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    Trans humanismo

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    Mensaje por Volk_kult Jue Feb 25, 2021 9:46 am

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    Trans humanismo


    El transhumanismo es una de las corrientes ideológicas con mayor penetración en Silicon Valley, particularmente en Google. Básicamente, el transhumanismo sostiene que la tecnología y la ciencia aplicada pueden detonar una nueva etapa "evolutiva", posbiológica, en la que el ser humano podría superar su condición actual. Se habla de extensión de vida, superinteligencia e incluso inmortalidad tecnológica. Su principal teórico actualmente es Ray Kurzweil. El término fue acuñado por Julian Huxley, el biólogo materialista y eugenista (hermano de Aldous) quien lo usó justamente en el sentido de una trascendencia de la vida humana, que era, como Hobbes la había descrito, "ruda, bruta y corta". Una importante influencia, particularmente en Silicon Valley, fue la de los cosmistas rusos, particularmente de Nikolai Fyodorov, quien abogó por una "resurrección de los muertos" pero por medios puramente científicos. Los cosmistas llegaron y esparcieron sus ideas entre algunas de las personas que invertirían en los primeros grandes negocios de Internet.

    Actualmente, la joya de la corona del transhumanismo es su idea de descargar la conciencia humana a una computadora y permitir que ésta viva para siempre o casi para siempre experimentando un paraíso artificial de puro placer digital dentro de un soporte de silicio. Esto se podría llamar un "materialismo gnóstico" o, como lo llamó Erik Davis, un "tecnognosticismo". El gnosticismo fue una herejía cristiana -con múltiples sectas- que sostenía que el mundo físico era maligno (obra de un dios falso) y que se debía escapar a través de la gnosis, de un conocimiento secreto interior. Sin embargo, a diferencia de los transhumanistas, los gnósticos eran espirituales, se veían a sí mismo como los pneumatikos, y aspiraban a un dios trascendente. Los transhumanistas, como los gnósticos, buscan escapar hacia la pura conciencia, pero a través de la misma materia, bajo la premisa de que ni el espíritu ni un plano trascendente existen, sólo existe la información: la realidad es información y el ser humano una computadora. Su tesis se basa en una noción completamente conjetural hasta el momento: que la conciencia es un fenómeno emergente, algo que hace el cerebro, y que puede reducirse a puros procesos materiales y por lo tanto imitarse y trasladarse de un soporte a otro.

    Entre los transhumanistas más prominentes tenemos a personas como Serguéi Brin, Peter Thiel o Elon Musk, personas que están apostando por dirigir sus fortunas a crear naves espaciales para escapar del planeta cuando lo destruyamos o a crear tecnología para que los robots alcancen una superinteligencia y podamos cederles el mando de nuestro destino. Estas personas, como ha notado Douglas Rushkoff, en vez de buscar armonizar nuestra existencia con el lugar y la condición en los que estamos, están apostando por acelerar para poder escapar de la destrucción inminente que el mismo modelo de capitalismo tecnocrático neoliberal ha impuesto. En una reciente conversación, Rushkoff me dijo sobre esto:

    Los transhumanistas lo que harán es dejar atrás la humanidad, quieren graduarse de su propio cuerpo hacia la pura conciencia. Y piensan que la forma de hacer eso es migrar del cuerpo hacia algo más. Hay muchos diferentes tipos de transhumanistas. Unos sólo quieren un montón de gadgets para insertarlos en su cuerpo, para hacerse algo así como "extrahumanos" y no exactamente dejar de lado lo humano. Pero cuando veo lo que está haciendo Google o Ray Kurzweil, su transhumanismo no es un entendimiento muy prohumano, se trata más de reemplazarnos con algo artificial. De nuevo, esa es su respuesta a la muerte. Todos están tan asustados por la muerte, porque están atrapados en este entendimiento lineal de la realidad y el espíritu que sólo va en una dirección. Te mueres y se acabó, eso es todo. Pero no, hay que decirles: "Escucha, todo es un círculo, una espiral, algo regenerativo. Y si no te identificas con lo regenerativo, entonces tal vez sí te vaya muy mal. Porque no estás jugando, no estás dentro de la rueda, en el círculo".

    Los transhumanistas no valoran demasiado alto al ser humano. Consideran que no tenemos ninguna esencia, somos sólo la paquetería, como el USB, de un código de información que puede reducirse, finalmente, a lenguaje binario. Las computadoras son más confiables y pueden hacerse de tal forma que duren mucho más que el cuerpo humano (esa masa sucia de pus, sangre y tripas). La experiencia humana de vulnerabilidad, duda, muerte, etc., es evitable y es mejor que así sea -incluso si esto significa también evitar la compasión y el misterio de la existencia-. En su libro Team Human, Rushkoff escribe:

    El movimiento transhumanista es menos una teoría sobre el mejoramiento de la humanidad que un plan de evacuación. Los tecnoutopistas quieren pensar que están orquestando una completa ruptura con la civilización -un salto al espacio exterior, al ciberespacio, a la conciencia de la máquina o a la vida artificial-. Pero sus ideas solamente extienden nuestra ciega adicción al consumo, la destrucción, el progreso y la colonización.

    En realidad el transhumanismo es una negación de lo auténticamente humano, de todo aquello que no es utilitario, por lo cual podríamos hablar más bien de un anti (y no un trans) humanismo. La prueba de esto es que la tecnología que supuestamente están orientando a mejorar nuestra existencia y liberarnos de la muerte y la vejez, actualmente tiene una agenda claramente antihumana, incapaz de liberarse del "software" del capitalismo corporativo de crecimiento infinito donde, para seguir creciendo, el recurso que es necesario explotar es la atención y la autonomía humanas. Diversos estudios muestran que el simple hecho de estar cerca de un smartphone reduce el desempeño cognitivo del ser humano. Aun así, estos millonarios emprendedores se ven a sí mismos como los grandes libertadores de la humanidad.
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    Mensaje por Kolima Jue Mar 04, 2021 1:15 pm

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    el estalinismo como transhumanismo

    El siempre controvertido Steve Fuller ha publicado recientemente una serie de ensayos sorprendentes en el IEET, (ha habido una buena discusión en el blog de David Roden sobre el tema), pero independientemente de lo que uno piense sobre la perspectiva del apocalipsis zombi frente al transhumanista, ha conseguido plantear serias cuestiones para cualquiera que se identifique con las causas del transhumanismo y el tecno-progresismo; A saber, ¿cuál es el papel adecuado, si es que hay alguno, del Estado revolucionario y modernizador en tales movimientos y hasta qué punto debería el movimiento estar abierto a la violencia como medio para lograr sus fines? Ambas preguntas, argumentaré, pueden responderse mejor observando el sistema construido en la Unión Soviética entre 1929 y 1953 bajo el reinado de José Stalin.

    Aquellos que estén familiarizados con el elenco de personajes de los primeros años de la URSS se preguntarán sin duda por qué he elegido centrarme en el "conservador" Stalin y no en León Trotsky, quien ciertamente evidenció algo parecido al proto-transhumanismo con citas como ésta en su ensayo Arte revolucionario y socialista:

    El hombre se propondrá dominar sus propios sentimientos, elevar sus instintos a las alturas de la conciencia, hacerlos transparentes, extender los hilos de su voluntad a los recovecos ocultos, y así elevarse a un nuevo plano, crear un tipo biológico social superior, o, si se quiere, un superhombre.

    Fueron opiniones como ésta las que me sirvieron de prueba de la opinión común entre los intelectuales simpatizantes del marxismo de que era Trotsky la verdadera figura revolucionaria y el heredero de Lenin, mientras que Stalin era, en cambio, un reaccionario vestido de marxista que asesinó la promesa latente en la Revolución Rusa y construyó sobre el cadáver de la revolución un sistema de terror totalitario.

    Los historiadores serios ya no sostienen esas opiniones a la luz de las pruebas obtenidas tras la apertura de los archivos soviéticos después del colapso de la URSS en 1991. Lo que hemos ganado como consecuencia de estos documentos es una visión mucho más matizada y detallada de las tres principales figuras de la Revolución Rusa: Lenin, Trotsky y Stalin, que en cierto modo consideraban la violencia como la principal herramienta para crear un nuevo orden social y político.

    Por ejemplo, el padre de la Revolución Rusa, Lenin. En el pasado, se consideraba que Lenin era un revolucionario pragmático que practicaba el terror generalizado y abogaba por la dictadura, en gran medida como consecuencia de la precaria situación de la revolución y en el ambiente de peligro y derramamiento de sangre que se vivía en la guerra civil rusa. De hecho, el registro histórico presentado en los archivos deja claro ahora que muchos de los rasgos aborrecibles del comunismo de estado en Rusia que en su día se asociaron con Stalin se originaron de hecho bajo Lenin, obscenidades como el precursor del KGB, la Cheka, o el sistema soviético de campos de concentración -el archipiélago gulag de Solzhenitsyn. Lejos de verlos como expedientes temporales en la precaria situación de la revolución y el ambiente de peligro y derramamiento de sangre que se dio en la guerra civil rusa, Lenin vio estas innovaciones como una característica permanente de la "dictadura del proletariado" de Marx, que Lenin había reimaginado como el gobierno permanente de una élite revolucionaria y tecnocrática.

    Trotsky sale un poco mejor parado porque nunca asumió el manto de dictador soviético. Los problemas de Trotsky, sin embargo, se originan en su increíble egoísmo cuando se combina con su asombrosa ingenuidad política. Su idea era que en la década de 1920 las condiciones estaban maduras para exportar la revolución comunista a todo el mundo, sin apenas darse cuenta de lo precaria que era la situación para los revolucionarios comunistas recién vencidos incluso dentro de su propio país. De hecho, en la medida en que los comunistas nacionales de los países no rusos se identificaron con el comunismo soviético y empujaron prematuramente a sus sociedades hacia la revolución, esto sólo acabó dando poder a los reaccionarios y conduciendo al surgimiento de partidos fascistas a nivel mundial que estarían muy cerca de estrangular al bebé del comunismo de Estado cuando todavía estaba en su cuna.

    Luego está Stalin, a quien los simpatizantes del comunismo suelen ver como la figura que más hizo por destruir su promesa. El llamado "hombre de acero" se entiende como un monstruo reaccionario que sustituyó el idealismo de la primera Unión Soviética por todas las serpientes que habían infectado la cabeza de la Rusia zarista.

    También esta afirmación ha quedado ahora en entredicho. Porque lo que está claro es que, aunque Stalin reorientó la URSS alejándose del sueño de Trotsky de la revolución mundial para centrarse en el "socialismo en un solo país", el Estado que Stalin consiguió crear fue quizás el más radical y revolucionario que el mundo ha visto hasta ahora.

    El Estado siempre ha desempeñado un gran papel en la modernización, pero sólo en los tipos de regímenes comunistas que Stalin fue el primero en idear, el Estado se convirtió en sinónimo de la propia modernización. Y no era sólo modernización, sino una especie de modernización siempre acelerada que pretendía liberarse de la gravedad de la historia y llevar a la humanidad a un nuevo mundo habitado por un nuevo tipo de hombre.

    Fue su impaciencia revolucionaria y su deseo de acelerar el ritmo de la historia lo que llevó a Stalin por el camino de ser quizás el tirano más sangriento que el mundo haya conocido. Sólo la colectivización de la agricultura soviética tuvo un coste de al menos 5 millones de muertos. Lo que Stalin parecía poseer, de lo que carecían sus compañeros revolucionarios, era una especie de sociopatía que le hacía no inmutarse ante el sufrimiento de las masas, aunque también se vio poseído por la paranoia a la que son propensos los tiranos y hacia el final de su reinado mató tanto por miedo como por su deseo de impulsar a la URSS a través de la historia.

    Aquí vuelvo a Fuller, que parece haberse inspirado en el comunismo de Estado y parece defender que lo que el transhumanismo necesita es una vanguardia revolucionaria que, violentamente si es necesario, empuje a la sociedad hacia niveles transformadores de cambio tecnológico. Este cambio hará posible la llegada de una nueva forma de ser humano.

    Hay una gran similitud aquí con la visión del Estado presentada por Zoltan Istvan en su novela La apuesta transhumanista, aunque esa obra es algo esquizofrénica desde el punto de vista político, con elementos de Ayn Rand y del bolchevismo al mismo tiempo, lo que quizá tenga sentido dado que la cultura de Silicon Valley de la que surgió se construyó en gran medida con subvenciones del gobierno, aunque se aferra a la ilusión de que es el producto de individuos heroicos como Steve Jobs. Y, por supuesto, La apuesta transhumanista exhibe esta misma característica de creer que la violencia es necesaria para abrir el camino de la transformación radical.

    Una de las preguntas importantes que podemos hacernos es la analogía de la situación rusa con la nuestra. Lo que los soviéticos trataban de hacer era transformar su sociedad de una manera que sólo se había experimentado tecnológicamente en otros lugares bajo una forma de régimen político totalmente nueva. En otras palabras, la transformación tecnológica -la industrialización- ya estaba entendida, donde los soviéticos innovaban era en la esfera política. Al mismo tiempo, para llevar a cabo la modernización en la Unión Soviética era necesario derrocar y desarraigar a las fuerzas sociales tradicionales que se habían alineado contra la industrialización: la nobleza y el clero. Era necesario un Estado fuerte para superar a las clases poderosas e intransigentes.

    Ninguna de estas características parece aplicable a los tipos de cambio tecnológico que tienen lugar hoy en día. Por un lado, el tipo de transformación tecnológica completa de la que habla Fuller está ocurriendo en todas partes casi simultáneamente -digamos las revoluciones actuales en biotecnología, robótica e inteligencia artificial, en las que ninguna sociedad ha logrado algún tipo de ruptura clara que sea necesario un movimiento revolucionario para empujar a la sociedad en la dirección de replicar.

    La cuestión de la transformación tecnológica tampoco rompe claramente a lo largo de las líneas de clase o incluso religiosas en un mundo donde el espectro político de derecha a izquierda permanece muy intacto. Es muy improbable que surja un movimiento tecnológico en la derecha que pueda seguir siendo viable al tiempo que echa por la borda a los que se adhieren a las nociones religiosas más tradicionales.

    Del mismo modo, es improbable que un movimiento tecnológico de izquierdas abandone su compromiso con la Declaración de la ONU y los pobres del mundo. Al pensar lo contrario, creo que Fuller está repitiendo el error de Trotsky: creer ingenuamente en fuerzas y realineamientos políticos a punto de surgir que simplemente no existen. (Lo mismo se aplica a los esfuerzos de Zoltan Istvan).

    Sin embargo, el peor error que comete Fuller es abrazar la idea estalinista de que la aceleración debe ser politizada y que la violencia es una herramienta útil para lograr esta aceleración. El peligro aquí no es que justificar la violencia en la búsqueda de fines transhumanistas pueda dar lugar a una violencia colectiva generalizada en nombre de dichos objetivos, sino que podría empezar a atraer a sádicos y chiflados cuyos actos aleatorios de violencia "en nombre del transhumanismo" pongan los objetivos, por lo demás humanos, del movimiento en riesgo de reacción social.

    Al mismo tiempo, Fuller está repitiendo el grave error del estalinismo que consiste en confundir el poder y el Estado con el proceso de transformación tecnológica. El Estado es muchas cosas, a veces contradictorias, y una de sus funciones es modernizar la sociedad. Pero, al mismo tiempo, el Estado tiene la misión de protegernos de esa misma modernización, impidiendo que se nos trate como meras piezas de una máquina y no como individuos y ciudadanos.

    Fuller también repite el error del Estado estalinista cuando se trata del papel y la eficacia de la violencia en la esfera política, ya que el papel adecuado de la violencia no es el de una fuerza creativa capaz de establecer algo nuevo, sino el de un medio de resistencia y protección para los que ya están unidos en alguna alianza mutua.

    Aun así, podríamos tomarnos en serio la posibilidad de que Fuller haya aprovechado una tendencia a más largo plazo en la que las formas de desarrollo de la tecnología están abriendo la posibilidad de la reaparición del estado estalinista, pero ese es un tema que tendrá que esperar para otra ocasión.

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    Mensaje por prolet Miér Mar 10, 2021 1:28 pm

    Muy interesante este tema. Me lo apunto.

    Siempre he pensado en si se podria algun día superar la muerte y el enejecimiento, lo que no sabia es que habia ya una teoria/ideologia que hablase de ello.

    Gracias, saludos.

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