacer dos aspiraciones entonces ampliamente difundidas en la clase trabajadora: 1° instaurar “gradualmente”, por reformas sucesivas, el socialismo; 2° “mientras tanto”, mejorar “inmediatamente” la suerte de los trabajadores (que, a decir verdad, tenían mucha necesidad de ello) por la adopción de la legislación apropiada.

    Los reformistas, considerando al socialismo como un objetivo a largo plazo (y que lo quedará mientras los asalariados “acepten”, o al menos toleren, el capitalismo), estimaban que las deplorables condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera de la época (jornadas de trabajo interminables y agotadoras, protección social inexistente, viviendas inadaptadas e insalubres, etc.) justificaban la toma de medidas inmediatas destinadas a atenuar esos problemas.

    Esa actitud era comprensible, pues respondía al deseo legítimo y sincero de “hacer algo ahora” a fin de aliviar los sufrimientos de las víctimas del sistema capitalista. Era también el reflejo de la inexperiencia de los obreros y de sus representantes, en una época en que el poder político era monopolizado por una burguesía indiferente a esos problemas (aun cuando ciertos gobiernos conservadores – el de Bismarck en Alemania, por ejemplo –, ansiosos de protegerse contra los avances de las ideas socialistas y, de ese modo, alejar el espectro de la revolución social, habían entendido lo beneficioso que resultaba introducir medidas favorables a los trabajadores).

    Pero, por comprensible y estimable que fuera la posición de los reformistas, ésta desembocó inevitablemente en un callejón sin salida. Pues las reformas, al ser disposiciones legales que deben ser votadas en el Parlamento, requieren unos partidos políticos reformistas cuya actividad es orientada hacia el logro de esas medidas… en detrimento de la actividad a favor del establecimiento del socialismo que, postergado, acabará por desaparecer completamente del horizonte de esos partidos reformistas.

    Balance del reformismo

    El establecimiento “gradual” del socialismo es evidentemente un rotundo fracaso. Pues ha habido gobiernos “socialistas” en la casi totalidad de los países capitalistas (con la notable excepción de los Estados Unidos) a lo largo del siglo XX sin que la sociedad se haya acercado un ápice del socialismo. La razón es que existe una diferencia abismal de naturaleza entre el capitalismo y el socialismo: el primero está basado en la propiedad productiva, el segundo en la propiedad social. Puesto que las reformas no tocan jamás la institución de la propiedad privada, el capitalismo no puede ser reformado – transformado – progresivamente en socialismo. El primero debe ser sustituido por el segundo.

    Pero no sólo está el capitalismo vivito y coleando sino que además sale fortalecido por la capitulación de los reformistas, ya que al acabar aceptando el capitalismo han abandonado la perspectiva socialista que se fijaron en un principio. En efecto, hoy en día, ¿qué partido “socialista”, o que miembro o simpatizante, cuestiona la existencia de la propiedad privada de los medios de existencia de la sociedad, los privilegios de la minoría dominante y la lógica del provecho individual? ¿Cuál de ellos piensa seriamente en el establecimiento del socialismo como única solución factible y duradera a los problemas de la sociedad actual?

    En cuanto a la mejora “inmediata” de la suerte de los trabajadores asalariados, ésta fue, es verdad, con el “Estado Providencia”, uno de los grandes logros del reformismo. La seguridad social, las pensiones de jubilación o de desempleo, las vacaciones pagadas, etc. Son reformas que han en gran medida mejorado la situación de los trabajadores… aunque que cabe señalar que la seguridad social fue introducida en varios países europeos después de la 2nda Guerra Mundial no por gobiernos “socialistas” sino por gobiernos capitalistas (como el del general de Gaulle en Francia) que querían de ese modo contrarrestar la influencia del comunismo y el peligro que representaba la Unión Soviética tras sus últimas conquistas territoriales.

    Pero los avances de la primera mitad del siglo XX forman ya parte de una época pasada. Desde la crisis mundial de los años 1970, que puso brutalmente fin a la prosperidad económica de posguerra, ninguna mejora significativa, en ningún área importante para los trabajadores y sus familias (salud, protección social, vivienda, educación, etc.), ha sido introducida. Peor aún, desde esa época, las conquistas sociales de la clase trabajadora – sus “privilegios” – no han dejado de ser blanco de los gobiernos más variopintos.

    Si algunas reformas pudieron mejorar las condiciones de vida de los asalariados y de sus familias, ninguna pudo solucionar de forma definitiva sus problemas pues dejaban intacta la propiedad privada capitalista y, por lo tanto, la influencia política y el poder económico de la minoría poseedora. El periodo de treinta años de prosperidad de posguerra (que tampoco fueron prósperos para todos) es un paréntesis definitivamente cerrado. La burguesía está ahora en posición de fuerza, y la aprovecha para arremeter contra las conquistas sociales de la clase trabajadora… con el fin, claro está, de “preservar la competitividad de “nuestras” empresas”.

    ¿Utopía reformista o perspectiva socialista?

    Después de un (demasiado largo) siglo de reformismo, algunas constataciones se imponen:

    1° No son los partidos “socialistas” y laboristas los que han gradualmente cambiado – “humanizado” – el capitalismo, sino este último el que, poco a poco, a cambiado y deshumanizado los partidos reformistas. El compromiso inicial de esos partidos (aunque sólo fuera verbal) a favor del socialismo ha dejado lugar al simple electoralismo, a la incesante (pero jamás satisfecha) búsqueda de reformas, para acabar abandonándolas y adoptando una gestión gubernamental harto difícil de distinguir de la de sus “adversarios” abiertamente partidarios del capitalismo.

    2° Evidentemente, ninguno de los problemas (pobreza, desigualdad, desempleo, precariedad, falta de viviendas, etc.), cuya solución era a principios del siglo XX “posible” y “realista”, y para los cuales siempre ha sido necesario hacer algo “ahora”, ha sido solucionado… probando de esa forma la incapacidad crónica de todos los gobiernos tanto de izquierdas como de derechas, que sean “socialistas”, laboristas, conservadores, demócratas, republicanos, etc. Después de tantos intentos, si existieran medidas susceptibles de acabar con esos problemas en el marco del capitalismo, ¿por qué ningún gobierno las ha implementado, asegurándose de ese modo la victoria en las elecciones siguientes?

    3° La respuesta es que la única medida que podría acabar con esos problemas acabaría a la vez con la propiedad privada de los medios de producción y, por lo tanto, con la posición de subordinación de los asalariados a los intereses de la clase dominante. ¿Qué gobierno capitalista va a tomar tal decisión?

    El hecho es que tratar de reformar el capitalismo en el interés “general”, eso es lo utópico, pues es ir en contra de la naturaleza de un sistema que sólo puede funcionar en el interés de los capitalistas. En el capitalismo, siempre ha habido – y siempre los habrá – problemas que no pueden espera soluciones a largo plazo. Pero negarse a considerar el socialismo como la única solución realista, global, inmediata y definitiva a esos problemas, es condenarse no sólo a perpetuarlos sino también a verlos empeorar.


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