El 21 de enero de 1924, enfermo por las secuelas de un traicionero
atentado a tiros con balas envenenadas, falleció en la aldea de Gorki,
a 35 kilómetros de Moscú, el líder máximo de la Revolución de Octubre
de 1917 en Rusia.
Tras hablarles a los obreros de la fábrica de Michelson, en el
distrito de Zamoskvoretski, y antes de que pudiera entrar en el
automóvil, una mujer le gritó y, al girarse, ella le hizo tres
disparos: uno atravesó su abrigo sin dañarlo, pero los otros dos le
alcanzaron el hombro y el pulmón izquierdos.
Así puede resumirse el instante del atentado contra Vladimir Ilich
Ulianov, «Lenin», en la tarde del 30 de agosto de 1918, momentos
después de su discurso a los obreros de la referida fábrica, que
concluyó: «¡Tenemos una sola salida: la victoria o la muerte!».
Aquellos disparos, con balas envenenadas, dañaron la salud del líder máximo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
Las secuelas de esas graves heridas hicieron que Lenin muriera
relativamente joven, con 54 años. Había nacido en Simbirsk, territorio
ruso, el 22 de abril de 1870, y su corazón dejó de latir el 21 de enero
de 1924.
No le disparó uno de los obreros que él había defendido a capa y
espada desde sus 17 años, sino la socialdemócrata y resentida psicópata
Fani Yefímovna Kaplán, pagada por la contrarrevolución interna y
externa.
Aquella misma tarde fue asesinado en otro atentado terrorista Moisés
Uritsky, comisario del Pueblo del Interior en la región norte y jefe de
la Cheka —la primera policía secreta soviética— de Petrogrado. A fines
de junio del mismo año 1918, había sido asesinado V. Volodarski,
redactor de la publicación Krasnaya Gazeta.
María Uliánova, hermana de Lenin, entonces en la redacción del
periódico Pravda, le aconsejó que no fuera. También lo hizo Nikolai
Bujarin, miembro del Comité Central del Partido, quien había almorzado
con él.
Los tres disparos asesinos sonaron y unos segundos después, en medio
de una gran confusión, se escuchó una voz que decía: «¡Calma,
camaradas! ¡Esto no tiene importancia! ¡Manténganse tranquilos!». Era
el mismo Lenin, que inmediatamente después caía boca abajo y sobre él
se inclinó enseguida su chofer y único escolta entonces, Stephan Guil,
quien junto a dos obreros acomodaron rápidamente a Lenin en el carro y
partieron los cuatro enseguida.
Uno de los obreros, que llevaba un trozo de cuerda, le ligó el brazo
a Lenin por encima de la herida para impedir el profuso sangramiento.
Cuando llegaron al Kremlin y se detuvieron junto a la entrada del
edificio donde residía Vladimir Ilich, este salió del auto con la ayuda
de los obreros y el chofer, pero se negó rotundamente a que siguieran
con él: «¡Yo solo caminaré!» Y herido gravemente subió hasta el tercer
piso, salvando 52 escalones.
El primer médico que lo atendió fue Alexander Vinocurv, entonces
comisario del Pueblo para la Seguridad Social. Y al día siguiente,
Lenin le confesó al cirujano Vladimir Rozanov: «¡Esto puede sucederle a
cualquier revolucionario!».
Esa noche fue de alarma, a causa de una hemorragia y la debilidad de
Lenin por la pérdida de sangre, pero al otro día bromeaba con el
cirujano Rozanov, refiriéndose al susto de sus familiares: «¡No es
nada; ellos se inquietan inútilmente!».
Ese médico después expresaría: «No hablaba un simple herido. Era el
jefe de las masas revolucionarias; el revolucionario que había pasado
la escuela callada y riesgosa de la clandestinidad; que había soportado
arrestos, cárceles, incomunicaciones, amenazas, asedios y destierro
siberiano de tres años, es decir, un hombre que estaba preparado para
cualquier prueba».
DESPEDIDA DE MOSCÚ
Lenin sobrevivió al atentado, pero su salud se resintió demasiado.
El XI Congreso del Partido comenzó sus labores el 27 de marzo de 1922.
El líder abrió el encuentro y pronunció el informe político del Comité
Central, en el último Congreso del Partido al que asistió. Se agravó su
estado, pero se restableció en breve y volvió al trabajo.
El 5 de noviembre de ese mismo año inició sus sesiones el IV
Congreso de la Internacional Comunista, en el que Lenin rindió su
informe Perspectivas de la revolución mundial a los cinco años de la
revolución rusa.
El 20 de noviembre habló en el Pleno del Soviet de Moscú. El 30 de
diciembre se celebró el I Congreso de los Soviets de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, que creó la URSS. Enfermo
nuevamente, no pudo asistir, pero todo el trabajo del Congreso, la
Declaración y el Tratado sobre la formación de la Unión Soviética,
estuvieron inspirados en sus indicaciones.
A principios de marzo de 1923, la salud de Lenin empeoró
bruscamente. En mayo, volvió a trasladarse a la aldea de Gorki, a 35
kilómetros al sudeste de Moscú, y a mediados de verano se apreció
cierto mejoramiento.
El 19 de octubre Lenin llegó a Moscú, al Kremlin. Los que estuvieron
con él cuentan cómo pasó aquel día. Se fue de su apartamento, estuvo en
la sala de sesiones del Consejo de Comisarios del Pueblo, situada al
lado de su vivienda, y permaneció allí un rato, miró alrededor, entró
en su despacho, tomó unos libros de la biblioteca y bajó al patio del
Kremlin.
Subió al automóvil, recorrió las calles céntricas de Moscú y visitó
la Exposición Agrícola de toda Rusia. El recorrido duró dos horas. Se
diría que Vladimir Ilich se despedía de Moscú.
A principios de noviembre de 1923 lo visitó en Gorki una delegación
de obreros de la fábrica de Glújovo. Uno de ellos, ya sexagenario,
Kuznetsov, con lágrimas en los ojos, repetía sin cesar: «Soy obrero
forjador, Vladimir Ilich. Forjaremos todo lo que has concebido». ¡Fue
esta la última entrevista de Lenin con los obreros!
Tampoco pudo asistir al XII Congreso del Partido, pero los delegados
tomaron en cuenta, en sus resoluciones, las indicaciones hechas por él
en sus últimos artículos y cartas. Luego de una aparente mejoría, a
fines de 1923 sobreviene un recrudecimiento de su enfermedad.
LA MUERTE DE UN PARADIGMA
El 21 de enero de 1924, al anochecer, a las 6 y 50, falleció de un
derrame cerebral. Por la noche se reunió el Pleno del Comité Central
del Partido, y dirigió un llamamiento al pueblo: «Ha muerto el hombre
bajo cuya dirección combativa nuestro partido, envuelto en el humo de
la pólvora, enarboló con mano recia la bandera roja de octubre en todo
el país, barrió la resistencia de los enemigos y consolidó firmemente
el dominio de los trabajadores en la Rusia zarista. Ha muerto el
fundador de la Internacional Comunista (…) el amor y el orgullo del
proletariado internacional, la bandera del Oriente oprimido, el
dirigente de la clase obrera rusa».
La dolorosa noticia se propagó rápidamente por el país y por el
mundo entero. El 22 de enero, M. Kalinin, presidente del Comité
Ejecutivo Central, la anunció a los delegados al XI Congreso de los
Soviets de toda Rusia.
El 23 de enero fue trasladado de Gorki a Moscú el féretro con el
cadáver de Lenin y colocado en la Sala de las Columnas de la Casa de
los Sindicatos. Por espacio de cuatro días, a pesar de las rigurosas
heladas, centenares de miles de obreros y campesinos, soldados rojos y
empleados, delegaciones de trabajadores de todos los confines de la
Unión Soviética, adultos y niños pasaron, día y noche, por la Sala de
las Columnas para rendir el último homenaje al gran Lenin.
El 26 de enero se celebró en el teatro Bolshoi una sesión del II Congreso de los Soviets de la URSS consagrada a su memoria.
En el Congreso hablaron la esposa de Lenin, N. Kruspskaya, así como
J. Stalin, Clara Zetkin y N. Narimanov. En nombre de la fábrica Krasni
Putílovets habló A. Serguéev; de los campesinos sin partido, A.
Krayushkin; del Ejército Rojo, K. Voroshílov; de la juventud, P.
Smorodin, y de los hombres de ciencia, el académico S. Oldenburg.
El Congreso adoptó el acuerdo de perpetuar el recuerdo de Lenin y
dirigió un mensaje a la humanidad trabajadora. Subrayó que el mejor
monumento a él sería la propagación masiva de sus ideas. En 1965 se
concluyó la publicación de sus Obras Completas en 55 tomos, con cerca de 9 000 documentos suyos y que después se publicaron en 120 países.
A petición de los obreros de Petrogrado, el Congreso aprobó la decisión de dar el nombre de Leningrado a esa ciudad.
PARO MUNDIAL
El pueblo soviético se despidió de su guía lleno de profundo dolor.
El proletariado internacional suspendió todos los trabajos durante
cinco minutos. Se detuvieron los automóviles y los trenes, se
interrumpió el trabajo en las fábricas y de esa manera solemne los
trabajadores del mundo entero se despedían de Vladimir Ilich, su guía y
maestro, su mejor defensor y amigo.
Decenas de miles de obreros manifestaron su deseo de ingresar al
Partido Comunista. El Comité Central anunció la promoción leninista de
obreros industriales. En unas cuantas semanas engrosaron las filas del
partido más de 240 000 trabajadores.
El 27 de enero, a las cuatro de la tarde, se realizó el entierro de
Lenin. El ataúd fue depositado en el mausoleo construido especialmente
con ese fin en la Plaza Roja.
http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2010-01-20/-la-muerte-de-lenin/