Hasta ahora las experiencias dadas nos enseñaban que el proceso revolucionario en Europa contiene etapas ininterrumpidas muy precisas: huelgas económicas generalizadas, huelga general, huelga general política e insurrección.
La habilidad e influencia del Partido revolucionario transforma una en otra con admirable agilidad y precisión. Labor que se asegura por el análisis dialéctico de cada estadio, por lo que no hay una regla fija que determine a priori el tiempo de duración de cada período. La clase obrera con su partido a la cabeza detectarán cuando las huelgas políticas han cumplido sus objetivos y deciden pasar a la insurrección. Un error de cálculo puede ser fatal. Tanto la dilación como la precipitación nos alejarían de la meta, produciendo heridas que suelen tardar décadas en restañarse.
En el correr del tiempo y después de numerosas coyunturas desfavorables, el capitalismo ha aprendido por diversos medios a ir demorando el proceso hasta conseguir que el cansancio y la impotencia prendan en su enemigo. La represión, el Parlamento, la orquestación de vastas y machaconas campañas de propagandas adecuadas a cada circunstancia, la pertenencia del país en cuestión a organismos supranacionales de carácter imperialista, son factores que pesan extraordinariamente a la hora de pasar a la fase definitiva, porque el pueblo no se ve así mismo con capacidad para derribar una muralla de esta categoría, debido a la imposibilidad de sustituirla con estructuras propias, porque no las tiene.
Después de una buena cantidad de huelgas generales, al no obtener el resultado esperado, las clases trabajadoras pueden desfallecer y volver sus ojos hacia el Parlamento burgués, pensando que es la única salida real que tiene a su alcance.
Para que la clase obrera en primer lugar y las demás clases y capas populares junto a ella, tomen conciencia de su capacidad revolucionaria, necesitan tener los órganos de poder propios, que les permitan ver la oportunidad tangible de sustituir el sistema de instituciones que sustentan al régimen enemigo.
El Partido tendrá que descubrir cuales son esos órganos de poder que se encuentran latentes. Tendrá que estructurarlos, darles contenido o educarlos en el mismo proceso de lucha, que es cuando la clase obrera adquiere conciencia de su destino.
Con sus órganos de poder alternativos en acción, la lucha se encona hasta llegar al punto álgido, que se caracteriza por la dualidad de poder. La clase obrera en lucha desarrolla esos órganos o instituciones de una democracia inédita, más amplia y justa y comprende que su victoria tiene que ser forzosamente el triunfo del nuevo sistema sobre el viejo.
PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)
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