PRIMERA PARTE
Andrei Micu es el último combatiente de las Brigadas internacionales rumano que sigue vivo (hoy tiene 99 años).
La siguiente entrevista fue realizada al héroe socialista, que como podréis leer permanece fiel a sus ideales comunistas de siempre, lejos del revisionismo que cunde tanto entre los izquierdistas de hoy y convencido de que el espíritu de la lucha antifascista que le llevó a luchar a España contra Hitler, Mussolini y Franco, y el que dio lugar a la construcción de la Republica Popular Rumana, es el camino correcto que hay que recuperar para que la clase obrera pase de nuevo a la ofensiva despues de años de retirada y perdida de derechos.
La entrevista fue realizada por Gheorghita Zbaganu en noviembre de 1999 y, dada su extensión, publicamos aquí la primera parte y, próximamente, se hará lo propio con la segunda. En esta primera parte, Micu nos habla de sus primeros contactos con los movimientos obreros en su juventud (en el periodo de entreguerras), y de su viaje hasta España para luchar como voluntario contra el fascismo y defende al gobierno democrático republicano. También nos cuenta algunos episodios de la Guerra Civil en los que participó, el encierro en campos de trabajo inhumanos por el gobierno francés tras cruzar la frontera, y sus peripecias durante la Segunda Guerra Mundial como prisionero en diferentes lugares, hasta su regreso a su pais despues de ser encargado de propaganda en un campo de prisioneros sovietico autogestionado.
En la segunda parte Micu nos contará como fue la creación de la Republica Popular Rumana y como, tras el proceso de desestalinización, el socialismo empezó a deteriorarse de la mano del revisionismo y el surgimiento de un espiritu pequeño burgues que acabaría desenbocando en el golpe de estado de 1989.
UN LUCHADOR: Entrevista con Andrei Micu (por Gheorghita Zbaganu)
Primera Parte
Andrei Micu es un libro viviente. Nacido el 24 de julio de 1912, educado en una familia comunista, participó en la Guerra Civil Española como miembro de las Brigadas Internacionales. Cerca ya de cumplir los 90 años nosotros le deseamos „feliz cumpleaños”.
¿Quién es el camarada Andrei Micu? ¿Donde nació?
Nací en Rapoltul Mare, en la provincia de Hunedoara. Mi madre fue Magdalena Isac y mi padre Avram Ludovic. Mi padre nació en 1887 en el pueblo de Lonea (!dónde la famosa mina Lonea!) y mi madre en 1882 en el mismo pueblo minero, Rapoltul Mare.
Mi padre conoció las ideas marxistas en tiempos de la guerra. En 1919, durante la Revolución Húngara, él estaba en Budapest, donde luchó por la Comuna. En aquellos tiempos conoció a Eva, una marxista que por entonces era estudiante del cuarto año de la facultad de matemáticas de Budapest, y activista del Partido Comunista Húngaro. Tras la derrota de la Revolución, para escapar del terror de Horthy, mi padre y Eva se refugiaron en Cluj.
Mis padres se divorciaron en 1920, cuando yo tenia 8 años, y mi padre se caso inmediatamente con Eva. Yo me quede a vivir con ellos en Cluj (la consideraba mi segunda madre). Mi madre lo aceptó con la condición de que yo pasara las vacaciones con ella, en Rapolt.
Eva era una mujer de excepcional bondad y cultura. A ella me unen los mas bonitos recuerdos de mi infancia. Era una mujer muy hermosa, muy culta, de naturaleza alegre y entusiasta. Hablaba alemán, francés y húngaro. Conociendo el francés no le fue difícil aprender rumano. Hablaba rumano sin acento, mejor que yo. !Estoy orgulloso de que yo fuera una gran ayuda para que aprendiera rumano!
Me cuidó y me educó como no se puede mejor. Yo era un niño alegre y entusiasta. El entusiasmo no me ha abandonado hasta ahora, en la vejez; a lo mejor se ha moderado. Mi madre Eva me amó y yo a ella también. Me enseńo cánticos revolucionarios conocidos por ella: la Internacional, la Marsellesa, etc... Tenia oído musical, y una cultura y voz muy agradables, de mezzosoprano. Me hablaba apasionadamente sobre las revoluciones proletarias, en especial sobre la Comuna de París, sobre la Revolución de Octubre y sobre nuestra propia Revolución húngara. Me hablaba sobre la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, sobre los explotadores y los explotados. A medida que fuí creciendo y madurando me hablaba también sobre el materialismo dialéctico. Así que puedo decir que aprendí la concepción del materialismo dialéctico sobre el mundo dentro de mi familia, en la época en la que estaba en el instituto, en Cluj. Tenía plena confianza en lo que me decía. Mi madre frecuentaba desde los 14 años los círculos progresistas de Budapest. Estudió allí seriamente las obras de Marx y Engels. Tenía la virtud de saber explicárselo a todos. Por lo tanto, crecí en una atmósfera empapada de marxismo, teniendo por mentor a mi madre, Eva. Lo que me enseńó ella se me quedó para siempre en la mente, no lo he olvidado. Pero yo me considero un autodidacta. No dejo de estudiar, de cultivarme, de intentar estar al corriente de todas las novedades científicas y técnicas. Intento abordarlo todo a través del materialismo dialéctico e histórico.
¿Cómo entró en contacto con el movimiento obrero?
En 1925 mi padre y Eva se divorciaron. Yo cursaba el tercer año de instituto. No tenia quien me siguiera pagando el Liceo, así que me ofrecieron un puesto de aprendiz en el taller de muebles de lujo de Sînnicolaul Mare, a 60 km. de Timisoara. El patrón del taller era Francisc Hirsch. La mayoría de los trabajadores de allí (eran unos diez) eran comunistas húngaros refugiados en Rumanía. Por lo tanto, eran también miembros del Partido Comunista de Rumanía. Un comunista sigue siendo comunista independientemente del país en el cual viva. Al lado de los 10 trabajadores había también 10 aprendices.
La vida como aprendiz era muy dura. No me pagaban mas que habitación y comida. Nos explotaban sin escrúpulos. El patrón intentaba obtener el máximo beneficio a nuestra costa. Imaginad que con trece años dormía sobre las mesas del taller, me despertaba a las 5 de la mañana, y nos acostábamos a las 12 de la noche. Cinco horas de sueño es muy poco para un niño. La comida era poca y mala. Siempre teníamos hambre.
Seguro que este estado de cosas ha contribuyó a formar mi conciencia de clase. Lo que me contaba mi madre Eva se confirmó en la práctica. En la primavera de 1926 me peleé con el patrón que, según la costumbre de entonces, nos aplicaba „castigos corporales”. Tras uno de estos correctivos comencé a cantar la Internacional en lengua húngara. Los trabajadores se quedaron sorprendidos y me preguntaron después dónde había aprendido aquel canto. Les conté de mi madre y de la atmosfera que viví en mi casa.
Entonces comenzaron a ocuparse de mi. Analizaron en detalle mi preparación ideológica y les sorprendió. Así que fui recibido en la Unión de los Jóvenes Comunistas (UTC) y empecé a militar en cuerpo y alma con las filas de los obreros.
Mi relación con el patrón fue cada vez peor. Me echaron después de cumplir los 14 años. Pero no me quedé sin nada, pues los obreros comunistas del taller me buscaron un lugar en una fábrica de muebles de Timisoara, donde el patrón era un tal Ungur Karoly. Yo era aprendiz en una carpintería de lujo, contratado por comida y alojamiento. Aquí había más aprendices, por encima de 30. Por supuesto que continué la militancia en las filas de UTC, e incluso fui elegido secretario en la fábrica. El 1 de mayo de 1927 participé en la manifestación y distribuí folletos de la organización. La policía me arrestó junto con otros manifestantes. Me dieron algunos palos a los que ya estaba acostumbrado. Pero, siendo menor (no tenía aun 15 años) me dejaron libre tras dos semanas de detención preventiva. No me hicieron ningún tipo de proceso judicial.
Permanecí en la fábrica de Ungur Karoly hasta el otoño de 1927. Entonces fui admitido en las filas del Partido Comunista Rumano, con plenos derechos. Era ya un veterano del trabajo clandestino. Los camaradas me llamaron la atención de que era seguido de cerca por la „Siguranta” (policía política) y, para que perdieran mi rastro, me encontraron otro puesto de trabajo en la fábrica de muebles Paliczka, de la misma ciudad. Alli habia más apredices todavia, por encima de 50. Hacía propaganda entre los obreros. Trabajé allí hasta 1928. Tras cumplir 16 años los camaradas decidieron que regresara al pueblo de mi madre biológica, Magdalena, para que la policía perdiera mis huellas. La „Siguranta” me vigilaba también en Paliczka. Tampoco era demasiado difícil encontrarme en una ciudad con un máximo de 100.000 habitantes – puede que menos – como era Timisoara entonces.
Mi madre se había mudado mientras tanto a Uroi, cerca de Simeria. Tenía 45 años.
¿En qué consistía su actividad en UTC?
Estudiábamos literatura marxista en grupo, en especial "El Manifiesto comunista", que llegamos a conocer casi de memoria. Después estudiamos „El Capital”, un libro muy difícil. Difundíamos manifiestos. No sé quién los redactaba. Cantábamos en nuestra sede clandestina la Internacional, la Marsellesa, la joven guardia roja, etc... Era bonito. Militábamos para la educación de los aprendices. Luchábamos en contra del consumo de alcohol, del tabaco, de la violencia, del uso de palabrotas y de los comportamientos indecentes. Queríamos ayudar a desarrollar la conciencia de clase en las filas de los aprendices, y no solo entre ellos. Queríamos que pasaran su tiempo libre educandose, formándose como hombres, y que no degeneraran consumiendo alcohol y mas tarde pegaran a sus mujeres. Luchabamos en la clandestinidad. Cada uno tenía un nombre clave. Yo, por ejemplo, era „Fosi”.
¿Qué pasó después? ¿Qué hizo en Uroi?
En Uroi no había trabajo, pero en Simeria existía un taller de muebles, donde me contrataron como aprendiz. Tenía 16 años, y ya me pagaban algo de dinero. En paralelo, seguía estudiando en el instituto por las noches. Terminé el Instituto por mi cuenta, en 1929. Tenía 17 años. Siendo ya obrero, podía abrir mi propio taller de muebles. Me gustaba el trabajo y lo hacía con pasión. Pero no tenía dinero suficiente para ello. Además me gustaba estar entre el resto de trabajadores. Por otra parte, en otoño de 1929 empezó la crisis económica. Se encontraba trabajo muy difícilmente, el desempleo subió enormemente, y empezó a ser dificil ganar el pan de cada día.
En Simeria había una célula del partido que integraba a muchos trabajadores ferroviarios. Practicaba allí mi actividad clandestina.
¿Qué sabe de la huelga de Lupeni de 1929?
Sé bastante. La huelga empezó en agosto. El PCR organizó un comité de ayuda a los huelguistas. Por parte del Comité Central era conducido por Vasile Luca. Él estuvo también en Simeria, donde le conocí. Me impresionó su fuerza y espíritu de lucha. Nuestra célula fue designada para actividades de ayuda. Simeria no está lejos de Lupeni. Recorríamos la zona y recogíamos ayudas para los mineros: alimentos, ropa, dinero.
¿Cómo se apañó en tiempos de crisis?
Mal. En ocasiones estuve parado. Pero siempre los camaradas me encontraban trabajo; en Arad, Timisoara, Oradea, Cluj. No estaba demasiado tiempo en un lugar porque estaba ocupado con los encargos del partido. Así pasaron cuatro años.
En 1933, en otoño, llegué, por intermedio del partido, a trabajar a Bucarest, en el taller de muebles de Pantazescu, en Soseaua Kiseleff. Despues trabajé en la fábrica Drexler, del rico y famoso industrial Malaxa, y en otros talleres de carpintería. Entre el 1 de noviembre de 1933 y mayo de 1934 realicé el servicio militar, con periódo reducido, en el regimiento 33 de Oradea, durante un año. A mi me pasaron a la reserva a los seis meses porque no era de confianza. Tenía el grado de soldado primero. Después regresé a Bucarest. Desde julio de 1934 hasta julio de 1937 fue secretario de célula del partido. Mi instructor del PCR (y profesor de Socialismo Cientifico) fue justamente Lucretiu Patrascanu ¿Ha oido de él? ... Un hombre de gran calidad moral e intelectual.
Nuestra célula de partido se ocupaba de la carcel de Targu Ocna, donde estaban encerrados muchos camaradas. Nosotros organizábamos reuniones con el objetivo de recoger fondos destinados a estos camaradas. Les hacíamos visitas y le dábamos dinero. Otras actividades que tuve: siendo hablante de hungaro, era el hombre de enlace con el MADOSZ, un partido legal controlado por el PCR con cierta audiencia entre la población magiar. También tenía relación con los sindicatos y otras organizaciones legales, donde llevaba la linea del partido.
En tiempos de la gran huelga ferroviaria de 1933 estaba en Cluj, donde se desarrollaron manifestaciones de solidaridad con los huelguistas de los talleres Grivita. Me ocupé allí de la recogida de ayuda para la familia de los arrestados.
¿Cómo llegó a España?
Es toda una historia. En julio de 1936 tuvo lugar la rebelión fascista de Franco contra el gobierno legitimo de España. En Rumanía se creó inmediatamente un comité de ayuda para los españoles, dirigido por Lucretiu Patrascanu. Toda nuestra célula del partido era entrenada para ayudar a los republicanos. Yo estaba muy indignado por las noticias que llegaban de allí y deseaba de todo corazón viajar a España, a luchar contra el fascismo. Me ayudó Patrascanu a que se hicieran realidad mis deseos. Conseguimos un pasaporte – yo y un amigo, Stefan Mera. Yo era, supuestamente, un estudiante que deseaba visitar la Exposicion Universal de París en julio de 1937. Tenía dinero en el bolsillo, del fondo para la ayuda a España. Teniíamos también la dirección de camaradas en Francia. En el momento de partir me emocioné. Nos despedimos del camarada Lucretiu Patrascanu abrazándonos. Sería la última vez que lo veía. Entre otras cosas nos dijo: „Os envidio. Siento no poder ir con vosotros. Vuestra acción es el mejor ejemplo de entrega a la causa de la clase obrera”.
Desde la perspectiva de 60 años después puedo precisar ahora que los voluntarios de la libertad, que formaron las Brigadas Internacionales, y que lucharon en España, representaron la prueba de que el internacionalismo proletario puede funcionar. Los voluntarios de la libertad representaron la capa mas consciente, mas avanzada del proletariado y de la intelectualidad progresista. Es una mentira que fueramos marionetas de Stalin; mentira que dura ya 60 años. Fue nuestra respuesta concreta a la llamada de Marx: „Proletarios del mundo, unios”.
Aquella llamada es, sin embargo, mas actual hoy que nunca. El grado de desarrollo actual de las fuerzas de producción y de la ciencia, sin precedentes, lo que se llama „globalización”, hace necesaria la unión de los proletarios a escala mundial en perspectiva de las grandes confrontaciones sociales que vendrán. Vendrán en modo seguro, porque el capitalismo actual, llegado al punto mas álgido de su fase imperialista, está sacudido por contradicciones, esta pasado de moda, anacrónico, no tiene ninguna solución para los problemas del nuevo milenio. El nuevo socialismo va a triunfar. La alternativa está clara: socialismo o barbarie. Yo creo que la humanidad no se va a hundir en la barbarie. Soy optimista. El hecho de que países como China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba continúen la edificación del socialismo me hace optimista. El futuro es nuestro, de los marxistas. Sólo el socialismo puede abrir los caminos hacia la prosperidad de la sociedad humana, hacia el bienestar global.
¿Cómo pudo Lucretiu Patrascanu procurarle el pasaporte?
Él era abogado y tenía relaciones con notarios. También el mismo partido tenía talleres clandestinos, intuyo, donde se falsificaban este tipo de documentos. Pero en nuestro caso los pasaportes no eran del todo falsos; solo en el sentido de que no éramos estudiantes.
¿Entonces llegó a París como estudiante? ¿Fue aceptado? ¿Cómo se desenvolvió en la gran ciudad?
Nuestro enlace en París era Eugenia Lucaci (Rosa) que nos espero en la estación. Ella hacia parte del comité de los primeros voluntarios. Estuve en París dos semanas hasta que nos reunimos un grupo de 10 rumanos. Mientras tanto visite los monumentos de París. Pasamos la frontera clandestinamente, junto con otros 60 voluntarios de Europa del Este, cerca de Beziers. Hasta Beziers fuimos en tren, después nos llevo un camión hasta los pies de los Pirineos. Pasamos la frontera con ayuda de una red organizada por el Partido Comunista Francés. Los aduaneros franceses nos hubieran detenido, pero en cambio en el lado español ya eran de los nuestros, comunistas, que nos recibieron con entusiasmo. El entusiasmo era contagioso, algo indescriptible. Estuvimos en Figueras una semana, hasta que nos reunimos algunos cientos de personas de toda Europa, incluso de América. Recuerdo con nostalgia la atmosfera de enaltecimiento de la solidaridad internacional de aquella semana. Todos los habitantes de la ciudad nos daban su cariño, igual que nosotros a ellos. Después marchamos a Albacete, al cuartel de las Brigadas Internacionales. Algunas horas de viaje en tren. En las estaciones, los españoles nos mostraban su agradecimiento con manifestaciones y su simpatía. Similar entusiasmo revolucionario no se había visto antes. Fueron momentos únicos, inolvidables. ¿Seria posible ahora algo así?
Hicimos tres semanas de instrucción en Casas Ibañez, Albacete. Desde allí marchamos un grupo de 15 rumanos hacia el frente.
¿Hacia que frente?
Hacia el Frente de Aragón. Llegamos a Samper de Calanda, donde el batallón „Balcanes - Diacovici" estaba rehaciéndose, tras las perdidas sufridas un mes antes. Allí nos encontramos con Mihai Burca. El había llegado siete meses antes, junto a su hermano Constantin Burca. Eran los dos ferroviarios en la ciudad de Pascani. Desgraciadamente, su hermano, Constantin, había muerto antes de llegar nosotros, asesinado por una bala en las orillas del Guadalquivir, cerca de Córdoba. Entre los lideres de los voluntarios rumanos recuerdo a Petre Borila, con quien tengo una fotografia (no solo con el, tengo una fotografia con los 15 rumanos de la Compańía de metralletas rumana ( „Compania de mitraliere româneasca") . Era su nombre, aunque el resto de los 80 miembros eran españoles. Por supuesto que pasamos a militar directamente en el Partido Comunista de España.
¿Que nombre de camaradas recuerda?
Stefan Mera, con quien marche desde Rumanía. Después Mihai Dobreanu y el comandante de la compańía, Mihai Burca. También Stefan Meghei, Horia Moldovan, Serghei Sevcenco, Grigore Sevcenco, Edmund Hirsch, Anghel Haralambie, Spelivoi, Nicolae Moraru, Francisc Wolf (Boczkor). El último seria después un héroe de la resistencia francesa.
¿Vive algún otro miembro de aquella compańía?
No, solo yo.
¿Cuando tuvo el bautismo de fuego?
En septiembre de 1937 en el Frente de Aragón, en Fuentes de Ebro. El 11 de octubre de 1937 dio comienzo la segunda fase de la batalla por Zaragoza, en torno a Jaca, en el Aragón del norte, y nosotros concretamente estábamos en Fuentes del Ebro. No conseguimos vencer, desgraciadamente, aunque se registraron algunos éxitos locales. Sin embargo, la falta de reservas impidió que lleváramos adelante los triunfos. Después, nuestro batallón „Diakovici" se transformo en batallón de choque. Participe en luchas difíciles en diferentes lugares. En noviembre luchamos en Teruel, donde rechazamos la contraofensiva fascista. En diciembre de 1937 fui transferido al frente del sudoeste, en Extremadura. Allí luché en Almadén, donde teníamos que defender las minas de mercurio de los fascistas. En marzo de 1938 fuimos enviados con urgencia de nuevo al frente de Aragón, donde los fascistas habían lanzado la ofensiva de primavera. Murieron entonces muchos de los nuestros. En las duras luchas del la zona Monroyo-Morella-Pobleta cayeron Stefan Megheri y Mihai Dorneanu, y el camarada con el que marche a España, Stefan Mera, fue herido y hecho prisionero. En abril de 1938 tuvimos que retirarnos. Un oficial español organizo puntos de resistencia por la carretera que serpenteaba por los montes. Por aquella carretera avanzaban los fascistas. Nosotros abríamos fuego desde las fortificaciones naturales para detener el avance. Nos retirábamos luchando.
Yo, junto a otros tres rumanos (Moraru Nicolae, Sas Dragos y Demeter Juliu) llegamos después a Castellón, a la orilla del mar. Los fascistas llegaron también al mar en la zona de Vinaroz y habían cortado en dos la España Republicana: el centro y el este. Nosotros no pudimos unirnos a nuestro batallón, que estaba en el otro lado, en el centro. Nosotros estábamos en el este. Nos dirigimos hacia Barcelona, por la orilla del mar, donde encontramos acuartelado al regimiento de artillería „Rosa Luxemburgo". Era un regimiento de artillería, pero no tenia cañones. Los cañones tenían que llegar desde la otra zona. No llegaron mas, porque los que venían de fuera los pararon los franceses en la frontera. Era septiembre de 1938. Así creían los franceses que calmaban a Hitler. Por entonces oí hablar también sobre la traición de occidente hacia Checoslovaquia, en Munich.
A esto lo llamaban política de no intervención en occidente. Mientras tanto, Hitler y Mussolini hicieron caso omiso y continuaron armando a los fascistas.
Parece que por allí estaba Luigi Longo, secretario del Partido Comunista Italiano ¿Lo conoció?
Sí. El era uno de los organizadores de las Brigadas Internacionales. También lo era Andre Marty, de Francia. Este nos pedía siempre paciencia, diciéndonos que los cañones llegarían pronto...
¿Que hicieron viendo que no llegaban los cañones?
En julio de 1938 empezó la ofensiva del Ebro de las tropas republicanas. Nos habíamos reunido 6 rumanos que cruzamos el Ebro en agosto de 1938 bajo el fuego de los fascistas, y pedimos ser integrados en el grupo de artillería „Ana Pauker”, pues todos nos habíamos instruido como artilleros. Fuimos aceptados y repartidos en la batería „Tudor Vlademirescu”. Allí conocí a Vida Geza, puede que haya oído de el, un escultor conocido. Luchamos en aquella batería en la zona de Sierra Cabals, hasta el 23 de septiembre, cuando fuimos desmovilizados. Se disolvieron las Brigadas Internacionales según los acuerdos con, si no me equivoco, la Sociedad de Naciones. Así querían „las democracias” occidentales hacer la paz en España. Esta fue la suerte de Franco.
El gobierno español decidió retirarnos de la lucha.
¿Cuando se marcho de España?
En el último momento. Estuve en Cataluña alojado en Campdevanol. En noviembre de 1938 el gobierno español organizó un festival de despedida a los voluntarios internacionales que lucharon por la libertad. Fue emocionante. El pueblo español nos amaba. Yo no quería marcharme. Luche hasta el ultimo momento contra los fascistas. A través de mis contactos conseguí quedarme en el ejercito regular español (!que se encontraba en una grave crisis de reclutas!) y no cruce la frontera francesa hasta el 9 de febrero de 1939 , tras unas graves y desmoralizadoras luchas de retirada. Protegí a muchos civiles españoles que se refugiaron en Francia. Ya habían llegado allí mas de medio millón de republicanos. Los franceses les recibieron de forma inhumana, de triste recuerdo. La República Española capitulo el 15 de marzo de 1939. En aquella fecha Hitler recibió otro regalo: Chequia se convertía en provincia alemana y Eslovaquia en un estado fascista.
De nuevo en Francia ¿Allí pudo ir donde quiso?
Ni hablar. Los combatientes de las Brigadas, igual que los republicanos españoles, fueron encerrados en campos de concentración. Y no solo: también los refugiados civiles fueron internados en campos. Recordad: tras la destrucción de Checoslovaquia, ¿que habría en la cabeza de los ingleses y franceses para portarse así de vergonzosamente?
En lo que a mi respecta, fui internado en los campos de Saint Ciprien, Gours, Argelet sur Mers y Vernet. Estuve en los campos desde febrero de 1939 a marzo de 1941, !dos años!. El comienzo de la Segunda Guerra Mundial me encontró en Argelet sur Mere. Después llegué detenido a Alemania.
¿Como? ¿Los campos estaban en zona ocupada?
No, estaban en la zona libre. En la Francia libre, administrada de Petin, con capital en Vichy.
Las cosas sucedieron así: en enero de 1941 los franceses decidieron que nos mudáramos desde Argelet al campo de Vernet. Entonces el partido decidió que destruyéramos todas los documentos y nos evadiéramos. Yo, junto con otros dos camaradas salte del tren poco antes de llegar a Toulouse, con intención de llegar a París, donde teníamos direcciones y contactos.
!Interesante! !Desde la Francia libre queríais huir a la zona ocupada por los alemanes!
Francia era libre solo en apariencia. Era la misma cosa.
Destruimos nuestros documentos y pasamos la línea de demarcación cerca de Moulaine. Conmigo estaba un camarada de Timisoara, Mauriciu Spitz. Íbamos a pie y nos escondíamos, pero al final nos detuvieron policías alemanes que creyeron que éramos inmigrantes ilegales que querían trabajar en el mercado negro en París. Para esto no había quien conociera la pena. Tuvimos suerte, con seis semanas de arresto en la cárcel de Moulaine por „paso ilegal de frontera ". En la celda éramos 35 detenidos, arrestados todos por el mismo delito. No era algo fuera de lo común: en la zona ocupada se vivía mejor que en la zona libre.
Uno de los detenidos, francés, nos reconoció como combatientes en España, pero no nos traiciono. Al revés, esto nos atrajo las simpatías del resto de los detenidos, que no morían de amor por los fascistas. Se creo un movimiento espontáneo, emotivo, de simpatía hacia nosotros. Esto nos ayudo mucho. La comida era poca y pobre, pero los franceses recibían paquetes de sus familias y los repartían con nosotros, con mirada cómplice.
Salimos de la cárcel en febrero. Las autoridades alemanas nos pusieron en la frontera y nos dejaron en la Francia libre, para que hiciéramos lo que pudiéramos, pues ni siquiera se molestaron en entregarnos a las autoridades francesas.
Trazamos un nuevo plan: intentar huir a Suiza. Después de tres días, nos volvieron a detener los gendarmes franceses y nos mandaron al campo de concentración de Vernet, exactamente de donde queríamos escapar en un principio, el que era nuestro destino dos meses atrás. Es la ironía del destino....
No estuvimos mucho tiempo en Vernet. En julio, las autoridades francesas seleccionaron a alguno de nosotros, a los que teníamos oficio. Nos enviaron a París, con escolta. Yo había sido trabajador de carpintería, y a eso fue destinado. En París las autoridades alemanas nos enviaron a trabajar a diferentes sitios. Yo, junto a un yugoslavo, un polaco, dos húngaros y dos búlgaros, fui enviado a Chemnitz (que después pasaría a llamarse en la República Democrática Alemana, Karl-Marx-Stadt) en una fabrica llamada Haubold. No éramos libres, pero tampoco exactamente detenidos. Éramos algo intermediario.
Yo trabajaba en la fundición, en la sección de grandes frigoríficos. En aquella fabrica trabajaban 3000 obreros. Nosotros teníamos un régimen especial. Estábamos alojados en la misma fabrica, en una especie de edificio rodeado de alambre de espino, y vigilados por policías. Es curioso, pero !los sábados y domingos podíamos ir a la ciudad para pasear!
Junto a mi había otros nueve voluntarios de España.
!Extraño! ¿Por qué os daban libre sábado y domingo?
Yo creo que querían saber con quien nos veíamos. Estoy seguro que la Gestapo andaba detrás de nosotros. Puede que quisieran detener a otros antifascistas alemanes. Pero nosotros éramos muy prudentes.
Comíamos en un comedor muy grande, con miles de sillas. Nosotros, los 9 „españoles”, teníamos nuestra mesa separada, para aislarnos de los demás. Pero no fue así. En poco tiempo todo el mundo sabia que habíamos luchado en España. Sentí en Alemania la solidaridad cálida de la clase trabajadora. Concretamente, a mi me pagaban 60 marcos al mes y una cartilla de alimentos por trabajo duro. Para nosotros era suficiente dinero. La comida costaba algunos pfennig, pero el problema es que no se podían conseguir sin la cartilla. Sin embargo, nosotros éramos tan celebres que los carniceros nos vendían carne sin cartilla !No estoy seguro que pueda explicarle bien como era esto! ¿Quizás los carniceros hacían lo mismo con todos los de Haubold? No, los carniceros nos preguntaban si nosotros éramos „aquellos” de Haubold, nos tomaban la cartilla, hacían como si cortaran un trozo de ella, y nos daban la carne sin pedir nada a cambio. Ahora, 60 años después, me emociono cuando lo recuerdo. Hay hombres buenos en todos lados, no cuenta la nacionalidad...
¿Cuanto tiempo estuvo en Haubold?
Hasta diciembre de 1941. Entonces nos escapamos. Habíamos planeado hacerlo desde el principio, pero no teníamos dinero.
Nos enteramos que a unos 70 kilómetros de Chemnitz había otro campo de trabajo donde estaban internados muchos brigadistas internacionales. Entre ellos se encontraban Laszlo Rajk y Ion Mutulescu. Alrededor de junio de 1941 (!no había empezado todavía la guerra antisoviética!) el voluntario húngaro Hoch Joszef burló a los vigilantes y me compro un billete hasta donde estaba aquel campo, cuyo nombre se me escapa. Era domingo. Entre sin problemas en el campo y me encontré con los dos. Les hable de mi intención de huir. Ellos tuvieron confianza en mi y me contaron experiencias de otros que se habían escapado. La huida era factible. Me dieron sus enlaces y los memorice seriamente.
Quería huir junto a dos camaradas húngaros, Hoch Joszef y Kerekes Ferenc. Aparte de estos dos, nadie conocía el plan, ni siquiera el resto de „españoles”.
Consideramos cual era el periodo mas favorable para la evasión y elegimos las fiestas de navidad. La gente tenia días libres y se movía de un sitio a otro en los medios de transporte. Teníamos a nuestro favor la legitimidad de que trabajábamos en la fabrica Haubold. El ejercito de Hitler estaba en plena ofensiva, estaban seguros de la victoria, así que su vigilancia no era muy estricta. Millones de hombres trabajaban en Alemania, y viajaban para ver a sus familias, por lo que era mas difícil arrestar a un huido en esa época. El domingo por la mañana compramos tres billetes de tren hacia Dresde. Allí fuimos a la casa de un camarada recomendado por Rajk Laszlo, que nos ayudó a seguir mas adelante. Era feliz al ayudarnos. Nos compro tres billetes de tren hasta Budapest, y nos dirigimos hacia la frontera con Hungría, bajándonos del tren antes de llegar para cruzarla clandestinamente, guiados por una persona de confianza, a pie. Así lo hicimos. En el paso fronterizo de Hegyeshalom abandonamos el tren y cruzamos la frontera por la noche, con ayuda del camarada señalado. Fuimos a pie casi una noche entera, caminando casi totalmente a ciegas. Así llegamos a la primera estación y esperamos el primer tren hacia Budapest.
!Mala suerte! Tras una hora de espera apareció la policía de frontera húngara que sospecho de nosotros enseguida. Le mostramos los justificantes de que trabajábamos en Haubold. El hecho de que no teníamos pasaporte era suficiente para arrestarnos. Nuestra suerte fue que no entendían alemán. Les dijimos que íbamos a casa por Navidad, y que el consulado húngaro tenia demasiado trabajo para ponernos la visa en el pasaporte, que se quedo allí, en el consulado, y que ellos tenían que entenderlo porque también eran húngaros. No habíamos podido esperar mas, habríamos tardado semanas enteras, dejando escapar la Navidad sin poder ver a la familia. Así que les embaucamos. Miles de húngaros estaban en la misma situación que nosotros. Les dimos 50 marcos y nos dejaron en paz. Además nos dieron una información preciosa: en cuanto llegáramos a Budapest debíamos ir a la policía a poner en orden los documentos, de lo contrario seriamos arrestados en cualquiera de las muchas redadas que se realizaban.
Resoplamos relajados apenas llego el tren. En la estación nos esperaron las mujeres de Hoch y Kerekes. Ellas fueron avisadas por los contactos de Rajk de nuestra llegada. Estuvieron las pobres mujeres tres días en la estación, con el corazón en la boca, comprobando todos los trenes de Viena por si en alguno llegaban sus maridos.
Los dos se fueron a su casa con sus mujeres, y yo me aloje en el barrio Csepel, antiguo bastión comunista en casa de un camarada de confianza. Me afilie automáticamente en el Partido Comunista Húngaro.
¿Laszlo Rajk no es aquel que fue ejecutado en 1950 acusado de agente „titoista”?
Él era, pero en ningún caso fue titoista. Era un camarada extraordinario, un hombre de inmensa cultura, antiguo activista marxista, con gran experiencia revolucionaria, devoto hasta el sacrificio por la causa. Era un hombre modesto, amado por todos, al contrario que Matyas Rakosi, antipático y oportunista.
Yo todavía no entiendo que clase de campo de concentración era aquel en el que podía citarse con Rajk en cualquier momento...
Rajk no estaba encerrado. Su régimen era igual al nuestro. Estaba detenido en un campo de trabajo. Por aquel entonces los nazis estaban en plena ofensiva. Subestimaban a los comunistas, no tenían miedo de ellos. Los verdaderos campos de concentración, los mas crueles, estaban por venir.
Los domingos Rajk tenia cierta libertad. El se ocupaba con trabajos agrícolas. Col, patatas, etc...
¿Pero por qué busco a Rajk? ¿No podía huir sin él?
Sí podía, pero no tenia su red. El compartió su red de contactos conmigo. Nombres, direcciones...
Raro parece que tuviera confianza en usted. Podía ser un agente de la Gestapo.
Nos conocíamos de España y del campo. Yo hablaba húngaro fluidamente y hacia de contacto entre los comunistas rumanos y los húngaros. Además, tenia mucha confianza en Mutulescu, que a su vez tenia fe en mi. Se creo un espíritu de grupo.
¿De donde consiguió dinero húngaro?
Tenían los dos húngaros con quienes huí. Los dos camaradas me encontraron alojamiento en el barrio obrero de Csepel. A través de la red del Partido Comunista Húngaro (en el cual me afilie) me consiguieron los documentos necesarios. En el Comité Central del PCH había muchos militantes que habían luchado en España, entre los cuales estaban los hermanos Tompa. Budapest estaba llena de obreros sin documentación en regla, así que tenia miedo de ser arrestado. Tome un tren hacia Cluj, por aquel entonces parte de Hungría. Era enero de 1942. Cuando me vieron, mi padre y mi madre Eva estallaron en lágrimas. Mi padre se había casado por tercera vez, esta vez con una rumana, y mi madre Eva se caso también de nuevo con un comunista. No nos habíamos visto desde hacia 8 años. Mama Eva estaba muy orgullosa de mi. La educación que me dio tuvo resultados. Aprendí muchos cánticos revolucionarios en España. Cuando la visitaba cantábamos juntos aquellas bellas canciones. Y hoy todavía los canto: „No pasaran”, „El paso del Ebro”, „Bandera roja”....
¿Y su madre verdadera, Magdalena?
Con ella no tenia como encontrarme. Se había mudado a Deva, en Rumanía. Era difícil pasar de Hungría a Rumanía. Para mi era casi imposible, pues en 1941 me quitaron la ciudadanía rumana. Se conocía que era comunista. Eva y mi padre actuaban en la resistencia antifascista. También yo trabaje para el partido en Cluj, y me uní al movimiento de resistencia local.
¿En que trabajo en Cluj?
Trabajé en diferentes talleres de carpintería. Pero después de un año me arrestaron, en enero de 1943. Mis documentos no estaban en regla. Me mandaron a Baia Mare y me asignaron a un batallón disciplinario. Mi compańía disciplinaria fue enviada a Tasnad. En esta compańía la mayoría eran de la resistencia antifascista. Fuimos alojados en un establo en construcción, vigilados por cientos de policías. Su jefe era un coronel. Vivíamos en una continuo horror de tortura. Era muy crudo, pues se puede decir que eran muy refinados en sus métodos de tortura. Tenían toda clase de medios de represión. Hacíamos nuestras necesidades en una zanja, en aquel establo, con los animales. La miseria se deslizaba hacia una agujero con cal. Dormíamos sobre la tierra directamente y nos calentábamos unos a otros. No teníamos acceso a ninguna higiene. La comida era poca y mala. En cinco meses que estuve allí murieron tres de los nuestros. No teníamos ningún contacto con el mundo exterior.
Sin embargo, la moral era elevada. Vivíamos una vida cultural, política e ideológica intensa. La mayoría éramos marxistas, miembros de partidos que nos habían preparado ideológicamente para algo así. Analizábamos todos los fenómenos sociales a través del prisma del materialismo dialéctico e histórico. En junio de 1943 fuimos llevados bajo severa vigilancia a Szentkiraly Szabadsag, junto al lago Balaton, donde se construya un aeródromo. Allí estuvimos mejor. Dormíamos en barracas rodeadas con alambre de espino, con la consigna de ser aislados del resto de los trabajadores. Además era verano.
Su padre y Eva, ¿Fueron también arrestados?
No entonces, sino en marzo de 1944, después del golpe de estado fascista de Szalassy. Entonces empezó el verdadero terror fascista en Hungría. Por aquel entonces nosotros nos encontrábamos ya en el frente
¿En el frente? ¿Tenían confianza en vosotros?
Si, en el frente. Todo el batallón disciplinario, con los mismos gendarmes y el mismo coronel, fue enviado en septiembre de 1943 al frente ucraniano, como batallón de trabajos forzados. Soportamos el rigor del terrible invierno de 1943-44 en Ucrania. Éramos usados para los trabajos mas duros y peligrosos. Entre ellos, cargábamos y descargábamos la munición en primera y segunda línea de fuego
Pero, ¿no eran una compańía disciplinaria?
Sí. A nosotros no nos entregaban armas !Normal! Nuestra misión era llevar las municiones a primera línea. Llegamos cerca de Harkov, donde luchaban algunas divisiones húngaras. Fuimos testigos de como las SS alemanes y los gendarmes húngaros destruyan las ciudades y los pueblos, maltratando salvajemente a su población
A propósito de las municiones. Que sepa que las saboteábamos cuando podíamos.
¿Cómo?
Cuándo no nos veía nadie, aflojábamos los detonadores, arriesgando nuestras vidas. De cualquier modo, yo ya no creía que fuéramos a escapar. Ninguno de nosotros lo creía. Intentamos entrar en contacto con los partisanos. Pero por allí había mas vlasovistas, ¿sabes quién? Aliados de los alemanes, el ejército de Vlasov. Estos eran todavía mas salvajes y fascistas que los húngaros.
¿Que localidades recordáis?
Kiev, Harkov. En Kiev fuimos encerrados en el gueto judío, que estaba rodeado también con alambre de espino. Vi allí escenas horribles. Fosas comunes con hombres todavía en vida. Nosotros éramos una compańía disciplinaria: 100 hombres desarmados escoltados por 100 policías. Cargábamos y descargábamos municiones. Esto es lo que hice durante el periodo que va desde septiembre de 1943 a julio 1944.
Entonces, en julio, nuestra retirada. Yo fue tomado como prisionero por los rusos en Nadvorna , el 24 de julio, exactamente cuando cumplía 32 años. Y ahora yo no digo que fui tomado prisionero, sino que „fui liberado”. !Era libre! Quiero decir que yo y otros camaradas nos escapamos un día antes, el 23 de julio. Se había producido la ofensiva soviética de Colomeea. Cosas como estas no se olvidan.
La ofensiva empezó a 30 kms de Nadvorna, en la Ucrania subcarpatica. El 23 de julio los gendarmes nos reunieron en los márgenes del pueblo para que en columna comenzáramos la retirada, escoltados. Al frente iba un coronel. En un momento dado, por el camino se oyeron disparos. Los gendarmes de la retaguardia entraron en pánico y huyeron. Quedo la compańía sin vigilancia. Algunos de nosotros nos aprovechamos de la ocasión y nos escondimos en los campos de trigo de las cercanías. Era un trigo precioso, alto, que parecía centeno, de lo alto y verde que era. Avanzábamos arrastrándonos por el suelo, y llegamos a la casa de un campesino que nos cobijo en el sótano. Al segundo día por la mañana, en mi día de cumpleaños, el campesino vino a decirnos que en la puerta había un tanque soviético con soldados. Corrimos a la calle, locos de felicidad !Habíamos escapado! Les abrazamos... Se me pone un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.
Mientras tanto, llego un joven, un teniente del centro de mando. Nos llevo a la base de control, donde había un mayor que sabia francés. Le dijimos quienes éramos, comunistas, amigos. Este mayor le propuso al coronel, que era el comandante de la unidad, que nos enviara a Cernauti, donde acababa de formarse el regimiento de comunistas rumanos „Tudor Vladimirescu". El comandante no estuvo de acuerdo, argumentando que era peligroso (eran como 150 kms, pero no se podía llegar en línea recta, porque era una zona montañosa), y podíamos ser disparados por el camino. Pero nos propuso otra cosa. Ellos acababan de capturar a 3000 prisioneros alemanes y húngaros y no tenían a disposición para escoltarlos mas de 3 soldados. Nos propuso a nosotros, los evadidos, que le ayudáramos con este encargo. Como ves, llegamos de prisioneros a vigilantes, por decirlo así. Por supuesto que no nos dieron armas. Nosotros ayudábamos a los tres soldados armados de la escolta. Hasta el tren eran como 40 kms, que hicimos a pie. Pasando junto a unos pantanos, descubrimos que tres soldados alemanes se habían escapado. Inmediatamente anunciamos el hecho y los tres soldados soviéticos fueron en su búsqueda. Los trajeron de nuevo tras media hora. Los pobres, !en qué estado estaban! No tenían a donde huir, y podían ahogarse en aquellos pantanos. Mira que los tres rusos fueron hombres buenos. Podían haberles disparado y librarse de ellos pero no lo hicieron. Ni siquiera les maltrataron. Pero les tradujimos la advertencia: la próxima vez, disparamos. No existió una próxima vez.
Continuamos el camino sin acontecimiento especial y llegamos a la guarnición del tren que nos llevo a Zaporojie, donde había un campo de prisioneros. Tenia una capacidad de 10 000 detenidos.
Me entendí bien con los prisioneros. Éramos modestos, no nos creíamos los jefes, ni buscamos la venganza. Allí había policías que nos vigilaban también a nosotros. Nos portamos con humanidad con ellos. Habían llegado muchos al campo. Un mayor me interrogo y me dijo lo siguiente: si quieres, puedes considerarte libre y marchar a Cernauti, donde se forma la división de rumanos „Tudor Vladimirescu”. Sin embargo, el creía que era mas útil en el campo, siendo un comunista consciente. Así que los responsables del campo me pidieron que les ayudara en la formación antifascista de los prisioneros. Por supuesto que acepte.
El campo estaba autogestionado. Yo, conociendo muchas lenguas extranjeras, me convertí en jefe de propaganda. El campo tenia una biblioteca con literatura y libros de ideología marxista en 6 lenguas: ruso, húngaro, rumano, alemán, francés y español. Aparte de ruso (que aprendí allí) conocía todas estas lenguas.
¿Como funcionaba la autogestión? El campo tenia cantina, terrenos deportivos, sala de cultura... Los prisioneros elegían un comité de gestión, organización en la que entraron especialistas: cocineros, gestores, mecánicos de mantenimiento, todos eran de entre los prisioneros.
Junto a la función de Jefe de Propaganda tuve otras funciones. Trabaje en ellas desde agosto de 1944 hasta noviembre de 1948, cuando el campo se cerro.
Me gustaba lo que hacia. Realice mis encargos con dedicación, como un marxista consciente. Lleve a cabo una actividad consecuente, revolucionaria, comunista. A través de mi cercanía y modestia, me gane la simpatía de los prisioneros. La vida de estos se desarrollaba en condiciones normales. Los que salían a trabajar recibían raciones extra de comida ¿Que quieres? Ni siquiera fuera del campo la población vivía bien. Nosotros, los prisioneros, vivíamos mejor que los soviéticos. Eran tiempos de posguerra, y había mucha penuria. El director del campo no se mezclaba con los prisioneros. No digo que del campo salieran 10.000 comunistas convencidos, pero algunos miles si que salieron. Era un campo modelo.
El comandante se reunía siempre conmigo para hablar de como hacer que las cosas vayan bien. Había allí alemanes, húngaros, y algunos rumanos de la Transilvania ocupada que habían luchado con el ejercito de Horthy. No era su culpa.
Volví a mi país el 23 de noviembre de 1948 junto con otros 500 propagandistas; algunos de ellos de mi mismo campo.
Andrei Micu es el último combatiente de las Brigadas internacionales rumano que sigue vivo (hoy tiene 99 años).
La siguiente entrevista fue realizada al héroe socialista, que como podréis leer permanece fiel a sus ideales comunistas de siempre, lejos del revisionismo que cunde tanto entre los izquierdistas de hoy y convencido de que el espíritu de la lucha antifascista que le llevó a luchar a España contra Hitler, Mussolini y Franco, y el que dio lugar a la construcción de la Republica Popular Rumana, es el camino correcto que hay que recuperar para que la clase obrera pase de nuevo a la ofensiva despues de años de retirada y perdida de derechos.
La entrevista fue realizada por Gheorghita Zbaganu en noviembre de 1999 y, dada su extensión, publicamos aquí la primera parte y, próximamente, se hará lo propio con la segunda. En esta primera parte, Micu nos habla de sus primeros contactos con los movimientos obreros en su juventud (en el periodo de entreguerras), y de su viaje hasta España para luchar como voluntario contra el fascismo y defende al gobierno democrático republicano. También nos cuenta algunos episodios de la Guerra Civil en los que participó, el encierro en campos de trabajo inhumanos por el gobierno francés tras cruzar la frontera, y sus peripecias durante la Segunda Guerra Mundial como prisionero en diferentes lugares, hasta su regreso a su pais despues de ser encargado de propaganda en un campo de prisioneros sovietico autogestionado.
En la segunda parte Micu nos contará como fue la creación de la Republica Popular Rumana y como, tras el proceso de desestalinización, el socialismo empezó a deteriorarse de la mano del revisionismo y el surgimiento de un espiritu pequeño burgues que acabaría desenbocando en el golpe de estado de 1989.
UN LUCHADOR: Entrevista con Andrei Micu (por Gheorghita Zbaganu)
Primera Parte
Andrei Micu es un libro viviente. Nacido el 24 de julio de 1912, educado en una familia comunista, participó en la Guerra Civil Española como miembro de las Brigadas Internacionales. Cerca ya de cumplir los 90 años nosotros le deseamos „feliz cumpleaños”.
¿Quién es el camarada Andrei Micu? ¿Donde nació?
Nací en Rapoltul Mare, en la provincia de Hunedoara. Mi madre fue Magdalena Isac y mi padre Avram Ludovic. Mi padre nació en 1887 en el pueblo de Lonea (!dónde la famosa mina Lonea!) y mi madre en 1882 en el mismo pueblo minero, Rapoltul Mare.
Mi padre conoció las ideas marxistas en tiempos de la guerra. En 1919, durante la Revolución Húngara, él estaba en Budapest, donde luchó por la Comuna. En aquellos tiempos conoció a Eva, una marxista que por entonces era estudiante del cuarto año de la facultad de matemáticas de Budapest, y activista del Partido Comunista Húngaro. Tras la derrota de la Revolución, para escapar del terror de Horthy, mi padre y Eva se refugiaron en Cluj.
Mis padres se divorciaron en 1920, cuando yo tenia 8 años, y mi padre se caso inmediatamente con Eva. Yo me quede a vivir con ellos en Cluj (la consideraba mi segunda madre). Mi madre lo aceptó con la condición de que yo pasara las vacaciones con ella, en Rapolt.
Eva era una mujer de excepcional bondad y cultura. A ella me unen los mas bonitos recuerdos de mi infancia. Era una mujer muy hermosa, muy culta, de naturaleza alegre y entusiasta. Hablaba alemán, francés y húngaro. Conociendo el francés no le fue difícil aprender rumano. Hablaba rumano sin acento, mejor que yo. !Estoy orgulloso de que yo fuera una gran ayuda para que aprendiera rumano!
Me cuidó y me educó como no se puede mejor. Yo era un niño alegre y entusiasta. El entusiasmo no me ha abandonado hasta ahora, en la vejez; a lo mejor se ha moderado. Mi madre Eva me amó y yo a ella también. Me enseńo cánticos revolucionarios conocidos por ella: la Internacional, la Marsellesa, etc... Tenia oído musical, y una cultura y voz muy agradables, de mezzosoprano. Me hablaba apasionadamente sobre las revoluciones proletarias, en especial sobre la Comuna de París, sobre la Revolución de Octubre y sobre nuestra propia Revolución húngara. Me hablaba sobre la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, sobre los explotadores y los explotados. A medida que fuí creciendo y madurando me hablaba también sobre el materialismo dialéctico. Así que puedo decir que aprendí la concepción del materialismo dialéctico sobre el mundo dentro de mi familia, en la época en la que estaba en el instituto, en Cluj. Tenía plena confianza en lo que me decía. Mi madre frecuentaba desde los 14 años los círculos progresistas de Budapest. Estudió allí seriamente las obras de Marx y Engels. Tenía la virtud de saber explicárselo a todos. Por lo tanto, crecí en una atmósfera empapada de marxismo, teniendo por mentor a mi madre, Eva. Lo que me enseńó ella se me quedó para siempre en la mente, no lo he olvidado. Pero yo me considero un autodidacta. No dejo de estudiar, de cultivarme, de intentar estar al corriente de todas las novedades científicas y técnicas. Intento abordarlo todo a través del materialismo dialéctico e histórico.
¿Cómo entró en contacto con el movimiento obrero?
En 1925 mi padre y Eva se divorciaron. Yo cursaba el tercer año de instituto. No tenia quien me siguiera pagando el Liceo, así que me ofrecieron un puesto de aprendiz en el taller de muebles de lujo de Sînnicolaul Mare, a 60 km. de Timisoara. El patrón del taller era Francisc Hirsch. La mayoría de los trabajadores de allí (eran unos diez) eran comunistas húngaros refugiados en Rumanía. Por lo tanto, eran también miembros del Partido Comunista de Rumanía. Un comunista sigue siendo comunista independientemente del país en el cual viva. Al lado de los 10 trabajadores había también 10 aprendices.
La vida como aprendiz era muy dura. No me pagaban mas que habitación y comida. Nos explotaban sin escrúpulos. El patrón intentaba obtener el máximo beneficio a nuestra costa. Imaginad que con trece años dormía sobre las mesas del taller, me despertaba a las 5 de la mañana, y nos acostábamos a las 12 de la noche. Cinco horas de sueño es muy poco para un niño. La comida era poca y mala. Siempre teníamos hambre.
Seguro que este estado de cosas ha contribuyó a formar mi conciencia de clase. Lo que me contaba mi madre Eva se confirmó en la práctica. En la primavera de 1926 me peleé con el patrón que, según la costumbre de entonces, nos aplicaba „castigos corporales”. Tras uno de estos correctivos comencé a cantar la Internacional en lengua húngara. Los trabajadores se quedaron sorprendidos y me preguntaron después dónde había aprendido aquel canto. Les conté de mi madre y de la atmosfera que viví en mi casa.
Entonces comenzaron a ocuparse de mi. Analizaron en detalle mi preparación ideológica y les sorprendió. Así que fui recibido en la Unión de los Jóvenes Comunistas (UTC) y empecé a militar en cuerpo y alma con las filas de los obreros.
Mi relación con el patrón fue cada vez peor. Me echaron después de cumplir los 14 años. Pero no me quedé sin nada, pues los obreros comunistas del taller me buscaron un lugar en una fábrica de muebles de Timisoara, donde el patrón era un tal Ungur Karoly. Yo era aprendiz en una carpintería de lujo, contratado por comida y alojamiento. Aquí había más aprendices, por encima de 30. Por supuesto que continué la militancia en las filas de UTC, e incluso fui elegido secretario en la fábrica. El 1 de mayo de 1927 participé en la manifestación y distribuí folletos de la organización. La policía me arrestó junto con otros manifestantes. Me dieron algunos palos a los que ya estaba acostumbrado. Pero, siendo menor (no tenía aun 15 años) me dejaron libre tras dos semanas de detención preventiva. No me hicieron ningún tipo de proceso judicial.
Permanecí en la fábrica de Ungur Karoly hasta el otoño de 1927. Entonces fui admitido en las filas del Partido Comunista Rumano, con plenos derechos. Era ya un veterano del trabajo clandestino. Los camaradas me llamaron la atención de que era seguido de cerca por la „Siguranta” (policía política) y, para que perdieran mi rastro, me encontraron otro puesto de trabajo en la fábrica de muebles Paliczka, de la misma ciudad. Alli habia más apredices todavia, por encima de 50. Hacía propaganda entre los obreros. Trabajé allí hasta 1928. Tras cumplir 16 años los camaradas decidieron que regresara al pueblo de mi madre biológica, Magdalena, para que la policía perdiera mis huellas. La „Siguranta” me vigilaba también en Paliczka. Tampoco era demasiado difícil encontrarme en una ciudad con un máximo de 100.000 habitantes – puede que menos – como era Timisoara entonces.
Mi madre se había mudado mientras tanto a Uroi, cerca de Simeria. Tenía 45 años.
¿En qué consistía su actividad en UTC?
Estudiábamos literatura marxista en grupo, en especial "El Manifiesto comunista", que llegamos a conocer casi de memoria. Después estudiamos „El Capital”, un libro muy difícil. Difundíamos manifiestos. No sé quién los redactaba. Cantábamos en nuestra sede clandestina la Internacional, la Marsellesa, la joven guardia roja, etc... Era bonito. Militábamos para la educación de los aprendices. Luchábamos en contra del consumo de alcohol, del tabaco, de la violencia, del uso de palabrotas y de los comportamientos indecentes. Queríamos ayudar a desarrollar la conciencia de clase en las filas de los aprendices, y no solo entre ellos. Queríamos que pasaran su tiempo libre educandose, formándose como hombres, y que no degeneraran consumiendo alcohol y mas tarde pegaran a sus mujeres. Luchabamos en la clandestinidad. Cada uno tenía un nombre clave. Yo, por ejemplo, era „Fosi”.
¿Qué pasó después? ¿Qué hizo en Uroi?
En Uroi no había trabajo, pero en Simeria existía un taller de muebles, donde me contrataron como aprendiz. Tenía 16 años, y ya me pagaban algo de dinero. En paralelo, seguía estudiando en el instituto por las noches. Terminé el Instituto por mi cuenta, en 1929. Tenía 17 años. Siendo ya obrero, podía abrir mi propio taller de muebles. Me gustaba el trabajo y lo hacía con pasión. Pero no tenía dinero suficiente para ello. Además me gustaba estar entre el resto de trabajadores. Por otra parte, en otoño de 1929 empezó la crisis económica. Se encontraba trabajo muy difícilmente, el desempleo subió enormemente, y empezó a ser dificil ganar el pan de cada día.
En Simeria había una célula del partido que integraba a muchos trabajadores ferroviarios. Practicaba allí mi actividad clandestina.
¿Qué sabe de la huelga de Lupeni de 1929?
Sé bastante. La huelga empezó en agosto. El PCR organizó un comité de ayuda a los huelguistas. Por parte del Comité Central era conducido por Vasile Luca. Él estuvo también en Simeria, donde le conocí. Me impresionó su fuerza y espíritu de lucha. Nuestra célula fue designada para actividades de ayuda. Simeria no está lejos de Lupeni. Recorríamos la zona y recogíamos ayudas para los mineros: alimentos, ropa, dinero.
¿Cómo se apañó en tiempos de crisis?
Mal. En ocasiones estuve parado. Pero siempre los camaradas me encontraban trabajo; en Arad, Timisoara, Oradea, Cluj. No estaba demasiado tiempo en un lugar porque estaba ocupado con los encargos del partido. Así pasaron cuatro años.
En 1933, en otoño, llegué, por intermedio del partido, a trabajar a Bucarest, en el taller de muebles de Pantazescu, en Soseaua Kiseleff. Despues trabajé en la fábrica Drexler, del rico y famoso industrial Malaxa, y en otros talleres de carpintería. Entre el 1 de noviembre de 1933 y mayo de 1934 realicé el servicio militar, con periódo reducido, en el regimiento 33 de Oradea, durante un año. A mi me pasaron a la reserva a los seis meses porque no era de confianza. Tenía el grado de soldado primero. Después regresé a Bucarest. Desde julio de 1934 hasta julio de 1937 fue secretario de célula del partido. Mi instructor del PCR (y profesor de Socialismo Cientifico) fue justamente Lucretiu Patrascanu ¿Ha oido de él? ... Un hombre de gran calidad moral e intelectual.
Nuestra célula de partido se ocupaba de la carcel de Targu Ocna, donde estaban encerrados muchos camaradas. Nosotros organizábamos reuniones con el objetivo de recoger fondos destinados a estos camaradas. Les hacíamos visitas y le dábamos dinero. Otras actividades que tuve: siendo hablante de hungaro, era el hombre de enlace con el MADOSZ, un partido legal controlado por el PCR con cierta audiencia entre la población magiar. También tenía relación con los sindicatos y otras organizaciones legales, donde llevaba la linea del partido.
En tiempos de la gran huelga ferroviaria de 1933 estaba en Cluj, donde se desarrollaron manifestaciones de solidaridad con los huelguistas de los talleres Grivita. Me ocupé allí de la recogida de ayuda para la familia de los arrestados.
¿Cómo llegó a España?
Es toda una historia. En julio de 1936 tuvo lugar la rebelión fascista de Franco contra el gobierno legitimo de España. En Rumanía se creó inmediatamente un comité de ayuda para los españoles, dirigido por Lucretiu Patrascanu. Toda nuestra célula del partido era entrenada para ayudar a los republicanos. Yo estaba muy indignado por las noticias que llegaban de allí y deseaba de todo corazón viajar a España, a luchar contra el fascismo. Me ayudó Patrascanu a que se hicieran realidad mis deseos. Conseguimos un pasaporte – yo y un amigo, Stefan Mera. Yo era, supuestamente, un estudiante que deseaba visitar la Exposicion Universal de París en julio de 1937. Tenía dinero en el bolsillo, del fondo para la ayuda a España. Teniíamos también la dirección de camaradas en Francia. En el momento de partir me emocioné. Nos despedimos del camarada Lucretiu Patrascanu abrazándonos. Sería la última vez que lo veía. Entre otras cosas nos dijo: „Os envidio. Siento no poder ir con vosotros. Vuestra acción es el mejor ejemplo de entrega a la causa de la clase obrera”.
Desde la perspectiva de 60 años después puedo precisar ahora que los voluntarios de la libertad, que formaron las Brigadas Internacionales, y que lucharon en España, representaron la prueba de que el internacionalismo proletario puede funcionar. Los voluntarios de la libertad representaron la capa mas consciente, mas avanzada del proletariado y de la intelectualidad progresista. Es una mentira que fueramos marionetas de Stalin; mentira que dura ya 60 años. Fue nuestra respuesta concreta a la llamada de Marx: „Proletarios del mundo, unios”.
Aquella llamada es, sin embargo, mas actual hoy que nunca. El grado de desarrollo actual de las fuerzas de producción y de la ciencia, sin precedentes, lo que se llama „globalización”, hace necesaria la unión de los proletarios a escala mundial en perspectiva de las grandes confrontaciones sociales que vendrán. Vendrán en modo seguro, porque el capitalismo actual, llegado al punto mas álgido de su fase imperialista, está sacudido por contradicciones, esta pasado de moda, anacrónico, no tiene ninguna solución para los problemas del nuevo milenio. El nuevo socialismo va a triunfar. La alternativa está clara: socialismo o barbarie. Yo creo que la humanidad no se va a hundir en la barbarie. Soy optimista. El hecho de que países como China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba continúen la edificación del socialismo me hace optimista. El futuro es nuestro, de los marxistas. Sólo el socialismo puede abrir los caminos hacia la prosperidad de la sociedad humana, hacia el bienestar global.
¿Cómo pudo Lucretiu Patrascanu procurarle el pasaporte?
Él era abogado y tenía relaciones con notarios. También el mismo partido tenía talleres clandestinos, intuyo, donde se falsificaban este tipo de documentos. Pero en nuestro caso los pasaportes no eran del todo falsos; solo en el sentido de que no éramos estudiantes.
¿Entonces llegó a París como estudiante? ¿Fue aceptado? ¿Cómo se desenvolvió en la gran ciudad?
Nuestro enlace en París era Eugenia Lucaci (Rosa) que nos espero en la estación. Ella hacia parte del comité de los primeros voluntarios. Estuve en París dos semanas hasta que nos reunimos un grupo de 10 rumanos. Mientras tanto visite los monumentos de París. Pasamos la frontera clandestinamente, junto con otros 60 voluntarios de Europa del Este, cerca de Beziers. Hasta Beziers fuimos en tren, después nos llevo un camión hasta los pies de los Pirineos. Pasamos la frontera con ayuda de una red organizada por el Partido Comunista Francés. Los aduaneros franceses nos hubieran detenido, pero en cambio en el lado español ya eran de los nuestros, comunistas, que nos recibieron con entusiasmo. El entusiasmo era contagioso, algo indescriptible. Estuvimos en Figueras una semana, hasta que nos reunimos algunos cientos de personas de toda Europa, incluso de América. Recuerdo con nostalgia la atmosfera de enaltecimiento de la solidaridad internacional de aquella semana. Todos los habitantes de la ciudad nos daban su cariño, igual que nosotros a ellos. Después marchamos a Albacete, al cuartel de las Brigadas Internacionales. Algunas horas de viaje en tren. En las estaciones, los españoles nos mostraban su agradecimiento con manifestaciones y su simpatía. Similar entusiasmo revolucionario no se había visto antes. Fueron momentos únicos, inolvidables. ¿Seria posible ahora algo así?
Hicimos tres semanas de instrucción en Casas Ibañez, Albacete. Desde allí marchamos un grupo de 15 rumanos hacia el frente.
¿Hacia que frente?
Hacia el Frente de Aragón. Llegamos a Samper de Calanda, donde el batallón „Balcanes - Diacovici" estaba rehaciéndose, tras las perdidas sufridas un mes antes. Allí nos encontramos con Mihai Burca. El había llegado siete meses antes, junto a su hermano Constantin Burca. Eran los dos ferroviarios en la ciudad de Pascani. Desgraciadamente, su hermano, Constantin, había muerto antes de llegar nosotros, asesinado por una bala en las orillas del Guadalquivir, cerca de Córdoba. Entre los lideres de los voluntarios rumanos recuerdo a Petre Borila, con quien tengo una fotografia (no solo con el, tengo una fotografia con los 15 rumanos de la Compańía de metralletas rumana ( „Compania de mitraliere româneasca") . Era su nombre, aunque el resto de los 80 miembros eran españoles. Por supuesto que pasamos a militar directamente en el Partido Comunista de España.
¿Que nombre de camaradas recuerda?
Stefan Mera, con quien marche desde Rumanía. Después Mihai Dobreanu y el comandante de la compańía, Mihai Burca. También Stefan Meghei, Horia Moldovan, Serghei Sevcenco, Grigore Sevcenco, Edmund Hirsch, Anghel Haralambie, Spelivoi, Nicolae Moraru, Francisc Wolf (Boczkor). El último seria después un héroe de la resistencia francesa.
¿Vive algún otro miembro de aquella compańía?
No, solo yo.
¿Cuando tuvo el bautismo de fuego?
En septiembre de 1937 en el Frente de Aragón, en Fuentes de Ebro. El 11 de octubre de 1937 dio comienzo la segunda fase de la batalla por Zaragoza, en torno a Jaca, en el Aragón del norte, y nosotros concretamente estábamos en Fuentes del Ebro. No conseguimos vencer, desgraciadamente, aunque se registraron algunos éxitos locales. Sin embargo, la falta de reservas impidió que lleváramos adelante los triunfos. Después, nuestro batallón „Diakovici" se transformo en batallón de choque. Participe en luchas difíciles en diferentes lugares. En noviembre luchamos en Teruel, donde rechazamos la contraofensiva fascista. En diciembre de 1937 fui transferido al frente del sudoeste, en Extremadura. Allí luché en Almadén, donde teníamos que defender las minas de mercurio de los fascistas. En marzo de 1938 fuimos enviados con urgencia de nuevo al frente de Aragón, donde los fascistas habían lanzado la ofensiva de primavera. Murieron entonces muchos de los nuestros. En las duras luchas del la zona Monroyo-Morella-Pobleta cayeron Stefan Megheri y Mihai Dorneanu, y el camarada con el que marche a España, Stefan Mera, fue herido y hecho prisionero. En abril de 1938 tuvimos que retirarnos. Un oficial español organizo puntos de resistencia por la carretera que serpenteaba por los montes. Por aquella carretera avanzaban los fascistas. Nosotros abríamos fuego desde las fortificaciones naturales para detener el avance. Nos retirábamos luchando.
Yo, junto a otros tres rumanos (Moraru Nicolae, Sas Dragos y Demeter Juliu) llegamos después a Castellón, a la orilla del mar. Los fascistas llegaron también al mar en la zona de Vinaroz y habían cortado en dos la España Republicana: el centro y el este. Nosotros no pudimos unirnos a nuestro batallón, que estaba en el otro lado, en el centro. Nosotros estábamos en el este. Nos dirigimos hacia Barcelona, por la orilla del mar, donde encontramos acuartelado al regimiento de artillería „Rosa Luxemburgo". Era un regimiento de artillería, pero no tenia cañones. Los cañones tenían que llegar desde la otra zona. No llegaron mas, porque los que venían de fuera los pararon los franceses en la frontera. Era septiembre de 1938. Así creían los franceses que calmaban a Hitler. Por entonces oí hablar también sobre la traición de occidente hacia Checoslovaquia, en Munich.
A esto lo llamaban política de no intervención en occidente. Mientras tanto, Hitler y Mussolini hicieron caso omiso y continuaron armando a los fascistas.
Parece que por allí estaba Luigi Longo, secretario del Partido Comunista Italiano ¿Lo conoció?
Sí. El era uno de los organizadores de las Brigadas Internacionales. También lo era Andre Marty, de Francia. Este nos pedía siempre paciencia, diciéndonos que los cañones llegarían pronto...
¿Que hicieron viendo que no llegaban los cañones?
En julio de 1938 empezó la ofensiva del Ebro de las tropas republicanas. Nos habíamos reunido 6 rumanos que cruzamos el Ebro en agosto de 1938 bajo el fuego de los fascistas, y pedimos ser integrados en el grupo de artillería „Ana Pauker”, pues todos nos habíamos instruido como artilleros. Fuimos aceptados y repartidos en la batería „Tudor Vlademirescu”. Allí conocí a Vida Geza, puede que haya oído de el, un escultor conocido. Luchamos en aquella batería en la zona de Sierra Cabals, hasta el 23 de septiembre, cuando fuimos desmovilizados. Se disolvieron las Brigadas Internacionales según los acuerdos con, si no me equivoco, la Sociedad de Naciones. Así querían „las democracias” occidentales hacer la paz en España. Esta fue la suerte de Franco.
El gobierno español decidió retirarnos de la lucha.
¿Cuando se marcho de España?
En el último momento. Estuve en Cataluña alojado en Campdevanol. En noviembre de 1938 el gobierno español organizó un festival de despedida a los voluntarios internacionales que lucharon por la libertad. Fue emocionante. El pueblo español nos amaba. Yo no quería marcharme. Luche hasta el ultimo momento contra los fascistas. A través de mis contactos conseguí quedarme en el ejercito regular español (!que se encontraba en una grave crisis de reclutas!) y no cruce la frontera francesa hasta el 9 de febrero de 1939 , tras unas graves y desmoralizadoras luchas de retirada. Protegí a muchos civiles españoles que se refugiaron en Francia. Ya habían llegado allí mas de medio millón de republicanos. Los franceses les recibieron de forma inhumana, de triste recuerdo. La República Española capitulo el 15 de marzo de 1939. En aquella fecha Hitler recibió otro regalo: Chequia se convertía en provincia alemana y Eslovaquia en un estado fascista.
De nuevo en Francia ¿Allí pudo ir donde quiso?
Ni hablar. Los combatientes de las Brigadas, igual que los republicanos españoles, fueron encerrados en campos de concentración. Y no solo: también los refugiados civiles fueron internados en campos. Recordad: tras la destrucción de Checoslovaquia, ¿que habría en la cabeza de los ingleses y franceses para portarse así de vergonzosamente?
En lo que a mi respecta, fui internado en los campos de Saint Ciprien, Gours, Argelet sur Mers y Vernet. Estuve en los campos desde febrero de 1939 a marzo de 1941, !dos años!. El comienzo de la Segunda Guerra Mundial me encontró en Argelet sur Mere. Después llegué detenido a Alemania.
¿Como? ¿Los campos estaban en zona ocupada?
No, estaban en la zona libre. En la Francia libre, administrada de Petin, con capital en Vichy.
Las cosas sucedieron así: en enero de 1941 los franceses decidieron que nos mudáramos desde Argelet al campo de Vernet. Entonces el partido decidió que destruyéramos todas los documentos y nos evadiéramos. Yo, junto con otros dos camaradas salte del tren poco antes de llegar a Toulouse, con intención de llegar a París, donde teníamos direcciones y contactos.
!Interesante! !Desde la Francia libre queríais huir a la zona ocupada por los alemanes!
Francia era libre solo en apariencia. Era la misma cosa.
Destruimos nuestros documentos y pasamos la línea de demarcación cerca de Moulaine. Conmigo estaba un camarada de Timisoara, Mauriciu Spitz. Íbamos a pie y nos escondíamos, pero al final nos detuvieron policías alemanes que creyeron que éramos inmigrantes ilegales que querían trabajar en el mercado negro en París. Para esto no había quien conociera la pena. Tuvimos suerte, con seis semanas de arresto en la cárcel de Moulaine por „paso ilegal de frontera ". En la celda éramos 35 detenidos, arrestados todos por el mismo delito. No era algo fuera de lo común: en la zona ocupada se vivía mejor que en la zona libre.
Uno de los detenidos, francés, nos reconoció como combatientes en España, pero no nos traiciono. Al revés, esto nos atrajo las simpatías del resto de los detenidos, que no morían de amor por los fascistas. Se creo un movimiento espontáneo, emotivo, de simpatía hacia nosotros. Esto nos ayudo mucho. La comida era poca y pobre, pero los franceses recibían paquetes de sus familias y los repartían con nosotros, con mirada cómplice.
Salimos de la cárcel en febrero. Las autoridades alemanas nos pusieron en la frontera y nos dejaron en la Francia libre, para que hiciéramos lo que pudiéramos, pues ni siquiera se molestaron en entregarnos a las autoridades francesas.
Trazamos un nuevo plan: intentar huir a Suiza. Después de tres días, nos volvieron a detener los gendarmes franceses y nos mandaron al campo de concentración de Vernet, exactamente de donde queríamos escapar en un principio, el que era nuestro destino dos meses atrás. Es la ironía del destino....
No estuvimos mucho tiempo en Vernet. En julio, las autoridades francesas seleccionaron a alguno de nosotros, a los que teníamos oficio. Nos enviaron a París, con escolta. Yo había sido trabajador de carpintería, y a eso fue destinado. En París las autoridades alemanas nos enviaron a trabajar a diferentes sitios. Yo, junto a un yugoslavo, un polaco, dos húngaros y dos búlgaros, fui enviado a Chemnitz (que después pasaría a llamarse en la República Democrática Alemana, Karl-Marx-Stadt) en una fabrica llamada Haubold. No éramos libres, pero tampoco exactamente detenidos. Éramos algo intermediario.
Yo trabajaba en la fundición, en la sección de grandes frigoríficos. En aquella fabrica trabajaban 3000 obreros. Nosotros teníamos un régimen especial. Estábamos alojados en la misma fabrica, en una especie de edificio rodeado de alambre de espino, y vigilados por policías. Es curioso, pero !los sábados y domingos podíamos ir a la ciudad para pasear!
Junto a mi había otros nueve voluntarios de España.
!Extraño! ¿Por qué os daban libre sábado y domingo?
Yo creo que querían saber con quien nos veíamos. Estoy seguro que la Gestapo andaba detrás de nosotros. Puede que quisieran detener a otros antifascistas alemanes. Pero nosotros éramos muy prudentes.
Comíamos en un comedor muy grande, con miles de sillas. Nosotros, los 9 „españoles”, teníamos nuestra mesa separada, para aislarnos de los demás. Pero no fue así. En poco tiempo todo el mundo sabia que habíamos luchado en España. Sentí en Alemania la solidaridad cálida de la clase trabajadora. Concretamente, a mi me pagaban 60 marcos al mes y una cartilla de alimentos por trabajo duro. Para nosotros era suficiente dinero. La comida costaba algunos pfennig, pero el problema es que no se podían conseguir sin la cartilla. Sin embargo, nosotros éramos tan celebres que los carniceros nos vendían carne sin cartilla !No estoy seguro que pueda explicarle bien como era esto! ¿Quizás los carniceros hacían lo mismo con todos los de Haubold? No, los carniceros nos preguntaban si nosotros éramos „aquellos” de Haubold, nos tomaban la cartilla, hacían como si cortaran un trozo de ella, y nos daban la carne sin pedir nada a cambio. Ahora, 60 años después, me emociono cuando lo recuerdo. Hay hombres buenos en todos lados, no cuenta la nacionalidad...
¿Cuanto tiempo estuvo en Haubold?
Hasta diciembre de 1941. Entonces nos escapamos. Habíamos planeado hacerlo desde el principio, pero no teníamos dinero.
Nos enteramos que a unos 70 kilómetros de Chemnitz había otro campo de trabajo donde estaban internados muchos brigadistas internacionales. Entre ellos se encontraban Laszlo Rajk y Ion Mutulescu. Alrededor de junio de 1941 (!no había empezado todavía la guerra antisoviética!) el voluntario húngaro Hoch Joszef burló a los vigilantes y me compro un billete hasta donde estaba aquel campo, cuyo nombre se me escapa. Era domingo. Entre sin problemas en el campo y me encontré con los dos. Les hable de mi intención de huir. Ellos tuvieron confianza en mi y me contaron experiencias de otros que se habían escapado. La huida era factible. Me dieron sus enlaces y los memorice seriamente.
Quería huir junto a dos camaradas húngaros, Hoch Joszef y Kerekes Ferenc. Aparte de estos dos, nadie conocía el plan, ni siquiera el resto de „españoles”.
Consideramos cual era el periodo mas favorable para la evasión y elegimos las fiestas de navidad. La gente tenia días libres y se movía de un sitio a otro en los medios de transporte. Teníamos a nuestro favor la legitimidad de que trabajábamos en la fabrica Haubold. El ejercito de Hitler estaba en plena ofensiva, estaban seguros de la victoria, así que su vigilancia no era muy estricta. Millones de hombres trabajaban en Alemania, y viajaban para ver a sus familias, por lo que era mas difícil arrestar a un huido en esa época. El domingo por la mañana compramos tres billetes de tren hacia Dresde. Allí fuimos a la casa de un camarada recomendado por Rajk Laszlo, que nos ayudó a seguir mas adelante. Era feliz al ayudarnos. Nos compro tres billetes de tren hasta Budapest, y nos dirigimos hacia la frontera con Hungría, bajándonos del tren antes de llegar para cruzarla clandestinamente, guiados por una persona de confianza, a pie. Así lo hicimos. En el paso fronterizo de Hegyeshalom abandonamos el tren y cruzamos la frontera por la noche, con ayuda del camarada señalado. Fuimos a pie casi una noche entera, caminando casi totalmente a ciegas. Así llegamos a la primera estación y esperamos el primer tren hacia Budapest.
!Mala suerte! Tras una hora de espera apareció la policía de frontera húngara que sospecho de nosotros enseguida. Le mostramos los justificantes de que trabajábamos en Haubold. El hecho de que no teníamos pasaporte era suficiente para arrestarnos. Nuestra suerte fue que no entendían alemán. Les dijimos que íbamos a casa por Navidad, y que el consulado húngaro tenia demasiado trabajo para ponernos la visa en el pasaporte, que se quedo allí, en el consulado, y que ellos tenían que entenderlo porque también eran húngaros. No habíamos podido esperar mas, habríamos tardado semanas enteras, dejando escapar la Navidad sin poder ver a la familia. Así que les embaucamos. Miles de húngaros estaban en la misma situación que nosotros. Les dimos 50 marcos y nos dejaron en paz. Además nos dieron una información preciosa: en cuanto llegáramos a Budapest debíamos ir a la policía a poner en orden los documentos, de lo contrario seriamos arrestados en cualquiera de las muchas redadas que se realizaban.
Resoplamos relajados apenas llego el tren. En la estación nos esperaron las mujeres de Hoch y Kerekes. Ellas fueron avisadas por los contactos de Rajk de nuestra llegada. Estuvieron las pobres mujeres tres días en la estación, con el corazón en la boca, comprobando todos los trenes de Viena por si en alguno llegaban sus maridos.
Los dos se fueron a su casa con sus mujeres, y yo me aloje en el barrio Csepel, antiguo bastión comunista en casa de un camarada de confianza. Me afilie automáticamente en el Partido Comunista Húngaro.
¿Laszlo Rajk no es aquel que fue ejecutado en 1950 acusado de agente „titoista”?
Él era, pero en ningún caso fue titoista. Era un camarada extraordinario, un hombre de inmensa cultura, antiguo activista marxista, con gran experiencia revolucionaria, devoto hasta el sacrificio por la causa. Era un hombre modesto, amado por todos, al contrario que Matyas Rakosi, antipático y oportunista.
Yo todavía no entiendo que clase de campo de concentración era aquel en el que podía citarse con Rajk en cualquier momento...
Rajk no estaba encerrado. Su régimen era igual al nuestro. Estaba detenido en un campo de trabajo. Por aquel entonces los nazis estaban en plena ofensiva. Subestimaban a los comunistas, no tenían miedo de ellos. Los verdaderos campos de concentración, los mas crueles, estaban por venir.
Los domingos Rajk tenia cierta libertad. El se ocupaba con trabajos agrícolas. Col, patatas, etc...
¿Pero por qué busco a Rajk? ¿No podía huir sin él?
Sí podía, pero no tenia su red. El compartió su red de contactos conmigo. Nombres, direcciones...
Raro parece que tuviera confianza en usted. Podía ser un agente de la Gestapo.
Nos conocíamos de España y del campo. Yo hablaba húngaro fluidamente y hacia de contacto entre los comunistas rumanos y los húngaros. Además, tenia mucha confianza en Mutulescu, que a su vez tenia fe en mi. Se creo un espíritu de grupo.
¿De donde consiguió dinero húngaro?
Tenían los dos húngaros con quienes huí. Los dos camaradas me encontraron alojamiento en el barrio obrero de Csepel. A través de la red del Partido Comunista Húngaro (en el cual me afilie) me consiguieron los documentos necesarios. En el Comité Central del PCH había muchos militantes que habían luchado en España, entre los cuales estaban los hermanos Tompa. Budapest estaba llena de obreros sin documentación en regla, así que tenia miedo de ser arrestado. Tome un tren hacia Cluj, por aquel entonces parte de Hungría. Era enero de 1942. Cuando me vieron, mi padre y mi madre Eva estallaron en lágrimas. Mi padre se había casado por tercera vez, esta vez con una rumana, y mi madre Eva se caso también de nuevo con un comunista. No nos habíamos visto desde hacia 8 años. Mama Eva estaba muy orgullosa de mi. La educación que me dio tuvo resultados. Aprendí muchos cánticos revolucionarios en España. Cuando la visitaba cantábamos juntos aquellas bellas canciones. Y hoy todavía los canto: „No pasaran”, „El paso del Ebro”, „Bandera roja”....
¿Y su madre verdadera, Magdalena?
Con ella no tenia como encontrarme. Se había mudado a Deva, en Rumanía. Era difícil pasar de Hungría a Rumanía. Para mi era casi imposible, pues en 1941 me quitaron la ciudadanía rumana. Se conocía que era comunista. Eva y mi padre actuaban en la resistencia antifascista. También yo trabaje para el partido en Cluj, y me uní al movimiento de resistencia local.
¿En que trabajo en Cluj?
Trabajé en diferentes talleres de carpintería. Pero después de un año me arrestaron, en enero de 1943. Mis documentos no estaban en regla. Me mandaron a Baia Mare y me asignaron a un batallón disciplinario. Mi compańía disciplinaria fue enviada a Tasnad. En esta compańía la mayoría eran de la resistencia antifascista. Fuimos alojados en un establo en construcción, vigilados por cientos de policías. Su jefe era un coronel. Vivíamos en una continuo horror de tortura. Era muy crudo, pues se puede decir que eran muy refinados en sus métodos de tortura. Tenían toda clase de medios de represión. Hacíamos nuestras necesidades en una zanja, en aquel establo, con los animales. La miseria se deslizaba hacia una agujero con cal. Dormíamos sobre la tierra directamente y nos calentábamos unos a otros. No teníamos acceso a ninguna higiene. La comida era poca y mala. En cinco meses que estuve allí murieron tres de los nuestros. No teníamos ningún contacto con el mundo exterior.
Sin embargo, la moral era elevada. Vivíamos una vida cultural, política e ideológica intensa. La mayoría éramos marxistas, miembros de partidos que nos habían preparado ideológicamente para algo así. Analizábamos todos los fenómenos sociales a través del prisma del materialismo dialéctico e histórico. En junio de 1943 fuimos llevados bajo severa vigilancia a Szentkiraly Szabadsag, junto al lago Balaton, donde se construya un aeródromo. Allí estuvimos mejor. Dormíamos en barracas rodeadas con alambre de espino, con la consigna de ser aislados del resto de los trabajadores. Además era verano.
Su padre y Eva, ¿Fueron también arrestados?
No entonces, sino en marzo de 1944, después del golpe de estado fascista de Szalassy. Entonces empezó el verdadero terror fascista en Hungría. Por aquel entonces nosotros nos encontrábamos ya en el frente
¿En el frente? ¿Tenían confianza en vosotros?
Si, en el frente. Todo el batallón disciplinario, con los mismos gendarmes y el mismo coronel, fue enviado en septiembre de 1943 al frente ucraniano, como batallón de trabajos forzados. Soportamos el rigor del terrible invierno de 1943-44 en Ucrania. Éramos usados para los trabajos mas duros y peligrosos. Entre ellos, cargábamos y descargábamos la munición en primera y segunda línea de fuego
Pero, ¿no eran una compańía disciplinaria?
Sí. A nosotros no nos entregaban armas !Normal! Nuestra misión era llevar las municiones a primera línea. Llegamos cerca de Harkov, donde luchaban algunas divisiones húngaras. Fuimos testigos de como las SS alemanes y los gendarmes húngaros destruyan las ciudades y los pueblos, maltratando salvajemente a su población
A propósito de las municiones. Que sepa que las saboteábamos cuando podíamos.
¿Cómo?
Cuándo no nos veía nadie, aflojábamos los detonadores, arriesgando nuestras vidas. De cualquier modo, yo ya no creía que fuéramos a escapar. Ninguno de nosotros lo creía. Intentamos entrar en contacto con los partisanos. Pero por allí había mas vlasovistas, ¿sabes quién? Aliados de los alemanes, el ejército de Vlasov. Estos eran todavía mas salvajes y fascistas que los húngaros.
¿Que localidades recordáis?
Kiev, Harkov. En Kiev fuimos encerrados en el gueto judío, que estaba rodeado también con alambre de espino. Vi allí escenas horribles. Fosas comunes con hombres todavía en vida. Nosotros éramos una compańía disciplinaria: 100 hombres desarmados escoltados por 100 policías. Cargábamos y descargábamos municiones. Esto es lo que hice durante el periodo que va desde septiembre de 1943 a julio 1944.
Entonces, en julio, nuestra retirada. Yo fue tomado como prisionero por los rusos en Nadvorna , el 24 de julio, exactamente cuando cumplía 32 años. Y ahora yo no digo que fui tomado prisionero, sino que „fui liberado”. !Era libre! Quiero decir que yo y otros camaradas nos escapamos un día antes, el 23 de julio. Se había producido la ofensiva soviética de Colomeea. Cosas como estas no se olvidan.
La ofensiva empezó a 30 kms de Nadvorna, en la Ucrania subcarpatica. El 23 de julio los gendarmes nos reunieron en los márgenes del pueblo para que en columna comenzáramos la retirada, escoltados. Al frente iba un coronel. En un momento dado, por el camino se oyeron disparos. Los gendarmes de la retaguardia entraron en pánico y huyeron. Quedo la compańía sin vigilancia. Algunos de nosotros nos aprovechamos de la ocasión y nos escondimos en los campos de trigo de las cercanías. Era un trigo precioso, alto, que parecía centeno, de lo alto y verde que era. Avanzábamos arrastrándonos por el suelo, y llegamos a la casa de un campesino que nos cobijo en el sótano. Al segundo día por la mañana, en mi día de cumpleaños, el campesino vino a decirnos que en la puerta había un tanque soviético con soldados. Corrimos a la calle, locos de felicidad !Habíamos escapado! Les abrazamos... Se me pone un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.
Mientras tanto, llego un joven, un teniente del centro de mando. Nos llevo a la base de control, donde había un mayor que sabia francés. Le dijimos quienes éramos, comunistas, amigos. Este mayor le propuso al coronel, que era el comandante de la unidad, que nos enviara a Cernauti, donde acababa de formarse el regimiento de comunistas rumanos „Tudor Vladimirescu". El comandante no estuvo de acuerdo, argumentando que era peligroso (eran como 150 kms, pero no se podía llegar en línea recta, porque era una zona montañosa), y podíamos ser disparados por el camino. Pero nos propuso otra cosa. Ellos acababan de capturar a 3000 prisioneros alemanes y húngaros y no tenían a disposición para escoltarlos mas de 3 soldados. Nos propuso a nosotros, los evadidos, que le ayudáramos con este encargo. Como ves, llegamos de prisioneros a vigilantes, por decirlo así. Por supuesto que no nos dieron armas. Nosotros ayudábamos a los tres soldados armados de la escolta. Hasta el tren eran como 40 kms, que hicimos a pie. Pasando junto a unos pantanos, descubrimos que tres soldados alemanes se habían escapado. Inmediatamente anunciamos el hecho y los tres soldados soviéticos fueron en su búsqueda. Los trajeron de nuevo tras media hora. Los pobres, !en qué estado estaban! No tenían a donde huir, y podían ahogarse en aquellos pantanos. Mira que los tres rusos fueron hombres buenos. Podían haberles disparado y librarse de ellos pero no lo hicieron. Ni siquiera les maltrataron. Pero les tradujimos la advertencia: la próxima vez, disparamos. No existió una próxima vez.
Continuamos el camino sin acontecimiento especial y llegamos a la guarnición del tren que nos llevo a Zaporojie, donde había un campo de prisioneros. Tenia una capacidad de 10 000 detenidos.
Me entendí bien con los prisioneros. Éramos modestos, no nos creíamos los jefes, ni buscamos la venganza. Allí había policías que nos vigilaban también a nosotros. Nos portamos con humanidad con ellos. Habían llegado muchos al campo. Un mayor me interrogo y me dijo lo siguiente: si quieres, puedes considerarte libre y marchar a Cernauti, donde se forma la división de rumanos „Tudor Vladimirescu”. Sin embargo, el creía que era mas útil en el campo, siendo un comunista consciente. Así que los responsables del campo me pidieron que les ayudara en la formación antifascista de los prisioneros. Por supuesto que acepte.
El campo estaba autogestionado. Yo, conociendo muchas lenguas extranjeras, me convertí en jefe de propaganda. El campo tenia una biblioteca con literatura y libros de ideología marxista en 6 lenguas: ruso, húngaro, rumano, alemán, francés y español. Aparte de ruso (que aprendí allí) conocía todas estas lenguas.
¿Como funcionaba la autogestión? El campo tenia cantina, terrenos deportivos, sala de cultura... Los prisioneros elegían un comité de gestión, organización en la que entraron especialistas: cocineros, gestores, mecánicos de mantenimiento, todos eran de entre los prisioneros.
Junto a la función de Jefe de Propaganda tuve otras funciones. Trabaje en ellas desde agosto de 1944 hasta noviembre de 1948, cuando el campo se cerro.
Me gustaba lo que hacia. Realice mis encargos con dedicación, como un marxista consciente. Lleve a cabo una actividad consecuente, revolucionaria, comunista. A través de mi cercanía y modestia, me gane la simpatía de los prisioneros. La vida de estos se desarrollaba en condiciones normales. Los que salían a trabajar recibían raciones extra de comida ¿Que quieres? Ni siquiera fuera del campo la población vivía bien. Nosotros, los prisioneros, vivíamos mejor que los soviéticos. Eran tiempos de posguerra, y había mucha penuria. El director del campo no se mezclaba con los prisioneros. No digo que del campo salieran 10.000 comunistas convencidos, pero algunos miles si que salieron. Era un campo modelo.
El comandante se reunía siempre conmigo para hablar de como hacer que las cosas vayan bien. Había allí alemanes, húngaros, y algunos rumanos de la Transilvania ocupada que habían luchado con el ejercito de Horthy. No era su culpa.
Volví a mi país el 23 de noviembre de 1948 junto con otros 500 propagandistas; algunos de ellos de mi mismo campo.