El partido del proletariado y los partidos burgueses en la revolución
12-25 de mayo de 1907
Los camaradas saben que rechazo categóricamente la opinión que ha sido la filosofía oficial del partido en estos últimos tiempos sobre la revolución y el papel que desempeñan en ella los partidos burgueses.
Las opiniones que profesan nuestros camaradas mencheviques les parecen, a ellos mismos, extraordinariamente complejas. Les he oído más de una vez acusamos de tener una idea demasiado simple de la marcha de la revolución rusa. Y, sin embargo, a pesar de una falta absoluta de precisión en las formas, que dan la apariencia de complejidad -y gracias, quizá, a este defecto- las ideas de los mencheviques degeneran en un esquema extraordinariamente simple, accesible a la comprensión del mismo Miliukov. En la nota final de un folleto aparecido recientemente, "Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado", el líder del Partido Constitucional Demócrata [kadete] ha escrito: “En lo que concierne a los grupos de izquierda, en sentido estricto, es decir, los grupos socialistas y revolucionarios, nos será más difícil entendernos con ellos. Pero, si bien no tenemos razones positivas suficientemente definidas que operen este acercamiento, tenemos al menos grandes razones negativas que favorecerán el entenderse en cierta medida. Su fin es criticarnos y desacreditamos, por eso es necesario que existamos y que obremos. Sabemos que, para los socialistas, no solamente para los de Rusia sino para los del mundo entero, la transformación que lleva a cabo ahora el régimen es una revolución burguesa y no socialista: es una revolución que debe ser hecha por la democracia burguesa. Además, si se tratara de ocupar el lugar de esta democracia [...] hay que reconocer que no hay un solo socialista en el mundo que se haya preparado para ello; y si el país ha enviado a la Duma socialistas en gran número, no es, desde luego, para realizar desde ahora el socialismo, ni para que lleven a cabo por sí mismos las reformas preparatorias ‘de la burguesía...’. Así, les será mucho más ventajoso dejamos el papel de parlamentarios, que comprometerse ellos mismos en ese papel".
Miliukov, como veis, nos introduce desde el principio en el meollo de la cuestión. En la cita que acabo de hacer tenéis los elementos esenciales de las ideas mencheviques sobre la revolución y sobre las relaciones de la democracia burguesa y socialista. “La transformación del régimen que se lleva a cabo en este momento es una revolución burguesa y no socialista”. Esto para empezar. La revolución burguesa “debe ser hecha por la democracia burguesa”, como segundo punto. La democracia socialista no puede efectuar por sí misma las reformas burguesas, tiene un papel de simple oposición: "Criticar y desacreditar". Por fin, como cuarta observación, para que los socialistas tengan la posibilidad de quedarse en la oposición, “es preciso que la democracia burguesa exista y actúe”.
¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques. Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una historia, empleando su imaginación para ello.
En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o clases puede apoyarse.
Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza revolucionaria, todos estamos de acuerdo en este punto. Los industriales lyoneses, por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la revolución francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido. Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como fuerza dirigente en la revolución burguesa; y, ¿ qué representa esta pequeña burguesía?
Los jacobinos se apoyaban en la democracia de las ciudades, derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales y las gentes de la ciudad que tenían con los primeros lazos estrechos, componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado objetivo de la revolución fue crear las "condiciones normales" de la explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura democrática de los pequeños burgueses.
Yo pregunto, y no por primera vez, desgraciadamente: "¿Qué clase social de nuestro país va a construir una democracia burguesa revolucionaria, llevándola al poder y dándole la posibilidad de realizar un trabajo inmenso, teniendo enfrente de ella la oposición del proletariado?" Esta es la cuestión central que planteo una vez más a los mencheviques.
Cierto que tenemos grandes masas de campesinos revolucionarios, pero los camaradas mencheviques saben tan bien como yo que la clase campesina, por revolucionaria que sea, no es capaz de una acción independiente y espontánea, y mucho menos de asumir una dirección política. Los campesinos pueden constituir una fuerza prodigiosa al servicio de la revolución, esto es indiscutible, pero sería indigno de un marxista pensar que el partido de los mujiks es capaz de ponerse a la cabeza de la revolución burguesa y liberar, por iniciativa propia, a las fuerzas productivas de la nación, acabando con los impedimentos seculares. Es la ciudad la que posee la hegemonía en la sociedad moderna, y sólo la ciudad es capaz de desempeñar un papel importante en la revolución burguesa. ¿Dónde veis vosotros esa democracia urbana que llevaría tras sí a toda la nación?
El camarada Martinov* la ha buscado más de una vez, lupa en mano. ¡Ha encontrado maestros de escuela en Saratov, abogados en Petersburgo y técnicos estadísticos en Moscú! Como todos los de su opinión, se ha negado a ver que, en la revolución rusa, el proletariado industrial ocupa el lugar que, a fines del siglo XVIII, tenía la democracia de los artesanos, la democracia de los sans-culottes. Os ruego, camaradas, que os fijéis en este punto esencial.
Nuestra gran industria no procede del artesanado; la historia económica de nuestras ciudades ignora completamente el período de las corporaciones. La industria capitalista ha nacido, para nosotros, por la presión inmediata del capital europeo. Se ha apoderado de un suelo virgen, verdaderamente primitivo, y no ha tenido que luchar contra la resistencia de un ambiente corporativo. El capital extranjero se ha introducido en nuestro país por medio de los empréstitos de Estado y por los canales, si se pueden llamar así, de la iniciativa privada. Ha agrupado en torno a sí al proletariado industrial, sin permitir a los pequeños oficios crearse y desarrollarse. Como resultado, en el momento de la revolución, la principal fuerza de las ciudades se encuentra en un proletariado industrial con una conciencia social muy elevada. Este es un hecho irrefutable y que debe servir de base a todos nuestros estudios sobre táctica revolucionaria.
Si los camaradas mencheviques creen en la victoria de la revolución o admiten al menos la posibilidad de esta victoria, no podrán negar que, fuera del proletariado, no hay, en Rusia, otro pretendiente al poder revolucionario. Lo mismo que la pequeña burguesía de la revolución francesa se puso al frente del movimiento nacional, el proletariado, la verdadera fuerza democrática y revolucionaria de nuestras ciudades, debe encontrar apoyo en las clases campesinas y tomar el poder si, por lo menos, la victoria de la revolución es posible. Un gobierno que se apoya directamente en el proletariado y, por medio de él, en la clase campesina revolucionaria, no significa aún una dictadura socialista. No quiero hablar, de momento, de las perspectivas ulteriores de un gobierno proletario. Quizá el proletariado esté condenado a caer, lo mismo que la democracia de los jacobinos, para dejar el lugar a la burguesía. Quiero solamente dejar claro un punto: si el movimiento revolucionario ha triunfado entre nosotros, como predijo Plejanov, en tanto que movimiento obrero, la victoria de la revolución no es posible sino como victoria revolucionaria del proletariado; dicho de otra manera, sería absolutamente imposible su victoria si no fuera así.
Insisto en esta deducción. Si se supone que la oposición de intereses entre el proletariado y las masas campesinas no permitirá al primero ponerse en cabeza de los últimos, esto es, que el proletariado no es lo suficientemente fuerte como para conseguir la victoria, entonces es que la victoria misma de la revolución es imposible. En tales condiciones, el resultado natural de la revolución sería un entendimiento de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es una posibilidad que no se puede negar, pero está claro que un resultado semejante no se presentaría más que en el caso de un fracaso de la revolución, producido por su debilidad interna.
En suma, todo el análisis de los mencheviques, y, ante todo, su apreciación del proletariado y de sus posibles relaciones con la clase campesina, les conduce inexorablemente al pesimismo sobre la revolución. Pero se empeñan en olvidarlo y en desarrollar su optimismo... en la democracia burguesa.
Así es como se explica su actitud frente a los constitucionalistas. Estos son para ellos el símbolo de la democracia burguesa y ésta es el pretendiente, por derecho natural, al poder revolucionario.
El camarada Martinov ha construido, partiendo de este punto de vista, toda una filosofía de la historia para uso del partido constitucional-demócrata. Los demócratas, ya lo veis, se inclinan a la derecha en las épocas de tranquilidad y oscilan hacia la izquierda cuando se aproxima la revolución. Quizá por eso creen tener un porvenir revolucionario.
Hay que dejar claro que la historia de los kadetes, tal como nos la presenta Martinov, es tendenciosa, porque pliega la historia a las exigencias de una cierta moral. Martinov nos recuerda que en octubre de 1905 los demócratas expresaron su simpatía por los huelguistas. Es indiscutible. Pero, ¿qué se escondía tras esa platónica declaración? Un sentimiento bastante vulgar, el terror del burgués ante la fuerza obrera. En cuanto se extendió el movimiento revolucionario, los demócratas se apartaron totalmente del campo político y Miliukov, explica las razones de esta actitud con entera franqueza en el folleto que he citado : "Después del 17 de octubre, cuando en Rusia tuvieron lugar las primeras grandes reuniones políticas, se tendía claramente a la izquierda [...] Un partido como el de los constitucionales-demócratas que estaba entonces en sus primeros meses de existencia, y se preparaba para la lucha parlamentaria, no podía de ninguna manera actuar en aquellos meses de 1905. Los que reprochan ahora al partido no haber protestado en su momento por medio de mitines, contra las ‘ilusiones revolucionarias del trotskismo’ y contra los ‘blanquistas’, no comprenden o no se acuerdan del estado de espíritu del público democrático que se reunía entonces en los mítines." Miliukov, como habéis visto, me hace un gran honor al relacionar mi nombre con el período de máximo auge revolucionario. Pero el interés de la cita no radica en esto. Es importante que nos demos cuenta de que, en octubre y noviembre, el único fin de los demócratas era luchar contra las ilusiones revolucionarias, es decir, contra el movimiento revolucionario de las masas y, si no lo consiguieron, fue simplemente porque tenían miedo del público democrático de los mítines ¡Y eso durante la luna de miel del partido! ¡Y eso en el momento en que nuestra revolución alcanzaba su apogeo!
El camarada Martinov ha recordado las platónicas felicitaciones dirigidas por los demócratas a los huelguistas. Pero, como historiador tendencioso, ha olvidado mencionar el Congreso de los zemstvos, a la cabeza del cual se encontraban los constitucionales demócratas [kadetes] en noviembre. ¿Había estudiado este congreso el problema de su participación en el movimiento popular? No. Se discutió solamente el posible entendimiento con el ministro Witte. Cuando se recibió la noticia del levantamiento de Sebastopol, el congreso se inclinó claramente hacia la derecha -¡hacia la derecha y no hacia la izquierda!-. Y sólo el discurso de Miliukov, al decir que la insurrección había sido aplastada, gracias a Dios, sólo ese discurso pudo llevar a los constitucionales demócratas a la vía parlamentaria. Ya veis que la tesis general de Martinov exige importantes restricciones.
Poco después, los kadetes llegan a la primera Duma. Es indiscutiblemente la página más brillante de la historia del partido liberal. Pero, ¿cómo explicar esta fuerza de los kadetes? Podemos apreciar diversamente la táctica del boicot. Pero parece suficientemente claro que fue esta táctica la que impulsó artificialmente y, por lo tanto, provisionalmente, a amplias capas sociales democráticas al lado de los kadetes; introdujo en sus cuadros representativos a numerosos radicales y así pareció que el partido constitucional-demócrata se convertía en el órgano de una oposición "nacional": esta excepcional situación los llevó a la famosa proclama de Viborg, a la que hacía alusión el camarada Martinov. Pero las elecciones para la segunda Duma forzaron a los kadetes a tomar la actitud que mejor les convenía, la de la lucha contra las "ilusiones revolucionarias". Alejo Smirnov, historiador del partido cadete, caracteriza la campaña electoral en las ciudades donde los kadetes tienen su principal influencia de la siguiente manera: "No había partidarios del gobierno entre los electores de las ciudades... Por ello, en las asambleas, la lucha se desarrolló por otro lado; fue una discusión entre el partido de la Libertad del Pueblo y los partidos socialistas de izquierda”.
El caos que había reinado en la oposición durante las primeras elecciones desapareció cuando se preparaba la segunda Duma: las diferencias se manifestaron dentro de la democracia revolucionaria. Los kadetes movilizaron a sus electores contra las ideas de democracia, de revolución, de proletariado. Es un hecho de la mayor importancia que la base social de los kadetes se estrecha y se hace cada vez menos democrática. Circunstancia, por otra parte, que no se explica por el azar, que no es provisional ni transitoria. Significa una escisión real, seria, entre el liberalismo y la democracia revolucionaria. Miliukov se ha percatado de este resultado de las segundas elecciones. Tras haber indicado que, en la primera Duma, los kadetes tenían la mayoría, "quizá porque no tenían oposición" pero que la habían perdido en las segundas elecciones, el líder del partido cadete declaró lo siguiente: "En revancha, tenemos ahora con nosotros una parte considerable de votos del país que se han pronunciado por nuestra táctica contra la de los revolucionarios."
Desearíamos que los camaradas mencheviques tuviesen la misma claridad en la apreciación de lo que pasa. ¿Pensáis que las cosas pasarán diferentemente más tarde? ¿Creéis que los kadetes pueden agrupar bajo su estandarte a las masas democráticas y llegar a ser revolucionarios? ¿No pensáis, por el contrario, que el desarrollo ulterior de la revolución separará definitivamente a la democracia de los liberales y lanzará a estos últimos en el campo de la reacción? ¿No es a esto a lo que conduce toda la táctica de los kadetes en la segunda Duma? ¿Y no es a esto a lo que nos conduce vuestra propia táctica? Vuestras manifestaciones en la Duma, las acusaciones que lanzáis en la prensa y en las asambleas, ¿no tendrán ese efecto? ¿Qué motivos tenéis para creer aún que los kadetes pueden reformarse? ¿Os basáis acaso en hechos sacados del desarrollo político? ¡No, sólo pensáis en vuestro esquema! Para "llevar a buen fin" la revolución tenéis necesidad de la burguesía de las ciudades. La buscáis con ardor y no encontráis más que kadetes. Y manifestáis pensando en ellos un extraño optimismo: queréis forzarlos a desempeñar un papel histórico que no quieren asumir y que no asumirán.
A la cuestión esencial que os he planteado tantas veces no me habéis dado ninguna respuesta. No tenéis la presciencia de la revolución. Vuestra política está desprovista de toda perspectiva.
A causa de eso, vuestra actitud con respecto a los partidos burgueses se formula en términos que el congreso debiera retener: de una ocasión a otra. El proletariado no lleva una lucha sistemática para asegurar su influencia sobre las masas populares, no controla sus movimientos y su táctica por medio de esta idea directiva: agrupar en torno a ellos a los que trabajan, a los que se oprime y llegar a ser su heraldo y su jefe lleva su política de una ocasión a otra. Renuncia en principio a la posibilidad de despreciar las ventajas temporales para realizar conquistas más profundas; procede por empirismo a sus evaluaciones; efectúa combinaciones comerciales de política, aprovechando tan pronto una ocasión como otra. ¿Por qué iba a preferir las rubias a las morenas?, pregunta el camarada Plejanov. Debo reconocer que, si se trata de rubias o de morenas, estamos en el terreno de lo que los alemanes llaman Privatsache: no se trata más que de una opinión libremente personal. Creo que el mismo Alexinski, que no transige, como sabernos, en cuestión de principios, no pedirá que el congreso establezca en esta esfera "la unidad de ideas" que sería la condición eficiente de la unidad de acción. (Aplausos)
12-25 de mayo de 1907
Los camaradas saben que rechazo categóricamente la opinión que ha sido la filosofía oficial del partido en estos últimos tiempos sobre la revolución y el papel que desempeñan en ella los partidos burgueses.
Las opiniones que profesan nuestros camaradas mencheviques les parecen, a ellos mismos, extraordinariamente complejas. Les he oído más de una vez acusamos de tener una idea demasiado simple de la marcha de la revolución rusa. Y, sin embargo, a pesar de una falta absoluta de precisión en las formas, que dan la apariencia de complejidad -y gracias, quizá, a este defecto- las ideas de los mencheviques degeneran en un esquema extraordinariamente simple, accesible a la comprensión del mismo Miliukov. En la nota final de un folleto aparecido recientemente, "Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado", el líder del Partido Constitucional Demócrata [kadete] ha escrito: “En lo que concierne a los grupos de izquierda, en sentido estricto, es decir, los grupos socialistas y revolucionarios, nos será más difícil entendernos con ellos. Pero, si bien no tenemos razones positivas suficientemente definidas que operen este acercamiento, tenemos al menos grandes razones negativas que favorecerán el entenderse en cierta medida. Su fin es criticarnos y desacreditamos, por eso es necesario que existamos y que obremos. Sabemos que, para los socialistas, no solamente para los de Rusia sino para los del mundo entero, la transformación que lleva a cabo ahora el régimen es una revolución burguesa y no socialista: es una revolución que debe ser hecha por la democracia burguesa. Además, si se tratara de ocupar el lugar de esta democracia [...] hay que reconocer que no hay un solo socialista en el mundo que se haya preparado para ello; y si el país ha enviado a la Duma socialistas en gran número, no es, desde luego, para realizar desde ahora el socialismo, ni para que lleven a cabo por sí mismos las reformas preparatorias ‘de la burguesía...’. Así, les será mucho más ventajoso dejamos el papel de parlamentarios, que comprometerse ellos mismos en ese papel".
Miliukov, como veis, nos introduce desde el principio en el meollo de la cuestión. En la cita que acabo de hacer tenéis los elementos esenciales de las ideas mencheviques sobre la revolución y sobre las relaciones de la democracia burguesa y socialista. “La transformación del régimen que se lleva a cabo en este momento es una revolución burguesa y no socialista”. Esto para empezar. La revolución burguesa “debe ser hecha por la democracia burguesa”, como segundo punto. La democracia socialista no puede efectuar por sí misma las reformas burguesas, tiene un papel de simple oposición: "Criticar y desacreditar". Por fin, como cuarta observación, para que los socialistas tengan la posibilidad de quedarse en la oposición, “es preciso que la democracia burguesa exista y actúe”.
¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques. Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una historia, empleando su imaginación para ello.
En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o clases puede apoyarse.
Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza revolucionaria, todos estamos de acuerdo en este punto. Los industriales lyoneses, por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la revolución francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido. Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como fuerza dirigente en la revolución burguesa; y, ¿ qué representa esta pequeña burguesía?
Los jacobinos se apoyaban en la democracia de las ciudades, derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales y las gentes de la ciudad que tenían con los primeros lazos estrechos, componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado objetivo de la revolución fue crear las "condiciones normales" de la explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura democrática de los pequeños burgueses.
Yo pregunto, y no por primera vez, desgraciadamente: "¿Qué clase social de nuestro país va a construir una democracia burguesa revolucionaria, llevándola al poder y dándole la posibilidad de realizar un trabajo inmenso, teniendo enfrente de ella la oposición del proletariado?" Esta es la cuestión central que planteo una vez más a los mencheviques.
Cierto que tenemos grandes masas de campesinos revolucionarios, pero los camaradas mencheviques saben tan bien como yo que la clase campesina, por revolucionaria que sea, no es capaz de una acción independiente y espontánea, y mucho menos de asumir una dirección política. Los campesinos pueden constituir una fuerza prodigiosa al servicio de la revolución, esto es indiscutible, pero sería indigno de un marxista pensar que el partido de los mujiks es capaz de ponerse a la cabeza de la revolución burguesa y liberar, por iniciativa propia, a las fuerzas productivas de la nación, acabando con los impedimentos seculares. Es la ciudad la que posee la hegemonía en la sociedad moderna, y sólo la ciudad es capaz de desempeñar un papel importante en la revolución burguesa. ¿Dónde veis vosotros esa democracia urbana que llevaría tras sí a toda la nación?
El camarada Martinov* la ha buscado más de una vez, lupa en mano. ¡Ha encontrado maestros de escuela en Saratov, abogados en Petersburgo y técnicos estadísticos en Moscú! Como todos los de su opinión, se ha negado a ver que, en la revolución rusa, el proletariado industrial ocupa el lugar que, a fines del siglo XVIII, tenía la democracia de los artesanos, la democracia de los sans-culottes. Os ruego, camaradas, que os fijéis en este punto esencial.
Nuestra gran industria no procede del artesanado; la historia económica de nuestras ciudades ignora completamente el período de las corporaciones. La industria capitalista ha nacido, para nosotros, por la presión inmediata del capital europeo. Se ha apoderado de un suelo virgen, verdaderamente primitivo, y no ha tenido que luchar contra la resistencia de un ambiente corporativo. El capital extranjero se ha introducido en nuestro país por medio de los empréstitos de Estado y por los canales, si se pueden llamar así, de la iniciativa privada. Ha agrupado en torno a sí al proletariado industrial, sin permitir a los pequeños oficios crearse y desarrollarse. Como resultado, en el momento de la revolución, la principal fuerza de las ciudades se encuentra en un proletariado industrial con una conciencia social muy elevada. Este es un hecho irrefutable y que debe servir de base a todos nuestros estudios sobre táctica revolucionaria.
Si los camaradas mencheviques creen en la victoria de la revolución o admiten al menos la posibilidad de esta victoria, no podrán negar que, fuera del proletariado, no hay, en Rusia, otro pretendiente al poder revolucionario. Lo mismo que la pequeña burguesía de la revolución francesa se puso al frente del movimiento nacional, el proletariado, la verdadera fuerza democrática y revolucionaria de nuestras ciudades, debe encontrar apoyo en las clases campesinas y tomar el poder si, por lo menos, la victoria de la revolución es posible. Un gobierno que se apoya directamente en el proletariado y, por medio de él, en la clase campesina revolucionaria, no significa aún una dictadura socialista. No quiero hablar, de momento, de las perspectivas ulteriores de un gobierno proletario. Quizá el proletariado esté condenado a caer, lo mismo que la democracia de los jacobinos, para dejar el lugar a la burguesía. Quiero solamente dejar claro un punto: si el movimiento revolucionario ha triunfado entre nosotros, como predijo Plejanov, en tanto que movimiento obrero, la victoria de la revolución no es posible sino como victoria revolucionaria del proletariado; dicho de otra manera, sería absolutamente imposible su victoria si no fuera así.
Insisto en esta deducción. Si se supone que la oposición de intereses entre el proletariado y las masas campesinas no permitirá al primero ponerse en cabeza de los últimos, esto es, que el proletariado no es lo suficientemente fuerte como para conseguir la victoria, entonces es que la victoria misma de la revolución es imposible. En tales condiciones, el resultado natural de la revolución sería un entendimiento de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es una posibilidad que no se puede negar, pero está claro que un resultado semejante no se presentaría más que en el caso de un fracaso de la revolución, producido por su debilidad interna.
En suma, todo el análisis de los mencheviques, y, ante todo, su apreciación del proletariado y de sus posibles relaciones con la clase campesina, les conduce inexorablemente al pesimismo sobre la revolución. Pero se empeñan en olvidarlo y en desarrollar su optimismo... en la democracia burguesa.
Así es como se explica su actitud frente a los constitucionalistas. Estos son para ellos el símbolo de la democracia burguesa y ésta es el pretendiente, por derecho natural, al poder revolucionario.
El camarada Martinov ha construido, partiendo de este punto de vista, toda una filosofía de la historia para uso del partido constitucional-demócrata. Los demócratas, ya lo veis, se inclinan a la derecha en las épocas de tranquilidad y oscilan hacia la izquierda cuando se aproxima la revolución. Quizá por eso creen tener un porvenir revolucionario.
Hay que dejar claro que la historia de los kadetes, tal como nos la presenta Martinov, es tendenciosa, porque pliega la historia a las exigencias de una cierta moral. Martinov nos recuerda que en octubre de 1905 los demócratas expresaron su simpatía por los huelguistas. Es indiscutible. Pero, ¿qué se escondía tras esa platónica declaración? Un sentimiento bastante vulgar, el terror del burgués ante la fuerza obrera. En cuanto se extendió el movimiento revolucionario, los demócratas se apartaron totalmente del campo político y Miliukov, explica las razones de esta actitud con entera franqueza en el folleto que he citado : "Después del 17 de octubre, cuando en Rusia tuvieron lugar las primeras grandes reuniones políticas, se tendía claramente a la izquierda [...] Un partido como el de los constitucionales-demócratas que estaba entonces en sus primeros meses de existencia, y se preparaba para la lucha parlamentaria, no podía de ninguna manera actuar en aquellos meses de 1905. Los que reprochan ahora al partido no haber protestado en su momento por medio de mitines, contra las ‘ilusiones revolucionarias del trotskismo’ y contra los ‘blanquistas’, no comprenden o no se acuerdan del estado de espíritu del público democrático que se reunía entonces en los mítines." Miliukov, como habéis visto, me hace un gran honor al relacionar mi nombre con el período de máximo auge revolucionario. Pero el interés de la cita no radica en esto. Es importante que nos demos cuenta de que, en octubre y noviembre, el único fin de los demócratas era luchar contra las ilusiones revolucionarias, es decir, contra el movimiento revolucionario de las masas y, si no lo consiguieron, fue simplemente porque tenían miedo del público democrático de los mítines ¡Y eso durante la luna de miel del partido! ¡Y eso en el momento en que nuestra revolución alcanzaba su apogeo!
El camarada Martinov ha recordado las platónicas felicitaciones dirigidas por los demócratas a los huelguistas. Pero, como historiador tendencioso, ha olvidado mencionar el Congreso de los zemstvos, a la cabeza del cual se encontraban los constitucionales demócratas [kadetes] en noviembre. ¿Había estudiado este congreso el problema de su participación en el movimiento popular? No. Se discutió solamente el posible entendimiento con el ministro Witte. Cuando se recibió la noticia del levantamiento de Sebastopol, el congreso se inclinó claramente hacia la derecha -¡hacia la derecha y no hacia la izquierda!-. Y sólo el discurso de Miliukov, al decir que la insurrección había sido aplastada, gracias a Dios, sólo ese discurso pudo llevar a los constitucionales demócratas a la vía parlamentaria. Ya veis que la tesis general de Martinov exige importantes restricciones.
Poco después, los kadetes llegan a la primera Duma. Es indiscutiblemente la página más brillante de la historia del partido liberal. Pero, ¿cómo explicar esta fuerza de los kadetes? Podemos apreciar diversamente la táctica del boicot. Pero parece suficientemente claro que fue esta táctica la que impulsó artificialmente y, por lo tanto, provisionalmente, a amplias capas sociales democráticas al lado de los kadetes; introdujo en sus cuadros representativos a numerosos radicales y así pareció que el partido constitucional-demócrata se convertía en el órgano de una oposición "nacional": esta excepcional situación los llevó a la famosa proclama de Viborg, a la que hacía alusión el camarada Martinov. Pero las elecciones para la segunda Duma forzaron a los kadetes a tomar la actitud que mejor les convenía, la de la lucha contra las "ilusiones revolucionarias". Alejo Smirnov, historiador del partido cadete, caracteriza la campaña electoral en las ciudades donde los kadetes tienen su principal influencia de la siguiente manera: "No había partidarios del gobierno entre los electores de las ciudades... Por ello, en las asambleas, la lucha se desarrolló por otro lado; fue una discusión entre el partido de la Libertad del Pueblo y los partidos socialistas de izquierda”.
El caos que había reinado en la oposición durante las primeras elecciones desapareció cuando se preparaba la segunda Duma: las diferencias se manifestaron dentro de la democracia revolucionaria. Los kadetes movilizaron a sus electores contra las ideas de democracia, de revolución, de proletariado. Es un hecho de la mayor importancia que la base social de los kadetes se estrecha y se hace cada vez menos democrática. Circunstancia, por otra parte, que no se explica por el azar, que no es provisional ni transitoria. Significa una escisión real, seria, entre el liberalismo y la democracia revolucionaria. Miliukov se ha percatado de este resultado de las segundas elecciones. Tras haber indicado que, en la primera Duma, los kadetes tenían la mayoría, "quizá porque no tenían oposición" pero que la habían perdido en las segundas elecciones, el líder del partido cadete declaró lo siguiente: "En revancha, tenemos ahora con nosotros una parte considerable de votos del país que se han pronunciado por nuestra táctica contra la de los revolucionarios."
Desearíamos que los camaradas mencheviques tuviesen la misma claridad en la apreciación de lo que pasa. ¿Pensáis que las cosas pasarán diferentemente más tarde? ¿Creéis que los kadetes pueden agrupar bajo su estandarte a las masas democráticas y llegar a ser revolucionarios? ¿No pensáis, por el contrario, que el desarrollo ulterior de la revolución separará definitivamente a la democracia de los liberales y lanzará a estos últimos en el campo de la reacción? ¿No es a esto a lo que conduce toda la táctica de los kadetes en la segunda Duma? ¿Y no es a esto a lo que nos conduce vuestra propia táctica? Vuestras manifestaciones en la Duma, las acusaciones que lanzáis en la prensa y en las asambleas, ¿no tendrán ese efecto? ¿Qué motivos tenéis para creer aún que los kadetes pueden reformarse? ¿Os basáis acaso en hechos sacados del desarrollo político? ¡No, sólo pensáis en vuestro esquema! Para "llevar a buen fin" la revolución tenéis necesidad de la burguesía de las ciudades. La buscáis con ardor y no encontráis más que kadetes. Y manifestáis pensando en ellos un extraño optimismo: queréis forzarlos a desempeñar un papel histórico que no quieren asumir y que no asumirán.
A la cuestión esencial que os he planteado tantas veces no me habéis dado ninguna respuesta. No tenéis la presciencia de la revolución. Vuestra política está desprovista de toda perspectiva.
A causa de eso, vuestra actitud con respecto a los partidos burgueses se formula en términos que el congreso debiera retener: de una ocasión a otra. El proletariado no lleva una lucha sistemática para asegurar su influencia sobre las masas populares, no controla sus movimientos y su táctica por medio de esta idea directiva: agrupar en torno a ellos a los que trabajan, a los que se oprime y llegar a ser su heraldo y su jefe lleva su política de una ocasión a otra. Renuncia en principio a la posibilidad de despreciar las ventajas temporales para realizar conquistas más profundas; procede por empirismo a sus evaluaciones; efectúa combinaciones comerciales de política, aprovechando tan pronto una ocasión como otra. ¿Por qué iba a preferir las rubias a las morenas?, pregunta el camarada Plejanov. Debo reconocer que, si se trata de rubias o de morenas, estamos en el terreno de lo que los alemanes llaman Privatsache: no se trata más que de una opinión libremente personal. Creo que el mismo Alexinski, que no transige, como sabernos, en cuestión de principios, no pedirá que el congreso establezca en esta esfera "la unidad de ideas" que sería la condición eficiente de la unidad de acción. (Aplausos)