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    (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos

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    (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos Empty (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos

    Mensaje por nunca Vie Ene 13, 2012 1:37 pm


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    Contra Keynes y los keynesianos

    (¿Por qué no me afilio al Partido Laborista?) "En primer lugar, es un partido de clase, y de una clase que no es la mía. Si yo he de defender intereses parciales, defenderé los míos. Cuando llegue la lucha de clases como tal, mi patriotismo local y mi patriotismo personal estarán con mis afines. Yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada". (John Maynard Keynes. De su conferencia “¿Soy un liberal?” recogida en “Ensayos en persuasión”, 1925).

    (Tras su viaje a la URSS en 1925) “¿Cómo puedo adoptar un credo que, prefiriendo el barro a los peces, exalta al proletariado grosero por encima de la burguesía y la intelectualidad que, sean cuales sean su defectos, representan la calidad de vida y sin duda la semilla de todo progreso humano?”. (John Maynard Keynes, “Una visión corta de Rusia”, 1925)

    Keynes no era laborista y mucho menos comunista. Esto es algo que saben todos aquellos a los que la crisis capitalista ha sometido a un curso intensivo y acelerado de economía. Excepto, según parece, las “izquierdas sistémicas” (1) que lo revindican día sí y día también, recitan fervorosamente el nombre de los apóstoles keynesianos, postkeynesianos, neokeynesianos–Krugman, Stiglitz, Bernanke, Minsky,...-, inspirados en tan docto credo, programas y alternativas para la salvación del sistema económico.

    La salvación y supervivencia del sistema capitalista; ésta y no otra fue la motivación de Keynes al elaborar sus teorías económicas. Ésta y no otra es la intención de sus renombrados discípulos actuales.

    La política contracíclica keynesiana, experimentada por primera vez como terapia contra la Gran Depresión del 29, ejecutada en el New Deal de Roosevelt, aplicada como doctrina fundante del Nuevo Orden Económico Internacional surgido en Breton Woods tras la II G.M. y en vigor hasta el asalto a los Estados iniciado por Tatcher y Reagan, se sustenta en 4 pilares básicos:

    a) La centralidad del consumo o demanda y su mantenimiento o incremento que, junto con la inversión productiva, será la base que potenciará el crecimiento y el pleno empleo.
    b) Una política monetaria que organice el flujo de inversiones y que se concreta en situaciones de crisis y recesión en bajos tipos de interés que permitan un más fácil acceso al crédito y, en consecuencia, a la inversión.
    c) En ausencia de inversión privada suficiente es el Estado el que debe adoptar un papel de inversor. Este planteamiento no tiene nada de soviético. Para Keynes el protagonismo de la inversión debe corresponder siempre al sector privado y el Estado debe de intervenir sólo cuando es necesario por falta de entusiasmo inversor de los capitalistas ante una situación de crisis económica. Cuando la actividad privada se recupere el Estado debe retirarse. En este punto las diferencias entre un sector de los liberales actuales y el keynesianismo es difícil de detectar. No en vano Keynes era miembro del Partido Liberal británico, algo que muchos de quienes lo exaltan sin conocerle apenas seguramente desconocerán.
    d) Y muy importante dentro del esquema teórico de intervención contracíclica propuesto por Keynes: la necesidad de regulación del sistema financiero para evitar que éste se vuelva disfuncional al sistema económico.

    Pero resulta que el recetario keynesiano no funciona en la actual crisis capitalista ¿Por qué digo esto? Vayamos a cada uno de los puntos anteriores para comprobar lo que acabo de afirmar:
    1) En primer lugar esta crisis capitalista no es de subconsumo sino fundamentalmente de sobreproducción, aunque tiene componentes inversores ligados a la especulación financiera.
    Desde 1970 hasta finales de los años 90 la producción mundial de bienes y servicios (PIB mundial) se ha disparado, aunque con comportamientos irregulares de subidas y descensos, con una marcada caída en 2009, año en el que la crisis sistémica se expresó con todo su impacto.
    Basten los gráficos de la producción industrial y de servicios en España y en la zona euro de 1996 a 2011 que presentamos a continuación para constatar cómo la situación de sobreproducción y, en consecuencia, de sobreoferta se va volviendo insostenible al aproximarse la primera década del nuevo milenio y de forma más acentuada una vez iniciada la actual crisis sistémica del capitalismo

    Producción de la industria manufacturera


















    Producción en los servicios
















    Sectores como el del automóvil o construcción de viviendas (con 6 millones de pisos vacíos en España) son sólo una muestra de una capacidad de producción y, en consecuencia, de oferta muy por encima de las necesidades reales en unos casos y de la capacidad de absorción por la demanda en general.

    Paradójicamente, la evolución de los salarios ha sido desde bastantes años antes de la crisis decreciente en términos relativos (en relación a su capacidad adquisitiva) (2) y en términos absolutos a partir del estallido de la crisis, tanto en los países más desarrollados como en la mayoría de los emergentes.

    Entonces, ¿cómo es posible que se mantuviera una sobreproducción capitalista durante los períodos expansivos previos y posteriores a los ciclos de crisis?
    Les responderé con otra pregunta a su vez. ¿Se han preguntado ustedes alguna vez cuando se produjo la gran eclosión de las tarjetas de crédito? Fue en 1970, justo tres años antes de la primera de las grandes crisis capitalistas tras el crack del 29. Tras la crisis del 73 ya nada volvería a ser igual para los ciclos capitalistas de expansión y contracción. Recomiendo en relación a esta cuestión la lectura de interesantísimo articulo, que ya tiene algún tiempo, de Jorge Beinstein, “La crisis en la era senil del capitalismo. Esperando inútilmente al quinto Kondratieff” (3).

    En estos largos 40 años de alternancia sucesivamente acelerada de crisis y crecimientos del capitalismo el consumo a crédito, bien sea mediante las populares tarjetas VISA, MASTERCARD, AMERICAN EXPRESS u otras, o a través de los préstamos personales bancarios, ha sido el modo de intentar mantener una demanda que de modo natural se hubiera situado por debajo de las capacidades de producción del sistema capitalista, dado el descenso paulatino de la capacidad adquisitiva de los salarios.

    Conforme los salarios descendían y los precios de los productos y servicios se iban encareciendo la vida a crédito se fue convirtiendo en la forma habitual de pago entre amplios sectores de las clases trabajadoras y medias. Ello hasta el punto de que el crédito “revolving” (el más caro, con intereses que oscilan entre el 10 y 24%) se fue implantando entre sectores con dificultad de acceso a los créditos normales por riesgos de insolvencia, las clases trabajadoras con menor capacidad económica.

    Todo este tinglado de sobreproducción con consumo sobreinducido se mantuvo hasta que la burbuja pinchó por su punto más débil: las hipotecas subprime. Y el tinglado acabó viniéndose abajo y la sobreproducción devino crisis de producción.

    2) En la mayoría de los países centrales del capitalismo en crisis los créditos ya son muy bajos y en algunos rondan el 0% de interés, con lo que difícilmente habría margen de maniobra para el crédito a la inversión productiva; ello en un contexto en el que la oferta difícilmente podría encontrar una favorable acogida en un mercado con decreciente capacidad de demanda.

    3) En cuanto al papel de inversor para estimular la economía, lo cierto es que las políticas liberales han hecho caso omiso de sus principios para comportarse como keynesianos un tanto peculiares: salvataje del sistema financiero, ayudas a la industria del automóvil, préstamos a fondo perdido a sectores energéticos estratégicos (eléctricas,...), etc. Incluso la administración Obama ha emprendido importantes proyectos de obra pública con la modernización de su vetusto sistema de carreteras.

    El problema es que ese papel inversor de los Estados no ha ido destinado a incentivar la economía y el consumo sino a salvar sectores clave en la misma: los bancos en un sistema financiero que prefiere prestarle dinero a los Estados con las ayudas obtenidas de estos, en lugar de realizar su actividad natural, el préstamo a particulares y empresas.

    Cuando los Krugman, los Bernake o los Stigliz piden más intervención del Estado en la economía real del sistema parecen no entender que la economía real es esto: un sector financiero que atiende a su propia esencia de ser, la usura -y no hay usura más lucrativa que la que pueda practicarse a los Estados- y sectores productivos industriales del todavía primer mundo que están siendo barridos por la oferta de países emergentes con mano de obra más barata y masiva y a los que los Estados sólo pueden darles oxígeno para prolongar lentamente su agonía si no quieren comportarse como liberales puros y dejarlos morir.

    Por otro lado, las propias transnacionales crearon las crisis de sus empresas en los países centrales del capitalismo al deslocalizar la producción hacia el Tercer Mundo y los países emergentes, despidiendo a cientos de miles de trabajadores y contribuyendo a una menor capacidad de consumo de los productos que anteriormente fabricaban en aquellos países. Y eso es algo que difícilmente podrán parar las políticas keynesianas de incentivación de la inversión porque no harían otra cosa que alimentar a la bestia del chantaje de las transnacionales hacia los trabajadores de los países centrales del capitalismo que exigirán nuevas condiciones salariales y de trabajo más y más lesivas para sus empleados. Salvo que la intervención del Estado en la economía fuese definitiva –mediante la nacionalización de sectores estratégicos- y no transitoria y durante el período de la crisis capitalista pero eso es algo de lo que los keynesianos –liberales moderados- no quieren ni oír hablar. ¡Apartad de nosotros la tentación bolchevique!, gritan a coro.

    4) El último punto, el relativo a la regulación del sistema financiero indica hasta qué punto los keynesianos han dejado de comprender el mundo en el que viven.

    La estructura financiera y monetaria de Bretón Woods, en gran medida creada a imagen y semejanza de las teorías económicas de Keynes, ha sido demolido por la globalización del mercado financiero mundial y su desregulación, iniciada a partir de Nixon (fin del respaldo del dólar en el oro) y acelerada desde la época de Tatcher y Regan (consulten información sobre el Consenso de Washington): la desaparición de los tipos de cambio fijo, la ruptura de la paridad oro-dólar, la inestabilidad internacional de las tasas de interés, el creciente desarrollo de las operaciones bancarias fuera de balance, la privatización de las agencias de calificación de riesgo, participadas por grandes entidades de inversión, la creciente concentración de los mercados financieros en muy pocos intermediarios que mueven ingentes cantidades de dinero en muy poco tiempo, atacando a economías nacionales grandes y pequeñas a través de gigantescos conglomerados financieros, la opacidad del sistema financiero y bancario internacional con sus intocables paraísos fiscales, la excesiva titulación de la deuda a través de mercados secundarios, el abuso de instrumentos derivados, la desaparición de las fronteras entre banca de depósito y banca de inversión (donde existía previamente),...así lo evidencian.

    El nuevo mundo liberal a escala global mundial ha dejado sin resortes de intervención a los Estados. Las sucesivas cumbres del G-20 y de Presidentes de la UE y su parálisis en la toma de decisiones así lo evidencian.

    A estas alturas seguir sosteniendo el argumento de la falta de voluntad política de los gobernantes para intervenir sobre los mercados es una falacia estúpida propia de ignorantes y oportunistas políticos que tratan de esconder el hecho de que los políticos profesionales, como casta con unos intereses de permanencia en la dirección del sistema político, se están garantizando con su inacción el pase a la reserva, desplazados por los chicos del maletín de Goldman Sachs, Monti y Papadopoulus ahora, y mañana de cualquier otro “gestor” financiero de los globalistas del Nuevo Orden Internacional (NOW). Los suicidios políticos individuales pueden darse pero los colectivos no.

    Los keynesianos tienen otros problemas añadidos a su dificultad para comprender el mundo de la globalización capitalista y financiera mundial configurado tras el fin de Bretton Woods.

    Un primer problema nace de su visión aristocratizante y elitista de la economía, la política y la vida en general. Pretenden que en el momento actual el Estado y los políticos vuelvan a intervenir sobre la economía, impulsándola y, sobre todo, regulando su actividad pero no son capaces de decirnos de dónde saldrá esa fuerza conativa de los Estados sobre las formidables fuerzas económicas mundiales que concentran mucha mayor liquidez de dinero que el conjunto de los gobiernos del mundo. Quisieran que esa intervención política se produjese pero no son capaces de admitir que sin la entrada en escena masiva de las masas trabajadoras como fuerza de choque contra el capitalismo desbocado es imposible porque sólo ellas pueden tanto mover como parar el mundo. Pero eso podría ser peligroso para la estabilidad de un sistema que se basa en el pacto social; pacto social que estimuló el propio keynesianismo.

    Prefieren entrar por la puerta de atrás y apelar al ciudadano, desde su énfasis en el consumo dentro de su modelo teórico. Es menos connotador de la posibilidad de la lucha de clases que la apelación a la presión por parte de los trabajadores. Roosevelt fue más inteligente que ellos y en USA se alió parcialmente con los sindicatos, a través de la Warner Act, para hacer presión sobre las grandes corporaciones. Pero eso fue en USA donde la tradición izquierdista de los sindicatos era más limitada. A pesar de ello los keynesianos actuales han aprendido bien la lección de cómo la crisis del 29 activó la combatividad de las izquierdas y los sindicatos, aunque no llegara toda la sangre del capitalismo al río, y no quieren correr el riesgo de que ahora ocurra.

    Una segunda fuente de los problemas teórico-prácticos de los keynesianos radica en que obvian que el daño hecho por el capitalismo al que pretenden volver a regular es tan grande que para llevar a cabo una intervención suficientemente eficaz sobre la economía ésta ha de ser tan profunda, radical y audaz que desbordaría con mucho la legitimidad de las constituciones burguesas, tan respetuosas con la iniciativa privada, la libertad de empresa y la propiedad privada. ¿Se atreverían los señores keynesianos a apostar por un modelo de planificación económica de capitalismo de Estado tan avanzado como el que fue en su día el de la Francia de de Gaulle? Esperen, no me contesten. NO. Señores keynesianos, sus medias tintas en economía son tan pudorosas ante esta crisis como una cataplasma en el cuerpo de un enfermo terminal de cáncer.

    Otra de sus hipótesis fallidas estriba en no comprender que los Estados se han quedado sin resortes legales para domeñar a un capitalismo que actúa contra ellos trasladándoles sus deudas, una vez rescatado, temporalmente, de su crisis financiera. Cualquier intento de controlar al capitalismo deberá ser por la fuerza.

    Hay que añadir a todo lo anterior que los keynesianos no entienden que su llamada a que los principales gobiernos del mundo intervengan globalmente para regular el capitalismo desbridado va directamente contra su creciente tendencia a actuar bajo la doctrina Sinatra “My Way”.

    La desconfianza entre gobiernos de países miembros de la zona euro (países más ricos frente a los PIIGS), de los miembros de la zona euro con los que no lo son dentro de la UE (Gran Bretaña frente a Alemania y Francia), de Europa frente a USA, de USA frente a China, de USA y Europa frente a los BRIC y otros países emergentes,...pronto se irá materializando en políticas crecientemente proteccionistas de unas áreas geográficas económicas frente a otras e incluso de unos países pertenecientes a dichas áreas frente a otros socios de las mismas. Las tensiones dentro de la UE y de las cumbres del G-20 son evidencias que así lo señalan. No parece esa la tendencia que marque un creciente clima de cooperación necesario para establecer acuerdos que supongan el renacimiento de un Bretton Woods II.

    Cuando la amenaza de la crisis avanza en forma de efecto dominó sobre el conjunto de las economías nacionales del planeta y los gobernantes constatan que no parece haber antídoto conocido contra la pandemia, lo que se impone entre ellos es un conjunto de reacciones que integran el más variado abanico de comportamientos: pánico (de momento aún controlado), cautela excesiva, medidas desesperadas, improvisación, inmovilidad, confusión, enfrentamiento del todos contra todos,...Por más que se empeñen los keynesianos, la salida que escoge el capitalismo y sus gobiernos vuelve a ser de nuevo, como en la Gran Depresión, el conflicto y, posiblemente a corto-medio plazo, la guerra.

    Ignoro si alguna de estas reflexiones pasó por la cabeza del señor Paul Krugman cuando trabajaba en Enron, la empresa energética que defraudó a USA mediante la creatividad contable de su ingeniería financiera, auténtico paradigma de las consecuencias de la desregulación, o al señor Ben Bernanke, neokeynesiano nombrado por George W. Bush (el hijo tonto del primer Bush que ocupó la Casa Blanca) Presidente de la Reserva Federal USA (FED); la misma FED que “ha impulsado la liberalización del mundo bancario y de ese modo ha querido destruir el sistema bancario europeo” (4) y el mismo señor Bernanke que fue acusado de falta de transparencia en su actuación como presidente de la FED y de presionar al “Bank of America Corp. –para que- completara la compra de Merrill Lynch” (5), comportándose él mismo como un lobbysta. Desconozco también si el señor Joseph Stiglitz ex vicepresidente y ex economista jefe del Banco Mundial, brazo bancario del FMI, y participante el pasado verano “indignado” en el I Foro del M 15-M, habrá pensado en cuestiones similares a las que señalo.

    Sinceramente tengo la impresión de que los economistas keynesianos, neokeynesianos, postkeynesianos y toda la larga taxonomía de estos liberales moderados, no lejanos a la tradición de Stuart Mill, mantienen con los llamados neoliberales, los monetaristas y los seguidores de la escuela austriaca (anarcocapitalistas incluidos), muchos de ellos no lejanos al pensamiento de David Ricardo, una pelea amañada de antemano. Una pugna entre liberales moderados y radicales pero liberales, al fin y a la postre.

    Ellos, los keynesianos, se han agarrado un berrinche descomunal al ser desplazados de sus espacios de poder –los que van más allá del ámbito académico- en las instituciones financieras, bancarias, organismos internacionales y, en general, cercanos tanto al poder económico como a los gobiernos, a los que rondan cantando bajo su ventana, en la espera de que estos comprendan, antes de que sobrevenga el desastre definitivo, que ellos son la última trinchera de defensa del sistema capitalista.

    Olvidan que aquellos marxistas que no nos escondemos tras ninguna escuela económica enemiga de la lucha de clases vemos en la crisis sistémica actual del capitalismo la oportunidad para deshacernos no sólo del llamado neoliberalismo, que es la vuelta al liberalismo decimonónico y a lo que él representa para los trabajadores, sino directamente del capitalismo y de todas las tribus de economistas liberales que lo defienden, incluidos los keynesianos.


    Si este es el retrato real de los keynesianos. ¿a qué juegan aquellas izquierdas que los reivindican?
    Para entender esta cuestión cabría volver a la expresión “izquierdas sistémicas” que hice al principio del artículo y que definí en la nota (1) del mismo. Para acompañar esta categorización nada mejor que la distinción entre las izquierdas que hacía el tristemente desaparecido marxista Adolfo Sánchez Vázquez y que reproducía el miembro del PRD Adolfo Gilly en un artículo recientemente publicado (6). Decía así Sánchez Vázquez en relación con las izquierdas:

    “Izquierda puede ser un término equívoco. Me parece preferible usarlo en plural: no la izquierda sino las izquierdas. Tendríamos así al menos cuatro izquierdas: una izquierda democrática, liberal, burguesa, connatural al sistema capitalista; una izquierda socialdemócrata, que quiere mejorar las condiciones sociales dentro de los marcos de ese mismo sistema; una izquierda social, que es crítica del capitalismo pero no le ve una alternativa, representada sobre todo por los movimientos sociales (el movimiento antiglobalización está dominado claramente por los keynesianos, como lo prueba su línea claramente reformista: el texto entre paréntesis es mío); y una izquierda socialista, opuesta al capitalismo, que propone una nueva organización de la sociedad.”

    Actualmente la izquierda socialiberal, de abandonada matriz socialdemócrata, los excomunistas (pueden llevar el nombre comunista en su denominación) que abandonaron el marxismo, aunque periódicamente lo reivindican para satisfacer a una parte de sus bases situadas a la izquierda de la organización, y buena parte de la autodenominada “izquierda radical” –la de militancia social movimientista- recita los últimos gorgoritos del día de los Krugman, los Stiglitz,... y de sus respectivos delegados nacionales. El lector de cada país podrá poner el nombre que corresponda a esos discípulos de Keynes que pululan alrededor de las izquierdas sistémicas y dentro de ellas y que marcan sus partituras económicas y las letras musicales que ensalzan las leyes reveladas del maestro británico.



    Las izquierdas keynesianas, muy mayoritarias en el conjunto de lo que culturalmente llamamos izquierdas, abogan por soluciones económicas de este tipo como alternativa a la crisis del capitalismo, aún a sabiendas de que no son viables al hacerlas imposibles la globalización, la ausencia de resortes reguladores de intervención y la carencia de poder de las instituciones políticas, porque si abandonaran a Keynes y a su apóstoles tendrían que asumir que la única posición coherente es lo que Marx nos recuerda de nuevo: la necesidad de una revolución socialista, hoy a escala mundial porque mundial es la crisis capitalista y es necesario oponer una fuerza tan poderosa como la formidable que aún mantiene el capital. Pero eso les obligaría a una autocrítica sobre la trayectoria que han seguido hasta ahora: unos social-liberales, otros reformistas, otros meros radicales coordinadores de movimientos antiglobalización en los que la Iglesia Católica, los movimientos tipo ATTAC y los que pretenden otra globalización “más justa” son la fuerza determinante.



    Para las “izquierdas sistémicas” el keynesianismo es una cómoda parada a la espera de que la crisis capitalista escampe porque no creen que sea posible la revolución social y, probablemente, ni siquiera la deseen.



    Esto explica la obsesiva y sistemática declaración de antineoliberalismo por una parte de esas izquierdas, sin aludir al capitalismo, como si lo que llaman neoliberalismo no fuera una de las muchas estrategias del capitalismo y una declaración de anticapitalismo vacía, por otro sector de las “izquierdas sistémicas” que, cuando se concreta en su programa económico, es puro destilado Keynes.



    En su fuero interno aún confían en que sea posible una fase de recuperación económica mediante una etapa expansiva que permita abrir un ciclo de luchas reformistas y salariales que permita recuperar el nivel de vida perdido por los trabajadores y la restitución de un Estado del Bienestar que, en realidad, ha muerto para siempre.



    Las izquierdas, si lo son, no necesitan en el momento actual presentar un programa económico de gestión de la crisis capitalista, que no podrán llevar a cabo porque la fuerza ya no está en las instituciones políticas, sino empezar a tomar en cuenta las palabras de la Secretaria General del Partido Comunista Griego (KKE), Aleka Papariga, seguramente uno de los que mejor está entendiendo la esencia real de la situación actual:
    “Cuando decimos al pueblo que el sistema capitalista –refiriéndonos al sistema capitalista de Europa que ha cumplido todo su ciclo– hoy objetivamente no puede dar soluciones, que ha dado todo lo que podía dar, esto significa que no esperen que el KKE participe en el sistema político burgués, en un gobierno de gestión de un sistema que no puede dar nada.” (Entonces habla del derrocamiento del sistema, sugiere el periodista que la entrevista) “Por supuesto” (7)



    Ignoran que cuando renuncian a preparar la revolución social, que cuando se centran en la demanda de reedición de un nuevo pacto social, que cuando emiten un discurso dirigido a las clases medias y el “ciudadanismo”, olvidando que los capitalistas han planteado una lucha de clases que nos lleva a la situación de la clase obrera en la Inglaterra de Engels, están abonando el terreno a cualquier salida progresista a la crisis, incluso reformista, porque han negado toda fuerza transformadora a un proyecto emancipador de los trabajadores. Y las banderas que no se levanten desde una izquierda revolucionaria se acabarán izando desde el color negro o pardo de los demagogos y oportunistas que agitarán un populismo reaccionario que ya no irá contra el capital, aunque lo haga nominalmente, sino contra aquellos sectores a los que sea posible satanizar –inmigrantes, minorías étnicas, mujeres, pobres y excluidos,...-para expresar una rabia colectiva que suelte presión a una olla que acabará por explotar.







    NOTAS:
    (1) En varios artículos he empleado la expresión “izquierdas sistémicas”. Hora es de que defina, siquiera provisionalmente y como primera aproximación al concepto, la misma.
    Por “izquierdas sistémicas” entiendo aquellas cuyas identidades de origen se vieron metabolizadas por el pacto social tácito o expreso que establecieron con el poder económico y político en el proceso de creación y asentamiento de los Estados del Bienestar en los países centrales del capitalismo.
    El desarrollo del Estado del Bienestar, a cuya edificación contribuyó el modelo keynesiano de estímulo a los mercados desde el Estado, exigía a cambio una paz social en lo sindical y político, paz social que fue garantizada por la socialdemocracia primero, buena parte de los partidos comunistas (fundamentalmente los de estrategia eurocomunista) después y, como última aportación desde finales de los años 90 del pasado siglo, de buena parte de la autodenominada “izquierda radical”.
    De este modo, lo que en origen fue una izquierda de matriz marxista o influida por el marxismo, en mayor o menor medida, pasó lenta pero inexorablemente a integrar el keynesianismo como variante económica e ideológica de lo que Bernstein y otros reformistas habían postulado con anterioridad: que en el desarrollo del sistema capitalista la lucha pacífica de los trabajadores iría posibilitando la transición hacia el socialismo, ahora por la vía del bienestar. Lo cierto es que Keynes jamás pretendió el socialismo ni nada que se le pareciera sino la consecución de toda la potencialidad del capitalismo.
    Pero el derribo y muerte del Estado del Bienestar a manos de un capitalismo globalizado que no necesita ni quiere un pacto social porque sabe que no tiene nada que temer de unas agónicas “izquierdas sistémicas” ha dado la puntilla definitiva a dichas teorizaciones y a las estrategias de mera acomodamiento al capitalismo de aquellas.
    Es previsible que las “izquierdas sistémicas” desaparezcan con el propio Estado del Bienestar.

    (2) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Datos oficiales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
    (3) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
    (4) Entrevista al economista Marcello De Cecco: “La FED debilitó nuestro sistema”: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
    (5) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
    (6) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Véase también: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos Empty Re: (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos

    Mensaje por Aelito Vie Ene 13, 2012 3:38 pm

    Muy buen aporte nunca, y no te olvides que por algo Keynes era LORD Keynes. Te agrego a otro de estos chantapufis keynesianos, John Kenneth Galbraith muy de moda en yanquilandia y que recibió la Medal of Freedom, (en realidad, libertad del capital para hacer lo que se le cante). Siempre el reformismo capitalista ha sido la antesala a posturas fascistas. Además ni siquiera es cierto que este tipo de políticas resolvieran la crisis del 30, esa crisis se resolvió con la segunda guerra mundial, o sea de la manera en que siempre resuelve sus crisis el capitalismo. Tanto Stiglitz como Krugman vienen muy seguido por mi país a elogiar las políticas del gobierno actual, justamente para eso, para que la salida a la crisis que nosotros tuvimos en 2001, y que es muy similar a la que están viviendo ustedes ahora en Europa se resuelva por medio de una reconfiguración del sistema capitalista bajo formas "reformistas", por cuando la presi Cristina habla en contra del "anarcocapitalismo" (categoría muy discutible, ya que el capitalismo es en esencia anárquico y no sujeto a un plan) como decía, la presi habla en contra de la corriente neoliberal o monetarista, que es la que domina hoy en EEUU y Europa, por eso el capitalismo siempre está tratando de sobrevivir de la manera que sea y tomando cualquiera de estas corrientes según el lugar que sea, si en Europa está el camino libre para hacer las políticas capitalistas neoliberales que nosotros sufrimos desde la dictadura de 1976 hasta el 2001, acá como ese camino ya lo conocemos y lo sufrimos, acá el capitalismo se está tratando restituir y de reconfigurar bajo la forma neokeynesiana, aunque debo decir más en sus formas que en su contenido, así es la cosa mi amigo. Saludos.
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    (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos Empty Re: (Artículo) Contra Keynes y los keynesianos

    Mensaje por Marinero Vakulinchuk Vie Ene 13, 2012 7:19 pm


    Excelente aportación. Sobre Keynes podemos decir alguna cosa positiva, alguna en contra de sí mismo. La primera es que desde el punto de vista científico es, de todos los economistas liberales conocidos, el que menos cae en las trampas absurdas de las justificaciones ideológicas liberales. Él es capaz de ver que con las paridas de los economistas clásicos y neoclásicos es imposible hacer política, y de hecho abandonan la economía política y sólo son capaces de hacer contabilidad. Eso nos lleva a la segunda cosa positiva, Keynes de una manera intuitiva (puede que entendiendo a Marx) es capaz de construir una economía que funciona en tanto que acepta de hecho formulaciones de Marx, o sea, funciona bien cuando es más marxiana. No pretende actuar como si la producción material no existiera y el valor creciera como los diamantes en la selva. Es un modo brillante de recabar el consenso de la clase trabajadora en tiempos difíciles (marcan hasta dónde están dispuestos a conceder), pero claro, sin un cambio en la titularidad del poder y de los medios de produccion siempre llevará a cambios temporales y reversibles. Marx puede ser una buena herramienta para entender la economía y jugar en Bolsa, así hace Soros, pero no se lo puede tomar por partes: no hay Marxismo sin una perspectiva revolucionaria.

    Una última cosa positiva es que era intelectualmente honesto, al menos hasta donde le daban sus intereses de clase (y manifiesta estos, lo que es honrado por su parte). Es difícil percibir desde fuera de la visión ideológica del mundo que nos haya tocado, y cuando de verdad se pretende saber -el saber es atractivo, porque da poder, cuando sabemos cosas del mundo podemos modificarlo- las herramientas son la ciencia y el método. Keynes no dudó en promover a algunos científicos de muy alto nivel aunque fueran marxistas, porque no saber es peor. Así llamó a Sraffa a Cambridge. Total, hasta que el saber llegue al pueblo y lo pueda aprovechar...

    Yo no soy partidario de que cuanto peor, mejor, ni creo que un final socialdemócrata del capitalismo sea peor o mejor que un final caótico liberal. Tampoco está ahora en nuestras manos decidir cuál será el escenario de la Revolución, y es ingenuo pensar que una crisis profunda y prolongada nos acercaría al cambio social más que un periodo prolongado de estabilidad capitalista. Va a depender de nosotros, y de lo que hagamos en cada momento. Yo ahora no puedo percibir que se den condiciones objetivas, será porque en mi país -España- la clase trabajadora acaba de poner un gobierno ultra. Y al lado, en Francia, los votos obreros sostienen a Sarkozi como sostenían a Berlusconi en Italia.

    Salud
    Vakulinchuk.
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    Mensaje por Aelito Sáb Ene 14, 2012 10:05 am

    A ver Marinero, yo no sé si llamar honesto al tipo que utiliza su poder para mantener los privilegios de la clase que le da ese poder. Keynes es un digno exponente de la burguesía aristocratizada británica y Churchill era otro ejemplo de ello, lúcidos eso sin duda, ahora la inteligencia no implica honestidad, salvo que la honestidad sea para vos un rasgo que deviene del cinismo. Es claro que Keynes sabía muy bien de los peligros que representaban para su clase el comunismo, por tanto lo estudió y muy bien, al punto de entender claramente cuáles eran las cosas que se debían cambiar del capitalismo clásico para que los efectos más nocivos de este sistema se pudieran amortiguar, no desterrar, eso es claro y a él no le interesaba para nada ésto, no quería substituir al capitalismo lo que quería en definitiva es hacerlo más tragable para la clase trabajadora, por supuesto que esto implica que el capitalismo deje de ser aunque sea por un tiempo determinado lo que realmente es, un sistema genocida, y para esto los burgueses debían someterse al famoso "pacto social" esto es, rescindir parte de sus ganacias en favor de la clase obrera, esto como ya sabemos puede dudar algunas décadas, 30 años duró en Europa occidental, pero a la larga el capitalismo vuelve a sus formas históricas donde sólo la ganancia es lo que importa y el resto es secundario. Por último no debemos olvidar que ciertas posturas del keynesianismo también han sido tomadas en un principio al menos en lo formal por los estados fascistas, y no es casualidad que gran parte de la burguesía británica y norteamericana apoyaran estas ideas en sus propios países al mismo tiempo que lo hacían en la Alemania nazi y la Italia fascista. Saludos.
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    Mensaje por Marinero Vakulinchuk Sáb Ene 14, 2012 5:26 pm

    Bueno, pues eso. Si no decimos sino lo mismo, con otro enfoque; para mí la honestidad da hasta donde da la visión del mundo que nos proporciona la ideología y a esa me refiero, y además me refería a su honestidad intelectual. O sea, como burgués por supuesto no iba a pensar ni actuar de otro modo, no podía. Además a él le iba muy bien. Menos honesto es un desclasado como Popper y por supuesto mucho más penetrante intelectualmente, un enemigo de talla. Pero intelectualmente las -repito- paridas de los economistas anteriores no le servían, no le consolaban. Además, era coherente con la coartada de la burguesía de que hay que defender la libertad de expresión y pensamiento -aunque de hecho no las haya-. Keynes debía sentir excitante y estimulante la cercanía del marxista heterodoxo Sraffa y del criptomarxista Wittgenstein, porque esos debates a tres bandas sí eran de nivel. Honestamente, los marxistas con nivel de aquella época o estaban en la cárcel o estaban ocupados en la Revolución de Octubre; o acababan de morir en Alemania o en algún lado, qué le importaban a Keynes.

    Yo creo que Keynes simplemente acierta cuando coincide con el Marxismo, ni busca coincidir ni le preocupa -en aquel tiempo en sus círculos el marxismo tenía poco prestigio-, ni por supuesto le preocupa lo que implica. Por lo demás a un posible gobierno revolucionario el keynesianismo no se sirve como herramienta, ya que por supuesto no implica cambio social alguno, ni actúa sistemáticamente en los resortes que desde una perspectiva capitalista 'arreglarían' (aplazarían) una crisis, pero acercarían el socialismo -colectivización de sectores, estatalización de otros, que sí se ha hecho y traes bien a colación el fascismo, priorizar la enseñanza y otros mecanismos de la igualdad burguesa-.

    Salud
    Vakulinchuk.


    Última edición por Marinero Vakulinchuk el Sáb Ene 14, 2012 5:27 pm, editado 1 vez (Razón : concordancia)
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    Mensaje por Aelito Dom Ene 15, 2012 8:38 am

    Queda claro Marinero y volviendo a leer tu primer mensaje, me quedo con esa frase "yo no soy partidario de que cuanto peor, mejor" porque según mi opinón es el trostkismo el que generalmente tiene como estrategia a seguir generalmente eso de "que cuanto peor, mejor" y este es todo un tema a discutir por la izquierda en su totalidad ¿es más fácil organizar el camino de una revolución en un contexto de capitalismo clásico liberal o dentro de un contexto de capitalismo keynasiano? Saludos.
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    Mensaje por Marinero Vakulinchuk Jue Ene 19, 2012 9:33 pm

    Más que honestidad, la palabra sería consecuencia. Es honesto con lo que cree, es consecuente.

    El tema de siempre, será posible iniciar un momento revolucionario desde un "buen" momento (EE.UU. o Francia 1968) o desde un momento pésimo (Rusia 1917, Alemania 1918). Ahora mismo veo más condiciones en Alemania o en determinadas áreas de Estados Unidos, especialmente cuando la extraña bonanza en la que están toque techo. Lo peor es que esta crisis nos ha pillado muy desorganizados y desmoralizados. Si embargo una situación como ésta, que se repetirá, sumado a la madurez del sistema capitalista, incapaz de remontar sus cifras de paro, es un caldo de cultivo ideal.

    Veremos. Salud
    Vakulinchuk.
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    Mensaje por Aelito Vie Ene 20, 2012 7:34 am

    Marinero Vakulinchuk escribió:Más que honestidad, la palabra sería consecuencia. Es honesto con lo que cree, es consecuente.

    El tema de siempre, será posible iniciar un momento revolucionario desde un "buen" momento (EE.UU. o Francia 1968) o desde un momento pésimo (Rusia 1917, Alemania 1918). Ahora mismo veo más condiciones en Alemania o en determinadas áreas de Estados Unidos, especialmente cuando la extraña bonanza en la que están toque techo. Lo peor es que esta crisis nos ha pillado muy desorganizados y desmoralizados. Si embargo una situación como ésta, que se repetirá, sumado a la madurez del sistema capitalista, incapaz de remontar sus cifras de paro, es un caldo de cultivo ideal.

    Veremos. Salud
    Vakulinchuk.

    Creo en definitiva que la cosa depende mucho más de cómo nos enconntramos nosotros, en cuanto a nuestra capacidad de respesta, de saber como confrontar y generar caminos superadores que de la situación que nos presenta el propio sistema capitalista. Si nosotros no estamos en las condiciones adecuadas, por más que el capitalismo esté en una fase neoliberal o keynesiana, los resultados serán siempre los mismos. Saludos.
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    Mensaje por iosubisarionea1960 Dom Ene 22, 2012 4:31 pm

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