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    "Esta es tu herencia" - historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años - artículo publicado en la Pizarra de Yuri en mayo de 2010

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    pedrocasca
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    "Esta es tu herencia" - historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años - artículo publicado en la Pizarra de Yuri en mayo de 2010  Empty "Esta es tu herencia" - historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años - artículo publicado en la Pizarra de Yuri en mayo de 2010

    Mensaje por pedrocasca Miér Ago 31, 2011 12:12 pm

    ESTA ES TU HERENCIA - historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años

    publicado en el blog “la pizarra de Yuri” en mayo de 2010
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    Porque piensas, porque sueñas con los ojos abiertos, porque puedes observar el cielo y el mar y la tierra con la frente despejada y la mirada atenta, porque eres capaz de hablar, y de escuchar, y de escribir, y de leer, y de construir herramientas para llegar adonde no llegarían tus ojos y tus manos, y de hacerte preguntas y desear las respuestas, te llamaremos sapiens. Que en latín significa sabio, quien puede conocer. Como además eres capaz de hacer cosas maravillosas en tu busca del sentido y la verdad –música exquisita, naves espaciales, obras literarias, aceleradores de partículas, medicina, filosofía, grandes construcciones, aparatitos ingeniosos, de todo– nos concederemos el beneficio de la duda y nos llamaremos dos veces sapiens: sapiens sapiens.
    Hay quien nos llama también la raza de los ingenieros, porque todos nosotros, tú y yo, somos capaces de crear cosas nuevas y mejores donde no las había. Cualquier cosa que hagas con tus manos, con tu cuerpo, con tu mente, no existía antes en ningún lugar del universo. Todas esas posibilidades increíbles las llevamos entre las orejas, en ese kilo y medio de pasta grisácea que llamamos cerebro (mayormente, un pastel de proteínas y grasas –lípidos–). Pero para que ese cerebro provisto de un encéfalo superior llegara a ser, hubo que recorrer un camino muy largo. Hace falta mucha base. Una base que fue evolucionando lentamente, a lo largo de los siglos, de los milenios, de los eones. Somos los herederos de una larga historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años, y lo llevamos grabado dentro de cada una de nuestras células, dentro de lo que somos. Esta es tu, mi, nuestra estirpe.
    Homo sapiens sapiens.

    No hemos sido los únicos que han pensado sobre la faz de esta Tierra vieja. Pero sí somos los únicos que quedan. Sabes, es posible que los matáramos. Muy posible. Como mínimo, los desplazamos y absorbimos. Lo hicimos porque podíamos, porque éramos más inteligentes, porque somos gente muy chunga cuando nos disputan la tierra, el cielo, el mar y el amor. En realidad, no más que cualquier otro ser vivo; sólo que nosotros tenemos más posibilidades –tanto para crear como para destruir– gracias a ese cerebro gordote. Fíjate, hemos aprendido mucho desde entonces; ahora sabemos que no se debe exterminar a nadie o a nada ni porque podamos, ni por ningún otro motivo. Pero para poder llegar a aprender esa lección, primero teníamos que existir.
    Hubo más; hubo otras gentes, a las que ahora quizás añoramos acariciando sus pobres huesos viejos y rotos. Añorar, sentir, amar, odiar: eso es homo, y no sólo caminar sobre las dos patas de atrás. El día en que un africano partió una piedra con otra para hacerse algo que cortara, empezó nuestra historia moderna, la historia de la humanidad. Y sí, fue en África. Somos africanos por dos veces: como homo sapiens y como homo sapiens sapiens. Surgimos allí, en una franja de sabana a ambos lados del ecuador, hace unos dos millones y pico de años y luego otra vez hace más o menos doscientos mil. Y desde allí, conquistamos el mundo, viajamos al espacio y quién sabe a dónde llegaremos.
    Homínidos.

    Y surgimos en un lugar donde hay muchos más bichejos parecidos a nosotros. Hace unos catorce millones de años que comenzamos a separarnos de los demás grandes monos: el gorila, el orangután, el chimpancé. Cualquiera que haya visto un chimpancé de cerca con ojos de ver –¿alguna vez viste a mamá chimpancé acunando a chimpancito, o a un chimpancé y un humano borrachos?– comprende de inmediato que esa gente son primos. Primos cercanos. Para quienes tienen la mirada turbia de supersticiones viejas, disponemos a estas alturas de unos cuantos miles de pruebas de toda índole: genéticas, morfológicas, arqueológicas, demográficas, antropológicas, de todo. Y ninguna en contra.

    Catarrinos.

    Vamos a empezar a retroceder un poquito. Mírate la nariz. La tienes proyectada hacia abajo en la cara, con dos orificios sin membranas ni nada de eso, separados por un tabique nasal estrecho. Catarrino, en griego, significa exactamente eso: la gente que tiene la nariz hacia abajo. A diferencia, por ejemplo, de un perro, de un gato o de una vaca. O de un pez. Además, todos los catarrinos disponemos de treinta y dos dientes en la boca adulta, no tenemos cola o no es prensil, somos diurnos y nuestras uñas son planas.
    Además de los humanos y demás homínidos, pertenecen a los catarrinos los gibones y macacos.

    Haplorrinos.

    Sigamos con la nariz; es que esto de la nariz fue de lo último que cambió. Tócatela. Salvo que tengas un gripazo, estará mayormente seca. Esto es porque nuestro labio superior no se encuentra unido directamente a las fosas nasales, a diferencia de los lemures o gálagos; nos separamos de ellos hace unos 63 millones de años.
    Esta característica de la nariz permite un rango más variado de expresiones faciales, pero no es el único factor que nos caracteriza. Todos los haplorrinos tenemos un cerebro más grande, un útero de una sola cámara, visión tricolor y una placa ósea detrás de los ojos. Y debido a ese útero de cámara única tendemos a tener una sola cría por parto, aunque a veces salgan mellizos o trillizos o más debido a esos jueguecillos de Mamá Naturaleza.

    Primates.

    Este es nuestro gran clan. Los primates constituimos una extensa familia de bichos con un aspecto general parecido. Como somos tan antropocéntricos, los llamamos antropomorfos, es decir, con forma de persona (más bien, claro, deberíamos decir que nosotros somos primatemorfos). Además de la evidente similitud anatómica y fisiológica general, todos los primates compartimos características únicas en el reino animal.
    Entre estas se cuentan:
    Diferenciación clara de la corteza cerebral. Reacciones inteligentes muy desarrolladas.
    Cerebelo independiente y bien desarrollado.
    Cinco dedos en cada miembro, con alguna clase de pulgar oponible total o parcialmente.
    Dos tetas separadas y ubicadas en el pecho.
    Pene pendulón y testículos en una bolsa exterior.
    Clavículas en la cintura escapular y hombros articulados en varios ejes.
    Tendencia a caminar erguidos.
    Visión aguda en color, frecuentemente a costa del olfato, tendiendo a una cara plana.
    Un ciego intestinal bien desarrollado.
    Almohadillas sensitivas en la punta de los dedos.
    Existencia de sistemas sociales altamente desarrollados.
    ...y muchas más.

    En general, un médico de personas podría tratar a cualquier primate con sólo unos cursos de especialización no muy distintos de las especialidades médicas comunes. Así de parecidos somos. Así de cerca estamos. Los primates aparecimos sobre la faz de la Tierra hace entre 70 y 85 millones de años, pero sólo nos transformamos en una especie endémica a partir de la extinción de los dinosaurios, hace 65 millones y medio de años.
    Euarcontoglires.

    Vaya con el nombrecito, ¿eh? Es que son dos nombres unidos: euarcontos y glires. Euarcontos significa los antecesores verdaderos, y los glires son básicamente los roedores: ratas, ratones y demás. Es importante porque representa la gran evolución de los mamíferos placentarios que dio lugar a los roedores y a los primates; fue en este instante, hace unos 90 millones de años, cuando los primates y roedores nos separamos de los laurasiaterios. ¿Y esto qué son? Pues estos son otros mamíferos importantes como los pegasoferae (caballos y animales parecidos, pero también los murciélagos); los cetáceos (ballenas, delfines, etc.); los artiodáctilos (jirafas, hipopótamos, camellos...) y demás por el estilo.
    Si lo piensas, hay muchos primates que se parecen bastante a las ratas y ratones. Y es lógico, porque aquí estábamos estrechamente emparentados. En cierta medida, los humanos no somos más que una especie de rata o musaraña grande, erguida y cabezona. Lo cual puede que explique muchas cosas. Ahora ya sabes por qué se usan más ratones que peces de laboratorio para experimentar tratamientos humanos, aunque sea de manera limitada.
    Placentarios.

    La placenta es seguramente el órgano menos valorado de todos, y muchos piensan que constituye una especie de porquería del parto. Pero de porquería, nada. La placenta –un órgano completo para conectar el útero con el feto, que se forma durante el embarazo y se elimina con el parto– representó y representa una transformación radical en la historia de la vida. Permitió y permite el desarrollo de fetos muchísimo más complejos, durante un tiempo significativamente mayor que sus antecesores. Sólo gracias a la placenta es posible gestar todo lo que hemos contado hasta ahora. En la imagen vemos un saco amniótico humano abierto, mostrando la placenta (abajo) y el cordón umbilical.
    Los primeros placentarios aparecieron en la Tierra hace unos 125 millones de años. También usan placenta algunas serpientes y lagartos, pero estos no tienen otras características exclusivas de los placentarios. Por ejemplo, la presencia de un gran espacio en la base del hueso de la cadera, desprovisto de huesos epipúbicos, para permitir el nacimiento de esta descendencia tan desarrollada (y que, ciento y pico millones de años después, nos permitió la posibilidad de caminar erguidos sobre las dos patas traseras).
    Mamíferos.

    Esta es nuestra gran patria común. Por encima de ninguna otra cosa, somos mamíferos: un bicho que suda, pare vivas a sus crías y les da de mamar con unas glándulas sudoríparas especializadas que llamamos mamas. O tetas. Como la de la foto. Resulta difícil exagerar la brutal transformación que el surgimiento de los mamíferos significó para la evolución de la vida en la Tierra... y lo mucho que les costó lograrlo. Hace unos doscientos y pico millones de años, poco después del Gran Morir –la extinción súper-masiva del Pérmico-Triásico– los amniotas comenzaron a multiplicarse y separarse en distintas clases. Luego veremos lo que es eso de los amniotas, pero por el saco de arriba ya te harás una idea.
    La clase de amniotas de mayor éxito en aquel momento fueron los dinosaurios, que dominaron los ecosistemas terrestres durante más de ciento sesenta millones de años. Durante todo ese tiempo, los mamíferos dábamos la teta a nuestras crías escondidos por los agujeros y bajo las piedras como quien dice, porque los dinosaurios mandaban de forma indiscutible. Sin embargo, en esos animalillos huidizos de sangre caliente se ocultaba la esperanza del futuro. Pero nosotros vamos a seguir viajando hacia el pasado.
    Amniotas.

    Los amniotas fueron los primeros animales en abandonar definitivamente el agua y adentrarse en la tierra. Evolucionaron a partir de los anfibios primitivos, hace unos 340 millones de años, y fue posible porque mutaron en una cosa esencial: huevos capaces de sobrevivir en lugar seco. Para ello se necesitaba una actividad aún más ancestral: la reproducción sexuada interna mediante cópula, que ya poseían. De esa forma, el huevo se puede producir y elaborar durante un cierto tiempo dentro del cuerpo de la hembra, permitiendo el desarrollo de varias capas membranosas capaces de mantener la humedad en su interior.
    Esa "telilla" que le quitamos a los huevos cocidos es, precisamente, este saco amniótico (que cuando se desarrolla dentro del cuerpo de un mamífero llega a adquirir el aspecto que vimos más arriba). De esta manera, el huevo u óvulo puede mantener húmedo al embrión en tierra firme, lejos del agua. Más o menos por aquí surge también el esternón, ese hueso duro que cierra la caja torácica y te puedes tocar en el centro del pecho. Y la pilila y la vagina modernas. Así como el astrágalo del tobillo, necesario para poder soportar algún peso sobre el suelo y algún día –mucho tiempo después– dejar de arrastrarnos sobre el vientre. Así fue como salimos del mar y conquistamos la tierra definitivamente, hizo esta mañana unos trescientos cuarenta millones de años.

    Tetrápodos.

    Cuéntate las patas. Una, dos, tres, cuatro, ¿cierto? (No, eso otro no es una pata) Esta estructura de cuatro patas, común a todo lo que hemos contado hasta aquí, surgió hace unos 395 millones de años en los bajíos de poca profundidad próximos a las costas. A un animal marino las patas no le sirven de gran cosa, pero a un animal que ya está moviéndose cerca de la orilla comienzan a venirle bien. Era sólo una cuestión de tiempo que algunas aletas fueran mutando para convertirse en patas primitivas; cuatro orientadas hacia la región ventral aportan una interesante capacidad de desplazamiento estable en aguas poco profundas.
    Arrastrándonos por los bajíos y sacando la cabeza fuera del agua comenzaron a surgir también los primeros pulmones aéreos.
    Sarcopterigios.

    Y el pez que lo logró fue un sarcopterigio, que en griego significa aletas de carne. Siguen existiendo algunos en la actualidad, como los celacantos. Aquellos de quienes vinimos, en cambio, ya se extinguieron para darnos paso a nosotros. Todos los sarcopterigios tenemos al menos cuatro extremidades carnosas, esqueleto de hueso, columna vertebral, cráneo, mandíbulas diferenciadas y dientes con esmalte. Otra variante del sarcopterigio que también ha sobrevivido hasta hoy son los dipnoos, provistos con pulmones funcionales y orificios nasales abiertos al exterior (aunque sólo los usan para oler; si quieren llevar aire a los pulmones, lo tragan por la boca como los anfibios)
    .
    Todos los dipnoos tienen una capacidad limitada de salir del agua. Uno de ellos, el pez pulmonado de Australia (en la imagen), es ya capaz de vivir arrastrándose sobre sus cuatro aletas carnosas y respirando aire en vez de agua. Los sarcopterigios primitivos comenzaron a hacer esto mismo hace 416 millones de años. Y una de sus líneas de descendientes, los tetrapodomorfos, terminó por convertirse en los tetrápodos, en los mamíferos, en nosotros.
    Gnatóstomos.

    Curioso de pronunciar, ¿eh? Da igual, todos nos olvidamos de la G y decimos natóstomos. Pero para poder pronunciarlo necesitas mover la mandíbula, ¿a que sí? Y para moverla, primero tienes que tener una. Exacto: un gnatóstomo es un bicho que ha desarrollado una mandíbula articulada independiente en la boca. Todos los mamíferos, anfibios, reptiles, aves y peces óseos somos gnatóstomos. El primero de todos nosotros apareció en el mar a partir de los peces vertebrados, hace unos 450 millones de años.
    Además de la mandíbula, imprescindible para que te puedas pasar todo el día cotilleando, estos tatarabuelos marinos nos dejaron también en herencia el sistema inmunológico adaptativo y la funda de mielina en las neuronas. Sin el primero, nunca habríamos logrado sobrevivir fuera del agua. Sin la segunda, los cerebros complejos jamás habrían podido ser; y la inteligencia o las emociones, ni en broma.
    Vertebrados y craneados.

    Date unos golpecitos en la cabeza. Debajo tienes el cráneo conteniendo tu encéfalo, ¿a que sí? Y a lo largo de la espalda seguro que te corre la columna vertebral, protegiendo la médula espinal que viene del encéfalo. Eso espero, vaya, pues de lo contrario tendrías un problema.
    Este pez óseo que dio lugar a los gnatóstomos tenía también un cráneo conteniendo su encéfalo y una columna vertebral alrededor de su médula espinal. Esto último surgió hace unos 525 millones de años y el cráneo, aún antes. Además de todos estos huesos singularmente útiles, estos antepasados nos legaron también un sistema cardiovascular con corazón de dos o más cámaras, los riñones, los glóbulos rojos capaces de transportar oxígeno a través de la hemoglobina y otras cosillas igualmente prácticas.
    Cordados.

    Para tener una columna vertebral protegiendo la médula espinal, lógicamente, primero hay que tener médula espinal. Esto es, un cordón nervioso único que circula a lo largo del cuerpo para transmitir los impulsos nerviosos del cerebro al resto del organismo; y viceversa.
    En todos nosotros, los cordados, este cordel nervioso está estrechamente vinculado al surgimiento del notocordio en el embrión: esto es una estructura ósea o cartilaginosa que circula paralela al mismo a modo de espina dorsal. Sólo los vertebrados llegamos a desarrollar una verdadera columna vertebral a partir de ahí.
    Los primeros cordados nos dejaron también una cola que se proyecta más allá del ano, y que los primates tenemos atrofiada: es el cóccix, más conocido como el hueso del culo. Comenzamos a aparecer en el mar hace unos 530 millones de años. Todos los mamíferos, reptiles, aves, anfibios y peces somos cordados.
    La existencia de este cordel permitió que uno de sus extremos, el situado más cerca de los órganos sensorios principales, comenzara a engordar y desarrollarse para poder atenderlos adecuadamente. Así empezó la historia del cerebro.
    Celomados deuterostomios.

    Estarás de acuerdo conmigo en que el hecho de que la comida entre por la boca y salga por el culo, y no al revés, resulta ciertamente agradable. Y sin embargo ocurriría lo contrario si no fuéramos, también, deuterostomios. Los deuterostomios creemos que ese es el sentido correcto de circulación de comida, mientras que los protostomios (como muchos insectos, moluscos, calamares y gusanos) no lo tienen tan claro. Los deuterostomios opinamos que también es importante reproducirnos mediante embriones, cosa que los demás no hacen.
    Sin embargo, todos los celomados coincidimos en tener barriga. O, más exactamente, celoma: esta es una segunda bolsa dentro de la bolsa principal que es tu cuerpo, capaz de contener órganos separados de la parte interior de la piel. Gracias al celoma, disponemos de grandes órganos diferenciados y separados del pellejo, como los pulmones en su pleura, el corazón en su pericardio, o el peritoneo lleno de intestinos, estómago, bazo, útero, hígado y demás.
    Los celomados deuterostomios empezamos a surgir hace más o menos 540 millones de años. En la foto, una holoturia (más conocida como pepino o carajo de mar), que está de acuerdo con nosotros en la conveniencia de tener una panza con órganos internos independientes, y en que la comida debe viajar de la boca al culo y no al revés. Sin embargo, algunas de ellas piensan que el esqueleto constituye un lujo innecesario, propio de señoritingos cordados.
    Eumetazoos bilaterales.

    Si te miras en el espejo, enseguida descubrirás que eres un ser vivo simétrico: las dos mitades a ambos lados de la línea que te va de la nariz al churro o raja son casi idénticas, como vistas a su vez en un espejo biológico. E igual que te pasa a ti (y a mí), nos pasa a todos los demás animales excepto las esponjas y los cnidarios (pólipos, medusas, corales...). Este cuerpo con simetría bilateral resulta también esencial para ser lo que somos; y apareció por primera vez hace aproximadamente 555 millones de años, con un molusco llamado kimberella
    La simetría bilateral permitió el surgimiento de los cordados, al situar todo el cuerpo alrededor de un eje central.
    Y todos los animales a excepción de las esponjas y placozoos somos eumetazoos: esto es, provistos con tejidos verdaderos organizados en varias capas o bolsas corporales (alguna de las cuales llegaría a ser el celoma).
    Animales pluricelulares eucariotas.

    Todas las cosas que comemos carbono y lo quemamos en una cámara interior propia para arrastrarnos por nuestros propios medios bajo la luz de este sol somos animales pluricelulares eucariotas. Los primeros animales aparecimos hace en torno a 610 millones de años, en el Precámbrico; separándonos así para siempre de las plantas, las algas, los hongos y los protistas.
    Somos pluricelulares porque todos nosotros estamos compuestos por más de una célula. Estas asociaciones de células han ocurrido muchas veces en la historia de la vida; la nuestra se produjo hace 1.000 millones de años, minuto arriba, minuto abajo.
    Somos eucariotas porque todas y cada una de nuestras células son complejas, conteniendo diversos órganos dentro de la membrana: el núcleo que alberga nuestro ADN, las mitocondrias, los cloroplastos, el aparato de Golgi y demás. Y con esto, nos separamos también de las bacterias, las arqueas y los virus, siendo tal día como hoy de hace unos 2.000 millones de años.
    Terrestres.

    Y todos, todos nosotros, formamos parte de la vida que surgió en el planeta Tierra hace al menos 3.700 millones de años, y puede que hasta 4.200. En esos momentos este mundo aún estaba terminando de formarse, junto al resto del sistema solar.
    Y todos, todos nosotros somos seres compuestos por moléculas complejas de carbono (de esas que comemos), que se reproducen mediante la replicación de aminoácidos, estructurados bajo la forma de ARN o ADN. Esta capacidad de reproducirse a sí mismos es la característica más esencial de todo lo que llamamos vida, pero no la única. Por ejemplo, todos intercambiamos energía con el exterior pero somos capaces de mantener un interior estabilizado, al menos hasta que morimos. Para lograrlo, todos gozamos de un metabolismo. Todos podemos crecer para multiplicarnos. Todos podemos evolucionar y convertirnos en cosas distintas, cosa que hicimos una y otra vez en esta larga historia de la vida que cubre un tercio entero de la edad del universo. Y a lo largo de todo ese tiempo abismal, fuimos transmitiéndonos la herencia de todos nuestros antecesores hasta el día en que fuimos capaces de preguntarnos por qué. Y cómo.
    Porque piensas, porque amas, porque sientes, porque odias, porque naces, porque respiras, esta es tu herencia ancestral:

    terrestre, pluricelular, eucariota, animal, eumetazoo, bilateral, celomado, deuterostomio, cordado, craneado, vertebrado, gnatóstomo, sarcopterigio, tetrápodo, amniota, mamífero, placentario, euarcontoglir, primate, haplorrino, catarrino, homínido, homo sapiens sapiens.
    Eso es lo que eres, soy, somos; seguimos siendo todas y cada una de esas cosas. De ahí venimos. Por ese largo camino llegamos aquí. Esa es nuestra auténtica estirpe, nuestra verdadera herencia para siempre jamás.


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    Mensaje por thisisparto Dom Sep 04, 2011 10:49 pm

    Es... cómo decirlo...mucho más que genial... ¡me encanta!
    El blog del que lo sacas, ¿es tuyo? si es así, ¡felicidades! Me encanta tu forma de escribir Smile
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    Mensaje por Team21 Dom Sep 04, 2011 10:56 pm

    Ya conocía la excelente web de la Pizarra de Yuri, pero hacía tiempo que no la miraba, gracias tovarich pedrocasca por recordarmela. ¡Buen aporte! Wink
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    Mensaje por pedrocasca Mar Oct 04, 2011 11:33 am

    Hay en el Foro otros temas publicados en el blog La pizarra de Yuri:

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    Mensaje por pedrocasca Dom Oct 09, 2011 12:07 am

    thisisparto escribió:Es... cómo decirlo...mucho más que genial... ¡me encanta!
    El blog del que lo sacas, ¿es tuyo? si es así, ¡felicidades! Me encanta tu forma de escribir Smile

    tovarich thisisparto, de ninguna manera es mío el blog. La pizarra de Yuri es de un bloguero con una importante formación científica y con una gran capacidad pedagógica. Yo me limito a copiar algunos de sus textos para difundirlos. Es una prueba de madurez y buen sentido el hecho de pasar de vez en cuando por La pizarra de Yuri: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Mensaje por Francesc 57 Lun Oct 10, 2011 2:38 pm

    pedrocasca escribió:ESTA ES TU HERENCIA - historia de la vida que comenzó hace cuatro mil millones de años

    publicado en el blog “la pizarra de Yuri” en mayo de 2010
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    Homínidos.

    Y surgimos en un lugar donde hay muchos más bichejos parecidos a nosotros. Hace unos catorce millones de años que comenzamos a separarnos de los demás grandes monos: el gorila, el orangután, el chimpancé. Cualquiera que haya visto un chimpancé de cerca con ojos de ver –¿alguna vez viste a mamá chimpancé acunando a chimpancito, o a un chimpancé y un humano borrachos?– comprende de inmediato que esa gente son primos. Primos cercanos. Para quienes tienen la mirada turbia de supersticiones viejas, disponemos a estas alturas de unos cuantos miles de pruebas de toda índole: genéticas, morfológicas, arqueológicas, demográficas, antropológicas, de todo. Y ninguna en contra.
    La afirmación que empezamos a separarnos de los demás grandes monos hace 14 ma, quizá se tendría que matizar más. Según los datos genéticos hace entre 12 y 14 ma el antepasado del orangután se separó de la línea común gorilas-chimpancés-humanos, seguramente debido a una especiación por aislamiento geográfico del antepasado del orangután (Lufengpithecus, Sivapithecus y la línea abortada de Gigantopithecus), que quedó limitado a zonas de China, Península Indochina y que más tarde llegó a Borneo y Sumatra (islas donde actualmente se encuentran los orangutanes).
    Hace unos 10 ma, los hominoideos africanos —antepasados comunes al gorila, chimpancé y hombre— vivían en una amplia franja ecuatorial que atravesaba África de extremo a extremo, se extendía desde el Océano Índico en el este, hasta el Océano Atlántico en el oeste. De acuerdo con los datos de la antropología molecular, los antepasados del gorila fueron los primeros en separarse. Según estos mismos datos, esto ocurrió hace entre 8 y 10 ma (período Turoliense), momento en que se produce una notable aridificación del ambiente. Tanto en Eurasia como en África, una importante parte de pluviselva tropical miocénica devino en extensas zonas de bosque, donde la pluviosidad es menor e irregular, y el ecotono selva/bosque se convirtió en bosques abiertos o se redujó a bosques en galería, asimismo, bosques abiertos originados en el Vallesiense superior pasaron a ser zonas de matorral, y la semidesecación de lagos y ríos produjo amplias llanuras de inundación. En este contexto, los antepasados de los gorilas evolucionaron independientemente, por aislamiento geográfico, en una amplia franja de bosques y sabanas que se localizan al norte del río Congo y al sur del Ubangui, desde África central —zona limítrofe con el Rift Valley— hasta las costas de las actuales Gabón y Guinea.
    A lo largo del Turoliense, la deforestación es manifiesta, y este período culmina con la crisis Mesiniense. Esta crisis se originó hace algo más de 6,5 ma y su mayor crudeza se alcanzó a los 5,5 ma. Se produjo un fuerte descenso del nivel del mar y cambios en la circulación oceánica; el Mediterráneo se desecó y en sus márgenes quedaron grandes desiertos de sal y yeso; el clima fue, en general, mucho más frío y se produjeron fuertes glaciaciones en el hemisferio sur. Estos cambios condujeron a drásticos cambios en la fauna y la vegetación. La crisis Mesiniense marcará el final del Mioceno. Además, la cronología de esta crisis coincide plenamente con la cronología que nos da la biología molecular para la separación de los antepasados del chimpancé y del hombre.
    Es muy probable que este antepasado común del chimpancé y el hombre (ACCH) viviera en una amplia zona ecuatorial desde el este al oeste de África durante buena parte del Turoliense, desde que a los 10-9 ma se separará el antepasado del gorila hasta la llegada de la crisis Mesiniense, hace entre 6,5 y 5,5 ma, es decir, un período de 4,5 a 2,5 ma. La aridificación Turoliense, a parte de separar al gorila, posiblemente también originó distintas razas de ACCH a uno y otro lado del Rift Valley. Esto se debió a la dificultad para pasar de un lado a otro del Rift, pues los dos grandes conjuntos tectónicos, el Rift occidental y el oriental, separados por dos cadenas montañosas paralelas a su vez separadas por una zona árida de escasa pluviosidad, recorrida por un gran número de ríos y lagos y pantanos, funcionaba como una barrera. Parece que dicha barrera se fue abriendo intermitentemente, facilitando el paso de un lado a otro durante breves períodos, lo que permitió la hibridación entre las razas; aunque parece que éstas, en los períodos de aislamiento fueron acumulando mutaciones en los cromosomas autosomicos (no sexuales). En plena crisis Mesiniense, a las barreras geográficas aquí expuestas, la tremenda aridez hizo seguramente más infranqueable esta zona que se convirtió en desértica, lo que conllevó a una falta de alimentos y de agua para poder beber en la travesía y, por tanto, la barrera se cerró lo suficiente como para impedir la hibridación o, lo que es lo mismo, el intercambio genético; este aislamiento posibilitó la formación de mutaciones en el cromosoma X (sexual). Por tanto, a partir de aquí, estas razas se separaron en grupos diferenciados, quedando en el oeste del Rift —zonas boscosas y de pluviselva— los antepasados del chimpancé, y en el este —zonas más abiertas y bosques en galería— los antepasados del hombre.
    Al final de la crisis, el clima cambió radicalmente y se volvió más cálido. Con el Plioceno volvió a subir el nivel del mar y volvieron las precipitaciones. Podía haber sido una oportunidad para que los grupos que habían estado aislados durante el Mesiniense se volvieran a juntar. Pero las mutaciones acumuladas, especialmente las del cromosoma X, ya habían originado la separación de ambos grupos en dos especies diferenciadas. De todas formas, el aislamiento continuó impidiendo el reencuentro. Durante la estación lluviosa la red de ríos, lagos y pantanos incrementaron sus niveles acuáticos, lo que hizo que funcionaran como una barrera infranqueable para estos primates, por su conocida ineptitud para nadar; además, hay que añadir el fuerte incremento, durante las estaciones lluviosas, de la presencia de cocodrilos.
    Por tanto, vemos como el modelo de especiación alopátrida propuesto por Mayr funcionó de manera “impecable” en la formación del linaje humano.
    La adquisición del bipedismo por parte de los antepasados del hombre fue el hecho diferenciador más importante, pues significó un cambio anatómico completo que implicó a todo el cuerpo.
    En consecuencia, la separación del antepasado del orangután se produjo hace unos 12-14 ma; la del gorila unos 9 ma, y finalmente, la separación entre humanos y chimpancés hace unos 6 ma.
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