Holocausto es una palabra adherida en el imaginario colectivo al exterminio nazi. Sin embargo, el historiador británico Paul Preston no ha dudado en titular "El holocausto español" a su último libro, en el que repasa los crímenes que se cometieron durante la guerra civil y los primeros años de la dictadura. "Es la palabra que define mejor el sufrimiento que vivieron miles de inocentes en aquellos años", razonó ayer el autor en la presentación del voluminoso tomo (850 páginas) editado por Debate que aspira a ser el vademécum historiográfico de la barbarie que arrasó España entre 1936 y 1945.
En realidad su investigación arranca antes, en 1931, pues el autor ha querido prestar especial atención al origen del fascismo que puso en marcha aquella guerra contra las organzaciones populares. No es Preston de los que piensan que poner el foco sobre ese dolor signifique reabrir heridas. El historiador británico no cree que haya que confundir las distintas formas de violencia que se desataron en esos años. "La del bando republicano fue más espontánea. En el lado de los rebeldes la violencia estaba institucionalizada", puntualiza.
Para armar este dietario del horror, Preston se ha apoyado en todas las fuentes documentadas que hay sobre aquellos crímenes, muchas de las cuales corresponden al "ejército de historiadores locales" (así los definió) que supieron levantar acta de hechos silenciados por el régimen vencedor o ignorados por los propios corresponsales internacionales que cubrieron la contienda en ambos bandos.
A diferencia de otras confrontaciones civiles, aquí los fascistas tuvieron un plan de exterminio: "Solo hay que leer los documentos del general Mola, que proponía eliminar a los que no pensaran como ellos", destaca Preston. Los fascistas querían "exterminar", "eliminar físicamente" a los enemigos, ya fueran republicanos, comunistas, socialistas o nacionalistas, a quienes se consideraba como "venenos" para España.
El terror y los asesinatos llevados a cabo con impunidad por los fascistas se practicaron durante toda la contienda e incluso se prolongaron después, en la posguerra, y no se llevó a cabo ningún registro de víctimas. Según su investigación, estima que al menos 200.000 personas fueron víctimas de la represión (frente a las 300.000 que murieron en el frente).
En la retaguardia republicana fueron asesinadas 50.000 personas y en la del lado rebelde unas 130.000. "Son solo estimaciones", advierte, a diferencia de los 20.000 españoles que, con toda certeza, se sabe que murieron en las cárceles tras la contienda. Preston cree que es inútil, por imposible, entrar en una guerra de cifras. No ha querido centrarse en las cifras porque eso, dice, es "perder de vista lo más importante. Con decir que eran demasiadas, es bastante".
Paul Preston lleva trabajando en este último volumen desde 1998, aunque reconoce que sus publicaciones anteriores le allanaron el camino. Esta vez era especial, pues el objeto de su investigación son los crímenes de guerra.
El proceso de elaboración de esta obra, que "se nutre" de todas las que Preston ha publicado en los 40 años que lleva dedicado a la investigación de la Historia contemporánea española y de los "mil" libros de otros historiadores que ha leído, ha sido "durísimo" en cuanto al "coste emocional" que le ha supuesto.
Lo más difícil de relatar, ha apuntado Preston, fueron las atrocidades cometidas por los rebeldes contra las mujeres, incluidos los abusos sexuales, y los niños.
En realidad su investigación arranca antes, en 1931, pues el autor ha querido prestar especial atención al origen del fascismo que puso en marcha aquella guerra contra las organzaciones populares. No es Preston de los que piensan que poner el foco sobre ese dolor signifique reabrir heridas. El historiador británico no cree que haya que confundir las distintas formas de violencia que se desataron en esos años. "La del bando republicano fue más espontánea. En el lado de los rebeldes la violencia estaba institucionalizada", puntualiza.
Para armar este dietario del horror, Preston se ha apoyado en todas las fuentes documentadas que hay sobre aquellos crímenes, muchas de las cuales corresponden al "ejército de historiadores locales" (así los definió) que supieron levantar acta de hechos silenciados por el régimen vencedor o ignorados por los propios corresponsales internacionales que cubrieron la contienda en ambos bandos.
A diferencia de otras confrontaciones civiles, aquí los fascistas tuvieron un plan de exterminio: "Solo hay que leer los documentos del general Mola, que proponía eliminar a los que no pensaran como ellos", destaca Preston. Los fascistas querían "exterminar", "eliminar físicamente" a los enemigos, ya fueran republicanos, comunistas, socialistas o nacionalistas, a quienes se consideraba como "venenos" para España.
El terror y los asesinatos llevados a cabo con impunidad por los fascistas se practicaron durante toda la contienda e incluso se prolongaron después, en la posguerra, y no se llevó a cabo ningún registro de víctimas. Según su investigación, estima que al menos 200.000 personas fueron víctimas de la represión (frente a las 300.000 que murieron en el frente).
En la retaguardia republicana fueron asesinadas 50.000 personas y en la del lado rebelde unas 130.000. "Son solo estimaciones", advierte, a diferencia de los 20.000 españoles que, con toda certeza, se sabe que murieron en las cárceles tras la contienda. Preston cree que es inútil, por imposible, entrar en una guerra de cifras. No ha querido centrarse en las cifras porque eso, dice, es "perder de vista lo más importante. Con decir que eran demasiadas, es bastante".
Paul Preston lleva trabajando en este último volumen desde 1998, aunque reconoce que sus publicaciones anteriores le allanaron el camino. Esta vez era especial, pues el objeto de su investigación son los crímenes de guerra.
El proceso de elaboración de esta obra, que "se nutre" de todas las que Preston ha publicado en los 40 años que lleva dedicado a la investigación de la Historia contemporánea española y de los "mil" libros de otros historiadores que ha leído, ha sido "durísimo" en cuanto al "coste emocional" que le ha supuesto.
Lo más difícil de relatar, ha apuntado Preston, fueron las atrocidades cometidas por los rebeldes contra las mujeres, incluidos los abusos sexuales, y los niños.