“Los orígenes de la Ecología como disciplina
científica, los ubicamos en Alexander Von
Humboldt quien desarrolla el estudio de las
relaciones entre los distintos elementos de la
naturaleza y los efectos de la actividad humana
que alteraban, modificaban o destruían su
“equilibrio”.
científica, los ubicamos en Alexander Von
Humboldt quien desarrolla el estudio de las
relaciones entre los distintos elementos de la
naturaleza y los efectos de la actividad humana
que alteraban, modificaban o destruían su
“equilibrio”.
APORTES AL DEBATE SOBRE ECOLOGÍA - Manuela Abril
Cuenca, febrero 2008 – publicado en Política, revista teórica del Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador - PCMLE
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Asistimos a una alerta generalizada sobre la problemática ambiental, curiosamente desde los centros de poder y las empresas se ha articulado un discurso sobre sus preocupaciones por el calentamiento global, una supuesta guerra por el agua a la que irremediablemente está destinado el mundo, la basura tecnológica, crisis energética y la urgencia de pasar a combustibles “biológicos”, etc. etc., que reflejan, por un lado su necesidad de salir al frente de una problemática visible de la que obviamente son sus responsables directos, buscando limpiar su imagen a través de estrategias como la “responsabilidad social empresarial”, las calificaciones ISO o poniendo un sello verde a su producción; y, por otro, de asegurar sus intereses económicos y políticos con un supuesto progreso económico sustentado en los avances de la tecnología, dirigidos a causar “el menor daño ambiental”, distrayendo el debate de las causas reales de la devastación.
Es precisamente desde ese bando que se genera toda una ofensiva ideológica para convencernos por un lado de la escasez de los recursos naturales y por otro de las culpas compartidas de igual a igual entre el ciudadano común y las grandes corporaciones, entonces pregonan las buenas prácticas ciudadanas pero no suscriben el Protocolo de Kyoto (pese a ser insuficiente), nos culpabilizan del consumo innecesario pero a la vez lo fomentan para asegurar su lucro privado, sus toneladas de desechos tóxicos los arrojan a diario en cualquier territorio pero son partidarios de sancionar al individuo que arroja basura en la calle. Con ello de ninguna manera justificamos los malos hábitos de las personas y hay que concienciar sobre el tema, sin embargo, como lo señala M. Lowy1 “eso responsabiliza a los individuos y redime al sistema. Es verdad que el consumo de los individuos es un problema, pero el consumo del sistema capitalista, del militarismo capitalista, de la lógica de la acumulación de capital es mucho mayor. Entonces, en lugar de pregonar la auto—limitación (autocontención) individual, es necesario llamar a la organización para luchar contra el sistema capitalista; esa debe ser nuestra respuesta”.
V. Shiva2 en su análisis señala precisamente que “el problema no son los recursos naturales sino el libre comercio y la globalización. El problema no es la gente sino la codicia de las corporaciones empresariales y las asociaciones entre éstas y los estados con el fin de usurpar los recursos del pueblo y violar sus derechos fundamentales.”
Es pertinente entonces que asumamos este debate y clarifiquemos posiciones, a la par que avancemos hacia una propuesta político-ecológica dirigida a transformar –y ojalá revertir- la actual situación ambiental en la que se debate nuestro planeta.
Los orígenes de la Ecología como disciplina científica, los ubicamos en Alexander Von Humboldt quien desarrolla el estudio de las relaciones entre los distintos elementos de la naturaleza y los efectos de la actividad humana que alteraban, modificaban o destruían su “equilibrio”. Es en 1866, cuando hace su aparición en la literatura científica la palabra ecología, gracias al biólogo alemán Ernst Haeckel, autor de la “Historia de la creación natural” quien usa por vez primera el término “oekología”. Surge entonces la ecología como rama de las ciencias naturales, considerando las relaciones entre los seres vivos y su entorno (o ambiente), y tomando como objeto de estudio las relaciones entre los elementos, más que los elementos en sí mismos (C. Chevarok)3.
De partida debemos señalar que la lucha por la preservación de los ecosistemas4 no data de las últimas décadas, ha estado presente desde mucho antes, pues, ha sido un eje central en la acción de las comunidades campesinas e indígenas, frente a la serie de amenazas y agresiones que han sufrido en sus territorios por empresas sobre todo extractivistas que han buscado apropiarse de las riquezas naturales (madera, petróleo, minerales, agua…); esa lucha ha articulado la defensa de la biodiversidad y del patrimonio cultural de sus pueblos, a más de las exigencias de otras reivindicaciones sociales.
La especificidad de un movimiento ecologista a nivel mundial se asocia básicamente a organizaciones no gubernamentales, cuyo origen data de inicios del siglo pasado bajo un
precepto general de “conservación de la naturaleza dentro de parámetros razonables de lo que puede lograrse en el sistema económico” que les llevó a ser definido como un tipo
de “ecologismo establecido” (M. Castells)5. El auge del movimiento se ubica en la década de los sesenta del siglo XX, en donde se asume como tal y perfila un desarrollo teórico-político en torno a la problemática ambiental y las relaciones del ser humano con la naturaleza, que conlleva a establecer una diferencia sustancial entre ambientalismo y ecologismo: “el medioambientalismo aboga por una aproximación administrativa a los problemas medioambientales, convencido de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos de producción y consumo, mientras que el ecologismo mantiene que una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios radicales en nuestra relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y política” (Dobson, 1997)6. En otra caracterización de Ecología, Arne Naess (1973) plantea la distinción entre “Ecología Superficial” para referirse precisamente al ambientalismo o tendencia reformista y funcionarizada al sistema; y, la “Ecología Profunda”, que propone la transformación radical de la sociedad, cuestionándola severamente bajo los principios de la armonía y pertenencia del ser humano con la naturaleza; la igualdad Biocéntrica, el derecho a la diversidad cultural.
Este análisis de lo que representan las diversas tendencias nos llevan a ubicar el ecologismo en la ideología de izquierda y —salvando algunos matices— más precisamente en el marxismo. Esta afirmación es resaltada por Arancibia cuando inquiere:
“¿se puede ser ecologista sin ver la crisis del modelo productivo como la crisis general del sistema capitalista? ¿Podemos ser Marxistas sin ser ecologistas? ¿Es posible cualquier
forma de socialismo sin el hombre al compás de la naturaleza?”7. La corriente de la ecología política se sustenta precisamente en desentrañar el carácter depredador del capitalismo, las relaciones de poder que se ejercen con respecto al control de los recursos, la visión mercantilista de la biodiversidad y la usurpación del patrimonio de los pueblos, en el contexto histórico determinado por la globalización, esto es la fase imperialista; a la par desde la ecología política se plantea la necesidad de cambiar las estructuras político—económicas con el accionar y la resistencia de las comunidades y movimientos sociales (A. Bebbington, 2007). Estos elementos sustentan la tendencia política denominada Ecosocialismo, “una reformulación de la izquierda desde los postulados de una política radical que está posibilitando una convergencia entre ecologismo y socialismo” (A. Valencia)8, la propuesta gira en torno a establecer una dimensión ecológica de la política para significar el entendimiento de la vulnerabilidad de la naturaleza frente al accionar del ser humano y en particular producto de un sistema económico—social, los procesos ligados a la globalización y la reconfiguración del poder político, la soberanía y la pérdida de espacio del Estado—nación, la dimensión global de los riesgos y del daño ecológico que plantea la necesidad de soluciones globales.
Pretender por tanto una ecología desligada de un posicionamiento político claro, es mera falacia, “un auténtico movimiento ecologista sobre nuevas bases, como las aquí comentadas, es, por lo tanto, indudablemente político y partidario de justicia social.” (Miguel A. Navarro)9.
Más allá de los desencuentros o las carencias en las agendas políticas de los movimientos marxistas, es importante recuperar el sustento ideológico del ecologismo, que brevemente lo encontramos en los siguientes postulados:
• El materialismo dialéctico, sustento científico que nos permite comprender las leyes que rigen los fenómenos así como la interrelación entre sociedad humana y naturaleza, en oposición a las corrientes mecanicistas “...cualquier intención de acercamiento mínimamente serio a los temas planteados desde hace aproximadamente tres décadas por el pensamiento ecologista (agotamiento del suelo, disminución de la biodiversidad, niveles insostenibles de contaminación, cambio climático, etc.) obliga a retomar la senda del materialismo.” (J. Castillo)10.
• La concepción materialista de la naturaleza en su dimensión dialéctica e histórica, establece el concepto de metabolismo y de fractura metabólica entre sociedad humana y naturaleza, ésta última ocasionada por el sistema capitalista y que genera la alienación fundamental del ser humano con respecto a la tierra: “… la producción capitalista acumula, de una parte la fuerza histórica motriz de la sociedad, mientras que de otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra; es decir el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos … al mismo tiempo que destruye la salud física de los obreros … Por tanto, la producción capitalista no sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes
originales de toda riqueza: la tierra y el hombre” (Carlos Marx. El Capital, tomo I).
• Una redefinición de las relaciones del ser humano con la naturaleza, es decir un cuestionamiento a la visión antropocéntrica y mecanicista11 que concibe a la naturaleza como una mera fuente de recursos a ser explotados por el ser humano, además de poner a éste en el centro del universo. Un posicionamiento claro lo encontramos ya en la Dialéctica de la Naturaleza de Engels (1876): “No debemos lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Ésta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos[…] Todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como un
conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes y saber aplicarlas”. Marx por su parte cuestiona la lógica consumista y de acumulación del capitalismo: "La naturaleza se transforma en puro objeto para el hombre, en pura cosa utilitaria; deja de ser reconocida en tanto potencia para sí. Y el mismo conocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece solamente como argucia para someterla a sus propias necesidades, sea como objeto de consumo o como vehículo de producción"12.
• El análisis de los procesos de enajenación y explotación del ser humano y la naturaleza, que son dos caras de la misma moneda capitalista, así en los Manuscritos Económicos y
Filosóficos (1844) Marx señala: “Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir.
Que la vida física y espiritual del hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza… Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual… El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.”
• La economía política marxista que nos lleva a comprender los engranajes del sistema capitalista y su último estadio, el imperialismo. Bebbington señala que “no hay forma de entender la ecología sin entender primero la economía política; es decir, especificando las relaciones de poder y de desigualdad que determinan quiénes tienen acceso a los recursos naturales, quiénes no y quiénes pueden definir el uso de estos recursos”13. Foster señala que la preocupación de Marx al ocuparse de “la verdadera cuestión terrenal en su real dimensión”, era que “se privó a los pobres de tener cualquier relación con la naturaleza —ni siquiera para atender a su propia supervivencia— que no estuviera mediada por las instituciones de la propiedad privada”, y luego en El Capital plantea el “trato consciente y racional de la tierra como propiedad comunal permanente” que es, además, “la condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de las generaciones humanas”, en miras a la interacción metabólica entre el ser humano y la tierra, propiciando y preparando así el advenimiento de la sociedad comunista de productores asociados. “La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores libremente asociados, regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de
dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana” (C. Marx).
• Desde la ecología política se cuestiona “El fetichismo de la mercancía que enmascara en las cosas (en este caso abstractas: el dinero) las relaciones sociales que subyacen a la
producción también oculta y mistifica la relaciones socio-ambientales (sociedad-naturaleza) que subyacen, y más radicalmente todavía, a la producción. Si el trabajo como forma viva de la producción material humana es explotado y subordinado a la forma inerte y cosificada del capital; la naturaleza (los ecosistemas, las especies, la materia y la energía) sufren también un proceso de cosificación y explotación por el fetichismo de la mercancía capitalista. El mecanicismo y el humanismo antropocéntrico se fraguan, y al mismo tiempo son producto, de esta eclosión de la forma mercantil más poderosa, autónoma y abstracta que se ha conocido: el capital.- Si la naturaleza es un conjunto de recursos inertes y manipulables (manufacturable) en cualquier dirección (mecanismo); si
solo el hombre (y un tipo de hombre) es sujeto y tiene una existencia ontológicamente real (racionalismo humanista) y moralmente digna (antropocentrismo) están dadas todas las
condiciones culturales para que los valores naturales o sociales sean reducidos a meros valores mercantiles. Solo así será factible que toda relación social o socio—ambiental sea vista y contemplada como una relación mercantil.”14
• Por su parte el Manifiesto Ecosocialista15 señala: “Desde nuestro punto de vista, la crisis ecológica y las crisis de ruptura social están intensamente interrelacionadas y deben
considerarse manifestaciones diversas de las mismas fuerzas estructurales. La primera surge en líneas generales de una industrialización desenfrenada que abruma la capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización ecológica. La segunda proviene de la forma de imperialismo conocida como mundialización (o “globalización”), con sus efectos desintegradores de las sociedades que se interponen en su trayectoria. Por lo demás, esas fuerzas subyacentes son esencialmente aspectos distintos del mismo impulso que es el dinamismo central que mueve al conjunto: la expansión del sistema
capitalista mundial.”
• Como desenlace lógico, entendiendo las causas originarias de la devastación ambiental, la propuesta política es terminar con el régimen del capital-mercado y avanzar en la construcción de una sociedad radicalmente diferente en su estructura económico-social, en su interrelación con la naturaleza, en su comportamiento ético. Por tanto, “la lucha ecologista es, y debe ser, una lucha de clases. Hoy, tras la mala experiencia de un ecologismo reformista, pactista, burocrático e integrado, resulta evidente que sus preocupaciones entran de lleno en la agenda de cuentas urgentes que el proletariado debe pedir al Capital en su proceso revolucionario. Pues es la clase trabajadora, obrera y campesina, la primera víctima del Imperialismo, doblemente sacrificada no ya sólo en cuanto que explotada laboralmente, sino en cuanto desahuciada en sus posibilidades mismas de supervivencia y autosuficiencia.” 16
Para finalizar, el recuento que antecede, busca contribuir a un primer punteo de las ideas centrales del debate, debiendo señalar la importancia de profundizar tanto en las raíces
mismas de la formulación teórica como en las nuevas situaciones que se presentan en la actual época. Por otra parte, cabe sistematizar las experiencias del movimiento ecologista y de la lucha de las comunidades campesinas e indígenas, sus distintas vertientes y propuestas, a lo largo y ancho del planeta, que constituyen procesos significativos en la lucha anticapitalista.
NOTAS del texto:Es precisamente desde ese bando que se genera toda una ofensiva ideológica para convencernos por un lado de la escasez de los recursos naturales y por otro de las culpas compartidas de igual a igual entre el ciudadano común y las grandes corporaciones, entonces pregonan las buenas prácticas ciudadanas pero no suscriben el Protocolo de Kyoto (pese a ser insuficiente), nos culpabilizan del consumo innecesario pero a la vez lo fomentan para asegurar su lucro privado, sus toneladas de desechos tóxicos los arrojan a diario en cualquier territorio pero son partidarios de sancionar al individuo que arroja basura en la calle. Con ello de ninguna manera justificamos los malos hábitos de las personas y hay que concienciar sobre el tema, sin embargo, como lo señala M. Lowy1 “eso responsabiliza a los individuos y redime al sistema. Es verdad que el consumo de los individuos es un problema, pero el consumo del sistema capitalista, del militarismo capitalista, de la lógica de la acumulación de capital es mucho mayor. Entonces, en lugar de pregonar la auto—limitación (autocontención) individual, es necesario llamar a la organización para luchar contra el sistema capitalista; esa debe ser nuestra respuesta”.
V. Shiva2 en su análisis señala precisamente que “el problema no son los recursos naturales sino el libre comercio y la globalización. El problema no es la gente sino la codicia de las corporaciones empresariales y las asociaciones entre éstas y los estados con el fin de usurpar los recursos del pueblo y violar sus derechos fundamentales.”
Es pertinente entonces que asumamos este debate y clarifiquemos posiciones, a la par que avancemos hacia una propuesta político-ecológica dirigida a transformar –y ojalá revertir- la actual situación ambiental en la que se debate nuestro planeta.
Los orígenes de la Ecología como disciplina científica, los ubicamos en Alexander Von Humboldt quien desarrolla el estudio de las relaciones entre los distintos elementos de la naturaleza y los efectos de la actividad humana que alteraban, modificaban o destruían su “equilibrio”. Es en 1866, cuando hace su aparición en la literatura científica la palabra ecología, gracias al biólogo alemán Ernst Haeckel, autor de la “Historia de la creación natural” quien usa por vez primera el término “oekología”. Surge entonces la ecología como rama de las ciencias naturales, considerando las relaciones entre los seres vivos y su entorno (o ambiente), y tomando como objeto de estudio las relaciones entre los elementos, más que los elementos en sí mismos (C. Chevarok)3.
De partida debemos señalar que la lucha por la preservación de los ecosistemas4 no data de las últimas décadas, ha estado presente desde mucho antes, pues, ha sido un eje central en la acción de las comunidades campesinas e indígenas, frente a la serie de amenazas y agresiones que han sufrido en sus territorios por empresas sobre todo extractivistas que han buscado apropiarse de las riquezas naturales (madera, petróleo, minerales, agua…); esa lucha ha articulado la defensa de la biodiversidad y del patrimonio cultural de sus pueblos, a más de las exigencias de otras reivindicaciones sociales.
La especificidad de un movimiento ecologista a nivel mundial se asocia básicamente a organizaciones no gubernamentales, cuyo origen data de inicios del siglo pasado bajo un
precepto general de “conservación de la naturaleza dentro de parámetros razonables de lo que puede lograrse en el sistema económico” que les llevó a ser definido como un tipo
de “ecologismo establecido” (M. Castells)5. El auge del movimiento se ubica en la década de los sesenta del siglo XX, en donde se asume como tal y perfila un desarrollo teórico-político en torno a la problemática ambiental y las relaciones del ser humano con la naturaleza, que conlleva a establecer una diferencia sustancial entre ambientalismo y ecologismo: “el medioambientalismo aboga por una aproximación administrativa a los problemas medioambientales, convencido de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos de producción y consumo, mientras que el ecologismo mantiene que una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios radicales en nuestra relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y política” (Dobson, 1997)6. En otra caracterización de Ecología, Arne Naess (1973) plantea la distinción entre “Ecología Superficial” para referirse precisamente al ambientalismo o tendencia reformista y funcionarizada al sistema; y, la “Ecología Profunda”, que propone la transformación radical de la sociedad, cuestionándola severamente bajo los principios de la armonía y pertenencia del ser humano con la naturaleza; la igualdad Biocéntrica, el derecho a la diversidad cultural.
Este análisis de lo que representan las diversas tendencias nos llevan a ubicar el ecologismo en la ideología de izquierda y —salvando algunos matices— más precisamente en el marxismo. Esta afirmación es resaltada por Arancibia cuando inquiere:
“¿se puede ser ecologista sin ver la crisis del modelo productivo como la crisis general del sistema capitalista? ¿Podemos ser Marxistas sin ser ecologistas? ¿Es posible cualquier
forma de socialismo sin el hombre al compás de la naturaleza?”7. La corriente de la ecología política se sustenta precisamente en desentrañar el carácter depredador del capitalismo, las relaciones de poder que se ejercen con respecto al control de los recursos, la visión mercantilista de la biodiversidad y la usurpación del patrimonio de los pueblos, en el contexto histórico determinado por la globalización, esto es la fase imperialista; a la par desde la ecología política se plantea la necesidad de cambiar las estructuras político—económicas con el accionar y la resistencia de las comunidades y movimientos sociales (A. Bebbington, 2007). Estos elementos sustentan la tendencia política denominada Ecosocialismo, “una reformulación de la izquierda desde los postulados de una política radical que está posibilitando una convergencia entre ecologismo y socialismo” (A. Valencia)8, la propuesta gira en torno a establecer una dimensión ecológica de la política para significar el entendimiento de la vulnerabilidad de la naturaleza frente al accionar del ser humano y en particular producto de un sistema económico—social, los procesos ligados a la globalización y la reconfiguración del poder político, la soberanía y la pérdida de espacio del Estado—nación, la dimensión global de los riesgos y del daño ecológico que plantea la necesidad de soluciones globales.
Pretender por tanto una ecología desligada de un posicionamiento político claro, es mera falacia, “un auténtico movimiento ecologista sobre nuevas bases, como las aquí comentadas, es, por lo tanto, indudablemente político y partidario de justicia social.” (Miguel A. Navarro)9.
Más allá de los desencuentros o las carencias en las agendas políticas de los movimientos marxistas, es importante recuperar el sustento ideológico del ecologismo, que brevemente lo encontramos en los siguientes postulados:
• El materialismo dialéctico, sustento científico que nos permite comprender las leyes que rigen los fenómenos así como la interrelación entre sociedad humana y naturaleza, en oposición a las corrientes mecanicistas “...cualquier intención de acercamiento mínimamente serio a los temas planteados desde hace aproximadamente tres décadas por el pensamiento ecologista (agotamiento del suelo, disminución de la biodiversidad, niveles insostenibles de contaminación, cambio climático, etc.) obliga a retomar la senda del materialismo.” (J. Castillo)10.
• La concepción materialista de la naturaleza en su dimensión dialéctica e histórica, establece el concepto de metabolismo y de fractura metabólica entre sociedad humana y naturaleza, ésta última ocasionada por el sistema capitalista y que genera la alienación fundamental del ser humano con respecto a la tierra: “… la producción capitalista acumula, de una parte la fuerza histórica motriz de la sociedad, mientras que de otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra; es decir el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos … al mismo tiempo que destruye la salud física de los obreros … Por tanto, la producción capitalista no sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes
originales de toda riqueza: la tierra y el hombre” (Carlos Marx. El Capital, tomo I).
• Una redefinición de las relaciones del ser humano con la naturaleza, es decir un cuestionamiento a la visión antropocéntrica y mecanicista11 que concibe a la naturaleza como una mera fuente de recursos a ser explotados por el ser humano, además de poner a éste en el centro del universo. Un posicionamiento claro lo encontramos ya en la Dialéctica de la Naturaleza de Engels (1876): “No debemos lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Ésta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos[…] Todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como un
conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes y saber aplicarlas”. Marx por su parte cuestiona la lógica consumista y de acumulación del capitalismo: "La naturaleza se transforma en puro objeto para el hombre, en pura cosa utilitaria; deja de ser reconocida en tanto potencia para sí. Y el mismo conocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece solamente como argucia para someterla a sus propias necesidades, sea como objeto de consumo o como vehículo de producción"12.
• El análisis de los procesos de enajenación y explotación del ser humano y la naturaleza, que son dos caras de la misma moneda capitalista, así en los Manuscritos Económicos y
Filosóficos (1844) Marx señala: “Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir.
Que la vida física y espiritual del hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza… Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual… El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.”
• La economía política marxista que nos lleva a comprender los engranajes del sistema capitalista y su último estadio, el imperialismo. Bebbington señala que “no hay forma de entender la ecología sin entender primero la economía política; es decir, especificando las relaciones de poder y de desigualdad que determinan quiénes tienen acceso a los recursos naturales, quiénes no y quiénes pueden definir el uso de estos recursos”13. Foster señala que la preocupación de Marx al ocuparse de “la verdadera cuestión terrenal en su real dimensión”, era que “se privó a los pobres de tener cualquier relación con la naturaleza —ni siquiera para atender a su propia supervivencia— que no estuviera mediada por las instituciones de la propiedad privada”, y luego en El Capital plantea el “trato consciente y racional de la tierra como propiedad comunal permanente” que es, además, “la condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de las generaciones humanas”, en miras a la interacción metabólica entre el ser humano y la tierra, propiciando y preparando así el advenimiento de la sociedad comunista de productores asociados. “La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores libremente asociados, regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de
dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana” (C. Marx).
• Desde la ecología política se cuestiona “El fetichismo de la mercancía que enmascara en las cosas (en este caso abstractas: el dinero) las relaciones sociales que subyacen a la
producción también oculta y mistifica la relaciones socio-ambientales (sociedad-naturaleza) que subyacen, y más radicalmente todavía, a la producción. Si el trabajo como forma viva de la producción material humana es explotado y subordinado a la forma inerte y cosificada del capital; la naturaleza (los ecosistemas, las especies, la materia y la energía) sufren también un proceso de cosificación y explotación por el fetichismo de la mercancía capitalista. El mecanicismo y el humanismo antropocéntrico se fraguan, y al mismo tiempo son producto, de esta eclosión de la forma mercantil más poderosa, autónoma y abstracta que se ha conocido: el capital.- Si la naturaleza es un conjunto de recursos inertes y manipulables (manufacturable) en cualquier dirección (mecanismo); si
solo el hombre (y un tipo de hombre) es sujeto y tiene una existencia ontológicamente real (racionalismo humanista) y moralmente digna (antropocentrismo) están dadas todas las
condiciones culturales para que los valores naturales o sociales sean reducidos a meros valores mercantiles. Solo así será factible que toda relación social o socio—ambiental sea vista y contemplada como una relación mercantil.”14
• Por su parte el Manifiesto Ecosocialista15 señala: “Desde nuestro punto de vista, la crisis ecológica y las crisis de ruptura social están intensamente interrelacionadas y deben
considerarse manifestaciones diversas de las mismas fuerzas estructurales. La primera surge en líneas generales de una industrialización desenfrenada que abruma la capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización ecológica. La segunda proviene de la forma de imperialismo conocida como mundialización (o “globalización”), con sus efectos desintegradores de las sociedades que se interponen en su trayectoria. Por lo demás, esas fuerzas subyacentes son esencialmente aspectos distintos del mismo impulso que es el dinamismo central que mueve al conjunto: la expansión del sistema
capitalista mundial.”
• Como desenlace lógico, entendiendo las causas originarias de la devastación ambiental, la propuesta política es terminar con el régimen del capital-mercado y avanzar en la construcción de una sociedad radicalmente diferente en su estructura económico-social, en su interrelación con la naturaleza, en su comportamiento ético. Por tanto, “la lucha ecologista es, y debe ser, una lucha de clases. Hoy, tras la mala experiencia de un ecologismo reformista, pactista, burocrático e integrado, resulta evidente que sus preocupaciones entran de lleno en la agenda de cuentas urgentes que el proletariado debe pedir al Capital en su proceso revolucionario. Pues es la clase trabajadora, obrera y campesina, la primera víctima del Imperialismo, doblemente sacrificada no ya sólo en cuanto que explotada laboralmente, sino en cuanto desahuciada en sus posibilidades mismas de supervivencia y autosuficiencia.” 16
Para finalizar, el recuento que antecede, busca contribuir a un primer punteo de las ideas centrales del debate, debiendo señalar la importancia de profundizar tanto en las raíces
mismas de la formulación teórica como en las nuevas situaciones que se presentan en la actual época. Por otra parte, cabe sistematizar las experiencias del movimiento ecologista y de la lucha de las comunidades campesinas e indígenas, sus distintas vertientes y propuestas, a lo largo y ancho del planeta, que constituyen procesos significativos en la lucha anticapitalista.
1. Michael Löwy, Ecología y socialismo. Edición digital de la Fundación Andreu
Nin, enero 2007.
2. Vandana Shiva: Las guerras por los recursos naturales. IPS – Red Latinoamericana
Tierramérica, 2006
3. Claudio Crevarok, El capitalismo y la Crisis Ecológica. Revista LUCHA
DE CLASES, Nro. 6, junio de 2006, pp. 235-246.
4. Asumimos la noción de Ecosistema: “una unidad delimitada espacial y temporalmente,
integrada por un lado, por los organismos vivos y el medio en
que éstos se desarrollan, y por otro, por las interacciones de los organismos
entre sí y con el medio. En otras palabras, el ecosistema es una unidad formada
por factores bióticos y abióticos en la que existen interacciones vitales,
fluye la energía y circula la materia.” Por otra parte, “Podemos ver a todas
las especies de la tierra, junto con sus ambientes, como un vasto ecosistema
que llamamos Biósfera. Los ecosistemas locales son unidades con
sostenibilidad, pero sus relaciones globales forman la biosfera.” (A. Carreño,
Universidad Nacional de Colombia, 2004)
5. Manuel Castells, El reverdecimiento del yo: el movimiento ecologista. Instituto
de Estudios Sociales Avanzados (CSIC) de Barcelona, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
com/articulos/Castells5.htm
6. Citado por Angel Valencia Sáiz (Universidad 100de Málaga). Reseña del libro
“La izquierda verde”. ”Fundació Nous Horitzonts” – Altersocialismo,
Marzo 2007.
7. Raúl Arancibia, Engels y Marx antes que Cousteau. Revista Electrónica
Rebelión, 2007.
8. Angel Valencia Sáiz (Universidad de Málaga): Pensar una sociedad sostenible
en el siglo XXI. VII Congreso Español de Ciencia Política y de la Administración:
Democracia y Buen Gobierno, 2006.
9. Miguel Ángel Navarro Navarro, Ecología y Paradigmas: Hacia una Cosmología
de Procesos. Universidad de Guadalajara. Revista de la Educación
Superior No. 105.
10. Jesús Castillo Lozano (Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de
Filosofía, 2004): comentario a la obra de J. B. Foster La ecología de Marx,
quien señala que la intención y finalidad del autor no es “enverdecer a Marx”
con el fin de hacer que resulte “ecológicamente correcto” La finalidad es, antes
bien, destacar las debilidades que aquejan a la teoría verde contemporánea,
como consecuencia de no haber aceptado las formas de pensamiento
materialistas y dialécticas que, en un período en el que se produjo el auge
revolucionario de la sociedad capitalista, empezó por llevar al descubrimiento
de la ecología (y, lo que es más importante, de la socio-ecología).
11. La crítica ecológica y filosófica de la modernidad instrumental acostumbra a
recordar, para estigmatizar la voluntad de dominación y el instrumentalismo,
la exhortación de Descartes a hacer del ser humano propietario absoluto de
la naturaleza, disponiendo sobre ella de un jus fructi, utendi et abutendi.
También recuerda frecuentemente la extraña declaración de Bacon comparando
a la naturaleza con una prostituta a la que, según él, no habría que
dudar en golpear y maltratar. En su nacimiento, la ciencia moderna, racionalista
o empirista, no puso freno -es lo menos que puede decirse- a la toma
por asalto de la naturaleza.” Alain Caillé, Treinta tesis para una nueva zquierda.
Iniciativa Socialista, número 47, diciembre 1997.
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13. Anthony Bebbington, Elementos para una Ecología Política. Revista Electrónica
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14. E. Morin, A cerca del Paradigma Ecológico
15. El Manifiesto Ecosocialista es producto de un taller sobre Ecología y Socialismo
celebrado en Vincennes, cerca de París, en septiembre de 2001.
16. Carlos X. Blanco, 2008. Artículo sobre Marxismo y Ecologismo. Revista
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