El pasado 25 de julio, López Obrador anunció su intención de postularse nuevamente como candidato para la presidencia y presentó los ejes de su programa político. Desde entonces, trató de no confrontarse con la dirección del PRD, aliada al PAN; ni con Ebrard, que aparece como un posible candidato más aceptable para la burguesía.
Aunque en Oaxaca respaldó la candidatura de Cué por el PRD-PAN, López Obrador se opuso a esta alianza ante la próxima elección en el Estado de México y anunció que impulsará un “frente de izquierda”. Busca así evidenciar la derechización de la dirección de su partido y mostrar una “oposición consecuente”, para quedar bien posicionado en la carrera presidencial. La acusación lanzada por Calderón de que AMLO es “un peligro para México”, muestra la preocupación del “presidente espurio” porque López Obrador se fortalezca en el terreno político - electoral como expresión del descontento popular. De ahí la intención, al estilo foxista, de cerrarle el paso. Esto, en vez de debilitarlo, lo fortaleció como el principal referente político del movimiento de masas.
Programa antineoliberal o programa obrero anticapitalista Muchos trabajadores y jóvenes ven en AMLO una alternativa progresista frente a los reaccionarios y antiobreros PAN y PRI, e incluso depositan en el tabasqueño una confianza que no le otorgan a la cúpula perredista, que pacta con los mismos que ayer liquidaron la CFE y despidieron a miles de trabajadores. Sin embargo, hay que preguntarse si AMLO representa realmente una alternativa para los trabajadores. Debemos considerar que López Obrador representa a un sector marginal de la “clase política” y la burguesía, con el apoyo de varios intelectuales, que abogan por una reforma del régimen y un “modelo” económico distinto al neoliberal. Pero –y esto es fundamental para los intereses de los trabajadores- a pesar de que cuenta con el respaldo de un amplio sector de la población, no cuestiona las bases del sistema capitalista.
El proyecto de López Obrador coincide con el surgimiento en los últimos años de gobiernos “pos neoliberales” en varios países de Latinoamérica (como el de Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, etc.), que en mayor o menor medida cuestionan aspectos del “modelo”, pero han sido incapaces de resolver los problemas más acuciantes del pueblo trabajador y, por el contrario, mantienen la explotación capitalista. El “proyecto alternativo de nación” es un programa democrático burgués que no se propone acabar con el estado capitalista semicolonial que rige nuestro país, sino fortalecerlo.
Como plantea el primero de sus “diez postulados para la transformación del país”, AMLO busca “rescatar al Estado para ponerlo al servicio del pueblo”. Sin embargo, para los socialistas revolucionarios, el estado capitalista -aún en el régimen democrático burgués más avanzado-, representa el andamiaje jurídico institucional que sanciona la propiedad privada sobre los medios de producción, la defiende con las fuerzas armadas y garantiza así la explotación de los trabajadores. Bajo la democracia burguesa representativa, las masas no pueden sino elegir quiénes serán los próximos administradores públicos de los negocios capitalistas; por lo que sin barrer con éste régimen, un verdadero gobierno “del pueblo para el pueblo” como postula AMLO, es imposible.
Aunque el “proyecto alternativo de nación” contempla demandas que muchos trabajadores pueden ver como progresivas ante la rapacidad que representó el “modelo neoliberal”, tales como la defensa del sector energético nacionalizado y la lucha por la soberanía alimentaria, entre otras, éstas de conjunto no van más allá de proponer un “desarrollo nacional” a partir de una vuelta al llamado “estado de bienestar”. Sin embargo, fue la bancarrota del “estado de bienestar” lo que llevó a que el imperialismo y las burguesías nativas impulsaran a nivel mundial la “ofensiva neoliberal”, una serie de contrarreformas para mantener sus ganancias a partir de liquidar las conquistas históricas de la clase trabajadora. Ofensiva que se llevó adelante con métodos relativamente “pacíficos”, gracias a los mecanismos de la democracia burguesa que, ante la decadencia del Priato, en México pretendieron afinar con la “transición pactada”. Es así que el “modelo neoliberal” no representa una negación del Estado (burgués desarrollista), al que según AMLO habría que rescatar, sino la evolución del mismo Estado capitalista hacia su fase más decadente. Para AMLO existe una burguesía especuladora a la que hay que combatir; y otra productiva que es necesaria para el desarrollo nacional, a la que apela para que “tome conciencia” y le apoye.
Sin negar que existan distintos sectores burgueses, para los socialistas revolucionarios todos están estrechamente ligados por sus negocios al imperialismo y basan sus ganancias en la explotación de los trabajadores. Sin atacar el interés de los grandes patrones nacionales (“productivos” o especuladores), del imperialismo y de las compañías extranjeras, con medidas como el no pago de la deuda externa, la renacionalización sin indemnización de todas las industrias estratégicas, el control de la banca y el comercio exterior, la expropiación sin pago de toda empresa que despida o no respete los derechos laborales; la defensa de los contratos colectivos; etc., jamás podrá derrotarse a la oligarquía, defenderse la soberanía y acabar con la miseria de millones. Así, medidas reivindicables como el seguro de desempleo y la pensión alimentaria, aparecen como meros paliativos. La estrategia de AMLO tiene consecuencias políticas inmediatas.
Su modelo de gobierno, más allá de “estilos”, no puede ser otro que el de Ebrard, quien según AMLO “gobierna con acierto la Ciudad de México”1, aunque aplica los mismos planes antiobreros que el gobierno federal, con salarios miserables y flexibilización laboral. Por cierto, llama la atención que ni uno sólo de los “10 postulados” de AMLO, síntesis de su “proyecto alternativo de nación”, haga referencia explícita a los derechos laborales, que están siendo brutalmente atacados por Calderón. Por otra parte, la resistencia “civil y pacífica” que promueve, no sólo fue impotente para revertir el fraude del 2006, sino que se evidenció contraria a desarrollar la movilización popular para apoyar las reivindicaciones obreras ante la prueba de fuego que representó la lucha del SME, cuya dirección adoptó esta estrategia. Los socialistas revolucionarios luchamos codo a codo con los trabajadores y el pueblo para conseguir sus demandas, desde las más elementales. Defendemos también el derecho democrático de cualquier candidato opositor, como AMLO, a tener suficientes espacios en los medios masivos de comunicación para poder presentar sus propuestas y rechazaríamos cualquier nuevo intento de proscribirlo (como el del 2005), al tiempo que denunciamos las restricciones prácticamente absolutas que impone el régimen para que se presenten candidaturas obreras y se registren partidos de la izquierda independiente. Sin embargo, pensamos que por su carácter de clase y su programa, el proyecto de López Obrador -que apuesta a una salida electoral en los marcos del régimen-, es impotente para resolver las demandas de los trabajadores y el pueblo. Esto sólo puede conseguirse rompiendo con la subordinación del país al imperialismo y luchando para que la crisis la paguen los patrones, con un programa propio de la clase obrera, encabezando al conjunto de los oprimidos y explotados. Hace falta un partido revolucionario de la clase trabajadora, socialista e internacionalista, que luche por esta perspectiva. El objetivo de la LTS es ayudar a construirlo.
FUENTEhttp://www.ltscc.org.mx/spip.php?article780
Guillermo Almeyra
¿Me puedes decir qué camino tomar para salir de aquí? preguntó Alicia al sonriente Gato de Cheshire. Depende de adonde quieras llegar, éste le contestó.
Es una sabia respuesta. En la relación fin-medio, sin duda debe haber plena coherencia y, sin duda, es imprescindible saber cuál es el camino más adecuado para llegar, con los menores esfuerzos y en apenas un año, a construir otro modelo de país, a provocar un cambio profundo en México, a lograr un país liberado de la mafia oligárquica que actualmente lo gobierna. Pero, aunque no lo haya dicho el Gato, es igualmente indispensable saber si ese fin –un Estado democrático, de Bienestar Social y de derecho- es factible y no resulta utópico pese a su moderación si se quiere llegar a él escogiendo el camino y el terreno que más favorece a los que resistirán de todos los modos posibles que los pueblos caminen y avancen porque temen por su existencia misma.
Un proyecto alternativo de Nación, como plantea el PRT, no puede ser meramente un proyecto antineoliberal. Los gobiernos del PRI anteriores a Miguel de la Madrid no eran neoliberales sino nacionalistas distribucionistas. Pero eran capitalistas, sometían a obreros y campesinos a los intereses del gran capital, reprimían todo intento de independencia política de los trabajadores y de su movimiento sindical. La alternativa no es tener que escoger entre un gobierno capitalista con una política nacionalista y distribucionista que no haga ninguna reforma de estructura en el sistema o, en cambio, el neoliberalismo actual, es decir, la dominación del capital financiero internacional. No hay alternativa sino semejanza de base entre dos tipos de gobierno y de políticas capitalistas –nacionalista vs neoliberal- sino entre los gobiernos y las políticas del gran capital financiero internacional y un gobierno popular, que se apoye en los organismos de control y de poder de los trabajadores urbanos y del campo y reestructure a fondo la economía para poner como prioridad el trabajo, la producción, la reorganización del territorio, el fin de la corrupción, de la explotación nacional y social, la restauración de los derechos a una vida digna y tranquila, la democracia.
Eso podría parecer utópico en la actual situación mundial, pero fue posible en Bolivia, que tiene mucho menos peso en la economía mundial y menos recursos que México. Utópico, en cambio, es creer que bastan las papeletas en las urnas para producir una ola de fondo tal que permita hacer un cambio profundo –aunque no radical- en el país (pues tal cosa sería barrer el panpriísmo y abandonar las políticas neoliberales).
Ahora bien, el análisis de las clases que realiza el Proyecto Alternativo de Nación no se ajusta a la realidad. No existe una fuerza capitalista nacional que crea posible un capitalismo nacional regulado por un Estado con una política de Bienestar Social. La mayoría aplastante de los capitales financieros e industriales o comerciales están en manos de transnacionales, que están entrelazadas con los mayores grupos capitalistas mexicanos. Algunos de éstos son, a su vez, transnacionales y están atados al capital financiero internacional. El grupo en que se apoya Calderón no es, por consiguiente, una excrecencia mafiosa sino que es la expresión de la tendencia del capitalismo en México a prescindir de la legalidad y de la Constitución y a apoyarse en la violencia recurriendo, en última instancia, incluso a la ocupación por tropas extranjeras, como plantea el gobernador de Texas sin que eso provoque escándalo alguno en Los Pinos.
Si, por otra parte, el Proyecto Alternativo propone a los trabajadores mexicanos seguir el ejemplo de China no es posible que esa propuesta los convenza y organice. Porque el crecimiento económico y la transformación de China se basan en los bajísimos salarios, terribles condiciones de trabajo, larguísimos horarios laborales, y en la inexistencia de protección sindical y de democracia que permiten a las transnacionales obtener en China ganancias infinitamente mayores que en sus países de origen. Para poder competir con China en esos terrenos, por consiguiente, habría que llevar a sus lógicas consecuencias las políticas de los gobiernos del PRI que ofrecían al capital internacional invertir en México mostrando a los candidatos a inversionistas los bajos salarios, la corrupción de los controles estatales, la inexistencia de regulaciones ambientales. O sea, habría que liquidar todo lo que queda de las conquistas de la Revolución Mexicana, comenzando por los aspectos relacionados con la dignidad de los trabajadores, e imponerles condiciones peores de las que existen en China, en una verdadera guerra entre los pobres basada en condiciones de explotación cada vez más infames.
Evidentemente, no es ese el objetivo del Proyecto Alternativo de Nación, que quiere solamente al mencionar a China destacar el papel que podría tener un Estado fuerte y centralizado en la economía, pero los trabajadores saben que las mercancías chinas que llegan por nada y compiten ventajosamente con las nacionales son el resultado de un trabajo semiesclavo y en China sólo ven como positivo, en todo caso, el enfrentamiento de Beijing con Washington y no su política económica y social.
El Proyecto Alternativo de Nación, contradictoriamente con lo anterior y con el corazón mismo de sus propuestas, dice que hace suya la concepción indígena andina del Buen Vivir la cual, como se sabe, se opone al neodesarrollismo, a la minería, a todo lo que afecte el ambiente, al monocultivo masivo, a la política extractiva basada en la explotación a fondo de los recursos en hidrocarburos. O esa declaración sobre el Buen Vivir es simplemente un tributo a la moda cultural actual o está en total contradicción con el tipo de economía y de política que ofrece el documento que analizamos y, por lo tanto, conviene desarrollar la frase como una política de protección ambiental, de consumos y producción alternativos para conseguir el apoyo de los ambientalistas y, lo que es más importante, de las víctimas de la comida chatarra, de la deforestación, del arsénico en el agua, de las minas-trampas mortales, del desastre ambiental en general.
Por otra parte, para que el documento sea más convincente y movilizador, a mi juicio debería concentrar y dar forma tajante a algunas propuestas que están dispersas en diversos puntos y dar algunos ejes concretos a la campaña de movilización –no meramente electoral- para el año que queda ante de las elecciones presidenciales.
Por ejemplo, propone correctamente reducir a la mitad los altos salarios del aparato estatal pero sería mucho más eficaz decir “reducir a la mitad los sueldos del presidente, de los diputados, senadores y miembros del aparato estatal para hacer una política que haga frente a la crisis”. Además, no sólo exigir que las entidades financieras paguen impuestos como cualquiera sino plantear una modificación del sistema impositivo, de modo que éste se base en los impuestos a la ganancia y a la renta y no en el IVA y los impuestos indirectos, que deben ser reducidos drásticamente y además, proponer la elaboración de leyes antimonopólicas para las empresas, las finanzas, las comunicaciones pues el libre mercado es una mentira que debe ser desenmascarada.
El documento tampoco propone sostenes para la producción campesina, para la defensa ambiental y la reforestación, para la protección del agua, ni llama a un aumento de salarios que compense el deterioro del nivel de vida y promueva el mercado interno. No pone la lucha contra la corrupción y la cárcel para los corruptos como medida inmediata y central de la movilización popular, a pesar de que este problema es muy sentido y, si bien se opone a la utilización de las fuerzas armadas en tareas de policía, no dice que acabará con la militarización del país ni propone un plan especial, pagado por los grandes capitales, para dar empleo bien remunerado y sacar a los jóvenes de la alternativa emigración o delincuencia. Si bien defiende justamente la autonomía de los pueblos originarios y lucha por los derechos que se les niegan no convierte en temas centrales el problema de las comunidades indígenas, ni el ambiental, ni el del control de los recursos de cada territorio para formular desde allí planes y objetivos de desarrollo, ni el de la democracia social en los municipios.
El Proyecto Alternativo de Nación, como hemos dicho, no es alternativo y es sólo una plataforma electoral que busca la mayoría de los sufragios para encarar una política estatal nacionalista distribucionista y no neoliberal. No se le pueden pedir, por lo tanto, análisis ni propuestas radicales, aunque sí claridad, coherencia interna, eficacia en relación con el fin que se propone conseguir.
Hoy la mayoría de los votantes muy posiblemente se abstendrá, como siempre; los fraudes directos e indirectos y las compras de votos, como siempre, favorecerán a los partidos de gobierno; los medios de comunicación, como siempre, insultarán durante todo el día al candidato “peligroso” Pero en la historia hay rupturas porque los “como siempre” y los “aquí no pasa nada” desaparecen cuando algún agravio particularmente intolerable recuerda todos los otros agravios del pasado y lleva a recorrer los caminos aparentemente perdidos de la resistencia popular de masa, que están presentes siempre en la memoria histórica. Estallidos como la Revolución Mexicana o, en otro orden de importancia, el de la APPO en Oaxaca, sorprenden entonces a sus propios participantes.
Por otra parte, hay reformas que se tornan revolucionarias porque son incompatibles con el sistema, como lo fue la no reelección en 1910 o es hoy la lucha contra la corrupción, el saqueo, los altos sueldos, el arbitrio, las injusticias y prepotencias cotidianas que deben sufrir los mexicanos “de clase B”. Para que esos momentos revolucionarios surgidos de necesidades reformistas tengan una dirección adecuada deben prepararse incluso los moderados y pacifistas que, sin embargo, sean capaces de tener en cuenta lo que pueda hacer el enemigo y cómo podría reaccionar violentamente.
Por otra parte, el documento y las acciones mismas de López Obrador son moderados y buscan controlar un movimiento nacional de masas que quieren canalizar hacia las elecciones. Pero quien trabaja no vive de elecciones, no come elecciones y no quiere delegar en otros el poder de decidir Mientras se espera el 2012 habrá que ver cómo contrarrestar la rebaja de los salarios reales, cómo frenar la ofensiva contra todas las conquistas, cómo defender los derechos. Por eso hay movimientos que no son inseparables de las intenciones de voto porque en el momento de poner la boleta en la urna se tienen en cuenta todas las luchas y experiencias.
¿Cómo convencer además a los sectores juveniles, indígenas, campesinos, que desdeñan el campo electoral y lo que no creen en la “política” en general?. El Proyecto se dirige a un movimiento, todavía minoritario pero masivo y con grandes posibilidades, que es tendencialmente mucho más radical que lo que propone el documento porque ha ”leído” a su modo la historia nacional que es la de la violencia de las clases gobernantes y las de las grandes gestas populares que arrancaron las conquistas históricas.
Por eso entre el Proyecto Alternativo de Nación y su apoyo social, entre la dirección política del movimiento y éste mismo, no hay un signo de igual sino una relación contradictoria, dialéctica. La “base” más radical pero que cree en la “dirección” presiona sobre ella para que adopte las resoluciones que los integrantes de esa “base” (esos miles de cuadros populares) desean. Y espera que esa “dirección” se juegue en los movimientos actuales, para ver si tiene la suficiente audacia y sensibilidad para responder en los momentos decisivos.
Pienso por consiguiente que el apoyo crítico que da al Proyecto el Partido Revolucionario de los Trabajadores no necesita encontrar, forzadamente, en ese documento electoral elementos de anticapitalismo que allí no aparecen. Trotsky no buscó en Lázaro Cárdenas, a quien respetaba, ningún anticapitalismo: le bastó con que el caudillo militar, ex general callista, barriese al callismo apoyándose en la movilización de las masas y golpease a las empresas imperialistas recuperando para México sus recursos naturales. La piedra de toque, entonces, es la capacidad de generar movimientos de masas, de desatar la capacidad creativa de éstas. Y eso se puede ver y medir participando en el movimiento, intentando en el curso de las acciones elevar el nivel de conciencia y de organización del mismo, proponiendo objetivos más realistas y radicales que los que aparecen en la letra del Proyecto que, al querer ganar los votos de los moderados, corre el riesgo de perder los de los trabajadores y activistas obreros, campesinos, estudiantiles.
El PRT, por supuesto, intenta honestamente tender un puente entre una izquierda sectaria para la cual “todos son iguales” y el movimiento lópezobradorista, en el cual estuvo ya en primera fila en el Plantón de Reforma y en la lucha contra el fraude. Pero para eso no es necesario atribuirle al Proyecto elementos anticapitalistas que no tiene: basta en cambio con saber que, si en su momento había que estar junto a los cardenistas en sus luchas sin ser partidarios del general Cárdenas y había que acompañar al movimiento henriquista en su lucha por la democracia pese a todo lo que separaba a los socialistas del general Miguel Henriquez Guzmán, hoy no es posible no intentar organizar y dar conciencia clasista al movimiento que está construyendo Andrés Manuel López Obrador.
Este es un movimiento con programa burgués pero sin burguesía ni siquiera en su dirección y con una base popular muy amplia que incluye a los mejores sectores de los trabajadores y de la intelectualidad. Ahora bien: no se puede construir socialistas en el vacío sino transformando en las luchas mismas a los revolucionarios y luchadores en revolucionarios socialistas conscientes, trabajando codo con codo con ellos. Aquellos que no quieran manchar su “pureza” mezclándose con los “impuros” en una lucha que es formalmente intercapitalista pero que tiene una dinámica potencialmente transformadora mejor harían si se encerrasen en un colegio de niñas para hacer encajes y poder mantener limpias sus manitas…
Lo que considero particularmente importante en el saludo del PRT es la voluntad de construir un eje obrero y en lucha en un movimiento que aspira a ser puramente electoral y sólo para conseguir eventualmente un triunfo en las urnas. Los votantes, por definición, son individuos cuya acción común consiste, cuando mucho, en participar en manifestaciones y en colocar la misma papeleta en las urnas. Los grupos obreros sindicalizados y organizados unen en cambio su lucha cotidiana con su decisión electoral.
No hay competencia de ningún tipo entre la ANP que propuso el Sindicato Mexicano de Electricistas, sin concretar después su creación, o la independencia política de los trabajadores que auspició el Congreso Social reciente, por un lado y el Movimiento electoral que sigue a AMLO. Ya se demostró en el 2006, cuando los sindicalistas del SME fueron fiscales en las urnas o lucharon en las calles contra el fraude que despojó a AMLO de la presidencia. Quienes ven una inexistente competencia entre ambas fuerzas sólo piensan en las instituciones, en la conquista de curules para sí mismos y no en el cambio de la relación de fuerzas sociales. El moderadísimo Partido Laborista inglés está formado por una sección de afiliados directos y por los sindicatos como miembros colectivos más una serie de asociaciones de todo tipo. La mano tiene cinco dedos, pero para golpear se unen y se c9onvierten en puño.
Ahora bien, las presiones electoralistas y sectarias sobre el SME y las vacilaciones de Esparza debilitan la lucha del SME y el apoyo al propio AMLO. A mi juicio, cuanto más fuertes sean los movimientos de resistencia y lucha y cuanto más claros sean los objetivos propios de los trabajadores, más se precisará el programa y la organización del movimiento que respalda a AMLO y mayores serán sus perspectivas electorales. El triunfo electoral de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 fue robado escandalosamente porque no fue ni preparado ni defendido con la resistencia civil. El del 2006, igualmente impreparado y sin base organizativa propia, fue defendido por una resistencia civil desorganizada, saboteada, inconsistente. Tener, por lo tanto, una columna vertebral sindical y obrera, democrática, que tienda a romper con el corporativismo y a dar un eje de luchas sociales a la campaña electoral, sólo puede reforzar mucho a ésta. La propuesta y el saludo del PRT, por consiguiente, deberían encontrar una respuesta política adecuada de parte de los autores del Proyecto Alternativo de Nación
FUENTEhttp://prt.org.mx/node/216