por lolagallego Vie Feb 26, 2021 1:30 pm
Reconstruir la historia a partir de documentos oficiales es sin duda tarea meritoria. Pero corre un elevado riesgo de convertirse en involuntariamente parcial.
Igual afirmación puede aplicarse a los documentos emanados de la prensa escrita, por lo general proclives a favorecer la opinión oficial, especialmente en períodos de gobiernos autoritarios.
Reconstruir, entonces, la historia de los años 60 y 70 en la Argentina, se vuelve por esa causa un ejercicio sumamente azaroso. Aunque en lo referido a la información puede dividirse en cuatro períodos:
El primero, desde 1955 hasta 1963, en la cual desde una férrea censura de prensa se van abriendo canales informativos más amplios.
El segundo, desde 1963 a 1976, período que va desde el interregno democrático de Arturo Illia hasta el golpe militar de Videla, Massera y Agosti. Aquí, luego de la apertura permitida por Illia, se atraviesan situaciones de represión a la prensa o censura abierta o encubierta, pero pueden obtenerse informaciones de múltiples campos sin demasiados inconvenientes, hasta la etapa 1973-1976, pródiga en documentos provenientes de los sectores revolucionarios, antes de ese momento constantemente obstaculizados o censurados.
El tercer período, señoreado por la dictadura militar -1976-1983-, es de casi absoluta oscuridad, dado que toda información que no coincide con el discurso oficial totalitario es reprimida ferozmente. Incluso con el encarcelamiento, tortura o desaparición de quienes la producen.
Estos ocultamientos o distorsiones no hubieran sido posibles, por cierto, sin la complicidad abierta o encubierta de los grandes medios informativos, cuyos propietarios frecuentemente se convirtieron en copartícipes de miles de homicidios, cometidos por la dictadura militar en la Argentina, debido a su colaboración para difundir falsas noticias.
Del mismo modo la iglesia Católica, cuyos prelados manejaban información de primera mano, por medio de sus vicarios castrenses, por lo cual conocían la existencia de campos de concentración y exterminio de jóvenes -hombres y mujeres-indefensos. Sin embargo, prefirieron el silencio, esto es la complicidad, contentándose con una tardía autocrítica muchos años después. Es decir, cuando esta actitud tiene sólo el valor de un gesto, mientras que de haberlo hecho durante la vigencia de aquella sangrienta dictadura militar, la palabra de los obispos hubiera sido útil para salvar vidas humanas (en la abrumadora mayoría de los casos vidas cristianas).
El cuarto período, a partir del gobierno de Alfonsín hasta el presente, es de paulatina apertura y revisión de los documentos obtenibles. Pese a ser muy rica, debido a la sobrevivencia de testigos numerosos del periodo anterior, aún se hace difícil desentrañar ciertos aspectos de los sucesos. El terrorismo estatal ejercido durante el periodo del gobierno peronista y la dictadura militar, ha sido tan cruel, que con frecuencia los testigos se niegan a hablar. Muchísimos documentos han sido destruidos (con frecuencia por sus propios dueños, por causa del miedo que les infundió la criminal represión de las décadas anteriores) y subsiste una tensa enemistad entre los sectores en pugna, por lo cual no es fácil recuperar información objetiva.