Lo fascinante de la historia es que se puede escribir de muchas formas, sólo basta con que haya dos narradores para que ésta pueda cambiar por completo. Yo sólo puedo narrar la historia desde el lado médico, como no tengo conexiones con la CIA ni he podido sacar ningún documento secreto, ni soy capaz de dar autenticidad a un papel escrito con el logotipo CIA, FBI o KGB en él, sobre eso no puedo opinar. Si por algo se caracterizan las agencias secretas es por ser secretas, y no veo fácil que sus documentos corran por Internet (a menos que a la propia organización le interese que así sea).
El EIS prepara un breve artículo para el Morbidity and Mortality Weekly Report (boletín informativo de los CDC) reuniendo varios casos de homosexuales con neumonía y síntomas de inmunodeficiencia grave (se publicó el 5 de junio de 1981).
Correcto, casos recogidos en la universidad de California por el grupo de Michael Gottlieb, que explica bien en este video:
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Todos los casos registrados declararon haber utilizado poppers (…) y venían tomando un potente antibiótico (…). Ambos productos tienen efectos inmunosupresores.
Hasta donde yo sé nadie ha ligado el uso de poppers o el de antibióticos a una inmunodeficiencia similar a la que se presenta en el SIDA (bajada de CD4+ y presencia del VIH). Los pacientes con infecciones que requieren largas tomas de antibióticos (para Helicobacter, para lepra o tuberculosis) no desarrollan por ello SIDA.
Pero evidentemente esta explicación no entraba en los intereses de los CDC. Así que la descartaron rápidamente y lanzaron —con solo cinco casos— el diagnóstico que necesitaban: «enfermedad contagiosa sexual mortal». Y comenzaron a buscar más casos.
Eso una opinión ¿basada en…?
Con los cinco casos mencionados y otros cincuenta de Sarcoma de Kaposi, los CDC anunciaron una “nueva enfermedad inevitablemente mortal”. Posteriormente, el rastreo del EIS proporciona otros 452 “casos” que pueden añadir a la lista. Los CDC convierten la “enfermedad” en “epidemia” y la extienden a hemofílicos y heroinómanos. El comité ejecutivo de los CDC decide que la causa es viral.
La historia es muy diferente si escuchas a los verdaderos responsables, Michael Gottlieb (de la universidad de California) y James Curran (del CDC). El CDC manejó todas las posibilidades: tóxicos, drogas, poppers, virus… Lo que inclinó la balanza hacia la causa infecciosa fue el patrón de transmisión sexual, y lo más importante: transmisión sanguínea aparecieron hemofílicos con SIDA y sobre todo operados que habían recibido transfusiones, con SIDA. El patrón de dispersión era exactamente igual que el de la hepatitis B, y espero que estés de acuerdo en que la hepatitis B es una enfermedad vírica. En el momento que se empezó analizar la sangre en los bancos de sangre de los hospitales (cuando aparecieron los kits de detección), las transfusiones dejaron de ser un modo de infección.
En 1983 aparece el artículo de Montagnier describiendo un falso aislamiento, artículo que pasa totalmente desapercibido.
Ese artículo describe como las muestras de un paciente con SIDA poseen un virus que corresponde a una nueva familia de retrovirus humanos, que llamaron LAV, que es capaz de matar linfocitos. Fue publicado en Science, y no sólo no pasó desapercibido sino que fue un mazazo en toda regla a la línea imperialista estadounidense (de Gallo) que buscaba un retrovirus de otra familia (algo parecido al HLTV-I). El CDC pidió inmediatamente muestra al grupo francés, y en California lo aislaron. Gallo también pidió muestras “para comparar” con lo que decía que era su virus y aislándolo de ellas e inventándose después que lo había aislado a la vez que los franceses. Esa es una historia muy triste para la ciencia y su autor tuvo que ser apartado de ella.
Un año después se produce la rueda de prensa de Gallo con la Secretaria de Salud estadounidense: este sí es el virus que había que lanzar al mundo. Posteriormente, las asperezas diplomáticas y los pequeños detalles técnicos se solucionan a muy alto nivel: Reagan y Chirac reparten el pastel y se envía una nota a la oficina de patentes para dejarlo zanjado. A partir de este momento, todo el andamiaje se apoya en el falso VIH.
Aquí si que funcionó el rodillo imperialista. Gallo le robó el descubrimiento a Montagnier, y su país se lo permitió para compartir las patentes del kit de detección del mismo. Editores de revista y agencias de evaluación se comportaron de forma corrupta para que el llamado HLTV-III de Gallo quedara al mismo nivel que el LAV de Montagnier, ganándose un espacio en el terreno de las patentes. Pero los franceses clonaron y secuenciaron primero el genoma del virus y cuando Gallo hizo lo mismo se demostró que ambos virus eran el mismo. Una investigación posterior demostró el fraudulento trabajo de Gallo y fue desposeído de su descubrimiento (no ha recibido el Nobel). Incluso se estudia eliminar sus artículos del monográfico que Science le cedió.
En 1985 se aprueban los primeros tests ELISA de anticuerpos que en principio únicamente servirían para hacer cribados de donaciones de sangre pero que muy pronto se generalizan convirtiéndose en la puerta de entrada en el engranaje mortal del SIDA.
¿No te llama la atención que después de ese cribado la transfusión desaparezca del mapa como causa de transmisión del VIH?
Ese mismo año se aprueba en Bangui la definición de “caso de SIDA” en los países en los que no hay posibilidad de hacer los tests.
Y eso es una faena, porque inmunodeficiencias hay muchas, pero sólo aquella producida por el VIH puede ser catalogada como SIDA.
Dos años después se aprueba el primer producto presentado como “tratamiento contra el VIH”: el AZT, un veneno celular desechado dos décadas antes por su toxicidad.
No fue el primero, sino el tercero, los dos anteriores eran más tóxicos. El AZT se probó en ensayos que incluyó placebo y doble ciego, para gran disgusto de los voluntarios, ya que pensaban que si no recibían la medicina morirían. El compuesto presenta toxicidad al producir una fuerte anemia, que en los países desarrollados puede ser controlada, no así en los países de sistema sanitario precario. Pero se observa que baja la carga viral, y que se producen curaciones momentáneas. La presión de los propios pacientes fue la que anuló ensayos posteriores de toxicidad, éstos se realizaron con el medicamento en el mercado. Al cabo de un tiempo se bajó a la mitad la dosis, observándose que seguía siendo efectiva, pero entonces se observó un dato más preocupante que la propia toxicidad sobre la hematopoyesis: el virus se vuelve resistente con facilidad, en unos cuantos meses, lo que lo convierte en inefectivo para muchos enfermos. Cuando se consiguieron combinar 3 medicamentos, disminuyendo así de forma muy significativa la posibilidad de resistencias, se logró controlar la enfermedad.
Los CDC elevan la lista del SIDA a 26 enfermedades y se deja de hablar de “grupos de riesgo” puesto que el mensaje, el terrorífico mensaje es que “todos podemos ser víctimas del SIDA.
Y efectivamente, cualquier persona que reciba una transfusión de sangre contaminada con el virus se convertirá en portador y tendrá muchas posibilidades de desarrollar SIDA. Y eso lo que están entendiendo ahora en países que no han tomado las pertinentes medidas de control de la sangre, como por ejemplo China.
A esta campaña de terror más envenenamiento se suma la decisión de los CDC en la que se interpreta -sin estudio científico que lo apoye- que dar positivo a los tests de anticuerpos indica necesariamente “infección activa por VIH”. La pandemia se expande y funciona durante casi una década.
No, dar positivo a los test de anticuerpos significa exposición al virus, detección de una carga viral alta en sangre implica “infección activa por VIH”. A la vez, y para marear un poco más a los pacientes, los mensajes negacionistas siembran su terror particular afirmando que los antirretrovirales provocan SIDA y son mortales en cortos espacios de tiempo, con lo que los seropositivos pierden la brújula, no saben si seguir consejo sanitario o bien los consejos de los artículos en Internet. Se cambia del criterio sanitario global al de los casos anecdóticos particulares del “a mí me está funcionando de esta forma”, como si la red fuera un patio de vecinos.
En 1993 la lista de enfermedades del SIDA se eleva a 30, y en EEUU además se considera “caso de SIDA” a alguien que –sin necesidad de test positivo ni síntoma clínico alguno- tenga menos de 200 CD4/mm3 de sangre.
¿Me puedes mostrar la referencia donde se considere SIDA a alguien que sin carga viral, ni positivo en test pero con CD4 de menos de 200?
La combinación de esta idea terrorífica con la aprobación de una nueva familia de venenos
Venenos que están salvando millones de vidas, por otra parte.
esta vez como “enfermedad crónica” en lugar de “mortal” –fundamentalmente porque no se habían producido los cientos de miles de muertes anunciadas.
No es una enfermedad crónica, no es lo mismo usar la metáfora “estar cronificada” que la realidad “ser crónica”, porque hay cepas de VIH que son muy agresivas y otras multirresistentes, y con éstas no hay crónico que valga.
no dudes que abordaré los aspectos científicos, técnicos y médicos. Pero creo que lo primero es enfocar adecuadamente el problema.
Me parece estupendo, creo que todos podemos aprender con ello. Lo que si me gustaría, si no es mucho pedir, que tras este vistazo histórico por tu parte, se toquen los temas por bloques y con poca extensión, para no escribir “tochos” como el que me acaba de salir. Si el comentario de partida es conciso me comprometo a debatirlo de forma concisa. Y si no se abusa de los enlaces también se agiliza todo, es mejor una explicación sencilla que tener que ir a buscar la idea a largos textos.
Salud compañeros