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    Queipo de Llano, el marqués genocida de Gallardón

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    Queipo de Llano, el marqués genocida de Gallardón Empty Queipo de Llano, el marqués genocida de Gallardón

    Mensaje por Granma Mar Ago 14, 2012 2:00 pm

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    Está claro que estos espacios en el tiempo semi vacacional me dejan un poco descolocado, me voy unos días y cuando vuelvo me quiero actualizar en segundos, y aunque mi cabeza es de gran tamaño, mi procesador ya anda muy desfasado y claro se me pasan por alto muchas cosas, una la última facistaida de Ruiz Gallardón, de renovar el título de marqués a los herederos del genocida Queipo de Llano.

    Siempre he tenido muy claro, que Queipo de Llano no fue uno más, o sí, pero fue tal vez el único de los generales golpistas que provocaron tantos muertos en la zona republicana como en la de los golpistas. Si, muchos de quienes murieron defendiendo la legalidad fueron asesinados por los partidarios de los generales golpistas, pero muchos de quienes murieron en la zona controlada por el Gobierno legítimo, fue por culpa del General Queipo de Llano y sus exabruptos ante los micrófonos de Radio Sevilla.

    Era la estrella de la radio fascista. Toda su personalidad, cruel, bufonesca y satírica, con mal genio y peor intención. Soltaba las barbaridades que le pasaban por la cabeza, sin calcular las consecuencias, con su voz borracha de aguardiente, acompañado por sus secuaces.

    A continuación un breve resumen de este genocida:

    Sus emisiones estaban repletas de anécdotas groseras, chistes, insultos, cosas tan absurdas como estremecedoras, hablaba de los asesinatos cometidos por sus fuerzas durante el día, de los que cometerían al día siguiente cuando entrasen en tal ciudad o pueblo, de lo que habían hecho con las mujeres e hijas de los republicanos, de lo que al día siguiente iban a hacer con las mujeres e hijas de los republicanos del pueblo o ciudad donde fuesen a entrar los golpistas. Llamaba a Prieto, cacique, gordo, estafador, a la Pasionaria le llamaba prostituta de burdel, pero con sus aguardentosas, mentiras que eran tomadas por ciertas, especialmente en el caso de La Pasionaria, mujer de un minero, que llevaba una vida austera y combativa y que si se le llamaba la Pasionaria era por su gran elocuencia. Sus emisiones de borracho, en ocasiones le hacían decir verdades y en cierta ocasión llego a decir “Canalla fascista” en lugar de “canalla marxista”.- Alguien le corrigió y sus palabras fueron estas:

    “¡Qué más da!», dijo el general. « Los dos son canallas» Y luego, sin detenerse: «Sí, canalla roja de Málaga, espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez» continuó a voz en grito, «por cada uno de los nuestros que fusiléis aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo. “

    La mayoría de sus programas acababan de manera parecida « ¡Canalla marxista! Canalla marxista, repito, cuando os cojamos sabremos cómo trataros».

    Ocurría pues que en las zonas leales que estaban próximas a caer en manos de los golpistas, tomaban venganza por anticipado provocando muertes entre las gentes sospechosas de apoyar el golpe.

    Queipo de Llano, aparte de un genocida, fue un traidor, bueno, como todos aquellos que se levantaron en armas contra el gobierno legítimo de la república. Había sido republicano desde la caída de la monarquía, juró fidelidad al gobierno, que puso en él su confianza, para después faltar a su juramento y traicionarle. Sus retransmisiones sembraron el terror por igual en ambos bandos sembrando el terror y la muerte en los dos lados de la trinchera.

    No solo asesinaba a los republicanos, sino que también a quien asesinase le estaba permitido robar los bienes del asesinado, así lo relata Paqui Maqueda:

    “Tras su asesinato sus bienes fueron incautados según el Bando de noviembre que el excelentísimo General del Sur, Don Gonzalo Queipo de Llano, urdió para quedarse con los bienes de las personas que eran “ajusticiadas” por su condición de rojos. Sin más tribunal ni juez que las órdenes que éste criminal de guerra (conocido como el “carnicero de Sevilla”) dictaba a placer. La casa pasó a manos del Estado y su mujer y sus dos hijos de 17 y 5 años de edad, fueron acogidos por familiares temporalmente”.

    Algunas perlas de este marqués:

    Antes de entrar en Malaga:

    “¡MALAGUEÑOS! Me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido. Un círculo de hierro os ahogará en breves horas; porque si por tierra y aire somos los más fuertes, la Escuadra leal a la dignidad de la Patria os quitara toda esperanza de huida, ya que la carretera de Motril está cortada.”

    Después de entrar en Málaga, cuando los civiles huían, fueron masacrados sin tener en cuenta que se trataba de familias enteras, con mujeres y niños, por la aviación franquista y así lo relataba el señor marqués con su voz de borracho:

    “A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más a prisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones.”

    Y no mentía este criminal de guerra, hasta los años los años 60, los camioneros conocían la N-340 Málaga-Almería como la “carretera de la muerte, todavía entonces, al pie de los barrancos y cunetas seguían apareciendo esqueletos por centenares de hombres, mujeres y niños.

    Promovía la violación masiva de mujeres y niñas, que ofrecia a legionarios y moros como si fuesen parte del botín:

    “Nuestros valientes Legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes rojos lo que son hombres de verdad, y a sus mujeres. Esto está justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, al menos, sabrán lo que son hombres de verdad, y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen.”

    Creaba odios, provocando muertes entre republicanos y fascistas, se llegaba a dar el caso de gentes de izquierdas que mataban a otros de izquierdas para librarse ellos de la muerte, pero también otros que asesinaban a personas por la sospecha de que fuesen derechistas y pudiesen ser asesinados antes o después por ellos:

    ” Mañana tomamos Peñaflor, así que vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil, ir preparando sepulturas. Yo os autorizo a matar como a perros a todo aquél que se resista a vosotros, que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda culpa.”

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    Cogió prisioneros a los familiares del general Miaja:

    “Miaja, tengo a tu familia y ellos pagarán con sus vidas lo que tú hagas. Uno a uno, con sus pieles haremos carteras y petacas.”

    Promovía la venganza y el odio:

    “Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que muera, yo mataré a diez, y a sus dirigentes que huyan, los sacaré de la tierra…y si están muertos los volveré a desenterrar y los volveré a matar.”

    En San Fernando quedaron atrapados muchos civiles que huían del terror de la guerra fratricida, así se refería a ellos el señor marqués de Ruiz Gallardón:

    “En San Fernando tenemos a muchos familiares de los tripulantes de la escuadra pirata, nos servirán de rehenes y sus vidas responderán de los nuestros que mueran en San Sebastián. La célebre Pasionaria la ha tomado conmigo porque no se da cuenta de que la admiro, por haber sabido ascender desde criada de 30 reales a primera figura del régimen.”

    Así recuerda el cronista Arturo Barea la entrada en Sevilla de las tropas golpistas:

    “Una vez consolidada Sevilla, el Tercio y los Regulares llegados de Cádiz, desataron el terror africanista en los barrios que aún resistían, con uso indiscriminado de artillería pesada.”

    “Cuando atacaban estas tropas, no conocían límite a su venganza ante la muerte de un legionario, y degollaban a su paso a cuantos hombres encontraban hasta que se entregaba el que había cometido el crimen. Yo fui testigo ocular de su paso por barrios en los que sólo quedaron incendios y calles sembradas de hombres, mujeres y niños degollados.”

    Después de todo esto, con independencia de que una persona sea de derechas o de izquierdas, ¿puede haber alguien honrado que quiera renovar honores a un criminal de tal envergadura?

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    Mensaje por Granma Mar Ago 14, 2012 3:39 pm

    Hay en el foro más información sobre este criminal aportad en el siguiente hilo por camaradavorodin

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    Mensaje por Granma Vie Oct 12, 2012 12:53 pm

    Más de ocho mil ejecutados en la Sevilla de Queipo

    Españoles leales a la Segunda República fueron ejecutados en la provincia por orden del general Gonzalo Queipo de Llano, a quien se le otorgó un marquesado que ahora acaba de renovar Gallardón.

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    Más de ocho mil españoles leales a la Segunda República fueron ejecutados en la provincia de Sevilla por orden del general Gonzalo Queipo de Llano, a quien se le otorgó un marquesado que ahora acaba de renovar Alberto Ruiz Gallardón, como ministro de Justicia, y Juan Carlos I como Rey de España. Otra paradoja de su posteridad: sus restos mortales siguen enterrados en la capital hispalense, en la capilla de La Macarena, el barrio que él contribuyó a reprimir a sangre y fuego junto con el de Triana o San Julián. Y el Ayuntamiento de Sevilla, a partir de la victoria del PP en mayo de 2011, sustituyó el nombre de Pilar Bardem sobre una céntrica avenida de la ciudad por el de Nuestra Señora de las Mercedes, una advocación que guarda relación directa con Genoveva, la esposa del general que no sólo inundaba las calles de muertos sino de soflamas radiofónicas.

    La lista de bajas que Público da a conocer ahora viene a confirmar los datos espeluznantes de la sublevación fascista en Sevilla, sobrevenida en las primeras horas del Alzamiento a partir de un golpe de efecto del propio Queipo, que según celebran sus hagiografos redujo por sí mismo y sin disparar un solo tiro a los oficiales que estaban presentes en la Comandancia General. Luego, los dispararía todos. O los mandaría disparar, mientras se oía su voz tenebrosa por los micrófonos de Unión Radio Sevilla EAJ-5, amenazando a todos los alrededores: "Y ahora tomaremos Utrera, así que vayan sacando las mujeres sus mantones de luto".

    Las mujeres tendrían que sacar mucho más, como las 17 rosas de Guillena, vejadas antes de ser asesinadas y enterradas en una fosa similar a otras 130 que se reparten por la provincia sevillana, a la cabeza del ránking andaluz en el número de necrópolis republicanas. Para consolidar su supremacía en Sevilla, Queipo contó con la Legión, al mando de Antonio Castejón Espinosa, y con los Regulares de Marruecos llegados desde Cádiz, utilizando la artillería contra los barrios que le presentaron resistencia: ya no más habría de escucharse la vieja copla de "qué bonita está Triana, cuando cuelgan en el puente las banderitas gitanas". Al día siguiente de la toma del Altozano, sobre los balcones colgaban sabanas blancas en señal de rendición.

    Las crónicas de Arturo Barea, las aproximaciones más o menos narrativas de Manuel Barrios -"El último virrey" y de Antonio Burgos -"Las cabañuelas de agosto" y "Las lágrimas de San Pedro"-- , la pulcra investigación histórica de Francisco Espinosa Maestre, José María García Márquez o Juan OrtízVillalba, entre otros muchos, así como el trabajo de las asociaciones memorialistas ha ido reconstruyendo el retrato robot de aquel militar africanista que no reparó en medios para someter a la República que juró defender a una dictadura tan sangrienta como anacrónica: Jorge Fernández-Coppel, en su libro "Queipo de Llano, memorias de la guerra civil", prefiere quedarse con la imagen de Queipo enfrentándose a Franco. Quizá lo hiciera, pero antes se enfrentó a su pueblo, masacrándolo o esclavizándolo en los batallones de forzados que hicieron posible la construcción del canal que rodea la ciudad.

    Entre sus víctimas, figuran nombres ilustres como los de Blas Infante, el notario de Coria que había abanderado el proyecto andalucista, el diputado José González y Fernández de la Bandera o el alcalde sevillano Horacio Hermoso. Claro que también exportó la muerte a otras provincias, como detalla Francisco espinosa en su libro "1936-1945, la justicia de Queipo", en una espiral represiva que se extendió a todoa la II División, que englobaba a las provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz, con cómplices tan renombrados como el general Erquicia en Extremadura o Carlos Arias Navarro, que fuera efímero presidente del Gobierno tras la muerte de Francisco Franco pero a quien se conoció popularmente como "carnicerito de Málaga".

    Sin embargo, en aquella Sevilla sin apenas guerra civil, se cuentan hasta 3028 muertes sumarísimas desde mediados de julio de 1936 hasta enero de 1937. Ejecuciones sin juicio previo, como la del profesor Joaquín León, abuelo de los actores Paco y María León. En aquel entonces, como reseña el fiscal jurídico militar Felipe Acedo Colunga, que consideraba a Queipo como" la única autoridad legítima ante la tradición de la Patria y su historia futura", la pena capital no era una excepción sino "un preventivo general" y la represión estaba "dotada de cifras con gran riqueza numérica".

    Entre sus cómplices, figuran el comandante José Cuesta Monereo, el capitán de la Legión Manuel Díaz Criado, responsable de Orden Público, el auditor Francisco Bohórquez Vecina quien con Acedo Colunga planificó la represión al pairo de la ley marcial dictada por el Bando de Guerra y firmada por Queipo quien nombró inmediatamente como gobernador civil a su amigo Pedro Parias, "algo cacique", en palabras del propio general golpista. La derecha local era dirigida por Manuel Giménez al frente de la CEDA. Queipo daría pronto responsabilidades a personajes como Gregorio Haro Lumbreras, también conocido como el héroe de La Pañoleta, un comandante de la Guardia Civil que llegó a gobernador de Huelva, pero al que los historiadores han demostrado una formidable afición a las alhajas que las señoras de orden regalaron para el sostén de la causa nacional y que se quedaron en sus bolsillos.

    A Queipo, en realidad, como él mismo dijo, le habían "largado el mochuelo" de Sevilla, porque sus compañeros de conspiración desconfiaban en el fondo de sus simpatías tricolores, que le llevó a firmar el parte de guerra con un pintoresco "viva la República". A él le hubiera gustado sublevarse en casa, en Valladolid, pero levantó una casa nueva sobre cimientos rojos. Por la sangre y por la ideología de sus víctimas en una operación de riguroso exterminio.

    En la capital andaluza contaba, en principio, con el respaldo de un célebre torero llamado José García Carranza El Algabeño, agregado a su cuartel general, que en principio le había ofrecido mil quinientos falangistas que se vieron, sin embargo, reducidos a quince a los que se sumaron otros setenta, tras ser liberados de la cárcel. Ese fue el núcleo de un grupo de pistoleros que aterrorizó inicialmente a la ciudad y que luego sembró el miedo en los campos, una "policía montada", que llegó a utilizar garrochas para reducir a los campesinos fugitivos, en una sórdida atmósfera donde abundaban piquetes falangistas o requetés, sin descuidar a los paramilitares.Emulando sus tardes de gloria taurina, hay algún testimonio que asegura que El Algabeñollegó a torear a algunos presos utilizando su fusil como muleta. Autor de numerosos crímenes de guerra, el diestro de La Algaba murió como consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Lopera contra las Brigadas Internacionales. Eso sí, en virtud de sus méritos, Franco le nombró a título póstumo teniente honorario de Caballería.

    La represión de Queipo no acabó en los paredones y en las cárceles que muy pronto se multiplicaron. También en las prohibiciones. Prohibido el luto. Prohibido inscribir a los muertos. Prohibido hacer fotografías en todo el territorio sublevado.

    Utilizó los medios de comunicación de su época -el micrófono, el teléfono o el telégrafo-para imponer su ley al grito de "dadles café", el acrónimo de camaradas arriba Falange Española. La represión sumarísima de los primeros meses de su virreinato acabó sorpresivamente un 28 de febrero de 1937 cuando telegrafió a los gobernadores militares de las provincias de su demarcación, las siguientes palabras: "Ordene a todas las autoridades dependientes de su jurisdicción se abstengan de ordenar aplicación mis bandos en que se imponga última pena, debiendo seguirse procedimiento judicial que indique el auditor ". Las ejecuciones siguieron pero ya no fueron clandestinas.

    Entre sus cómplices, figuran el comandante José Cuesta Monereo, el capitán de la Legión Manuel Díaz Criado, responsable de Orden Público, el auditor Francisco Bohórquez Vecina quien con Acedo Colunga planificó la represión al pairo de la ley marcial dictada por el Bando de Guerra y firmada por Queipo quien nombró inmediatamente como gobernador civil a su amigo Pedro Parias, "algo cacique", en palabras del propio general golpista. «¡Canalla marxista! Canalla marxista, repito, cuando os cojamos sabremos cómo trataros», seguía retumbando su voz sobre las ondas hertzianas.

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    Mensaje por Granma Lun Nov 11, 2013 12:50 pm

    El macareno Queipo de Lano

    11 nov 2013

    José María García Márquez
    Investigador e historiador

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    Queipo de Llano y el auditor Bohórquez a la salida de la Macarena

    El contexto. Últimamente esta palabra se está convirtiendo en el gran comodín para la defensa de lo imposible. “Sacar de contexto” supone, casi siempre, una muletilla con la que exonerar al pedazo de carne bautizado que haya dicho cualquier barbaridad. Es lo que ocurre casi siempre con esa vena fascista que con tanta frecuencia les sale a los herederos del franquismo que, además, no quieren que los llamen así (recordarán ustedes aquella clausura de la constitución de la madre del PP,  Alianza Popular, con tres mil asistentes gritando entusiasmados: ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!).

    Todavía quedan, incluso “eruditos”, que consideran que la violencia represora de la dictadura se dio en el “contexto” de aquellos años. Son los mismos que cuando se quiere hablar de las burradas y asesinatos que cometieron las hordas de Fernando III cuando ocupó Córdoba y la de cientos de personas que mandó pasar a cuchillo, por aquello de que la Iglesia lo nombró santo, salen en tromba para justificar que aquellas matanzas hay que entenderlas dentro del “contexto” de entonces, como si la violencia, los tiranos y dictadores, los asesinos y represores tuvieran algo que ver con aquellos tiempos por muy santos que fueran, y cuando toda la historia, toda, hasta el mismo día de hoy, es un contexto de violencia y represión. No. Es una gran mentira. El “contexto” no exime ni justifica ninguna responsabilidad, todo lo más podría explicarla. El “contexto” ha sido casi siempre la gran excusa de los canallas. Pero queda bien.

    Verán ustedes. La “Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora del Santo Rosario, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima de la Esperanza”, la Macarena, para entendernos, tiene en su seno enterrado a dos preclaros hermanos: Gonzalo Queipo de Llano y Francisco Bohórquez Vecina, el auditor de guerra, tanto monta, monta tanto. Eran los nuncios del Papa los que tenían que autorizar entonces esas inhumaciones dentro de los recintos sagrados. En el caso del hermano Gonzalo no sabemos con exactitud si se pidió autorización (bueno era él para esas cosas), aunque para el hermano Francisco sí la dio el nuncio Ildebrando Antoniutti, que vio con buenos ojos que tan piadoso individuo fuera enterrado allí y no en el cementerio de San Fernando, porque, ¡vaya por Dios!, ¿cómo tan ilustres hermanos de Cristo podían mezclarse con el resto de los mortales?

    Eran demasiados los favores que se les debían a los dos como para llevarlos a un panteón normal y, agárrense, están allí por sus méritos con la Macarena. Y no hay que sacar las cosas de “contexto”, que allí no están por represores. El uno, Gonzalo, hermano mayor honorífico, por procurarle una sede a la Señora y el otro, Francisco, hermano mayor durante tantos años, por el esplendor que consiguió para la Hermandad. Y ¿qué tiene ver eso con que tanto uno como otro fueran las cabezas más señaladas de la represión de millares de sevillanos? Las cosas como son, no seamos brutos, ellos están allí por esos servicios a la Hermandad. Ese es “el contexto”. Lo demás es “política”. Y la Hermandad no entra ni sale de otras consideraciones.

    La Hermandad ni escucha ni recuerda, la Hermandad es La Macarena y ¡Viva la Macarena guapa”. Además, su lema es suficientemente ilustrativo: “Yo soy la verdad y Esperanza Nuestra, Salve”. Y eso es lo que hay. ¿Que mayor verdad que esa? Podían haber enterrado allí también al cardenal Ilundain, que consiguió de Queipo que no se fusilara en domingo, con lo que las misas de la basílica se vieron libres del molesto ruido de las balas de los fusilamientos en la cercana muralla e incluso en las próximas tapias del cementerio, desde donde se escuchaban tan nítidamente en las madrugadas.

    Perdonen un inciso. Cuando me refiero a Queipo de Llano estoy hablando del mismo que en el Diccionario Biográfico Español se define como el jefe militar que contribuyó de manera decisiva al triunfo de las armas “nacionales” y donde, como es natural conociendo quién hizo su entrada, Rafael Casas de la Vega, se olvida de que fue un traidor a la República, un criminal de guerra y máximo responsable de la muerte de millares de andaluces. Lo digo porque algunos lectores podrían confundirse y pensar que hablamos de persona distinta.

    Pero he aquí que, con demasiada frecuencia, se escuchan protestas de por qué los dos señalados hermanos están allí enterrados. Algunos se echan las manos a la cabeza y se preguntan que cómo es posible semejante barbaridad. Otros no dejan de pedir que los restos salgan de allí, que los echen al río, que los dejen en una cuneta, en un basurero, en una fosa común (aclaremos que en las fosas comunes del cementerio de San Fernando de Sevilla sería complicado ya que están llenas con más de cuatro mil víctimas), etc. Y eso no está bien. Además, la Hermandad no ha pedido la opinión ni el voto de estas personas para nada.

    Con esto de los votos me acuerdo de Queipo cuando iba a los barrios sevillanos y empezaba casi siempre diciendo: no venimos como otros a pedir votos. No me dirán que no era un buen golpe del que había acabado con la democracia. Pues lo hay incluso mejores, como el alcalde popular de Las Palmas de Gran Canaria, el señor Cardona, que nos ha dicho hace poco que eso de los fusilados en fosas comunes era una costumbre de la época, de aquellos que no tenían dinero para pagarse un nicho y, además, que la fosa está perfectamente identificada. La fosa, claro, no los asesinados.

    Por favor, que no salgan nunca de allí los restos del hermano Gonzalo y del hermano Francisco. Allí están a buen recaudo. El hermano Gonzalo, además, está bajo cinco losas de hormigón y la lápida. Es una gran garantía para que no se mezclen con otros. Por lo que más quieran, no pidan nunca que los saquen de allí. Háganme caso. Háganlo por mí o, por lo menos, por la Macarena. Dejen en paz esa unión de la Macarena con sus hermanos, de la espada con la cruz, de la Iglesia con los sublevados. Después de todo, si ambos hicieron lo que hicieron, fue en una Cruzada bendecida. Así fue y así debe ser, no molesten.

    Cuando se murió el hermano Gonzalo se dieron misas por él en todas las comunidades religiosas de Sevilla y no menos cuando murió el hermano Francisco, por el que también se oficiaron once misas más. Es muy probable que ambos estén en el cielo. Estoy casi seguro. De lo que ya no lo estoy tanto es de cómo será ese cielo para acoger a tan preclaros hermanos. Un fervoroso católico y compañero, que propagaba con fuerza sus creencias, me dijo una vez que el cielo era mejor aún que un buen cargo en la FIFA o en el Comité Olímpico. Pero otro viejo amigo me comentaba siempre que no se me ocurriera nunca ir allí, porque me encontraría otra vez con ellos.

    Los jefes de la sublevación, Queipo entre ellos, nunca fueron juzgados por rebelión militar porque para algo ganaron. Pero la historia, aunque les pese, siempre dispone de un estercolero donde depositar la basura que se acumula en ella sin cesar, diga lo que diga el Diccionario Biográfico Español de este “jefe” militar. Por cierto, recuerdo cuando en las últimas elecciones democráticas de la Segunda República, la derecha aglutinó toda su campaña en el Jefe, que en aquel caso era Gil Robles: Sigamos al Jefe, el Jefe nos guía, el poder al Jefe, todo para el Jefe. No faltaban mensajes que intentaran emular el caudillismo del fascista Mussolini o de Hitler. Mientras, en los retretes de los bares sevillanos, aparecía siempre la misma leyenda: No tirad de la cisterna, todo para el Jefe.

    ¡Ay! Macarena…

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