Tras el descubrimiento de América en 1492, Sevilla se convirtió en el centro económico del Imperio español. Los Reyes Católicos fundaron la Casa de Contratación, desde donde se dirigían y contrataban los viajes, controlaban las riquezas que entraban de América y, junto con la Universidad de Mercaderes, regulaban las relaciones con el Nuevo Mundo.
Durante el siglo XVI la ciudad experimentó un gran desarrollo y transformación, que dio lugar a la construcción de algunos de los edificios más importantes del centro histórico. La ciudad llegó a ser un centro multicultural, lo que ayudaría al florecimiento de las artes, y a que desempeñase un papel importante en el Siglo de Oro español. Destacaron entonces las fábricas de jabón, la artesanía de la lana y de la seda, y la cerámica sevillana.
Coincidiendo con su momento artístico más brillante, el Barroco, se vio afectada por la crisis del siglo XVII, lo que significó una decadencia económica y demográfica, hasta que el monopolio comercial y sus instituciones se trasladaron a Cádiz. En esta época la ciudad padeció además una gran epidemia de peste que mató a unas 60 000 personas, casi la mitad de su población.