La muerte en La Habana en julio del año pasado (fallecido en 2017) de Fernando Martínez Heredia privó a su país y al mundo en general de un intelectual que intentó desarrollar un marxismo distintivamente cubano haciendo frente a enormes obstáculos.
Nacido en una familia racialmente mixta de clase trabajadora, siendo un adolescente se unió al Movimiento del 26 de julio y antes de cumplir los 20 años tomó parte en las batallas finales que derrocaron a Batista. Después de la victoria de la revolución, se convirtió en una figura central del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y en el joven intelectual más destacado de su generación. Su coraje y lealtad solo se podían comparar con su modestia y discreción y con su enorme curiosidad como pensador.
Su respeto hacia la URSS, cuya ayuda permitió que Cuba desafiara a Washington, no le llevó a abrazar el marxismo-leninismo de corte soviético, al que consideraba una monstruosidad dogmática responsable del endurecimiento de las formas burocráticas allí donde evidenciaba su influencia. Pensaba que Cuba podía encontrar su propio camino al marxismo, inspirándose tanto en figuras de la historia cubana, como José Martí y Julio Antonio Mella, como en el conjunto de recursos de la cultura revolucionaria internacional. [...]