El gobierno de la isla se prepara para lo que será uno de los desastres económicos más grandes de la historia de Cuba.
Pretenden con un solo movimiento económico, eliminar la dualidad monetaria (algo relativo, ya que simplemente sustituirán el CUC por el USD), eliminar la dualidad cambiaria y de paso hacer una reforma salarial. Todo esto es solo un proyecto y ya las economías familiares se están viendo afectadas. Los cuentapropistas aprovechando las posibles subidas en los salarios de los trabajadores del estado, han comenzado a subir los precios de sus productos y servicios, no tienen la idea de cuál va a ser el cambio, pero los precios ya van en acelerado acenso, lo que hoy cuesta 50 CUP, ayer costaba 15 y mañana es muy posible que cueste 100.
En toda esta dinámica, que aún no tiene fecha definida, se han olvidado que los mercados no se comportan como se estima en los papeles, el mercado en un país en una tremenda crisis económica, como la que tiene Cuba, casi tan aguda como la de los 90, puede dar respuestas inesperadas, no necesariamente se incrementaran las producciones, muy por el contrario, es posible que se reduzcan, en busca de mayores utilidades gracias a la alza en los precios incontrolables a causa de la demanda descomunal de cualquier producto o servicio.
Como los economistas populares y de las calles han previsto, todo este proceso de adicionarles ceros a las cuentas monetarias, trae consigo una ventana de oportunidades para fenómenos como la especulación, la corrupción y otros males típicos de las crisis.
Para rematar, la dolarización de la sociedad cubana es cada vez mayor, al punto de que en las tiendas cubana en CUC solo encuentras agua, que casi ningún cubano compra por su alto precio y en las de USD hay de todo para comprar. Esto genera un estado de ansiedad en la población y pone en manos de los cuentapropistas el recurso más valioso, que es la alimentación del pueblo, ahora tienen la posibilidad de especular y poner a sus productos precios muy elevados, y en caso de ser controlados por las autoridades, suspenden sus servicios agudizando más la crisis y forzando a las autoridades regulatorias a aceptar sus precios elevados.
En fin, todo un desastre, como es normal en las decisiones gubernamentales por más de 60 años.