Cómo derrotó al hambre la Unión Soviética
Yakov Usherenko
edición de la Biblioteca de Euskal Herriko Komunistak
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El mundo es estrecho. Por eso resulta evidente que cada uno de nosotros tiene su parte de responsabilidad por la suerte de este gran mundo y de esta gran Humanidad; creo que el valor de cada vida humana depende en buena medida, precisamente, de su identificación con las penas y las alegrías del prójimo. El orden que impera en el mundo es muy heterogéneo y no en todas las partes, ni mucho menos, justo: cada día mueren de hambre diez mil personas, pues no pueden comprar ni los alimentos de primera necesidad: al mismo tiempo, cada hora se gastan en armamentos treinta y cuatro millones de dólares. Esta es sólo una de las crueldades más evidentes de nuestro mundo, que son muchísimas y cada vez se hacen más patentes. Las calamidades que azotan al mundo de hoy no se pueden explicar al margen de la naturaleza de la sociedad. No existe hambre en abstracto, como tampoco bombas abstractas: la vida y la muerte son cosas muy concretas, presentes, y siempre fueron así.
Ante el triste hecho de que el único producto que abunda en el mundo son los explosivos, resultan aun más convincentes los esfuerzos de nuestro país a favor del desarme, las iniciativas de paz del País de los Soviets. También es un ejemplo social el hecho de que todos saben que en el primer país socialista nadie muere de hambre.
Vitali KOROTICH, poeta y escritor soviético