Del libro "Húngaros en campos de prisioneros soviéticos (1941-56)" (En húngaro, "Magyarok szovjet hadifogságban") de Éva Mária Varga. Editorial Russica Pannonicana. Libros de Rusística XXIII. El libro ha sido editado por el Centro de Rusística de la ELTE, uno de los centros de investigaciones sobre Rusia y la URSS más prestigiosos de Europa.
El libro solo trata la situación de los húngaros, pero me imagino que la información también tiene que ver con la situación que había en el Gulag. En cualquier caso da una imagen muy diferente de la que suelen darnos.
Después de la Guerra, la vida en los campos comenzó a estabilizarse, remitió el hambre y las condiciones de vida fueron mejorando. En 1947-48 se puede hablar incluso del florecimiento de la vida cultural en los campos. Sobre todo, en un principio, en torno a los círculos antifascistas dentro de los campamentos. Pero sería un error considerar este proceso como dirigido únicamente desde arriba, desde las instrucciones de las autoridades soviéticas, en gran medida son también iniciativas que surgen espontáneamente desde los propios presos. En cualquier caso, los datos de los archivos dejan claro que las autoridades soviéticas querían ofrecer a los presos medios para el desarrollo de una vida cultural.
El primer paso partió de aquellos que querían representar las obras de teatro que recordaban en sus propios países. En 1942-43 en los campos no había aun suficientes bibliotecas, en muchos casos tampoco había equipos de cine o altavoces, tampoco había disfraces o equipamiento para realizar obras de teatro, pero la situación mejora con el paso del tiempo. En 1950 había 985 bibliotecas en los campos de presos de guerra con un fondo bibliográfico de 500 mil ejemplares en ruso y en otras lenguas. En 1947-49 había 3315 círculos o talleres artísticos, que organizaron casi 180 mil actuaciones y 66 mil sesiones de cine para los presos. En al menos el 40% de los campos había biblioteca. Muchas de las obras eran políticas, pero también literatura, por ejemplo con los clásicos rusos Pushkin, Tolstoi, Gorki, Mayakovski, Gogol, Chejov, Turgueniev o Ehrenburg, pero también de otros países, por ejemplo la literatura alemana estaba bien representada por obras de Schiller, Goethe o Heine. Incluso en algunas bibliotecas se disponía de las obras de Julio Verne o de Shakespeare. Había también libros en húngaro, rumano, italiano y otras lenguas.
En los campos solían organizarse sesiones de lectura donde se popularizaban autores soviéticos, como Katáiev, Shólojov, etc, y también clásicos. Eran frecuentes las sesiones literarias dedicadas a autores antifascistas.
Se dedicaron también muchos medios a la educación política de los presos, algo que tenía una gran tradición entre los bolcheviques. También se intentaba favorecer la disciplina en el trabajo. Los presos que destacaban por su trabajo cultural eran premiados, incluso en algunos casos, con la liberación y la vuelta a su patria.
El cine se volvió algo habitual en los campos tras la guerra, la mayoría eran películas educativas. En 1949 se presentaron en los campos 121 películas, en muchos casos traducidas a los idiomas de los presos. Muchos presos húngaros reconocen que la primera vez en su vida que vieron una película fue en los campos soviéticos (por ejemplo István Hajós). Muchos venían del pueblo y ni siquiera sabían qué era un cine.
Muy importante fue la labor de los talleres culturales que existían en todos los campos. Formaban orquestas, coros, etc. Fue una actividad muy apoyada por las autoridades de los campos. En muchos casos los propios presos fabricaban sus instrumentos, pero también se daban casos en los que la dirección del campo proporcionaba algunos. En el campo de Usmani las autoridades del campo encargaron a un cura húngaro benedictino preso, Alfonz Nádasi, la organización de un coro húngaro. El cura aceptó con una condición, no cantar nunca la Internacional. Fue castigado un día, pero al final la dirección del campo aceptó la condición y en lugar de la Internacional, antes de los conciertos se tocaba el himno soviético (desde 1943 eran diferentes). Estos coros y orquestas, primero se encargaban de tocar la música de su país, conocida por ellos, pero poco a poco fueron ampliando el repertorio con obras de autores rusos y soviéticos.
La cumbre de la vida cultural en los campos era el teatro. Para muchos presos fue la primera vez que podían trabajar en la creación de una obra artística, ya que en muchos casos era necesario el trabajo de casi todos los presos de una u otra manera. Se creó incluo una competición entre las distintas nacionalidades por mostrar mejores obras. Los trajes eran fabricados por los mismos presos. El campo estaba en ebullición las semanas anteriores al "extreno". En general los propios presos decidían el repertorio. En 1947 se anunció una competición para elegir la mejor obra antifascista de todos los campos (todos los campos, sin exclusión, participaron). El premio era la liberación y la vuelta a casa sin ninguna espera. Se presentaron 632 obras, muchas antifascistas, pero también otras de contenido "ligero", 542 fueron consideradas adecuadas según las bases, de ellas el jurado excluyó 90. 7 obras fueron elegidas como las mejores, para ser ejecutadas en los teatros de los campos. Finalmente no se dió primer premio, sino dos segundos.
El teatro en los campos llegó a ser tan importante que incluso a muchas sesiones podían asistir aldeanos de los alrededores.
Otra actividad habitual durante el tiempo libre en los campos era el deporte. En la mayoría de los campos la dirección de estos permitió la construcción de campos de fútbol o de voleibol u otros deportes. Para el 800 aniversario de la fundación de Moscú, en el campo de Krasnogorsk se organizó un "día del deporte" donde participaron equipos de distintos campos. En muchos casos incluso se han conservado fotos. También era muy habitual la celebración de competiciones de ajedrez.
El premio en las competiciones deportivas solía ser el traslado por un tiempo a campos de descanso o de recreo. El preso húngaro János Kiss recibió dicho premio, junto con sus dos compañeros de habituación alemanes. Posteriormente explicaba: "El lugar de descanso en el que estuvimos se encontraba en una bella región de montaña. Teníamos ropa de cama blanca y limpia y nos daban de comer cuatro veces al día. Podíamos jugar al ajedrez, al voleibol y otros deportes, leer periódicos y revistas. En ningún lugar del mundo se hace tanto por los presos como en la URSS". Otro de los premios habituales era la participación en excursiones a localidades cercanas. Por ejemplo, un tal Béla Lázár, del campo de Kalinin, pudo visitar Moscú de esta manera, cuenta lo siguiente: "Moscú es la ciudad de la limpieza, el orden y la disciplina ciudadana. Es un lugar maravilloso, como el más elegante reloj suizo. El estilo de Moscú es muy curioso. No hay nada americano, todo es propio, de la cultura tradicional rusa. Me encantaron las amplias avenidas y plazas. Solo allí puede construirse la Plaza Roja o el Kremlin, donde hay un alto grado de cultura desde hace siglos."
Muchos presos tuvieron la posibilidad de pasear por la plaza Roja. Se han conservado numerosas fotos de estas ocasiones.
En el campo número 62 (en las cercanías de Kíev) se llevaba a los presos al centro de Kíev, a ver el museo de Lenin, la Ópera o el célebre koljós Vinograd, donde con ayuda de intérpretes y guías experimentados se les informaba de todos los datos.
Además de eso, también los presos pintaban o producían objetos artísticos. En Krasnogorsk, con ocasión del acto ya mencionado del 800 aniversario de la fundación de Moscú, se celebró también una exposición internacional de objetos artísticos (de los presos). Lo mismo sucedió en 1949 con ocasión del 70 cumpleaños de Stalin.
(resumen del capítulo VII del libro, páginas 309-321)
El libro solo trata la situación de los húngaros, pero me imagino que la información también tiene que ver con la situación que había en el Gulag. En cualquier caso da una imagen muy diferente de la que suelen darnos.
Después de la Guerra, la vida en los campos comenzó a estabilizarse, remitió el hambre y las condiciones de vida fueron mejorando. En 1947-48 se puede hablar incluso del florecimiento de la vida cultural en los campos. Sobre todo, en un principio, en torno a los círculos antifascistas dentro de los campamentos. Pero sería un error considerar este proceso como dirigido únicamente desde arriba, desde las instrucciones de las autoridades soviéticas, en gran medida son también iniciativas que surgen espontáneamente desde los propios presos. En cualquier caso, los datos de los archivos dejan claro que las autoridades soviéticas querían ofrecer a los presos medios para el desarrollo de una vida cultural.
El primer paso partió de aquellos que querían representar las obras de teatro que recordaban en sus propios países. En 1942-43 en los campos no había aun suficientes bibliotecas, en muchos casos tampoco había equipos de cine o altavoces, tampoco había disfraces o equipamiento para realizar obras de teatro, pero la situación mejora con el paso del tiempo. En 1950 había 985 bibliotecas en los campos de presos de guerra con un fondo bibliográfico de 500 mil ejemplares en ruso y en otras lenguas. En 1947-49 había 3315 círculos o talleres artísticos, que organizaron casi 180 mil actuaciones y 66 mil sesiones de cine para los presos. En al menos el 40% de los campos había biblioteca. Muchas de las obras eran políticas, pero también literatura, por ejemplo con los clásicos rusos Pushkin, Tolstoi, Gorki, Mayakovski, Gogol, Chejov, Turgueniev o Ehrenburg, pero también de otros países, por ejemplo la literatura alemana estaba bien representada por obras de Schiller, Goethe o Heine. Incluso en algunas bibliotecas se disponía de las obras de Julio Verne o de Shakespeare. Había también libros en húngaro, rumano, italiano y otras lenguas.
En los campos solían organizarse sesiones de lectura donde se popularizaban autores soviéticos, como Katáiev, Shólojov, etc, y también clásicos. Eran frecuentes las sesiones literarias dedicadas a autores antifascistas.
Se dedicaron también muchos medios a la educación política de los presos, algo que tenía una gran tradición entre los bolcheviques. También se intentaba favorecer la disciplina en el trabajo. Los presos que destacaban por su trabajo cultural eran premiados, incluso en algunos casos, con la liberación y la vuelta a su patria.
El cine se volvió algo habitual en los campos tras la guerra, la mayoría eran películas educativas. En 1949 se presentaron en los campos 121 películas, en muchos casos traducidas a los idiomas de los presos. Muchos presos húngaros reconocen que la primera vez en su vida que vieron una película fue en los campos soviéticos (por ejemplo István Hajós). Muchos venían del pueblo y ni siquiera sabían qué era un cine.
Muy importante fue la labor de los talleres culturales que existían en todos los campos. Formaban orquestas, coros, etc. Fue una actividad muy apoyada por las autoridades de los campos. En muchos casos los propios presos fabricaban sus instrumentos, pero también se daban casos en los que la dirección del campo proporcionaba algunos. En el campo de Usmani las autoridades del campo encargaron a un cura húngaro benedictino preso, Alfonz Nádasi, la organización de un coro húngaro. El cura aceptó con una condición, no cantar nunca la Internacional. Fue castigado un día, pero al final la dirección del campo aceptó la condición y en lugar de la Internacional, antes de los conciertos se tocaba el himno soviético (desde 1943 eran diferentes). Estos coros y orquestas, primero se encargaban de tocar la música de su país, conocida por ellos, pero poco a poco fueron ampliando el repertorio con obras de autores rusos y soviéticos.
La cumbre de la vida cultural en los campos era el teatro. Para muchos presos fue la primera vez que podían trabajar en la creación de una obra artística, ya que en muchos casos era necesario el trabajo de casi todos los presos de una u otra manera. Se creó incluo una competición entre las distintas nacionalidades por mostrar mejores obras. Los trajes eran fabricados por los mismos presos. El campo estaba en ebullición las semanas anteriores al "extreno". En general los propios presos decidían el repertorio. En 1947 se anunció una competición para elegir la mejor obra antifascista de todos los campos (todos los campos, sin exclusión, participaron). El premio era la liberación y la vuelta a casa sin ninguna espera. Se presentaron 632 obras, muchas antifascistas, pero también otras de contenido "ligero", 542 fueron consideradas adecuadas según las bases, de ellas el jurado excluyó 90. 7 obras fueron elegidas como las mejores, para ser ejecutadas en los teatros de los campos. Finalmente no se dió primer premio, sino dos segundos.
El teatro en los campos llegó a ser tan importante que incluso a muchas sesiones podían asistir aldeanos de los alrededores.
Otra actividad habitual durante el tiempo libre en los campos era el deporte. En la mayoría de los campos la dirección de estos permitió la construcción de campos de fútbol o de voleibol u otros deportes. Para el 800 aniversario de la fundación de Moscú, en el campo de Krasnogorsk se organizó un "día del deporte" donde participaron equipos de distintos campos. En muchos casos incluso se han conservado fotos. También era muy habitual la celebración de competiciones de ajedrez.
El premio en las competiciones deportivas solía ser el traslado por un tiempo a campos de descanso o de recreo. El preso húngaro János Kiss recibió dicho premio, junto con sus dos compañeros de habituación alemanes. Posteriormente explicaba: "El lugar de descanso en el que estuvimos se encontraba en una bella región de montaña. Teníamos ropa de cama blanca y limpia y nos daban de comer cuatro veces al día. Podíamos jugar al ajedrez, al voleibol y otros deportes, leer periódicos y revistas. En ningún lugar del mundo se hace tanto por los presos como en la URSS". Otro de los premios habituales era la participación en excursiones a localidades cercanas. Por ejemplo, un tal Béla Lázár, del campo de Kalinin, pudo visitar Moscú de esta manera, cuenta lo siguiente: "Moscú es la ciudad de la limpieza, el orden y la disciplina ciudadana. Es un lugar maravilloso, como el más elegante reloj suizo. El estilo de Moscú es muy curioso. No hay nada americano, todo es propio, de la cultura tradicional rusa. Me encantaron las amplias avenidas y plazas. Solo allí puede construirse la Plaza Roja o el Kremlin, donde hay un alto grado de cultura desde hace siglos."
Muchos presos tuvieron la posibilidad de pasear por la plaza Roja. Se han conservado numerosas fotos de estas ocasiones.
En el campo número 62 (en las cercanías de Kíev) se llevaba a los presos al centro de Kíev, a ver el museo de Lenin, la Ópera o el célebre koljós Vinograd, donde con ayuda de intérpretes y guías experimentados se les informaba de todos los datos.
Además de eso, también los presos pintaban o producían objetos artísticos. En Krasnogorsk, con ocasión del acto ya mencionado del 800 aniversario de la fundación de Moscú, se celebró también una exposición internacional de objetos artísticos (de los presos). Lo mismo sucedió en 1949 con ocasión del 70 cumpleaños de Stalin.
(resumen del capítulo VII del libro, páginas 309-321)