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    Experimentos USA , entre anglosajones va la cosa.

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    Mensaje por DP9M Mar Jun 28, 2011 4:49 am

    Experimentos genocidas contra los boricuas: unos casos que no se puede olvidar, nunca




    I. El caso del Dr. Cornelius p. Rhoads


    El jueves 12 de noviembre de 1931, el técnico de laboratorio Luis Baldoni encuentra al pie de su microscopio en el Hospital Presbiteriano de El Condado en San Juan, donde trabajaba en un proyecto de investigación cientifíca, una carta escrita por el médico norteamericano Cornelius P. Rhoads, dirigida a su amigo F.W. Stewart, que vendría a constituir uno de los documentos básicos del diferendo entre la puertorriqueñidad y la americanización de Puerto Rico.

    Los historiadores tradicionales, la llamada “nueva historia” y la élite intelectual rara vez han connfrontado responsablemente el contenido de la carta de Cornelius P. Rhoads. La excepción a la regla corresponde al historiador Pedro I. Aponte Vázquez, quien ha denunciado el caso en varias publicaciones; sobre todo en sus libros Yo acuso y Crónica de un encubrimiento. La carta del doctor Rhoads, a juzgar por el contenido, revela que el dicho doctor Rhoads, además de haber llegado junto a un equipo de científicos a estudiar la anemía en Puerto Rico, tenía una agenda secreta que por un descuido suyo vino a conocerse y a descubrir que la Fundación Rockefeller estaba patrocinando los experimentos de un grupo de médicos asesinos con vocación de genocidas.

    La carta escrita por el doctor Rhoads a su amigo F.W. Stewart causó conmoción y terror en Puerto Rico, no sólo por lo que en la misiva confesaba, sino porque tenía de cómplices a otros médicos y al mismísimo Departamento de Salud de Puerto Rico, que el pueblo terminó llamándole “Departamento de Matanza”. La carta es todavía un insensible y abominable documento vivo de lo que la invasión americana ha hecho en Puerto Rico y de cómo los crímenes contra los puertorriqueños cometidos por científicos norteamericanos han quedado impunes. Sesentitrés (63) años después de haberse escrito, la carta del doctor Cornelius P. Rhoads tiene aún vigencia por lo que acaba de revelar el Departamento de Energía del Gobierno de los Estados Unidos, de que los científicos norteamericanos han estado experimentando con sujetos humanos, inyectándoles elementos radiactivos o irradiándolos, sin que éstos estuvieran conscientes de que los estaban usando de conejillos de indias. La admisión de que se han estado haciendo esos experimentos hace además justicia histórica a Pedro Albizu Campos, quien desde la Cárcel de La Princesa en San Juan denunció en 1951 que estaba siendo irradiado y que Puerto Rico estaba siendo usado de laboratorio por la ciencia norteamericana.

    La carta del doctor Cornelius P. Rhoads es prueba irrefutable de que desde los años de 1930 los puertorriqueños han sido utilizados por médicos norteamericanos en sus experimentos cientifícos sin el menor sentido ético y sin ninguna compasión humana por las personas afectadas en dichos experimentos. La carta es ciertamente macabra y repugnantemente racista. Produce ira, porque los crímenes que confesó el médico asesino quedaron impunes y porque las autoridades hicieron muy poco para que éste fuera enjuciado. “Los puertorriqueños… -escribió el doctor Rhoads en su carta- son sin duda la raza de hombres más sucia, haragana, degenerada y ladrona que haya habitado este planeta. Uno se enferma de tener que habitar la misma isla que ellos. Son peores que los italianos. Lo que la isla necesita no es trabajo de salud pública, sino una marejada o algo para exterminar totalmente a la población. Entonces pudiera ser habitable. Yo he hecho lo mejor que he podido para acelerar el proceso de exterminación matando 8 y trasplantándole cáncer a algunos otros. Esto último no ha causado muertes todavía… El asunto de considerar el bienestar de los pacientes no tiene aquí ninguna importancia -de hecho los médicos se deleitan con la tortura y el abuso de los infortunados sujetos.

    Como es obvio, en esta carta el doctor Rhoads le confiesa a su amigo F.W. Stewart el asesinato de 8 personas y el haberle trasplantado cáncer a otros. Supongo qu el lector está pensando que por estos delitos confesados de su puño y letra, este médico de seguro fue acusado de asesinato y de intento para cometer asesinato y que fue sentenciado a largos años de cárcel. Pero desafortunadamente no fue así. Nada le sucedió al doctor Cornelius P. Rhoads. Las autoridades coloniales del país, sobre todo el Departamento de Salud y el Departamento de Justicia, permitieron que el médico asesino y genocida escapara a los Estados Unidos. Se hizo una investigación trililí donde se le absolvío sin formularle acusación y sin celebrales juicio. Ni tan siquiera se le llamó a testificar por lo que había escrito. No solamente se el exoneró, sino que se pasó por alto el axioma jurídico que dice que ” a confesión de hechos, relevo de prueba”.

    Claro está, el caso sirvió para alertar el país y a los puertorriqueños de la genración del treinta respecto a la misión de los americanos en Puerto Rico. No eran ni los mecenas ni los salvadores que se habían pintado en la proclama del General Nelson Miles, cuando éste invadió el país por el puerto de Guánica el 25 de julio de 1898, y cuando al golpe de los cañones conquistadores se apropiaron piráticamente del territorio nacional de Puerto Rico y de la vida y la hacienda de los puertorriqueños.

    Como en todo lo que ha tenido que ver con la defensa de la nacionalidad y la puertorriqueñidad, le tocó a Pedro Albizu Campos hacer la denuncia de estos hechos criminales mediante la publicación en la prensa del país de la carta del doctor Rhoads junto a una declaración jurada del técnico de laboratorio Luis Baldoni, donde éste relataba las circustancias que se produjeron cuando se descrubrió la carta y de cómo el médico trató de sobornarlo y callarlo. Albizu también envió al Vaticano y a los países del mundo para que se conocieran las prácticas genocidas que los Estado Unidos, vía la Fundación Rockefeller, realizaba en Puerto Rico con sujetos puertorriqueños.

    El doctor Rhoads, a juzgar por la declaración de Luis Baldoni, era un hombre sin escrúpulos. Su práctica médica, según la describe Baldoni, causa asco por la escasa profilaxis científica y por la ausencia de sensitividad. Después de describirlo como “un hombre de modales bruscos y de pocas palabras”, Baldoni dice del médico lo siguiente: “Que el doctor Cornelius P. Rhoads se dedicaba a la investigación de la anemia y del sprue; tomaba muestras de sangre a los pacientes de las orejas y de las venas del brazo; para este fin usaba generalmente una jeringuilla de diez centímetros cúbicos, la que esterilizaba de vez en cuando, a intervalos de días; la jeringuilla y la aguja las ponía sobre el maletín expuestas a todo contacto; que el promedio de muestras de sangre que diariamente el doctor Cornelius P. Rhoads tomaba no era menos de diez; que nunca desinfectó ni esterilizó la jeringuilla o la aguja después de usarlas en un paciente antes de extraer la muestra a los próximos pacientes; que se limitaba a lavar la jeringuilla con agua corriente de la pluma y luego, con solución salina para sacarale la sangre, y despúes con agua de la pluma otra vez para remover la sal; que cuando había mucho trabajo, para ahorrar tiempo usaba agua de la pluma solamente…”

    II. Las Torturas radioactivas usadas contra Albizu
    Las acciones del doctor Rhoads incendiaron la ira de Albizu, quien se dio de inmediato a la tarea de denunciar las prácticas frankesteinianas que estaban teniendo lugar en los laboratorios del Hospital Presbiteriano con el aval de la Fundación Rockefeller. Eso, en la política, agitó el odio que el gobierno norteamericano y sus intermediarios coloniales en Puerto Rico sentían contra Albizu. Sin embargo, lo que no sabía Albizu al denunciar al médico asesino era que él mismo, veinte años después, sería víctima de similares “experimentos” en la Cárcel de La Princesa. No ebira ciertamente un conejillo de indias sino que se le quería eliminar “científicamente”, porque con su nacionalismo ponía en peligro la presencia norteamericana en el Caribe y la América del Sur. Contra Albizu se intentó el asesianto por diversos medios, casi todos asociados con la ciencia o la medicina.

    Cuando era prisionero de los Estados Unidos en la Cárcel de Atlanta, Georgia, le pusieron de “compañero de celda” a un preso tuberculoso. Tal preso tubo la nobleza de decírselo, que no sabía por qué lo habían sacado de su celda aislada de la población penal para la de Albizu, a quién tenían en confinamiento solitario y a quien le rotaban la guardia de turno por temor a que con su verbo los volviera a su lado. Ese fue el primer intento para destruir a Albizu estando en la cárcel. Cuando fue excarcelado en 1943 y condenado a cumplir cuatro años se su sentencia suspendida, que cumplío en la la ciudad de Nueva York, se comprobó que en la cárcel había contraído tuberculosis pero que había superado la enfermedad. Ni qué decir que en su estadía en Nueva York estuvo hospitalizado en el Columbus Hospital hasta casi extinguir su condena. Las torturas en la penitenciería de Atlanta le habían causado una condición cardíaca.

    Albizu, una vez cumplidas sus sentencias, regresó a Puerto Rico el 15 de diciembre de 1947. Conocida es la rebelión que liderea en octubre de 1950 y que le ganó fama mundial por los ataques armados de los rebeldes nacionalistas contra el gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, y contra la Cámara de Representantes en 1954. Cuando lo capturan y lo hacen prisionero en 1950, lo someten a confinamiento solitario en un calabozo y a un régimen alimentario deficiente y de escasa nutrición en la Cárcel de La Princesa en San Juan. Todavía no había pasado un año de su encarcelamiento cuando hace la primera denuncia de que está siendo irradiado y que está sintiendo en su organismo los efectos de dicha radiación. Sobre el particular hizo una extensa declaración grabada ante el doctor Rafael Troyano de los Ríos, el 22 de mayo de 1951, que el gobierno mantuvo secuestrada hasta recientemente que fue liberada y publicada. Esa declaración sirvió pare que el entonces Secretario de Justicia de Puerto Rico, José Trías Monge, enviara a la celda de Albizu a un siquiatra para que le declarara “loco”, como en efecto hizo, faltando a las más elementales normas de la ética médica y del diagnóstico científico. Este fue uno de los más viles recursos que usó el régimen de Luis Muñoz Marín en su servidumbre cipaya para eliminar el apóstol antiimperialista.

    Lo declaron “loco”, proque se protegía con toallas húmedas para protegerse de la radiación. “Loco”, porque enseñó los estigmas que la radiación dejara en su cuerpo: quemaduras ulceradas e hinchazón en la piernas, quemaduras en sus órganos sexuales y en todo su cuerpo, además de la dermatitis aguda que las raciaciones le habían causado. Para los incrédulos hay que señalar que cuando fue ingresado a la Cárcel de La Princesa, el único mal que padecía era el efecto del gas de las bombas lacrimógenas en sus ojos, con las cuales fue atacado en su hogar de la calle Sol esquina Cruz en el Viejo San Juan, cuando fue capturado luego de un dramático encuentro armado con polícias y guardias nacionales.

    No era una denuncia gratuita ni los delirios de un enfermo mental. Albizu fue consistente en su denuncia y un médico cubano certificó que el prócer nacionalista estaba siendo irradiado. En el mes de diciembre de 1952, el abogado Juan Hernández Vallé, Presidente del Consejo de Defensa de Don Pedro Albizu Campos, presentó la denuncia ante las naciones del mundo en un documento titulado “Petición y Alegato solicitando de las Naciones Unidas que se designe una comisión que investigue el trato cruel e inhumano de que es objeto el patriota puertorriqueño Dr. Pedro Albizu Campos encarcelado en San Juan de Puerto Rico”. Es imposible resumir dicho documento en este espacio. Pero es importante conocer la parte que recoge la denuncia de las radiaciones de que era objeto y a las que estuvo sujeto el prócer nacionalista. En el alegato del abogado Hernández Vallé se dice que: “Sostiene Don Pedro Albizu Campos que constantemente se le provoca en su organismo una ola de calor. Que se le atacan los órganos vitales; la cabeza, la nuca, los oídos, los ojos. Se provoca, sostiene, una alta presión artificial. Los ataques están encaminados a debilitarlo, quemarlo, desesperarlo, a producir en él un colapso. Se trata de provocar un ataque cerebral o del corazón. El plan, sostiene Don Pedro Albizu Campos, es matarlo, sin asumir nadie la responsabilidad, ocasionándole una muerte que se pueda alegar es del corazón o una hemorragia cerebral que resulte en una hemiplegia -parálisis- o en su muerte. Sostiene Don Pedro Albizu Campos que lo denunciado por él no constituye un problema médico. Que sólo puede serlo incidentalmente. Que es, sostiene, un caso de física nuclear. Que un perito en la materia no tendría que examinarlo a él; que bastaría que se practicase -con equipo adecuado- una investigación sobre el terreno. El caso que se denuncia, dice, constituye el linchamiento a la altura de la era atómica.”

    El caso no se quedó a nivel de la denuncia o la espera de que quienes sometían Albuizu a las radiaciones se investigaran a sí mismos. Albizu y su abogado, el licenciado Juan Hernández Vallé, el Partido Nacionalista y la esposa de Albizu, Laura Meneses, llevaron la denuncia del caso más allá de las fronteras puertorriqueñas; no sólo a la prensa nacional sino a la extranjera que publicó las hoy día históricas fotografías que muestran las estigmas de las radiaciones en las piernas y el cuerpo de Albizu. Pero esto no fue suficiente, sino que a la raíz del indulto de Albizu, el 28 de septiembre de 1953, su esposa, que vivía asilada en Cuba, pidió a un médico Cubano, el Dr. Orlando Daumy, que viniera a Puerto Rico a examinar al patriota. Sobre el particular escribe la señora Meneses: “El Dr. Daumy era Presidente de la Asociación Cubana de Carcerología, un experto en radiaciones. Me informó al regresar, que 1) las lesiones que presentaba Albizu eran quemaduras producidas por radiciones; 2) que su sintomatología correspondía a la de una persona que había sido intensamente radiada…” En obvia alusión a los carceleros y al siquiatra que había declarado “loco” a Albizu, el doctor Daumy le informó a la señora Meneses “que raras veces había encontrado a una persona de tanto vigor mental”. Pero, con todo y esto, las denuncias de Albizu de que estaba siendo irradiado las usaron los testaferros coloniales para lanzar y sostener la especie de que estaba “loco”.

    Ciertamente hasta cómo se le conduciría a la muerte predijo Albizu. Porque estando encarcelado sufrió un ataque cerebral que lo dejó paralítico y sin habla. Hay que señalar que cuando sufrío este ataque cerebral no se le prestó asistencia médica inmediata, sino que lo llevaron al hospital, tarde, cuando ya el ataque había causado daño físico permanente a su persona y lo dejaba lisiado para siempre, paralítico y sin habla hasta la hora de su muerte en 1965. Debe ser también el lector que las acusaciones que hacía Albizu, de que estaba siendo irradiado, no procedían de una suposición ni de la imaginación de un loco alucinado. Porque Albizu era un hombre de ciencias y educado en estas. Entre los títulos académicos que Albizu obtuvo en Harvard University estaba el de inginiero químico. No era, pues, un lego de las ciencias naturales. Albizu también estuvo al tanto de los primeros estudios que se hicieron de la energía atómica y concía las proyecciones de los usos bélicos de la radiación. Fue el primero que denunció el genocidio demográfico y la devastación ecológica en Puerto Rico, mucho antes de se formaran los especialistas en esta disciplinas. Por ejemplo, denunció que el neomalthusianismo en Puerto Rico no era un proyecto científico de control poblacional, sino que era un plan para la exterminación del puertorriqueño. “Quieren la jaula (el territorio nacional), pero no a los pichones” (los puertorriqueños), llegó a decir en una de sus célebres adscripciones irónicas. Se refería al hecho de que mientras se controlaba la natalidad de los puertorriqueños, por otro lado se permitía el ingreso masivo de extranjeros en Puerto Rico.

    Ahora que el Departamento de Energía del gobierno de los Estado Unidos ha declarado que se han estado haciendo experimentos desde 1940 y que se irradiaron prisioneros en los establecimientos carcelarios, sería bueno que se abriera una investigación exhaustiva donde se aclaren las denuncias de Don Pedro Albizu Campos. Es de elemental justicia realizar dicha investigación o producir la documentación secreta que sobre Albizu mantiene el gobierno de los Estados Unidos. Los puertorriqueños que conocen su caso, cuando el Departamento de Energía anunció de los experimentos que habían realizado científicos norteamericanos, unánimemente dijeron que Albizu tenía razón.

    Contribución de José Manuel Torres Santiago.

    Tomado de la Revista Homines, Vol. 19, Núm.2, Vol.20, Núm. 1; febrero-diciembre de 1996


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    Mensaje por DP9M Lun Jul 18, 2011 12:14 am

    Para ética científica EEUU :

    1931- El Dr. Cornelius Rhoads, (con auspicio del Instituto Rockefeller para las Investigaciones Médicas), infecta seres humanos con células cancerosas. Poco después es nombrado para la Comisión de Energía Atómica Americana. Allí comienza una serie de experimentos de exposición a la radiación en soldados americanos y pacientes de hospitales civiles.

    En 1940 se experimenta con 400 presos de Chicago, que son infectados de malaria y tratados con medicamentos experimentales. Los nazis pusieron como ejemplo este tratamiento para justificar su propio genocidio cuando fueron acusados en Nuremberg.


    En 1942 se hacen experimentos con gas mostaza en 4.000 soldados. También se experimenta con nanonitas (amish) a cambio de librarse del servicio militar. Nadie era sabedor de las consecuencias de la pruebas a que eran sometidos.

    1942- Se inician experimentos con gas mostaza en aproximadamente 4.000 militares. Los experimentos continúan hasta 1945. En este caso, los conejillos de Indias, fueron los Adventistas del Séptimo Día, quienes eligieron esta opción en lugar de alistarse en el ejército.

    1945-Comienza el Proyecto Paperclip. El departamento de estado y la CIA reclutan científicos nazis, ofreciéndoles inmunidad e identidades secretas a cambio del trabajo en proyectos ultra secretos del gobierno en los Estados Unidos.


    1947- El Coronel Kirkpatrick de la Comisión de Energía Atómica Americana emite un documento confidencial (Documento 07075001, del 8 de enero de 1947) declarando que la agencia empezará a administrar dosis intravenosas de substancias radioactivas a humanos.

    1947- La CIA empieza a estudiar el LSD (Acido Lisérgico) como arma potencial para ser utilizada por la Inteligencia Americana. Seres humanos civiles y militares son sometidos a su administración (con o sin consentimiento).




    Entre 1960 y 1960 se desarrolló el Proyecto 112, en el que experimentaron con 5.842 soldados con agentes químicos y bacteriológicos, gases nerviosos VX y sarín. También se aplicaron estos productos en zonas pobladas. Para descontaminar los barcos de guerra se usó Betapropriolactono, que es un agente cancerígeno.



    Aparte de los cientos de miles de soldados sometidos a radiación nuclear, se calcula en unas 20.000 las personas que hicieron de cobayas humanas en diversos experimentos durante la Guerra Fría. La mayoría fueron soldados, pero también se pueden incluir a embarazadas (820 embarazadas recibieron dosis de hierro radiactivo) y niños (200 niños recibieron altas dosis de plutonio y uranio radiactivos). A Mary Jean Connell, ahora de 74 años, le inyectaron uranio en sangre, sin que ella lo supiera. El objetivo era saber el efecto de las armas atómicas en los seres humanos, en caso de guerra nuclear.

    Los afectados desarrollaron diversos tipos de cánceres. En 1996 sólo se pudieron localizar a 12 personas vivas.




    En 1990, se experimentó con 1.500 bebés negros e hispanos de 6 meses de edad en Los Angeles. Es una vacuna contra el sarampión aún no autorizada.

    En los años de la Guerra Fría se experimentó con niños deficientes de Massachussets. Se les dio de comer alimentos radiactivos.




    A niños huérfanos con HIV de Illinois, New York, Maryland y Texas se les suministró fármacos experimentales contra el sida en los años 90 del siglo pasado. Si el niño mejoraba, la prueba era positiva; si el niño moría, la prueba era negativa. Los diagnósticos oficiales a los niños que morían eran neumonía o envenenamiento en la sangre. La mayoría de niños eran latinos o negros o blancos pobres

    Experimentos con presos

    En 1965 se aplica dioxino a los presos de la Prisión Estatal de Holmesburg en Filadelfia. El dioximo es un componente cancerígeno del Agente Naranja que se estaba utlizando en Vietnam. Se estudian los casos que desarrollan cáncer.

    Experimentos con minorías étnicas

    En 1970 se da a conocer la existencia de “armas étnicas”, que actúan y eliminan colectivos determinados.

    Durante la Guerra Fría se experimentó con esquimales de Alaska y negros con bajo nivel de inteligencia. A los esquimales se les dio yodo radiactivo para estudiar el comportamiento de la tiroides en situación de frío extremo. A enfermos de cáncer de raza negra con bajo nivel de inteligencia se les aplicó radicación por todo el cuerpo en la facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati (Ohio).

    Experimentos con mineros

    También están afectados los mineros que trabajaron en minas de uranio, a los que se suministró medicamentos radiactivos

    Experimentos con zonas densamente pobladas

    Que se sepa, al menos entre 1949 a 1969 se han hecho pruebas con bacterias y virus en zonas pobladas.

    En 1950 se rocía a San Francisco con bacterias. Se trata de ver la reacción de la población. Los casos de pulmonía se multiplican. En 1953 se rocían con Sulfuro de Zinc-Cadmio zonas de Winnipeg, St. Louis, Minneapolis, el Fuerte Wayne, el Valle del Monocacy en Maryland, y Leesburg, Virginia. En 1953 se rocía con Marcescens Serratia y del Bacilus Glogigii a las ciudades de New York y San Francisco. En 1955 se rocía con una bacteria a la Bahía de Tampa, Florida, para ver su efecto sobre la población. En 1956 se rocía con mosquitos con fiebre amarilla a Bahía de Tampa, Florida. En 1966 se rocía con Bacillus subtilis al Metro de New York, pudiendo afectar a un millón de personas. En 1968 se experimenta el envenenamiento del agua potable introduciendo productos químicos en la red de agua de Washington, D.C.,

    En 1977 se hace público desde el Senado que entre 1949 y 1969 fueron rociadas con agentes biológicos hasta 239 zonas pobladas. Zonas como San Francisco, Washington, D.C., Centro-Oeste de EE.UU., Ciudad de Panamá, Minneapolis y St. Louis.

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    Mensaje por DP9M Lun Jul 18, 2011 12:19 am

    Algunos estados esterilizaron a los «imbéciles» durante buena parte del siglo XX. La Corte Suprema de los Estados Unidos sentenció en el caso Buck contra Bell de 1927 que el estado de Virginia podía esterilizar a los considerados no aptos. La época más importante de esterilización eugenésica fue entre 1927 y 1963, cuando unas 64.000 personas fueron esterilizadas forzosamente bajo las leyes eugenésicas de los Estados Unidos.[17] Un informe favorable sobre los resultados de la esterilización en California, con mucho el estado que más esterilizaciones realizó, fue publicado con formato de libro por el biólogo Paul Popenoe y sería ampliamente citado por el gobierno nazi como evidencia de que los programas masivos de esterilizaciones eran factibles y humanos. Cuando los dirigentes nazis fueron juzgados por crímenes de guerra en los Juicios de Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial, justificaron las esterilizaciones masivas (unas 450.000 en menos de una década) citando a los Estados Unidos como sus inspiradores.[18]


    Con la aprobación de la ley de inmigración Johnson-Reed, los eugenesistas jugaron por vez primera un papel protagonista en el debate del Congreso como expertos asesores sobre la amenaza de «linajes inferiores» procedentes del este y el sur de Europa. Esto redujo el número de inmigrantes del extranjero al 15% de años anteriores, al controlar el número de individuos «no aptos» que entraban al país. La nueva ley reforzó las anteriores que prohibían la mezcla racial en un intento por conservar el acervo genético.[15] Las consideraciones eugenésicas también estuvieron tras la aprobación de leyes sobre el incesto en buena parte de los Estados Unidos y fueron usadas para justificar muchas leyes antimiscegenación

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