El 31 de agosto de 1998, Corea del Norte sorprende al mundo lanzando un objeto volador a larga distancia. Inmediatamente, surgió un debate: ¿satélite o misil? En realidad, esa distinción tenía poca importancia en Occidente, ya que lo que verdaderamente preocupaba era el hecho de que uno de los últimos bastiones del anti-imperialismo y del socialismo, tuviese la capacidad de llegar con sus cohetes a miles de kilómetros de distancia. La guerra fría, que se creía olvidada, resucitaba en Corea.
Casi 11 años después, estamos viviendo una repetición casi idéntica de los acontecimientos de entonces. Hay una pequeña diferencia, que es algo más que un matiz: ahora, se sabe con seguridad que Corea del Norte posee armas nucleares.
Pero en realidad, esta es una historia que comienza hace casi 70 años, en Alemania, cuando en pleno apogeo militar, los nazis disparan el primer misil balístico de la historia. 15 años y un día después, la Unión Soviética utiliza la misma tecnología para poner en órbita el primer satélite artificial de la historia: el Sputnik. ¿Satélite o misil? Con la misma tecnología se accede a ambas posibilidades. En cualquier caso, no pretendo hacer una metáfora de cómo distintos regímenes utilizan la tecnología. De hecho, entre los países que han puesto satélites en órbita por sus propios medios, hay grandes diferencias: desde los Estados Unidos capitalistas a la China de Mao, pasando por el régimen sionista de Israel o la teocracia islámica de Irán.
Hasta hoy, 10 países han sido capaces de poner en órbita sus propios satélites artificiales, entre los cuales se encuentra la pequeña Norcorea. Quitando a esta última, el resto de países tienen al menos una cosa en común: nunca su programa espacial ha sido examinado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Por qué entonces Japón y Estados Unidos amenazan con llevar el de Corea del Norte ante el Consejo de Seguridad?
En este artículo voy a intentar esclarecer el contexto en el que se da este conflicto y también profundizar más en la geoestrategia de cada uno de los países involucrados.
Mirando atrás en la historia: ¿Qué pasó en 1998?
1998 es un año con sabor agridulce en la memoria de los norcoreanos. En septiembre se celebró el 50 aniversario de la República Popular Democrática y, además, por primera vez durante la “Marcha Ardua” (crisis) se consiguió estabilizar la economía. A pesar de ello, la alimentación era austera, la electricidad intermitente y el recuerdo de los peores momentos de los 90 aún estaban muy presentes.
Pero 1998 fue el comienzo de una década de recuperación económica. Tras haber sido abandonados a su suerte por sus antiguos aliados, Corea no tuvo más remedio que apelar al compromiso de su pueblo revolucionario. Y este, respondió. “¡Vivimos para el futuro, no únicamente para hoy!”, decían los murales de las calles de todo el país. El sudor y la conciencia ideológica fueron las armas de construcción masiva que Corea utilizó en esta titánica batalla.
Y en este contexto de emulación colectiva, llegó el 31 de agosto. De la costa oriental del país, despegó un cohete balístico de largo alcance, que colocó un satélite en órbita: el Kwangmyongsong No. 1 (Estrella Brillante).
Occidente no tardó en iniciar la guerra mediática. La primera respuesta vino por parte de Japón. Su reacción fue negar la posibilidad de que Corea del Norte hubiese puesto en órbita un satélite. “¿Ha sido un ataque con misiles por parte de Corea del Norte? ¡Nunca toleraremos una amenaza militar contra Japón!” En el mismo sentido se pronunció el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Un representante del mismo dijo “Suena estúpido, no hay por qué prestarle atención.”
Sin embargo, 4 días después, las autoridades rusas y chinas confirmaron que se había lanzado un satélite. Mirov, vice-presidente de la Asociación Espacial Rusa, declaró a ITAR-tass (agencia de noticias rusa): “Confirmamos que Corea del Norte ha puesto su primer satélite artificial en órbita terrestre. Ahora mismo, tiene una órbita elíptica, -218'82 km en su punto más cercano y 6978'2 km en su punto más lejano, completando un ciclo cada 165 minutos y 6 segundos. La tecnología del propio cohete es muy avanzada e increible”.
Esta declaración es muy importante. Sólo hay dos países que tienen un sistema efectivo de control de satélites: Rusia y Estados Unidos. En 1998 había en órbita 2,528 satélites y 6,204 restos de cohetes. Por lo tanto, sólo Rusia o Estados Unidos podían confirmar la veracidad del lanzamiento del cohete.
Al no poder negar el hecho de que Corea del Norte hubiera puesto en órbita un satélite artificial, Corea del Sur y Estados Unidos iniciaron una nueva línea argumentativa. De esta forma, el ministro surcoreano de Astuntos Exteriores, en su enésima visita de pleitesía a la capital del Imperio, declaró que con un nuevo tipo de cohete, Corea del Norte había tratado de poner un satélite en órbita. Sin embargo, este intento habría resultado fallido.
En la misma línea, la CIA confirmó que la intentona norcoreana había sido un fracaso y la NASA, aún admitiendo la existencia del satélite, dijo que este no funcionaba. El gobierno yanki, y su marioneta surcoreana, repitieron esta versión el 17 de septiembre.
Finalmente, el asunto llegó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En una declaración delirante, el Consejo de Seguridad dijo que “todo país tiene el derecho legítimo de usar el espacio para fines pacíficos”, pero que en el caso concreto de Corea del Norte, ésta debía tener “auto-contención”.
Por tanto, la versión occidental fue que Corea del Norte había intentado poner un satélite en órbita, sin éxito. Esta explicación auto-complaciente sirvió para tranquilizar a la opinión pública por el momento. Sin embargo, con el tiempo, la versión occidental se ha ido modificando. Actualmente, se habla de que Corea del Norte lanzó un misil de largo alcance y, de vez en cuando, se añade la coletilla de que Corea alegó que fue un satélite. Prensa “libre” en su plena esencia. Libre, por supuesto, de control democrático.
¿Qué significó el lanzamiento del satélite de 1998?
En primer lugar, el satélite de 1998 fue un golpe propagandístico muy fuerte. Fue un bofetón al imperialismo, que hablaba entonces del fin de la historia. Corea, el “arruinado régimen estalinista” estaba, de acuerdo a la prensa occidental, hundido en hambrunas, penuria económica, retraso científico,... etc Y sin embargo, se convertía en el noveno país del mundo en poner por sus propios medios un satélite en el espacio.
Un satélite tiene múltiples usos. Puede servir para fines metereológicos (asunto de importancia en Corea, debido a la compleja situación de su agricultura), para fines comerciales, para fines militares,... etc Por lo tanto, en un contexto de recuperación económica, la carrera espacial le puede reportar a Corea muchos beneficios.
Por otro lado, el satélite de 1998 fue un shock para las relaciones internacionales del momento. En 1994, Corea del Norte sufrió un bloqueo total por parte del imperialismo. Si bien en 1998 la situación había cambiado, la estrategia de aislar a Corea seguía vigente. Desde Occidente, se consideraba que Corea del Norte estaba herida de muerte y que la penuria económica provocaría, antes o después, el colapso del socialismo. Por eso, era innecesario cualquier tipo de realpolitik: lo mejor era acelerar la caída del “régimen”.
En 1998, Corea demostró que seguía viva y dispuesta a dar batalla. Más aún, la estrategia de aislar a Pyongyang se volvió contra Occidente, por lo siguiente: una vez demostrado que Corea había lanzado un satélite al espacio, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur no tenían pretextos para descargar su ira contra Pyongyang. Para mantener su queja, Japón ideó algo nuevo: Corea del Norte no había avisado con antelación de que un cohete sobrevolaría su territorio. Sin embargo, Corea no tenía ningún mecanismo para avisar a Japón, ya que este no reconoce la existencia y legitimidad de Corea del Norte. En cambio, Corea sí notificó a China y a Rusia, que sí reconocen a Pyongyang. El tiro salió por la culata, con la estrategia de aislamiento.
Kim Kye Gwan declaró entonces: "No podemos saber el momento exacto por ahora, pero aseguro que en el futuro, un segundo satélite artificial será puesto en órbita. Avisaremos con antelación a nuestros aliados, pero no a los países con los que estamos legalmente en guerra.”
2009: ¿Puede Corea poner un satélite en órbita?
En 1998, Corea del Norte puso en órbita su primer satélite; por lo tanto, tecnológicamente, es obvio que puede repetir su hazaña en 2009. Ahora, de todas maneras, su tecnología es más avanzada, tanto en los sistemas de lanzamiento como en el satélite que proyecta enviar al espacio.
Creo que debemos pararnos un momento a examinar el mérito que supone para un país pequeño como Corea desarrollar con sus propios medios todo el proceso de puesta en órbita de un satélite. Incluso países como Estados Unidos, para su programa espacial, cuentan con tecnología adquirida en el extranjero. Los norteamericanos, por ejemplo, utilizan parcialmente tecnología sueca. Sin embargo, Corea del Norte utiliza al 100% tecnología propia.
Se ha comentado la posibilidad de que una delegación iraní esté presente durante el lanzamiento del satélite. Este rumor se ha interpretado en Occidente como si Irán ayudase a Corea a poner el satélite en órbita. En realidad, es justamente al revés. Corea lleva años exportando tecnología de cohetes a Teherán. De hecho, los misiles norcoreanos Rodong son una de las principales armas en el arsenal persa. Irán, a cambio, provee a Corea del Norte alrededor del 40% del petróleo que ésta consume.
En cuanto a la efectividad de la tecnología norcoreana, puedo añadir que en Occidente existe el rumor de que Corea abortó el lanzamiento de un satélite en 2006, pero este presunto fracaso no se ha llegado a confirmar nunca.
En cualquier caso, parece fuera de toda duda la posibilidad de que Corea ponga en órbita satélites. Ahora bien, ¿es legal que Corea del Norte lo haga?
Según las Naciones Unidas, todo país tiene pleno derecho al uso del espacio para fines pacíficos. De hecho, nunca se ha cuestionado el programa espacial de ningún país, a excepción del de Corea. Incluso en el caso de que no fuese un satélite, sino un misil, muchos países han probado misiles de largo alcance en los últimos años, incluidos países armados con cabezas nucleares, como Israel, India o Pakistán.
Existe un tratado internacional de Control y Regulación de la Tecnología de Misiles (MTCR en sus siglas en inglés), pero este tratado sólo compromete a aquellos países que lo han firmado. Sólo 16 países lo han hecho, entre los que no se encuentra Corea. Corea, por lo tanto, no incumple este tratado. Estados Unidos, en cambio, sí lo ha firmado, pero lo incumple de forma sistemática, ya que es el mayor exportador mundial de esta tecnología.
Tanto el derecho internacional a usar pacíficamente el espacio, como no haber firmado el MTCR, hacen legítimo que Corea ponga en órbita un satélite. Sin embargo, legítimo no es sinónimo de legal. Legalmente, Corea del Norte no puede enviar un satélite, ya que se lo impide la resolución 1718 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Esta resolución fue adoptada en octubre de 2006 y es una resolución ad hoc, es decir, diseñada específicamente contra Corea del Norte. Bajo esta resolución, cualquier país del mundo puede utilizar tecnología de cohetes y nuclear, salvo Corea del Norte. Es una extensión de la idea que ya se pronunció en 1998 de que, aunque Corea del Norte tiene derecho a tener una carrera espacial, debe “auto-contenerse”. Esta resolución es claramente ilegítima, aunque legal. Da idea de la parcialidad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Corea del Norte considera que atenta contra su soberanía y no la reconoce. Pero, según las normas de las Naciones Unidas, las resoluciones del Consejo de Seguridad son obligatorias.
Es probable, por tanto, que una vez que Corea del Norte ponga su segundo satélite en órbita, sea injustamente sancionado por las Naciones Unidas. Desde luego, eso no les detendrá.
¿Por qué quiere poner Corea del Norte un satélite en órbita y por qué quiere hacerlo ahora?
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Corea ha señalado, en numerosas ocasiones, que el país pretende poner en órbita un satélite experimental de comunicaciones. ¿Podemos confirmarlo? En mi opinión, sí.
Corea lleva años construyendo una nueva red de telecomunicaciones dentro del país. Para ello, ha comprado al gigante egipcio de las comunicaciones, la corporación Orascom, tecnología punta: el sistema 3G. Desde hace meses, se lleva instalando una red interna de 3G y, a partir de enero de 2009, se lanzó el sistema norcoreano de telefonía móvil.
Por lo tanto, no creo que el lanzamiento de un satélite de comunicaciones en este momento sea casual, sino que responde al desarrollo tecnológico del país. Además, en Corea siempre han intentado evitar depender de potencias extranjeras y, en este sentido, es lógico la pretensión de basar su sistema de telecomunicaciones en un satélite propio.
¿La puesta en órbita del satélite entraña algún riesgo para las países vecinos?
Directamente, no supone ningún problema. China, Japón y Rusia tienen sus propios satélites. El desarrollo de tecnología de telecomunicaciones no es peligrosa para los países vecinos, al margen de que a muchos de estos países no les guste que Corea del Norte se desarrolle. En cualquier caso, creo que esto es totalmente secundario en el conflicto actual.
Los verdaderos motivos son de geoestrategia. Actualmente, en Asia se están reequilibrando las áreas de influencia y hay una pugna por ser la potencia dominante. En este sentido, Estados Unidos es una potencia en declive, ya que su tradicional área de influencia en Corea del Sur, Japón y Taiwán se ve amenazada ahora con el crecimiento de China. Estados Unidos ha tratado de penetrar en Asia Central, tanto con la invasión de Afganistán como con la apertura de bases militares en Uzbekistán y otros países. Pero Uzbekistán ha vuelto a refugiarse bajo las faldas de la Madre Patria rusa, tras el intento norteamericano de “revolución naranja” en diciembre de 2007. Con Afganistán fuera de control, Taiwán con un menguante papel internacional y Japón reclamando mayor estátus como potencia, a Estados Unidos sólo le queda Corea del Sur como verdadero aliado continental.
De ahí, la importancia de exagerar la “amenaza norcoreana”, lo que legitima la presencia de cerca de 30'000 soldados yankis en Surcorea. Pero además, Corea del Norte tiene un poder militar real y es un símbolo de resistencia heroica de un pueblo contra el imperialismo norteamericano. No hay a día de hoy ningún otro pueblo que resista con el 50% del territorio nacional ocupado por el imperialismo y que haya conseguido establecer un sistema socialista institucionalizado.
¿Y, realmente supone el satélite una amenaza militar? En sí mismo, el satélite no significa ninguna amenaza. En cambio, sí es una posible amenaza el cohete que transporta ese satélite. El cohete puede transportar indistintamente una cabeza nuclear o un satélite. Corea del Norte, poniendo en órbita este satélite, demuestra que puede llegar a miles de kilómetros de distancia y que, en caso de guerra, podrá responder a cualquier amenaza. Eso es lo que le quita el sueño al imperialismo.
Vamos a ver qué papel juega cada uno de los actores de esta crisis.
Corea del Sur: la vuelta a la confrontación
En la prensa burguesa, es muy frecuente la comparación maniquea entre un norte “totalitario” y un sur “democrático”. En realidad, Corea del Sur puede ser ejemplo de muchas cosas, pero no de democracia. Incluso hablando en términos de derecho burgués, Corea del Sur tiene déficits democráticos abismales, de los cuales, el más vergonzoso es la Ley de Seguridad Nacional, que castiga hasta con la pena de muerte los actos anti-nacionales. Paradójicamente, anti-nacional no se refiere al tradicional servilismo hacia Estados Unidos o Japón, sino cualquier tipo de actividad que pueda favorecer a sus hermanos del norte o a posiciones comunistas.
Esta Ley, en la actualidad, se utiliza para fines variopintos: encarcelar a profesores universitarios, censurar páginas web, prohibir prensa y libros de izquierda en el ejército y otros ámbitos oficiales (por ejemplo, a Noam Chomsky), no permitir el contacto con familiares en Corea del Norte,... etc
Históricamente, Corea del Sur tampoco tiene trayectoria democrática, salvo breves paréntesis entre los regímenes dictatoriales. El Gran Partido Nacional, de tendencia derechista radical, fue el partido único durante las dictaduras y a día de hoy es el partido en el poder, tras una década de gobierno de centro izquierda. Su líder, Lee Myong Bak, es algo así como el Uribe surcoreano y su proyecto político es convertir Corea en el Israel del Lejano Oriente. Desde su investidura en diciembre de 2007, Lee Myong Bak ha roto la mayoría de acuerdos firmados por sus predecesores para la reconciliación con Corea del Norte.
De hecho, su política ha caído en la provocación fácil a Corea del Norte (ejemplo de ello es la campaña de propaganda anti-comunista en la frontera, llevada a cabo por las bases de su partido). No sólo eso, sino que tras pocos meses de haber sido elegido, su popularidad está bajo mínimos. Una de la razones son la cancelación del impopular y colosal proyecto insignia de su campaña electoral: la unión de todos los ríos de Corea del Sur a través de canales. Esto, unido a la brutal represión de las manifestaciones contra la importación de la carne norteamericana de res, sospechosa de contener la enfermedad de las vacas locas, le ha llevado a una situación límite. En este escenario, la confrontación con Corea del Norte es la única vía para cohesionar a las bases del Gran Partido Nacional: los sectores más radicales de la derecha fascista.
Especialmente, en los últimos meses, hay un hecho que ha colmado la paciencia de Corea del Norte. Son los ensayo de guerra contra el norte que Estados Unidos y Corea del Sur han llevado a cabo durante los primeros meses del 2009.
En resumen, Lee es el candidato de Washington, el representante de la burguesía especulativa transnacional y de los monopolios nacionales. En este sentido, a Lee le interesa perpetuar los rasgos más neo-coloniales de Corea del Sur. Ejemplo de ello es que ha cancelado algunos de los acuerdos de sus precedesores dirigidos hacia más autonomía respecto a la metrópolis, como el acuerdo para que en tiempos de paz, el ejército surcoreano tuviese su comandancia general en Seúl y no en Washington, como sucede actualmente. Además, ha firmado Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y, recientemente, con la Unión Europea.
De escasa popularidad, su futuro político está ligado a la presencia norteamericana en Corea. Esto sólo es posible a través de la confrontación permanente con Corea del Norte. Por eso, es de esperar que durante los próximos años se reproduzcan estos conflictos contantemente.
Japón: quiero y no puedo.
Japón es una potencia regional en ascenso. Lleva desde el fin de la Guerra Fría proyectándose como futuro contrapeso a China. Ejemplos de ello son el aumento del gasto militar, la intervención en Irak y las incesantes maniobras de sus diplomáticos para conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, ninguna de estas iniciativas están teniendo el éxito esperado por el gobierno japonés.
De hecho, Japón es, sin lugar a dudas, una ficha más del puzzle norteamericano. Pero a diferencia de Corea del Sur, lo es muy a su pesar. Japón quiere ser potencia y ni puede ni le dejan. Las relaciones con Corea del Norte son un claro ejemplo de esa dependencia de Estados Unidos. De hecho, Japón tiene una postura contra Corea del Norte más radical que Estados Unidos. Sin embargo, las peticiones de Japón (especialmente, el tema de los secuestros) son ignoradas por Estados Unidos cuando llegan los momentos decisivos.
Otro ejemplo de ello es cómo Japón se ha quedado sólo defendiendo el derribo del cohete. Estados Unidos amenazó veladamente con derribarlo, pero tuvo la cautela de esperar y comprobar que Corea del Norte iba en serio. Entonces, se retractó y Hillary Clinton asumió el discurso de la solución diplomática y, en caso de que no se diese, sanciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras tanto, Japón, que había hecho un despliegue muy mediático de sus flamantes baterías anti-aéreas, ha tenido que retirar discretamente sus amenazas iniciales. Ante la posibilidad de hacer el ridículo, han “dicho digo, donde dije Diego” y ahora resulta que derribarán únicamentelos los restos del misil si cayesen por accidente en territorio japonés. ¡De risa!
El camino de Japón hacia un status de gran potencia es un callejón sin salida. Para adquirir ese status, necesitan autonomía. Un paso necesario para ganar autonomía es deshacerse de la actual constitución, tarea difícil por la fuerza mediática del lobby estadounidense. En la práctica, los principios pacifistas de su constitución han sido sistemáticamente violados. Japón cuenta hoy con un moderno y numeroso ejército, llamado eufemísticamente “Fuerzas de Auto-defensa”. Pero para poder utilizar el ejército como fuerza autónoma, necesita cambiar la Constitución y eso es imposible sin romper la dependencia hacia Estados Unidos.
Pero para justificar un paso en ese sentido, es decir, para erigirse en potencia militar, Japón necesita una causa que lo legitime: un enemigo. Los candidatos están claros: China, Corea del Norte y Rusia, por este orden. Sin embargo, hay un problema: esos son, precisamente, los enemigos reales y potenciales de Estados Unidos. Ante un conflicto real con estos países, Japón necesita a Estados Unidos. Con lo cual, no ganaría, sino que perdería autonomía. Por eso, el objetivo de Japón de ser una gran potencia es difícil junto a Estados Unidos, pero imposible sin ellos.
En esta búsqueda del enemigo, Corea del Norte es un candidato mediáticamente convincente. De ahí que la prensa japonesa se cebe con ella. Además, hay toda una serie de conflictos sin resolver entre ambos países: la deuda histórica de Japón con Corea por los destrozos de la guerra, la represión sistemática contra la comunidad de coreanos residentes en Japón (muy vinculados a Pyongyang), los secuestros de 15 ciudadanos japoneses por parte de Corea del Norte,... etc
Por parte japonesa, sólo podemos esperar más confrontación y más despliegues públicos de fuerza.
Estados Unidos: El status quo
Estados Unidos puso su pie en Asia hace 60 años y, desde entonces, lleva luchando por no perder el territorio ganado. Estos últimos 60 años son la historia del gradual repliegue de Estados Unidos: de Indochina, tras la Guerra de Vietnam; menor presencia en Filipinas e Indonesia, tras la caída de sus dictaduras; ascenso gradual de Japón,... etc
Por lo tanto, lo que a Estados Unidos le interesa es no perder más terreno, es decir, que nada cambie. En Asia, Estados Unidos no es una potencia en crecimiento, sino en declive. Sobre todo, en la medida en que la influencia de China aumenta. En términos geopolíticos, Estados Unidos es la potencia marítima de Asia y China la potencia continental.
Para Estados Unidos, la confrontación con Corea del Norte es beneficiosa, pero una guerra es totalmente inasumible. Me explico:
A Estados Unidos le interesa la confrontación, porque sólo así se justifica la presencia norteamericana en Japón y en Corea. Además, estos dos países, compran armamento por valor de miles de millones de dólares cada año. Corea del Sur es uno de los países más militarizados del mundo.
Pero el verdadero objetivo de Estados Unidos no es Corea, sino China. Confrontando con Corea del Norte, Estados Unidos asegura su presencia en Corea del Sur. A su vez, la presencia en Corea del Sur le permite a Estados Unidos tener un “portaaviones” terrestre cercano a China.
Por eso, a Estados Unidos le interesan crisis periódicas con Corea del Norte, ya que sólo así puede seguir en la Península. Pero a Estados Unidos no le interesa una guerra abierta en Corea, ya que sería demasiado costosa a todos los niveles e, incluso, no está claro que terminase con una victoria norteamericana.
De ahí la postura yanki en esta crisis. La reacción inicial de Estados Unidos fue mantenerse en silencio, dejando que fueran sus satélites Japón y Corea del Sur los que mantuviesen una postura beligerante. Cuando Corea del Norte amenazó con represalias si Occidente optaba por la vía militar, Estados Unidos se decantó por las sanciones en el Consejo de Seguridad, que se aprobarán pocos días después de que Corea ponga en órbita el satélite. Al tiempo.
China: el presunto hermano mayor
Desde Europa, se ve a la RPD de Corea como poco más que un apéndice de China. Desde esta perspectiva, China esconde propósitos oscuros, que de vez en cuando salen a la luz, como se demostraería en el caso del Tibet. Corea, como buen hermano comunista, sería la punta de lanza de la estrategia anti-occidental de China.
La realidad se aleja mucho de esto, aunque China muchas veces se vea a sí misma como la hermana mayor de Corea del Norte. China, en cualquier caso, no controla a Corea del Norte. Desde el comienzo de la “Marcha ardua”, China ha sido el único socio comercial de peso de Corea. Sin embargo, esto no ha condicionado políticamente a Corea. De hecho, se ha dado el caso de que China ha tomado represalias políticas por la insubordinación norcoreana: China aprobó en las Naciones Unidas las sanciones contra Corea, a raíz de la prueba nuclear.
En el fondo, China ve necesaria la existencia de una Corea del Norte al lado de sus fronteras. Es, para China, un estado-tapón con un ejército gigantesco, detrás del cual están esperando ansiosos Corea del Sur y Estados Unidos. Pero a China le gustaría una Corea más dócil y menos independiente, que no pusiese en peligro la paz en la Península Coreana. Cada día que pasa, China se enriquece más y es más poderosa. Una guerra supondría que China tuviese que tomar partido y, en cualquiera de los casos, China saldría perdiendo.
Las relaciones entre ambos países son fluctuantes, aunque generalmente positivas. Los intercambios se dan entre iguales: es comercio al uso, no ayuda solidaria socialista. Aún así, hay ciertos tics de “hermano mayor” que China aplica en su relación con Corea, la política del palo y la zanahoria. A los ya mencionados palos, se les suman algunos regalos puntuales, como la Fábrica de Cristales “Amistad”, donada por la República Popular China durante los últimos años.
La posición china ante esta crisis es la de mantener el status quo. No permitirá acciones temerarias por parte del bloque norteamericano y sólo aprobará sanciones que sean simbólicas. Aprecia, especialmente, que el primer ministro norcoreano haya visitado hace una semana Pekin. Se siente la hermana mayor de Corea y piensa que los norcoreanos, ante una crisis, buscan refugio en la nueva potencia. Además, en el fondo sabe que Corea está en su derecho de poner un satélite en el espacio y que, por fin, Corea se compromete con las normas internacionales, habiendo avisado debidamente y con antelación a los organismos pertinentes.
De todos los actores, China es el más cercano a Corea. No por solidaridad, sino porque el tablero asiático comienza a tomar forma y China necesita asegurar sus posiciones.
Rusia: Viaje desde la nada
Es increíble el papel juegado por Vladimir Putin desde que tomó el poder en la Federación Rusa. Los años de gobierno de Yeltsin habían sido la historia de uno de los mayores retrocesos históricos contemporáneos. Rusia en 1998 estaba en quiebra, con una destrucción de más del 50% del PIB, los servicios públicos en la ruina y el país desintegrándose territorialmente.
Desde entonces, Putin ha convertido a Rusia en una incipiente potencia imperialista, exportadora de materias primas, con el poder basado en unas pocas familias oligárquicas y con un claro enfoque a la internacionalización del capital. Rusia ya no se desintegra, sino que Rusia recupera posiciones en el mundo. El problema para Rusia es que llega tarde, cuando el nuevo reparto ya se ha hecho.
La posición de Rusia hacia Corea fue distante y fría durante los años de Yeltsin. Sin embargo, desde la llegada de Putin al gobierno, ha habido un cierto acercamiento que, poco a poco, va evolucionando hacia una cooperación conjunta. Rusia sabe que debe ganar posiciones y, para ello, necesita acercarse a los “estados parias” de Occidente.
Sin embargo, el papel que Rusia juega respecto a Corea es aún muy incipiente. En los últimos años, se han hecho obras de mejoramiento de los ferrocarriles entre los dos países y Kim Jong Il y Putin han intercambiado visitas. Pero Rusia es aún un socio insignificante.
Probablemente, Rusia medirá entre dos intereses: no enemistarse con Corea, en la medida en que esto beneficia su posición en el Lejano Oriente, y no enemistarse con Occidente, puesto que comparte intereses en la llamada “Guerra contra el Terrorismo”.
¿Hacia dónde va Corea del Norte?
Tras la crisis de los años 90, Corea ha vivido una década de recuperación económica. En 2008, se celebró el 60 aniversario del país y comenzó una nueva fase. En 5 años, el país debe multiplicarse económicamente: para 2012 se espera ser una “potencia socialista próspera”.
Las bases para alcanzar este objetivo son las mismas de siempre: colectivismo y auto-suficiencia. Sin embargo, el futuro no se pretende construir únicamente a través del pasado. Corea toma como base la auto-suficiencia, pero sabe que en un mundo dominado por la Economía del Conocimiento y por la tecnología, para mantener el ritmo, necesita integrarse dentro de la economía mundial.
Esto no supone una renuncia al socialismo, en ningún caso. Significa una mayor apertura al intercambio económico y una ofensiva para romper un bloqueo económico que ya dura 59 años. Para hacerlo, Corea necesita tener un as en la manga con el que poder negociar el fin de las sanciones estadounidenses y un tratado de paz para la Península coreana. Ese as son las armas nucleares, única carta que a Estados Unidos le interesa de las que tiene en su mano Corea del Norte.
Corea necesita el fin del bloqueo, especialmente, para poder importar la materia prima fundamental de la que carece: el petróleo.
Antes o después, Estados Unidos tendrá que sentarse a negociar. Y en el tapete seguirán estando los mismos temas: la retirada de tropas, el Tratado de paz, la desnuclearización de TODA la Península Coreana y el fin del bloqueo. Esto crearía un marco de relaciones normales entre ambos países, con lo que el mundo no se estremecería cada vez que Corea pone en órbita un satélite.
Mientras ese momento llega, sólo podemos analizar los acontecimientos que suceden. En los próximos días, Corea pondrá en el espacio su segundo satélite. Los medios occidentales desacreditarán de una u otra forma el lanzamiento. Japón hará amenazas histéricas y Estados Unidos llevará el tema ante el Consejo de Seguridad, donde se aprobarán, seguramente, sanciones simbólicas. Lamentablemente, es probable que se dé ese orden de sucesos: es una historia que se viene repitiendo continuamente desde 1993.
Las sanciones no solucionarán el conflicto, sino que lo agravarán. Pero esto no le afecta demasiado a Corea. Con bloqueo o sin bloqueo, el satélite es una de las muchas puertas hacia el progreso que tiene abiertas Corea. El futuro se presenta brillante. Pero sobre todo, el futuro para Corea es socialista. Y eso es lo que tenemos que defender los revolucionarios del Estado Español.
Casi 11 años después, estamos viviendo una repetición casi idéntica de los acontecimientos de entonces. Hay una pequeña diferencia, que es algo más que un matiz: ahora, se sabe con seguridad que Corea del Norte posee armas nucleares.
Pero en realidad, esta es una historia que comienza hace casi 70 años, en Alemania, cuando en pleno apogeo militar, los nazis disparan el primer misil balístico de la historia. 15 años y un día después, la Unión Soviética utiliza la misma tecnología para poner en órbita el primer satélite artificial de la historia: el Sputnik. ¿Satélite o misil? Con la misma tecnología se accede a ambas posibilidades. En cualquier caso, no pretendo hacer una metáfora de cómo distintos regímenes utilizan la tecnología. De hecho, entre los países que han puesto satélites en órbita por sus propios medios, hay grandes diferencias: desde los Estados Unidos capitalistas a la China de Mao, pasando por el régimen sionista de Israel o la teocracia islámica de Irán.
Hasta hoy, 10 países han sido capaces de poner en órbita sus propios satélites artificiales, entre los cuales se encuentra la pequeña Norcorea. Quitando a esta última, el resto de países tienen al menos una cosa en común: nunca su programa espacial ha sido examinado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Por qué entonces Japón y Estados Unidos amenazan con llevar el de Corea del Norte ante el Consejo de Seguridad?
En este artículo voy a intentar esclarecer el contexto en el que se da este conflicto y también profundizar más en la geoestrategia de cada uno de los países involucrados.
Mirando atrás en la historia: ¿Qué pasó en 1998?
1998 es un año con sabor agridulce en la memoria de los norcoreanos. En septiembre se celebró el 50 aniversario de la República Popular Democrática y, además, por primera vez durante la “Marcha Ardua” (crisis) se consiguió estabilizar la economía. A pesar de ello, la alimentación era austera, la electricidad intermitente y el recuerdo de los peores momentos de los 90 aún estaban muy presentes.
Pero 1998 fue el comienzo de una década de recuperación económica. Tras haber sido abandonados a su suerte por sus antiguos aliados, Corea no tuvo más remedio que apelar al compromiso de su pueblo revolucionario. Y este, respondió. “¡Vivimos para el futuro, no únicamente para hoy!”, decían los murales de las calles de todo el país. El sudor y la conciencia ideológica fueron las armas de construcción masiva que Corea utilizó en esta titánica batalla.
Y en este contexto de emulación colectiva, llegó el 31 de agosto. De la costa oriental del país, despegó un cohete balístico de largo alcance, que colocó un satélite en órbita: el Kwangmyongsong No. 1 (Estrella Brillante).
Occidente no tardó en iniciar la guerra mediática. La primera respuesta vino por parte de Japón. Su reacción fue negar la posibilidad de que Corea del Norte hubiese puesto en órbita un satélite. “¿Ha sido un ataque con misiles por parte de Corea del Norte? ¡Nunca toleraremos una amenaza militar contra Japón!” En el mismo sentido se pronunció el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Un representante del mismo dijo “Suena estúpido, no hay por qué prestarle atención.”
Sin embargo, 4 días después, las autoridades rusas y chinas confirmaron que se había lanzado un satélite. Mirov, vice-presidente de la Asociación Espacial Rusa, declaró a ITAR-tass (agencia de noticias rusa): “Confirmamos que Corea del Norte ha puesto su primer satélite artificial en órbita terrestre. Ahora mismo, tiene una órbita elíptica, -218'82 km en su punto más cercano y 6978'2 km en su punto más lejano, completando un ciclo cada 165 minutos y 6 segundos. La tecnología del propio cohete es muy avanzada e increible”.
Esta declaración es muy importante. Sólo hay dos países que tienen un sistema efectivo de control de satélites: Rusia y Estados Unidos. En 1998 había en órbita 2,528 satélites y 6,204 restos de cohetes. Por lo tanto, sólo Rusia o Estados Unidos podían confirmar la veracidad del lanzamiento del cohete.
Al no poder negar el hecho de que Corea del Norte hubiera puesto en órbita un satélite artificial, Corea del Sur y Estados Unidos iniciaron una nueva línea argumentativa. De esta forma, el ministro surcoreano de Astuntos Exteriores, en su enésima visita de pleitesía a la capital del Imperio, declaró que con un nuevo tipo de cohete, Corea del Norte había tratado de poner un satélite en órbita. Sin embargo, este intento habría resultado fallido.
En la misma línea, la CIA confirmó que la intentona norcoreana había sido un fracaso y la NASA, aún admitiendo la existencia del satélite, dijo que este no funcionaba. El gobierno yanki, y su marioneta surcoreana, repitieron esta versión el 17 de septiembre.
Finalmente, el asunto llegó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En una declaración delirante, el Consejo de Seguridad dijo que “todo país tiene el derecho legítimo de usar el espacio para fines pacíficos”, pero que en el caso concreto de Corea del Norte, ésta debía tener “auto-contención”.
Por tanto, la versión occidental fue que Corea del Norte había intentado poner un satélite en órbita, sin éxito. Esta explicación auto-complaciente sirvió para tranquilizar a la opinión pública por el momento. Sin embargo, con el tiempo, la versión occidental se ha ido modificando. Actualmente, se habla de que Corea del Norte lanzó un misil de largo alcance y, de vez en cuando, se añade la coletilla de que Corea alegó que fue un satélite. Prensa “libre” en su plena esencia. Libre, por supuesto, de control democrático.
¿Qué significó el lanzamiento del satélite de 1998?
En primer lugar, el satélite de 1998 fue un golpe propagandístico muy fuerte. Fue un bofetón al imperialismo, que hablaba entonces del fin de la historia. Corea, el “arruinado régimen estalinista” estaba, de acuerdo a la prensa occidental, hundido en hambrunas, penuria económica, retraso científico,... etc Y sin embargo, se convertía en el noveno país del mundo en poner por sus propios medios un satélite en el espacio.
Un satélite tiene múltiples usos. Puede servir para fines metereológicos (asunto de importancia en Corea, debido a la compleja situación de su agricultura), para fines comerciales, para fines militares,... etc Por lo tanto, en un contexto de recuperación económica, la carrera espacial le puede reportar a Corea muchos beneficios.
Por otro lado, el satélite de 1998 fue un shock para las relaciones internacionales del momento. En 1994, Corea del Norte sufrió un bloqueo total por parte del imperialismo. Si bien en 1998 la situación había cambiado, la estrategia de aislar a Corea seguía vigente. Desde Occidente, se consideraba que Corea del Norte estaba herida de muerte y que la penuria económica provocaría, antes o después, el colapso del socialismo. Por eso, era innecesario cualquier tipo de realpolitik: lo mejor era acelerar la caída del “régimen”.
En 1998, Corea demostró que seguía viva y dispuesta a dar batalla. Más aún, la estrategia de aislar a Pyongyang se volvió contra Occidente, por lo siguiente: una vez demostrado que Corea había lanzado un satélite al espacio, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur no tenían pretextos para descargar su ira contra Pyongyang. Para mantener su queja, Japón ideó algo nuevo: Corea del Norte no había avisado con antelación de que un cohete sobrevolaría su territorio. Sin embargo, Corea no tenía ningún mecanismo para avisar a Japón, ya que este no reconoce la existencia y legitimidad de Corea del Norte. En cambio, Corea sí notificó a China y a Rusia, que sí reconocen a Pyongyang. El tiro salió por la culata, con la estrategia de aislamiento.
Kim Kye Gwan declaró entonces: "No podemos saber el momento exacto por ahora, pero aseguro que en el futuro, un segundo satélite artificial será puesto en órbita. Avisaremos con antelación a nuestros aliados, pero no a los países con los que estamos legalmente en guerra.”
2009: ¿Puede Corea poner un satélite en órbita?
En 1998, Corea del Norte puso en órbita su primer satélite; por lo tanto, tecnológicamente, es obvio que puede repetir su hazaña en 2009. Ahora, de todas maneras, su tecnología es más avanzada, tanto en los sistemas de lanzamiento como en el satélite que proyecta enviar al espacio.
Creo que debemos pararnos un momento a examinar el mérito que supone para un país pequeño como Corea desarrollar con sus propios medios todo el proceso de puesta en órbita de un satélite. Incluso países como Estados Unidos, para su programa espacial, cuentan con tecnología adquirida en el extranjero. Los norteamericanos, por ejemplo, utilizan parcialmente tecnología sueca. Sin embargo, Corea del Norte utiliza al 100% tecnología propia.
Se ha comentado la posibilidad de que una delegación iraní esté presente durante el lanzamiento del satélite. Este rumor se ha interpretado en Occidente como si Irán ayudase a Corea a poner el satélite en órbita. En realidad, es justamente al revés. Corea lleva años exportando tecnología de cohetes a Teherán. De hecho, los misiles norcoreanos Rodong son una de las principales armas en el arsenal persa. Irán, a cambio, provee a Corea del Norte alrededor del 40% del petróleo que ésta consume.
En cuanto a la efectividad de la tecnología norcoreana, puedo añadir que en Occidente existe el rumor de que Corea abortó el lanzamiento de un satélite en 2006, pero este presunto fracaso no se ha llegado a confirmar nunca.
En cualquier caso, parece fuera de toda duda la posibilidad de que Corea ponga en órbita satélites. Ahora bien, ¿es legal que Corea del Norte lo haga?
Según las Naciones Unidas, todo país tiene pleno derecho al uso del espacio para fines pacíficos. De hecho, nunca se ha cuestionado el programa espacial de ningún país, a excepción del de Corea. Incluso en el caso de que no fuese un satélite, sino un misil, muchos países han probado misiles de largo alcance en los últimos años, incluidos países armados con cabezas nucleares, como Israel, India o Pakistán.
Existe un tratado internacional de Control y Regulación de la Tecnología de Misiles (MTCR en sus siglas en inglés), pero este tratado sólo compromete a aquellos países que lo han firmado. Sólo 16 países lo han hecho, entre los que no se encuentra Corea. Corea, por lo tanto, no incumple este tratado. Estados Unidos, en cambio, sí lo ha firmado, pero lo incumple de forma sistemática, ya que es el mayor exportador mundial de esta tecnología.
Tanto el derecho internacional a usar pacíficamente el espacio, como no haber firmado el MTCR, hacen legítimo que Corea ponga en órbita un satélite. Sin embargo, legítimo no es sinónimo de legal. Legalmente, Corea del Norte no puede enviar un satélite, ya que se lo impide la resolución 1718 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Esta resolución fue adoptada en octubre de 2006 y es una resolución ad hoc, es decir, diseñada específicamente contra Corea del Norte. Bajo esta resolución, cualquier país del mundo puede utilizar tecnología de cohetes y nuclear, salvo Corea del Norte. Es una extensión de la idea que ya se pronunció en 1998 de que, aunque Corea del Norte tiene derecho a tener una carrera espacial, debe “auto-contenerse”. Esta resolución es claramente ilegítima, aunque legal. Da idea de la parcialidad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Corea del Norte considera que atenta contra su soberanía y no la reconoce. Pero, según las normas de las Naciones Unidas, las resoluciones del Consejo de Seguridad son obligatorias.
Es probable, por tanto, que una vez que Corea del Norte ponga su segundo satélite en órbita, sea injustamente sancionado por las Naciones Unidas. Desde luego, eso no les detendrá.
¿Por qué quiere poner Corea del Norte un satélite en órbita y por qué quiere hacerlo ahora?
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Corea ha señalado, en numerosas ocasiones, que el país pretende poner en órbita un satélite experimental de comunicaciones. ¿Podemos confirmarlo? En mi opinión, sí.
Corea lleva años construyendo una nueva red de telecomunicaciones dentro del país. Para ello, ha comprado al gigante egipcio de las comunicaciones, la corporación Orascom, tecnología punta: el sistema 3G. Desde hace meses, se lleva instalando una red interna de 3G y, a partir de enero de 2009, se lanzó el sistema norcoreano de telefonía móvil.
Por lo tanto, no creo que el lanzamiento de un satélite de comunicaciones en este momento sea casual, sino que responde al desarrollo tecnológico del país. Además, en Corea siempre han intentado evitar depender de potencias extranjeras y, en este sentido, es lógico la pretensión de basar su sistema de telecomunicaciones en un satélite propio.
¿La puesta en órbita del satélite entraña algún riesgo para las países vecinos?
Directamente, no supone ningún problema. China, Japón y Rusia tienen sus propios satélites. El desarrollo de tecnología de telecomunicaciones no es peligrosa para los países vecinos, al margen de que a muchos de estos países no les guste que Corea del Norte se desarrolle. En cualquier caso, creo que esto es totalmente secundario en el conflicto actual.
Los verdaderos motivos son de geoestrategia. Actualmente, en Asia se están reequilibrando las áreas de influencia y hay una pugna por ser la potencia dominante. En este sentido, Estados Unidos es una potencia en declive, ya que su tradicional área de influencia en Corea del Sur, Japón y Taiwán se ve amenazada ahora con el crecimiento de China. Estados Unidos ha tratado de penetrar en Asia Central, tanto con la invasión de Afganistán como con la apertura de bases militares en Uzbekistán y otros países. Pero Uzbekistán ha vuelto a refugiarse bajo las faldas de la Madre Patria rusa, tras el intento norteamericano de “revolución naranja” en diciembre de 2007. Con Afganistán fuera de control, Taiwán con un menguante papel internacional y Japón reclamando mayor estátus como potencia, a Estados Unidos sólo le queda Corea del Sur como verdadero aliado continental.
De ahí, la importancia de exagerar la “amenaza norcoreana”, lo que legitima la presencia de cerca de 30'000 soldados yankis en Surcorea. Pero además, Corea del Norte tiene un poder militar real y es un símbolo de resistencia heroica de un pueblo contra el imperialismo norteamericano. No hay a día de hoy ningún otro pueblo que resista con el 50% del territorio nacional ocupado por el imperialismo y que haya conseguido establecer un sistema socialista institucionalizado.
¿Y, realmente supone el satélite una amenaza militar? En sí mismo, el satélite no significa ninguna amenaza. En cambio, sí es una posible amenaza el cohete que transporta ese satélite. El cohete puede transportar indistintamente una cabeza nuclear o un satélite. Corea del Norte, poniendo en órbita este satélite, demuestra que puede llegar a miles de kilómetros de distancia y que, en caso de guerra, podrá responder a cualquier amenaza. Eso es lo que le quita el sueño al imperialismo.
Vamos a ver qué papel juega cada uno de los actores de esta crisis.
Corea del Sur: la vuelta a la confrontación
En la prensa burguesa, es muy frecuente la comparación maniquea entre un norte “totalitario” y un sur “democrático”. En realidad, Corea del Sur puede ser ejemplo de muchas cosas, pero no de democracia. Incluso hablando en términos de derecho burgués, Corea del Sur tiene déficits democráticos abismales, de los cuales, el más vergonzoso es la Ley de Seguridad Nacional, que castiga hasta con la pena de muerte los actos anti-nacionales. Paradójicamente, anti-nacional no se refiere al tradicional servilismo hacia Estados Unidos o Japón, sino cualquier tipo de actividad que pueda favorecer a sus hermanos del norte o a posiciones comunistas.
Esta Ley, en la actualidad, se utiliza para fines variopintos: encarcelar a profesores universitarios, censurar páginas web, prohibir prensa y libros de izquierda en el ejército y otros ámbitos oficiales (por ejemplo, a Noam Chomsky), no permitir el contacto con familiares en Corea del Norte,... etc
Históricamente, Corea del Sur tampoco tiene trayectoria democrática, salvo breves paréntesis entre los regímenes dictatoriales. El Gran Partido Nacional, de tendencia derechista radical, fue el partido único durante las dictaduras y a día de hoy es el partido en el poder, tras una década de gobierno de centro izquierda. Su líder, Lee Myong Bak, es algo así como el Uribe surcoreano y su proyecto político es convertir Corea en el Israel del Lejano Oriente. Desde su investidura en diciembre de 2007, Lee Myong Bak ha roto la mayoría de acuerdos firmados por sus predecesores para la reconciliación con Corea del Norte.
De hecho, su política ha caído en la provocación fácil a Corea del Norte (ejemplo de ello es la campaña de propaganda anti-comunista en la frontera, llevada a cabo por las bases de su partido). No sólo eso, sino que tras pocos meses de haber sido elegido, su popularidad está bajo mínimos. Una de la razones son la cancelación del impopular y colosal proyecto insignia de su campaña electoral: la unión de todos los ríos de Corea del Sur a través de canales. Esto, unido a la brutal represión de las manifestaciones contra la importación de la carne norteamericana de res, sospechosa de contener la enfermedad de las vacas locas, le ha llevado a una situación límite. En este escenario, la confrontación con Corea del Norte es la única vía para cohesionar a las bases del Gran Partido Nacional: los sectores más radicales de la derecha fascista.
Especialmente, en los últimos meses, hay un hecho que ha colmado la paciencia de Corea del Norte. Son los ensayo de guerra contra el norte que Estados Unidos y Corea del Sur han llevado a cabo durante los primeros meses del 2009.
En resumen, Lee es el candidato de Washington, el representante de la burguesía especulativa transnacional y de los monopolios nacionales. En este sentido, a Lee le interesa perpetuar los rasgos más neo-coloniales de Corea del Sur. Ejemplo de ello es que ha cancelado algunos de los acuerdos de sus precedesores dirigidos hacia más autonomía respecto a la metrópolis, como el acuerdo para que en tiempos de paz, el ejército surcoreano tuviese su comandancia general en Seúl y no en Washington, como sucede actualmente. Además, ha firmado Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y, recientemente, con la Unión Europea.
De escasa popularidad, su futuro político está ligado a la presencia norteamericana en Corea. Esto sólo es posible a través de la confrontación permanente con Corea del Norte. Por eso, es de esperar que durante los próximos años se reproduzcan estos conflictos contantemente.
Japón: quiero y no puedo.
Japón es una potencia regional en ascenso. Lleva desde el fin de la Guerra Fría proyectándose como futuro contrapeso a China. Ejemplos de ello son el aumento del gasto militar, la intervención en Irak y las incesantes maniobras de sus diplomáticos para conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, ninguna de estas iniciativas están teniendo el éxito esperado por el gobierno japonés.
De hecho, Japón es, sin lugar a dudas, una ficha más del puzzle norteamericano. Pero a diferencia de Corea del Sur, lo es muy a su pesar. Japón quiere ser potencia y ni puede ni le dejan. Las relaciones con Corea del Norte son un claro ejemplo de esa dependencia de Estados Unidos. De hecho, Japón tiene una postura contra Corea del Norte más radical que Estados Unidos. Sin embargo, las peticiones de Japón (especialmente, el tema de los secuestros) son ignoradas por Estados Unidos cuando llegan los momentos decisivos.
Otro ejemplo de ello es cómo Japón se ha quedado sólo defendiendo el derribo del cohete. Estados Unidos amenazó veladamente con derribarlo, pero tuvo la cautela de esperar y comprobar que Corea del Norte iba en serio. Entonces, se retractó y Hillary Clinton asumió el discurso de la solución diplomática y, en caso de que no se diese, sanciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras tanto, Japón, que había hecho un despliegue muy mediático de sus flamantes baterías anti-aéreas, ha tenido que retirar discretamente sus amenazas iniciales. Ante la posibilidad de hacer el ridículo, han “dicho digo, donde dije Diego” y ahora resulta que derribarán únicamentelos los restos del misil si cayesen por accidente en territorio japonés. ¡De risa!
El camino de Japón hacia un status de gran potencia es un callejón sin salida. Para adquirir ese status, necesitan autonomía. Un paso necesario para ganar autonomía es deshacerse de la actual constitución, tarea difícil por la fuerza mediática del lobby estadounidense. En la práctica, los principios pacifistas de su constitución han sido sistemáticamente violados. Japón cuenta hoy con un moderno y numeroso ejército, llamado eufemísticamente “Fuerzas de Auto-defensa”. Pero para poder utilizar el ejército como fuerza autónoma, necesita cambiar la Constitución y eso es imposible sin romper la dependencia hacia Estados Unidos.
Pero para justificar un paso en ese sentido, es decir, para erigirse en potencia militar, Japón necesita una causa que lo legitime: un enemigo. Los candidatos están claros: China, Corea del Norte y Rusia, por este orden. Sin embargo, hay un problema: esos son, precisamente, los enemigos reales y potenciales de Estados Unidos. Ante un conflicto real con estos países, Japón necesita a Estados Unidos. Con lo cual, no ganaría, sino que perdería autonomía. Por eso, el objetivo de Japón de ser una gran potencia es difícil junto a Estados Unidos, pero imposible sin ellos.
En esta búsqueda del enemigo, Corea del Norte es un candidato mediáticamente convincente. De ahí que la prensa japonesa se cebe con ella. Además, hay toda una serie de conflictos sin resolver entre ambos países: la deuda histórica de Japón con Corea por los destrozos de la guerra, la represión sistemática contra la comunidad de coreanos residentes en Japón (muy vinculados a Pyongyang), los secuestros de 15 ciudadanos japoneses por parte de Corea del Norte,... etc
Por parte japonesa, sólo podemos esperar más confrontación y más despliegues públicos de fuerza.
Estados Unidos: El status quo
Estados Unidos puso su pie en Asia hace 60 años y, desde entonces, lleva luchando por no perder el territorio ganado. Estos últimos 60 años son la historia del gradual repliegue de Estados Unidos: de Indochina, tras la Guerra de Vietnam; menor presencia en Filipinas e Indonesia, tras la caída de sus dictaduras; ascenso gradual de Japón,... etc
Por lo tanto, lo que a Estados Unidos le interesa es no perder más terreno, es decir, que nada cambie. En Asia, Estados Unidos no es una potencia en crecimiento, sino en declive. Sobre todo, en la medida en que la influencia de China aumenta. En términos geopolíticos, Estados Unidos es la potencia marítima de Asia y China la potencia continental.
Para Estados Unidos, la confrontación con Corea del Norte es beneficiosa, pero una guerra es totalmente inasumible. Me explico:
A Estados Unidos le interesa la confrontación, porque sólo así se justifica la presencia norteamericana en Japón y en Corea. Además, estos dos países, compran armamento por valor de miles de millones de dólares cada año. Corea del Sur es uno de los países más militarizados del mundo.
Pero el verdadero objetivo de Estados Unidos no es Corea, sino China. Confrontando con Corea del Norte, Estados Unidos asegura su presencia en Corea del Sur. A su vez, la presencia en Corea del Sur le permite a Estados Unidos tener un “portaaviones” terrestre cercano a China.
Por eso, a Estados Unidos le interesan crisis periódicas con Corea del Norte, ya que sólo así puede seguir en la Península. Pero a Estados Unidos no le interesa una guerra abierta en Corea, ya que sería demasiado costosa a todos los niveles e, incluso, no está claro que terminase con una victoria norteamericana.
De ahí la postura yanki en esta crisis. La reacción inicial de Estados Unidos fue mantenerse en silencio, dejando que fueran sus satélites Japón y Corea del Sur los que mantuviesen una postura beligerante. Cuando Corea del Norte amenazó con represalias si Occidente optaba por la vía militar, Estados Unidos se decantó por las sanciones en el Consejo de Seguridad, que se aprobarán pocos días después de que Corea ponga en órbita el satélite. Al tiempo.
China: el presunto hermano mayor
Desde Europa, se ve a la RPD de Corea como poco más que un apéndice de China. Desde esta perspectiva, China esconde propósitos oscuros, que de vez en cuando salen a la luz, como se demostraería en el caso del Tibet. Corea, como buen hermano comunista, sería la punta de lanza de la estrategia anti-occidental de China.
La realidad se aleja mucho de esto, aunque China muchas veces se vea a sí misma como la hermana mayor de Corea del Norte. China, en cualquier caso, no controla a Corea del Norte. Desde el comienzo de la “Marcha ardua”, China ha sido el único socio comercial de peso de Corea. Sin embargo, esto no ha condicionado políticamente a Corea. De hecho, se ha dado el caso de que China ha tomado represalias políticas por la insubordinación norcoreana: China aprobó en las Naciones Unidas las sanciones contra Corea, a raíz de la prueba nuclear.
En el fondo, China ve necesaria la existencia de una Corea del Norte al lado de sus fronteras. Es, para China, un estado-tapón con un ejército gigantesco, detrás del cual están esperando ansiosos Corea del Sur y Estados Unidos. Pero a China le gustaría una Corea más dócil y menos independiente, que no pusiese en peligro la paz en la Península Coreana. Cada día que pasa, China se enriquece más y es más poderosa. Una guerra supondría que China tuviese que tomar partido y, en cualquiera de los casos, China saldría perdiendo.
Las relaciones entre ambos países son fluctuantes, aunque generalmente positivas. Los intercambios se dan entre iguales: es comercio al uso, no ayuda solidaria socialista. Aún así, hay ciertos tics de “hermano mayor” que China aplica en su relación con Corea, la política del palo y la zanahoria. A los ya mencionados palos, se les suman algunos regalos puntuales, como la Fábrica de Cristales “Amistad”, donada por la República Popular China durante los últimos años.
La posición china ante esta crisis es la de mantener el status quo. No permitirá acciones temerarias por parte del bloque norteamericano y sólo aprobará sanciones que sean simbólicas. Aprecia, especialmente, que el primer ministro norcoreano haya visitado hace una semana Pekin. Se siente la hermana mayor de Corea y piensa que los norcoreanos, ante una crisis, buscan refugio en la nueva potencia. Además, en el fondo sabe que Corea está en su derecho de poner un satélite en el espacio y que, por fin, Corea se compromete con las normas internacionales, habiendo avisado debidamente y con antelación a los organismos pertinentes.
De todos los actores, China es el más cercano a Corea. No por solidaridad, sino porque el tablero asiático comienza a tomar forma y China necesita asegurar sus posiciones.
Rusia: Viaje desde la nada
Es increíble el papel juegado por Vladimir Putin desde que tomó el poder en la Federación Rusa. Los años de gobierno de Yeltsin habían sido la historia de uno de los mayores retrocesos históricos contemporáneos. Rusia en 1998 estaba en quiebra, con una destrucción de más del 50% del PIB, los servicios públicos en la ruina y el país desintegrándose territorialmente.
Desde entonces, Putin ha convertido a Rusia en una incipiente potencia imperialista, exportadora de materias primas, con el poder basado en unas pocas familias oligárquicas y con un claro enfoque a la internacionalización del capital. Rusia ya no se desintegra, sino que Rusia recupera posiciones en el mundo. El problema para Rusia es que llega tarde, cuando el nuevo reparto ya se ha hecho.
La posición de Rusia hacia Corea fue distante y fría durante los años de Yeltsin. Sin embargo, desde la llegada de Putin al gobierno, ha habido un cierto acercamiento que, poco a poco, va evolucionando hacia una cooperación conjunta. Rusia sabe que debe ganar posiciones y, para ello, necesita acercarse a los “estados parias” de Occidente.
Sin embargo, el papel que Rusia juega respecto a Corea es aún muy incipiente. En los últimos años, se han hecho obras de mejoramiento de los ferrocarriles entre los dos países y Kim Jong Il y Putin han intercambiado visitas. Pero Rusia es aún un socio insignificante.
Probablemente, Rusia medirá entre dos intereses: no enemistarse con Corea, en la medida en que esto beneficia su posición en el Lejano Oriente, y no enemistarse con Occidente, puesto que comparte intereses en la llamada “Guerra contra el Terrorismo”.
¿Hacia dónde va Corea del Norte?
Tras la crisis de los años 90, Corea ha vivido una década de recuperación económica. En 2008, se celebró el 60 aniversario del país y comenzó una nueva fase. En 5 años, el país debe multiplicarse económicamente: para 2012 se espera ser una “potencia socialista próspera”.
Las bases para alcanzar este objetivo son las mismas de siempre: colectivismo y auto-suficiencia. Sin embargo, el futuro no se pretende construir únicamente a través del pasado. Corea toma como base la auto-suficiencia, pero sabe que en un mundo dominado por la Economía del Conocimiento y por la tecnología, para mantener el ritmo, necesita integrarse dentro de la economía mundial.
Esto no supone una renuncia al socialismo, en ningún caso. Significa una mayor apertura al intercambio económico y una ofensiva para romper un bloqueo económico que ya dura 59 años. Para hacerlo, Corea necesita tener un as en la manga con el que poder negociar el fin de las sanciones estadounidenses y un tratado de paz para la Península coreana. Ese as son las armas nucleares, única carta que a Estados Unidos le interesa de las que tiene en su mano Corea del Norte.
Corea necesita el fin del bloqueo, especialmente, para poder importar la materia prima fundamental de la que carece: el petróleo.
Antes o después, Estados Unidos tendrá que sentarse a negociar. Y en el tapete seguirán estando los mismos temas: la retirada de tropas, el Tratado de paz, la desnuclearización de TODA la Península Coreana y el fin del bloqueo. Esto crearía un marco de relaciones normales entre ambos países, con lo que el mundo no se estremecería cada vez que Corea pone en órbita un satélite.
Mientras ese momento llega, sólo podemos analizar los acontecimientos que suceden. En los próximos días, Corea pondrá en el espacio su segundo satélite. Los medios occidentales desacreditarán de una u otra forma el lanzamiento. Japón hará amenazas histéricas y Estados Unidos llevará el tema ante el Consejo de Seguridad, donde se aprobarán, seguramente, sanciones simbólicas. Lamentablemente, es probable que se dé ese orden de sucesos: es una historia que se viene repitiendo continuamente desde 1993.
Las sanciones no solucionarán el conflicto, sino que lo agravarán. Pero esto no le afecta demasiado a Corea. Con bloqueo o sin bloqueo, el satélite es una de las muchas puertas hacia el progreso que tiene abiertas Corea. El futuro se presenta brillante. Pero sobre todo, el futuro para Corea es socialista. Y eso es lo que tenemos que defender los revolucionarios del Estado Español.