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    Historia de la Gran Revolución Cultural Proletaria

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    Historia de la Gran Revolución Cultural Proletaria Empty Historia de la Gran Revolución Cultural Proletaria

    Mensaje por javicho II Miér Oct 21, 2015 10:57 pm

    En China, si alguien quisiera saber cuándo, dónde y en qué momento Liu Shao-chi, Teng Xiao-ping, Peng Cheng, Peng Te-huai, etc., manifestaron en algún documento o verbalmente posiciones contrarias u opuestas a las del Presidente Mao Tse-tung pues no lo va a encontrar porque estos derechistas jamás se manifestaron abiertamente contrarios al Pensamiento Mao Tse-tung sino su anticomunismo lo manifestaron con sus actitudes ideológica y políticas. Actitudes ideológicas y políticas que tenían que obstaculizar el paso al comunismo, pero ocultándose bajo la apariencia de lealtad política e ideológica al Presidente Mao Tse-tung. En realidad eran los dirigentes importantes seguidores del camino capitalista dentro del Partido.

    Al iniciarse la GRCP causó sorpresa en el mundo, muy pocos comprendían el por qué se hablaba de una lucha de clases entre la burguesía y el proletariado o el por qué de otra revolución dentro de la revolución si las clases explotadoras, como la gran burguesía y los grandes terratenientes, fueron derrocados. Pero ya no se trataba de derrocar nuevamente a la antigua clase explotadora, porque éstas prácticamente no existían en China sino que se trataba de la aparición de una nueva burguesía dentro del socialismo.

    Después de la toma del poder por parte del proletariado comienza toda una etapa de transición socialista que necesita consolidarse para pasar a la siguiente etapa, el comunismo.

    Pero dentro de las relaciones socialistas de producción que se establecen, todavía se presentan relaciones de carácter capitalista que no son residuos del pasado sino formas capitalistas originales que surgen dentro de la nueva sociedad . El proletariado en el poder tiene que destruir estas nuevas formas capitalistas originales que son relaciones burguesas de producción, y a la vez el proletariado tiene que destruir en la superestructura las relaciones políticas e ideológicas que no correspondan a la base económica socialista. Ideas, costumbres y políticas burguesas que surgen y siguen existiendo por la existencia aún de esas relaciones burguesas en la base económica socialista.

    Entonces, si no se destruyen las relaciones burguesas de producción seguirán existiendo en la nueva sociedad, tanto en la base como en la superestructura, las desigualdades sociales, y la nueva burguesía que se forma se constituyese como clase en el Poder. La desigualdades sociales les permite, a la nueva burguesía, adquirir privilegios, que intentan acrecentar y defender. Es en la superestructura política donde esta nueva burguesía tratará, por todos los medios de hacer prevalecer sus puntos de vista políticos e ideológico opuestos a la ideología del proletariado.

    Es fundamental para que desaparezca las desigualdades sociales suprimir paulatinamente la división del trabajo o división social burguesa del trabajo, ésta no desaparece en la etapa socialista sino que se puede afianzar, generando una nueva burguesía salido de los propios cuadros comunistas y dirigentes importantes del Partido Comunista. Por ello la lucha de clases en el socialismo sigue siendo el motor de la historia.

    Las fuerzas productivas no pueden ser el motor de la historia en el socialismo, ni en las viejas sociedades que la antecedieron, las fuerzas productivas como motor de la historia es una tesis revisionista. La tesis de las fuerzas productivas les sirve a la burguesía para priorizar la técnica sobre la política, el estímulo material sobre la ideología y la moral revolucionaria, pero sobre todo, el afianzamiento y apropiación de parte de los profesionales con los cuadros privilegiados del Partido de toda la organización técnica de la producción del proletariado, de los trabajos intelectuales e investigaciones científicas, y reprime la voluntad creadora de las masas proletarias.

    Por lo tanto la división social burguesa del trabajo, las desigualdades sociales y los privilegios están relacionados entre sí.


    En el siguiente mensaje el texto “Introducción. Los orígenes de la revolución cultural proletaria” de Jean Daubier, solo es la introducción, el libro tiene 435 páginas. Algunos párrafos, sólo al inicio del texto, está resumidos, sólo es de forma no de contenido, después es conforme al texto; los títulos dentro del texto los he puesto según mi opinión y parecer, pueden no ser precisos ni exactos y no hay que hacerles caso.
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    Mensaje por javicho II Miér Oct 21, 2015 11:20 pm

    INTRODUCCIÓN


    LOS ORÍGENES DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL PROLETARIA


    La tradición de las generaciones muertas tiene un peso muy grande sobre el cerebro de las vivas.
    K. Marx


    Antes que nada, me propongo demostrar la forma en que ciertas contradicciones y distorsiones que el régimen socialista hereda del capitalismo ( y, en el caso chino del capitalismo y del feudalismo) pueden proporcionar la base de una nueva lucha de clases por el poder, que ilustra precisamente la Revolución cultural china.

    Teóricamente, una vez el proletariado ha tomado el Poder e instaurado el socialismo en un país, se instala un régimen de transición cuya meta y objetivo es llegar al comunismo, concebido como una sociedad igualitaria en el que cada quien recibirá una parte del producto social de acuerdo con sus necesidades, en el que desaparecerá las clases sociales y su aparato que lo sustenta el Estado.

    Pero parece ser que para llegar al comunismo no será en un periodo corto ni será un proceso rápido sino que comprenderá necesariamente un periodo histórico bastante largo, porque en la etapa de transición socialista existen, todavía, contradicciones sociales y desigualdades sociales. Así lo han comprendido en China.

    Pero ¿por qué siguen existiendo aún contradicciones y desigualdades sociales en la etapa socialista? ¿Por qué no desaparecen o quedan suprimidas, cuando se ha derrocado a la burguesía y se ha abolido la gran propiedad sobre los medios de producción?

    Para comprender por qué siguen existiendo contradicciones y desigualdades en la etapa socialista hay que ver dónde está el origen de las desigualdades sociales,y este fenómeno se pierde en la noche oscura de los tiempos : la división social del trabajo.

    Al separar en el transcurso de los siglos las ciudades y los campos,las ramas de la industria y las profesiones hasta alcanzar en la época moderna el summum de la fragmentación de las tareas; al engendrar las especializaciones, las especies e incluso la mecanización de lo cerebros, la división del trabajo escindió las sociedades humanas. La división del trabajo está en el origen de todas las alienaciones y ha separado al hombre de sí mismo. La división del trabajó ese hecho bruto, profundo y riguroso, cuya familiaridad nos impide medir del todo sus enormes consecuencias : la separación de trabajo manual e intelectual. Fue esta disociación la que condujo a ciertos hombres a concebir y estudiar los métodos de la producción, en tanto que otros se convirtieron en los ejecutantes parcelarios, ajenos a esas operaciones intelectuales. Esta escisión alcanzó proporciones gigantescas en la gran industria capitalista que puso a la ciencia, a los sabios y a los técnicos al servicio del capital, creando una potencia productiva independiente del trabajo. Dicha se paración va acompañada, por una parte, de una tradición más que secular de desprecio hacia el trabajo manual y, por otra, de privilegio para el trabajo intelectual. En consecuencia la división del trabajo condujo a la desigualdad de los trabajadores. Estas secuelas del feudalismo y del capitalismo están presentes en los regímenes socialistas que no pueden eliminarlas de un solo golpe.


    LA UNIVERSIDAD COMO INSTITUCIÓN DONDE SE MANIFIESTA LA SOBREVIVENCIA DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD SOCIALISTA

    La Universidad es uno de los campos principales donde se manifiesta y especifica la división social del trabajo. Es la Universidad la que separa y perpetúa, organizadamente, la ciencia y el trabajo. Coloca en dos polos opuestos, de la producción, al portador de conocimientos y al trabajador. Como la sociedad socialista necesita de ingenieros y cuadros instruidos es fundamental no privarse de las universidades, pero, sino se las modifica profundamente, éstas no serán capaces de lograr de despolarizar el trabajo manual y el trabajo intelectual. Al contrario seguirán reproduciendo la oposición heredada del régimen anterior, entre portadores del conocimiento por un lado y las masas trabajadoras privadas de ciencia por el otro. Entonces aun cuando el modo capitalista de producción haya desaparecido, seguirá existiendo la institución que todavía reproduce las contradicciones y distorsiones sociales por él engendradas. Si la separación persiste existen grandes posibilidades, por la fuerza de la costumbre, que el trabajo intelectual continúe acompañado de privilegios y sea considerado un trabajo más noble que el trabajo manual. En estas circunstancias el trabajo intelectual sigue formando parte de una élite privilegiada a la que tiene acceso una minoría de la sociedad socialista. La enseñanza sigue siendo selectiva, basada en la emulación, y estimula las ambiciones individuales en lugar de la devoción colectiva. Cuando esto ocurre, aunque el régimen exalte al proletariado y afirme que los obreros son los dueños del país, el poder real de decisión se deslizará poco a poco hacia una capa social de administradores y técnicos, cuyos interese inmediatos comienzan a ser diferentes de los intereses y concepciones del proletariado.

    Este fenómeno se traslada y prolonga también hacia los campos literarios y artísticos. En los regímenes capitalistas y feudales la cultura es un privilegio. El hecho de que en los grandes países capitalistas la cultura (en apariencia pero no en esencia) esté al alcance más allá de fracciones de las clases privilegiadas no constituye ningún cambio radical en la educación. Existen, objetivamente, obstáculos ideológicos y estructurales que hacen inaccesible la cultural a las grandes mayorías obreras. Ser culto es gozar de una ventaja que no tienen las grandes mayoría.

    De esta manera, por más que un artista provenga del pueblo, sus obras pasan a formar parte del patrimonio de la clase que está en el poder.

    Los regímenes socialistas se ven con frecuencia obligados a coger una masa de intelectuales provenientes de la vieja sociedad, éstos traen del antiguo régimen una cultura que estaba fundada en la superioridad de clase. Aunque acepten el nuevo régimen, sin generalizar, los hábitos y psicología de estos intelectuales permanecen alejados de las costumbres y mentalidad de los trabajadores. Por lo tanto, existe el riesgo de que su actividad siga siendo extraño a los obreros, tanto por el esoterismo de su producción intelectual, y que sus obras trasmitan valores tradicionales perteneciente a un cuadro ideológico distinto al del socialismo revolucionario. Todo esto lleva a una fuerte tendencia a institucionalizarse como consecuencia de la concesión de diversos privilegios materiales, de salarios más elevados, de mejores condiciones de alojamiento; privilegios que concurren para hacer que los artistas y escritores de los países socialistas se conviertan en un grupo social cuyo modo de vida, al igual que sus preocupaciones, se alejen cada vez más de los de las masas populares.

    Pero es en la relación entre dirigentes y dirigidos donde se manifestará más claramente la división social del trabajo, es en esa relación donde principalmente se concentra sus efectos negativos. Existe evidentemente una diferencia entre quienes ejercen el poder y los ejecutantes. Toda diferencia es una contradicción y existe en el socialismo como en los otros.

    Esta diferencia tiene también su origen en la división social del trabajo. En las primeras sociedades, la productividad del trabajo y exigía casi la totalidad del tiempo de los hombres. Después , por encima de la gran mayoría, encargada de la tarea de arrancar de la naturaleza elementos de subsistencia, se formó un grupo liberado del trabajo directamente productivo que tomó en sus manos los asuntos de la colectividad: organización de las tareas, asuntos políticos, justicia, ciencia, arte, etc. Poco poco, este grupo, por el hecho de haber sido investido principalmente de la responsabilidad de repartir entre todos los productos del trabajo, abusa de esa confianza y empieza a vivir por completo a expensas de los trabajadores y a acrecentar sus recursos y bienes más allá del promedio social de las necesidades y de lo que era estrictamente necesario para el ejercicio de sus funciones específicas. De esta manera nació la explotación y la sociedad se dividió en clases antagónicas.

    El régimen socialista tiene la posibilidad de suprimir la explotación aplicando el principio de dar a cada quien, estrictamente, según el trabajo realizado. Pero aplicando rigurosamente éste principio aún no permite acabar con las desigualdades sociales, porque los hombres tienen distintas y diversas necesidades, por lo que permanece la desigualdad con ingresos similares. En consecuencia mientras la sociedad no pueda dar a cada quien según sus necesidades, seguirá siendo una sociedad de escasez relativa y, por lo tanto, de desigualdad social.(1)

    La repartición del producto social permanece como una fuente de tensiones internas, y los hombres continuarán enfrentándose. Aparecerán o se formarán grupos sociales que se esforzarán por obtener un reparto que resulte ventajoso para ellos. Aquellos grupos sociales más instruidos, con un nivel de calificación más elevado, aquellos cuya capacidad de trabajo es mayor, tendrán la tendencia a acrecentar sus exigencias más allá de lo que su trabajo le otorga estrictamente como derecho y a obtener privilegios. La razón principal que en el socialismo siga existiendo el Estado es para mantener por la fuerza la norma de reparto de acuerdo con el trabajo realizado.

    La existencia del Estado, entonces, preserva otra desigualdad, la que existe entre los dirigentes y los dirigidos. Los que están en el Poder son los mejor situados para obtener privilegios y fácilmente pueden dejar de lado el principio de “a cada quien de acuerdo a su trabajo”, el egoísmo y el individualismo se vuelven los rasgos dominantes entre los cuadros del Partido Comunista y del Estado. Si estas tendencias se desarrollan, combatirlas se convertirá en una gran lucha de gran envergadura dentro del mismo aparato del Estado, porque se pone en juego el Poder del Estado.

    Por todo esto la GRCP iniciada por el Presidente Mao Tse-tung es una empresa perfectamente coherente. Mao cree firmemente que la sociedad humana de todas formas llegará el comunismo, pero para que esto ocurra el régimen socialista tiene que trabajar con tenacidad en la creación de las condiciones para llegar al comunismo.

    Es fundamental, entonces, desarrollar la capacidad productiva del país para, cuando llegue ese día, dar “a cada quien según sus necesidades”. Pero para Mao no llegaremos a la meta deseada por la humanidad, si antes no desaparecen, paulatinamente, las desigualdades sociales, porque su existencia y crecimiento conduciría a su contrario : la explotación. Esto acabaría con el progreso económico de la sociedad e introduciría la anarquía del mercado.

    “Esto implica una lucha contra las tradiciones individualistas arraigadas desde hace miles de años en los hábitos y costumbres de los hombres que los lleva a concebir la felicidad en términos de satisfacción individualista y no colectiva. Estos factores ideológicos son un poderoso estimulante para aumentar las desigualdades sociales. Combatirlos exige un cambio total de las costumbres y las mentalidades para eliminar todas las huellas del pasado, al mismo tiempo se rehace toda la superestructura en lo administrativo, pedagógico y cultural en la que la influencia del pasado se haya materializado en diversos grados”

    La GRCP tiene varios frentes de acción. Uno de ellos es la transformación de la enseñanza para eliminar la separación entre trabajo manual y el trabajo intelectual, pero sobre todo su institucionalización de esta separación. El objetivo de la nueva enseñanza no es formar los gestores que la nueva sociedad necesite sino crear un hombre nuevo, moral y físicamente apto, y a la vez sea un trabajador y un intelectual. Esta transformación en la enseñanza se realiza fundamentalmente ligando la educación con la práctica concreta de la producción y del trabajo. Los estudiantes dejarán de ser una fracción social particular y en adelante serán escogidos entre los obreros y los campesinos que ya están familiarizados con el trabajo y seguir un ciclo de formación bastante corto. Estas innovaciones en el comienzo de la GRCP se basaban en dos ideas :

    1º que la mejor enseñanza proviene de la práctica concreta de un trabajo y ésta debe anteceder a los conocimientos adquiridos en los libros.

    2º que la promoción de los alumnos no deben seguir formas elitistas, que tomen en cuenta el valor individual de sus conocimientos, sino más bien que se tome en cuenta su nivel político e ideológico y su sentido del deber con la colectividad.

    En el campo literario y artístico la GRCP puso al descubierto a los intelectuales y artistas influidos de ideología burguesa. La GRCP condujo a la supresión de los privilegios que gozaban los artistas, que ahora deben permanecer ciertas temporadas en las fábricas y comunas populares, con el objetivo de proporcionarle una visión diferente del mundo mediante el contacto prolongado con las masas obreras y campesinas. La Ópera de Pekín es un ejemplo claro de cambio en la literatura y el arte donde se exalta los valores estrictamente revolucionarios del proletariado.

    En el campo entre los dirigentes y dirigidos, entre el Poder y el pueblo es la parte medular de la GRCP. El Presidente Mao Tse-tung subrayó que la presente revolución cultural se trataba de una revolución política desde su inicio hasta todo lo largo de su desarrollo, y que ese era el problema fundamental.



    LOS GRUPOS PRIVILEGIADOS EN LA SOCIEDAD SOCIALISTA

    Hemos dicho que la persistencia de la desigualdad social en el socialismo se debe a que hay una lucha por la repartición del producto social y por la búsqueda obstinada de privilegios de un grupo social que se ha formado. Esta tendencia tiene la posibilidad de concretarse, con cierta eficacia, entre algunos de aquellos que ocupan cargos de responsabilidad. El Poder les resulta muy útil para conseguirlo, surge entonces entre los cuadros del Partido Comunista una fracción de grupos de cuadros privilegiados. Si este fenómeno no es frenado en su momento se formará una clase privilegiada. Ésta obstaculizará todas las normas socialistas de repartición de acuerdo al trabajo realizado. Las desigualdades sociales aumentarán y aparecerá una especie de nueva burguesía. Cuando ocurre esto, entonces, la diferencia social entre dirigentes y dirigidos irá aumentado en vez de disminuir, y el paso al comunismo se irá diluyendo.

    En la URSS el crecimiento de las desigualdades sociales se manifestó después de la Segunda Guerra Mundial, hasta alcanzar una extensión más perceptible. La causa de este fenómeno no se debe a la pobreza del país, como afirman con dogmatismo los trotskistas(2). El que la URSS de los años veinte o que China de la GRCP hayan sido pobres o relativamente pobres no es la causa de que existan desigualdades sociales o exista la tendencia a la formación de capas privilegiadas. Al contrario la pobreza dentro del socialismo, en una colectividad, será un estimulante para el igualitarismo que mantendrá coherente a dicha colectividad, en tanto que la desigualdad social las dividirá en clases sociales.

    Por lo tanto, todo depende de la norma de reparto que prevalezca, y ésta no es un elemento económico sino que descansa en último análisis sobre factores ideológicos. La norma de distribución se basa en la capacidad del régimen socialista para vencer las tendencias individualistas (que la tradición, la fuerza de la costumbre y las viejas ideas, que aún están muy arraigados en las mentes), y en la capacidad de impulsar el colectivismo. Esto es una tarea difícil que exige un combate cotidiano, renovado e ininterrumpido, es decir, para Mao Tse-tung, y esto es uno de los pilares de su pensamiento, la revolución no debe interrumpirse en ningún momento. Es aquí donde surge la oposición a Mao dentro del Partido, y donde se origina la lucha de Mao y sus partidarios contra sus opositores dentro del Partido, principalmente contra dirigentes importantes como Liu Shao-chi y seguidores, lucha conocida como revolución cultural.

    Mao Tse-tung dijo en una conversación con André Malraux(3), refiriéndo a los hombres que conforman el Partido Comunista, “no les gusta entregarse a la revolución toda su vida”.

    Una vez tomado el poder, los cuadros comunistas ven como cosas que pertenecen al recuerdo y al pasado, los rigores de la clandestinidad y la rudeza de la vida de guerrillero en la revolución china. Entonces entre algunos de ellos se esparce el gusto por el confort y de una vida fácil. Su trabajo comienza a caracterizarse por lo siguiente: mezcla de rutina, complacencia hacia ellos mismos y rigor hacia los subordinados. Persiguen privilegios salariales y materiales, tratan por todos los medios de institucionalizar estas tendencias. Se separa cada vez más la ligazón que debe existir entre los simples trabajadores y los cuadros dirigentes. La igualdad que existió en los días gloriosos y heroicos de la revolución comienza a desaparecer.

    En ese momento solo existe el burocratismo, en un primer momento no puede ser malo pero si este proceso sigue ahondándose, los malos hábitos, al acumularse, comienzan a corromper y extinguir la fe revolucionario de los cuadros comunistas. El gusto por las posesiones y el creciente individualismo conducen a un nuevo estadio. Aparecen entonces, en el seno del régimen socialista, nuevos mandarines que no ven en los otros hombres sino medios u obstáculos y que aprovechan su posición para lograr sus objetivos interesados. Para ellos, la política revolucionaria, que lleva como base el igualitarismo y la entrega como militante que esto requiere, se hace intolerable con el tiempo para estos cuadros, ya aburguesados, y comienzan a desplegar todas sus fuerzas para oponérseles.


    LA OPOSICIÓN DE LIU SHAO-CHI A MAO TSE-TUNG

    Los regímenes socialistas aplican la dictadura del proletariado. No toleran la oposición y, en principio, esta no posee ninguna libertad de acción o de expresión reconocida. Ahora bien, como las contradicciones no desaparecen, es evidente que no desaparecen tampoco las corrientes políticas antagónicas. La oposición a la política oficial es entonces inevitable, pero está obligada a tratar de imponerse mediante recursos camuflados. La oposición no podrá manifestarse sino a través de la única posibilidad que se le ofrece, la de corromper pacientemente las zonas del poder en el seno mismo del Partido Comunista, ocultándose tras una apariencia de lealtad política e ideológica. El régimen estricto y el rigor doctrinal que los Partidos Comunistas instauran en las sociedades en las que han alcanzado el poder tienen por consecuencia la de volver muchos más insidiosos a sus adversarios.

    Así la vida política en un país socialista es la resultante de una serie de factores específicos y se presenta como una suma de conflictos que, por los motivos indicados, se concentran en las luchas de variable intensidad por el poder en el seno mismo del Partido Comunista. Observadas desde el exterior, estas oposiciones pueden parecer como un conflicto entre revolucionarios proletarios animados por una idéntica fe en el marxismo, pero en realidad son la expresión de una nueva forma de lucha de clases. Bajo el aparente monolitismo del Partido Comunista y la aparente adhesión común a la ideología marxista se desarrollan encarnizadas luchas ocultas e ininterrumpidas.

    La oposición de Liu Shao-chi a Mao Tse-tung debe examinarse en este contexto. No puede considerarse como una querella entre personas ni como un conflicto doctrinal en estado puro. De hecho, esta oposición fue la expresión política de un conjunto de contradicciones de clase en las que se entrelazaban a la vez factores sociales y factores ideológicos alimentadas por un sustrato de privilegios materiales, de inclinaciones burocráticas y de dificultades para adaptarse al ritmo acelerado de la política maoista.

    Esta perspectiva permite comprender la razón por la cual el método de lucha adoptado por Mao Tse-tung durante la Revolución Cultural haya sido mucho más complejo y sutil que el que habría consistido simplemente en separar a sus adversarios de sus funciones y de su influencia mediante procedimientos administrativos y policiacos. Mao Tse-tung combatió a sus adversarios al mismo tiempo que trataba de minar la base ideológica y social de su política. Esto es lo que analizaremos a continuación.

    OBJETIVO DE LA GRCP: TRANSFORMAR Y REHACER EL ESPÍRITU HUMANO

    La Revolución Cultural china se fijó como objetivo último y fundamental rehacer el espíritu humano. Este objetivo está resumido en la consigna Duo Se, que significa: “Combatir el individualismo”. Se trata de asegurar la primacía de una concepción colectivista de mundo sobre la visión tradicionalmente egocéntrica que el hombre tiene de sí mismo en la sociedad.

    Transformar los espíritus en este sentido significa terminar definitivamente con la fuerza de la tradición que, arraigada en costumbres y modos de vida seculares, impulsa a los hombres a la búsqueda primordial de su propia satisfacción. Transformar los espíritus significa desalentar a la ambición, al “hacer carrera”, factores que ejercen una considerable influencia sobre el agudizamiento de las desigualdades.

    A partir del momento en que el régimen socialista se esfuerza en disminuir las desigualdades, debe tratar de mantener lo más débiles que pueda las diferencias sociales. Se plantea entonces un delicado problema. Los hombres no tienen ya la perspectiva de poder aumentar sus ganancias para incitarlos al trabajo. La ausencia de privilegios para las minorías suprime el agijón que podría constituir para la mayoría. Mao Tse-tung preconiza también la sustitución d estos estimulantes materiales por estimulantes morales. Hay que hacerlo de tal manera que las masas y los cuadros del Partido trabajen para el socialismo por convicción revolucionaria. Esto implica un cambio total de las ideas y la desaparición del egoismo. Es un desafío lanzado al dinero y al fetichismo material y no al propio hombre, como han afirmado demasiado a la ligera algunos comentarios occidentales. Al contrario, me parece que este paso está basado en una gran confianza en el hombre, en la convicción de que la humanidad puede cambiar y desembarazarse de sus cadenas ideológicas.

    Transformar la mentalidad significa implantar las ideas revolucionarias en la vida social. No hay que creer que esta operación corresponda al estudio libresco de la doctrina de Mao Tse-tung, como lo haría pensar la difusión de millones de ejemplares de sus escritos en el transcurso de la Revolución Cultural. La politización de las masas chinas se ha realizado sobre todo a través de la práctica de una lucha muy compleja y a menudo muy áspera. El estudio de las obras de Mao Tse-tung fue concebido como una guía destinada a esclarecer los problemas específicos concretos que se plantea en el curso de esta lucha. Era preciso aplicar rápidamente lo que esas obras aportaban como conocimientos. No se trataba entonces de una empresa de “adoctrinamiento” basada en la repetición constante de un cierto número de temas ¬aunque este aspecto de las cosas haya existido también¬, sino que el propósito era, además y ante todo, aprender la revolución mientras se hacía.


    DESENMASCAR A LOS OPOSITORES RECURRIENDO A LAS MASAS

    En realidad se trataba de que la población se movilizara para criticar todo aquello que, en la sociedad, hubiese sufrido la influencia de la tradición. Este era el caso de la pedagogía, de la literatura y del arte, aspectos de la Revolución Cultural a los que ya me he referido. Era necesario también que el pueblo pudiese criticar el funcionamiento de los mecanismos del Estado, puesto que el distanciamiento entre los dirigentes y los dirigidos era un problema clave. Todo esto condujo a un movimiento de crítica de los cuadros destinado a hacer más estrecha su relación con las masas. Una reconformación de las estructuras del poder ¬fórmula basada principalmente en los principios de la Comuna de París y que fue después abandonada en favor de una más elaborada, la del Comité Revolucionario de Triple Unión, de la que hablo en el cuerpo de este trabajo¬ era absolutamente necesario para ofrecer a los chinos un mayor control sobre los asuntos del Estado y para reforzar el carácter democrático y revolucionario del régimen. Con ello se intenta institucionalizar el derecho de crítica de los dirigidos respecto a los dirigentes, e integrar representantes de los primeros, directamente designados por ellos, en las nuevas formas del poder.

    Una empresa como ésta constituye por sí misma una revolución, porque es inevitable que en su camino encuentre una resistencia que deberá ser vencida mediante un esfuerzo vigoroso. Esta resistencia proviene de todos aquellos que, apoyándose en la persistencia de las desigualdades, han logrado alcanzar una situación de privilegiada o relativamente privilegiada. Esta resistencia es más fuerte cuando entre estos privilegiados se encuentran algunos de los que detentan importantes responsabilidades en el partido y en la administración. Al contrario de lo que frecuentemente se ha afirmado en el extranjero, estas personas constituían en China una minoría, pero sus posiciones les permitían maniobrar en forma bastante eficaz. Por otra parte, podían utilizar en su beneficio la relativa pesadez del aparato del Partido y las diversas tendencias burocráticas y conservadoras.

    La presencia de opositores en el seno mismo de la dirección del Partido y en las diferentes ramas de la organización comunista complicaba considerablemente la empresa de Mao Tse-tung. Aún más se consideraba que, como ya lo he señalado, era muy difícil descubrir y combatir una oposición que no se declaraba como tal abiertamente, que se decía marxista e inclusive maoista y que recuperaba para sí las consignas oficiales. Una depuración de tipo clásico, en “la cumbre”, no hubiera servido más que para podar la oposición de sus ramales visibles. Era mucho más difícil localizar a los opositores en el nivel de las ramas regionales y en los escalones medios de la jerarquía. Sus diversas ramificaciones estaban completamente ocultas y no podían ser descubiertas mediante simples investigaciones administrativas. Entonces Mao Tse-tung recurrió a métodos de lucha destinados a hacerles abandonar una parte de sus trincheras y perder las ventajas de su posición. Intentó romper la táctica de la corrosión, lenta pero eficaz, de las instituciones practicadas por los opositores, obligándolos a descubrirse. Para lograr esto, Mao actuó de acuerdo a los siguientes principios.

    Puesto que el crecimiento de las diferencias entre dirigentes y dirigidos amenaza con deslizar imperceptiblemente el poder a manos de los representantes políticos de una neoburguesía separada del pueblo, Mao tuvo la idea de llamar a las masas para que examinaran el comportamiento de los cuadros dirigentes a todos los niveles. Las masas deberían distinguir por si mismas entre aquellos que continuaban siendo dignos de su confianza y aquellos otros que se comportaban como nuevos mandarines, y denunciar al mismo tiempo los excesos y la corrupción eventual de estos últimos.

    La actitud de los cuadros respecto de este movimiento permitiría juzgar acerca de sus tendencias profundas, se vería quiénes eran los que no habían perdido contacto con el pueblo, los que continuaban considerándose como sus servidores y mantenían un estilo de trabajo democrático y un modo de vida simple. Indudablemente la oposición sería denunciada y ella misma reaccionaría frente a esta denuncia; así aparecería un buen día.

    En efecto, las primeras fases de la Revolución Cultural se caracterizaron por vigorosos intentos de impedir, mediante diversas presiones, que la población expresase sus críticas, con objeto de mantenerlas en la mayor pasividad posible. Más tarde, esta táctica de la oposición cambió a medida que la población participó , en forma cada vez mayor, en el movimiento de crítica; los opositores se esforzaron entonces en suscitar o aprovechar la escisiones y, mediante tortuosos y múltiples procedimientos, confundir los frentes de lucha y romper su cohesión. Esto los condujo al mismo tiempo y de un solo golpe a correr riesgos y a revelar más claramente su hostilidad a la política de Mao Tse-tung, lo que éste utilizó para neutralizarlos y privarlos de manera progresiva de la parte del poder que detentaban.


    LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN LA URSS Y SU INFLUENCIA EN LA RPCH

    Al relatar la génesis de la Revolución Cultural, me he abstenido de evocar los factores externos que en ella influyeron. Es conveniente decir algunas palabras acerca del más importante de éstos: el conflicto chino-soviético.(4)

    El origen de este conflicto debe remontarse al año 1956, cuando, en un informe “secreto” pero mundialmente célebre, Jruschev enjuició en términos violentos la causa de la era staliniana y abrió un nuevo curso a la política soviética. El Partido Comunista chino no aceptó nunca el repudio de Stalin y manifestó su hostilidad hacia las tesis de Jruschev. Es sabido que el desacuerdo chino-soviético se agudizó progresivamente, pasando de los problemas de la construcción del socialismo al de la política extranjera de los países comunistas hasta desembocar, en 1962, en una degradación acelerada que afectó no sólo las relaciones entre partidos sino también las relaciones entre Estados.

    Aunque Mao Tse-tung no haya recurrido jamás a los mismos métodos de Stalin y pese a que China tuvo que sufrir en un tiempo los errores de este último, Mao vio en la “desestalinización” emprendida por Jruschev en la URSS un fenómeno pernicioso.

    En Occidente, una parte de la opinión pública, mal informada, tiende con frecuencia a considerare con una cierta simpatía al jruschevismo, que ve como un intento de “liberalización” del régimen soviético. Pero en China inspira sentimientos y juicios absolutamente diferentes. Es indispensable precisar algunos puntos a este respecto para aclarar las causas de la puesta en marcha de la Revolución Cultural.

    La política de Jruschev es considerada por los comunistas chinos como un abandono de la tarea revolucionaria, caracterizado por el rechazo explícito de la noción de dictadura del proletariado y otras importantes tesis del marxismo. A los ojos de los comunistas chinos, esta política condujo al desmantelamiento de la economía colectivista y a la traición al internacionalismo proletario por la proclamación de la coexistencia pacífica e incluso del acuerdo tácito con Estados Unidos, que la prensa china califica de una “nueva Santa Alianza” destinada a mantener el statu quo mundial y a impedir las revoluciones. Pero el jruschevismo significa también, y es posible que aun ante todo, para los comunistas chinos, la ruptura de las ligas estrechas y delicadas que deben unir al Partido Comunista a las masas populares, y el crecimiento sin freno del poder de una casta de privilegiados entre los funcionarios y dignatarios del régimen soviético. La política exterior moderada y conciliadora de los dirigentes soviéticos no es sino la prolongación de la tendencia al aburguesamiento y a la corrupción que se observa desde entonces en su política interna.

    La desastrosa evolución de la URSS durante estos últimos años fue una señal de alerta para Mao Tse-tug. China podía caer también en este carril y la Revolución mundial se hubiese visto gravemente comprometida.

    Los inquietantes síntomas de aburguesamiento en una fracción de los cuadros del Partido chino ¿anunciaban a caso la posibilidad de un fenómeno análogo al del revisionismo soviético? Ciertamente, la distancia entre los salarios más bajos y los más elevados nunca fue muy grande en el régimen de Mao, pero éste no es más que un aspecto de las cosas. De hecho, la situación era muy diferente a la que privaba durante la guerra antijaponesa y la guerra de liberación. En aquella época, era frecuente que los cuadros no recibieran salarios alguno y fuesen retribuidos mediante mercancías de primera necesidad; su modo de vida era extremadamente simple y apenas se diferenciaba del de las masas populares. Los cuadros no gozaban de ningún privilegio que no fuera el de desplazarse para ir a luchar a todos los sitios donde fuera necesario, en las condiciones más duras.

    Durante dos o tres años después de la liberación de China, la situación de los cuadros no presentó ninguna modificación pero después, progresivamente, una parte de ellos acrecentó sus ventajas materiales. Desde luego, en China no hubo jamás la indecente atribución de privilegios a los altos funcionarios que desde hace un buen número de años se ha extendido a la URRS. En China no hubo nunca “tiendas de cortinas blancas”.(5) Los cuadros, salvo necesidades de servicio, se desplazan en motoneta o en autobús y comen en los mismos comedores que losa trabajadores. Es frecuente verlos, en los lugares de trabajo, jugar pimpón o basquetbol con los obreros durante las dos pausas de un cuarto de hora que a las diez y a las cuatro interrumpen la jornada. Sin embargo, existe lo que se ve y también lo que no se ve tanto. Desde 1951 se estableció un sistema de salarios para los funcionarios. Completado y modificado en 1955 y 1956, este sistema crea toda una serie de categorías. Existen diferencias de remuneración y algunas veces de alojamiento debido a la antigüedad y al mérito de una parte de estos funcionarios. También para los hijos de algunos de ellos, principalmente los de alto rango, se crearon escuelas especiales, pese a la oposición de Mao Tse-tung. Todo esto podría parecer poco importante. Las facilidades materiales de las que se benefician los mejor situados no colocan su nivel de vida muy por encima del de los trabajadores. Pero existía una tendencia al acrecentamiento de estas diferencias. Porque mientras Mao Tse-tung afirmaba que los cuadros debían ser los servidores del pueblo y no gozar de ningún privilegio, un Liu Shao-chi indicaba, por su parte, que el Partido debía asegurar a esos cuadros “todas las facilidades” para permitirles trabajar y ejercer sus actividades.

    En algunas empresas editoriales, los cuadros recibían remuneraciones especiales por las traducciones de obras extranjeras, efectuadas por ellos como suplemento de su trabajo. Algunos escritores y periodistas acumulaban sus salarios con las sumas que recibían como retribución por los artículos que escribían para los periódicos. En los medios cinematográficos había artistas y redactores de guiones que pedían y llegaban a obtener sueldos relativamente elevados, al mismo tiempo que residencias particulares muy confortables, necesarias, según ellos, para su trabajo creativo. ¡Algunos llegaron a solicitar departamentos insonoros, y a varios de ellos les fueron concedidos!

    Todo esto no podría compararse con la prodigalidad y el lujo ostentados por la “burguesía” soviética o por la de los países capitalistas, pero el camino estaba abierto y algunos mostraban deseos de recorrerlo a grandes zancadas, con todas las consecuencias que de ello se desprendiera.

    A estos fenómenos de diferenciación social, limitado pero sensibles, se añadía los elementos psicológicos que acompañan al ejercicio de las responsabilidades. Las consideraciones de rango y de grado a menudo corrían parejas con ciertas nociones de prestigio. Con el acceso a las responsabilidades, algunos cuadros se volvían autoritarios, presuntuosos, sin consideración para con sus subordinados, más obsequiosos con sus superiores. Progresivamente se iban creando las condiciones para que el poder y aquellos que lo ejercían se separaran cada vez más del pueblo. Entonces se habría despejado del todo el camino hacia el jruschevismo.

    Después de la ruptura chino-rusa de 1960 y el retiro de los expertos soviéticos de China popular ordenado por Jruschev, el régimen maoista no podía esperar más ayuda extranjera, y desde ese momento se vio obligado a luchar simultáneamente en dos frentes. Para salir adelante, China debía contar con sus propias fuerzas. Mao Tse-tung confiaba para ello en la movilización de la prodigiosa capacidad de trabajo de la enorme masas de los setecientos millones de chinos. Esto implicaba que en un país mantenido en estado de revolución ininterrumpida se sostuviera una efervescencia y un entusiasmo militante. Pero la presencia en el seno del Partido Comunista de elementos neoburgueses, más preocupados por sus ventajas e injusticias que por la revolución, resueltos a la moderación y la conciliación, constituía un obstáculo frente a la política maoista. En efecto, a cada paso, la empresa sería trabada por los responsables partidarios de métodos más tradicionales, fatigados de la exaltación y de las grandes campañas revolucionarias. Ya antes, el episodio del Gran Salto hacia Adelante de 1958 había sufrido ciertos frenos burocráticos y, desde entonces, Mao Tse-tung había sentido el constante endurecimiento y atrevimiento de la oposición a su política.


    PENG TE-HUIA

    El restablecimiento de las milicias populares en 1958 y la nueva política militar había dado ocasión también a un conflicto con el ministro de la Defensa, Pen Te-huai, quien preconizaba la edificación en China de un ejército de tipo más o menos clásico otorgándole la primacía a la técnica y a los armamentos y rompiendo con las sobrevivencias del tiempo de las guerrillas. Pero esto hubiese hecho necesario una ayuda masiva de la Unión Soviética y en consecuencia la armonía con Jruschev. Esta posibilidad era rechazada por Mao Tse-tung. El asunto Peng Te-huai terminó en 1959 en Louchan donde, después de una reunión del Comité Central, el ministro fue destituido y reemplazado por Lin Piao. (Este suceso tiene, como veremos, una gran relación con el desencadenamiento de la Revolución Cultural.)

    Sin embargo, la oposición no había sido desarmada todavía. Las vicisitudes del Gran Salto hacia Adelante, los años difíciles que siguieron, agravados por las calamidades naturales y el retiro de los expertos soviéticos, ofrecieron a ciertos dirigentes del Partido la ocasión de poner en duda la validez de la política hasta entonces seguida por Mao Tse-tung. Se le acusó de subjetivismo y de prisa excesiva. Se habló de demagogia, de prurito revolucionario. Las comunas populares fueron convertidas por algunos en falansterios de comestibles. Se habla de retorno al socialismo utópico. Tres voces se distinguían en este concierto: la del presidente de la República, Liu Shao-chi; la del secretario general del Comité Central Teng Sia-ping, y la del alcalde de Pekín Peng-cheng.

    En 1962, considerando que el momento era favorable, Peng Te-huai solicitó su rehabilitación. Algunas obras literarias que satirizaban en forma velada al Partido fueron publicadas. Por su parte, Liu Shao-chi hizo reeditar su libro titulado “Cómo ser un buen comunista”, en el que no economizaba sus ataques contra los “izquierdistas”, a quienes no nombraba, y exigía la “paz” en el seno del Partido. Había en el libro algunas insinuaciones dirigidas veladamente contra Mao Tse-tung, de las que hoy se dice que tenían por objeto preparar a la opinión pública para una operación política similar a la que Jruschev había lanzado contra Stalin. Por su parte, el responsable de la pedagogía, Lu Ting-yi, criticaba con encono algunas medidas adoptadas por iniciativa de Mao durante el Gran Salto, principalmente la creación de escuelas mitad trabajo y mitad estudio. Lu Ting-yi, que en el pasado había recomendado con frecuencia imitar la pedagogía soviética, se esforzó a partir de 1960, por reducir la importancia del trabajo manual y de la política en los programas escolares. Gracias a su iniciativa el estudio de los clásicos y de la caligrafía se introdujo de nuevo en la enseñanza primaria.


    LA OPOSICIÓN ENDURECE SUS MEDIDAS CONTRA MAO

    ¿Había perdido Mao en esa época el poder, como se afirma algunas veces en el extranjero, en forma bastante aventurada a mi parecer? Es muy poco probable, puesto que durante todo este periodo la línea política del Partido Comunista chino, tanto exterior como interior, continuó siendo la misma. Además, hoy se sabe que en la 10ª sesión plenaria del Comité Central, celebrada en septiembre de 1962, Mao logró que se condenara como una desviación derechista la tendencia de sus censores. Sin embargo por motivos aún no conocidos del todo, dichos censores no fueron eliminados ni descalificados, y Mao continuó gobernando con una oposición que había demostrado su fuerza y su tenacidad.

    Sin duda, Mao Tse-tung debe haber pensado que este endurecimiento de la oposición, estas manifestaciones de disidencia que día a día se multiplicaban, no tenía relación alguna con la ofensiva que contra su régimen había lanzado públicamente Jruschev a fines de 1961. Mao vio probablemente, a su lado, en la dirección del Partido, la sombra del detestado revisionismo jruscheviano. Su prestigio y su destreza le había permitido hasta entonces resistir y controlar esa corriente pero, después de él, ¿se podría impedir que un nuevo Jruschev hiciese en China lo que el precedente había llevado a cabo en la URRS?

    La reacción de Mao no demoró mucho tiempo. En 1963, lanzó el Movimiento de Educación Socialista, tentativa que prefiguraba lo que sería la Revolución Cultural y parcialmente basada en principios similares. Este movimiento estaba destinado a combatir la influencia de la tradición y del individualismo y a evitar en la medida de lo posible que la educación condujera a esa corrupción del régimen revolucionario que se denomina revisionismo.

    En efecto algunos indicios eran alarmantes. Durante los años difíciles precedentes, de 1959 a 1962, había aparecido algunas desviaciones. Se habían descubierto tentativas de malversación y desvío de fondos en la administración, así como un aumento de la explotación de tipo privado en el campo, alentado por una fracción de los dirigentes del Partido.

    En 1964 se organizaron un gran número de exposiciones en las zonas rurales, algunas para fustigar los casos de injusticia y fraude, y otras para descubrir la vida en la antigua sociedad, con el objeto de educar a la juventud y recordar el peligro de un regreso a ese estado de cosas, si las prácticas señaladas no eran derrotadas. En forma simultánea, los cuadros y los intelectuales fueron enviados al campo de acuerdo con un plan preestablecido. El objetivo de esta acción era triple: estos cuadros e intelectuales debían realizar informes sobre las condiciones de la vida rural, al mismo tiempo que enriquecía su formación mediante el contacto con las realidades concretas. Además, la práctica del trabajo manual era un elemento que ayudaba a su proletarización en el sentido político y moral del término.

    En las ciudades, la prensa del Partido emprendió la publicación de una gran cantidad de artículos de carácter teórico. Se repitió muchas veces que toda tentativa de revolución o de contra revolución tiene su origen en el dominio literario y artístico. Se desarrolló toda una argumentación al respecto para demostrar el carácter clasista de la cultura y la primacía de los criterios políticos sobre los criterios artísticos. La transformación del género particular que se ha llamado la “Ópera de Pekín” data de esa época. Esta forma de arte se convirtió en el vehículo de temas revolucionarios modernos. En junio de 1964 tuvo lugar un festival de ópera de Pekín renovada en la capital china. En el periodo precedente se habían creado piezas como “El raid sobre el regimiento del Tigre Blanco”, que ilustra un episodio de la guerra de Corea, y un ballet titulado “El destacamento femenino rojo”, que evoca un episodio de la guerra civil en la isla de Hainán.

    En 1964 se presentaron escenas de la antigua sociedad mediante estatuas de arcilla de tamaño natural. Los amargos recuerdos del pasado revivían de esta manera frente a las nuevas generaciones. Una de estas exposiciones se titulaba “El tribunal de los tributos”; en ella se veían campesinos obligados a ceder una parte de su cosecha al propietario terrateniente, que los hacía sufrir todo tipo de castigos y humillaciones. Estas obras recibieron mucha publicidad. Reproducidas en fotografías, filmadas, se convierten en el tema de exposiciones ambulantes, constituyendo un importante elemento de educación ideológica, un ejemplo de arte al servicio del pueblo.

    Parece ser que el Movimiento de Educación Socialista fue el punto de partida de un plan de transformación tendiente a consolidar en primer lugar las bases del socialismo en el campo.(6) Éste era el objetivo de los “cuatro saneamientos” en los campos político, ideológico, cultural y económico que formaba parte del Movimiento de Educación Socialista y que se desarrollaba principalmente en las zonas rurales. Se trataba de contrarrestar el relativo crecimiento y extensión de los estimulante materiales, el nepotismo, la concusión, el mercado negro y el favoritismo en la medida en que aumentaba inevitablemente la tendencia a la reaparición de campesinos ricos o relativamente ricos. Se señalaron algunos casos de arbitrariedad e inmoralidad de ciertos dirigentes. Se habían cometido excesos burocráticos. La jerarquización de la autoridad dejaba entrever el hecho de que el Poder comenzaba a escapar de las manos del pueblo. En algunas comunas populares, los cuadros habían tomado la costumbre de fijar su obtención de puntos de trabajo haciendo el promedio del número de puntos obtenidos por los tres campesinos que totalizaban el máximo atribuyéndose la cifra correspondiente.

    En consecuencia, con esta situación se revivieron las organizaciones de masas, como las asociaciones de campesinos pobres y las organizaciones de mujeres. En su informe del 1º de enero de 1964 ante la Asamblea Nacional Popular, Chou En-lai había dicho que el punto esencial para hacer triunfar el Movimiento de Educación Socialista era la movilización de las masas. Era el pueblo el que debía, de abajo hacia arriba, examinar el comportamiento de los cuadros y denunciar los eventuales abusos. Se formaron equipos de cuadros del ejército y del Partido para ir a las comunas rurales y verificar y rectificar la gestión económica. Estos equipos reunían a la gente para que expusieran sus quejas y zanjara los litigios pendientes. Si era necesario, los equipos podían destituir a algunos cuadros corrompidos o a aquellos cuyo entusiasmo revolucionario era insuficiente. Se estimuló un vasto movimiento de estudio de las obras de Mao Tse-tung en unión con la práctica de esta lucha de clase, con objeto de asegurar una educación viva y completa.

    Así mismo, se alienta, la moralidad, que los años difíciles habían puesto a prueba en algunos sitios, y la crítica de ciertos aspectos del condicionamiento cultural de la sociedad que tenía un origen feudal. El Diario del Pueblo se refirió a un juego de cartas que gozaba de una cierta popularidad entre los jóvenes campesinos, típico a este respecto. Este juego se llamaba “El Señor”. El primero que terminaba el juego era llamado el Señor, el siguiente era el campesino rico, y el último, el campesino pobre, tenía que pagar un tributo a los demás.

    Durante el Movimiento de Educación Socialista se recrudece la lucha contra las supersticiones, que seguían existiendo en forma más o menos vivaz. En 1964se prohibió la venta de los objetos destinados a las prácticas de las supersticiones.

    Fue en 1964 cuando el Movimiento empezó a extenderse hacia las ciudades. Se publicaron numerosos artículos de crítica en materia literaria y artística. Algunos poetas, como Tu Fu y Che Huo-cheng, fueron criticados, al mismo tiempo que se publicaban numerosos escritos acerca de los problemas de la cinematografía y la literatura de principios del siglo XX. En las universidades y escuelas se multiplicó el tiempo dedicado a las discusiones ideológicas y a la lucha contra el revisionismo.

    Se enviaron equipos de control y verificación a las fábricas. Un buen número de citadinos abandonó la ciudad para ir a trabajar al campo y participar en el movimiento de los cuatro saneamientos durante periodos que en algunas ocasiones llegaban a un año. Cerca de las cuatro sextas partes de los efectivos de algunas unidades fueron enviadas a los campos. En total, participaron en estas actividades alrededor de 5 millones de personas.

    Es un poco sorprendente que esta vasta campaña ideológica y política se haya desarrollado sin oposición por parte de los adversarios de Mao Tse-tung. Las luchas de esta época son poco conocidas. En las líneas siguientes hago referencia a los textos publicados durante la Revolución Cultural por los grupos revolucionarios. Estos textos adolecen de una falta de matices y de un cierto esquematismo. Pero por otra parte, no son textos oficiales y en principio comprometen únicamente la responsabilidad de sus autores. Pese a estas reservas, dichos documentos aportan un interesante elemento de información; ante todo parece demostrar que los conflictos aparecidos durante el movimiento de educación socialista fueron la prefiguración de los que debía conocer poco después la Revolución Cultural.

    En mayo de 1963 Mao Tse-tung redactó un documento en 10 puntos destinado a guiar el desenvolvimiento del Movimiento de Educación Socialista. En él se subraya, por una parte, que se trataba de una lucha de clases y, por la otra, que estaba dirigida contra un pequeño número de responsables que se orientaban no hacia el socialismo sino hacia un retorno al capitalismo. De acuerdo con su punto de vista, era necesario movilizar a fondo a las masas para que, guiadas por los elementos revolucionarios del Partido, desenmascaren a los responsables en cuestión. Así, de acuerdo con esta concepción que más tarde veremos plenamente desarrollada durante la Revolución Cultural, las masas se educarían al afrontar los problemas concretos y sumergiéndose en la práctica de la lucha de clases, purificando las organizaciones del Partido y reforzando las características revolucionarias del régimen. Para alcanzar este último objetivo, la preferencia por el recurso a la movilización de las masas populares, en lugar de la adopción de medidas administrativas por parte de la dirección del Partido, es una de las características del Pensamiento de Mao Tse-tung, que presidirá igualmente el desencadenamiento y el desarrollo de la Revolución Cultural.

    De acuerdo con los textos a los que he hecho alusión, los responsables contra los que estaba dirigido el Movimiento tendrían que reaccionar de alguna forma irremediablemente. El principal representante político de estos responsables, Liu Shao-chi, se encargó él mismo de dirigir eL Movimiento en la región de Taoyuan. De acuerdo con un método usual en China, su objetivo era establecer en esa región una experiencia que se proponía extender después a otros lugares. Su táctica consistió en no combatir de frente al Movimiento de Educación Socialista, sino de influir su dirección en todos aquellos sitios donde fuera posible y desviarlo de sus metas originales. Durante todo el transcurso de la Revolución Cultural se produjeron acontecimientos análogos.

    De los artículos a los que me he referido se desprende que el grupo de trabajo que operaba en Taoyuan, dirigido personalmente por la esposa de Liu-Shao-chi, Wang Kuang-mei, siguió una orientación diferente a la trazada por los “10 puntos” de Mao Tse-tung y revelaba inclusive, de hecho, objetivos opuestos. El grupo evita cuidadosamente poner en movimiento a los campesinos de la comuna para que participen en los debates y en las investigaciones, que se realizan a puertas cerradas en forma casi clandestina. La propia Wang Kuang-mei guardaba el incógnito durante su estancia en el lugar. Un importante grupo de cuadros del Partido en los escalones medios inferiores fue alcanzado por la lucha. Un gran número de ellos fue atacado y destituido. De esta manera se escamotearon las verdaderas metas. Esta medida se extendió a otros lugares desde el momento en que empezó a conocerse la experiencia de Taoyuan. En ese momento, Mao Tse-tung tuvo que intervenir. Redactó un segundo documento en 23 artículos en el que subrayaba nuevamente el carácter de clase de la lucha emprendida, llamando a los campesinos a movilizarse y precisando que sólo una minoría de los cuadros comprometidos con el camino capitalista debía ser elegida como blanco de los ataques. En este documento se describía y condenaba el método de Liu Shao-chi como “aparentemente de izquierda, pero de derecha en realidad”.

    Los artículos de los guardias rojos y de los grupos revolucionarios hicieron aparecer en claro contraste la oposición entre dos líneas encarnadas por los dos más altos dirigentes del Partido y el carácter radicalmente contrario de sus métodos respectivos. Es posible considerar como probable que Liu Shao-chi haya usado su influencia para oponerse, tanto directa como indirectamente, a la política de Mao Tse-tung. Parece igualmente verosímil que a finales de 1965, en vísperas del inicio de la Revolución Cultural, este conflicto que había madurado desde hacía varios años entre los dos dirigentes chinos, hubiera alcanzado el nivel de una guerra a punto de desencadenarse.

    De acuerdo con la opinión de Mao Tse-tung, el futuro del régimen no estaba asegurado todavía, la vigilancia respecto de los enemigos exteriores no era suficiente y todo dependía de la tendencia que lograra consolidarse en el futuro en la dirección del Partido.

    La lucha entre Mao Tse-tung y sus opositores se cristalizaba y se manifestaba a través de repetidas ofensivas y contraofensivas. Desde ese momento era inevitable un enfrentamiento decisivo. Se levantaba el telón y empezaba la Gran Revolución Cultural Proletaria.



    NOTAS

    (1) Sociedad de desigualdad no quiere decir necesariamente sociedad de privilegio. Si se aplica rigurosamente el principio de a cada quien de acuerdo con su trabajo, existirán desigualdades provenientes de la diversidad de capacidades y necesidades, pero no habrá privilegios. En un caso semejante, las diferencias sociales serán necesariamente débiles. Esta precisión es indispensable para comprender el análisis siguiente

    (2)Trotski mismo, en un libro muy representativo de su pensamiento, “La revolución traicionada”, hace esta afirmación, tal como se muestra en las siguientes citas:

    “Las tendencias burocráticas que sofocan al movimiento obrero se manifestarán por todas partes después de la revolución proletaria. Pero es evidente que cuanto más pobre es la sociedad nacida de la revolución, más severamente y sin desvíos se manifestará esta “ley”, y más el burocratismo revestirá formas brutales y más peligrosas podrá volverse para el desarrollo del socialismo”

    “La autoridad burocrática tiene por base la pobreza en artículos de consumo y la lucha que de ella resulta”.

    “La significación del Thermidor soviético empieza a precisarse ante nosotros. La pobreza y el estado inculto de las masas se materializan de nuevo bajo las formas amenazantes del jefe armado de un potente garrote”.

    (3) Entrevista publicado por Le Figaro Littéraire, bajo el título “Ma rencontre avec Mao”, e incorporada a la obra de André Malraux titulada “Antimémoires”, París, Gallimard, 1967. El texto de esta conversación fue difundido en China de manera no oficial por grupos revolucionarios durante el año 1967.

    (4) Hubo otros dos factores externos de gran importancia. En primer lugar, la agravación de la lucha de clases a escala internacional, que condujo a China Popular a tomar nuevas y mayores responsabilidades respecto de la revolución mundial. En segundo término, la evolución del campo socialista caracterizada por el debilitamiento del papel de guía desempeñado por la URSS. Tengo el propósito de volver sobre el primer aspecto en un próximo ensayo, pues el examen de este problema en el presente libro hubiese requerido un tratamiento demasiado largo. El segundo aspecto está parcialmente determinado por el conflicto chino-soviético al que me refiero en este trabajo.

    (5) En Europa Oriental se llama “Tiendas de Cortinas Blancas” a los comercios exclusivamente reservado a los altos funcionarios y a sus familias en los que pueden procurarse mercancías de calidad superior, frecuentemente de procedencia extranjera, y que no pueden hallarse en el comercio ordinario.

    (6) La Revolución Cultural que siguió a este Movimiento se fijó como meta explícita resolver los problemas planteados en las ciudades. Cf. anexo 3, declaración en 16 Puntos, punto nº 13, primer párrafo

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