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las llaves del piso en que estaba Villaescusa con una inscripción de la urbanización en que la que se encuentra. El 11 de febrero, policías de paisano rodean el edificio. Con la llave encontrada abren la puerta. Abelardo, que se encuentra dentro, con la metralleta al lado, cree que quien abre es el compañero. Cuando quiere reaccionar un numeroso grupo de policías le rodean, le tira al suelo, haciendo inútil la reacción defensiva de Abelardo.
Pese a la detención del comando y la liberación de los rehenes, la Operación Cromo tuvo una gran importancia y se alcanzaron en gran medida los objetivos. No es una derrota, explicaron los GRAPO tras el desenlace. Durante los dos meses que duraron los secuestros, se denunció al régimen: era una prueba palpable de su debilidad, de que era posible hacerle frente con éxito. Si los rehenes no fueron ejecutados en poco tiempo fue, según explicaron los GRAPO, porque manteniéndolos presos indefinidamente se colocaba a la oligarquía en una situación muy difícil: era un cáncer que les impedía gobernar y que minaba su prestigio. Por otra parte, la Operación Cromo contribuyó decisivamente a la liberación de la mayoría de los presos políticos en 1977. Poco antes de la Operación, el gobierno hizo declaraciones de que no habría más amnistías y, al poco de producirse el apresamiento, Martín Villa se apresuraba a decir que el gobierno estaba estudiando nuevas medidas de gracia. Sin embargo, esta amnistía no alcanzó a los integrantes el comando que realizó la Operación, a quienes tanto hablan contribuido a conseguirla.
Torturas en la DGS. La lucha continua en la cárcel
Abelardo permaneció 23 días, cuatro largas semanas, en los calabozos de la DGS, sometido a todo tipo de torturas y vejaciones. Él mismo lo relataría así en un escrito recogido en el Informe Oficial de los GRAPO sobre la Operación Cromo: Me detuvieron el 11 de febrero cuando estaba custodiando a Villaescusa. Cuando entraron me rompieron los pantalones, me ataron las manos y las piernas con correas, cables y esparadrapo y me llevaron a la DGS a fuerza de golpes y patadas por todo el cuerpo, especialmente en el estómago, hígado y costado derecho. Después de esto me colgaron en una barra de hierro, colocándome en las muñecas y en las esposas, mientras me dan con la porra en los pies, turnándose cuando se cansan. Otro me golpea en el costado derecho y otro va retorciendo la barra en la que estoy colgado. El cuadro se parecía al de los verdugos de la Edad Media, parecían salvajes o locos. Así me tuvieron durante algún tiempo. En las dos piernas me han producido derrames, desde las rodillas hasta lo pies todo estaba negro. No podía andar cuando iba al wáter. Los primeros días tenia que ir a gatas. El costado derecho, a la altura del hígado, lo tenia igual de negro que las piernas. Hoy, después de casi dos meses, tengo todavía hinchados los tobillos y no siento nada en parte de la mano izquierda por efecto de los grilletes.
Después de estos 23 horribles días es trasladado a la cárcel de Carabanchel. La prisión está hecha para destruir a la persona, someterla y humillarla. Por eso es fundamental en la cárcel conservar la dignidad, seguir luchando contra las humillaciones. Abelardo tenía esto muy claro y siempre fue un ejemplo para sus compañeros. Su alegría y sus bromas, su seriedad en el trabajo y la vitalidad, su confianza infinita en la causa emprendida y en los camaradas no podrán ser olvidados por quienes le conocieron. Tampoco la cárcel pudo doblegar a un hombre acostumbrado a llevar la cabeza alta y la verdad en la boca, seguro de la justeza de su lucha y con sólidos principios comunistas. Su comportamiento y trato fue y sigue siendo ejemplo para todos sus compañeros y cuantos le conocieron.
El tiempo que pasó en prisión lo aprovechó en adquirir unos conocimientos que se le habían negado en los primeros años de su vida, estudió y aprendió todo aquello que era útil para la causa del pueblo.
En la época en que Abelardo y sus compañeros entran en la prisión se desarrolla un movimiento entre los presos sociales contra las condiciones inhumanas de encarcelamiento y en petición de mejoras. Los motines se extienden a todas las cárceles. Abelardo contactó con los principales dirigentes de la COPEL y mantuvo buenas relaciones con los presos más conscientes del movimiento, ganándose su respeto.
A raíz de un motín en Carabanchel, son trasladados a Córdoba los presos de los GRAPO y los principales dirigentes de la COPEL. Nada más llegar allí se ponen a trabajar para preparar la fuga: el deber de todo prisionero es evadirse para incorporarse al combate en la calle. Con gran organización se iniciará el túnel. Abelardo es el principal encargado de realizarlo, es el primero en bajar y arrancar la tierra con el pico centímetro a centímetro. Cuando apenas quedan tres metros para salir, son trasladados de nuevo a Carabanchel. De allí los presos de los GRAPO son conducidos a la cárcel de Soria.
Meses después, en enero de 1978, llegan nuevos militantes de los GRAPO y del PCE(r) a Soria, forman un grupo numeroso y constituyen la Comuna Carlos Marx. Se organiza el tiempo y las actividades para evitar la desidia y la desmoralización que provoca la vida carcelaria. Se divide el día dejando tiempo para la gimnasia, el estudio, el esparcimiento, los trabajos manuales, las reuniones... Dentro de la comuna funciona la Escuela donde se imparten temas sobre historia, literatura, marxismo-leninismo, etc. Hay una biblioteca que se amplía día a día. Todas las semanas se organizan reuniones y actividades culturales donde los grupos musicales formados, los incipientes poetas y escritores exponen sus cualidades. Abelardo es un entusiasta de la música de su tierra y se convierte en el principal impulsor del grupo coral gallego. Por las tardes, dos o tres horas, se dedican a trabajos manuales: hay que contribuir en la medida de lo posible, incluso en la cárcel, al autosostenimiento, conforme al principio: quien no trabaja no come.
Por supuesto, este régimen de vida no se consigue sin sacrificios sino a costa de continuos plantes, huelgas de hambre y enfrentamientos con los carceleros que intentan imponer por todos los medios su destructiva disciplina carcelaria. Abelardo, en los casi tres años que estuvo en la cárcel, realizó cerca de 10 huelgas de hambre, algunas de casi un mes de duración para evitar ser pisoteados por los carceleros.
En febrero de 1978 le trasladan una vez más a Carabanchel para someterle a juicio. Allí participa en un túnel que han abierto los camaradas con anterioridad. Cuando está dentro de él, junto con otros, el túnel es descubierto, pero consiguen salir de él sin ser vistos aprovechando la oscuridad. La dirección empieza los interrogatorios. El preso anarquista Agustín Rueda Sierra es asesinado a golpes por los carceleros y Abelardo es trasladado inmediatamente a Soria.
Sólo se es libre luchando y Abelardo cristalizó, una vez más, las ansias de libertad de su clase y su pueblo al preparar la construcción de otro túnel. Los trabajos están perfectamente planificados y distribuidos. Unos juegan al ping-pong para amortiguar los ruidos. Mientras un grupo pasea, otro recoge la arena en la celda de la que parte el túnel y por medio de cajas la pasan por un hueco disimulado en el techo, bajo el fluorescente, y otro grupo se encarga de recogerla y esconderla en el falso techo. Por último, otros están encargados de picar con los instrumentos rudimentarios de que se dispone. Como en otras ocasiones Abelardo marcha a la cabeza de los picadores. Pasa horas y horas en el hueco. Pese a su complexión ancha, entra como ninguno por los más difíciles y estrechos pasos del túnel. Su realización es muy dificultosa; hay trechos en que hay que horadar piedra viva. Al final del túnel casi no llega el aire y es necesario bombearlo por medio de un secador de pelo y un tubo... Cuando se llevan 60 metros de túnel, ya fuera de la cárcel y buscando la red de alcantarillado, el agujero es descubierto casualmente en un cacheo. Son muchos meses de trabajo cuidadoso y penoso. No importa, se volverá a intentar.
En este tiempo, Abelardo no sólo participa en los trabajos del túnel sino también en todas las actividades comunales. Destaca especialmente su contribución a la redacción del folleto Experiencias de tres años de lucha armada donde se recoge el análisis de las experiencias de la Organización guerrillera en el combate armado.
A las provocaciones de los carceleros hay que añadir los cacheos de la policía política que, de mes en mes, tienen como exclusivo objetivo robar cartas, fotos de los familiares, destrozar las celdas y los trabajos manuales, etc. En una ocasión trataron de excarcelar por segunda vez a un combatiente para volver a torturarlo en la DGS. La firme oposición de los prisioneros ocasiona una batalla campal. Los antidisturbios se emplean a fondo con bolas, porrazos y botes de humo, destrozando media cárcel. No conformes con esto, la dirección sanciona a los presos con dos meses de celdas de castigo. En respuesta, los presos se declaran en huelga de hambre. A los 28 días, dos de ellos sufren un agravamiento, uno por un ataque al corazón. Los carceleros se niegan a sacarle al hospital. Los que todavía pueden ponerse de pie, entre ellos Abelardo, se abalanzan sobre los policías que les rodean. Collazo se desabrocha la camisa del pijama y ofrece su pecho a las balas de los antidisturbios que, armados hasta los dientes retroceden. Las protestas surgen efecto y los dos presos son hospitalizado. Poco después, la Dirección de Prisiones anula la sanción y los presos cesan la huelga.
A finales del 78 son trasladados a la prisión de Zamora. Celdas con un palmo de agua, las paredes rezumando humedad y con el único mobiliario de un jergón. En protesta por esas condiciones de reclusión, se inicia una nueva huelga de hambre que dura 22 días, tras la que se consiguen algunas mejoras.
Al igual que en Soria, se organiza la vida de la Comuna Carlos Marx. Inmediatamente se estudian las posibilidades de fuga. No tardarán en ponerse manos a la obra.
En los lavaderos del patio, bajo la escalera, se empieza cavar. Abelardo con el travesaño de una cama da los primeros golpes y, otra vez, será el primero en la brecha, arrancando terrón a terrón, hacia la libertad. Nuevamente se monta en torno a los trabajos del túnel la operación para arroparlos; la vigilancia las maniobras de distracción, etc. Se estudia la dirección y longitud que ha de tener el túnel para pasar los muros varios metros bajo tierra y alcanzar terreno libre. No son muchos metros pero sí especialmente difíciles y duros. Se invierten varios meses en alcanzar el objetivo.
Mientras, la vida comunal transcurre con normalidad, sólo alterada por las luchas continuas para hacerse respetar por los carceleros. Abelardo, además de los trabajos del túnel, desempeña sus responsabilidades dentro de la Comuna. Hace gimnasia, lee estudia, realiza las tareas de limpieza y cocina. En los trabajo manuales es el más rápido y eficiente en la confección de toquillas, bolsas de lana, etc. Muchos compañeros nuevos en la comuna aprenden el oficio de las manos, al ritmo rápido e incansable, de Abelardo.
La fuga de Zamora
A mediados de diciembre de 1979 el túnel está prácticamente concluido. Los camaradas que saldrán por él ultiman los detalles de calzado, ropa y comida. Se reúnen y se trazan planes. Aunque sus rostros no traslucen nada especial, se respira un cierto nerviosismo, hay un ambiente tenso. Ha llegado el momento clave. El 17 de diciembre es el día escogido. Hasta la cena todo ha sido normal. Al terminar sólo los veteranos pasean por el patio, pese al frío. Los cinco camaradas ya están dentro del túnel. Han entrado a las 8'15 y quince minutos después cambia la guardia de los civilones de las garitas que repiten mecánicamente los movimientos que han sido vigilados decenas de veces por el grupo de fuga. Se quitan las últimas piedras, las últimas manotadas de tierra y penetra por el túnel la claridad de la luna.
Sale Abelardo que corre cuesta arriba por el monte que nace en el muro mismo de la cárcel. Le siguen Brotons Beneyto, Cerdán Calixto, Hierro Chomón y, por último, Martín Luna. Todo ha ido bien; los guardias civiles nada han notado. Disponen de un mínimo de margen hasta las 9'15, aunque es más probable que dispongan hasta las 12, hora en que se cierran las celdas.
Los cinco se dividen en dos grupos. Collazo y Brotons parten juntos y recorren en la primera noche cerca de 40 kilómetros por la vía del tren, en dirección a Ponferrada. Hay que aprovechar el tiempo de que se dispone de ventaja y alejarse el máximo posible. Pese a que van abrigados el frío les penetra hasta los huesos. Comienza a llover y, poco después, a nevar: van empapados y ateridos de los pies a la cabeza. Abelardo marca un paso firme y rápido, acostumbrado desde niño a correr, a las largas marchas.
Durante 10 días siguen caminando en dirección a Galiza, durmiendo de día en el monte, caminando de noche. Cada cierto tiempo se acercan a un pueblo para avituallarse.
Continúa la lucha
Una vez en Vigo, busca un refugio en el monte. Conoce palmo a palmo el terreno en el que ha vivido desde niño. Y de nuevo quiere entregarse en cuerpo y alma a la lucha revolucionaria para reorganizar la guerrilla y, cumpliendo con esta labor, dio lo único que le quedaba por entregar: su propia vida. Con precaución, va tomando contacto con sus conocidos y amigos y, finalmente, con la Organización. Tiene que moverse con sumo cuidado pues toda la policía va tras la pista de los fugados. Estos primeros meses son especialmente duros. Aislado, casi sin dinero ni ropa, mal alimentado, ha de resolverse por él mismo los problemas, con paciencia y sin precipitarse.
Toma contacto con un grupo de jóvenes trabajadores con quienes forma un comando y se pone a trabajar. En primer lugar, tiene que resolver los problemas más inmediatos, por lo que se planifica una expropiación bancaria y se realiza. Igualmente se expropia el armamento a un guardia civil. Posteriormente se traslada a Barcelona, donde efectúa varias operaciones.
Se reúne la dirección de los GRAPO, incluido Abelardo. Se estudia la situación política, las fuerzas orgánicas y se establecen los planes de trabajo. Abelardo es destinado a Galiza para montar la infraestructura de la Organización y realizar una labor de captación. Y de nuevo vuelve a su tierra.
Por medio de enlaces va desarrollando su actividad. Efectúa visitas, se reúne con gente dispuesta. Es un trabajo difícil y que requiere tiempo. Simultáneamente va enseñando a los nuevos combatientes, les transmite su experiencia.
A principios de mayo Hierro Chomón se traslada a Vigo para realizar varias operaciones junto con Abelardo. Cuando ambos están realizando una llamada telefónica desde una cabina son reconocidos por dos policías. Hierro y Collazo, que han notado cosas extrañas y deciden salir de la zona. No han andado ni cien metros cuando son rebasados por un coche con cinco policías que frena unos metros más adelante y del que salen los sociales disparando sin previo aviso. Hierro resulta herido en una pierna y cae al suelo en medio de una lluvia de balas. Abelardo logra sacar su pistola y efectuar varios disparos, tras lo cual logra huir.
Aquella noche se refugia en el monte. En la ciudad y en los alrededores se le busca intensamente, aunque no logran dar con su paradero. Hasta este momento se había movido con cierta tranquilidad pues la policía no sospechaba que anduviese por Vigo, pero ahora, seguir en la ciudad resultaba muy peligroso.
A finales de mayo se encarga de formar y adiestrar un comando en Madrid. Los combatientes son jóvenes, con escasa experiencia y poco compenetrados. En un principio les encarga pequeñas acciones: expropiaciones, etc., para que se familiaricen y se vayan fogueando. También se dedican a la recogida de información y a la preparación de futuras acciones.
A finales de julio se realiza una acción contra el general Criado, subinspector de Sanidad del Ejército. Tienen perfectamente estudiados sus movimientos. En un cruce de calles, el coche que conduce al general se detiene ante una parada. Abelardo, metralleta en mano, y otro combatiente abren fuego cruzado sobre los ocupantes de su vehículo, muriendo el soldado de escolta. Dan por muerto al general que sólo quedará herido y tras arrebatar el subfusil al policía militar, emprenden la retirada.
Asesinato y entierro de un hijo del pueblo
En el mes de agosto, el comando del que es responsable Abelardo realiza algunas acciones menores y prepara otras. Sigue desarrollando su actividad normal. Comparte su piso con otro camarada. Salen temprano por la mañana y vuelven a la hora de comer, conforme al horario de cualquier trabajador. Sus movimientos no levantan sospechas. Su aspecto ha cambiado mucho. Siempre de constitución fuerte y ancha, ha adelgazado para evitar ser reconocido por los sabuesos policiales.
El 29 de agosto sale temprano como todos los días y vuelven ven a la hora acostumbrada para comer. Desde hacía unos días estaba preocupado pues creyó que le habían reconocido en una parada de autobús, aunque posteriormente logró zafarse de la vigilancia. Sobre las 5 de la tarde vuelve a salir para entrevistarse con uno de los integrantes del comando, Xosé Lois Fernández González, El Che, obrero vigués como él. Sobre las 8'30 suben por la calle de Bravo Murillo y tuercen por la calle Coruña. Mientras, la policía ha ido preparando la emboscada. El lugar está poco transitado; es el sitio idóneo, sin testigos. Varios policías se aproximan por la espalda y, sin mediar palabra, descargan las pistolas en los cuerpos de Abelardo y el Ché. Ya en el suelo, rematan a Abelardo con saña;. Tiene seis balazos por la espalda. Sólo le podían matar así, cobardemente, a traición. De frente, sus asesinos tenían miedo. Temían su cuerpo grande inmenso y generoso. Temían sus manos fuertes y callosas, acostumbradas al mazo y la pistola. Temían su frente despejada, su mente clara, su decisión y confianza en la causa del pueblo. No podía quedar vivo. A Xosé Lois también le acribillaron; un tiro le secciona la médula espinal a la altura del pecho por lo que queda paralítico.
La noticia del asesinato corrió como la pólvora. En Vigo, su ciudad natal, que tanto él quería y donde era tan querido, la noticia causa un gran impacto. Esa misma noche numerosos trabajadores y grupos de jóvenes salen a la calle y llenan las paredes de pintadas en honor de Abelardo y contra la policía. A la mañana siguiente todos los muros de Vigo hablan a gritos del asesinato de un hijo del pueblo. La Asamblea pra Ceibar os Presos Políticos de Galiza llenó la calle de octavillas denunciando el asesinato de Collazo y la situación de Xosé Lois. En los bares, las fábricas, los tajos... en todos sitios, no se habla de otra cosa durante días. Los viejos compañeros de las huelgas de la construcción, de la de 1972, recordaban la figura de Abelardo en asambleas, reuniones y charlas. Todo el pueblo trabajador lloró la pérdida de uno de sus mejores y más dignos hermanos.
El día 1 de septiembre se celebró el entierro en el cementerio de Teis. Este acto constituyó una muestra de cariño y reconocimiento hacia Abelardo Collazo y de apoyo a la lucha que él mantuvo y otros continúan. Aunque la prensa trató de silenciarlo al máximo, no pudo dejar de reconocer la sorprendente manifestación de solidaridad del pueblo vigués. El féretro, conducido desde Madrid, era esperado por cerca de 5.000 personas de todas las edades. Más de 300 automóviles estaban estacionados en las cercanías del cementerio.
Al llegar el furgón con el cuerpo de Abelardo, se cubre el féretro con las banderas de la República Popular y la gallega. En el centro, sobre la bandera roja, ondea el escudo de los GRAPO. El féretro es llevado a hombros por familiares, amigos y compañeros. Entre los asistentes ondearon numerosas banderas del PCE(r), la República Popular y la gallega. El ataúd fue conducido hasta la fosa en medio de un impresionante silencio, sólo interrumpido por sollozos de la madre de Abelardo, Camila, y de numerosa gente. Allí se depositan coronas de flores de todas las fábricas viguesas. Ante la fosa se entona el himno de los GRAPO, se dan vivas a los GRAPO y a la lucha armada y se gritan consignas contra la policía. Uno de los asistentes explicó brevemente la trayectoria de su vida y la lucha de Abelardo y el papel de la guerrilla, desde la guerra del 36 hasta los GRAPO. Tras esto, más de 1.000 personas se manifestaron por las calles de Vigo, enfrentándose durante varias horas a la policía con piedras y cócteles Molotov. El pueblo de Vigo dio muestras, una vez más, de su tradición combativa y de su reconocimiento sin límites a la labor de hombres tan valerosos, sinceros y honrados como Abelardo.
Abelardo, el camarada Alfonso para sus compañeros de lucha, era padre de una hija de 8 años de edad. Constituye es un destacado representante de las tradiciones combativas de su clase, del proletariado gallego y de todos los pueblos del Estado español. Su carácter abnegado y recto y, sobre todo, sus vivencias de las injusticias y la opresión, le llevan a la lucha contra el régimen tirano y asesino, entregándose en cuerpo y alma a la tarea de extender la semilla revolucionaria entre la clase obrera y los trabajadores.
En todas las acciones en que participó destacó por su decisión y empuje, por su enorme valor y por la gran confianza y seguridad que transmitía a todos sus compañeros.
Como luchador comunista, Abelardo plantó cara al enemigo allí donde estaba: en la fábrica, en el duro trabajo de organización, en el desenmascaramiento de los conciliadores revisionistas, en la cárcel, en la guerrilla y nuevamente con las armas en la mano. Abelardo, durante toda su apretada vida de revolucionario, destacó por su coraje, entrega y claridad de ideas.
El mejor homenaje, que el pueblo gallego -su pueblo-, y los demás pueblos del Estado español pueden hacer a este glorioso guerrillero comunista es contribuir activamente, cada uno en la medida de sus fuerzas, a seguir su ejemplo para que en nuestro país se hagan realidad la República Popular de los Trabajadores y el socialismo, objetivos por los que Abelardo luchó y no dudó en entregar lo mejor de él mismo: su propia vida