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    La historia de un republicano marroquí

    JOSÉ RAMÓN
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     La historia de un  republicano marroquí  Empty La historia de un republicano marroquí

    Mensaje por JOSÉ RAMÓN Jue Jun 23, 2011 2:46 pm

    Del Infierno a la Libertad

    Escapé milagrosamente de la policía secreta de mi país en 1996.
    Aquel momento es inolvidable para mí: tras dieciocho años de
    aislamiento y vigilancia permanente al fin soy libre. Siempre recordaré
    que aquella noche había una fiesta en Melilla.

    He conocido a gente que se ha querido aprovechar de mi memoria:
    mi vida real no es la que ellos desean saber. He conocido a traidores
    que me han hecho sufrir, personas a las que he creído amigas, traidoras
    al fin y al cabo porque ni la verdad ni el amor se venden.

    Comenzaré a narrar mi vida a partir del año 1971: es el resumen de mi
    lucha y se basa en la verdad de los hechos. Estamos en la ciudad de
    Riche, próxima a la montañas del Atlas. Mi padre, Oufkir, es el jefe de
    la guardia fronteriza y tiene conocimiento de lo que ocurre en el país
    a través de su hermano, el general Oufkir. Le recuerdo como un hombre
    cariñoso, muy bueno con su familia.

    Cuando se comete el atentado, fallido, contra el rey yo tengo ocho
    años. El sufrimiento comienza cuando los militares paracaidistas
    apresan a toda la familia. Nos trasladan sin que en un primer momento
    sepamos el destino. Mi padre en un coche del ejército, y en otro mi
    primo, mis hermanas, mi madre y yo. Cuando al fin llegamos nos
    encontramos en una casa militar en medio del desierto: es en ese
    momento cuando nos damos cuenta de que se trata de una cárcel secreta
    aislada completamente del mundo exterior, y es en ese momento cuando
    comienza nuestro infierno.
    Encierran a mi hermano pequeño ya mi madre en un cuarto, ya mi hermana
    Halim ya mí en otro. Estuvimos quince días sin saber nada de nuestro
    padre. Cuando al fin pudimos verlo, estaba blanco como la nieve y lleno
    de moratones: sin duda alguna mi padre ha sido torturado.

    Mi padre había demostrado con hechos su afecto por su patria, la gente
    más necesitada, con el pueblo sin excepción, un hombre de buen corazón
    que adoraba a su familia. Hassan II no sólo no tuvo corazón con
    nosotros: no puede tenerlo una persona que asesina a seres humanos. De
    todos modos hay tanto que decir que creo mejor no hablar de estas cosas.
    Sí nombraré en este punto del relato a mis queridos familiares que
    fueron víctimas de Hassan II: Oufkir Mohamadine, Oufkir AbdelHaque,
    Ikram, Alía, mi madre Chahira elMahi, mis queridas Oufkir Halima,
    Oufkir Samia y mi padre Oufkir Mehdi.

    Pasan los días y seguimos en esa caverna: apenas nos dan una lata de
    sardinas para comer. Siento miedo cuando veo llorar a algunos de mis
    hermanos o a mis padres. Yo no puedo hacer nada, salvo llorar también.
    Mi padre y mi madre hablan mucho conmigo en esos momentos. Yo entonces
    no entendía lo que me querían transmitir. Sólo el con el paso de los
    años comprendo que tenían la esperanza de que yo algún día contase lo
    sucedido, que nuestra historia saliese a la luz y que con ayuda de Dios
    pudiese explicar lo que el rey nos hizo, cómo aquél al que sus amigos
    llamaban "rey del Islam" permitió que violasen a mi madre ante mis ojos.


    Hassan II era más que cruel.

    A medida que iba creciendo mi padre me inculcaba que la única salida
    era escapar. Escapar y contar mi historia. A veces me pregunto porqué
    amargarme con este pasado cruel, porqué no hablar del amor y de la
    comprensión que es lo que más se necesita en el mundo. En verdad lo
    siento hermanos, pero mi verdad es el dolor y para que la humanidad
    funcione es necesario que se sepa que el reyes un criminal, asesino no
    sólo de hombres sino también de niños.

    El tiempo pasa y el aislamiento continúa. Yo empiezo a pensar en el
    modo de escapar. Sé que los perros de vigilancia suponen un problema,
    por lo que decido excavar un túnel. Sólo mi hermana Halima está al
    tanto de mis intenciones. El trabajo es costoso, pero de todos modos sé
    que es suficiente con tener espacio para mi cuerpo yeso no es difícil
    porque soy un esqueleto viviente. Con ayuda de Dios voy haciendo el
    túnel por las noches. Durante este tiempo a menudo hago ruido con
    hierros para que los perros ladren y así desconcertar a los guardias,
    que simplemente les hacen callar.

    Llega el día de la evasión. Mi hermana llora porque piensa que me van a
    matar. Yo la tranquilizo: le digo que ha comenzado la lucha por
    levantar el aislamiento de nuestra familia. Tomo un poco de pan y
    sardinas para el viaje, y mientras mi hermana vigila la puerta de
    entrada ala estancia emprendo la huída. Es de noche. Sé que me puedo
    guiar por el sol y las estrellas para averiguar dónde están el norte y
    el sur, tal y como mi padre me había enseñado. Tengo miedo, es la
    verdad, pero continúo hasta encontrar la carretera. Sé que de día
    alguien puede verme y alertar ala policía, así que cuando sale el sol
    decido dormir: estoy muy cansado, y además es la única forma de que los
    helicópteros no me localicen. Me dirijo hacia las montañas, caminando
    siempre de noche y soportando el frío del invierno: más allá de estas
    montañas está el Sáhara, y en esa dirección la frontera de Argelia.

    Recuerdo que sólo me faltaban unos quince kilómetros para alcanzar mi
    meta cuando la sed pudo conmigo. Me acerqué aun pueblo con la esperanza
    de beber un poco de agua, pero la región había sido cercada y esta vez
    la suerte me fue esquiva: fui localizado por los perros de mis
    perseguidores.

    Tras ser torturado me llevaron de nuevo con mi familia. Al cabo de sólo
    dos días fuimos trasladados aun lugar aún más aislado. Ahora tan sólo
    sé que estamos cerca de las montañas del Atlas. Yo no abandono la idea
    de escapar y de liberar mi familia. Mientras Hassán II, el "hermano de
    Franco", el llamado Rey de los creyentes continúa asesinando a los
    creyentes de verdad, desde Benberka el Corand, un gran hombre defensor
    de los derechos humanos, pasando por nosotros mismos y sin olvidar a
    los desaparecidos que anhelaron un Marruecos democrático y respetuoso
    con los derechos humanos. Esto es contrario al Corán y al Islam, como
    también lo es a la Biblia.

    La segunda vez que planeo fugarme es invierno, y llueve mucho. En esta
    ocasión están conmigo Halima y Samia. Ahora evadirme será aún más
    dificil ya que los guardias verifican todas las mañanas nuestra
    presencia.
    Decido ir ganándome su confianza poco a poco. Aquel invierno mi madre
    cae enferma: tiene mucha fiebre, pero el médico que la atiende tan sólo
    le da unas pastillas y le dice que no tiene nada. Yo sé que es grave.
    Nadie hace caso de mis gritos de ayuda, e inicio una huelga de hambre
    que dura tres días con la esperanza de que fuese debidamente atendida.
    Finalmente, al cuarto día es trasladada a un hospital siguiendo las
    órdenes del ministro del Interior Driss Basri, mano derecha del rey. El
    trato es infrahumano, y llegan incluso a violar a mi madre ante mis
    ojos. Yo por entonces tenía catorce o dieciséis años. Este insoportable
    acontecimiento me trastorna la memoria y me recluyo en mí mismo. Poco a
    poco me repongo y recupero mi idea de fugarme, de encontrar la salida.
    Recuerdo que en aquél lugar llovía y hacía mucho viento.

    Pero las cosas van a cambiar a mejor. Una hija de mi tía, también
    recluida cerca de Marrakech, consigue huir. Se pone en contacto con la
    emisora de radio "France Interne" y da a conocer al mundo la situación
    de la familia Oufkir. Es entonces cuando Amnistía Internacional se pone
    en contacto con el gobierno de Marruecos. Tras estos sucesos comenzamos
    a notar cambios en la comida y en el trato de los guardias: como se
    suele decir, mientras hay vida hay esperanza. Somos trasladados a
    Rabat, y un médico acude a visitarnos: comenzamos a ser tratados como
    humanos.
    Nos recuperamos rápidamente gracias a la buena comida que nos preparan
    y a las vitaminas que nos proporcionan. Sin embargo al principio no
    permiten que nadie de la calle nos visite dado nuestro lamentable
    aspecto físico y aún peor estado moral: hemos sufrido mucho más que la
    cárcel.

    Comenzamos a vivir en libertad vigilada. Somos visitados por defensores
    de los derechos humanos, pero siempre bajo vigilancia. Sin embargo
    esta "libertad" ha llegado tarde. Mi padre está postrado en la cama,
    parece un esqueleto, mi bella madre habla sola como una loca, y mis
    hermanos están hundidos. Es el resultado de una tortura psicológica
    prolongada durante dieciocho años. Hassán II y Dris Basri han hecho de
    nosotros muertos vivientes. Confío en que los culpables no tardarán en
    pagar lo que han hecho.

    Oufkir karim
    Exiliado Político

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