Problema de fondo: subyacen las causas de la crisis y se siguen generando burbujas
08/02/2011 BAE - Nota - Sup. Comercio Exterior - Pag. 4
La opinión de Fernando Dachevsky*
La crisis mundial que estalló en 2008 no está resuelta y las causas que la subyacen no fueron superadas. Las economías europeas y estadounidense son una clara evidencia en este sentido. Con cifras de desempleo consolidadas en niveles récords (para dichos países), la economía mundial sigue dando lugar a estallidos de burbujas de capital ficticio, concentrado ahora en déficit fiscal de las principales economías del mundo. En este marco, las perspectivas que le caben a las llamadas economías periféricas son, por lo menos, inciertas. Los países del este europeo constituyen la muestra más grave del impacto inmediato de la crisis en este tipo de economías. Se trata, en general, de países poco competitivos que vienen arrastrando déficits sostenidos con endeudamiento externo.
Desde el estallido de la crisis, países como Hungría y Ucrania entraron en default y debieron renegociar sus deudas. A su vez, el conjunto de la región se vio afectada de manera severa, razón por la cual ha recibido más de u$s100.000 millones en préstamos provenientes de la Unión Europea, el Banco Mundial y, sobre todo, del Fondo Monetario Internacional. Este último lleva otorgado más de 70.000 millones a la región, lo cual la coloca como principal destino actual de los préstamos de dicho organismo. De todas formas, este apoyo financiero lejos está de resolver la situación de una región donde día tras día se profundizan las políticas de ajuste y ataque a los trabajadores. La situación del este europeo pareciera contrastar con el caso de los países latinoamericanos, donde los análisis de coyuntura tienden a reconocer un mejor desempeño general de corto plazo frente a la crisis.
Sin embargo, las economías latinoamericanas no han presentado razones que justifiquen una visión optimista a futuro. Por un lado, las economías de México y América Central mostraron signos de fuerte desaceleración desde el estallido de 2008. Se trata de países muy atados a la economía norteamericana, que hoy intentan sostener un endeble proceso de recuperación apoyado, en buena medida, en préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por otro lado, en el caso de los países sudamericanos, el crecimiento de los últimos años se sostuvo gracias a la suba de precios de las materias primas, que aunque con la crisis sufrieron una caída significativa, permanecen en niveles altos.
A pesar del crecimiento registrado en los últimos años, las perspectivas que le caben a los países sudamericanos siguen dependiendo de lo que suceda con tales precios y de las posibilidades de acceso al endeudamiento externo. En este sentido, es importante remarcar que América latina no está ganando posiciones en el mercado mundial fuera de las materias primas. Incluso la economía vedette del continente, Brasil, sigue apoyando buena parte de su inserción competitiva internacional en la soja y el café.
El caso argentino no es la excepción. La economía nacional no es hoy menos dependiente de las exportaciones agrarias con respecto a los primeros años posteriores a la devaluación de 2002. Las retenciones a las exportaciones siguen siendo fundamentales, aunque sus alcances son cada vez más limitados.
Luego, si bien los fondos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) le dieron al gobierno la posibilidad de impulsar obra pública y sostener la actividad económica en el peor momento de la crisis, en la actualidad, el gobierno se encuentra con una situación fiscal que le pone serios límites para poder reprimir inflación mediante tarifas subsidiadas.
En consecuencia, a pesar del discurso oficial, al Gobierno argentino no le quedaron más chances que retornar a la vía del endeudamiento externo. En este sentido, cumplió los deberes y pagó deuda. Pero, en definitiva, la necesidad de recomponer la relación con el FMI y el retorno al endeudamiento, lejos de evidenciar que el llamado “modelo productivo” está más fuerte que nunca, son muestras de que se encuentra cada vez más supeditado a fuerzas que están fuera de control del gobierno.
*Investigador del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS) -Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA)
08/02/2011 BAE - Nota - Sup. Comercio Exterior - Pag. 4
La opinión de Fernando Dachevsky*
La crisis mundial que estalló en 2008 no está resuelta y las causas que la subyacen no fueron superadas. Las economías europeas y estadounidense son una clara evidencia en este sentido. Con cifras de desempleo consolidadas en niveles récords (para dichos países), la economía mundial sigue dando lugar a estallidos de burbujas de capital ficticio, concentrado ahora en déficit fiscal de las principales economías del mundo. En este marco, las perspectivas que le caben a las llamadas economías periféricas son, por lo menos, inciertas. Los países del este europeo constituyen la muestra más grave del impacto inmediato de la crisis en este tipo de economías. Se trata, en general, de países poco competitivos que vienen arrastrando déficits sostenidos con endeudamiento externo.
Desde el estallido de la crisis, países como Hungría y Ucrania entraron en default y debieron renegociar sus deudas. A su vez, el conjunto de la región se vio afectada de manera severa, razón por la cual ha recibido más de u$s100.000 millones en préstamos provenientes de la Unión Europea, el Banco Mundial y, sobre todo, del Fondo Monetario Internacional. Este último lleva otorgado más de 70.000 millones a la región, lo cual la coloca como principal destino actual de los préstamos de dicho organismo. De todas formas, este apoyo financiero lejos está de resolver la situación de una región donde día tras día se profundizan las políticas de ajuste y ataque a los trabajadores. La situación del este europeo pareciera contrastar con el caso de los países latinoamericanos, donde los análisis de coyuntura tienden a reconocer un mejor desempeño general de corto plazo frente a la crisis.
Sin embargo, las economías latinoamericanas no han presentado razones que justifiquen una visión optimista a futuro. Por un lado, las economías de México y América Central mostraron signos de fuerte desaceleración desde el estallido de 2008. Se trata de países muy atados a la economía norteamericana, que hoy intentan sostener un endeble proceso de recuperación apoyado, en buena medida, en préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por otro lado, en el caso de los países sudamericanos, el crecimiento de los últimos años se sostuvo gracias a la suba de precios de las materias primas, que aunque con la crisis sufrieron una caída significativa, permanecen en niveles altos.
A pesar del crecimiento registrado en los últimos años, las perspectivas que le caben a los países sudamericanos siguen dependiendo de lo que suceda con tales precios y de las posibilidades de acceso al endeudamiento externo. En este sentido, es importante remarcar que América latina no está ganando posiciones en el mercado mundial fuera de las materias primas. Incluso la economía vedette del continente, Brasil, sigue apoyando buena parte de su inserción competitiva internacional en la soja y el café.
El caso argentino no es la excepción. La economía nacional no es hoy menos dependiente de las exportaciones agrarias con respecto a los primeros años posteriores a la devaluación de 2002. Las retenciones a las exportaciones siguen siendo fundamentales, aunque sus alcances son cada vez más limitados.
Luego, si bien los fondos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) le dieron al gobierno la posibilidad de impulsar obra pública y sostener la actividad económica en el peor momento de la crisis, en la actualidad, el gobierno se encuentra con una situación fiscal que le pone serios límites para poder reprimir inflación mediante tarifas subsidiadas.
En consecuencia, a pesar del discurso oficial, al Gobierno argentino no le quedaron más chances que retornar a la vía del endeudamiento externo. En este sentido, cumplió los deberes y pagó deuda. Pero, en definitiva, la necesidad de recomponer la relación con el FMI y el retorno al endeudamiento, lejos de evidenciar que el llamado “modelo productivo” está más fuerte que nunca, son muestras de que se encuentra cada vez más supeditado a fuerzas que están fuera de control del gobierno.
*Investigador del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS) -Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA)