PCPE, PTE y Unión Proletaria
¡Democracia para el pueblo trabajador!
Hoja comunista unitaria repartida en las marchas del 19J
Hoy coincidimos, marchando en estas columnas, trabajadoras y trabajadores afectados por la reforma laboral y de las pensiones, parados, funcionarios a los que recortaron su sueldo, pensionistas con sus pagas congeladas, colectivos sobre los que la crisis y el desempleo se ceban todavía con más virulencia como jóvenes, mujeres, inmigrantes, ... Todos nosotros somos víctimas de este sistema económico en el que los caprichos del mercado empeoran cada vez más las condiciones de vida de la mayoría de la población. Pero ese mercado al que el gobierno obedece ciegamente y en nombre del cual se hacen todos los recortes, tiene nombre y apellidos, no es otro que los grandes empresarios de este país: Botín, Florentino Pérez, Amancio Ortega, etc. Son ellos los que dictan las políticas del gobierno de turno.
Por tanto, el sistema político que sufrimos – corrupción generalizada, falta de participación ciudadana, ley electoral antiproporcional, ...- no es sino el fiel reflejo del sistema económico que condena a condiciones de miseria a los trabajadores y las capas populares, que lleva al pequeño comerciante y al pequeño productor a la ruina, para que el gran capital pueda seguir amasando enormes fortunas.
Detrás de esta aparente democracia con multitud de partidos políticos, no se esconde otra cosa que los intereses de la gran patronal de este país pintados de azul, rosa o verde, dependiendo de las circunstancias. Pero, simplemente raspando esa capa de pintura superficial, descubriremos quien les financia y, por tanto, a quien obedecen. Descubriremos que esos pocos que realmente gobiernan y a los cuales nadie ha votado son capaces de cualquier cosa para seguir incrementando sus ganancias: recortes de derechos laborales y sociales, a escala nacional, y masacrar pueblos enteros para robarles su petróleo y demás riquezas, a escala internacional.
Llegados a este punto es totalmente comprensible y lógico que muchos de nosotros hayamos dicho ¡BASTA! y llenado las calles y plazas de muchas ciudades exigiendo una democracia real, diciendo que estos políticos no nos representan. Y, es cierto, estos políticos sólo representan a ese pequeño y elitista círculo de los grandes empresarios de este país.
Pero para acabar con esta farsa, para conseguir esa democracia real debemos ser capaces de superar algunos prejuicios inculcados por esos mismos que nos gobiernan, porque si inconscientemente reproducimos la misma estructura, la imposición de una minoría sobre la mayoría mediante los consensos, no seremos realmente democráticos. Tampoco podemos dejarnos influir por prejuicios individualistas y rechazar la forma más elevada de los trabajadores para organizarse y defender sus derechos: el Partido Comunista. Porque el problema no son los partidos o los políticos, sino a quien obedecen.
Históricamente los partidos comunistas siempre han defendido los intereses de los trabajadores, han participado en las luchas populares articulando y combinando tanto las luchas políticas por conseguir una democracia más participativa, donde no haya sitio para los corruptos, con representantes electos que puedan ser revocados si no lo están haciendo bien, etc., como las tan importantes luchas económicas, atacando allí donde se sustenta el sistema capitalista y desarrollando la confrontación no sólo en la calle sino en el puesto de trabajo, exigiendo al empresario permanentemente la mejora de las condiciones de la clase obrera y utilizando para ello las dos herramientas básicas que poseemos los trabajadores: la huelga y el sindicato.
No podemos dar la espalda a las personas y organizaciones que llevan años luchando, debemos unirnos todos y todas: trabajadores, estudiantes, jubilados, funcionarios, autónomos, inmigrantes, etc., para arrebatar el poder a la dictadura de los mercados, a esos pocos grandes empresarios que nos gobiernan, utilizando todos los medios a nuestro alcance.
La unidad y la organización son las armas de nuestra clase social, y por eso debemos estar unidos y organizarnos de la mejor forma posible para lograr esa democracia real que no es otra cosa que el socialismo. Así, sindicatos, asociaciones de vecinos, etc. a pesar de las justas críticas que hay que hacer a algunos de sus dirigentes siguen siendo imprescindibles para nuestra lucha.
Ahora que el capitalismo está en crisis, pretende que renunciemos a nuestras banderas de combate y que quedemos indefensos ante sus agresiones. ¡No lo permitamos!
¡Por la Huelga General!
¡Viva la lucha obrera y popular por la revolución socialista!
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¡Democracia para el pueblo trabajador!
Hoja comunista unitaria repartida en las marchas del 19J
Hoy coincidimos, marchando en estas columnas, trabajadoras y trabajadores afectados por la reforma laboral y de las pensiones, parados, funcionarios a los que recortaron su sueldo, pensionistas con sus pagas congeladas, colectivos sobre los que la crisis y el desempleo se ceban todavía con más virulencia como jóvenes, mujeres, inmigrantes, ... Todos nosotros somos víctimas de este sistema económico en el que los caprichos del mercado empeoran cada vez más las condiciones de vida de la mayoría de la población. Pero ese mercado al que el gobierno obedece ciegamente y en nombre del cual se hacen todos los recortes, tiene nombre y apellidos, no es otro que los grandes empresarios de este país: Botín, Florentino Pérez, Amancio Ortega, etc. Son ellos los que dictan las políticas del gobierno de turno.
Por tanto, el sistema político que sufrimos – corrupción generalizada, falta de participación ciudadana, ley electoral antiproporcional, ...- no es sino el fiel reflejo del sistema económico que condena a condiciones de miseria a los trabajadores y las capas populares, que lleva al pequeño comerciante y al pequeño productor a la ruina, para que el gran capital pueda seguir amasando enormes fortunas.
Detrás de esta aparente democracia con multitud de partidos políticos, no se esconde otra cosa que los intereses de la gran patronal de este país pintados de azul, rosa o verde, dependiendo de las circunstancias. Pero, simplemente raspando esa capa de pintura superficial, descubriremos quien les financia y, por tanto, a quien obedecen. Descubriremos que esos pocos que realmente gobiernan y a los cuales nadie ha votado son capaces de cualquier cosa para seguir incrementando sus ganancias: recortes de derechos laborales y sociales, a escala nacional, y masacrar pueblos enteros para robarles su petróleo y demás riquezas, a escala internacional.
Llegados a este punto es totalmente comprensible y lógico que muchos de nosotros hayamos dicho ¡BASTA! y llenado las calles y plazas de muchas ciudades exigiendo una democracia real, diciendo que estos políticos no nos representan. Y, es cierto, estos políticos sólo representan a ese pequeño y elitista círculo de los grandes empresarios de este país.
Pero para acabar con esta farsa, para conseguir esa democracia real debemos ser capaces de superar algunos prejuicios inculcados por esos mismos que nos gobiernan, porque si inconscientemente reproducimos la misma estructura, la imposición de una minoría sobre la mayoría mediante los consensos, no seremos realmente democráticos. Tampoco podemos dejarnos influir por prejuicios individualistas y rechazar la forma más elevada de los trabajadores para organizarse y defender sus derechos: el Partido Comunista. Porque el problema no son los partidos o los políticos, sino a quien obedecen.
Históricamente los partidos comunistas siempre han defendido los intereses de los trabajadores, han participado en las luchas populares articulando y combinando tanto las luchas políticas por conseguir una democracia más participativa, donde no haya sitio para los corruptos, con representantes electos que puedan ser revocados si no lo están haciendo bien, etc., como las tan importantes luchas económicas, atacando allí donde se sustenta el sistema capitalista y desarrollando la confrontación no sólo en la calle sino en el puesto de trabajo, exigiendo al empresario permanentemente la mejora de las condiciones de la clase obrera y utilizando para ello las dos herramientas básicas que poseemos los trabajadores: la huelga y el sindicato.
No podemos dar la espalda a las personas y organizaciones que llevan años luchando, debemos unirnos todos y todas: trabajadores, estudiantes, jubilados, funcionarios, autónomos, inmigrantes, etc., para arrebatar el poder a la dictadura de los mercados, a esos pocos grandes empresarios que nos gobiernan, utilizando todos los medios a nuestro alcance.
La unidad y la organización son las armas de nuestra clase social, y por eso debemos estar unidos y organizarnos de la mejor forma posible para lograr esa democracia real que no es otra cosa que el socialismo. Así, sindicatos, asociaciones de vecinos, etc. a pesar de las justas críticas que hay que hacer a algunos de sus dirigentes siguen siendo imprescindibles para nuestra lucha.
Ahora que el capitalismo está en crisis, pretende que renunciemos a nuestras banderas de combate y que quedemos indefensos ante sus agresiones. ¡No lo permitamos!
¡Por la Huelga General!
¡Viva la lucha obrera y popular por la revolución socialista!
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