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    El Socialismo - V.I. Lenin - extracto de «Carlos Marx. Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo» - año 1914

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    RioLena
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    Mensaje por RioLena Sáb Ene 04, 2020 9:06 pm

    El Socialismo

    Vladimir Ilich Ulianov 'Lenin'


    fragmento de “Carlos Marx. Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo“, escrito en 1914

    publicado por el blog Universidad obrera


    Por lo expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión de que es inevitable la trasformación de la sociedad capitalista en socialista basándose única y exclusivamente en la ley económica del movimiento de la sociedad moderna. La socialización del trabajo, que avanza cada vez con mayor rapidez bajo miles de formas, y que durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de Marx se manifiesta en forma muy palpable en el incremento de la gran producción, de los cártels, los sindicatos y los trusts capitalistas, y en el gigantesco crecimiento del volumen y el poderío del capital financiero, es la base material más importante del advenimiento inevitable del socialismo.

    El motor intelectual y moral de esta trasformación, su agente físico, es el proletariado, educado por el propio capitalismo. Su lucha contra la burguesía, que se manifiesta en las formas más diversas, y cada vez más ricas en contenido, se convierte inevitablemente en lucha política por la conquista de su propio poder político (la “dictadura del proletariado”). La socialización de la producción no puede dejar de conducir a la trasformación de los medios de producción en propiedad social, es decir, a la “expropiación de los expropiadores”. La enorme elevación de la productividad del trabajo, la reducción de la jornada de trabajo y la sustitución de los vestigios, de las ruinas de la pequeña producción, primitiva y desperdigada, por el trabajo colectivo perfeccionado: tales son las consecuencias directas de esa trasformación.

    El capitalismo rompe de modo definitivo los vínculos de la agricultura con la industria pero a la vez, al llegar a la culminación de su desarrollo, prepara nuevos elementos para restablecer esos vínculos, la unión de la industria con la agricultura, sobre la base de la aplicación consciente de la ciencia, de la combinación del trabajo colectivo y de un nuevo reparto de la población (acabando con el abandono del campo, con su aislamiento del mundo y con el atraso de la población rural, como también con la aglomeración antinatural de gigantescas masas humanas en las grandes ciudades). Las formas superiores del capitalismo actual preparan nuevas relaciones familiares, nuevas condiciones para la mujer y para la educación de las nuevas generaciones: el trabajo de las mujeres y de los niños, y la disolución de la familia patriarcal por el capitalismo, asumen inevitablemente en la sociedad moderna las formas más espantosas, miserables y repulsivas.

    No obstante, “la gran industria, al asignar a la mujer al joven y al niño de ambos sexos un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la producción, arrancándolos con ello a la órbita doméstica, crea las nuevas bases económicas para una forma superior de familia y de relaciones entre ambos sexos. Tan necio es, naturalmente, considerar absoluta la forma cristiano-germánica de la familia, como lo sería atribuir ese carácter a la forma romana antigua, a la antigua forma griega o a la forma oriental, entre las cuales media, por lo demás, un lazo de continuidad histórica. Y no es menos evidente que la existencia de un personal obrero combinado, en el que entran individuos de ambos sexos y de las más diversas edades, aunque hoy, en su forma capitalista primitiva y brutal, en que el obrero existe para el proceso de producción y no éste para el obrero, sea fuente apestosa de corrupción y esclavitud, bajo las condiciones que corresponden a este régimen necesariamente se trocará en fuente de evolución humana” (El Capital, t. I, final del cap. XIII). Del sistema fabril brota “el germen de la educación del porvenir en la que se combinará para todos los niños a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados” (Loc. cit.). Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo de Marx los problemas de la nacionalidad y del Estado, no limitándose a una explicación del pasado, sino previendo audazmente el porvenir y en el sentido de una intrépida actuación práctica encaminada a su realización. Los estados nacionales son el fruto inevitable y, además, una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse, alcanzar su madurez y formarse, sin “organizarse en el marco de la nación”, sin ser “nacional” (“aunque de ningún modo en el sentido burgués”).

    Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada vez más las barreras nacionales, pone fin al aislamiento nacional y sustituye los antagonismos nacionales por los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable que en los países capitalistas adelantados “los obreros no tienen patria” y que la “conjunción de los esfuerzos” de los obreros, al menos de los países civilizados, “es una de las primeras condiciones de la emancipación del proletariado” (Manifiesto Comunista). El Estado, es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente en determinada fase del desarrollo social, cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas y su existencia se hubiera hecho imposible sin un “poder” situado, aparentemente, por encima de la sociedad y hasta cierto punto seperado de ella. El Estado, fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en “el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado de la antiguedad era, ante todo, el Estado de los esclavistas, para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado” (Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, obra en la que el autor expone sus propias ideas y las de Marx). Incluso la forma más libre y progresista del Estado burgués, la república democrática, no suprime de ningún modo este hecho; lo único que hace es variar su forma (vínculos del gobierno con la Bolsa, corrupción — directa o indirecta — de los funcionarios y de la prensa, etc.). El socialismo, que conduce a la abolición de las clases, conduce con ello a la supresión del Estado.

    “El primer acto — escribe Engels en su Anti-Dühring — en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de la sociedad, la expropiación de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención del poder del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas será sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será ‘abolido’ ni se extinguirá.” “La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antiguedades, junto a la rueca y al hacha de bronce” (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.)

    Por último, en relación con el problema de la actitud del socialismo de Marx hacia los pequeños campesinos, que seguirán existiendo en la época de la expropiación de los expropiadores, debemos señalar unas palabras de Engels, que expresan a su vez las ideas de Marx: “Cuando tengamos en nuestras manos el poder estatal, no podremos pensar en expropiar violentamente a los pequeños campesinos (con indemnización o sin ella) como habrá que hacerlo con los grandes terratenientes. Con respecto a los pequeños campesinos, nuestra misión consistirá, ante todo, en encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un régimen cooperativo, no de un modo violento, sino mediante el ejemplo y ofreciéndoles la ayuda social para este fin. Y entonces es indudable que nos sobrarán medios para hacer ver al campesino todas las ventajas que le dará semejante paso, ventajas que le deben ser explicadas desde ahora”[7] (Engels, El problema agrario en Occidente, ed. de Alexéieva, pág. 17; la trad. rusa contiene errores. Véase el original en Neue Zeit).


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    Vladimir Ilich Ulianov


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