La dialéctica y la lógica
Gueorgui Valentínovich Plejánov
Publicado en febrero de 2017 por el blog Gallo rojo
La filosofía de Marx y Engels no es sólo una filosofía materialista, es el materialismo dialéctico. Dos objeciones han sido planteadas contra esta doctrina. Se nos dice, en primer lugar, que la dialéctica en sí no resiste la crítica; y, en segundo lugar, que el materialismo es incompatible con la dialéctica. Examinemos estas objeciones.
El lector probablemente recordará cómo Bernstein explicó lo que denominó los "errores" de Marx y Engels. Eran debidos, dijo, a la influencia nefasta de la dialéctica. La lógica habitual se aferra a la fórmula: "Sí es sí, y no es no"; mientras que la dialéctica tiene una fórmula diametralmente opuesta: "Sí es no, y no es sí." Bernstein detesta esta última fórmula, y declara que nos induce a la tentación y nos conduce a los errores más escandalosos.
Probablemente la mayoría de los lectores "educados" estarán de acuerdo con Bernstein, dado que, aparentemente, la fórmula "Sí es no, y no es sí" está en flagrante contradicción con las leyes fundamentales e inmutables de pensamiento. Este es el aspecto de la cuestión que tenemos ahora que examinar.
Las leyes fundamentales de la lógica son tres:
(1) La ley de identidad;
(2) La ley de la contradicción;
(3) La ley del tercero excluido.
La ley de identidad (principium identitatis) declara: A es A (omne subiectum est praedicatum sui), o A = A.
La ley de la contradicción, A no es no-A, no es más que la forma negativa de la primera ley.
De acuerdo con la ley del tercero excluido (principium exclusi tertii), dos proposiciones contradictorias, mutuamente excluyentes, no pueden ser ambas verdad. O bien A es B, o bien A no es B. Si una de estas proposiciones es verdadera, la otra es necesariamente falsa; y viceversa. No hay, ni puede haber, ninguna solución intermedia aquí.
Ueberweg señala que la ley de la contradicción y la ley del tercero excluido se pueden unificar en la regla lógica siguiente: a cada pregunta concreta, entendida en un sentido concreta, en cuanto a si una determinada característica corresponde a un objeto dado, hay que responder sí o no; no podemos responder sí y no.
Sin duda, es difícil formular objeción alguna a este planteo. Pero si la afirmación es cierta, esto implica que la fórmula "Sí es no, y no es sí" debe ser errónea. No podremos entonces sino reír como Bernstein y levantar nuestras manos al cielo, cuando vemos que pensadores tan profundos como Heráclito, Hegel y Marx han encontrado que es más satisfactoria que la fórmula "Sí es sí, y no es no", una fórmula sólidamente basada en las tres leyes fundamentales del pensamiento indicadas anteriormente.
Esta conclusión, fatal para la dialéctica, parece irrefutable. Pero antes de que la aceptemos, examinemos el asunto más de cerca.
El movimiento de la materia subyace a todos los fenómenos de la naturaleza. Pero ¿qué es el movimiento? Es una contradicción evidente. Si alguien pregunta si un cuerpo en movimiento se encuentra en un lugar determinado en un momento determinado, no se puede, con la mejor voluntad del mundo, responder de acuerdo con la regla de Ueberweg, es decir, de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." Un cuerpo en movimiento está en un punto dado y, al mismo tiempo, no está allí. Sólo los podemos considerar de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí." Por tanto, ese cuerpo en movimiento se presenta como un argumento irrefutable a favor de la "lógica de la contradicción", y alguien que no esté dispuesto a aceptar esta lógica se verá obligado a anunciar, con Zenón de Elea, que el movimiento no es más que una ilusión de los sentidos.
Pero a todos aquellos que no niegan el movimiento, les preguntamos: "¿Qué debemos pensar de esta ley fundamental del pensamiento que entra en conflicto con el hecho fundamental del ser? ¿No hay que tratarla con cierta prudencia?"
Parece que estamos en un dilema. O bien hay que aceptar las leyes fundamentales de la lógica formal y negar el movimiento; o de lo contrario hay que admitir el movimiento y negar dichas leyes. El dilema es ciertamente desagradable. Veamos si no hay forma de escapar de él.
El movimiento de la materia subyace a todos los fenómenos de la naturaleza. Pero el movimiento es una contradicción. Debemos considerar la cuestión desde el punto de vista dialéctico, es decir, como Bernstein lo expresaría, de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí." Por lo tanto, nos vemos obligados a admitir que, en lo que respecta a este fundamento de todos los fenómenos, estamos bajo el dominio de la "lógica de la contradicción." Sin embargo, los átomos de materia en movimiento se unen unos con otros, forman ciertas combinaciones; cosas, objetos. Tales combinaciones se distinguen por su mayor o menor solidez; existen por un tiempo más largo o más corto, y luego desaparecen, para ser reemplazadas por otras. Lo único que es eterno es el movimiento de la materia, la materia misma, sustancia indestructible. Pero tan pronto como una combinación temporal particular de materia ha llegado a existir como resultado del movimiento eterno de la materia, y mientras aún no haya desaparecido debido a este mismo movimiento, la cuestión de su existencia debe necesariamente ser resuelta en un sentido positivo. Por eso, si alguien nos señala el planeta de Venus y nos pregunta "¿Existe este planeta?" Vamos a responder, sin vacilar, "Sí."
Pero si alguien nos pregunta si existen las brujas, vamos a responder, también sin vacilar, "No." ¿Qué significa esto? Esto significa que cuando nos ocupamos de objetos concretos debemos, en nuestros juicios sobre ellos, seguir la regla antes mencionada de Ueberweg; y debemos, en general, atenernos a las leyes fundamentales del pensamiento. En ese dominio prevalece la fórmula aceptable para Bernstein, "Sí es sí, y no es no".
Incluso allí, sin embargo, el ámbito de esta fórmula respetable no es ilimitado. Cuando se nos hace una pregunta en cuanto a la realidad de un objeto que ya existe, hay que dar una respuesta positiva. Pero cuando un objeto aún se encuentra en un proceso de devenir, a menudo puede haber una buena razón para dudar en cuanto a nuestra respuesta. Cuando vemos a un hombre que ha perdido la mayor parte del cabello de su cráneo, se dice que es calvo. Pero ¿cómo vamos a determinar qué momento preciso de la pérdida del cabello de la cabeza hace calvo a un hombre?
A cada pregunta concreta en cuanto a si un objeto tiene tal o cual característica, debemos responder con un sí o un no. En cuanto a esto no puede haber ninguna duda. Pero ¿cómo vamos a contestar cuando un objeto está experimentando un cambio, cuando está en el acto de perder una característica determinada o de adquirirla? Una respuesta concreta debe, por supuesto, ser la regla aun en estos casos. Pero la respuesta no será una respuesta concreta a menos que se exprese de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí", porque será imposible de responder de acuerdo con la fórmula "Sí o no", según lo recomienda Ueberweg.
Puede, por supuesto, hacerse la objeción de que la característica que el objeto está en curso de perder aún no ha dejado de existir y que la que está en curso de adquirir ya existe, de modo que una respuesta dada de acuerdo con la fórmula "Sí o no" es posible, e incluso obligatoria, incluso cuando el objeto del que estamos tratando está en proceso de cambio. Pero tal afirmación es errónea. Un joven cuya barbilla empieza a despuntar está, sin duda, dejándose crecer la barba, pero no podemos por eso hablar de él como de un barbudo. Unos cuantos pelos en la cara de un joven no constituyen una barba, aunque más adelante gradualmente se transformen en una barba. Para que el cambio llegue a ser cualitativo, debe alcanzar un límite cuantitativo. Quien olvida esto es incapaz de expresar una opinión concreta acerca de las cualidades de los objetos.
"Todo fluye, nada permanece" (τὰ πάντα ῥεῖ καὶ οὐδὲν μένει), dijo Heráclito de Éfeso. Las combinaciones a las que llamamos objetos están permanentemente en un estado de cambio más o menos rápido. En la medida en que dichas combinaciones siguen siendo las mismas, podemos juzgarlas de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." Sin embargo, en la medida en que varíen en tal medida que dejen de existir como antes, debemos apelar a la lógica de la contradicción; debemos, aun a riesgo de ofender a Bernstein y a toda la tribu de los metafísicos, decir "Sí y no, existen y no existen."
Del mismo modo que la inercia es un caso especial de movimiento, el pensamiento en conformidad con las reglas de la lógica formal (en conformidad con las leyes fundamentales del pensamiento) es un caso especial del pensamiento dialéctico. Se dice de Cratilo, discípulo de Platón, que no estaba de acuerdo con Heráclito, que había dicho: "Nosotros entramos y no entramos en el mismo río, somos y no somos" (ποταμοῖσι τοῖσιν αὐτοῖσιν ἐμβαίνουσιν ἕτερα καὶ ἕτερα ὕδατα ἐπιρρεῖ). Cratilo insistió en que esto no se podía hacer ni una sola vez, porque, mientras íbamos por el río, éste cambiaba, se estaba convirtiendo en otro río. En tales juicios, las determinaciones que constituyen al ser son, por así decirlo, invalidadas por el proceso de devenir. Pero este es un mal uso de la dialéctica, es no hacer un empleo adecuado de la misma. Hegel señala en la Ciencia de la Lógica: "El ‘algo’ es la primera negación de la negación" (Das Etwas ist die erste Negation der Negation).
Aquellos de nuestros críticos que no son completamente ignorantes de la literatura filosófica gustan referirnos a Trendelenburg, que se dice que ha refutado todos los argumentos a favor de la dialéctica. Pero estos señores, obviamente, han leído mal Trendelenburg, si es que lo han leído. Han olvidado por completo un pequeño asunto. Trendelenburg declaró que la ley de la contradicción es aplicable, no al movimiento, sino sólo a los objetos creados por el mismo. Esto es cierto.
Pero el movimiento no se limita a crear objetos. Como ya he dicho, los modifica constantemente. Esa es la razón por la que la lógica del movimiento (la "lógica de la contradicción") no pierde sus derechos sobre los objetos creados por el movimiento. Es por eso que, por otra parte, aun cuando reconocemos los derechos que le corresponden a las leyes fundamentales de la lógica formal, hay que recordar que estas leyes son válidas sólo dentro de ciertos límites, dentro de los límites que nos permiten también reconocer los derechos de la dialéctica. Es así que la ley fue realmente formulada por Trendelenburg, aunque él mismo no sacó todas las consecuencias derivables del principio que formuló; un principio de gran importancia para la teoría del conocimiento.
Permítanme añadir, de paso, que las Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas) de Trendelenburg contienen una serie de observaciones válidas que no refutan mi punto de vista, sino que lo refuerzan. Esto puede parecer extraño, pero puede ser explicado muy sencillamente por el hecho de que Trendelenburg estaba realmente atacando la dialéctica idealista. Por eso vio la derrota de la dialéctica en la medida en la que afirma un movimiento inherente y propio de la idea pura, un movimiento que es una autocreación del ser. Ciertamente, tal afirmación implica un error profundo. Pero, ¿quién no sabe que esta falacia pertenece exclusivamente a la dialéctica idealista? ¿Quién no sabe que, cuando Marx se puso a trabajar para poner la dialéctica, que antes había estado patas para arriba, "de pie", comenzó por la corrección de este error primario, que productode la vieja base idealista? He aquí otro ejemplo. Trendelenburg dice que, de hecho, en el sistema de Hegel, el movimiento es la base de la lógica (que, al parecer, no requiere de ninguna otra premisa). Esta afirmación también es correcta, pero es una vez más un argumento a favor de la dialéctica materialista. Ahora, un tercer ejemplo, el más interesante de todos ellos. Trendelenburg nos dice que es un error imaginar que, según Hegel, la naturaleza no es más que la lógica aplicada. Por el contrario, afirma Trendelenburg, la lógica de Hegel no es de ninguna manera una creación de la idea pura; es el resultado de una abstracción anticipatoria de la naturaleza. En la dialéctica de Hegel, casi todo se ha derivado de la experiencia; y si la experiencia privara a la dialéctica de todo lo que le ha prestado, la dialéctica sería muy pobre. Esto es absolutamente cierto.
Pero esto es exactamente lo que dijeron los discípulos de Hegel que se levantaron en armas contra el idealismo de su maestro y se acercaron al campo materialista.
Podría dar muchos más ejemplos, pero me llevarían demasiado lejos de mi tema. Todo lo que quería era mostrar a nuestros críticos que, en su campaña contra nosotros, harían bien en evitar llamar en su ayuda a Trendelenburg.
Para continuar: He dicho que el movimiento es una contradicción en acción; y que, en consecuencia, las leyes fundamentales de la lógica formal no pueden aplicarse al mismo. Debo explicar esta proposición para que no se entienda mal. Cuando tenemos que ver con el paso de un tipo de movimiento a otro (digamos, del movimiento mecánico al calor), también debemos razonar de acuerdo con la norma fundamental de Ueberweg. Hay que decir: "Este tipo de movimiento es calor, o movimiento mecánico, o..." y así sucesivamente. Esto es obvio. Pero si es así, esto significa que las leyes fundamentales de la lógica formal son, dentro de ciertos límites, también aplicables al movimiento. La inferencia, una vez más, es que la dialéctica no suprime la lógica formal, sino que simplemente priva a las leyes de la lógica formal del valor absoluto que los metafísicos le han atribuido.
Si el lector ha prestado atención a lo que se dijo anteriormente, no tendrá ninguna dificultad en comprender cuán inútil es la afirmación tantas veces hecha de que la dialéctica es incompatible con el materialismo. Por el contrario, nuestra dialéctica se basa en la concepción materialista de la naturaleza. Si la concepción materialista de la naturaleza fuera a desmoronarse, nuestra dialéctica se derrumbaría con ella. Por el contrario, sin dialéctica, la teoría materialista del conocimiento es incompleta, unilateral; más todavía, es imposible.
En el sistema de Hegel, la dialéctica coincide con la metafísica. Para nosotros, la dialéctica se basa en la doctrina de la naturaleza.
En el sistema de Hegel, el demiurgo [creador] de la realidad (para usar la frase de Marx) es la idea absoluta. Para nosotros, la idea absoluta no es más que una abstracción del movimiento por el cual se producen todas las combinaciones y todos los estados de la materia.
Según Hegel, el pensamiento progresa gracias al descubrimiento y la solución de las contradicciones contenidas en los conceptos. De acuerdo con nuestra doctrina materialista, las contradicciones contenidas en los conceptos no son más que el reflejo, la traducción a la lengua del pensamiento, de las contradicciones que existen en los fenómenos debido a la naturaleza contradictoria de su fundamento común, a saber, el movimiento.
Según Hegel, la marcha de las cosas está determinada por la marcha de las ideas; según nosotros, la marcha de las ideas se explica por la marcha de las cosas, la marcha del pensamiento por la marcha de la vida.
El materialismo pone a la dialéctica de pie y por lo tanto se deshace del velo de mistificación en la que fue envuelta por Hegel. Por otra parte, al hacerlo, se muestra el carácter revolucionario de la dialéctica.
"En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar lo existente. En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero; porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria." (Marx, Epílogo a la segunda edición alemana del primer volumen de El Capital, 1873).
Es natural que la burguesía, en esencia reaccionaria, considere a la dialéctica materialista con horror. Pero que personas que simpatizan sinceramente con el movimiento revolucionario rechacen la doctrina materialista es a la vez ridículo y triste; es el clímax del absurdo.
Un punto más debe ser considerado. Ya sabemos que Ueberweg tenía razón al exigir que los que piensan lo hagan lógicamente, y en exigir respuestas concretas a preguntas concretas acerca de si tal o cual característica corresponde a este o aquel objeto. Sin embargo, supongamos que tenemos que analizar un objeto que no es simple sino complejo y que tiene propiedades diametralmente opuestas. ¿Puede el juicio demandado por Ueberweg ser aplicado a un objeto tal? No, él mismo Ueberweg, que se opone tan enérgicamente como Trendelenburg a la dialéctica hegeliana, considera que en este caso hay que juzgar de acuerdo con otra regla, conocida en lógica bajo el nombre de "principium coincidentia oppositorum" (el principio de la coincidencia de los opuestos). Ahora bien, la inmensa mayoría de los fenómenos que las ciencias naturales y sociales tienen que analizar entra en la categoría de tales objetos. El glóbulo más simple de protoplasma, la vida de una sociedad aun en la fase más temprana de su evolución – todos exhiben propiedades diametralmente opuestas. Manifiestamente, por lo tanto, hay que reservar para el método dialéctico un lugar muy grande en las ciencias naturales y sociales. Desde que los investigadores han comenzado a hacer esto, estas ciencias han avanzado a paso rápido.
¿Desea el lector saber cómo la dialéctica se ha asegurado una posición reconocida en biología? Que recuerde las discusiones con respecto a la naturaleza de las especies que surgieron como consecuencia de la teoría de la evolución. Darwin y sus seguidores declararon que las diversas especies de un mismo género de animales o plantas son sólo descendientes diferenciados de una sola forma primitiva. Además, según la teoría de la evolución, todos los géneros de una familia se derivan del mismo modo a partir de una sola familia primordial; y lo mismo debe decirse de todas las familias pertenecientes a un mismo orden. Por otra parte, de acuerdo con los adversarios de Darwin, todas las especies de animales y plantas son completamente independientes las unas de las otras, y sólo de los individuos que pertenecen a la misma especie se puede decir que derivan de una forma común. Esta última concepción de la especie ya había sido formulado por Linneo, quien dijo: "Hay tantas especies como las que el Ser Supremo creó en el principio de las cosas." Esa es una concepción puramente metafísica, porque el metafísico considera a las cosas y a los conceptos como "objetos rígidos, inmutables, dados de una vez por todas, que deben ser examinados uno tras otro, cada uno independientemente de los otros" (Engels). El dialéctico, por el contrario, nos dice Engels, analiza las cosas y los conceptos "en su conexión, su entrelazamiento, su movimiento, su aparición y desaparición." Esta concepción ha hecho su camino en la biología con la difusión de la teoría darwiniana, y ha llegado para quedarse, sean cuales sean las rectificaciones se pueden hacer a la teoría de la evolución a medida que la ciencia avanza.
Para subrayar la importancia de la dialéctica en las ciencias sociales, bastará con recordar cómo el socialismo ha desarrollado de la utopía a la ciencia.
Los socialistas utópicos consideraban a "la naturaleza humana" desde un punto de vista abstracto y evaluaban los fenómenos sociales de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." La propiedad o bien era o bien no era conforme con la naturaleza humana; la familia monogámica o bien era o bien no era conforme con la naturaleza humana; y así sucesivamente. Considerando a la naturaleza humana como inmutable, los socialistas utópicos estaban justificados en la esperanza de que, entre todos los posibles sistemas de organización social, tenía que haber uno que fuera más conforme que cualquier otro con esa naturaleza. De ahí su deseo de descubrir el mejor de los sistemas posibles, el más conforme con la naturaleza humana. Cada fundador de una escuela creyó que lo había descubierto, y por eso abogaba por la adopción de su utopía particular. Marx introdujo el método dialéctico en el socialismo, haciendo así del socialismo una ciencia y dando el golpe de gracia al utopismo. Marx no apela a la naturaleza humana; no reconoce ninguna institución social como conforme o no con la naturaleza humana. Ya en su Miseria de la filosofía, nos encontramos con esta crítica importante y característica de Proudhon: "El señor Proudhon no se da cuenta de que la historia en su totalidad no es otra cosa que una modificación continua de la naturaleza humana." (Misère de la philosophie París, 1896, p. 204)
En El Capital, Marx dice que el hombre, al actuar sobre la naturaleza exterior y cambiarla [mediante el proceso de trabajo], cambia al mismo tiempo su propia naturaleza. Este es un punto de vista dialéctico, del que surge una nueva perspectiva sobre los problemas de la vida social. Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la propiedad privada. Los utopistas habían escrito mucho, argumentando entre sí y con los economistas, sobre si la propiedad privada debe existir, es decir, sobre si la propiedad privada era o no conforme con la naturaleza humana. Marx planteó la pregunta sobre una base concreta. De acuerdo con su doctrina, las formas y las relaciones de propiedad están determinadas por la evolución de las fuerzas de producción. A una fase de la evolución corresponde una forma específica de la propiedad; a otra fase, otra forma; pero no hay una forma absoluta de la propiedad, y no puede haber una, porque todo fluye, todo está atravesando un proceso de cambio. "La razón se convierte en sinrazón; el alivio en un tormento" ("Vernunft wird Unsinn, Wohltat Plage", Goethe, Fausto).
Hegel dice: "La contradicción es lo que empuja hacia adelante." (“Der Widerspruch ist das Fortleitende”). En la lucha de clases, la ciencia encuentra una sorprendente confirmación de esta concepción dialéctica. Si no tomamos la lucha de clases en cuenta, es imposible entender la evolución de la vida social e intelectual en una sociedad dividida en clases.
Pero esta "lógica de la contradicción" que, como hemos visto, es el reflejo en el cerebro humano del eterno proceso de movimiento ¿por qué debería ser llamada dialéctica? No voy a emprender un largo análisis de la cuestión, y por toda respuesta me contentaré con citar a Kuno Fischer:
“La vida humana se asemeja a un diálogo en el sentido de que, con la edad y la experiencia, nuestros puntos de vista relativos a las personas y a las cosas experimentan un cambio gradual, al igual que las opiniones de los interlocutores en el curso de una conversación animada y fructífera. Este cambio involuntario y necesario en nuestras perspectivas sobre la vida y el mundo es el tejido mismo de la experiencia... Es por eso que Hegel compara la evolución de la conciencia con la de una conversación filosófica. Le dio el nombre de dialéctica, o de movimiento dialéctico. Platón, Aristóteles, Kant, cada uno de ellos emplea este término en un sentido peculiar; pero en ningún sistema filosófico le ha sido dado un significado tan exhaustivo como en el de Hegel.”
Gueorgui Valentínovich Plejánov
Publicado en febrero de 2017 por el blog Gallo rojo
La filosofía de Marx y Engels no es sólo una filosofía materialista, es el materialismo dialéctico. Dos objeciones han sido planteadas contra esta doctrina. Se nos dice, en primer lugar, que la dialéctica en sí no resiste la crítica; y, en segundo lugar, que el materialismo es incompatible con la dialéctica. Examinemos estas objeciones.
El lector probablemente recordará cómo Bernstein explicó lo que denominó los "errores" de Marx y Engels. Eran debidos, dijo, a la influencia nefasta de la dialéctica. La lógica habitual se aferra a la fórmula: "Sí es sí, y no es no"; mientras que la dialéctica tiene una fórmula diametralmente opuesta: "Sí es no, y no es sí." Bernstein detesta esta última fórmula, y declara que nos induce a la tentación y nos conduce a los errores más escandalosos.
Probablemente la mayoría de los lectores "educados" estarán de acuerdo con Bernstein, dado que, aparentemente, la fórmula "Sí es no, y no es sí" está en flagrante contradicción con las leyes fundamentales e inmutables de pensamiento. Este es el aspecto de la cuestión que tenemos ahora que examinar.
Las leyes fundamentales de la lógica son tres:
(1) La ley de identidad;
(2) La ley de la contradicción;
(3) La ley del tercero excluido.
La ley de identidad (principium identitatis) declara: A es A (omne subiectum est praedicatum sui), o A = A.
La ley de la contradicción, A no es no-A, no es más que la forma negativa de la primera ley.
De acuerdo con la ley del tercero excluido (principium exclusi tertii), dos proposiciones contradictorias, mutuamente excluyentes, no pueden ser ambas verdad. O bien A es B, o bien A no es B. Si una de estas proposiciones es verdadera, la otra es necesariamente falsa; y viceversa. No hay, ni puede haber, ninguna solución intermedia aquí.
Ueberweg señala que la ley de la contradicción y la ley del tercero excluido se pueden unificar en la regla lógica siguiente: a cada pregunta concreta, entendida en un sentido concreta, en cuanto a si una determinada característica corresponde a un objeto dado, hay que responder sí o no; no podemos responder sí y no.
Sin duda, es difícil formular objeción alguna a este planteo. Pero si la afirmación es cierta, esto implica que la fórmula "Sí es no, y no es sí" debe ser errónea. No podremos entonces sino reír como Bernstein y levantar nuestras manos al cielo, cuando vemos que pensadores tan profundos como Heráclito, Hegel y Marx han encontrado que es más satisfactoria que la fórmula "Sí es sí, y no es no", una fórmula sólidamente basada en las tres leyes fundamentales del pensamiento indicadas anteriormente.
Esta conclusión, fatal para la dialéctica, parece irrefutable. Pero antes de que la aceptemos, examinemos el asunto más de cerca.
El movimiento de la materia subyace a todos los fenómenos de la naturaleza. Pero ¿qué es el movimiento? Es una contradicción evidente. Si alguien pregunta si un cuerpo en movimiento se encuentra en un lugar determinado en un momento determinado, no se puede, con la mejor voluntad del mundo, responder de acuerdo con la regla de Ueberweg, es decir, de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." Un cuerpo en movimiento está en un punto dado y, al mismo tiempo, no está allí. Sólo los podemos considerar de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí." Por tanto, ese cuerpo en movimiento se presenta como un argumento irrefutable a favor de la "lógica de la contradicción", y alguien que no esté dispuesto a aceptar esta lógica se verá obligado a anunciar, con Zenón de Elea, que el movimiento no es más que una ilusión de los sentidos.
Pero a todos aquellos que no niegan el movimiento, les preguntamos: "¿Qué debemos pensar de esta ley fundamental del pensamiento que entra en conflicto con el hecho fundamental del ser? ¿No hay que tratarla con cierta prudencia?"
Parece que estamos en un dilema. O bien hay que aceptar las leyes fundamentales de la lógica formal y negar el movimiento; o de lo contrario hay que admitir el movimiento y negar dichas leyes. El dilema es ciertamente desagradable. Veamos si no hay forma de escapar de él.
El movimiento de la materia subyace a todos los fenómenos de la naturaleza. Pero el movimiento es una contradicción. Debemos considerar la cuestión desde el punto de vista dialéctico, es decir, como Bernstein lo expresaría, de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí." Por lo tanto, nos vemos obligados a admitir que, en lo que respecta a este fundamento de todos los fenómenos, estamos bajo el dominio de la "lógica de la contradicción." Sin embargo, los átomos de materia en movimiento se unen unos con otros, forman ciertas combinaciones; cosas, objetos. Tales combinaciones se distinguen por su mayor o menor solidez; existen por un tiempo más largo o más corto, y luego desaparecen, para ser reemplazadas por otras. Lo único que es eterno es el movimiento de la materia, la materia misma, sustancia indestructible. Pero tan pronto como una combinación temporal particular de materia ha llegado a existir como resultado del movimiento eterno de la materia, y mientras aún no haya desaparecido debido a este mismo movimiento, la cuestión de su existencia debe necesariamente ser resuelta en un sentido positivo. Por eso, si alguien nos señala el planeta de Venus y nos pregunta "¿Existe este planeta?" Vamos a responder, sin vacilar, "Sí."
Pero si alguien nos pregunta si existen las brujas, vamos a responder, también sin vacilar, "No." ¿Qué significa esto? Esto significa que cuando nos ocupamos de objetos concretos debemos, en nuestros juicios sobre ellos, seguir la regla antes mencionada de Ueberweg; y debemos, en general, atenernos a las leyes fundamentales del pensamiento. En ese dominio prevalece la fórmula aceptable para Bernstein, "Sí es sí, y no es no".
Incluso allí, sin embargo, el ámbito de esta fórmula respetable no es ilimitado. Cuando se nos hace una pregunta en cuanto a la realidad de un objeto que ya existe, hay que dar una respuesta positiva. Pero cuando un objeto aún se encuentra en un proceso de devenir, a menudo puede haber una buena razón para dudar en cuanto a nuestra respuesta. Cuando vemos a un hombre que ha perdido la mayor parte del cabello de su cráneo, se dice que es calvo. Pero ¿cómo vamos a determinar qué momento preciso de la pérdida del cabello de la cabeza hace calvo a un hombre?
A cada pregunta concreta en cuanto a si un objeto tiene tal o cual característica, debemos responder con un sí o un no. En cuanto a esto no puede haber ninguna duda. Pero ¿cómo vamos a contestar cuando un objeto está experimentando un cambio, cuando está en el acto de perder una característica determinada o de adquirirla? Una respuesta concreta debe, por supuesto, ser la regla aun en estos casos. Pero la respuesta no será una respuesta concreta a menos que se exprese de acuerdo con la fórmula "Sí es no, y no es sí", porque será imposible de responder de acuerdo con la fórmula "Sí o no", según lo recomienda Ueberweg.
Puede, por supuesto, hacerse la objeción de que la característica que el objeto está en curso de perder aún no ha dejado de existir y que la que está en curso de adquirir ya existe, de modo que una respuesta dada de acuerdo con la fórmula "Sí o no" es posible, e incluso obligatoria, incluso cuando el objeto del que estamos tratando está en proceso de cambio. Pero tal afirmación es errónea. Un joven cuya barbilla empieza a despuntar está, sin duda, dejándose crecer la barba, pero no podemos por eso hablar de él como de un barbudo. Unos cuantos pelos en la cara de un joven no constituyen una barba, aunque más adelante gradualmente se transformen en una barba. Para que el cambio llegue a ser cualitativo, debe alcanzar un límite cuantitativo. Quien olvida esto es incapaz de expresar una opinión concreta acerca de las cualidades de los objetos.
"Todo fluye, nada permanece" (τὰ πάντα ῥεῖ καὶ οὐδὲν μένει), dijo Heráclito de Éfeso. Las combinaciones a las que llamamos objetos están permanentemente en un estado de cambio más o menos rápido. En la medida en que dichas combinaciones siguen siendo las mismas, podemos juzgarlas de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." Sin embargo, en la medida en que varíen en tal medida que dejen de existir como antes, debemos apelar a la lógica de la contradicción; debemos, aun a riesgo de ofender a Bernstein y a toda la tribu de los metafísicos, decir "Sí y no, existen y no existen."
Del mismo modo que la inercia es un caso especial de movimiento, el pensamiento en conformidad con las reglas de la lógica formal (en conformidad con las leyes fundamentales del pensamiento) es un caso especial del pensamiento dialéctico. Se dice de Cratilo, discípulo de Platón, que no estaba de acuerdo con Heráclito, que había dicho: "Nosotros entramos y no entramos en el mismo río, somos y no somos" (ποταμοῖσι τοῖσιν αὐτοῖσιν ἐμβαίνουσιν ἕτερα καὶ ἕτερα ὕδατα ἐπιρρεῖ). Cratilo insistió en que esto no se podía hacer ni una sola vez, porque, mientras íbamos por el río, éste cambiaba, se estaba convirtiendo en otro río. En tales juicios, las determinaciones que constituyen al ser son, por así decirlo, invalidadas por el proceso de devenir. Pero este es un mal uso de la dialéctica, es no hacer un empleo adecuado de la misma. Hegel señala en la Ciencia de la Lógica: "El ‘algo’ es la primera negación de la negación" (Das Etwas ist die erste Negation der Negation).
Aquellos de nuestros críticos que no son completamente ignorantes de la literatura filosófica gustan referirnos a Trendelenburg, que se dice que ha refutado todos los argumentos a favor de la dialéctica. Pero estos señores, obviamente, han leído mal Trendelenburg, si es que lo han leído. Han olvidado por completo un pequeño asunto. Trendelenburg declaró que la ley de la contradicción es aplicable, no al movimiento, sino sólo a los objetos creados por el mismo. Esto es cierto.
Pero el movimiento no se limita a crear objetos. Como ya he dicho, los modifica constantemente. Esa es la razón por la que la lógica del movimiento (la "lógica de la contradicción") no pierde sus derechos sobre los objetos creados por el movimiento. Es por eso que, por otra parte, aun cuando reconocemos los derechos que le corresponden a las leyes fundamentales de la lógica formal, hay que recordar que estas leyes son válidas sólo dentro de ciertos límites, dentro de los límites que nos permiten también reconocer los derechos de la dialéctica. Es así que la ley fue realmente formulada por Trendelenburg, aunque él mismo no sacó todas las consecuencias derivables del principio que formuló; un principio de gran importancia para la teoría del conocimiento.
Permítanme añadir, de paso, que las Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas) de Trendelenburg contienen una serie de observaciones válidas que no refutan mi punto de vista, sino que lo refuerzan. Esto puede parecer extraño, pero puede ser explicado muy sencillamente por el hecho de que Trendelenburg estaba realmente atacando la dialéctica idealista. Por eso vio la derrota de la dialéctica en la medida en la que afirma un movimiento inherente y propio de la idea pura, un movimiento que es una autocreación del ser. Ciertamente, tal afirmación implica un error profundo. Pero, ¿quién no sabe que esta falacia pertenece exclusivamente a la dialéctica idealista? ¿Quién no sabe que, cuando Marx se puso a trabajar para poner la dialéctica, que antes había estado patas para arriba, "de pie", comenzó por la corrección de este error primario, que productode la vieja base idealista? He aquí otro ejemplo. Trendelenburg dice que, de hecho, en el sistema de Hegel, el movimiento es la base de la lógica (que, al parecer, no requiere de ninguna otra premisa). Esta afirmación también es correcta, pero es una vez más un argumento a favor de la dialéctica materialista. Ahora, un tercer ejemplo, el más interesante de todos ellos. Trendelenburg nos dice que es un error imaginar que, según Hegel, la naturaleza no es más que la lógica aplicada. Por el contrario, afirma Trendelenburg, la lógica de Hegel no es de ninguna manera una creación de la idea pura; es el resultado de una abstracción anticipatoria de la naturaleza. En la dialéctica de Hegel, casi todo se ha derivado de la experiencia; y si la experiencia privara a la dialéctica de todo lo que le ha prestado, la dialéctica sería muy pobre. Esto es absolutamente cierto.
Pero esto es exactamente lo que dijeron los discípulos de Hegel que se levantaron en armas contra el idealismo de su maestro y se acercaron al campo materialista.
Podría dar muchos más ejemplos, pero me llevarían demasiado lejos de mi tema. Todo lo que quería era mostrar a nuestros críticos que, en su campaña contra nosotros, harían bien en evitar llamar en su ayuda a Trendelenburg.
Para continuar: He dicho que el movimiento es una contradicción en acción; y que, en consecuencia, las leyes fundamentales de la lógica formal no pueden aplicarse al mismo. Debo explicar esta proposición para que no se entienda mal. Cuando tenemos que ver con el paso de un tipo de movimiento a otro (digamos, del movimiento mecánico al calor), también debemos razonar de acuerdo con la norma fundamental de Ueberweg. Hay que decir: "Este tipo de movimiento es calor, o movimiento mecánico, o..." y así sucesivamente. Esto es obvio. Pero si es así, esto significa que las leyes fundamentales de la lógica formal son, dentro de ciertos límites, también aplicables al movimiento. La inferencia, una vez más, es que la dialéctica no suprime la lógica formal, sino que simplemente priva a las leyes de la lógica formal del valor absoluto que los metafísicos le han atribuido.
Si el lector ha prestado atención a lo que se dijo anteriormente, no tendrá ninguna dificultad en comprender cuán inútil es la afirmación tantas veces hecha de que la dialéctica es incompatible con el materialismo. Por el contrario, nuestra dialéctica se basa en la concepción materialista de la naturaleza. Si la concepción materialista de la naturaleza fuera a desmoronarse, nuestra dialéctica se derrumbaría con ella. Por el contrario, sin dialéctica, la teoría materialista del conocimiento es incompleta, unilateral; más todavía, es imposible.
En el sistema de Hegel, la dialéctica coincide con la metafísica. Para nosotros, la dialéctica se basa en la doctrina de la naturaleza.
En el sistema de Hegel, el demiurgo [creador] de la realidad (para usar la frase de Marx) es la idea absoluta. Para nosotros, la idea absoluta no es más que una abstracción del movimiento por el cual se producen todas las combinaciones y todos los estados de la materia.
Según Hegel, el pensamiento progresa gracias al descubrimiento y la solución de las contradicciones contenidas en los conceptos. De acuerdo con nuestra doctrina materialista, las contradicciones contenidas en los conceptos no son más que el reflejo, la traducción a la lengua del pensamiento, de las contradicciones que existen en los fenómenos debido a la naturaleza contradictoria de su fundamento común, a saber, el movimiento.
Según Hegel, la marcha de las cosas está determinada por la marcha de las ideas; según nosotros, la marcha de las ideas se explica por la marcha de las cosas, la marcha del pensamiento por la marcha de la vida.
El materialismo pone a la dialéctica de pie y por lo tanto se deshace del velo de mistificación en la que fue envuelta por Hegel. Por otra parte, al hacerlo, se muestra el carácter revolucionario de la dialéctica.
"En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar lo existente. En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero; porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria." (Marx, Epílogo a la segunda edición alemana del primer volumen de El Capital, 1873).
Es natural que la burguesía, en esencia reaccionaria, considere a la dialéctica materialista con horror. Pero que personas que simpatizan sinceramente con el movimiento revolucionario rechacen la doctrina materialista es a la vez ridículo y triste; es el clímax del absurdo.
Un punto más debe ser considerado. Ya sabemos que Ueberweg tenía razón al exigir que los que piensan lo hagan lógicamente, y en exigir respuestas concretas a preguntas concretas acerca de si tal o cual característica corresponde a este o aquel objeto. Sin embargo, supongamos que tenemos que analizar un objeto que no es simple sino complejo y que tiene propiedades diametralmente opuestas. ¿Puede el juicio demandado por Ueberweg ser aplicado a un objeto tal? No, él mismo Ueberweg, que se opone tan enérgicamente como Trendelenburg a la dialéctica hegeliana, considera que en este caso hay que juzgar de acuerdo con otra regla, conocida en lógica bajo el nombre de "principium coincidentia oppositorum" (el principio de la coincidencia de los opuestos). Ahora bien, la inmensa mayoría de los fenómenos que las ciencias naturales y sociales tienen que analizar entra en la categoría de tales objetos. El glóbulo más simple de protoplasma, la vida de una sociedad aun en la fase más temprana de su evolución – todos exhiben propiedades diametralmente opuestas. Manifiestamente, por lo tanto, hay que reservar para el método dialéctico un lugar muy grande en las ciencias naturales y sociales. Desde que los investigadores han comenzado a hacer esto, estas ciencias han avanzado a paso rápido.
¿Desea el lector saber cómo la dialéctica se ha asegurado una posición reconocida en biología? Que recuerde las discusiones con respecto a la naturaleza de las especies que surgieron como consecuencia de la teoría de la evolución. Darwin y sus seguidores declararon que las diversas especies de un mismo género de animales o plantas son sólo descendientes diferenciados de una sola forma primitiva. Además, según la teoría de la evolución, todos los géneros de una familia se derivan del mismo modo a partir de una sola familia primordial; y lo mismo debe decirse de todas las familias pertenecientes a un mismo orden. Por otra parte, de acuerdo con los adversarios de Darwin, todas las especies de animales y plantas son completamente independientes las unas de las otras, y sólo de los individuos que pertenecen a la misma especie se puede decir que derivan de una forma común. Esta última concepción de la especie ya había sido formulado por Linneo, quien dijo: "Hay tantas especies como las que el Ser Supremo creó en el principio de las cosas." Esa es una concepción puramente metafísica, porque el metafísico considera a las cosas y a los conceptos como "objetos rígidos, inmutables, dados de una vez por todas, que deben ser examinados uno tras otro, cada uno independientemente de los otros" (Engels). El dialéctico, por el contrario, nos dice Engels, analiza las cosas y los conceptos "en su conexión, su entrelazamiento, su movimiento, su aparición y desaparición." Esta concepción ha hecho su camino en la biología con la difusión de la teoría darwiniana, y ha llegado para quedarse, sean cuales sean las rectificaciones se pueden hacer a la teoría de la evolución a medida que la ciencia avanza.
Para subrayar la importancia de la dialéctica en las ciencias sociales, bastará con recordar cómo el socialismo ha desarrollado de la utopía a la ciencia.
Los socialistas utópicos consideraban a "la naturaleza humana" desde un punto de vista abstracto y evaluaban los fenómenos sociales de acuerdo con la fórmula "Sí es sí, y no es no." La propiedad o bien era o bien no era conforme con la naturaleza humana; la familia monogámica o bien era o bien no era conforme con la naturaleza humana; y así sucesivamente. Considerando a la naturaleza humana como inmutable, los socialistas utópicos estaban justificados en la esperanza de que, entre todos los posibles sistemas de organización social, tenía que haber uno que fuera más conforme que cualquier otro con esa naturaleza. De ahí su deseo de descubrir el mejor de los sistemas posibles, el más conforme con la naturaleza humana. Cada fundador de una escuela creyó que lo había descubierto, y por eso abogaba por la adopción de su utopía particular. Marx introdujo el método dialéctico en el socialismo, haciendo así del socialismo una ciencia y dando el golpe de gracia al utopismo. Marx no apela a la naturaleza humana; no reconoce ninguna institución social como conforme o no con la naturaleza humana. Ya en su Miseria de la filosofía, nos encontramos con esta crítica importante y característica de Proudhon: "El señor Proudhon no se da cuenta de que la historia en su totalidad no es otra cosa que una modificación continua de la naturaleza humana." (Misère de la philosophie París, 1896, p. 204)
En El Capital, Marx dice que el hombre, al actuar sobre la naturaleza exterior y cambiarla [mediante el proceso de trabajo], cambia al mismo tiempo su propia naturaleza. Este es un punto de vista dialéctico, del que surge una nueva perspectiva sobre los problemas de la vida social. Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la propiedad privada. Los utopistas habían escrito mucho, argumentando entre sí y con los economistas, sobre si la propiedad privada debe existir, es decir, sobre si la propiedad privada era o no conforme con la naturaleza humana. Marx planteó la pregunta sobre una base concreta. De acuerdo con su doctrina, las formas y las relaciones de propiedad están determinadas por la evolución de las fuerzas de producción. A una fase de la evolución corresponde una forma específica de la propiedad; a otra fase, otra forma; pero no hay una forma absoluta de la propiedad, y no puede haber una, porque todo fluye, todo está atravesando un proceso de cambio. "La razón se convierte en sinrazón; el alivio en un tormento" ("Vernunft wird Unsinn, Wohltat Plage", Goethe, Fausto).
Hegel dice: "La contradicción es lo que empuja hacia adelante." (“Der Widerspruch ist das Fortleitende”). En la lucha de clases, la ciencia encuentra una sorprendente confirmación de esta concepción dialéctica. Si no tomamos la lucha de clases en cuenta, es imposible entender la evolución de la vida social e intelectual en una sociedad dividida en clases.
Pero esta "lógica de la contradicción" que, como hemos visto, es el reflejo en el cerebro humano del eterno proceso de movimiento ¿por qué debería ser llamada dialéctica? No voy a emprender un largo análisis de la cuestión, y por toda respuesta me contentaré con citar a Kuno Fischer:
“La vida humana se asemeja a un diálogo en el sentido de que, con la edad y la experiencia, nuestros puntos de vista relativos a las personas y a las cosas experimentan un cambio gradual, al igual que las opiniones de los interlocutores en el curso de una conversación animada y fructífera. Este cambio involuntario y necesario en nuestras perspectivas sobre la vida y el mundo es el tejido mismo de la experiencia... Es por eso que Hegel compara la evolución de la conciencia con la de una conversación filosófica. Le dio el nombre de dialéctica, o de movimiento dialéctico. Platón, Aristóteles, Kant, cada uno de ellos emplea este término en un sentido peculiar; pero en ningún sistema filosófico le ha sido dado un significado tan exhaustivo como en el de Hegel.”
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Gueorgui Valentínovich Plejánov
Gueorgui Valentínovich Plejánov