Haití, el país más pobre del hemisferio occidental y por lo tanto el más subdesarrollado, el más desigual y el que ha sufrido los gobiernos menos democráticos y más corruptos, encarna mejor que ningún otro la realidad del sistema imperialista vigente. ¿Quieren un ejemplo del funcionamiento irrestricto del ‘libre mercado’ internacional donde su famosa ‘mano invisible’ reina sin ninguna interferencia de la sociedad organizada? Visiten Le Cap, Puerto Príncipe (Port-au-Prince), Los Callos, San Marcos (Saint-Marc). Vean el paraíso del individualismo capitalista.
Pero esa situación no se debe en absoluto a los propios haitianos. Su país lleva 200 años pagándole el imperialismo europeo y norteamericano el atrevimiento de haberse rebelado y de haber abierto para toda América y para todo el mundo, el camino hacia el desarrollo postesclavista y postcolonial, que nos ha beneficiado a todos, dejándoles a ellos los despojos.
Haití libero al mundo y el mundo lo premió con deudas y saqueo. Su historia es la historia de los parias de la tierra, los que alimentaron con su sudor y su sangre la acumulación originaria del capital mundial. Pero también la de los jodidos que no aceptaron su condición, la de los que tomaron literalmente las hermosas palabras de “libertad” e “igualdad” que hasta entonces no habían sido más que eso, palabras hermosas, y las hicieron realidad.