Antes de Mayo
Milcíades Peña - año 1957
colección Socialismo y Libertad - El Sudamericano
La consolidación política de la burguesía se expresó como violenta revolución popular en Francia en 1789 y 1848, y en Inglaterra como guerra civil primero y luego, en el siglo XIX, como lucha por la reforma electoral y arancelaria. En Estados Unidos la lucha se produjo en torno a la evolución de la esclavitud y culminó en la guerra civil de Norte contra Sur. En fin, en Alemania hubo conciliación y mutuo acomodamiento de burguesía, nobleza y realeza bajo la dirección bonapartista de Bismarck.
Ni en España, ni en América Latina ocurrió nada comparable. De allí proviene la esencial identidad entre España y América Latina. En el mundo moderno, la ex metrópoli y las ex colonias se caracterizan por su atraso y dependencia respecto a otras potencias. Ni una ni otras pudieron desarrollarse hasta hoy como naciones capitalistas industriales, vale decir, no han podido realizar lo fundamental de la revolución democrático-burguesa.
Con el crecimiento de la burguesía brotaban necesidades nuevas que ya no bastaban a satisfacer los frutos locales sino que requerían productos coloniales y muy especialmente oro y plata. Y estos productos provenían de América latina. Metrópoli y colonias sirvieron así al florecimiento del capitalismo industrial; entraron para beneficio en el remolino de la acumulación capitalista. Ambas fueron engranajes decisivos en la estructuración del moderno mercado mundial, en la difusión del intercambio mercantil por los cuatro confines de la tierra. Pero ni en España ni en América hispana jamás hizo pie firme el capitalismo industrial. En su ausencia, la revolución democrático-burguesa se quedó en ideal teórico o caricatura política, sin llegar jamás a una realidad triunfante.
Esa es, en sus fundamentos la famosa herencia que España dejó en sus posesiones de América, herencia de la que la misma España no se ha desprendido todavía. Una función periférica en la platea del capitalismo mundial, un raquitismo insuperable del capitalismo industrial interno. Y por lo tanto atraso, dependencia, estancamiento.
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Milcíades Peña - año 1957
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La consolidación política de la burguesía se expresó como violenta revolución popular en Francia en 1789 y 1848, y en Inglaterra como guerra civil primero y luego, en el siglo XIX, como lucha por la reforma electoral y arancelaria. En Estados Unidos la lucha se produjo en torno a la evolución de la esclavitud y culminó en la guerra civil de Norte contra Sur. En fin, en Alemania hubo conciliación y mutuo acomodamiento de burguesía, nobleza y realeza bajo la dirección bonapartista de Bismarck.
Ni en España, ni en América Latina ocurrió nada comparable. De allí proviene la esencial identidad entre España y América Latina. En el mundo moderno, la ex metrópoli y las ex colonias se caracterizan por su atraso y dependencia respecto a otras potencias. Ni una ni otras pudieron desarrollarse hasta hoy como naciones capitalistas industriales, vale decir, no han podido realizar lo fundamental de la revolución democrático-burguesa.
Con el crecimiento de la burguesía brotaban necesidades nuevas que ya no bastaban a satisfacer los frutos locales sino que requerían productos coloniales y muy especialmente oro y plata. Y estos productos provenían de América latina. Metrópoli y colonias sirvieron así al florecimiento del capitalismo industrial; entraron para beneficio en el remolino de la acumulación capitalista. Ambas fueron engranajes decisivos en la estructuración del moderno mercado mundial, en la difusión del intercambio mercantil por los cuatro confines de la tierra. Pero ni en España ni en América hispana jamás hizo pie firme el capitalismo industrial. En su ausencia, la revolución democrático-burguesa se quedó en ideal teórico o caricatura política, sin llegar jamás a una realidad triunfante.
Esa es, en sus fundamentos la famosa herencia que España dejó en sus posesiones de América, herencia de la que la misma España no se ha desprendido todavía. Una función periférica en la platea del capitalismo mundial, un raquitismo insuperable del capitalismo industrial interno. Y por lo tanto atraso, dependencia, estancamiento.
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