El terror de los Imperios, Giáp
Chema Sánchez - año 2018
publicado en El Flamenco Rojo
Hoy traemos una de esas historias que todo militante antiimperialista debe obligadamente conocer. Más que una historia parece una leyenda, algo sacado de la ficción, pero tan real que nuestros enemigos, los lacayos imperialistas, tiembla al escuchar. La fábula de David y Goliat es una mera anécdota comparada con la vida del general vietnamita. Esta es la historia de cómo el hijo de un humilde campesino, al que le arrebataron todo, supo canalizar de forma sorprendente el odio hacia sus enemigos para liberar a su pueblo de tres invasores imperialistas.
Vo Nguyen Giáp nació en la provincia de Quang Bình (Norte de Vietnam) en 1911. Hijo de un agricultor arrocero, desposeído de tierras, que sabía leer y escribir, algo difícil por aquella época y lugar. Educado por su padre en la lucha contra el colonialismo francés, con solo 14 años comenzó a militar en movimientos clandestinos de agitación contra la ocupación extranjera, con lo que se ganó aparecer desde muy joven en la lista negra del Imperio Francés. Fue detenido en 1930, condenado a tres años por sus actividades y puesto en libertad a los pocos meses. Entró en la facultad de derecho en 1933. Influenciado por un amigo, ingresó en el Partido Comunista de Indochina (más tarde este se fraccionaría en tres). Finalizada la carrera comenzó a trabajar como profesor de historia, utilizando su puesto -casi como tapadera- para concienciar y movilizar a las masas para tomar el poder. Por esas fechas, seguía muy de cerca los sucesos de la Guerra Civil Española a través de los periódicos. Admiraba como nadie los actos de heroicidad del Frente Popular y las Brigadas Internacionales contra el Fascismo, y los utilizaba para inspirar a sus alumnos y camaradas. En 1939 escribiría su primer libro “La cuestión campesina” donde analizaba el papel a desempeñar por los jornaleros del campo como aliados del proletariado vietnamita en el proceso revolucionario.
La entrega total de Giáp a la revolución no se podría entender sin los trágicos hechos personales que le sacudieron. En 1938 se casaría con el amor de su vida, Dang Thi Quang, de origen tailandés, con la que compartía mismos ideales. En el 39 el Partido Comunista de Indochina (PCI) sería prohibido y Giáp se vio obligado a escapar a China. En el transcurso de su exilio la policía francesa detuvo como rehenes a su esposa y a su cuñada para presionarlo a volver. La cuñada fue guillotinada y su esposa encarcelada y sometida a torturas brutales -tuvo que presenciar el asesinato de su hijo recién nacido-, falleciendo a los tres años por las sanguinarias palizas. También ejecutaron a dos de sus hermanas, a su padre y a otros familiares. La impotencia que sintió Giáp desde la clandestinidad le dejó mella durante toda su vida. La cuestión revolucionaria de liberarse de sus opresores, la lucha contra el imperialismo, tomó también un cariz más personal y hasta visceral.
El general conoció en China a Ho Chi Minh, al que juraría lealtad eterna. Se entregó de manera abnegada a la organización, la disciplina y la dirección de la guerra. Supo encajar a la perfección el marxismo con las tesis sobre la Guerra Popular de Mao. Le apasionaba el milenario manual “El Arte de La Guerra” de Sun Tzu, del que supo poner en práctica sus consejos: “El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando seas capaz de atacar, aparenta incapacidad; cuando las tropas se muevan, aparenta inactividad. Si estás cerca del enemigo, hazles creer que está lejos; si está lejos, aparenta que se está cerca.” Lo apodarían el “Napoleón Rojo” por su capacidad para derrotar a sus enemigos, no solo desde el plano bélico directo, también desde el económico, social y cultural: “La guerra tiene frentes que no están en el propio campo de batalla y también hay que ganarlas allí. Nosotros hacíamos una gran distinción, completa, entre los agresores franceses y el pueblo francés, en un caso, y entre los agresores norteamericanos y el pueblo americano en el otro. Y esta es la razón por la que teníamos el apoyo del pueblo de Francia y de los EEUU”.
En 1941 funda el Vietminh, un único frente de todas las fuerzas anticoloniales. Establecido en las montañas del interior de Vietnam, llamó a las armas a través de pioneras tácticas de propaganda que serían imitadas en otras revoluciones. Al Che lo inspiraría para crear la famosa “Radio Rebelde” desde Sierra Maestra. En los tres años siguientes, Giáp tenía bajo su mando a más de 10.000 hombres y mujeres que se habían convertido de milicias campesinas en militares profesionales, dotados de una formación comunista inquebrantable. Junto a Ho Chi Min en agosto de 1945, expulsaron -en apenas 2 meses- al sofisticado Imperio Japonés de Vietnam, proclamando en septiembre la independencia del país.
Pero no fue esta gesta la que convirtió a Giáp en mito. En 1954 llegó la oportunidad que llevaba tiempo esperando: vengarse definitivamente de los opresores que, desde 1887, habían sometido a su pueblo y cometido tantos odiosos crímenes, entre ellos, los asesinatos de su esposa y familia. Lo que quedaba del Imperio Francés se encontraba atrincherado en el valle Dien Bien Phu. Giáp, aun sabiendo del posicionamiento a favor en el terreno y de la superioridad abismal armamentística y tecnológica de sus enemigos, demostró que nada podía superar al poder popular y la conciencia revolucionaria de su pueblo: “Al final, es el factor humano el que determina la victoria”. Después de 6 meses de asedios, escaramuzas y engaños, el 7 de mayo, Indochina fue liberada para siempre del yugo francés.
En 1955, aprovechando el conflicto, EEUU dividió Vietnam. Instalando en el Sur una brutal dictadura y convirtiéndole en su títere clientelar. En su cruzada contra el comunismo y su afán de conquistar Indochina el Imperio Norteamericano no escatimó en gasto militar. Convirtió el Sur en una gran base militar con el armamento más sofisticado, no solo para asesinar personas, también para destruir el ecosistema. Arrojaron más bombas que en toda la II Guerra Mundial: 338.000 toneladas de napalm y 100.000 toneladas de herbicidas. Giáp sabía que tenía que cambiar la estrategia de combate, ya que no podría derrotar al enemigo más poderoso de la tierra de “tú a tú”. Llegó la hora de la “Guerra popular, ejercito popular” -tal como reza el título de su famoso libro (1961)- definida como “una guerra de combate para el pueblo y por el pueblo, mientras que la guerra de guerrillas es simplemente un método del combate. La guerra popular es un concepto más general. Es un concepto sintetizado. Es una guerra a la vez militar, económica y política”. Los cambios de ritmos y la prolongación de esta “guerra de todo el pueblo” minarían la moral de los soldados de EEUU y provocarían la bancarrota de este país por los ingentes gastos de mantener una guerra en el otro extremo de la tierra.
Durante el conflicto Vietnam quedó devastada. Los estragos de las armas biológicas siguen hoy patentes y se especula que hubo más de 5 millones de muertos. Pero finalmente, después de 20 sangrientos años, el pueblo vietnamita derrotó al ejército norteamericano humillando como nunca al gran imperio. Giáp, junto a su pueblo, se alzó victorioso sobre Saigón – fue rebautizada en Ho Chi Min-, reunificó el país y comenzó la construcción del socialismo que tanto anhelaba. Su leyenda iluminó a grandes de la revolución mundial como Fidel Castro y Hugo Chávez. Sus manuales son admirados y objeto de estudio por todos los estrategas belicistas, incluso por sus enemigos. Morirá de causas naturales a los 102 años. El heroísmo del pueblo vietnamita y de sus actores principales, como el del General Giáp, nos enseña que: “Cuando un país entero se levanta, nada en contra se puede hacer. Ningún dinero puede derrotarlos. Esta es la base de nuestra estrategia y de nuestra táctica”.
Chema Sánchez - año 2018
publicado en El Flamenco Rojo
Hoy traemos una de esas historias que todo militante antiimperialista debe obligadamente conocer. Más que una historia parece una leyenda, algo sacado de la ficción, pero tan real que nuestros enemigos, los lacayos imperialistas, tiembla al escuchar. La fábula de David y Goliat es una mera anécdota comparada con la vida del general vietnamita. Esta es la historia de cómo el hijo de un humilde campesino, al que le arrebataron todo, supo canalizar de forma sorprendente el odio hacia sus enemigos para liberar a su pueblo de tres invasores imperialistas.
Vo Nguyen Giáp nació en la provincia de Quang Bình (Norte de Vietnam) en 1911. Hijo de un agricultor arrocero, desposeído de tierras, que sabía leer y escribir, algo difícil por aquella época y lugar. Educado por su padre en la lucha contra el colonialismo francés, con solo 14 años comenzó a militar en movimientos clandestinos de agitación contra la ocupación extranjera, con lo que se ganó aparecer desde muy joven en la lista negra del Imperio Francés. Fue detenido en 1930, condenado a tres años por sus actividades y puesto en libertad a los pocos meses. Entró en la facultad de derecho en 1933. Influenciado por un amigo, ingresó en el Partido Comunista de Indochina (más tarde este se fraccionaría en tres). Finalizada la carrera comenzó a trabajar como profesor de historia, utilizando su puesto -casi como tapadera- para concienciar y movilizar a las masas para tomar el poder. Por esas fechas, seguía muy de cerca los sucesos de la Guerra Civil Española a través de los periódicos. Admiraba como nadie los actos de heroicidad del Frente Popular y las Brigadas Internacionales contra el Fascismo, y los utilizaba para inspirar a sus alumnos y camaradas. En 1939 escribiría su primer libro “La cuestión campesina” donde analizaba el papel a desempeñar por los jornaleros del campo como aliados del proletariado vietnamita en el proceso revolucionario.
La entrega total de Giáp a la revolución no se podría entender sin los trágicos hechos personales que le sacudieron. En 1938 se casaría con el amor de su vida, Dang Thi Quang, de origen tailandés, con la que compartía mismos ideales. En el 39 el Partido Comunista de Indochina (PCI) sería prohibido y Giáp se vio obligado a escapar a China. En el transcurso de su exilio la policía francesa detuvo como rehenes a su esposa y a su cuñada para presionarlo a volver. La cuñada fue guillotinada y su esposa encarcelada y sometida a torturas brutales -tuvo que presenciar el asesinato de su hijo recién nacido-, falleciendo a los tres años por las sanguinarias palizas. También ejecutaron a dos de sus hermanas, a su padre y a otros familiares. La impotencia que sintió Giáp desde la clandestinidad le dejó mella durante toda su vida. La cuestión revolucionaria de liberarse de sus opresores, la lucha contra el imperialismo, tomó también un cariz más personal y hasta visceral.
El general conoció en China a Ho Chi Minh, al que juraría lealtad eterna. Se entregó de manera abnegada a la organización, la disciplina y la dirección de la guerra. Supo encajar a la perfección el marxismo con las tesis sobre la Guerra Popular de Mao. Le apasionaba el milenario manual “El Arte de La Guerra” de Sun Tzu, del que supo poner en práctica sus consejos: “El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando seas capaz de atacar, aparenta incapacidad; cuando las tropas se muevan, aparenta inactividad. Si estás cerca del enemigo, hazles creer que está lejos; si está lejos, aparenta que se está cerca.” Lo apodarían el “Napoleón Rojo” por su capacidad para derrotar a sus enemigos, no solo desde el plano bélico directo, también desde el económico, social y cultural: “La guerra tiene frentes que no están en el propio campo de batalla y también hay que ganarlas allí. Nosotros hacíamos una gran distinción, completa, entre los agresores franceses y el pueblo francés, en un caso, y entre los agresores norteamericanos y el pueblo americano en el otro. Y esta es la razón por la que teníamos el apoyo del pueblo de Francia y de los EEUU”.
En 1941 funda el Vietminh, un único frente de todas las fuerzas anticoloniales. Establecido en las montañas del interior de Vietnam, llamó a las armas a través de pioneras tácticas de propaganda que serían imitadas en otras revoluciones. Al Che lo inspiraría para crear la famosa “Radio Rebelde” desde Sierra Maestra. En los tres años siguientes, Giáp tenía bajo su mando a más de 10.000 hombres y mujeres que se habían convertido de milicias campesinas en militares profesionales, dotados de una formación comunista inquebrantable. Junto a Ho Chi Min en agosto de 1945, expulsaron -en apenas 2 meses- al sofisticado Imperio Japonés de Vietnam, proclamando en septiembre la independencia del país.
Pero no fue esta gesta la que convirtió a Giáp en mito. En 1954 llegó la oportunidad que llevaba tiempo esperando: vengarse definitivamente de los opresores que, desde 1887, habían sometido a su pueblo y cometido tantos odiosos crímenes, entre ellos, los asesinatos de su esposa y familia. Lo que quedaba del Imperio Francés se encontraba atrincherado en el valle Dien Bien Phu. Giáp, aun sabiendo del posicionamiento a favor en el terreno y de la superioridad abismal armamentística y tecnológica de sus enemigos, demostró que nada podía superar al poder popular y la conciencia revolucionaria de su pueblo: “Al final, es el factor humano el que determina la victoria”. Después de 6 meses de asedios, escaramuzas y engaños, el 7 de mayo, Indochina fue liberada para siempre del yugo francés.
En 1955, aprovechando el conflicto, EEUU dividió Vietnam. Instalando en el Sur una brutal dictadura y convirtiéndole en su títere clientelar. En su cruzada contra el comunismo y su afán de conquistar Indochina el Imperio Norteamericano no escatimó en gasto militar. Convirtió el Sur en una gran base militar con el armamento más sofisticado, no solo para asesinar personas, también para destruir el ecosistema. Arrojaron más bombas que en toda la II Guerra Mundial: 338.000 toneladas de napalm y 100.000 toneladas de herbicidas. Giáp sabía que tenía que cambiar la estrategia de combate, ya que no podría derrotar al enemigo más poderoso de la tierra de “tú a tú”. Llegó la hora de la “Guerra popular, ejercito popular” -tal como reza el título de su famoso libro (1961)- definida como “una guerra de combate para el pueblo y por el pueblo, mientras que la guerra de guerrillas es simplemente un método del combate. La guerra popular es un concepto más general. Es un concepto sintetizado. Es una guerra a la vez militar, económica y política”. Los cambios de ritmos y la prolongación de esta “guerra de todo el pueblo” minarían la moral de los soldados de EEUU y provocarían la bancarrota de este país por los ingentes gastos de mantener una guerra en el otro extremo de la tierra.
Durante el conflicto Vietnam quedó devastada. Los estragos de las armas biológicas siguen hoy patentes y se especula que hubo más de 5 millones de muertos. Pero finalmente, después de 20 sangrientos años, el pueblo vietnamita derrotó al ejército norteamericano humillando como nunca al gran imperio. Giáp, junto a su pueblo, se alzó victorioso sobre Saigón – fue rebautizada en Ho Chi Min-, reunificó el país y comenzó la construcción del socialismo que tanto anhelaba. Su leyenda iluminó a grandes de la revolución mundial como Fidel Castro y Hugo Chávez. Sus manuales son admirados y objeto de estudio por todos los estrategas belicistas, incluso por sus enemigos. Morirá de causas naturales a los 102 años. El heroísmo del pueblo vietnamita y de sus actores principales, como el del General Giáp, nos enseña que: “Cuando un país entero se levanta, nada en contra se puede hacer. Ningún dinero puede derrotarlos. Esta es la base de nuestra estrategia y de nuestra táctica”.