Recopilar todos los hechos de la actuacion de los aparatos y pilotos de la Republica frente a los nazionales, alemanes e italianos
dejo esto muy interesante y bonito.
- En el peridico de Barcelona LA VANGUARDIA sale hoy un articulo-entrevista sobre el que parece ser fué último combate aereo de la Guerra Civil, que se saldo con el derribo de uno ó dos Me-109 por un I-16 de la republica pilotado por el piltoto Josep Falcó, el piloto derribado era el aleman Friederich Windemuth, os pongo el articulo copiado de La Vanguardia digital para que lo leais y opineis si lo creeis oportuno.
Durante años, muchos conductores que circularon por la carretera entre La Jonquera y Roses, en el Alt Empordà, observaban con sorpresa, tras pasar por Garriguella, que el monolito dedicado a un piloto alemán muerto durante la Guerra Civil aparecía bien cuidado e incluso con flores silvestres a sus pies. La pregunta sobre quién dejaba esas amapolas rojas en la estela funeraria de un oficial de la Legión Cóndor intrigó durante mucho tiempo. Se dijo incluso que los servicios secretos montaron un dispositivo por temor a que detrás de la iniciativa estuviese un grupo de extrema derecha. Recientemente, un colectivo situado en el otro extremo incluyó esa lápida en una lista de símbolos fascistas por erradicar.
Muy pocas personas saben que quien cuidaba desde la distancia esa estela era Josep Falcó, el piloto republicano que en 1939 derribó a su homólogo F. Windemuth. "Nos encontramos frente a frente, murió él, pero pude haber sido yo", dice Falcó, que, con 92 años, vive en Toulouse.
Aquí cayó el 6.2.1939 en la lucha por una España nacional Friederich Windemuth, nacido el 27.5.1915 en Leipzig". El texto evoca la que se considera la última muerte sobre el cielo de Catalunya. Es también la última víctima de la Legión Cóndor, la potente y temible aviación alemana que Hitler envió para socorrer a Franco. Windemuth pilotaba uno de los seis Messerschmitt Bf 109 que el 6 de febrero atacaron el aeródromo de Vilajuïga/Garriguella, donde sabían que se había concentrado lo que quedaba de la aviación republicana, unos treinta aviones, con la intención de pasar a Francia. Más que un combate fue una masacre, ya que sólo cuatro aviones llegaron a despegar y el resto fueron destruidos. Uno de los pocos que escaparon fue el Polikarpov I-15, Chato,de Josep Falcó (Barcelona, 1916), teniente y jefe de la escuadrilla nocturna.
Cuando a las seis de la mañana apareció en el horizonte un grupo de aviones, se pensó erróneamente que eran refuerzos:
- ¡No, son alemanes, messers!
El primero en despegar fue García Lacalle, jefe de los cazas republicanos, seguido por Bastida, que enfilaron hacia Francia. Detrás, Falcó ya se topó con los messers.Tras un intenso intercambio de disparos, tuvo la certeza de haber dado a uno de los pilotos. Cuando ya había virado para tomar la dirección de la frontera vio que otro avión alemán perseguía y remataba a un Grumman, casi a ras de suelo.
"Me puse a la cola del messer y no paré de dispararle hasta que le di, aunque a mí me obligó a una fuerte maniobra para no chocar, y el giro obstruyó la llegada de combustible al motor. Tuve que aterrizar en una viña".
Falcó aún regresó al aeródromo, que ya había sido abandonado, y sólo vio los restos humeantes de los aviones incendiados. Como el resto de los pilotos republicanos, se encaminó a la frontera. Fue detenido y llevado al campo de concentración de Argelers.
"Estábamos en la playa, entre las alambrada y el mar. Pasamos frío, y lo peor era cuando tenías que hacer tus necesidades, a la vista de todo el mundo".
Unas semanas más tarde fue enviado al campo de Gurs. Estuvo hasta el mes de septiembre, cuando la llamada de un familiar desde Argelia le permitió embarcarse. Y allí vivió entre 1939 y 1964, hasta que forzado por la revuelta en la kasba tuvo que huir. Entonces se instaló en Toulouse y, por fin, se atrevió a volver a España. Buscó el rastro de aquel combate, pero apenas si pudo encontrar el viejo aeródromo escondido entre las viñas replantadas.
"Localicé la estela de Windemuth gracias a un payés, porque yo no sabía de su existencia. Vi la edad de aquel piloto, casi como la mía. Quizás su familia ni tan siquiera sabe que sigue en pie".
Desde entonces Falcó vuelve periódicamente para cuidar la lápida. Un día descubrió que a su lado habían plantado un ciprés "que le hace compañía". El ciprés lo plantó el propietario de la viña, Xavier Casellas, Patxè,pintor, hijo de comisario político rojo y capitán de infantería.
"Mi padre, que pasó un año en un campo de concentración en Málaga y cuatro en la cárcel de Figueres, hubiera querido derribarlo, pero se lo impedí. No es un monumento fascista sino la lápida de un soldado muerto en la guerra. Los rojos hemos dado muestras de no ser revanchistas, queremos la reconciliación".
Josep Falcó ya casi no sale de su casita de Toulouse porque la vista le falla. Hace apenas tres años aún saludó al rey Juan Carlos como miembro de la Asociación de Aviadores Republicanos en Francia, que ha presidido varios años. Y en uno de sus últimos viajes a Catalunya, el teniente coronel de la base aérea del Paní, Robert Pla, le invitó a la fiesta patronal de Loreto.
"Le tengo un gran respeto, es un as de guerra, y a su edad ser jefe de caza nocturno tenía mérito. Volaban a oscuras, sin ningún instrumento, sin radar. Para aterrizar encendían hogueras para orientarse, e identificaban un avión enemigo por el fuego de los tubos de escape".
En el libro de visitas del Paní, Falcó dejó escrito en el 2002: "He tenido el honor de asistir a esta ceremonia con toda mi humildad, recordando que en estos tiempos la Virgen pueda reinar para siempre bendiciendo a todos los del Ejército del Aire. J. Falcó, aviador de la República".
Este episodio de Vilajuïga apasiona a los aficionados a la aeronáutica porque presenta varios enigmas. Falcó recogió aquel 6 de febrero de los restos de un Me-109 caído un carnet de paracaidismo a nombre de Hans Nirminger, que pudo ser el piloto del segundo avión con el que luchó. La Legión Cóndor asegura que Nirminger estuvo en ese combate, pero falleció en León en mayo. Lo raro es que para entonces la guerra ya había terminado. "Los alemanes - dice Falcó-no podían aceptar que un mosca tumbara dos messers".
En León hubo también otra lápida para Nirminger, pero desapareció. Hoy las estelas son sólo la memoria de aquella guerra.