Cuando a mediados de 1973, algunas señoras de la clase alta chilena, junto con los oligarquitas y fascistoides que querían derrocar al Gobierno del presidente Salvador Allende, con el apoyo del gobierno norteamericano, recorrieron las calles de Santiago haciendo sonar ollas y cacerolas, el poeta Pablo Neruda escribió este poema:
UNA HISTORIA VULGAR
Doña Cacerolina Lagañín,
encumbrada en el trono de su plata,
estuvo a punto de llorar por fin,
y casi a punto de estirar la pata,
al saber que es posible gobernar
a Chile por el pueblo popular.
Para Cacerolina un maremoto
no le daría tanto descontento.
Esto de ver por todas partes rotos
le causaba un horrible sufrimiento:
«Aquel siútico es más que suficiente».
«Después de todo es él nuestro sirviente
y al procer Viaus: salvó con su dulzura.»
«El servirá de cepillo de dientes,
lo echaremos después a la basura. »
Ahora lo importante es lo que pasa,
dijo Cacerolina Lagañín
y armada de una sartén salió de casa,
dispuesta a convertirlo en un violín
para pelear «contra rotos groseros
que son en Chile rotos extranjeros».
Doña Cacerolina, bien nutrida,
tuvo un pequeño asomo de desmayo
cuando encontró en la calle solo viejas
que como ella sonaban sus sartenes.
Luego entre mil suspiros y sostenes
volvió a su poderío y su jardín,
doña Cacerolina Lagañín
dejó a cursis dernocratacrististas
peleando contra rotos comunistas
luego bailando el Vals Sobre las Olas
volvió a Las Condes con placer sincero
porque a la vuelta de las cacerolas,
pasó a los brazos de su jardinero
gastando bien su tiempo y su dinero.
UNA HISTORIA VULGAR
Doña Cacerolina Lagañín,
encumbrada en el trono de su plata,
estuvo a punto de llorar por fin,
y casi a punto de estirar la pata,
al saber que es posible gobernar
a Chile por el pueblo popular.
Para Cacerolina un maremoto
no le daría tanto descontento.
Esto de ver por todas partes rotos
le causaba un horrible sufrimiento:
«Aquel siútico es más que suficiente».
«Después de todo es él nuestro sirviente
y al procer Viaus: salvó con su dulzura.»
«El servirá de cepillo de dientes,
lo echaremos después a la basura. »
Ahora lo importante es lo que pasa,
dijo Cacerolina Lagañín
y armada de una sartén salió de casa,
dispuesta a convertirlo en un violín
para pelear «contra rotos groseros
que son en Chile rotos extranjeros».
Doña Cacerolina, bien nutrida,
tuvo un pequeño asomo de desmayo
cuando encontró en la calle solo viejas
que como ella sonaban sus sartenes.
Luego entre mil suspiros y sostenes
volvió a su poderío y su jardín,
doña Cacerolina Lagañín
dejó a cursis dernocratacrististas
peleando contra rotos comunistas
luego bailando el Vals Sobre las Olas
volvió a Las Condes con placer sincero
porque a la vuelta de las cacerolas,
pasó a los brazos de su jardinero
gastando bien su tiempo y su dinero.