Foro Comunista

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    Vivienda en la URSS

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    Mensaje por carlosms Jue Ene 13, 2011 7:13 pm

    Como no encuentro nada relacionado con esto, lo publico aqui.
    Siempre he oido la frase: "Cada uno trabaja lo que puede y gana lo que necesita"
    De ahí he recibido varias preguntas por parte de compañeros como:
    -¿Como se hacia el reparto de viviendas?
    -¿Se podia desauciar a alguien para darle la casa a alguien que la necesitase mas? que pasaba entonces con el primer inquilino?
    -¿Se podian heredar?
    Porfavor contad todo lo que sepais!

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    Mensaje por NSV Liit Vie Ene 14, 2011 12:59 am

    carlosms escribió:Como no encuentro nada relacionado con esto, lo publico aqui.
    Siempre he oido la frase: "Cada uno trabaja lo que puede y gana lo que necesita"
    De ahí he recibido varias preguntas por parte de compañeros como:
    -¿Como se hacia el reparto de viviendas?
    -¿Se podia desauciar a alguien para darle la casa a alguien que la necesitase mas? que pasaba entonces con el primer inquilino?
    -¿Se podian heredar?
    Porfavor contad todo lo que sepais!

    :sovflag: :stalin:

    Yo estuve hablando una vez del tema con una amiga húngara que vivió la época comunista. No hablamos de la URSS, claro, sino de Hungría. Así que no sé hasta qué punto sería aplicable a este caso, pero bueno, al información que recuerdo la digo, por si sirve de algo (a algunas preguntas no conozco la respuesta).

    Como no había propiedad privada del suelo, los pisos no eran propiedad privada. Pero en la práctica tampoco se cambiaba brutalmente a los inquilinos, lo que en la práctica quería decir que una familia casi poseía una casa (o dos, ya que era habitual tener también una casa de campo). Por ejemplo los hijos recibían la casa de sus padres de manera natural. Si sus padres estaban vivos, recibían otra. No se heredaba realmente porque no existía la propiedad privada, aunque lo normal era que si por ejemplo un hijo vivía con los padres, y estos morían, él recibía la casa de los padres (aunque no era propiedad suya).

    En realidad toda la población vivía de alquiler (el propietario era el estado), pero había que pagar muy poco, casi nada, igual que los gastos de piso eran mínimos.


    Lo de desauciar a alguien, dos cosas. Las clases propietarias fueron desauciadas al llegar el comunismo. Los que tenían diversas propiedades las perdieron y gente sin hogar recibió alojamiento en esos lugares. Sobre todo los primeros años,en los que había gran escasez de viviendas (hablamos de finales de los 40, y los efectos de la 2GM eran todavía evidentes), podía pasar facilmente que se obligara a un burgués a que habitara una habitación de su casa, el resto de las habitaciones las ocupaban familias pobres. Luego, según fuera mejorando la situación económica, me imagino que la mayoría de estas familias acabarían en bloques de viviendas construidos durante la época comunista.

    Si una familia era anticomunista y sus miembros realizaban actividades graves en contra del régimen podían perder el derecho a usar la casa que habitaran (que podía ser su antigua casa expropiada por el estado). De todas formas esta era una medida muy radical tomada en pocos casos. Por ejemplo yo conozco húngaros que antes de la llegada del comunismo eran clase alta y nunca fueron expulsados de su casa familiar, y eso que hubo miembros en su familia que tuvieron un importante papel en el gobierno fascista, y luego, claro está, emigraron.

    Cuando una familia perdía "su casa" por esta razón, por supuesto recibía otra, solo que solía ser de peor calidad.

    Recuerdo también que este amigo me comentó que la asignación de pisos dependía de los miembros de la familia y del tamaño, por ejemplo, a cada persona le correspondían, no sé, 15 metros (este dato me lo estoy inventando). Entonces a una familia de tres miembros del correspondía más o menos una casa de 45 metros, a una de dos una de 30 metros y a una de un miembro, una habitación pequeña. Me imagino además que dependiendo del trabajo o la posición social uno podía recibir mejores viviendas.

    Siento no poder dar mas información. La verdad es que es un tema muy interesante. Pero en cuanto pueda le preguntaré a mis conocidos sobre la cuestión.

    Salud
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    Mensaje por Jucheano Sáb Ene 15, 2011 5:26 am

    En la URSS la propiedad era socialista, propiedad del pueblo gestionada por el estado. La vivienda era gratuita y se asignaba según las necesidades. No se asignaban 14 viviendas a uno que lo pidiese y a otros se les dejaba en la calle. No existían las hipotecas bancarias ni los bancos privados por lo que no había que hipotecar 20,30 o 40 años pagando la mitad de un sueldo o más, como ocurre en el capitalismo, donde el banco cobra intereses y si no pagas, te desaucian porque el verdadero propietario es el banco, los burgueses. El derecho socialista garantizaba el usufructo de la vivienda de por vida, con posibilidad de herencia en usufruto por los hijos y la inviolabilidad del domicilio era un derecho constitucional, la ley te protegía. También existía la propiedad colectiva, donde por ejemplo existían viviendas de los koljós y si cambiabas de trabajo o te ibas a la ciudad dejabas tu vivienda y recibias otra allí donde te mudabas, sin coste alguno. Los sindicatos tenían propiedades inmobiliarias, incluidos hoteles, campig y balnearios de descanso y disfrute. Los pioneros tenían sus palacios y albergues y así todas las organizaciones sociales. Todas estas propiedades fueron confiscadas por los capitalistas tras la contrarevolución. En el socialismo todo lo que veías sabias que era tuvo, para tu uso y disfrute, pero claro un coche o furgoneta se dejaba mejor como ambulancia que darselo a unos chicos para que hicieran trompos. A los trabajadores destacados se les podía premiar con un coche turismo privado lo cual va en relación a su mayor aporte a la sociedad y no a un lotería, un posado en Interviú o un consurso televisivo con preguntas bobas. en fin no me enrollo más que aburro.
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    Mensaje por The Red Hammer Mar Ene 18, 2011 7:04 pm

    ¿Podrían poner un ejemplo de "actividad grave en contra del régimen"?

    Para ubicarme más o menos en un posible caso de quitarle la casa a alguna familia anticomunista.
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    Mensaje por relojandante Mar Nov 15, 2011 6:37 pm

    ¿De verdad no hay más información?

    No lo entiendo, la vivienda es una de las grandes ventajas del socialismo respecto al capitalismo y en este foro solo hay una página hablando sobre ella. En la red tampoco no hay casi nada
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    Mensaje por EH Gorria Miér Nov 16, 2011 10:22 pm

    IEP:

    Este es un articulo realizado por los camaradas del blog, La Conquista de la Civilización Socialista. Titulado, "FRENTE A LA ESPECULACIÓN Y LA CORRUPCIÓN INMOBILIARIA: ¡EXPROPIACIÓN EN BENEFICIO DE LA CLASE TRABAJADORA¡", del 7 de junio del 2006.

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    Mensaje por alguien Jue Nov 17, 2011 12:24 am

    Este artículo es muy completo y minucioso,se encontraba en la fallecida página "leninismo.org", y por lo visto era de un folleto de Ria Novosti de 1981, de Aleksandr Andreiev. Toca el tema mencionado, y además se extiende mucho más en aspectos menos conocidos, ya que se centra en la construcción.

    No escatima en datos para explicar como funcionaba el tema de la vivienda en la Unión Soviética:



    La construcción de viviendas en la URSS

    1. El problema de la vivienda: soluciones soviéticas.

    Tengo delante de mí una carta de Albert Jerbert, estudiante de Dijon, Francia. Después de haber leído el texto de la nueva Constitución soviética y los comentarios de la APN, sobre sus distintos artículos, nos escribió lo siguiente: "Me parece que ustedes han alcanzado un progreso realmente significativo y, por esa razón, no comprendo para qué incluir en la Constitución cosas tan elementales para cualquier país civilizado. El derecho a la vivienda, por ejemplo. ¿Qué me da? Si tengo dinero, puedo alquilar un apartamento adecuado o construirme una casa sin ese artículo en la Constitución; pero, si no lo tengo, este derecho no me sirve para nada...".

    En efecto, cuando la vivienda es objeto de compraventa, el derecho de los ciudadanos a tenerla no es más que una ficción, y, por lo visto, todo se torna precisamente así como escribe A. Jerbert. Pero sucede que en la URSS el Estado facilita, a sus ciudadanos, apartamentos gratis. Y no los reciben quienes más dinero tienen, sino aquellos que los necesitan de verdad.

    Por encima de todo lo demás, esto significa también lo siguiente: viviendo en un apartamento bueno y que corresponde al estándar moderno, uno no puede recibir otro ni pagando el precio más fabuloso; tampoco puede ingresar en una cooperativa de construcción de viviendas ni construir una casa particular (salvo que sea una casa de campo y no residencia fija).

    Algún millonario dirá que es una injusticia: ¿Qué es esto? ¿Tener dinero y no poder comprar ni construir casa? Pero a nosotros esto nos parece muy normal. Lo anormal es lo que pasa en cualquier país capitalista, donde unos viven en palacetes y otros en cuchitriles.

    En los últimos veinte años los soviéticos han recibido 50 millones de apartamentos. Desde 1956, cuando en el país se construyeron 2 millones 200 mil apartamentos nuevos, se puede decir que lo que se construye cada año equivale a una ciudad como Moscú o París.

    Pero las nuevas construcciones, incluso las más extensas, no significan de por sí una solución cardinal del problema de la vivienda. En los países más desarrollados de Occidente, corresponden per capita no menos y en algunos lugares hasta más viviendas que en la URSS, pero tener un apartamento confortable y moderno es ahí un sueño irrealizable para muchas personas. La gente no tiene donde vivir, aunque muchos inmuebles permanecen vacíos por ser imposible alquilarlos o comprarlos. Los soviéticos de edad avanzada conocen bien esa situación: en Rusia, antes de la revolución, un rico se alojaba con su familia en un palacete de 40 habitaciones y los obreros de su fábrica, disponían de menos metros de superficie habitable que aquellos que los esperaban en el cementerio.

    Es por eso que la Constitución de la URSS contempla el desarrolla del fondo inmobiliario y la distribución equitativa de la vivienda, así como el precio módico del alquiler (el cual, a propósito sea dicho, no ha subido en el país desde 1928). Sin ninguno de estos tres factores el derecho a la vivienda se pondría en entredicho, por dejar de ser accesible, bajo las mismas condiciones, a cada familia.

    La nueva Constitución no modifica el sistema, que se ha gestado en el país, para resolver el problema de la. vivienda. No hace falta suprimir lo que se justifica por completo y lo que ha permitido a la Unión Soviética llevar a la práctica, antes que cualquier país capitalista, la consigna de "un apartamento confortable a cada familia".

    Obtendremos una suma igual a 25,7 mil millones, que supera en una vez y media las asignaciones para la defensa.

    El derecho a la vivienda se fundamenta en el artículo 44 de la Constitución de la URSS, el cual se complementa de modo sustancial con el artículo 55 que trata de la inviolabilidad del domicilio: "Nadie podrá penetrar en el (domicilio) ajeno sin fundamento legal contra la voluntad de sus moradores". Artículos análogos contienen también las constituciones de los Estados capitalistas. Pero no impiden a los propietarios de casas echar a la calle a los inquilinos que no pueden pagarles el alquiler que aumenta sin cesar. En la URSS no se desaloja a falta de pago. Ni siquiera el que da en arriendo su casa particular o apartamento tiene derecho a desalojar al inquilino sin que lo autorice un tribunal. Por infringir esta regla, se abre un proceso judicial.

    Ahora bien, estas garantías del derecho a la vivienda no significan que cada familia tenga ya un apartamento que satisfaga por completo sus necesidades. El Estado soviético no puede todavía dárselo a todos. ¿Cómo así? — pensará el lector comparando el ritmo de la construcción de viviendas con el del crecimiento demográfico—. Realmente, ahora en la URSS se construyen —cada cinco años— tres veces más viviendas de las existentes en todas las ciudades de Rusia, antes de la revolución de 1917. El fondo inmobiliario aumenta con mayor rapidez que el número de la población. No obstante...

    Hay que recordar que el nivel del que se partió fue tremendamente bajo. En 1913 —año en que la economía prerrevolucionaria alcanzó su máximo ascenso— más del 50 por ciento de las familias obreras de Petersburgo se cobijaban en casas de vecindad, donde no disponían siquiera de una habitación por cada una. Los tejedores de Ivánovo, los mineros de Donbás, los petroleros de Bakú vivían en chozas, sótanos, cuevas.

    Durante la guerra civil y la intervención extranjera (1918-1920) fue destruida una quinta parte de las viviendas del país. Empezar a construir en masa era económicamente imposible. Como primera fase, se hizo una redistribución del fondo inmobiliario existente. Por un decreto especial, con fecha del 20 de agosto de 1918, fueron expropiadas y entregadas a los Soviets urbanos las casas de los grandes propietarios, a las cuales se mudaron obreros que habían vivido en sótanos y suburbios. También tuvieron que estrecharse los dueños de palacetes y de apartamentos de lujo. Solamente en Moscú y Petrogrado (antiguo Petersburgo y desde 1924, Leningrado) más de un millón de ciudadanos se trasladaron a las viviendas confortables, en que había residido holgadamente la burguesía. En vista de que el problema de la vivienda era muy agudo, el Consejo de Comisarios del Pueblo (gobierno) acordó también limitar la superficie habitable a sus integrantes (que fuese no más de una pieza por cada miembro de la familia).

    En el período de la reconstrucción de la economía nacional y durante los primeros dos quinquenios y medio (1929-1940), el fondo inmobiliario urbano aumentó en casi el 150 por ciento. En la práctica esto significaba que por cada familia había ya una habitación. Pero la guerra de 1941-1945, que dejó sin techo a 25 millones de ciudadanos soviéticos, volvió a agravar el problema de la vivienda...

    Puedo citar mis propias viviendas. Durante la primera década posbélica mis padres y yo nos alojábamos en una habitación de 17 metros cuadrados, en una casa situada en el centro de Moscú. Además de nosotros, en el mismo apartamento destinado, en realidad, a una sola familia, vivían cuatro más. De 44 compañeros míos de la escuela, 42 tenían condiciones similares.

    Ahora que han pasado tan sólo 25 años la situación es completamente distinta. Un apartamento confortable por familia es lo normal. Los que no lo tienen aún, lo demandan, elevan quejas al respecto y no aceptan cualquier solución que se les proponga para mejorar sus condiciones de vivienda. Pero no se ha alcanzado todavía el nivel que aspiramos a tener. Queremos vivir mejor y así Será. Para calificar la situación actual, tratemos de darnos cuenta de si es poco saber que el Estado hace todo lo posible por mejorar las condiciones de vivienda de sus ciudadanos; que los apartamentos jamás serán objeto de comercialización; que los alquileres no subirán y que si uno tiene que esperar que se le entregué un apartamento nuevo, es porque hay conciudadanos que lo necesitan antes.

    El Estado soviético jamás asume compromisos ilusorios, y siempre cumple los que asume. Ahí está la esencia del artículo de la Constitución que proclama el derecho a la vivienda.

    Tres de cada cuatro apartamentos se construyen en la URSS a cuenta del Estado; uno, a cargo de los koljoses y de personas particulares con la asistencia de un crédito estatal y ciertas facilidades para amortizarlo. Como ni la primera ni la segunda forma aportan beneficios al Estado, y el estándar de la vivienda se ha elevado cuatro veces en los últimos tres lustros, el fisco tiene que destinar cada vez más recursos para la solución del problema de la vivienda. En el presupuesto de 1981, las asignaciones a la construcción de viviendas suman 18.500 millones de rublos. Además, cada año el Estado invierte 7 mil millones de rublos en el mantenimiento del fondo inmobiliario (el pago del alquiler que aportan los inquilinos cubre sólo un tercio de los gastos necesarios).

    2. Sobre la base de la industrialización

    Es difícil imaginarse cuánto tiempo habría tenido que esperar la gente para recibir buenas viviendas nuevas, si el país no hubiese creado una potente base técnica para la construcción de éstas y empresas especializadas capaces de utilizarla con eficacia.

    La producción industrial de edificios sólo es eficiente si éstos se arman con elementos prefabricados estándar.

    La edificación de montaje integral (los elementos se producen en fábricas, y en las obras sólo se ensamblan) se ha hecho preponderante en la construcción de viviendas. Casi la mitad de las construcciones municipales y cooperativas se realizan por este método.

    No hace falta abundar en detalles para explicarlo. Basta con echar un vistazo a dos obras vecinas: una casa de ladrillos y otra de elementos prefabricados. Cuando en la primera los albañiles ponen ladrillos en el primer piso, en la segunda se acopla ya el último bloque del duodécimo. Los especialistas han calculado que el trabajo empleado en la segunda obra, si se compara con la primera, equivale a la mitad. Es evidente, que en una fábrica, con instalaciones tecnológicas especiales, se obtienen elementos estandarizados tanto por sus dimensiones como por su calidad. Sus características se conocen de antemano. Los constructores sólo ensamblan los elementos prefabricados, sin ocuparse de preparar los materiales.

    La edificación de montaje integral (a base de paneles, grandes bloques, etc.) es actualmente la tendencia más eficaz y de mayores perspectivas. Pero esto no significa que hayamos renunciado al empleo de ladrillos y otros materiales de pequeñas dimensiones. Se trata de algo diferente: de mejorar continuamente las estructuras de los edificios de ladrillo y de utilizar nuevos materiales a la vez. Así, los cálculos demuestran que la construcción de los muros exteriores de ladrillos con tres capas, empleando como termoaislantes materiales poliméricos y porosos, disminuye en un 25 por ciento el gasto de ladrillos y es en un 15 por ciento menos trabajosa.

    También sigue empleándose la madera. La prefabricación de casas de este material, tradicional en la construcción desde tiempos remotos, se desarrolla a buen ritmo. Claro que en las ciudades predomina la construcción con grandes paneles.

    Actualmente en la URSS hay más de 400 empresas que fabrican grandes paneles para la construcción de viviendas. Preparan materiales para más de 51 millones de metros cuadrados de superficie habitable al año.

    Otra cifra sugestiva. Hoy en día, una brigada vanguardista, de una de las empresas mencionadas, construye al año por encima de 50.000 metros cuadrados de vivienda (o sea, más de 1000 apartamentos). De ejemplo puede servirnos la brigada que dirige V. Kópelev, Héroe del Trabajo Socialista. Es de la empresa de casas prefabricadas Nº1 de Moscú. Con un rendimiento de trabajo parecido, 900 brigadas como ésta —varias decenas de miles de hombres, nada más — construirían en un año una ciudad para tres millones de habitantes.

    Se sobrentiende que aseguran tan elevados resultados no sólo los bienes de equipo, sino también una organización ejemplar del trabajo. Por lo tanto, la difusión y transmisión de la experiencia adquirida, se considera en la URSS, una tarea de suma importancia: permite elevar la eficacia y mejorar la calidad de la edificación.

    Los arquitectos mostraban —al principio— cierta resistencia sobre la industrialización de la construcción. Algunos de ellos afirmaban que impediría crear conjuntos arquitectónicos de buena calidad estética. En efecto, así sucedió en los primeros años de construcción prefabricada. Pero luego se demostró, en la práctica, que la industrialización sólo cambia los métodos, materiales y formas de la edificación, sin limitar en absoluto la inventiva del arquitecto, quien, disponiendo de una amplia gama de elementos estándar, puede crear casas, conjuntos enteros conjugando la estética y el confort. Se hizo evidente que la monotonía y mediocridad arquitectónicas —hay barrios que parecen gemelos, incluso en ciudades diferentes— no era resultado inevitable de la construcción industrializada y de los proyectos estándar, sino de la mala utilización de las posibilidades, subyacentes en lo uno y lo otro.

    Todo depende de cómo se aborde la solución del problema. Veamos lo que hicieron los arquitectos y trabajadores de la construcción en la ciudad de Vilnius, capital de la República Socialista Soviética de Lituania. En el barrio residencial de Lazdynai, levantado por métodos industriales y proyectos estándar, se aprecia una compleja estructura arquitectónica perfectamente pensada. Cuenta con excelentes medios de transporte, facilidades para peatones, toda clase de servicios y áreas verdes. Es una impresionante composición tridimensional. Las viviendas construidas con grandes paneles se ubican "transversalmente al relieve", cosa imperdonable según los partidarios del economismo primitivo. Los autores de Lazdynai reelaboraron un proyecto estándar y utilizaron, más de la cuenta, elementos prefabricados. Desde luego, esto complicó las obras y encareció su costo. ¿Se ha justificado todo ello? ¡Efectivamente! Lazdynai es un ejemplo de gran capacidad profesional y, a la vez, una victoria sobre la rutina, el formalismo y la simplificación en la arquitectura.

    os arquitectos y constructores de Lazdynai recibieron el Premio Lenin. Es decir, se trata no sólo del reconocimiento social del fruto de su trabajo, sino también de la aprobación de los métodos por los que se logró. Pensamos que en el proceso de la construcción hay que considerar tres elementos esenciales: el cliente, el arquitecto y el constructor. Pero vemos que las relaciones entre ellos no se basan, a fuerza, en los siguientes principios: el cliente desea economizar, el constructor busca la sencillez tecnológica y el arquitecto de. compaginar lo uno con lo otro. Ahora los clientes —en la URSS so organismos estatales, cooperativas de construcción de vivienda empresas industriales y koljoses— exigen que la obra que encargan además de económica, tenga valor estético. En resumidas cuentas en la sociedad socialista los tres elementos mencionados—el cliente el constructor y el arquitecto— están interesados en lo mismo construir bien, con variedad y comodidad para la gente y, cumplido todos estos requisitos, con los gastos mínimos.

    Construcción de vivienda en la URSS conforme a los Planes Quinquenales en millones de metros cuadrados:

    1929-32 = 56,9
    1932-37 = 67,3
    1938-41 = 81,7
    1946-50 = 200,9
    1951-55 = 240,5
    1956-60 = 474,1
    1961-65 = 490,6
    1966-70 = 518,5
    1971-75 = 544,8
    1976-80 = 530

    3. Quién y cómo construye

    Durante los últimos diez años, en la Unión Soviética unos 120 millones de personas recibieron nuevos apartamentos o mejoraron sus condiciones de vivienda. Anualmente, como promedio, 10-11 millones de personas se mudan a nuevos apartamentos. Sólo en el Décimo Quinquenio (1976-1980) el Estado asignó para la construcción de viviendas el doble que en 1956-1960. Sin embargo, los ritmos de la construcción se han retrasado un poco. ¿Por qué?

    La causa principal es de carácter económico. Si en 1965 un metro cuadrado de vivienda costaba al Estado, como promedio, 119 rublos, actualmente cuesta casi 170 rublos. El encarecimiento de la construcción es producto de que se eleva su calidad. Los nuevos apartamentos son más confortables que, en comparación, los que se construían hace 15 años, su superficie es más amplia en unos 8 metros cuadrados, aumentando el área de salas, cocinas, pasillos. En general, mayores que a mediados de los años 60.

    Las regiones que están siendo asimiladas --en primer término Siberia-- necesitan asignaciones complementarias para construir viviendas. Allí cualquier nueva construcción cuesta al Estado casi dos veces más que en la parte europea del país. Además, a la par con las viviendas, se tiene que erigir la infraestructura cultural y de servicios.

    El elevado costo limita las posibilidades constructoras estatales. Sin embargo, no hay fundamento para pensar que los ritmos de la construcción de viviendas seguirán disminuyendo. En el Undécimo Quinquenio (1981-1985) se conservará el nivel alcanzado (530-40 millones de metros cuadrados) pero se mejorará notablemente la calidad de los nuevos apartamentos.

    Por cuanto la construcción de viviendas en la URSS, según hemos dicho, se realiza por cuenta del presupuesto nacional, bajo la supervisión de los órganos locales del Poder —los Soviets de Diputados Populares— y por encargo de las empresas estatales; por esa razón, la mayor parte de la población recibe apartamentos gratis.

    Los Soviets de Diputados Populares facilitan vivienda a todo ciudadano, a toda familia que la necesite. Las empresas distribuyen viviendas únicamente entre sus trabajadores. Las asignaciones para este fin y el control sobre su utilización, se acuerdan cada año en el convenio colectivo que cada empresa concierta con sus trabajadores. Mientras más beneficios obtiene una empresa, más viviendas manda a construir. Los sindicatos tienen instituidas comisiones especiales que se ocupan de resolver el problema de la vivienda.

    También puede "construirse" un apartamento todo el que lo desee. Para ello tiene que pagar una cantidad determinada a una cooperativa formada de construcción de viviendas, que se encarga de la obra con la ayuda de un crédito que recibe del Estado.

    Existen en el país 24 mil cooperativas de viviendas. Reciben un fuerte respaldo del Estado. En los planes estatales se contemplan asignaciones para este fin.

    Debemos agregar que si el promedio de la superficie habitable que se asigna del fondo inmobiliario estatal, a los ciudadanos, es de 11,5 a 13 metros cuadrados por persona, en las cooperativas de construcción de viviendas esta norma es mayor, naturalmente. Además, los socios de una cooperativa pueden elegir ellos mismos el proyecto por el cual se construirá su casa, determinar el grado de confort en ésta, decidir cuál ha de ser el acabado interior, etc.

    Los terrenos para la edificación se conceden gratis, puesto que en la URSS la tierra es propiedad del Estado y no puede ser objeto de compraventa. Las casas se construyen por proyectos diseñados en instituciones estatales. Estos proyectos se aprueban por los órganos del poder local y deben cubrir los requisitos del plan rector del desarrollo de cualquier ciudad o poblado. De esta manera, se evita la edificación caótica y el aprovechamiento irracional de los terrenos.

    El costo presupuestario de las casas cooperativas se determina por los mismos precios y normas vigentes en el país, para las casas de vivienda que se construyen por cuenta del presupuesto nacional. Loa socios de las cooperativas de viviendas abonan del 30 al 40 por ciento del costo del apartamento (en Moscú, el 40 por ciento). El resto se cubre con el crédito que facilita el Banco Nacional, por un plazo de 10 a 20 años, con un interés del 0,5 por ciento anual. Los jubilados, inválidos de guerra y familiares de militares fallecidos reciben facilidades adicionales y no pagan interés por el crédito.

    En el país también se lleva a cabo la construcción de viviendas individuales. Las casas propias las levantan los habitantes de los poblados de tipo urbano y ciudades con una población hasta de cien mil personas. Sin embargo, la edificación particular, principalmente, se realiza en las zonas rurales. Al mismo tiempo, en el campo se construyen muchas viviendas por cuenta del presupuesto estatal y de los koljoses. Esto se hace siguiendo un vasto programa elaborado para transformar los poblados rurales. En otras palabras, se reconstruyen viejas aldeas, desaparecen caseríos y aldehuelas, y se crean poblados de nuevo tipo con un nivel de servicios comunales y públicos, muy parecido al urbano. Los que desean tener casa propia, pueden construirla, de una o dos plantas, conforme a un catálogo de proyectos estándar.

    La cuota que hay que pagar de entrada por una nueva casa equivale al 30 por ciento de su costo. El Banco Nacional de la URSS concede, a los que construyen casas particulares, un crédito (con una tasa de interés del 0,5 por ciento anual) para amortizarse en un plazo de 10 a 20 años.

    Los koljoses también hacen préstamos, con frecuencia sin intereses, a sus trabajadores. Abundan asimismo los casos en que los koljoses entregan gratis casas nuevas, o abonan parte de su costo, a sus mejores y más antiguos miembros. Los propietarios de casas particulares pagan por los servicios comunales de acuerdo a las tarifas generales.
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    Mensaje por alguien Jue Nov 17, 2011 12:25 am


    4. El apartamento y el presupuesto familiar

    Los órganos locales del Poder --los Soviets de Diputados Populares (rurales y urbanos)— con la participación de los Sindicatos y de otras organizaciones sociales, distribuyen la vivienda construida por el Estado.

    Más del 90 por ciento de las familias reciben apartamentos independientes (en los años 50 este índice era del 30 por ciento). Se ha logrado que el 80 por ciento de las familias urbanas, que viven en casas estatales y cooperativas, tengan ya apartamentos independientes y confortables.

    Las viviendas construidas por cuenta del Estado se distribuyen bajo control público. Este principio, en función desde hacía mucho, en 1977 quedó formulado en la nueva Constitución soviética y garantiza a los ciudadanos la igualdad en la distribución de las viviendas.

    En la distribución de la vivienda los Soviets parten del grado de necesidad de los ciudadanos. El tamaño del apartamento que recibe una familia depende del número de sus componentes. Corresponde hoy a cada habitante urbano, como promedio, 13 metros cuadrados de superficie habitable.

    Ya se dijo que los alquileres permanecen estables desde 1928. Ahora bien, junto con los servicios comunales (electricidad, gas, calefacción, agua caliente y fría) el monto del alquiler no pasa del 3 por ciento de los ingresos mensuales de la familia. Amortiza tan sólo un tercio de los gastos que el Estado realiza para mantener las viviendas. El resto proviene de los fondos sociales de consumo.

    Los fondos sociales de consumo son sumas que en el presupuesto nacional se destinan al consumo, para pagar los bienes materiales y culturales que la población recibe gratis y para hacerle préstamos, por encima de los ingresos que obtiene por el trabajo. Se invierten en la construcción de viviendas, la educación y la asistencia médica (que son gratuitas), en mantener los jardines de la infancia, casas cuna, escuelas internado, casas de ancianos, sanatorios, casas de descanso y viviendas pertenecientes al Estado, así como en pagar las becas, pensiones, en retribuir las vacaciones, etc.

    Cuando una familia recibe del Estado un apartamento nuevo, no paga nada de entrada.

    Cada inquilino tiene un talonario de recibos, en el cual se indica cuánto y por qué concepto debe pagar mensualmente. El alquiler se paga en las Cajas de Ahorros, en las cuales cada uno puede hacerlo con dinero o transfiriendo la suma adecuada de su cuenta corriente.

    Existen determinadas normas por las cuales los inquilinos pagan el alquiler de su apartamento. En el país y al mes, la tarifa básica de los alquileres es de 13,2 kopeks por metro cuadrado de superficie habitable. La superficie de los recintos auxiliares —cocina, recibidor, pasillos, cuarto de baño, etc.— está exenta del pago. En las viviendas modernas con todo confort (cuarto de baño, vertedero de basura, calefacción central, etc.), la tasa máxima del alquiler no pasa de 16,5 kopeks por metro cuadrado.

    La política soviética de la vivienda tiene otra particularidad más. Al determinarse la tasa del alquiler, se toman en consideración los ingresos de los inquilinos: salarios, pensiones, subsidios y estipendios.

    Repetimos que los alquileres que pagan los soviéticos no amortizan en su totalidad, ni siquiera un tercio, los desembolsos que hace el Estado para mantener y reparar el fondo inmobiliario. En Moscú, por ejemplo, los Soviets distritales reciben del presupuesto nacional, unos 130 millones de rublos para realizar reparaciones básicas, y otros 21 millones de rublos para la calefacción. Los gastos en mantener las tuberías de agua potable, el alcantarillado y la red de electricidad, se cubren con descuentos de los beneficios que obtienen empresas industriales y comerciales.

    El Estado establece los conceptos y tarifas de los servicios comunales (calefacción, agua fría y caliente, desagüe, electricidad, gas). Algunos ni siquiera se cobran a la población. Por ejemplo, la limpieza de los portales, pasillos y escaleras, patios y calles, o el uso del ascensor.

    Las tarifas del abastecimiento de agua fría y caliente y del servicio de desagüe, de consumo y utilización ilimitados, son estables. Por ejemplo, en un apartamento de tres habitaciones, en Moscú, el agua y desagüe cuestan poco más de un rublo al mes (unos 1,5 dólares norteamericanos).

    Los últimos años en Moscú, en vista del crecimiento demográfico y la ampliación del territorio de la ciudad, en los marcos del nuevo Plan Rector, se han invertido fuertes sumas en la construcción de nuevos embalses, sistemas hidráulicos y otras públicas. El consumo de agua por habitante ascendió a 260 litros diarios (de contarse el agua para necesidades industriales serían 650 litros). Pero las tarifas de consumo no han aumentado.

    Los inquilinos pagan por la calefacción un 40 por ciento del alquiler. En todas las ciudades soviéticas se realizan obras para mejorar el sistema de calefacción, pero esto no repercute en las tarifas respectivas.

    Los inquilinos tienen un talonario para pagar la electricidad y el gas, además del de recibos de alquiler y de otros servicios comunales, y hacen ellos mismos sus cuentas de acuerdo con las normas establecidas. Por la electricidad, lo que marque un contador, a razón de 4 kopeks por kilovatio-hora; por el gas, a razón de 16 kopeks mensuales por persona, sin limitaciones de consumo. Hace tiempo, en los apartamentos había contadores de gas, pero luego se renunció a ellos. A diferencia de la electricidad, en el consumo doméstico de gas no se registran grandes oscilaciones. Por lo tanto, se consideró inútil instalar esos aparatos.

    Es increíble lo que paga —por ejemplo— una familia de 4 personas que vive en un apartamento, cuya superficie habitable es de 45 metros cuadrados, de una casa moderna: con ascensor, calefacción central, cuarto de baño, agua caliente y fría, desagüe, gas, etc. El total es de 15 rublos 58 kopeks al mes. Desglosando: 5 rublos 94 kopeks, el alquiler; cerca de 5 rublos, la calefacción, el agua fría y caliente; unos 4 rublos, la electricidad (dicha familia tiene refrigerador, televisor, receptor de radio y otros aparatos eléctricos); 64 kopeks, el gas.

    5. Rápido, bueno, bonito y barato: ¿cómo comprenderlo?

    Que estos tres principios deberían regir la construcción; era aceptado, desde hace mucho, por la gente. Pero no siempre se aplicaban y menos al mismo tiempo. Veamos que sucedía, hasta 1917, en la ciudad de Nizhni Nóvgorod, actualmente Gorki. Los palacetes construidos uno tras otro, en una elevada ladera sobre el Volga, hace más de un siglo, embellecen el paisaje hasta nuestros días. Al verlos se comprende que quienes los mandaron construir, derrochaban el dinero. En efecto, los mercaderes de Nizhni Nóvgorod eran de los más ricos en Rusia. Cuando construían para ellos, de los tres principios mencionados, prevalecía el segundo. Pero cuando lo hacían para los pobres: barracas y espantosas casas de vecindad, entregaban de hogar. Era rápido y barato. La calidad no importaba. Esta observación no pretende ser original. Bien conocido es el hecho de que, en la Rusia zarista, siempre se construyeron —además de los suntuosos palacios, mansiones e iglesias— casas malas y baratas, que no podían complacer a sus moradores ni a cualquier observador ajeno. Este era el fondo de viviendas que tuvimos que barrer de la faz de la tierra para reemplazarlo con otro nuevo.

    En vísperas de la segunda guerra mundial, el fondo inmobiliario urbano constituía en la Unión Soviética 421 millones de metros cuadrados. Más de la mitad se había construido después de la Revolución de Octubre de 1917. Es decir, en sólo 23 años, incluidos los de la guerra civil y de la intervención extranjera (1918-1920), se hizo más que en muchos siglos. Hubo en aquel período tanto búsquedas innovadoras de arquitectos, como hallazgos interesantes, pero en general el ritmo de la edificación era moderado, por las reducidas posibilidades económicas y técnicas de que disponía el Estado. Aunque la construcción de viviendas se realizó en proporciones inusitadas, en la historia del país, no fue posible abastecer de apartamentos confortables a la población urbana que, debido a la industrialización, crecía con rapidez. En aquellas circunstancias sería un fracaso lanzar la consigna de "un apartamento confortable, a cada familia". En la práctica, significaría que unos disfrutarían del confort moderno y otros habrían de cobijarse, durante largos años, en casas destartaladas. Por eso, el Estado soviético eligió otro camino: alojar en casas nuevas, en un mismo apartamento, a dos o tres familias. Fue una medida provisional, pero necesaria, que disminuyó, hasta cierto punto, la crisis de la vivienda.

    Durante la guerra contra la Alemania nazi (1941-1945), quedaron sin viviendas 25 millones de soviéticos: las incendiaron y destruyeron los invasores. Muchos centenares de miles de ciudadanos, junto con las fábricas evacuadas de las zonas próximas al frente, se trasladaron a la región del Volga, a los Urales, a Siberia y al Extremo Oriente. Era vigente darles vivienda. Las autoridades locales y los constructores disponían a veces sólo de semanas o días contados: tenían que alojar a los evacuados antes del invierno. En vista de ello, nadie se ponía a pensar en la estética o en búsquedas arquitectónicas. Se construía contra el tiempo. Así, por enésima vez, circunstancias concretas obligaban al Estado soviético a postergar la solución cardinal del problema de la vivienda, con tal de satisfacer las necesidades inmediatas de la población.

    La guerra terminó hace tres décadas y media. Ahora los arquitectos y las entidades estatales, responsables de la edificación, enfrentan la necesidad de enfocar integralmente el desarrollo de las ciudades y poblados.

    No hace mucho conversé con Alexéi Bujtiárov, presidente del Comité Ejecutivo del Soviet, de la ciudad de Omsk (Siberia). Me parece de interés para el rector, conocer el contenido de aquella entrevista.

    —¿Qué significa enfocar integralmente el desarrollo de la ciudad, en el caso de Omsk?

    —En cualquier caso el desarrollo de una ciudad es multifacético: crece la industria y, por lo tanto, aumenta la población y con ella, la necesidad de viviendas, de servicios, comunicaciones y otras muchas cosas. Cuando hablamos de la solución integral del problema, tenemos en cuenta sus diversos aspectos tomados en su conjunto y, además, en vinculación orgánica. Buscamos la variante óptima para satisfacer los intereses de la población que crece con rapidez y para cubrir, a la vez, las necesidades de la economía del país, de la región y de la ciudad, haciéndolo con vistas al presente y al futuro. En todo ello, nos basamos en nuestras posibilidades y nuestros recursos existentes.

    — Estas son verdades obvias. Pero es muy difícil aplicarlas en la práctica, analizando científicamente todos los factores en su concatenación. El ejemplo de Omsk es en este sentido muy elocuente. Imagínese una ciudad con más de un millón de habitantes, uno de los emporios industriales y culturales más importantes no sólo de Siberia, sino del país, una ciudad que se fundó hace dos siglos y medio, y que lleva en su semblanza el sello de las más diversas épocas.

    — ¿Qué se requiere para el desarrollo integral —en la concepción moderna de este vocablo— de una ciudad como Omsk? Suficientes medios y recursos, así como la posibilidad de evadirse, aunque no sea más que temporalmente, de los problemas actuales, siempre "candentes", para poder pensar en serio en perspectivas más o menos lejanas. En el pasado nos era imposible hacerlo.

    — En los primeros quinquenios (1928-1940) y, sobre todo, durante la segunda guerra mundial y después de ésta, la nación construía en Omsk, igual que en otras ciudades, grandes plantas industriales. ¿Dónde alojar a los miles de constructores y, luego, a los obreros de las fábricas? Las temperaturas del invierno suelen llegar, en Omsk, a 50 grados bajo cero. Las viviendas se necesitaban al instante, no se podía demorar en construirlas uno o dos años, ni pensar en meses. Ante esos imperativos, todo lo demás pasaba a segundo plano. Es la razón por la cual gran parte de las viviendas de aquel difícil período, no nos pueden satisfacer hoy en día.

    — Al incrementarse el potencial económico del Estado, el cuadro fue cambiando, y desde mediados de los años 60, en Omsk se edifica de otra manera. Lo que se construye ahora, no sólo cubre las necesidades perentorias, sino servirá a largo plazo. Hace algunos años aprobamos el Plan Rector de desarrollo de nuestra ciudad, en vigor hasta fines del presente siglo. Una vez cumplido, veremos a Omsk como la ciudad que deseamos: aún más hermosa y urbanizada, con anchas avenidas que permitan el tráfico rápido, con aire puro y una belleza arquitectónica incomparable, cómoda para la vida y el trabajo, y que satisfaga las más elevadas exigencias en la cultura y los servicios.

    — Diré algunas palabras sobre las obras a realizar; el fondo inmobiliario urbano aumentará en un 50 por ciento y será plenamente confortable, se construirán 300 mil apartamentos. La mitad de los edificios residenciales que se construyen tendrán 9, 12, 16 o más pisos. Se abrirán nuevas avenidas para transporte rápido y se modernizarán las viejas; casi se triplicará el número de establecimientos de servicios públicos; las áreas verdes ascenderán a 24 metros cuadrados por habitante.

    — ¿Qué opina usted del estado de cosas en la hacienda municipal?

    — Esto es relativo. En comparación con el pasado, incluso un pasado reciente, la situación ha mejorado mucho en todo sentido. Tampoco van mal las cosas, si comparamos a Omsk con otras grandes ciudades, soviéticas o extranjeras. Por ejemplo, el 90 por ciento de nuestros apartamentos tienen calefacción central y gas.

    — Unos 12 mil apartamentos confortables, en altos edificios se distribuyen cada año entre los habitantes de Omsk. Esto significa, que en un quinquenio recibe apartamento nuevo una de cada cinco familias. Podríamos presumir de estos resultados, pero consideramos que eso no es suficiente y que tenemos aún mucho por hacer; tanto en lo que se refiere a la vivienda, como al desarrollo del transporte y de los servicios que han de ampliarse y mejorar. Por ejemplo, en Omsk hay ahora cerca de 700 cafeterías, restaurantes, comedores y otros establecimientos de alimentación pública. Debe de haber más.

    La entrevista citada se refiere a una ciudad siberiana, que como tal tiene muchos problemas específicos.

    A escala de un país tan grande como es la Unión Soviética, en cuyo territorio hay las más variadas zonas climático-naturales, las peculiaridades locales son esenciales.

    Trasladémonos ahora de Siberia hacia el Oeste, a orillas del río Kama, afluente principal del Volga.

    Cuando se trata de la industrialización de nuevos territorios en la URSS, suelen aludir a Siberia, al Extremo Oriente, o a la parte norte. Pero uno de los ejemplos más importantes está a una hora y media de vuelo de Moscú, en el curso bajo del Kama. Allí, en la República Autónoma de Tartaria, en las inmediaciones de importantes núcleos industriales, existió hasta hace no mucho algo así como un "vacío industrial", con una superficie de 2.500 kilómetros cuadrados.

    Ahora en un territorio semejante a un triángulo, cuyos vértices son las ciudades Náberezhnie Chelní, Nizhnekamsk y Zaínsk, se construyeron más de 40 complejos industriales. Se trata de la mayor concentración de producción en la URSS. Además, las empresas son tan grandes como el KAMAZ, conjunto de fábricas de camiones de gran capacidad de carga, construido en Náberezhnie Chelní. Henry Ford, "rey automovilístico" de los EE. UU., al visitar esta planta, dijo que ni su país ni Europa Occidental hubieran sido capaces de realizar algo parecido.

    Son comparables al KAMAZ sus vecinos: las industrias petroquímicas y de neumáticos de Nizhnekamsk, la hidroeléctrica (recién construida en el Kama), la termoeléctrica de Zaínsk, etc.

    Donde ahora se encuentra la ciudad de Nizhnekamsk (150 mil habitantes), en diciembre de 1960, en medio de la estepa nevada, metieron la primera cuña y en abril del año siguiente colocaron los cimientos de la primera casa...

    Es preciso imaginar aquel panorama. En el mapa, el lugar, donde habían de realizarse las obras, parecía insignificante pero, visto de cerca, representaba una estepa extensa, un bosque sórdido, barrancos, caminos llenos de intransitable barro. Incluso uno se resistía a creer que no estaba en el fin del mundo, sino en el mismo centro del país.

    La primera escuela empezó a funcionar, cuando la ciudad aún no existía. La primera vivienda de varios pisos se construyó después. Así lo decidieron los propios ciudadanos. Cuando todo se crea a partir de cero y las entidades de construcción no pueden llevar a cabo simultáneamente todos los trabajos, es necesario darle prioridad a lo más importante: ¿Una casa de vivienda confortable o una escuela? La gente se conformó con vivir hasta muy entrado el otoño en vagoncitos (vivienda típica de los primeros constructores de aquel período) con tal de que sus hijos fuesen a tiempo a la escuela.

    "Desde luego, los más difíciles fueron los primeros pasos — relata Farit Bagautdínov, ex presidente del Comité Ejecutivo del Soviet urbano de Nizhnekamsk, hoy ministro del Comercio de la RSSA de Tartaria—. Poco a poco las cosas fueron desenvolviéndose de manera favorable. De las aldeas adyacentes y de otros lugares, más lejanos, llegaban nuevos contingentes de constructores. Rusos, tártaros, bashkiros, tadzhikos... Treinta nacionalidades en total. Pero Nizhnekamsk no se convirtió en una nueva Babilonia: todos sus habitantes se comprendían perfectamente y no percibían barreras nacionales de ninguna clase. Maquinaria y materiales de construcción llegaban de distintas regiones del país. Las obras fueron desplegándose, lo cual implicaba problemas cada vez complicados.

    "El más apremiante fue el de vivienda. Necesitaban viviendas cuantos llegaban. Pues, antes de hacerse constructores, todos los que llegaban a Nizhnekamsk se hacían ciudadanos de esta futura ciudad.

    "Por eso tuvimos que decidir cómo construir. No exigiendo mucho de la calidad, pero más rápido, o de una calidad mejor, pero más lento. No es un problema fácil ni nuevo.

    "Naturalmente, la situación no era la misma que a raíz de la segunda guerra mundial. A las obras de Nizhnekamsk acudían hombres que tenían viviendas en los lugares de donde procedían. La primera conclusión era evidente: regular conforme a nuestras posibilidades el número de los que llegaban para garantizarles vivienda segura. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. No todos llegaban habiéndose contratado previamente ni siquiera habiendo averiguado los detalles. Muchos lo hacían nada más enterados de que se trataba de unas obras grandiosas, y acudían a ellas, seguros de poder obtener el trabajo y la vivienda.

    "Rechazamos la idea de construir viviendas provisionales, a manera de barracas y que más tarde se podrían derrumbar. Construimos sólo lo que podría servir mucho tiempo. Pero en un principio, utilizamos como albergues las viviendas comunes: en los apartamentos de una pieza alojábamos a una familia, o a dos o tres trabajadores solteros; en los de dos piezas, el número doble, etc. Claro está que también construimos albergues confortables según los proyectos tipo especiales. Ello nos permitía contrarrestar, con una rapidez relativa, la escasez de viviendas y alojar sin mayor dificultad a cuantos llegaban. Con el tiempo los inquilinos de los albergues improvisados se mudaban a los edificios construidos con este fin, y los apartamentos que dejaban eran utilizados en forma adecuada.

    "La realidad confirmó que nuestra solución fue acertada. Hoy día en la semblanza arquitectónica de nuestra ciudad hay edificios de distintas generaciones. Claro está, las casas y barrios más recientes se ven mejor y son más confortables. Es inevitable y no ha podido ser de otra manera. Pero los viejos edificios no afean el panorama y no tuvimos que demoler ninguno de ellos."

    En la URSS los Soviets urbanos son, básicamente, los propietarios del territorio que tienen bajo su jurisdicción, y ninguna resolución, que concierne a los intereses de la ciudad y de los ciudadanos, puede adoptarse sin que ellos lo autoricen.

    Sin la autorización del Soviet, no se puede construir en la ciudad ni un solo edificio, y los apartamentos nuevos se distribuyen entre los ciudadanos por las listas que se aprueban en el Comité Ejecutivo del mismo.

    Para que las cosas vayan normalmente, es preciso coordinar permanentemente lo que hacen las empresas poseedoras de recursos para la construcción de viviendas, puesto que de otra manera no surgiría un conjunto arquitectónico armonioso, sino un conglomerado de elementos sueltos que sólo formalmente podría llamarse ciudad.

    En Nizhnekamsk lo comprendieron muy pronto. El Plan Rector de esta ciudad, trazado por arquitectos moscovitas (hasta el año 1990), es un asunto que preocupa —no sólo de palabra, sino de hecho— a cuantos viven y trabajan en la misma.

    En una ciudad nueva, donde no hay todavía población local nacida en ella, donde todos los trabajadores han llegado de otros lugares, el problema de la migración de cuadros es especialmente agudo. Hacer que los trabajadores echen raíces en el sitio nuevo siempre es más difícil que retener al originario del lugar. En este caso no ayuda el apego al terruño ni la fuerza de costumbre. La solución es una sola: crearle a la gente condiciones de trabajo y de vida, que superen las que había tenido anteriormente. Esto quiere decir que una ciudad nueva, como Nizhnekamsk, por ejemplo, debe desarrollarse en el plano social con mayor rapidez que los núcleos industriales y culturales ya formados.

    En los últimos diez años se construyeron en Nizhnekamsk 26 mil apartamentos. El volumen actual de las obras —cuatro mil apartamentos por año— supera cinco veces el del año 1967: calculado proporcionalmente al número de habitantes, cuadruplica el nivel medio registrado en el país. Con este fin, se invierten cada año 50 millones de rublos: 400 rublos por habitante de la ciudad, comprendidos los niños recién nacidos, o 1.600 rublos (más de 2.000 dólares) por una familia de cuatro personas.

    La justa distribución de los apartamentos, está a cargo de un departamento especial del Comité Ejecutivo del Soviet urbano, el cual registra a todos los que necesitan vivienda y, junto con los sindicatos y otras organizaciones sociales de las empresas e instituciones, establece el turno. Sólo los técnicos contratados, por invitación personal para trabajar en la ciudad, reciben apartamentos sin esperar turno. Estos apartamentos son de un fondo especial, de reserva. Los que llegan por iniciativa propia se alojan en un albergue confortable y se registran en el Comité Ejecutivo del Soviet urbano. Se les dan apartamentos a medida que se construyen nuevos edificios.

    Desde luego, a veces ocurre que a algunos la espera les parece muy larga. Entonces elevan quejas al Comité Ejecutivo, donde éstas se estudian cuidadosamente, y, por lo general, los ciudadanos reciben respuestas que les satisfacen, comprendiendo que todo se hace con justicia y que ellos tienen los mismos derechos que los demás. Llegará su turno, y recibirán apartamento nuevo. En cierto sentido, quienes esperan incluso salen ganando: el standard de vivienda se mejora continuamente, y el apartamento que se construirá mañana será, sin duda, mejor que el construido hoy.
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    Vivienda en la URSS Empty Re: Vivienda en la URSS

    Mensaje por alguien Jue Nov 17, 2011 12:27 am


    6. Variedad inevitable

    En el transcurso de mis numerosos viajes por la Unión Soviética he observado algunos cuadros como los siguientes:

    Turkmenia, república federada situada en el Sur del Asia Central. Unos bulldozers allanan el terreno para levantar un poblado a orillas del Canal de Kara-Kum, de 1.000 kilómetros de longitud, que lleva sus aguas a los arenales de uno de los desiertos más grandes del mundo. Las máquinas deben pararse muy a menudo, por empezar a hervir en ellas el líquido refrigerador. El aire se calienta hasta 50 grados centígrados y la arena, hasta 70.

    Yakutia, república autónoma localizada en Siberia Oriental. Las piezas metálicas de las máquinas se vuelven frágiles como vidrio, a la temperatura de 60 grados bajo cero. En este lugar se encuentra la zona más fría del Hemisferio Boreal. Es el reino de los enigmáticos y tierras de congelación perpetua, que han de tenerse en cuenta si se quiere que cualquier edificación se mantenga largo tiempo.

    En cierta ocasión llegué a Dushanbé, capital de la RSS de Tadzhikia. Estando en la sala de recepción del hotel, se escuchó un fuerte ruido, se balanceó la lámpara sobre mi cabeza, y el suelo empezó a moverse. No tuve tiempo ni de asustarme cuando ya había pasado todo. La joven administradora dijo con serenidad: "Fue un temblor". Para ella son lo más natural los temblores de tierra, bastante frecuentes allí.

    En la URSS hay muchas zonas de actividad sísmica: casi todo el Asia Central, algunas regiones del Cáucaso y Ucrania Occidental, parte del trayecto del ferrocarril que se tiende entre el Baikal y el Amur, el Extremo Oriente soviético...

    A Norilsk, ciudad situada en las regiones hiperbóreas, es necesario protegerla de las frías y fuertes ventiscas; a Nebit-Dag, la ciudad de los petroleros turkmenos, de los tórridos y arenosos vientos del desierto. En unos lugares las casas deben conservar bien el calor; en otros, mantener el fresco. En el centro del país no es ningún problema caminar algo por la calle o esperar a la intemperie un autobús o un tranvía. Pero en Norilsk es un problema: durante las fuertes heladas sólo se puede ir, a una panadería o a una lavandería, por una galería cubierta; en las horas punta los autobuses deben circular, y circulan, sin interrupción uno tras uno.

    En Vladivostok, en la costa del Océano Pacífico, soplan vientos tan fuertes que, las gotas de lluvia que arrastran, "atraviesan" literalmente los vidrios de las ventanas de las casas comunes. Mientras que en Transcaucasia, los arquitectos y constructores tienen que pensar en cómo asegurar la libre circulación del aire en los apartamentos, sin lo cual es difícil respirar en las temporadas de calor y humedad.

    Como se puede concluir, las condiciones naturales de la URSS son muy variadas.

    No menos lo son las tradiciones nacionales y la composición numérica y profesional de las familias. En Uzbekistán abundan las familias que tienen de 8 a 10 hijos, mientras que en Estonia, por ejemplo, prefieren tener pocos hijos. En Trascarpatia, región de Ucrania, las ventanas de las casas rurales dan a la calle; en Turkmenia, al patio interior. En Moldavia, hay en cada casa una sala especial que no se puede comparar a un recibidor corriente....

    Todo ello no puede dejar de considerarse en las construcciones que se llevan a cabo. Por eso actualmente en la URSS se emplean decenas de series de proyectos standard de viviendas.

    La diversidad, originada por las condiciones del clima y de la naturaleza, así como por las peculiaridades nacionales, es un aspecto de la cuestión. Otro es el rápido aumento general de las demandas concernientes a las dimensiones y la calidad de la vivienda, al planeamiento y la estética del apartamento, de la casa, el microdistrito y la ciudad.

    Pero dondequiera que viva el ciudadano —en la zona central de Rusia o en el Artico, en el desierto o en las montañas— , el Partido Comunista y el Estado hacen todo lo posible para crearle las mejores condiciones de trabajo, vida, estudio y descanso. Hacerlo así exige gastos y esfuerzos. Pero esta línea se sigue invariablemente.

    El Norte del país. Las regiones de hielos perpetuos. No se trata de pequeños "islotes" que se podrían hacer a un lado sin grandes dificultades, sino de casi la mitad del territorio de la URSS. En esta superficie cabrían el resto de países de Europa. En el Norte se construyen plantas industriales y viviendas, ferrocarriles y carreteras, cines y demás obras necesarias para la vida y el trabajo normal de la gente. Esto sale muy caro y es técnicamente complicado.

    Las tierras de congelación perpetua encierran toda una serie de enigmas peligrosos. Unas veces se mantiene inmóvil, otras de súbito hincha la tierra, o empuja a la superficie pantanosa enormes cantos rodados, o de pronto comienza a inundarse todo en pleno invierno, amenazando a la gente y a los animales. Incluso muy lejos del litoral del Océano Glacial Artico, allí por donde se tiende el nuevo ferrocarril Baikal-Amur, hay sectores donde las capas de hielo tienen seis metros de espesor. Pueden resistir cargas muy pesadas, si no se altera la capa de musgos que estabiliza la temperatura. Ahora bien, ¿cómo construir sin afectar los musgos? En unos casos no se puede tocar los musgos del subsuelo helado, en otros hay que arrancarlos. Pero con las manos desnudas no se puede: se requieren potentes máquinas y mucha habilidad.

    Pero en el Norte, los constructores tienen que luchar no sólo contra el subsuelo helado. Aquí son tan fuertes las heladas que no cualquiera ni cualquier máquina las resisten. A temperaturas de 20-35 grados centígrados bajo cero, el rendimiento de la mayor parte de la maquinaria utilizada por los constructores disminuye a la mitad; a temperaturas aún más bajas, que son frecuentes en el Artico, estas máquinas se paran.

    En el Norte salen más caros tanto los trabajos de construcción y montaje, como el tendido de carreteras y ferrocarriles, etc. Además de ser una de las zonas del planeta más vulnerables en el aspecto ecológico.

    No puede dejarse de tomar en cuenta cada uno de estos aspectos y todos ellos en su conjunto.

    Vladímir Andréev, administrador de "Arktikstroi", del Ministerio del Transporte Marítimo de la URSS, nos dijo:

    — Debemos empezar por constituir poderosas bases y maquinaria especial, válida para trabajar en las condiciones del Norte; por elaborar métodos avanzados de construcción; por fabricar estructuras estándar, etc. Todo ello exige buscar nuevas soluciones y experimentarlas en la práctica.
    — Muchas innovaciones técnicas ya se aplican en la producción. Ha comenzado la construcción de casas de viviendas, a base de grandes paneles con estructuras protectoras de tres capas, de hormigón armado y plástico como material termoaislante. Incluso en comparación con los bloques de hormigón de keramzita, que hasta ahora se consideraban insuperables, dichas estructuras tienen la mitad de peso y espesor. Ello permite economizar materiales, elevar el grado de elaboración industrial de las piezas y aligerar notablemente los trabajos de montaje.
    — En Anadir, la capital de la Comarca Autónoma de los Chukchis, y en el poblado Cherski, Norte de Yakutia, se han construido las primeras casas de cuatro pisos, a base de paneles de aluminio, con estructuras murales y vigas transversales. Se utiliza algodón mineral como material termoaislante. En comparación con los bloques de hormigón armado, los paneles de aluminio son mucho más ligeros y resistentes a los vientos, y conservan bien el calor.
    — Se ha comenzado la construcción de edificios, a base de un nuevo material denominado estiroporohormigón (hormigón con relleno de gránulos de poliestireno fermentado). Los bloques de este material tienen buenas características térmicas y son muy prácticos: se fabrican en instalaciones de moldes.
    — En el Norte se construye durante todo el año. Ello ha sido posible gracias a la máxima industrialización de las obras. La mayor parte de las piezas se prefabrican en locales cubiertos y luego se montan en las obras. Para hacer los cimientos del edificio se requiere bastante menos trabajo. Antes se ahondaba en el subsuelo helado por medio de explosiones. Ahora se emplean máquinas perforadoras que colocan pilotes a 9-10 metros de profundidad.
    — La tendencia general, para la construcción en el Norte, es el montaje de estructuras prefabricadas en regiones vecinas. Los cálculos han demostrado que el transporte —por vía aérea— de estructuras de construcción para el montaje, desde la base en Bratsk a Yakutia Occidental, se justifica económicamente.
    — En las zonas árticas no sólo construye la URSS, también lo hacen los EE.UU., Canadá y los países del Norte de Europa. La colaboración en este terreno, como demuestran los primeros pasos dados, ofrece buenas perspectivas.

    Unas palabras acerca de las zonas de peligrosidad sísmica.

    Todos recuerdan bien el terremoto de Ashjabad en 1948, una de las mayores catástrofes sísmicas del siglo XX. La fuerza del sismo alcanzó nueve grados y en algunos lugares de la ciudad hasta más. Los trágicos acontecimientos de 1948, llevaron a desarrollar con más intensidad la sismología y la edificación sismorresistente.

    Muchos edificios de viviendas, públicos, y plantas industriales fueron destruidos por el terremoto.

    La reconstrucción de la capital de la RSS de Turkmenia, mejor dicho, la creación —de hecho— de una ciudad nueva en una zona de elevada actividad sísmica, exigió garantías para los edificios que se construían y plena seguridad para la población. Problemas similares esperaban solución también en otras zonas de peligrosidad sísmica. Como primer paso, se fundó en Turkmenia el Instituto de Investigaciones Científicas de Construcción Sismorresistente, el cual ha hecho mucho en los 25 años que viene funcionando, tanto en el aspecto teórico como también práctico. Los estrechos contactos del Instituto con las oficinas de diseño y de construcción reportan resultados muy efectivos.

    En los últimos años, se presta especial atención a la obtención de estructuras ligeras de hormigón sismorresistentes, fabricadas a base de materiales locales. La cuestión radica en que hay una dependencia directa, entre la carga sísmica que surge durante los terremotos y el peso de los edificios. Cuanto menor es el peso de la obra, tanto menor es la carga, y, por consiguiente, —si se mantienen las propiedades físicas fundamentales de la obra— tanto mayor es la fiabilidad del edificio en los temblores de tierra, o sea, su resistencia a los sismos. Entre las ventajas que ofrecen las estructuras ligeras de hormigón, está el ahorro de metal y cemento, disminución de los gastos en el transporte, etc.

    Se ha conseguido obtener dos nuevos tipos de materiales para estructuras sismorresistentes: rellenos porosos ligeros con utilización de arenas del desierto. Ya están funcionando plantas que producen estos materiales porosos de relleno, los cuales se utilizan ampliamente en la construcción, tanto en las ciudades como en el campo, por ejemplo, en la zona del Canal de Kara-Kum.

    En Turkmenia, se construyen diversos tipos de casas de viviendas, en los cuales se emplean estructuras de armazón para montaje integral, con paneles cobertizos de hormigón ligero hechos de argilita fermentada. Se utilizó también hormigón ligero hecho a base de rellenos porosos, en un edificio experimental de nueve pisos con encofrado deslizante. Las casas de este tipo fueron sometidas a diferentes pruebas, mediante potentes máquinas de vibración, simuladoras de terremotos de distinta fuerza. Resistieron bien una carga que supera muchas veces todo lo que tendrían que soportar en caso de terremoto.

    La utilización de estructuras industriales es, en las zonas de actividad sísmica, la dirección fundamental de la edificación.

    7. La arquitectura y la economía

    Al proyectarse y construirse edificios públicos, así como viviendas, surge siempre el problema de la interrelación arquitectura — economía. ¿Qué es la economía para la arquitectura? ¿Un bien que incita a buscar soluciones armónicas o una jaula que estrecha la inventiva del arquitecto? ¿O lo uno y lo otro al mismo tiempo?

    Los criterios al respecto cambiaron repetidas veces. Hubo un tiempo en que se consideraba que "todo lo bello está justificado económicamente"; después, que "todo lo racional es bello por sí mismo". Ya en la antigüedad se decía que "el arquitecto no supo construir bello y lo hizo caro".

    "La sencillez es fruto de la economía —señalaba el famoso Le Corbusier— . Concedo mucha importancia a la última palabra, puesto que encierra un profundo sentido. El gran arte es sencillo. Las grandes obras son sencillas... Y si la fuente de la sencillez es una gran complejidad y tiene un significado intrínseco, todo va bien. Pero si la sencillez es fruto de la pobreza de ideas, de nada servirán adornos de ningún género, no se logrará nada ni habrá progreso alguno".

    Iván Zholtovski, eminente arquitecto soviético, se expresaba con mayor determinación aún:

    "A propósito de las llamadas características técnico-económicas del edificio. Es muy fácil ponerse a fantasear, haciendo caso omiso de ellas. Es una ocupación irresponsable e inútil. La eficacia del proyectista consiste precisamente en que logra resultados estéticos óptimos partiendo sólo de recursos efectivos y condiciones concretas".

    La arquitectura soviética rechaza ambos extremos —el menoscabar las tareas artístico-ideológicas o el economismo primitivo— y opta con firmeza por armonizar los dos principios.


    La revolución científico-técnica permite que todo proyecto, incluso el más fantástico, sea factible desde el punto de vista técnico. Pero a la sociedad socialista le interesa mucho los gastos que tal proyecto ocasione, y el grado en que éstos se justifiquen por la función y el valor artístico-ideológico de la obra.

    La tarea fundamental de la arquitectura —crear el ambiente ideal para la vida de los hombres— no puede cumplirse, sino en el marco de determinadas posibilidades económicas. No se trata de lo óptimo en abstracto, sino de lo óptimo y lo viable a la vez

    8. La ciudad de hoy y la ciudad de mañana

    Hace unos veinte años, los visitantes extranjeros se fijaban en el escaso confort de nuestros apartamentos, barriadas y ciudades. En efecto, era bastante inferior al de las zonas donde en los países capitalistas desarrollados residen las familias acomodadas. Incluso en grandes ciudades no había en todas las viviendas tuberías de agua, la mayoría de los apartamentos carecían de cuarto de baño, las casas se calentaban con leña o carbón y el abastecimiento centralizado de gas y agua caliente, era cosa rara. El teléfono particular se consideraba casi como un lujo.

    Hoy día la situación es muy distinta. Es una norma elemental, lo que en aquel entonces era una rareza. Es muy posible que en este cambio no haya nada asombroso, ya que, para nuestra época vertiginosa, 20 años son bastantes. Pero lo interesante es que la Unión Soviética ha logrado hacer en este sentido mucho más que los países con otro régimen social, y tiene índices medios más elevados que ellos.

    Los apartamentos, las casas, que se construyen ahora han de servir a la gente por largo tiempo (un siglo al menos). En vista del imponente progreso social, económico y cultural del país socialista, no es difícil suponer que las exigencias para con la vivienda cambien con rapidez. Un apartamento que entra en servicio hoy, debe responder a las demandas de hoy, de mañana y de muchos días más. ¿Cómo lograrlo?

    El criterio que nos guía es el siguiente: un apartamento confortable para cada familia, con un número de habitaciones equivalente al de los componentes de ésta más una complementaria. De 20 a 25 metros cuadrados por persona. El país debe alcanzar esta meta, después de 1985.

    Los especialistas soviéticos coinciden en que esta norma puede satisfacer las necesidades racionales del individuo, para una perspectiva bastante larga, y asegurar condiciones necesarias para el desarrollo armónico del individuo.

    Ahora bien, ¿En qué se diferencia un apartamento de tres habitaciones de una casa moscovita, construida en nuestros días, de sus predecesores?

    Lo explica Ya. Dijter, Candidato a Doctor en Arquitectura: — En primer lugar, es mejor su planificación, tiene más confort. Todas las habitaciones están ahora separadas. Hay más armarios empotrados; cada habitación tiene terraza o balcón cómodos; es mejor el acabado. Los nuevos dispositivos calefactores son más eficientes; en las cocinas de los edificios multifamiliares hay estufas eléctricas, en vez de las de gas.

    Actualmente en Moscú se construyen diez tipos de apartamentos (de 1 a 5 habitaciones). Claro está, no sólo la composición numérica de una familia determina qué clase de apartamento necesita.

    Los especialistas consideran que existen unos sesenta tipos de familia que difieren por la edad, la instrucción y profesión de sus integrantes, por los vínculos que los unen, etc. Todos estos factores que, además, cambian con el devenir del tiempo, llevan a que las demandas de vivienda sean distintas, incluso en las familias de una misma composición numérica. Estos problemas los estudia un sector del Instituto Central de Investigación Científica de Proyección Experimental de la Vivienda.

    Esta misma entidad también analiza la influencia del progreso científico-técnico en la vivienda. No se trata únicamente del desarrollo técnico de la propia construcción, sino también de los cambios en la ubicación geográfica de la industria y centros científicos, así como de la distancia entre el domicilio de la gente y los lugares donde trabaja.

    Adquiere cada vez mayor importancia la interrelación de la vivienda y el medio ambiente: clima, grado en que está asimilado el territorio concreto, etc. Aquí se entrelazan el confort, bajo distintas condiciones, y la protección de la naturaleza.

    Para finalizar, hablemos de las perspectivas, puesto que la posibilidad de utilizar largamente los apartamentos de alta calidad, no significa. que se estanque la proyección de la vivienda. Continuará mejorando''el planeamiento del interior del apartamento y de la casa; aumentará la higiene y el número de aparatos domésticos, conforme a las necesidades crecientes...

    Se presta mucha atención al empleo del gas, que es un combustible bueno y barato. Cada año el gas se instala en 3 ó 4 millones de apartamentos, o sea a un ritmo que casi duplica el de la construcción de viviendas.

    Esto es fácil de comprender. Además de las viviendas nuevas, se dotan de gas y de las demás comodidades, las casas construidas cuando no había bastante gas natural e incluso se consideraban insuficientes sus reservas exploradas. Pero con el tiempo han cambiado muchas cosas, y ahora el país dispone de este combustible en cantidad suficiente.

    Por ejemplo, en el balance de combustible de Moscú, la parte alícuota de gas ha ascendido al 70 por ciento. El empleo de gas permite mejorar el medio ambiente. Moscú, ciudad con una gran producción industrial y donde durante el invierno la calefacción funciona en todas las viviendas y todos los edificios públicos (para mantener la temperatura media de 22 grados C sobre cero), desconoce la neblina de la contaminación, formada por los residuos del carbón quemado. Naturalmente, esto no sólo se debe a las características del combustible que se usa, sino también a la calefacción centralizada, gracias a lo cual la gente no tiene que encender calentadores o chimeneas. Además, cuentan mucho las áreas verdes en abundancia y a buena planificación de las barriadas que garantizan la circulación normal de aire; así como el control estricto sobre los escapes de desechos industriales a la atmósfera.

    Número de apartamentos con gas (miles)

    1960 = 3.332
    1965 = 10.434
    1975 = 41.662
    1980 = 55.300

    La pureza del aire en cada ciudad es una de las preocupaciones fundamentales del Soviet respectivo. En Moscú, por ejemplo, todos los días por la mañana, por la tarde y por la noche el Observatorio Hidrometeorológico Central, comprueba el estado de la atmósfera. Esta institución tiene diez puestos fijos y otros seis. ambulantes (instalados en camionetas). Los trabajadores de cada puesto analizan, varias veces al día, el aire en diferentes zonas de la ciudad: en barrios residenciales, en distritos industriales, en las avenidas de mucho tráfico. Se hace un análisis químico de los elementos que caracterizan la contaminación de la atmósfera; se determina la concentración de gas sulfuroso, de hollín, de óxidos de nitrógeno, carbono y de polvo. Estos datos se envían al Soviet urbano.

    He aquí algunos resultados de estas observaciones: los últimos años, en la atmósfera de Moscú, ha disminuido la cantidad de polvo y se ha rebajado tres veces la concentración de gas sulfuroso. Los automóviles siguen siendo el principal contaminante del medio ambiente. Para contrarrestarlo se toman las medidas más enérgicas. Hay en circulación ya varios miles de automóviles sin depósito de gasolina; utilizan como combustible gas licuado. Se ha establecido un rígido control sobre el estado técnico de los automóviles (se sabe que un motor en mal estado aumenta en 10 ó 15 veces las sustancias nocivas de los gases de escape). Se crean autopistas especiales que encauzan el tráfico fuera de las barriadas residenciales.

    Pero también el gas produce residuos al quemarse. Por eso, los últimos años en la URSS, se utiliza cada vez más la electricidad para el uso doméstico. En Moscú y otras ciudades; sobre todo en Siberia, donde es muy barata la energía que generan potentes centrales hidroeléctricas, las cocinas eléctricas reemplazan a las de gas. En Moscú, por ejemplo, las cocinas eléctricas se instalan en todas las casas nuevas de diez y más pisos. Sus ventajas son numerosas: no hay necesidad de construir costosos sistemas de conducción de gas, el transporte de electricidad es mucho más sencillo, el tendido de las líneas interiores de electricidad puede realizarse por métodos industriales, el control sobre las cocinas eléctricas es automático, etc.

    Todo esto se hace planificadamente, sin apresuramientos innecesarios, después de unos preparativos minuciosos y cuidándose siempre de no ocasionar trastornos al consumidor.

    Aumentar las áreas verdes en cada ciudad es otra preocupación de los Soviets urbanos, y casi todos tienen elaborados planes rectores al respecto. A cada moscovita corresponden ahora unos 20 metros cuadrados de áreas verdes.

    Pero el Soviet capitalino considera que es insuficiente. En primer término, y por razones históricas en Moscú, como en otras ciudades antiguas, las zonas verdes no están distribuidas equitativamente: los parques más grandes se encuentran en los distritos extremos, mientras que en el centro los árboles son mucho más escasos. En segundo término, la ciudad crece, surgen nuevas barriadas residenciales y hay que decidir dónde deberán situarse nuevos jardines, bulevares, parques.

    Moscú está dividida, en el Plan Rector de Desarrollo Urbano, en ocho zonas: una central y siete periféricas. Deslindan estas zonas árboles que comenzarán en la franja de bosques y parques, que protege la ciudad en su circunvalación, y tenderán hacia el centro confluyendo —de los correspondientes distritos— con parques, bulevares y jardines. Por esta especie de caminos verdes, el aire limpio de los bosques y campos de los alrededores llegará al interior de la ciudad. Además, cada zona de planeamiento tendrá amplias áreas verdes y dos o tres parques infantiles.

    Para finales del presente siglo, las áreas verdes de Moscú aumentarán en un 50 por ciento. En cualquier distrito de la ciudad, la distancia máxima hasta el parque más próximo no pasará de 1,5 kilómetros.

    La plantación de árboles es un elemento imprescindible en los planes rectores de desarrollo urbano de la URSS.

    En muchas ciudades tiene ritmos especialmente altos. Así, en Omsk (Siberia), donde en otros tiempos los árboles eran muy escasos y prácticamente no había flores, ahora son comunes grandes zonas de arbolado y arbustos.

    Insistimos, los programas de plantación de áreas verdes forman parte de los planes integrales de urbanización.

    Algunos extranjeros, cuando ven, un sábado o domingo, a obreros, estudiantes y amas de casa ocupados en la urbanización de patios y parques, sacan la conclusión apresurada de que en la Unión Soviética se trata de una iniciativa desde abajo, y que el Estado esquiva la solución de este importante asunto. Pero no es así. Cierto es que la participación voluntaria de millones de ciudadanos acelera mucho el cumplimiento de los programas en cuestión. Pero los programas de por sí son estatales, los trazan entidades estatales especiales y son ellas que se ocupan de su realización cotidiana, disponiendo para ello de recursos y maquinaria necesarios. Los ciudadanos les ayudan, pero no las reemplazan. Esta colaboración tiene una explicación sencilla: todos los habitantes de la ciudad están interesados en la plantación de áreas verdes. Y por experiencia saben que su participación permitirá alcanzar resultados prácticos más rápido.

    9. La semblanza de la aldea soviética

    La construcción de viviendas en las zonas rurales es fundamental en todo programa de desarrollo económico, trátese de los poblados que se levantan a lo largo del ferrocarril Baikal-Amur o en la bahía Wrangel (Extremo Oriente soviético), o del desarrollo integral de la agricultura en la Zona de tierras no negras de Rusia. Hablemos un poco de este último programa.

    Es una zona densamente poblada que comprende 29 regiones y repúblicas autónomas de la Federación Rusa. De sus 59 millones de habitantes, 15 son población rural. El programa abarca hasta 1990.

    ¿En qué está el quid del asunto? Casi la mitad de la población rural de dicha zona vive ahora en aldeas que no tienen más de 200 habitantes. Esa dispersión es uno de los principales obstáculos para el progreso científico-técnico en la agricultura, y para el mejoramiento de las condiciones de vida y culturales de los campesinos.

    Para 1990 el número total de los poblados rurales de la zona disminuirá en casi cinco veces. Se ampliarán más de 29 mil poblados "con perspectivas" (grandes, compactos, situados en lugares desarrollados o por desarrollarse).

    El Estado, cuando tomó dicha decisión, tuvo en cuenta tanto la perspectiva general del desarrollo socio-económico de la zona, como la red de poblados ya existente. Se conservarán las aldeas situadas cerca del ferrocarril o la carretera, vitales en el aspecto económico, con acceso ininterrumpido a los centros de servicios y cuyo número de habitantes no disminuye. Serán modernizadas, en lo cual invertirán recursos tanto el Estado como los koljoses. Asimismo, se conservarán aldeas de valor histórico, arquitectónico y etnográfico. Están elaborados los proyectos de acuerdo con las perspectivas de la organización y especialización racionales de la producción. Los tiene cada uno de los 641 distritos administrativos de la zona. De la edificación se ocuparán entidades estatales e interkoljosianas. Se fundarán nuevas empresas de casas prefabricadas.

    Dmitri Basílov, presidente del Comité Estatal para la Construcción, adjunto al Consejo de Ministros de la Federación Rusa, dijo sobre el particular:

    — Como es lógico, se presta mucha atención á los problemas socio-sicológicos que implica el traslado de la población. Los campesinos, sobre todo los de edad avanzada, están muy arraigados al terruño. Los grandes cambios alteran mucho el modo de vida, al que están acostumbrados, y obligan a adaptarse al nuevo ambiente. Investigaciones sociológicas, sobre la materia, ayudan a conocer las demandas de los campesinos para con el nuevo lugar de residencia. Los resultados de las mismas, se consideran al máximo en la proyección y edificación.

    No hace mucho se realizó en Moscú una exposición de proyectos de viviendas y de edificios de uso cultural y comunal, diseñados especialmente para las aldeas de la zona a que nos referimos. Se exhibieron proyectos y maquetas de nuevas casas campesinas. Al objeto de verificarlas en la práctica, se construyen poblados experimentales modelo, uno o dos en cada región o república autónoma de la zona.

    Los campesinos que trasladan a un poblado ampliado reciben apartamentos del Estado, en casas construidas de paneles prefabricados y que por su confort, aspecto exterior y demás elementos no se diferencian de las urbanas.

    El planeamiento de los nuevos poblados incluye un centro público: edificios administrativos, Casa de Cultura, hotel, escuela, jardines de la infancia, casa-cuna, establecimiento de asistencia médica, comercios y otros servicios. Alrededor de dicho centro, se sitúan barriadas de casas de vivienda construidas en armonía con las condiciones- naturales y las tradiciones del lugar. Por eso, los poblados no serán parecidos ni monótonos.

    Las viviendas tampoco serán de un mismo tipo. Además de diversas variantes, que ofrece el Estado, los campesinos —por su cuenta— podrán construir casas particulares o cooperativas.

    Para la construcción individual en el campo, el Estado concede un préstamo, a amortizarse en 15 años (con una tasa de interés del 0,5 por ciento anual), y cubre de su presupuesto el 35 por ciento del costo de las obras.

    Grandes koljoses también dan préstamos a sus miembros, en condiciones que establecen ellos mismos. Por ejemplo, en la Federación Rusa algunos koljoses lo hacen por un plazo de hasta 25 años.

    Los que desean construir en cooperativa, pagan la cuota de ingreso que equivale al 30 por ciento del costo de la casa o el apartamento. El resto lo aportan el Banco Nacional (o el de la Construcción) de la URSS o los koljoses que también pueden facilitar a la cooperativa un crédito, por lo general, sin intereses y a amortizar en un plazo de hasta 20 años.

    Cada familia que se traslada a un poblado nuevo puede recibir una parcela anexa a su vivienda, de hasta 800 metros cuadrados, o una parcela de área mayor, pero fuera del poblado.

    Construyen los poblados rurales entidades estatales o interkoljosianas. Además, goza de popularidad el método de edificación particular, con brigadas especiales que forma para ello el sovjós o koljós de que se trate. Así se hace, por ejemplo, en el sovjós Lenin de la RSS de Letonia.

    Allí construyen casas de uno a cinco pisos. Todas tienen gas, calefacción central, agua caliente y teléfono. En el poblado funciona un nuevo comedor público, un supermercado, un jardín de la infancia y un centro de servicios. Se han edificado, como experimento, casas de 4 ó 5 habitaciones destinadas a una familia.

    Los que desean construir en cooperativa, pagan la cuota de ingreso que equivale al 30 por ciento del costo de la casa o el apartamento. El resto lo aportan el Banco Nacional (o el de la Construcción) de la URSS o los koljoses que también pueden facilitar a la cooperativa un crédito, por lo general, sin intereses y a amortizar en un plazo de hasta 20 años.

    Cada familia que se traslada a un poblado nuevo puede recibir una parcela anexa a su vivienda, de hasta 800 metros cuadrados, o una parcela de área mayor, pero fuera del poblado.

    Construyen los poblados rurales entidades estatales o interkoljosianas. Además, goza de popularidad el método de edificación particular, con brigadas especiales que forma para ello el sovjós o koljós de que se trate. Así se hace, por ejemplo, en el sovjós Lenin de la RSS de Letonia.

    Allí construyen casas de uno a cinco pisos. Todas tienen gas, calefacción central, agua caliente y teléfono. En el poblado funciona un nuevo comedor público, un supermercado, un jardín de la infancia y un centro de servicios. Se han edificado, como experimento, casas de 4 ó 5 habitaciones destinadas a una familia.

    En el campo se construyen ahora, con más frecuencia, casas de dos plantas. Hacen bastante compactos los poblados y su construcción es económica. Tienen apartamentos a dos niveles con salida independiente a las parcelas anexas a la vivienda, por lo cual conservan rasgos fundamentales del modo tradicional de vida rural.

    Es lógico que los que desean construir casas particulares o en cooperativa no puedan fantasear sin límites; deben centrarse en los requisitos básicos del plan rector de edificación de cada poblado.

    El lector no debe pensar que todos los problemas relacionados con la reestructuración del campo soviético ya se han solucionado de la mejor manera y por completo. Ni siquiera sobre el papel. Lo confirma, por ejemplo, una conferencia convocada hace poco por el Ministerio de Agricultura de la URSS y el Comité Central del Sindicato de Trabajadores de la Agricultura conjuntamente con la redacción de la revista "Sélskaya nov", cuyo tema fue: la modernización arquitectónica de la aldea.

    En esa conferencia se plantearon, en forma certera, varias cuestiones de índole económica y social.

    Por ejemplo, ¿cómo determinar si una aldea tiene o no perspectivas de desarrollo? Hemos hablado de los criterios básicos al respecto, pero la vida rebasa cualquier esquema, por muy bien pensado y detallado que sea. Cometer errores en estos casos sería imperdonable. Pues una vez clasificados en poblados con perspectiva y no perspectiva de desarrollo en estos últimos cesa la construcción de viviendas, de centros culturales y servicios, concentrándose todos los esfuerzos en los primeros. Cuando se trata de alguna aldehuela, de la cual la mayoría de habitantes se ha trasladado ya a poblados más grandes, no hay ningún problema. Pero, ¿si se ha incluido, sin suficientes fundamentos económicos una aldea donde vive y vivirá gente en las que carecen de perspectiva? Un nuevo poblado no puede construirse en dos días, pero las condiciones de vida en el viejo se congelan artificialmente por todo un período, hasta que se construya uno nuevo o hasta que se enmiende el error cometido. En la conferencia nadie discutió la idea de que sin la reducción del número de poblados existentes, agrandando los que se escojan, es imposible resolver los problemas económicos y sociales de la agricultura. Los debates fueron en otro plano: cómo cristalizar esto racionalmente, de la mejor manera.

    He aquí lo que se sacó en conclusión.

    No se puede permitir la liquidación en masa de los poblados con apresuramientos. Esto traería pocas ventajas y muchas pérdidas. Es evidente, que pueden calificarse de carentes de perspectiva, sólo aquellos poblados que desaparezcan durante un lustro.

    Es necesario formar muchos especialistas en planeamiento distrital. Los agrimensores y arquitectos no pueden prescindir de éstos, puesto que la migración de poblaciones completas es un problema socio-económico, que exige conocimientos especiales y una sólida base científica.

    Hay que mejorar también la estadística de la población rural y evitar que los mismos poblados figuren, en los censos, como autónomos y a la vez formando parte de otros más grandes.

    El establecimiento rural es parte de un problema general, y hay que concordarlo con el urbano.

    No es conveniente imponer al campo un modelo urbano. El confort urbano sí, pero sin alejar al campesino de la naturaleza y la tierra.

    Por ejemplo, los diseñadores ofrecieron al koljós "Mayak", de Moldavia, un magnífico proyecto para un poblado de 13 mil habitantes, de casas de 4 ó 5 pisos. Pero ningún koljosiano manifestó el deseo de vivir en ellas, por lo cual el proyecto fue rechazado. Casos análogos ocurrieron en otras zonas del país.

    En la conferencia se analizaron también cuestiones meramente económicas: cómo disminuir el costo y elevar el ritmo de edificación en el campo, qué sistema de vías de comunicación es el indicado, etc. La edificación experimental se torna a veces demasiado cara para realizarse en serie. Pero la solución no consiste en renunciar al programa de modernización del campo ni en recortarlo, sino en mejorar y abaratar los proyectos, en elevar la eficiencia enfocando de modo integral todos los problemas relacionados.

    La concepción de "enfoque integral", se encuentra con frecuencia en este folleto y en otros escritos que tratan unos u otros aspectos de la vida soviética. No es de extrañar, puesto que en cualquier cuestión socio-económica están concatenados e interrelacionados numerosos elementos. Todo enfoque simplificado, omisión o subestimación de unos u otros factores, puede traer consecuencias lamentables, independientemente de lo atractivo que sea la misma idea. No es casual que de la modernización del campo soviético, se ocupan economistas y arquitectos, sociólogos y estadísticos, ingenieros y agrimensores, especialistas en planificación y agronomía. Y, naturalmente, los campesinos.

    Probablemente, el contenido de este folleto asombre a los lectores que están acostumbrados a ver la realidad soviética con ojos, de corresponsales en Moscú, de algunos diarios de Occidente. Pero la cuestión radica en que un mismo hecho puede ser visto de distinta manera.

    Así un hombre de 40 años de edad parece muy viejo si lo comparamos a un colegial y casi jovenzuelo si a un jubilado. Mientras que él mismo no se cree ni viejo ni joven. El hecho es uno, que este hombre tiene cuarenta años, pero todo es cuestión de enfoque.

    Del mismo modo puede verse cualquier asunto. Y, claro está, el problema de la vivienda en la URSS. Todo depende con qué se compare y del ángulo de mira.

    Si uno posee un palacete o un apartamento de lujo, amortizado ya el crédito, y considera que es un estándar de vivienda existente en el país donde reside, la situación de un moscovita le parecerá lamentable. ¿Trece metros por persona? ¿No todas las familias poseen apartamentos independientes? ¿Cómo vive la gente?

    Pero no todos pueden razonar así, ni siquiera en los países más desarrollados. Unos simplemente no tienen donde vivir, a otros les resulta difícil amortizar el crédito, a unos terceros el dueño de casa les volvió a subir el alquiler. Ellos se preguntarán otras cosas. ¿Así que existe un país donde millones de apartamentos distribuyen gratis entre los ciudadanos? ¿Tan sólo nueve dólares por alquilar un apartamento moderno? ¿Las viviendas, no se dan a los más ricos, sino a los más necesitados?

    Otra cosa es si nos sentimos satisfechos con el nivel alcanzado.

    Claro que no. Queremos vivir mejor y así será. En el XI Quinquenio (1981-1985) entrarán en uso otros 10-11 millones de apartamentos. Esas cantidades no se construyen en ningún otro país del mundo. El ritmo de construcción de viviendas no va a disminuir. Pronto llegará el día en que cada familia soviética disponga de la vivienda que satisfaga todas las necesidades racionales del hombre.
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    Mensaje por alguien Jue Nov 17, 2011 12:50 am

    Edito: por alguna razón no puedo enlazar las imágenes con sus comentarios, que son muy interesantes.

    Si tengo algo de tiempo más adelante veré si se pueden subir a algún servidor de imágenes o algo.
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    Mensaje por Сталинград Jue Nov 17, 2011 10:01 am

    Como siempre, muchas gracias camarada alguien
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    Mensaje por alguien Jue Dic 08, 2011 5:59 pm

    Siento la tardanza, aquí están las fotos (algunas, no todas) vinculadas al artículo sobre la vivienda posteado en la página anterior del hilo ( Enlace directo al artículo sobre vivienda en la Unión Soviética ) , tened algo de paciencia para que carguen completamente los que tengáis una conexión lenta :

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    Un saludo antiparadigmático.
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    Mensaje por Granma Jue Dic 08, 2011 9:06 pm

    Gran aporte alguien.

    Un saludo.
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    Mensaje por kARLnAVAS Lun Mayo 20, 2013 9:13 pm

    Biblio 3W
    REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
    (Serie documental de Geo Crítica)
    Universidad de Barcelona
    ISSN: 1138-9796.
    Depósito Legal: B. 21.742-98
    Vol. X, nº 622, 25 de diciembre de 2005

    LA CIUDAD SOCIALISTA Y LA CIUDAD SOSTENIBLE

    Sergio Tomé Fernández
    Departamento de Geografía, Universidad de Oviedo

    La ciudad socialista y la ciudad sostenible (Resumen)

    Se ofrece un ensayo de aproximación general a la experiencia urbana socialista, poniendo énfasis en el planeamiento, los centros históricos, la vivienda, el verde y los servicios. Es decir, aquellos objetos de reflexión que más aleccionadores pueden resultar para el actual debate sobre el futuro sostenible de las ciudades.

    Palabras clave: ciudad socialista, planificación, sostenibilidad

    The socialist city and the sustainable city (Abstract)

    This paper examines in detail socialist urban experience: town planning, town centres, the housing problem, environment and services. To sum up, an analysis of those subjects of reflection that it may be interesting for present debate on towns sustainable future.

    Key words: Socialist town, urban policy, sustainability.

    Dieciséis años después de la caída del telón de acero, la Geografía tiene pendiente una interpretación equilibrada, con carácter definitivo, sobre la ciudad que dejaron los regímenes comunistas. Tarea complicada por el difícil acceso a la documentación original, aunque existe una ingente bibliografía como para cubrir al menos los aspectos sectoriales. La revisión del hecho urbano marxista, además de necesaria para matizar el discurso liberal elaborado al respecto, resulta inaplazable por diversas razones.

    Entre ellas la rápida transformación de las ciudades en el antiguo bloque oriental, que con frecuencia está borrando algunas trazas sustanciales del sistema anterior o desvirtuando sus contenidos en forma irreversible, como ha sucedido en ocasiones con los grandes equipamientos culturales, los espacios públicos y hasta las zonas verdes. Junto con ello, el profundo deterioro de otros elementos heredados hará pronto difícil la justa valoración de lo que hubo, provocando tal vez que las generaciones jóvenes carezcan de toda referencia o las reciban sólo de signo negativo.

    Esa exploración sirve además al objetivo fundamental de abrir perspectivas para el futuro de las ciudades, pues el bagaje urbanístico de los países socialistas representa una fuente de información enriquecedora en materias como la ordenación de usos, el patrimonio, el alojamiento y el ocio. Objetos a veces de innegables conquistas y formulaciones teóricas singulares, hasta el punto de fijar ideas que hoy se defienden universalmente como la necesidad de combinar los usos del espacio, para evitar las parcelas monofuncionales, o el rechazo a las formas extremas de descomposición territorial urbana. El manejo de esos materiales seguramente ayudará a construir una alternativa sostenible a la ciudad neoliberal, que hoy por hoy no ofrece respuesta suficiente a los problemas colectivos, sin que el pensamiento de la sostenibilidad termine de concretarse en forma suficiente.

    Los geógrafos y la ciudad socialista

    En un artículo titulado Elogio a Rusia, que publicó el diario ABC a comienzos de la década de 1960, el Marqués de Lozoya ensalzaba el urbanismo y la decencia pública socialistas. Comparando la reconstrucción y desarrollo posbélico en Leningrado y Madrid, reconocía “la superioridad de los urbanistas soviéticos”, y sobre la moral pública no dudó en sentenciar que “el imperio de los nuevos zares ha llegado, por la inteligencia de sus rectores, a las mismas conclusiones de la moral cristiana”. Pocos se atreverían hoy a realizar afirmaciones de esa naturaleza.

    Sin embargo es forzoso recordar que, durante decenios, también el discurso geográfico producido en Europa Occidental acerca de la ciudad socialista estuvo en buena medida presidido por el respeto, hasta que en los años noventa se impongan la denigración o el silencio. Quizá la Geografía francesa, más dedicada al exterior, ofrezca el mejor exponente de esa valoración, compartida por círculos relativamente amplios de otros países. No han faltado desde luego en la Geografía europea los detractores, que niegan interés alguno al hecho urbano de las democracias populares, como también es cierta la evidente simpatía que otros textos translucen, pero la interpretación dominante ha venido encerrando algo más que una opción ideológica. Apoyada en datos fehacientes y en el reconocimiento sobre el terreno, desveló las deficiencias, tensiones o errores presentes en la urbanización de los países del Este, en capítulos como la vivienda o el abastecimiento. Pero a la vez manifestó reconocimiento de los diversos logros alcanzados y las enseñanzas extraíbles de aquel modelo.

    En 1963 Beaujeu-Garnier y Chabot calificaron a la URSS como “una especie de laboratorio del urbanismo moderno”, productor entre otras cosas de ciudades nuevas que, en referencia al Asia soviética, caracterizaban por “sus amplias arterias, sus grandes espacios verdes, la majestad y la multiplicidad de los edificios colectivos situados en los puntos centrales, la ausencia de segregación social y de diferencia en la arquitectura de los diversos barrios”. Blanc, George y Smotkine comentaban en 1967 “la supresión de toda causa de disarmonía en el paisaje urbano”, a propósito de Polonia, y estimaron que las nuevas ciudades “representan una de aportaciones más positivas del urbanismo socialista (…), marcadas por la importancia de los equipamientos colectivos y de los servicios gratuitos o de precios más débiles”.

    En 1970 Pierre George alude a los extensos espacios verdes “asociados a las grandes unidades residenciales”, un año antes de que Blanc y Chambre propongan la imagen de Moscú “como surgida del bosque”. Por su lado Merlin, en 1972, llamó la atención sobre el hecho de que en los países socialistas “los equipamientos son construidos al mismo tiempo que los alojamientos y calculados con ayuda de normas que, si bien son a menudo débiles, tienen el mérito de existir”. En ciencias afines como la arquitectura no faltan consideraciones análogas, sirviendo quizá como ejemplo Stretton (1978) que, muy crítico en sus juicios, tampoco duda en observar que “la riqueza, el ingreso y la vivienda no tienen ninguna de las desigualdades extremas que ocurren en los países capitalistas”.

    Con cierto retraso, en España se publicaron escritos del mismo tenor, como el brillante análisis debido a Carreras i Verdaguer en la Geografía de la Sociedad Humana (1981), que concluye: “Puede resumirse que la ciudad soviética es bastante igualitaria, tanto en lo que hace referencia a la distribución interna de sus servicios, equipamientos y funciones, como en la semejanza de infraestructuras y organización entre las ciudades (…).Son igualitarias, sobre todo, porque la segregación social del espacio no existe, porque el transporte público alcanza un elevado nivel de densidad y porque el centro de las ciudades está elaborado para facilitar el acceso de grandes masas.

    Los principales problemas se presentan a través de los resquicios de privatización que se pueden dar con la introducción del transporte privado, que se halla en expansión; a través de la aparición de construcciones de viviendas en régimen de cooperativa –que, si bien ayudan a resolver el problema de la vivienda, rompen, en cierta forma, la homogeneidad social-, y a través, finalmente, de la introducción de los comercios de élite”. Al año siguiente el arquitecto Rodríguez-Avial Llardent, en la magnífica obra Zonas Verdes y Espacios Libres en la ciudad (I.E.A.L., 1982) sostenía que “urbanísticamente la Unión Soviética presenta un gran interés por ser el primer país en el que a gran escala el hombre intenta estructurar racionalmente la geografía y recursos”.

    Todavía en 1989 Pelletier y Delfante, aún resaltando la crisis del alojamiento y la endeblez del equipamiento comercial, destacaban el rigor en el planeamiento, el tratamiento del patrimonio o la importancia de los espacios verdes. Poco tiempo después la percepción varía radicalmente, pues en 1990 Radvanyi muestra a Moscú como “un escaparate de las contradicciones del socialismo”, y encuentra en ella “una neta segregación social”. Ya en 1996, en la Géographie Universelle, Brunet llega más lejos al afirmar respecto a Rusia que “la inmensa monotonía de los barrios de bloques no es radicalmente diferente de la de los barrios de las ciudades del Tercer Mundo, nacidos bajo la expansión urbana general de la segunda mitad del siglo XX” Dentro de la misma obra, también V. Rey refiere “cierta vacuidad del urbanismo” en Varsovia, la “banal universalidad” vista en Praga y la “tragedia urbanística” de Bucarest. Juicios que desde luego merecen todo el respeto, y si se traen aquí es sólo como muestra de una actitud diferente.

    Mil ciudades nuevas: el pensamiento y la praxis urbanística

    La experiencia económica, territorial y urbana del bloque oriental encierra una serie casi ilimitada de objetos de interés para el actual debate sobre la ciudad sostenible. Obligada por las circunstancias, la URSS construyó un urbanismo híbrido, empírico y cambiante, cuyos cimientos vendrían dados por la cultura de vanguardia y las propuestas del racionalismo occidental (Quilici, 1978). Aplicadas éstas a finalidades ideológicas, coexistieron con criterios de planeamiento tecnocrático-productivistas (Stretton, 1985), llegando a soluciones originales que se distancian del capitalismo pero a veces caminan en paralelo a él (Segre, 1988). Probablemente ninguna otra nación haya aportado tanta fundamentación teórica, propia o mixta, tanto debate ni tanta carga de trabajo en la definición de modelos o la determinación de parámetros urbanísticos. Es decir un colosal esfuerzo para definir la ciudad ideal. Al tratar de materializarla, Rusia acumuló una rica experiencia de colectivización urbana, en la cual resultaría decisiva la incesante declaración de problemas o signos de inefectividad, con la consiguiente rectificación y búsqueda de nuevas ideas.

    Por eso, y a causa también de los cambios políticos y económicos, hay una marcada evolución de los conceptos de ordenación (Talatchian, 1999), un replanteamiento casi continuado y un ejercicio habitual de la autocrítica. Esta representó un atributo fundamental, compatible con los principios de centralización o control, y derivó en el otro rasgo quizá más destacado, la flexibilidad y el rechazo de los estereotipos. En palabras de Lappo (1969) precisamente la Geografía debe ocupar un lugar destacado en la actividad urbanística, entre otras razones, porque contribuye a eliminar algo tan perjudicial como los estereotipos.

    Así pues, y con independencia de los resultados materiales, es digna de estimación la vertiente creativa, manifiesta por ejemplo en el manejo de distintos modelos urbanos (lineal, radioanular, constelación), la amplia experiencia en reconstrucción de ciudades (Kiev o Minsk después de 1945; Tashkent tras el seísmo de 1956) o reestructuración de áreas centrales (Rodríguez-Avial, 1982). Frente a quienes identifican aquel urbanismo con la coerción y la solución única, Quilici (1978) sostiene que “el problema no es la falta de libertad de composición. Más bien (…) se observa en determinados casos una excesiva y arbitraria libertad de prefiguración en las futuras disposiciones del ambiente urbano (…), así como parecen excesivas la delegación y el amplio margen de discrecionalidad concedidos (…), en algunas experiencias de proyección a gran escala”.

    De todo aquel caudal resulta una ciudad cuya dinámica (y nacimiento en el caso de las nuevas) responde, en principio, a la planificación centralizada del espacio y las actividades dentro de los planes quinquenales. Eso significa que existe una representación anticipada acerca de su tamaño óptimo y tamaño límite, motores económicos, organización funcional y forma de asentamiento. Condiciones de partida que por lo regular deberán revisarse ante los imponderables surgidos en el proceso de desarrollo, pero al menos amortiguan riesgos intrínsecos al libre crecimiento como la hipertrofia o el estancamiento.

    Para eliminar obstáculos al desenvolvimiento urbano se regula la base económica, dando de entrada prioridad a la industria como función rectora, motor del despegue y garante del equilibrio territorial. Durante decenios, el perfil netamente dominante en las ciudades socialistas fue el de centro fabril, si bien desde los años sesenta se persiguen como objetivos la multifuncionalidad y la definición de combinaciones de actividad óptimas (Lappo, 1969). A diferencia de Occidente la terciarización urbana no llegó a cobrar suficiente fuerza, por las razones apuntadas mas una tardía e insuficiente expansión de los servicios.

    El binomio ciudad-industria alcanzaría todo su efecto dinamizador en el vasto sistema de poblaciones de nueva planta, desde Dushanbé (1925) a Stalingrado (1929), Togliattigrado (1960) y Chertanovo Norte (1978). Entre 1926 y 1965 se fundaron sólo en la Unión Soviética 814 ciudades y 2.039 poblados de tipo urbano, 185 de aquellas durante los siete años posteriores a 1959 (Mijailov, 1978). En 1989 sumaban casi el millar, incluyendo las sobreimpuestas a núcleos rurales prácticamente disueltos (Pelletier; Delfante, 1989). Concebidas dentro del proceso de dispersión geográfica de las actividades productivas, protagonizaron la colonización de Siberia, los Urales y el Extremo Oriente, pero no deben relacionarse solamente con la puesta en explotación de los recursos o el tendido de la red de transporte (figura 1).
    Figura 1
    Volzhski (Rusia), ciudad nueva relacionada con el aprovechamiento hidroeléctrico del Volga
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    Fuente: Agencia Novosti en N. Mijailov,1978

    Tanto o más destacado sería su papel en la descentralización de las grandes aglomeraciones (ciudades satélite o sputnik), sobre todo desde los años sesenta. En este caso el paralelismo con las New Towns occidentales resulta evidente, aunque la escala de la intervención y su duración temporal establecen en los países del Este una considerable distancia. De entrada, la constelación allí desplegada ofrece, en su extraordinaria heterogeneidad, el interés de mostrar la sucesión generacional, el ensayo y revisión de diferentes modelos de asentamiento y composición urbana (Segre, 1988). Por otra parte, descontando el estrato más o menos amplio de núcleos ineficientes, poco exitosos o malogrados, es preciso reconocer que en términos generales cumplieron con su finalidad de contribuir a fortalecer y armonizar las redes urbanas. Dentro de ellas las ciudades intermedias llegarían a poseer un protagonismo considerable, como confirma el hecho de que entre 1926 y 1968 las medias anuales de crecimiento fueron inferiores en las grandes aglomeraciones que en el conjunto de la Unión Soviética (Gispert, 1989; Carreras, 1981).

    Aún así, el centralismo y los imperativos de optimización económica impedirían neutralizar suficientemente la fuerza centrípeta de los organismos urbanos mayores, cuyo sobrecrecimiento representó en todo caso una preocupación constante. Algo ausente hoy en la mayor parte de las naciones desarrolladas, cuando los procesos de concentración espontánea alcanzan cotas disparatadas, sin ir más lejos en España.

    Los proyectos elaborados para las primeras poblaciones nuevas, y en especial el Plan Director de Moscú aprobado en 1935, con clara influencia racionalista, sentaron los criterios básicos de un modelo aplicable a escala urbana y metropolitana. De ahí procede esencialmente la idea de la ciudad como territorio de crecimiento limitado, enmarcado por un anillo boscoso que cobra continuidad con las amplias zonas verdes intercalares. El rechazo de la Ciudad Jardín da lugar a formas de ocupación relativamente más densas pero extensivas, con disposiciones flexibles y tejidos urbanos aéreos (Blanc; George; Smotkine, 1967). La edificación en orden abierto se acompaña con un reparto armónico de la industria y una distribución escalar de los servicios, es decir una división funcional que aminore las distancias entre el trabajo, la residencia y los equipamientos colectivos (Quilici, 1978). Ese esquema espacial, que da prioridad a los espacios o elementos públicos y potencia el papel de la ciudad histórica, impone desde luego una planificación racional de las vías urbanas y del sistema de transporte, para articular las distintas piezas garantizando la homogeneidad en las condiciones de vida. La ciudad resultante, sobre planta radioanular, lineal o de otros tipos, está dominada por la importancia de las superficies descubiertas, que planteará a la larga problemas de mantenimiento (Brunet; Rey, 1996). A cambio los asentamientos ocupan extensiones apreciables: Moscú, con el Plan de 1935, saltó de 8.000 a 60.000 Has., y Kiev había alcanzado en 1980 un desarrollo de más de 50 kilómetros a lo largo del Dniéper (figura 2) (Raffe, 1936; Levitski, 1980).
    Figura 2
    Microraion en Kiev (Ucrania)
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    Fuente: G. Levitiski, 1980

    En el contexto de la reconstrucción posbélica terminan de perfilarse las finalidades del planeamiento, que insiste en el uso racional del espacio bajo criterios de ahorro, y asume el afán de crear un producto urbano totalmente diferenciado del capitalismo. Ya en los años sesenta, los primeros trabajos de revisión del Plan de 1935 vuelven a poner énfasis en la consecución de una estructura urbana polinuclear, mediante ciudades sputnik, cuando el nivel tecnológico alcanzado permite plantear objetivos de mayor calidad en el diseño (Segre, 1988).

    Todo ello se materializa en la última generación de Planes para Moscú (1971), Berlín (1972) o Praga (1975), cuya mayor preocupación es quizá la de atajar las disfunciones sobrevenidas (desequilibrios en el crecimiento, localizaciones inadecuadas, migraciones pendulares de excesivo radio). La respuesta es siempre la descentralización a partir de zonas multifuncionales ( Lappo; Bekker; Chikishev, 1976). En el caso de Moscú, su industrialización se interrumpe y hasta un total de 700 empresas mal alojadas pasan a la periferia, ya en 1978. Eso libera suelo interior para otros usos, como en Occidente, y favorece el establecimiento de ocho zonas autónomas en la planificación, como ciudades diferenciadas que equilibran mejor la vivienda y el empleo (Bazunov; Popov, 1978). Novedad en el planeamiento del fin de siglo fue la búsqueda de una mejor relación con la naturaleza, expresada en medidas protectoras y proyectos que ponen en valor los atributos paisajísticos. Si a eso sumamos las menciones expresas a la necesidad de profundizar la participación comunitaria, y las determinaciones tomadas para llegar a usos combinados del espacio, salta a la vista que las metas resultan bastante coincidentes con los actuales principios del desarrollo sostenible. La caída del campo socialista impidió fructificar definitivamente un urbanismo que, en palabras de Segre (1988), estaba viviendo el tránsito desde la mera búsqueda de soluciones a la creación e innovación.

    La dialéctica conservación-regeneración, en la ciudad histórica y el centro urbano

    Pelletier y Delfante (1989) ya se hicieron eco del “respeto casi obsesivo hacia el pasado”, originado a su entender por la consideración del patrimonio como bien popular, que evitó destrucciones equivalentes a las infligidas por la Revolución francesa y permitió que las ciudades históricas del campo socialista llegasen a nuestros días bastante bien conservadas (con excepción relativa de Rumania), recurriendo incluso a la reproducción de inmuebles o asentamientos devastados en la guerra. Bajo esa ley general el examen de casos revela una cierta diversidad de soluciones, entre el conservacionismo riguroso aplicado a los conjuntos de mayor interés, y la preservación selectiva combinada con renovaciones más o menos profundas en el resto.

    La metodología de intervención deriva en gran medida del Plan de 1935 ideado para un Moscú cuyo centro histórico se caracterizaba, fuera del Kremlin y ciertos asentamientos al interior de los bulevares, por la modestia y desigualdad de un urbanismo que dejó edificaciones burguesas en coexistencia con construcciones de madera. El tratamiento prescrito procede de la función atribuida, como pieza urbana a reforzar mediante la polifuncionalidad (incluyendo el uso residencial) y la inserción de elementos simbólicos que contribuyeran a intensificar su atracción. Al ser la parte de la ciudad más diferenciada morfológicamente, frente a los espacios modernos que habrían de resultar homogéneos, se imponía la protección de conjuntos, hasta donde permitieran las necesidades de saneamiento y el deseo de ganar centralidad.

    Esas premisas trajeron como consecuencia un nivel de conservación importante, certificado en los años setenta a través de la catalogación de un total de 1.120 monumentos arquitectónicos protegidos, integrantes de 405 conjuntos. Pero la trama quedó aclarada, gracias a una rebaja en los coeficientes de ocupación del suelo y al desahogo proporcionado por islotes verdes interiores a las manzanas o espacios públicos. Y al menos localmente la remodelación llegó a alcanzar cierta magnitud, al abrir cauce a nuevos viales o despejar suelo para usos colectivos de carácter administrativo, cultural y comercial. La diversidad de actividades, principio manejado hoy universalmente en las políticas de rehabilitación, tampoco entrañaba una hiperconcentración puesto que la centralidad se exportaba simultáneamente hacia espacios exteriores (Quilici, 1978; Segre, 1988).

    La Segunda Guerra Mundial proporcionó la oportunidad de extender y afinar el modelo, aplicándolo a la reconstrucción de centenares de ciudades siniestradas en los países del bloque. A despecho de las difíciles circunstancias posbélicas fueron reproducidos conforme al original los palacios de Leningrado (destruida en 1/3 del total), la totalidad del núcleo preindustrial de Varsovia (figura 3) y gran parte de los cascos antiguos de Gdansk, Wroclaw o Budapest, así como los museos, palacios e iglesias definidores del corazón de Berlín.
    Figura 3
    Reconstrucción posbélica de Varsovia
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    Fuente: Parma Press, Kiev, 1998

    Tan costosa tarea, compartida además con el esfuerzo de industrialización y la construcción masiva de viviendas, significaría décadas de trabajo, de tal forma que el castillo de Buda sólo quedó listo en 1975. En cuanto a Berlín la incertidumbre política determina que los espacios aledaños al muro no sean reconstruidos, hasta 1961, con edificios modernos. Pero todavía en los años ochenta se practicó allí la restitución de teatros y palacios desaparecidos, al igual que en Leipzig. Aún en los casos de reproducción integral, se trataba de réplicas mejoradas que esponjaron el tejido urbano, eliminaron malformaciones y oxigenaron los conjuntos con intercalaciones o anillos verdes. Grupo aparte lo forman ciudades como Minsk, Kiev o Jarkov donde permanece el embrión urbano, siendo el espacio restante reordenado mediante trazados geométricos y grandes manzanas con patios ajardinados.

    Durante largo tiempo y por razones evidentes las tareas de restauración se volcaron preferentemente en los monumentos, mientras que el caserío civil no pudo beneficiarse del mantenimiento necesario, en muchos casos hasta bien avanzados los años sesenta. Todavía en 1980 cascos como el de Praga se veían recubiertos de andamios y lonas, aunque sin derribos. Esa insuficiente dedicación, similar por cierto a la de muchas otras naciones europeas, sumada al contraste entre los enclaves históricos y los espacios renovados a mediados de siglo con edificaciones colosales del realismo socialista, pesó negativamente en la percepción que desde Occidente se tenía del tratamiento dado al patrimonio (Mijailiv, 1978). A partir de la década de 1960, mientras el centro histórico de las ciudades capitalistas padecía en mayor o menor grado la presión renovadora por parte de las actividades terciarias, la congestión y los procesos de gentrificación o ghetto, en las ciudades socialistas continuaron desarrollándose localmente programas de transformación más ordenados. Su meta fue la mejora de la vialidad y la inyección de usos públicos alojados en edificios funcionales, formando conjuntos que aún perseguían el distanciamiento respecto del libre mercado. El Plan de Moscú ratificado en 1971 pondría énfasis en la salvaguardia de los valores históricos, reservando el área central para la cultura y los servicios. Tras él, la política de cascos antiguos irá renunciando a los grandes proyectos renovadores para insistir en la protección de edificios.

    A finales de los años setenta en Polonia ya están catalogados los inmuebles decimonónicos (Gielzynski, 1977), y en la década de 1980 Bucarest reconoce 600 monumentos arquitectónicos, frente a los más de 2.000 inventariados en las 750 hectáreas del centro histórico de Praga (Löffler, 1984). Aparte de la conservación integral en casos como el de la capital checa, Cracovia o núcleos menores de la RDA y Hungría, entre los logros de obligado reconocimiento está la adaptación a fines colectivos y la musealización generalizada de castillos, palacios y construcciones vernáculas (Simon, 1980). No es menos significativa la defensa de otros componentes del patrimonio, como la veintena de hosterías populares supervivientes en Polonia, y la recreación de actividades y formas de vida tradicionales en antiguas poblaciones, por ejemplo de Bulgaria Por lo demás, la paulatina conquista de unos parámetros de calidad, que según Segre (1988) alcanza su cima en la recuperación de Tallín o las pequeñas ciudades de Alemania Oriental, iría evidenciando el acercamiento a ciertos principios de rehabilitación occidentales. Entre ellos la ocupación óptima, la peatonalización y el correlativo fomento del comercio más especializado, cuando el turismo comienza a resultar una función destacada. Pero otros criterios como el de la multiactividad o la representación simbólica de valores sociales, así como la parcial reconstrucción de estructuras heredadas, marcaron diferencias sensibles, por parte de un urbanismo que en Centroeuropa y los Balcanes tampoco desmanteló los extensos asentamientos históricos del tipo ciudad jardín.

    Con las acciones hasta aquí descritas, los cascos antiguos no quedarían marginados ni asumieron funciones de carácter residual; al contrario, formaron parte relevante del centro ciudad, en razón de su accesibilidad y variedad de cometidos, atributos logrados mediante medidas regeneradoras. De ahí procede parte de la originalidad que encerraban los distritos centrales, cuya comparación con Occidente permite señalar no pocos rasgos distintivos. Fueron espacios de ocupación mucho menos densa, nunca desprovistos del uso habitacional, que al colectivizar las funciones urbanas convivió con un sector terciario de naturaleza especial (Carreras, 1981). Oficinas de la Administración, servicios sociales, cultura y espectáculos eran los cometidos dominantes, quizá más que el comercio, para un centro urbano articulado a partir de los espacios públicos. En ausencia de intervenciones espontáneas, la sucesiva incorporación de elementos nuevos trajo consigo cambios sustanciales en la imagen urbana, desde el decorativismo monumental en tiempo de Stalin hasta el estilo internacional. Este introduce una mayor semejanza con la ciudad liberal, acentuada a partir de los años setenta cuando mejora la red comercial, se abren nuevos almacenes por departamentos y se construyen hoteles, de forma más clara en los países de Europa Central.

    La prefabricación, respuesta al problema habitacional .

    Setenta años de economía planificada aportaron una discusión profunda, periódicamente reavivada, sobre el alojamiento y su imbricación con las otras funciones colectivas de la ciudad. Aquel debate fructificó en una amplísima serie de prototipos de vivienda, por lo regular materializados, que se acompañaron de configuraciones específicas para los espacios residenciales y su armadura de servicios. Al igual que en otras vertientes del urbanismo, la dificultad para hallar respuestas adecuadas, unida a los cambios de circunstancias y la entrada en juego de variables nuevas, obligarían a reorientar la política de vivienda en distintas ocasiones y en casi todas sus dimensiones. Desde la financiación, las formas de promoción y tenencia hasta los tipos edificatorios, el tamaño, la organización funcional o la composición física de los asentamientos. Esos giros confieren aún mayor singularidad al proceso de edificación masiva, que no logró erradicar totalmente el problema de la vivienda pero aún así ofrece algunos planteamientos y resultados de obligada consideración.

    Antes de la II Guerra Mundial, en estrecha conexión con el Movimiento Moderno, se establecieron los fundamentos teóricos y las bases materiales para la intervención posterior. El modelo de alojamiento esbozado desde finales de los años veinte cumple requisitos como el carácter igualitario y la economía de medios, por tanto ha de ser mínimo y seriado, habiendo autores como Barsc y Ginzburg (1930) que en seguida anticipan la prefabricación. Descartada pronto la solución de la Ciudad Jardín, pareció más útil, para organizar la vida en común, agrupar el hábitat en bloques plurifamiliares con servicios compartidos. Tal es la idea del Kvartal o superbloque, que desarrolla un esquema ya utilizado en los proyectos de ensanche decimonónicos (manzana con interior ajardinado), y también muestra cierta coincidencia con la manzana de tipo racionalista, pero se diferencia de ésta por la igualdad de las viviendas y un mayor énfasis en las dotaciones colectivas indispensables (Quilici, 1978).

    Como unidad urbana elemental, el Kvartal cobró vida en las primeras ciudades nuevas y en el Plan de Moscú (1935), donde se agrupa en distritos residenciales (Microraion) con servicios de categoría superior. No siendo exactamente una aportación propia, el Kvartal, definido como bloques abiertos o en cuadro sobre patios arbolados que acogen equipamientos, alcanzó su mayor desarrollo en los países socialistas, al menos hasta la década de 1960 (figura 4). La multiplicación de las casas-patio confirió personalidad geográfica a las ciudades y, dada la extensión de los espacios descubiertos, su interconexión y las plantaciones vegetales que con frecuencia albergan, también representó un factor de calidad ambiental.

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    Figura 4
    Kvartal en Minsk (Bielorrusia)
    Fuente: Agencia Novosti en Kazanski, 1979

    Sin embargo las duras condiciones materiales de esa primera etapa, hasta bien cumplidos los años treinta, no permitieron atender suficientemente las necesidades, máxime cuando el Estado construía con cierta calidad y soportando la carga de unos alquileres muy bajos. Las pérdidas debidas a la guerra, en la URSS y las naciones posteriormente incorporadas al bloque oriental, agravaron el problema habitacional haciendo inevitable la multiplicación de las viviendas compartidas o Komunalka. Sólo en 1950 la Unión Soviética logra un parque residencial equivalente al de 1941, no viéndose otro recurso que la construcción prefabricada, abierta con carácter experimental en los años cuarenta y de forma generalizada a partir de 1954. Industrializar la construcción, mediante el empleo de paneles, módulos y hasta células sanitarias completas, permitió ganar rapidez, abaratar y por tanto multiplicar el producto, con ayuda de asentamientos cada vez mayores y edificaciones más elevadas. Eso significó un paso adelante en la definición de la vivienda mínima y los estándares constructivos, pero igualmente representó, por sus inconvenientes, una fuente continuada de preocupación y el mayor objeto de debate urbanístico durante décadas (Promyslov, 1963). La monotonía, la falta de calidad y de soluciones estéticas satisfactorias harían rebrotar la reflexión sobre la necesidad de conciliar la igualdad social con la diferenciación formal y el diseño arquitectónico (Orlov; Shvidkovski, 1969; Perevedentsev, 1975).

    Mientras tanto la opción de los Cubos de Hormigón se extendía en los años sesenta a Cuba, desde 1970 a otras naciones como Polonia que importaron fábricas de casas, llegando a dominar el sector de la construcción escalonadamente según países. En Rusia la prefabricación ya constituía el 70 por ciento del total en 1958; en la RDA el 80 por ciento en 1977 (Segre, 1988). Gracias a esa tecnología fue posible edificar en cantidades colosales y con un ritmo sostenido. En Moscú entre 1958 y 1971 se entregaron 1.800.000 nuevos apartamentos (Communist Party, 1971), y en la parte rural del país fue realojado el 80 por ciento de la población entre 1951 y 1970 (Fomin, 1974). En otras repúblicas la aceleración arranca de los años sesenta, como Hungría que a mediados de esa década alcanza un volumen anual de 60.000 viviendas (Simon, 1980). O Rumania, cuya capital entregó 80.000 apartamentos en los cuatro años posteriores a 1960 (Blanc, George y Smotkine, 1967). Por su lado Polonia logró un verdadero boom entre 1971 y 1975, 1.125.000 viviendas (Gielzynski, 1977), equivalente al de la RDA (608.600 viviendas), país que aún entre 1981 y 1985 construye cerca de un millón de alojamientos. Tan considerable actividad obligó, por otra parte, a fijar y perfeccionar paulatinamente los modelos de organización del espacio residencial. Desde los años setenta el kvartal cede paso al polígono, con bloques y torres alternos que adoptan una disposición en open planning, singularizada por la entidad de los espacios libres y la jerarquización tanto de las vías públicas como de los servicios colectivos (figura 5).
    Figura 5
    Composición con módulos prefabricados, Bratislava (Eslovaquia)

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    Fuente: K. Belicky, 1977

    A partir de las unidades residenciales más elementales (grupos de casas), que incluyen servicios primarios (área verde, guardería), la base de estructuración interna es el Microdistrito (Microraion), versátil en cuanto a superficie (25-40 Has.) y tamaño demográfico, desde 8.000 hasta 20.000 habitantes (Frolic, 1964). Posee carácter autosuficiente, así que incluye servicios de categoría más elevada (escolares, comerciales, culturales) y una parte del empleo de los residentes (French, 1979). El nivel jerárquico inmediatamente superior es el distrito (Raion), con volúmenes poblacionales de entre 20 y 50.000 personas, que requieren otra clase de dotaciones de uso frecuente (asistenciales, recreativas, de abastecimiento) aunque no diario. La accesibilidad a esos servicios estaba teóricamente garantizada por las vías rápidas que envolvían los distritos, cohesionando el conjunto urbano (Lappo, 1969).

    Por otro lado el boom edificatorio coincide con cambios sustanciales en las formas de promoción y propiedad. A partir de los años cincuenta (Polonia, Rusia, RDA) o sesenta (Hungría) el Estado cede a las cooperativas y empresas una parte de su responsabilidad en la construcción de viviendas, para dedicarse selectivamente bien a los estratos menos solventes, bien a grupos específicos de otra naturaleza, del mismo modo que cubre necesidades habitacionales derivadas de la colonización o la puesta en valor de recursos. El resto de la demanda es atendida por el sector cooperativo, asociado frecuentemente a empresas, que recibe del Estado suelo gratis y financiación para cubrir, según países, entre el 60 y el 85 por ciento del coste de las inversiones. Los beneficiarios de las viviendas satisfacen el resto, con dinero y en ocasiones también con horas de trabajo (400 en la RDA en 1977), y el crédito estatal debe ser reintegrado al menos parcialmente en un plazo de quince años con interés muy bajo (0,5 por ciento en la URSS en 1973). Así se canaliza el ahorro hacia la vivienda, y los cooperativistas acceden según los casos a formas de alquiler privilegiadas (testimoniales, transmisibles hereditariamente) u obtienen la propiedad. Tal ocurre en la mitad de los apartamentos levantados en Rumania entre 1971 y 1975, según Rey.

    En la Unión Soviética llegaron a funcionar más de dieciséis mil cooperativas, y en la RDA aportaban a finales de los setenta el 40% de la actividad del sector. A la vez hubo un fomento creciente de la construcción individual para régimen de propiedad, mediante créditos y terrenos que estimulan la multiplicación del número de casas unifamiliares y dachas, tanto en el medio rural y las pequeñas ciudades como en las aureolas recreativas de las grandes aglomeraciones. Llegaron a representar en algunas naciones hasta una décima parte de los nuevos alojamientos.

    El progresivo perfeccionamiento de las técnicas de prefabricación, aplicadas a construcciones elevadas sobre grandes polígonos, representó ya a finales de los años sesenta una fuente de ahorro que permitirá incrementar el gasto en la obtención de una mayor calidad y variedad. Así, atendiendo a la polémica suscitada por la indiferenciación y la falta de confort de los bloques por módulos, finalmente llegan algunas soluciones estéticas. Se consigue diversificar los tipos edificatorios y sus combinaciones sobre el plano; se emplean colores, murales decorativos para suavizar las medianeras y, a fin de dar identidad a los barrios, se juega con las particularidades regionales y las tradiciones históricas. Ese esfuerzo por lograr una diferenciación arquitectónica está recogido por Quilici (1978), quien hace constar que en 1976 “los institutos de vivienda (de la URSS) están elaborando más de seiscientas versiones nuevas de proyectos estándar”. En 1978 concluyó la urbanización del barrio de Chertanovo Norte (Moscú), que Segre (1988) presenta como producto final del proceso creador soviético. El asentamiento alojaba a 22.000 habitantes en una superficie de 40 has., solo 25 de ellas edificadas, con alturas en escalera y treinta variedades del bloque-tipo. Por vez primera, las grandes explanadas de cemento o asfalto fueron allí sustituidas por estacionamientos subterráneos.

    En correspondencia con todo ello iba incrementándose la superficie de las viviendas, la cantidad de tipos diferentes y el nivel de su dotación. El estándar de 9 m2/habitante establecido en la URSS como meta durante los años sesenta, aún no se había logrado en 1972. Cinco años después ya hay 12 m2/h., y a la caída del régimen la disponibilidad llegó a 17 m2/h. (Radvanyi, 1990; Brunet, 1996). La RDA consiguió 26 m2 por persona en 1987. En cuanto a los servicios procedentes de las redes técnicas, en la Unión Soviética el 93 por ciento de las viviendas disponían ya en 1967 de calefacción central, y el 98% de gas ciudad (Froment-Meurice, 1972). Por su parte los alquileres irían disminuyendo hasta estabilizarse, como sucedió en Alemania Oriental donde se pasa de un 10 por ciento del ingreso familiar en 1950 a un 3 por ciento en 1987. En Rusia a finales de los setenta el alquiler representaba el 4-5 por ciento del ingreso familiar, e incluía el gas, agua caliente, luz y teléfono (López Muñoz, 1977).

    Otros aspectos de la socialización urbana: el verde y los servicios colectivos

    Los espacios arbolados resultaron un componente esencial en la estructuración de las ciudades a partir de los años treinta. Ya el primer Plan de Moscú retomó la idea decimonónica del cinturón verde perimétrico para poner límite al crecimiento urbano, utilizando a tal fin los antiguos bosques que, engrosados con plantaciones, llegaron a reunir una superficie de 200.000 hectáreas a manera de faja cuyo ancho era de 15 kilómetros (Mijailov, 1978). Las ciudades nuevas de composición lineal fundadas en la misma década también tendrían como elemento vertebrador una banda verde, abierta rítmicamente en manchas mayores intercaladas entre los asentamientos. En los núcleos preexistentes se practicó sistemáticamente el aclarado interior y la incorporación de masas forestales inmediatas, para conseguir grandes extensiones de parques y jardines obedientes a unas normas.

    Por ejemplo Kiev dispuso en 1937 de un programa para la organización funcional de las zonas verdes, integradas en un sistema jerárquico donde cada elemento se diferencia por su cometido (sanitario, recreativo etc.), tamaño, localización y por la clase de acondicionamiento (Levitski, 1980). El posterior desarrollo de esos principios de diseño orgánico daría lugar a categorías normalizadas de espacios verdes escalonados, cuyo estrato superior viene dado por las coronas protectoras o cinturones periurbanos de bosques y parques, con una anchura de entre 5 y 10 kilómetros. Cuando la ampliación en superficie de las ciudades alcanza y desborda el límite forestal, este queda convertido al menos parcialmente en elemento interior arreglado para el esparcimiento, y su antigua función se traslada en teoría a un nuevo cinturón. En el nivel inmediatamente inferior se sitúan los parques urbanos, que suelen aprovechar parajes de interés ambiental como los frentes fluviales, lacustres o marítimos, y a menudo poseen carácter de espacio temático para motivos políticos, económicos o culturales. Los peldaños más bajos del sistema corresponden a los parques de distrito, conectados por rutas peatonales, y los jardines de los grupos de casas.

    A eso hay que añadir las zonas sanitarias protectoras (50 a 1000 metros de ancho) que aíslan las industrias, mas los terrenos arbolados en el interior de las fábricas, así como las franjas de defensa de las vías rápidas (50 a 100 metros de ancho) (Lappo, 1969). La suma de aquellas piezas verdes llegaría a representar 1/3 de la superficie de Moscú y hasta el 50 por ciento del territorio urbano en Kiev y algunas ciudades nuevas, obteniéndose coeficientes incluso superiores a los 20 m2 por habitante (Bazunov, Popov, 1978; Morózova, Monájova, 1979). Pero la magnitud del dispositivo no reviste seguramente tanta importancia como su correcta distribución, que en muchos casos permitió realzar en verde la aureola envolvente de los cascos antiguos, y dar a los paisajes modernos aspecto de bosque urbanizado. Claro está que la vastedad del espacio afectado impuso formas de acondicionamiento a veces muy someras, y labores de mantenimiento escasas. Pero el componente natural contribuiría decisivamente a contrarrestar las fuentes de contaminación originadas por un proceso industrial urbano cargado de dificultades, siendo entonces el factor clave en la calidad ambiental. Al menos hasta que en los años setenta comiencen a introducirse mejoras cualitativas relacionadas por ejemplo con el transporte, como el gas licuado para los vehículos pesados y la onda verde de circulación a velocidad moderada.

    Visto desde otro punto, el verde urbano cobra sentido dentro del dispositivo general para la provisión de servicios, base sustentadora de la colectivización urbana. El desarrollo de esas prestaciones, que intentan compensar las carencias del alojamiento, fue, por causas bien conocidas, muy desigual. Francamente limitado en el caso del abastecimiento, mucho más satisfactorio en los aspectos sanitarios, educativos, culturales o de ocio, estos últimos relacionados con la semana laboral de cinco días. Desde el arranque del proceso revolucionario, la envergadura del problema habitacional y el deseo de socializar el sistema de vida urbano dieron lugar a una reflexión teórica que fructifica en los primeros modelos de alojamiento con servicios comunes. Comedores compartidos, lavanderías y baños colectivos en los bloques de viviendas, liberarían a la mujer del embrutecedor trabajo doméstico, objetivo destacado entre los que guían el replanteamiento en profundidad de las ciudades (Sabsovic, 1934). La planificación física asumió esos apoyos a la vida comunal, trasladándolos al menos en el plano teórico a las unidades residenciales o Kvartal, aunque el elevado coste impediría su ejecución a gran escala, suplida en parte con la apertura de comedores colectivos en las fábricas.

    Pero la idea, plasmada en prototipos y experiencias modélicas, se asume como un objetivo fundamental para el socialismo, que reaparece casi constantemente en el debate urbanístico. Así, en los años sesenta vuelve a ponerse de manifiesto la necesidad de abaratar la vivienda, vencer las dificultades en el suministro de alimentos y estimular las prácticas comunitarias. La respuesta es la reducción de las dotaciones individuales, sustituidas por el living colectivo que fue objeto de diversos proyectos e incorporado a realizaciones experimentales (Zhuravlyev, Fyodorov, 1961). Ssgre (1988) alude a unidades habitacionales de la misma década, que aparte del catering común poseían puesto sanitario, sala de recreo, biblioteca y círculo infantil. Ahora bien, a los problemas de financiación se sumó la resistencia del modo de vida tradicional, según sostiene Froment-Meurice (1972) al recoger las críticas contra los modelos residenciales donde un restaurante en cada planta sustituye a la cocina particular. La falta de datos impide hacer balance de los resultados, que indudablemente estuvieron por debajo de las expectativas, pues todavía en los años setenta las mujeres soviéticas invertían el doble de tiempo que los hombres en tareas domésticas (Perevedentsiev, 1975). Pero su incorporación masiva al trabajo retribuido, y la existencia tanto de cantinas en los centros laborales como de comedores colectivos con carácter abierto, sin contar los restaurantes de los bloques de viviendas, supusieron al menos una parcial liberación de las preocupaciones relativas a la compra y preparación de alimentos. En Moscú llegaron a funcionar en 1978 ocho mil comedores, cafés y restaurantes, mientras que en Cuba, en 1983, los comedores obreros y escolares atendían diariamente a más de dos millones de personas. Los pormenores de esa experiencia, y su traslado a la configuración del hábitat, han de tomarse en consideración ahora que las ideas sobre el alojamiento sostenible vuelven a insistir en la pertinencia de los servicios compartidos, al menos para ciertos colectivos.

    Tanto o más interesante para el debate actual sobre la ciudad es, en un orden de cosas diferente aunque también referido a formas de vida en común, la participación ciudadana mediante trabajo social. Escolares y universitarios, colectivos laborales, comités ciudadanos y organizaciones sociales, desarrollaron una larga trayectoria en formación de brigadas que, dirigidas por las organizaciones de masas, asumieron tareas de mejora urbana (figura 6).


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    Figura 6
    Brigada de estudiantes en Leipzig, Alemania Oriental
    Fuente: S. Tomé, 1983

    A partir de los domingos rojos, las dedicaciones más características fueron la conservación de infraestructuras, el mantenimiento de instalaciones públicas y la protección de jardines o espacios colectivos. Con el paso del tiempo y al amparo de programas específicos llegarían a asumir tareas más especializadas en la ejecución de obras, como redes técnicas y edificación. Por ejemplo en Cuba se forman desde 1987 las microbrigadas en la construcción, con trabajadores procedentes de otros sectores de actividad, y más tarde cobra fuerza la autorrehabilitación del centro histórico por parte de los propios residentes. En la RDA la organización juvenil FDJ inició en los años ochenta el programa Reconstrucción y Ampliación, donde los estudiantes llegaron a modernizar unos veinte mil apartamentos antiguos al año, para uso de otros jóvenes.



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    © Sergio Tomé Fernández, 2005
    © Copyright: Biblio3W, 2005
    Ficha bibliográfica
    TOMÉ FERNÁNDEZ, S. La ciudad socialista y la ciudad sostenible. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. X, nº 622, 25 de diciembre de 2005. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-622.htm]. [ISSN 1138-9796].




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    Vivienda en la URSS Empty Re: Vivienda en la URSS

    Mensaje por Tripero Dom Sep 14, 2014 6:35 am

    Rescatado de unos archivos de Web Archive la extinta página leninismo.org.

    Texto de Alexandr Andreiév

    Editorial de la Agencia de Prensa Nóvosti, 1981



    SUMARIO

    1. EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA. SOLUCIONES SOVIÉTICAS.

    2. SOBRE LA BASE DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
           La Unión Soviética construye al año más de dos millones de apartamentos. Tiene para ello una potente
           industria: más de 400 grandes empresas de prefabricación de casas.

    3. QUIÉN Y CÓMO CONSTRUYE
           En la URSS es, fundamentalmente, el Estado el que se encarga de facilitar viviendas a la población. El
           derecho a la vivienda, proclamado por la nueva Constitución, se garantiza en lo material.

    4. EL APARTAMENTO Y EL PRESUPUESTO FAMILIAR
           Los alquileres en la URSS son los más bajos del mundo, no han subido desde el año 1928. Los ciudadanos
           reciben gratis los nuevos apartamentos.

    5. RÁPIDO, BUENO Y BARATO: ¿CÓMO COMPRENDERLO?
           La historia ha dado a nuestro país condiciones que no siempre nos permitían cumplir con estos tres requisitos.

    6. VARIEDAD INEVITABLE
           En la URSS existen decenas de series de proyectos estándar para construcción de viviendas. Esto se debe a
           la variedad de condiciones del clima y de la naturaleza.

    7. LA ARQUITECTURA Y LA ECONOMÍA
           La eficacia del proyectista consiste precisamente en que logra resultados óptimos partiendo sólo de los
           recursos efectivos y condiciones concretas.

    8. LA CIUDAD DE HOY Y DE MAÑANA
           Un apartamento confortable para cada familia, aire puro, áreas verdes y agua en abundancia: así será la ciudad
           del futuro.

    9. LA NUEVA SEMBLANZA DE LA ALDEA SOVIÉTICA
           La aldea necesita el confort urbano, pero sin llegar a convertirse en ciudad.




    1. EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA: SOLUCIONES SOVIÉTICAS.
    Tengo delante de mí una carta de Albert Jerbert, estudiante de Dijon, Francia. Después de haber leído el texto de la nueva Constitución soviética y los comentarios de la APN, sobre sus distintos artículos, nos escribió lo siguiente: "Me parece que ustedes han alcanzado un progreso realmente significativo y, por esa razón, no comprendo para qué incluir en la Constitución cosas tan elementales para cualquier país civilizado. El derecho a la vivienda, por ejemplo. ¿Qué me da? Si tengo dinero, puedo alquilar un apartamento adecuado o construirme una casa sin ese artículo en la Constitución; pero, si no lo tengo, este derecho no me sirve para nada...".


    En efecto, cuando la vivienda es objeto de compraventa, el derecho de los ciudadanos a tenerla no es más que una ficción, y, por lo visto, todo se torna precisamente así como escribe A. Jerbert. Pero sucede que en la URSS el Estado facilita, a sus ciudadanos, apartamentos gratis. Y no los reciben quienes más dinero tienen, sino aquellos que los necesitan de verdad.


    Por encima de todo lo demás, esto significa también lo siguiente: viviendo en un apartamento bueno y que corresponde al estándar moderno, uno no puede recibir otro ni pagando el precio más fabuloso; tampoco puede ingresar en una cooperativa de construcción de viviendas ni construir una casa particular (salvo que sea una casa de campo y no residencia fija).


    Algún millonario dirá que es una injusticia: ¿Qué es esto? ¿Tener dinero y no poder comprar ni construir casa? Pero a nosotros esto nos parece muy normal. Lo anormal es lo que pasa en cualquier país capitalista, donde unos viven en palacetes y otros en cuchitriles.


    En los últimos veinte años los soviéticos han recibido 50 millones de apartamentos. Desde 1956, cuando en el país se construyeron 2 millones 200 mil apartamentos nuevos, se puede decir que lo que se construye cada año equivale a una ciudad como Moscú o París.


    Pero las nuevas construcciones, incluso las más extensas, no significan de por sí una solución cardinal del problema de la vivienda. En los países más desarrollados de Occidente, corresponden per capita no menos y en algunos lugares hasta más viviendas que en la URSS, pero tener un apartamento confortable y moderno es ahí un sueño irrealizable para muchas personas. La gente no tiene donde vivir, aunque muchos inmuebles permanecen vacíos por ser imposible alquilarlos o comprarlos. Los soviéticos de edad avanzada conocen bien esa situación: en Rusia, antes de la revolución, un rico se alojaba con su familia en un palacete de 40 habitaciones y los obreros de su fábrica, disponían de menas metros de superficie habitable que aquellos que los esperaban en el cementerio.


    Es por eso que la Constitución de la URSS contempla el desarrolla del fondo inmobiliario y la distribución equitativa de la vivienda, así como el precio módico del alquiler (el cual, a propósito sea dicho, no ha subido en el país desde 1928). Sin ninguno de estos tres factores el derecho a la vivienda se pondría en entredicho, por dejar de ser accesible, bajo las mismas condiciones, a cada familia.


    La nueva Constitución no modifica el sistema, que se ha gestado en el país, para resolver el problema de la. vivienda. No hace falta suprimir lo que se justifica por completo y lo que ha permitido a la Unión Soviética llevar a la práctica, antes que cualquier país capitalista, la consigna de "un apartamento confortable a cada familia".


    Tres de cada cuatro apartamentos se construyen en la URSS a cuenta del Estado; uno, a cargo de los koljoses y de personas particulares con la asistencia de un crédito estatal y ciertas facilidades para amortizarlo. Como ni la primera ni la segunda forma aportan beneficios al Estado, y el estándar de la vivienda se ha elevado cuatro veces en los últimos tres lustros, el fisco tiene que destinar cada vez más recursos para la solución del problema de la vivienda. En el presupuesto de 1981, las asignaciones a la construcción de viviendas suman 18.500 millones de rublos. Además, cada año el Estado invierte 7 mil millones de rublos en el mantenimiento del fondo inmobiliario (el pago del alquiler que aportan los inquilinos cubre sólo un tercio de los gastos necesarios).


    Obtendremos una suma igual a 25,7 mil millones, que supera en una vez y media las asignaciones para la defensa.
    El derecho a la vivienda se fundamenta en el artículo 44 de la Constitución de la URSS, el cual se complementa de modo sustancial con el artículo 55 que trata de la inviolabilidad del domicilio: "Nadie podrá penetrar en el (domicilio) ajeno sin fundamento legal contra la voluntad de sus moradores". Artículos análogos contienen también las constituciones de los Estados capitalistas. Pero no impiden a los propietarios de casas echar a la calle a los inquilinos que no pueden pagarles el alquiler que aumenta sin cesar. En la URSS no se desaloja a falta de pago. Ni siquiera el que da en arriendo su casa particular o apartamento tiene derecho a desalojar al inquilino sin que lo autorice un tribunal. Por infringir esta regla, se abre un proceso judicial.


    Ahora bien, estas garantías del derecho a la vivienda no significan que cada familia tenga ya un apartamento que satisfaga por completo sus necesidades. El Estado soviético no puede todavía dárselo a todos. ¿Cómo así? —pensará el lector comparando el ritmo de la construcción de viviendas con el del crecimiento demográfico—. Realmente, ahora en la URSS se construyen —cada cinco años— tres veces más viviendas de las existentes en todas las ciudades de Rusia, antes de la revolución de 1917. El fondo inmobiliario aumenta con mayor rapidez que el número de la población. No obstante...


    Hay que recordar que el nivel del que se partió fue tremendamente bajo. En 1913 —año en que la economía prerrevolucionaria alcanzó su máximo ascenso— más del 50 por ciento de las familias obreras de Petersburgo se cobijaban en casas de vecindad, donde no disponían siquiera de una habitación por cada una. Los tejedores de Ivánovo, los mineros de Donbás, los petroleros de Bakú vivían en chozas, sótanos, cuevas.


    Durante la guerra civil y la intervención extranjera (1918-1920) fue destruida una quinta parte de las viviendas del país. Empezar a construir en masa era económicamente imposible. Como primera fase, se hizo una redistribución del fondo inmobiliario existente. Por un decreto especial, con fecha del 20 de agosto de 1918, fueron expropiadas y entregadas a los Soviets urbanos las casas de los grandes propietarios, a las cuales se mudaron obreros que habían vivido en sótanos y suburbios. También tuvieron que estrecharse los dueños de palacetes y de apartamentos de lujo. Solamente en Moscú y Petrogrado (antiguo Petersburgo y desde 1924, Leningrado) más de un millón de ciudadanos se trasladaron a las viviendas confortables, en que había residido holgadamente la burguesía. En vista de que el problema de la vivienda era muy agudo, el Consejo de Comisarios del Pueblo (gobierno) acordó también limitar la superficie habitable a sus integrantes (que fuese no más de una pieza por cada miembro de la familia).


    En el período de la reconstrucción de la economía nacional y durante los primeros dos quinquenios y medio (1929-1940), el fondo inmobiliario urbano aumentó en casi el 150 por ciento. En la práctica esto significaba que por cada familia había ya una habitación. Pero la guerra de 1941-1945, que dejó sin techo a 25 millones de ciudadanos soviéticos, volvió a agravar el problema de la vivienda...


    Puedo citar mis propias viviendas. Durante la primera década posbélica mis padres y yo nos alojábamos en una habitación de 17 metros cuadrados, en una casa situada en el centro de Moscú. Además de nosotros, en el mismo apartamento destinado, en realidad, a una sola familia, vivían cuatro más. De 44 compañeros míos de la escuela, 42 tenían condiciones similares.


    Ahora que han pasado tan sólo 25 años la situación es completamente distinta. Un apartamento confortable por familia es lo normal. Los que no lo tienen aún, lo demandan, elevan quejas al respecto y no aceptan cualquier solución que se les proponga para mejorar sus condiciones de vivienda. Pero no se ha alcanzado todavía el nivel que aspiramos a tener. Queremos vivir mejor y así Será. Para calificar la situación actual, tratemos de darnos cuenta de si es poco saber que el Estado hace todo lo posible por mejorar las condiciones de vivienda de sus ciudadanos; que los apartamentos jamás serán objeto de comercialización; que los alquileres no subirán y que si uno tiene que esperar que se le entregué un apartamento nuevo, es porque hay conciudadanos que lo necesitan antes.


    El Estado soviético jamás asume compromisos ilusorios, y siempre cumple los que asume. Ahí está la esencia del artículo de la Constitución que proclama el derecho a la vivienda.




    2. SOBRE LA BASE DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

    Es difícil imaginarse cuánto tiempo habría tenido que esperar la gente para recibir buenas viviendas nuevas, si el país no hubiese creado una potente base técnica para la construcción de éstas y empresas especializadas capaces de utilizarla con eficacia.


    La producción industrial de edificios sólo es eficiente si éstos se arman con elementos prefabricados estándar.


    La edificación de montaje integral (los elementos se producen en fábricas, yen las obras sólo se ensamblan) se ha hecho preponderante en la construcción de viviendas. Casi la mitad de las construcciones municipales y cooperativas se realizan por este método.


    No hace falta abundar en detalles para explicarlo. Basta con echar un vistazo a dos obras vecinas: una casa de ladrillos y otra de elementos prefabricados. Cuando en la primera los albañiles ponen ladrillos en el primer piso, en la segunda se acopla ya el último bloque del duodécimo. Los especialistas han calculado que el trabajo empleado en la segunda obra, si se compara con la primera, equivale a la mitad. Es evidente, que en una fábrica, con instalaciones tecnológicas especiales, se obtienen elementos estandarizados tanto por sus dimensiones como por su calidad. Sus características se conocen de antemano. Los constructores sólo ensamblan los elementos prefabricados, sin ocuparse de preparar los materiales.


    La edificación de montaje integral (a base de paneles, grandes bloques, etc.) es actualmente la tendencia más eficaz y de mayores perspectivas. Pero esto no significa que hayamos renunciado al empleo de ladrillos y otros materiales de pequeñas dimensiones. Se trata de algo diferente: de mejorar continuamente las estructuras de los edificios de ladrillo y de utilizar nuevos materiales a la vez. Así, los cálculos demuestran que la construcción de los muros exteriores de ladrillos con tres capas, empleando como termoaislantes materiales poliméricos y porosos, disminuye en un 25 por ciento el gasto de ladrillos y es en un 15 por ciento menos trabajosa.


    También sigue empleándose la madera. La prefabricación de casas de este material, tradicional en la construcción desde tiempos remotos, se desarrolla a buen ritmo. Claro que en las ciudades predomina la construcción con grandes paneles.


    Actualmente en la URSS hay más de 400 empresas que fabrican grandes paneles para la construcción de viviendas. Preparan materiales para más de 51 millones de metros cuadrados de superficie habitable al año.


    Otra cifra sugestiva. Hoy en día, una brigada vanguardista, de una de las empresas mencionadas, construye al año por encima de 50.000 metros cuadrados de vivienda (o sea, más de 1000 apartamentos). De ejemplo puede servirnos la brigada que dirige V. Kópelev, Héroe del Trabajo Socialista. Es de la empresa de casas prefabricadas N 1 de Moscú. Con un rendimiento de trabajo parecido, 900 brigadas como ésta —varias decenas de miles de hombres, nada más— construirían en un año una ciudad para tres millones de habitantes.


    Se sobrentiende que aseguran tan elevados resultados no sólo los bienes de equipo, sino también una organización ejemplar del trabajo. Por lo tanto, la difusión y transmisión de la experiencia adquirida, se considera en la URSS, una tarea de suma importancia: permite elevar la eficacia y mejorar la calidad de la edificación.


    Los arquitectos mostraban —al principio— cierta resistencia sobre la industrialización de la construcción. Algunos de ellos afirmaban que impediría crear conjuntos arquitectónicos de buena calidad estética. En efecto, así sucedió en los primeros años de construcción prefabricada. Pero luego se demostró, en la práctica, que la industrialización sólo cambia los métodos, materiales y formas de la edificación, sin limitar en absoluto la inventiva del arquitecto, quien, disponiendo de una amplia gama de elementos estándar, puede crear casas, conjuntos enteros conjugando la estética y el confort. Se hizo evidente que la monotonía y mediocridad arquitectónicas —hay barrios que parecen gemelos, incluso en ciudades diferentes— no era resultado inevitable de la construcción industrializada y de los proyectos estándar, sino de la mala utilización de las posibilidades, subyacentes en lo uno y lo otro.



    Construcción de viviendas conforme a los planes quinquenales
    (millones de metros cuadrados)

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    Todo depende de cómo se aborde la solución del problema. Veamos lo que hicieron los arquitectos y trabajadores de la construcción en la ciudad de Vilnius, capital de la República Socialista Soviética de Lituania. En el barrio residencial de Lazdynai, levantado por métodos industriales y proyectos estándar, se aprecia una compleja estructura arquitectónica perfectamente pensada. Cuenta con excelentes medios de transporte, facilidades para peatones, toda clase de servicios y áreas verdes. Es una impresionante composición tridimensional. Las viviendas construidas con grandes paneles se ubican "transversalmente al relieve", cosa imperdonable según los partidarios del economismo primitivo. Los autores de Lazdynai reelaboraron un proyecto estándar y utilizaron, más de la cuenta, elementos prefabricados. Desde luego, esto complicó las obras y encareció su costo. ¿Se ha justificado todo ello? ¡Efectivamente! Lazdynai es un ejemplo de gran capacidad profesional y, a la vez, una victoria sobre la rutina, el formalismo y la simplificación en la arquitectura.


    Los arquitectos y constructores de Lazdynai recibieron el Premio Lenin. Es decir, se trata no sólo del reconocimiento social del fruto de su trabajo, sino también de la aprobación de los métodos por los que se logró. Pensamos que en el proceso de la construcción hay que considerar tres elementos esenciales: el cliente, el arquitecto y el constructor. Pero vemos que las relaciones entre ellos no se basan, a fuerza, en los siguientes principios: el cliente desea economizar, el constructor busca la sencillez tecnológica y el arquitecto de. compaginar lo uno con lo otro. Ahora los clientes —en la URSS so organismos estatales, cooperativas de construcción de vivienda empresas industriales y koljoses— exigen que la obra que encargan además de económica, tenga valor estético. En resumidas cuentas en la sociedad socialista los tres elementos mencionados—el cliente el constructor y el arquitecto— están interesados en lo mismo construir bien, con variedad y comodidad para la gente y, cumplido todos estos requisitos, con los gastos mínimos.





    3. QUIÉN Y CÓMO CONSTRUYE

    Durante los últimos diez años, en la Unión Soviética unos 120 millones de personas recibieron nuevos apartamentos o mejoraron sus condiciones de vivienda. Anualmente, como promedio, 10-11 millones de personas se mudan a nuevos apartamentos. Sólo en el Décimo Quinquenio (1976-1980) el Estado asignó para la construcción de viviendas el doble que en 1956-1960. Sin embargo, los ritmos de la construcción se han retrasado un poco. ¿Por qué?


    La causa principal es de carácter económico. Si en 1965 un metro cuadrado de vivienda costaba al Estado, como promedio, 119 rublos, actualmente cuesta casi 170 rublos. El encarecimiento de la construcción es producto de que se eleva su calidad. Los nuevos apartamentos son más confortables que, en comparación, los que se construían hace 15 años, su superficie es más amplia en unos 8 metros cuadrados, aumentando el área de salas, cocinas, pasillos. En general, mayores que a mediados de los años 60.


    Las regiones que están siendo asimiladas --en primer término Siberia-- necesitan asignaciones complementarias para construir viviendas. Allí cualquier nueva construcción cuesta al Estado casi dos veces más que en la parte europea del país. Además, a la par con las viviendas, se tiene que erigir la infraestructura cultural y de servicios.


    El elevado costo limita las posibilidades constructoras estatales. Sin embargo, no hay fundamento para pensar que los ritmos de la construcción de viviendas seguirán disminuyendo. En el Undécimo Quinquenio (1981-1985) se conservará el nivel alcanzado (530-40 millones de metros cuadrados) pero se mejorará notablemente la calidad de los nuevos apartamentos.


    Por cuanto la construcción de viviendas en la URSS, según hemos dicho, se realiza por cuenta del presupuesto nacional, bajo la supervisión de los órganos locales del Poder —los Soviets de Diputados Populares— y por encargo de las empresas estatales; por esa razón, la mayor parte de la población recibe apartamentos gratis.


    Los Soviets de Diputados Populares facilitan vivienda a todo ciudadano, a toda familia que la necesite. Las empresas distribuyen viviendas únicamente entre sus trabajadores. Las asignaciones para este fin y el control sobre su utilización, se acuerdan cada año en el convenio colectivo que cada empresa concierta con sus trabajadores. Mientras más beneficios obtiene una empresa, más viviendas manda a construir. Los sindicatos tienen instituidas comisiones especiales que se ocupan de resolver el problema de la vivienda.


    También puede "construirse" un apartamento todo el que lo desee. Para ello tiene que pagar una cantidad determinada a una cooperativa formada de construcción de viviendas, que se encarga de la obra con la ayuda de un crédito que recibe del Estado.


    Existen en el país 24 mil cooperativas de viviendas. Reciben un fuerte respaldo del Estado. En los planes estatales se contemplan asignaciones para este fin.


    Debemos agregar que si el promedio de la superficie habitable que se asigna del fondo inmobiliario estatal, a los ciudadanos, es de 11,5 a 13 metros cuadrados por persona, en las cooperativas de construcción de viviendas esta norma es mayor, naturalmente. Además, los socios de una cooperativa pueden elegir ellos mismos el proyecto por el cual se construirá su casa, determinar el grado de confort en ésta, decidir cuál ha de ser el acabado interior, etc.


    Los terrenos para la edificación se conceden gratis, puesto que en la URSS la tierra es propiedad del Estado y no puede ser objeto de compraventa. Las casas se construyen por proyectos diseñados en instituciones estatales. Estos proyectos se aprueban por los órganos del poder local y deben cubrir los requisitos del plan rector del desarrollo de cualquier ciudad o poblado. De esta manera, se evita la edificación caótica y el aprovechamiento irracional de los terrenos.


    El costo presupuestario de las casas cooperativas se determina por los mismos precios y normas vigentes en el país, para las casas de vivienda que se construyen por cuenta del presupuesto nacional. Loa socios de las cooperativas de viviendas abonan del 30 al 40 por ciento del costo del apartamento  (en Moscú, el 40 por ciento). El resto se cubre con el crédito que facilita el Banco Nacional, por un plazo de 10 a 20 años, con un interés del 0,5 por ciento anual. Los jubilados, inválidos de guerra y familiares de militares fallecidos reciben facilidades adicionales y no pagan interés por el crédito.


    En el país también se lleva a cabo la construcción de viviendas individuales. Las casas propias las levantan los habitantes de los poblados de tipo urbano y ciudades con una población hasta de cien mil personas. Sin embargo, la edificación particular, principalmente, se realiza en las zonas rurales. Al mismo tiempo, en el campo se construyen muchas viviendas por cuenta del presupuesto estatal y de los koljoses. Esto se hace siguiendo un vasto programa elaborado para transformar los poblados rurales. En otras palabras, se reconstruyen viejas aldeas, desaparecen caseríos y aldehuelas, y se crean poblados de nuevo tipo con un nivel de servicios comunales y públicos, muy parecido al urbano. Los que desean tener casa propia, pueden construirla, de una o dos plantas, conforme a un catálogo de proyectos estándar.


    La cuota que hay que pagar de entrada por una nueva casa equivale al 30 por ciento de su costo. El Banco Nacional de la URSS concede, a los que construyen casas particulares, un crédito (con una tasa de interés del 0,5 por ciento anual) para amortizarse en un plazo de 10 a 20 años.


    Los koljoses también hacen préstamos, con frecuencia sin intereses, a sus trabajadores. Abundan asimismo los casos en que los koljoses entregan gratis casas nuevas, o abonan parte de su costo, a sus mejores y más antiguos miembros. Los propietarios de casas particulares pagan por los servicios comunales de acuerdo a las tarifas generales.





    4. EL APARTAMENTO Y EL PRESUPUESTO FAMILIAR

    Los órganos locales del Poder --los Soviets de Diputados Populares (rurales y urbanos)— con la participación de los Sindicatos y de otras organizaciones sociales, distribuyen la vivienda construida por el Estado.


    Más del 90 por ciento de las familias reciben apartamentos independientes (en los años 50 este índice era del 30 por ciento). Se ha logrado que el 80 por ciento de las familias urbanas, que viven en casas estatales y cooperativas, tengan ya apartamentos independientes y confortables.


    Las viviendas construidas por cuenta del Estado se distribuyen bajo control público. Este principio, en función desde hacía mucho, en 1977 quedó formulado en la nueva Constitución soviética y garantiza a los ciudadanos la igualdad en la distribución de las viviendas.


    En la distribución de la vivienda los Soviets parten del grado de necesidad de los ciudadanos. El tamaño del apartamento que recibe una familia depende del número de sus componentes. Corresponde hoy a cada habitante urbano, como promedio, 13 metros cuadrados de superficie habitable.


    Ya se dijo que los alquileres permanecen estables desde 1928. Ahora bien, junto con los servicios comunales (electricidad, gas, calefacción, agua caliente y fría) el monto del alquiler no pasa del 3 por ciento de los ingresos mensuales de la familia. Amortiza tan sólo un tercio de los gastos que el Estado realiza para mantener las viviendas. El resto proviene de los fondos sociales de consumo.


    Los fondos sociales de consumo son sumas que en el presupuesto nacional se destinan al consumo, para pagar los bienes materiales y culturales que la población recibe gratis y para hacerle préstamos, por encima de los ingresos que obtiene por el trabajo. Se invierten en la construcción de viviendas, la educación y la asistencia médica (que son gratuitas), en mantener los jardines de la infancia, casas cuna, escuelas internado, casas de ancianos, sanatorios, casas de descanso y viviendas pertenecientes al Estado, así como en pagar las becas, pensiones, en retribuir las vacaciones, etc.


    Cuando una familia recibe del Estado un apartamento nuevo, no paga nada de entrada.


    Cada inquilino tiene un talonario de recibos, en el cual se indica cuánto y por qué concepto debe pagar mensualmente. El alquiler se paga en las Cajas de Ahorros, en las cuales cada uno puede hacerlo con dinero o transfiriendo la suma adecuada de su cuenta corriente.


    Existen determinadas normas por las cuales los inquilinos pagan el alquiler de su apartamento. En el país y al mes, la tarifa básica de los alquileres es de 13,2 kopeks por metro cuadrado de superficie habitable. La superficie de los recintos auxiliares —cocina, recibidor, pasillos, cuarto de baño, etc.— está exenta del pago. En las viviendas modernas con todo confort (cuarto de baño, vertedero de basura, calefacción central, etc.), la tasa máxima del alquiler no pasa de 16,5 kopeks por metro cuadrado.


    La política soviética de la vivienda tiene otra particularidad más. Al determinarse la tasa del alquiler, se toman en consideración los ingresos de los inquilinos: salarios, pensiones, subsidios y estipendios.


    Repetimos que los alquileres que pagan los soviéticos no amortizan en su totalidad, ni siquiera un tercio, los desembolsos que hace el Estado para mantener y reparar el fondo inmobiliario. En Moscú, por ejemplo, los Soviets distritales reciben del presupuesto nacional, unos 130 millones de rublos para realizar reparaciones básicas, y otros 21 millones de rublos para la calefacción. Los gastos en mantener las tuberías de agua potable, el alcantarillado y la red de electricidad, se cubren con descuentos de los beneficios que obtienen empresas industriales y comerciales.


    El Estado establece los conceptos y tarifas de los servicios comunales (calefacción, agua fría y caliente, desagüe, electricidad, gas). Algunos ni siquiera se cobran a la población. Por ejemplo, la limpieza de los portales, pasillos y escaleras, patios y calles, o el uso del ascensor.


    Las tarifas del abastecimiento de agua fría y caliente y del servicio de desagüe, de consumo y utilización ilimitados, son estables. Por ejemplo, en un apartamento de tres habitaciones, en Moscú, el agua y desagüe cuestan poco más de un rublo al mes (unos 1,5 dólares norteamericanos).


    Los últimos años en Moscú, en vista del crecimiento demográfico y la ampliación del territorio de la ciudad, en los marcos del nuevo Plan Rector, se han invertido fuertes sumas en la construcción de nuevos embalses, sistemas hidráulicos y otras públicas. El consumo de agua por habitante ascendió a 260 litros diarios (de contarse el agua para necesidades industriales serían 650 litros). Pero las tarifas de consumo no han aumentado.


    Los inquilinos pagan por la calefacción un 40 por ciento del alquiler. En todas las ciudades soviéticas se realizan obras para mejorar el sistema de calefacción, pero esto no repercute en las tarifas respectivas.


    Los inquilinos tienen un talonario para pagar la electricidad y el gas, además del de recibos de alquiler y de otros servicios comunales, y hacen ellos mismos sus cuentas de acuerdo con las normas establecidas. Por la electricidad, lo que marque un contador, a razón de 4 kopeks por kilovatio-hora; por el gas, a razón de 16 kopeks mensuales por persona, sin limitaciones de consumo. Hace tiempo, en los apartamentos había contadores de gas, pero luego se renunció a ellos. A diferencia de la electricidad, en el consumo doméstico de gas no se registran grandes oscilaciones. Por lo tanto, se consideró inútil instalar esos aparatos.


    Es increíble lo que paga —por ejemplo— una familia de 4 personas que vive en un apartamento, cuya superficie habitable es de 45 metros cuadrados, de una casa moderna: con ascensor, calefacción central, cuarto de baño, agua caliente y fría, desagüe, gas, etc. El total es de 15 rublos 58 kopeks al mes. Desglosando: 5 rublos 94 kopeks, el alquiler; cerca de 5 rublos, la calefacción, el agua fría y caliente; unos 4 rublos, la electricidad (dicha familia tiene refrigerador, televisor, receptor de radio y otros aparatos eléctricos); 64 kopeks, el gas.





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    Mensaje por Tripero Dom Sep 14, 2014 6:36 am



    5. RÁPIDO, BUENO Y BARATO: ¿CÓMO COMPRENDERLO?

    Que estos tres principios deberían regir la construcción; era aceptado, desde hace mucho, por la gente. Pero no siempre se aplicaban y menos al mismo tiempo. Veamos que sucedía, hasta 1917, en la ciudad de Nizhni Nóvgorod, actualmente Gorki. Los palacetes construidos uno tras otro, en una elevada ladera sobre el Volga, hace más de un siglo, embellecen el paisaje hasta nuestros días. Al verlos se comprende que quienes los mandaron construir, derrochaban el dinero. En efecto, los mercaderes de Nizhni Nóvgorod eran de los más ricos en Rusia. Cuando construían para ellos, de los tres principios mencionados, prevalecía el segundo. Pero cuando lo hacían para los pobres: barracas y espantosas casas de vecindad, entregaban de hogar. Era rápido y barato. La calidad no importaba. Esta observación no pretende ser original. Bien conocido es el hecho de que, en la Rusia zarista, siempre se construyeron —además de los suntuosos palacios, mansiones e iglesias— casas malas y baratas, que no podían complacer a sus moradores ni a cualquier observador ajeno. Este era el fondo de viviendas que tuvimos que barrer de la faz de la tierra para reemplazarlo con otro nuevo.


    En vísperas de la segunda guerra mundial, el fondo inmobiliario urbano constituía en la Unión Soviética 421 millones de metros cuadrados. Más de la mitad se había construido después de la Revolución de Octubre de 1917. Es decir, en sólo 23 años, incluidos los de la guerra civil y de la intervención extranjera (1918-1920), se hizo más que en muchos siglos. Hubo en aquel período tanto búsquedas innovadoras de arquitectos, como hallazgos interesantes, pero en general el ritmo de la edificación era moderado, por las reducidas posibilidades económicas y técnicas de que disponía el Estado. Aunque la construcción de viviendas se realizó en proporciones inusitadas, en la historia del país, no fue posible abastecer de apartamentos confortables a la población urbana que, debido a la industrialización, crecía con rapidez. En aquellas circunstancias sería un fracaso lanzar la consigna de "un apartamento confortable, a cada familia". En la práctica, significaría que unos disfrutarían del confort moderno y otros habrían de cobijarse, durante largos años, en casas destartaladas. Por eso, el Estado soviético eligió otro camino: alojar en casas nuevas, en un mismo apartamento, a dos o tres familias. Fue una medida provisional, pero necesaria, que disminuyó, hasta cierto punto, la crisis de la vivienda.


    Durante la guerra contra la Alemania nazi (1941-1945), quedaron sin viviendas 25 millones de soviéticos: las incendiaron y destruyeron los invasores. Muchos centenares de miles de ciudadanos, junto con las fábricas evacuadas de las zonas próximas al frente, se trasladaron a la región del Volga, a los Urales, a Siberia y al Extremo Oriente. Era vigente darles vivienda. Las autoridades locales y los constructores disponían a veces sólo de semanas o días contados: tenían que alojar a los evacuados antes del invierno. En vista de ello, nadie se ponía a pensar en la estética o en búsquedas arquitectónicas. Se construía contra el tiempo. Así, por enésima vez, circunstancias concretas obligaban al Estado soviético a postergar la solución cardinal del problema de la vivienda, con tal de satisfacer las necesidades inmediatas de la población.


    La guerra terminó hace tres décadas y media. Ahora los arquitectos y las entidades estatales, responsables de la edificación, enfrentan la necesidad de enfocar integralmente el desarrollo de las ciudades y poblados.


    No hace mucho conversé con Alexéi Bujtiárov, presidente del Comité Ejecutivo del Soviet, de la ciudad de Omsk (Siberia). Me parece de interés para el rector, conocer el contenido de aquella entrevista.


           —¿Qué significa enfocar integralmente el desarrollo de la ciudad, en el caso de Omsk?
           —En cualquier caso el desarrollo de una ciudad es multifacético: crece la industria y, por lo tanto, aumenta la población y con ella, la ,necesidad de viviendas, de servicios, comunicaciones y otras muchas cosas. Cuando hablamos de la solución integral del problema, tenemos en cuenta sus diversos aspectos tomados en su conjunto y, además, en vinculación orgánica. Buscamos la variante óptima para satisfacer los intereses de la población que crece con rapidez y para cubrir, a la vez, las necesidades de la economía del país, de la región y de la ciudad, haciéndolo con vistas al presente y al futuro. En todo ello, nos basamos en nuestras posibilidades y nuestros recursos existentes.
           — Estas son verdades obvias. Pero es muy difícil aplicarlas en la práctica, analizando científicamente todos los factores en su concatenación. El ejemplo de Omsk es en este sentido muy elocuente. Imagínese una ciudad con más de un millón de habitantes, uno de los emporios industriales y culturales más importantes no sólo de Siberia, sino del país, una ciudad que se fundó hace dos siglos y medio, y que lleva en su semblanza el sello de las más diversas épocas.
           — ¿Qué se requiere para el desarrollo integral —en la concepción moderna de este vocablo— de una ciudad como Omsk? Suficientes medios y recursos, así como la posibilidad de evadirse, aunque no sea más que temporalmente, de los problemas actuales, siempre "candentes", para poder pensar en serio en perspectivas más o menos lejanas. En el pasado nos era imposible hacerlo.
           — En los primeros quinquenios (1928-1940) y, sobre todo, durante la segunda guerra mundial y después de ésta, la nación construía en Omsk, igual que en otras ciudades, grandes plantas industriales. ¿Dónde alojar a los miles de constructores y, luego, a los obreros de las fábricas? Las temperaturas del invierno suelen llegar, en Omsk, a 50 grados bajo cero. Las viviendas se necesitaban al instante, no se podía demorar en construirlas uno o dos años, ni pensar en meses. Ante esos imperativos, todo lo demás pasaba a segundo plano. Es la razón por la cual gran parte de las viviendas de aquel difícil período, no nos pueden satisfacer hoy en día.
           — Al incrementarse el potencial económico del Estado, el cuadro fue cambiando, y desde mediados de los años 60, en Omsk se edifica de otra manera. Lo que se construye ahora, no sólo cubre las necesidades perentorias, sino servirá a largo plazo. Hace algunos años aprobamos el Plan Rector de desarrollo de nuestra ciudad, en vigor hasta fines del presente siglo. Una vez cumplido, veremos a Omsk como la ciudad que deseamos: aún más hermosa y urbanizada, con anchas avenidas que permitan el tráfico rápido, con aire puro y una belleza arquitectónica incomparable, cómoda para la vida y el trabajo, y que satisfaga las más elevadas exigencias en la cultura y los servicios.
           — Diré algunas palabras sobre las obras a realizar; el fondo inmobiliario urbano aumentará en un 50 por ciento y será plenamente confortable, se construirán 300 mil apartamentos. La mitad de los edificios residenciales que se construyen tendrán 9, 12, 16 o más pisos. Se abrirán nuevas avenidas para transporte rápido y se modernizarán las viejas; casi se triplicará el número de establecimientos de servicios públicos; las áreas verdes ascenderán a 24 metros cuadrados por habitante.
           — ¿Qué opina usted del estado de cosas en la hacienda municipal?
           — Esto es relativo. En comparación con el pasado, incluso un pasado reciente, la situación ha mejorado mucho en todo sentido. Tampoco van mal las cosas, si comparamos a Omsk con otras grandes ciudades, soviéticas o extranjeras. Por ejemplo, el 90 por ciento de nuestros apartamentos tienen calefacción central y gas.
           — Unos 12 mil apartamentos confortables, en altos edificios se distribuyen cada año entre los habitantes de Omsk. Esto significa, que en un quinquenio recibe apartamento nuevo una de cada cinco familias. Podríamos presumir de estos resultados, pero consideramos que eso no es suficiente y que tenemos aún mucho por hacer; tanto en lo que se refiere a la vivienda, como al desarrollo del transporte y de los servicios que han de ampliarse y mejorar. Por ejemplo, en Omsk hay ahora cerca de 700 cafeterías, restaurantes, comedores y otros establecimientos de alimentación pública. Debe de haber más.


    La entrevista citada se refiere a una ciudad siberiana, que como tal tiene muchos problemas específicos.


    A escala de un país tan grande como es la Unión Soviética, en cuyo territorio hay las más variadas zonas climático-naturales, las peculiaridades locales son esenciales.


    Trasladémonos ahora de Siberia hacia el Oeste, a orillas del río Kama, afluente principal del Volga.


    Cuando se trata de la industrialización de nuevos territorios en la URSS, suelen aludir a Siberia, al Extremo Oriente, o a la parte norte. Pero uno de los ejemplos más importantes está a una hora y media de vuelo de Moscú, en el curso bajo del Kama. Allí, en la República Autónoma de Tartaria, en las inmediaciones de importantes núcleos industriales, existió hasta hace no mucho algo así como un "vacío industrial", con una superficie de 2.500 kilómetros cuadrados.


    Ahora en un territorio semejante a un triángulo, cuyos vértices son las ciudades Náberezhnie Chelní, Nizhnekamsk y Zaínsk, se construyeron más de 40 complejos industriales. Se trata de la mayor concentración de producción en la URSS. Además, las empresas son tan grand9s como el KAMAZ, conjunto de fábricas de camiones de gran capacidad de carga, construido en Náberezhnie Chelní. Henry Ford, "rey automovilístico" de los EE. UU., al visitar esta planta, dijo que ni su país ni Europa Occidental hubieran sido capaces de realizar algo parecido.


    Son comparables al KAMAZ sus vecinos: las industrias petroquímicas y de neumáticos de Nizhnekamsk, la hidroeléctrica (recién construida en el Kama), la termoeléctrica de Zaínsk, etc.


    Donde ahora se encuentra la ciudad de Nizhnekamsk (150 mil habitantes), en diciembre de 1960, en medio de la estepa nevada, metieron la primera cuña y en abril del año siguiente colocaron los cimientos de la primera casa...


    Es preciso imaginar aquel panorama. En el mapa, el lugar, donde habían de realizarse las obras, parecía insignificante pero, visto de cerca, representaba una estepa extensa, un bosque sórdido, barrancos, caminos llenos de intransitable barro. Incluso uno se resistía a creer que no estaba en el fin del mundo, sino en el mismo centro del país.


    La primera escuela empezó a funcionar, cuando la ciudad aún no existía. La primera vivienda de varios pisos se construyó después. Así lo decidieron los propios ciudadanos. Cuando todo se crea a partir de cero y las entidades de construcción no pueden llevar a cabo simultáneamente todos los trabajos, es necesario darle prioridad a lo más importante: ¿Una casa de vivienda confortable o una escuela? La gente se conformó con vivir hasta muy entrado el otoño en vagoncitos (vivienda típica de los primeros constructores de aquel período) con tal de que sus hijos fuesen a tiempo a la escuela.


    "Desde luego, los más difíciles fueron los primeros pasos — relata Farit Bagautdínov, ex presidente del Comité Ejecutivo del Soviet urbano de Nizhnekamsk, hoy ministro del Comercio de la RSSA de Tartaria—. Poco a poco las cosas fueron desenvolviéndose de manera favorable. De las aldeas adyacentes y de otros lugares, más lejanos, llegaban nuevos contingentes de constructores. Rusos, tártaros, bashkiros, tadzhikos... Treinta nacionalidades en total. Pero Nizhnekamsk no se convirtió en una nueva Babilonia: todos sus habitantes se comprendían perfectamente y no percibían barreras nacionales de ninguna clase. Maquinaria y materiales de construcción llegaban de distintas regiones del país. Las obras fueron desplegándose, lo cual implicaba problemas cada vez complicados.


    "El más apremiante fue el de vivienda. Necesitaban viviendas cuantos llegaban. Pues, antes de•hacerse constructores, todos los que llegaban a Nizhnekamsk se hacían ciudadanos de esta futura ciudad.


    "Por eso tuvimos que decidir cómo construir. No exigiendo mucho de la calidad, pero más rápido, o de una calidad mejor, pero más lento. No es un problema fácil ni nuevo.


    "Naturalmente, la situación no era la misma que a raíz de la segunda guerra mundial. A las obras de Nizhnekamsk acudían hombres que tenían viviendas en los lugares de donde procedían. La primera conclusión era evidente: regular conforme a nuestras posibilidades el número de los que llegaban para garantizarles vivienda segura. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. No todos llegaban habiéndose contratado previamente ni siquiera habiendo averiguado los detalles. Muchos lo hacían nada más enterados de que se trataba de unas obras grandiosas, y acudían a ellas, seguros de poder obtener el trabajo y la vivienda.


    "Rechazamos la idea de construir viviendas provisionales, a manera de barracas y que más tarde se podrían derrumbar. Construimos sólo lo que podría servir mucho tiempo. Pero en un principio, utilizamos como albergues las viviendas comunes: en los apartamentos de una pieza alojábamos a una familia, o a dos o tres trabajadores solteros; en los de dos piezas, el número doble, etc. Claro está que también construimos albergues confortables según los proyectos tipo especiales. Ello nos permitía contrarrestar, con una rapidez relativa, la escasez de viviendas y alojar sin mayor dificultad a cuantos llegaban. Con el tiempo los inquilinos de los albergues improvisados se mudaban a los edificios construidos con este fin, y los apartamentos que dejaban eran utilizados en forma adecuada.


    "La realidad confirmó que nuestra solución fue acertada. Hoy día en la semblanza arquitectónica de nuestra ciudad hay edificios de distintas generaciones. Claro está, las casas y barrios más recientes se ven mejor y son más confortables. Es inevitable y no ha podido ser de otra manera. Pero los viejos edificios no afean el panorama y no tuvimos que demoler ninguno de ellos."


    En la URSS los Soviets urbanos son, básicamente, los propietarios del territorio que tienen bajo su jurisdicción, y ninguna resolución, que concierne a los intereses de la ciudad y de los ciudadanos, puede adoptarse sin que ellos lo autoricen.


    Sin la autorización del Soviet, no se puede construir en la ciudad ni un solo edificio, y los apartamentos nuevos se distribuyen entre los ciudadanos por las listas que se aprueban en el Comité Ejecutivo del mismo.


    Para que las cosas vayan normalmente, es preciso coordinar permanentemente lo que hacen las empresas poseedoras de recursos para la construcción de viviendas, puesto que de otra manera no surgiría un conjunto arquitectónico armonioso, sino un conglomerado de elementos sueltos que sólo formalmente podría llamarse ciudad.


    En Nizhnekamsk lo comprendieron muy pronto. El Plan Rector de esta ciudad, trazado por arquitectos moscovitas (hasta el año 1990), es un asunto que preocupa —no sólo de palabra, sino de hecho— a cuantos viven y trabajan en la misma.


    En una ciudad nueva, donde no hay todavía población local nacida en ella, donde todos los trabajadores han llegado de otros lugares, el problema de la migración de cuadros es especialmente agudo. Hacer que los trabajadores echen raíces en el sitio nuevo siempre es más difícil que retener al originario del lugar. En este caso no ayuda el apego al terruño ni la fuerza de costumbre. La solución es una sola: crearle a la gente condiciones de trabajo y de vida, que superen las que había tenido anteriormente. Esto quiere decir que una ciudad nueva, como Nizhnekamsk, por ejemplo, debe desarrollarse en el plano social con mayor rapidez que los núcleos industriales y culturales ya formados.


    En los últimos diez años se construyeron en Nizhnekamsk 26 mil apartamentos. El volumen actual de las obras —cuatro mil apartamentos por año— supera cinco veces el del año 1967: calculado proporcionalmente al número de habitantes, cuadruplica el nivel medio registrado en el país. Con este fin, se invierten cada año 50 millones de rublos: 400 rublos por habitante de la ciudad, comprendidos los niños recién nacidos, o 1.600 rublos (más de 2.000 dólares) por una familia de cuatro personas.


    La justa distribución de los apartamentos, está a cargo de un departamento especial del Comité Ejecutivo del Soviet urbano, el cual registra a todos los que necesitan vivienda y, junto con los sindicatos y otras organizaciones sociales de las empresas e instituciones, establece el turno. Sólo los técnicos contratados, por invitación personal para trabajar en la ciudad, reciben apartamentos sin esperar turno. Estos apartamentos son de un fondo especial, de reserva. Los que llegan por iniciativa propia se alojan en un albergue confortable y se registran en el Comité Ejecutivo del Soviet urbano. Se les dan apartamentos a medida que se construyen nuevos edificios.


    Desde luego, a veces ocurre que a algunos la espera les parece muy larga. Entonces elevan quejas al Comité Ejecutivo, donde éstas se estudian cuidadosamente, y, por lo general, los ciudadanos reciben respuestas que les satisfacen, comprendiendo que todo se hace con justicia y que ellos tienen los mismos derechos que los demás. Llegará su turno, y recibirán apartamento nuevo. En cierto sentido, quienes esperan incluso salen ganando: el estandard de vivienda se mejora continuamente, y el apartamento que se construirá mañana será, sin duda, mejor que el construido hoy.





    6. VARIEDAD INEVITABLE

    En el transcurso de mis numerosos viajes por la Unión Soviética he observado algunos cuadros como los siguientes:


    Turkmenia, república federada situada en el Sur del Asia Central. Unos bulldozers allanan el terreno para levantar un poblado a orillas del Canal de Kara-Kum, de 1.000 kilómetros de longitud, que lleva sus aguas a los arenales de uno de los desiertos más grandes del mundo. Las máquinas deben pararse muy a menudo, por empezar a hervir en ellas el líquido refrigerador. El aire se calienta hasta 50 grados centígrados y la arena, hasta 70.
    Yakutia, república autónoma localizada en Siberia Oriental. Las piezas metálicas de las máquinas se vuelven frágiles como vidrio, a la temperatura de 60 grados bajo cero. En este lugar se encuentra la zona más fría del Hemisferio Boreal. Es el reino de los enigmáticos y tierras de congelación perpetua, que han de tenerse en cuenta si se quiere que cualquier edificación se mantenga largo tiempo.


    En cierta ocasión llegué a Dushanbé, capital de la RSS de Tadzhikia. Estando en la sala de recepción del hotel, se escuchó un fuerte ruido, se balanceó la lámpara sobre mi cabeza, y el suelo empezó a moverse. No tuve tiempo ni de asustarme cuando ya había pasado todo. La joven administradora dijo con serenidad: "Fue un temblor". Para ella son lo más natural los temblores de tierra, bastante frecuentes allí.


    En la URSS hay muchas zonas de actividad sísmica: casi todo el Asia Central, algunas regiones del Cáucaso y Ucrania Occidental, parte del trayecto del ferrocarril que se tiende entre el Baikal y el Amur, el Extremo Oriente soviético...


    A Norilsk, ciudad situada en las regiones hiperbóreas, es necesario protegerla de las frías y fuertes ventiscas; a Nebit-Dag, la ciudad de los petroleros turkmenos, de los tórridos y arenosos vientos del desierto. En unos lugares las casas deben conservar bien el calor; en otros, mantener el fresco. En el centro del país no es ningún problema caminar algo por la calle o esperar a la intemperie un autobús o un tranvía. Pero en Norilsk es un problema: durante las fuertes heladas sólo se puede ir, a una panadería o a una lavandería, por una galería cubierta; en las horas punta los autobuses deben circular, y circulan, sin interrupción uno tras uno.


    En Vladivostok, en la costa del Océano Pacífico, soplan vientos tan fuertes que, las gotas de lluvia que arrastran, "atraviesan" literalmente los vidrios de las ventanas de las casas comunes. Mientras que en Transcaucasia, los arquitectos y constructores tienen que pensar en cómo asegurar la libre circulación del aire en los apartamentos, sin lo cual es difícil respirar en las temporadas de calor y humedad.


    Como se puede concluir, las condiciones naturales de la URSS son muy variadas.


    No menos lo son las tradiciones nacionales y la composición numérica y profesional de las familias. En Uzbekistán abundan las familias que tienen de 8 a 10 hijos, mientras que en Estonia, por ejemplo, prefieren tener pocos hijos. En Trascarpatia, región de Ucrania, las ventanas de las casas rurales dan a la calle; en Turkmenia, al patio interior. En Moldavia, hay en cada casa una sala especial que no se puede comparar a un recibidor corriente....


    Todo ello no puede dejar de considerarse en las construcciones que se llevan a cabo. Por eso actualmente en la URSS se emplean decenas de series de proyectos estandard de viviendas.


    La diversidad, originada por las condiciones del clima y de la naturaleza, así como por las peculiaridades nacionales, es un aspecto de la cuestión. Otro es el rápido aumento general de las demandas concernientes a las dimensiones y la calidad de la vivienda, al planeamiento y la estética del apartamento, de la casa, el microdistrito y la ciudad.


    Pero dondequiera que viva el ciudadano —en la zona central de Rusia o en el Artico, en el desierto o en las montañas— , el Partido Comunista y el Estadó hacen todo lo posible para crearle las mejores condiciones de trabajo, vida, estudio y descanso. Hacerlo así exige gastos y esfuerzos. Pero esta línea se sigue invariablemente.


    El Norte del país. Las regiones de hielos perpetuos. No se trata de pequeños "islotes" que se podrían hacer a un lado sin grandes dificultades, sino de casi la mitad del territorio de la URSS. En esta superficie cabrían el resto de países de Europa. En el Norte se construyen plantas industriales y viviendas, ferrocarriles y carreteras, cines y demás obras necesarias para la vida y el trabajo normal de la gente. Esto sale muy caro y es técnicamente complicado.


    Las tierras de congelación perpetua encierran toda una serie de enigmas peligrosos. Unas veces se mantiene inmóvil, otras de súbito hincha la tierra, o empuja a la superficie pantanosa enormes cantos rodados, o de pronto comienza a inundarse todo en pleno invierno, amenazando a la gente y a los animales. Incluso muy lejos del litoral del Océano Glacial Artico, allí por donde se tiende el nuevo ferrocarril Baikal-Amur, hay sectores donde las capas de hielo tienen seis metros de espesor. Pueden resistir cargas muy pesadas, si no se altera la capa de musgos que estabiliza la temperatura. Ahora bien, ¿cómo construir sin afectar los musgos? En unos casos no se puede tocar los musgos del subsuelo helado, en otros hay que arrancarlos. Pero con las manos desnudas no se puede: se requieren potentes máquinas y mucha habilidad.


    Pero en el Norte, los constructores tienen que luchar no sólo contra el subsuelo helado. Aquí son tan fuertes las heladas que no cualquiera ni cualquier máquina las resisten. A temperaturas de 20-35 grados centígrados bajo cero, el rendimiento de la mayor parte de la maquinaria utilizada por los constructores disminuye a la mitad; a temperaturas aún más bajas, que son frecuentes en el Artico, estas máquinas se paran.


    En el Norte salen más caros tanto los trabajos de construcción y montaje, como el tendido de carreteras y ferrocarriles, etc. Además de ser una de las zonas del planeta más vulnerables en el aspecto ecológico.
    No puede dejarse de tomar en cuenta cada uno de estos aspectos y todos ellos en su conjunto.


    Vladímir Andréev, administrador de "Arktikstroi", del Ministerio del Transporte Marítimo de la URSS, nos dijo:


    — Debemos empezar por constituir poderosas bases y maquinaria especial, válida para trabajar en las condiciones del Norte; por elaborar métodos avanzados de construcción; por fabricar estructuras estándar, etc. Todo ello exige buscar nuevas soluciones y experimentarlas en la práctica.


    — Muchas innovaciones técnicas ya se aplican en la producción. Ha comenzado la construcción de casas de viviendas, a base de grandes paneles con estructuras protectoras de tres capas, de hormigón armado y plástico como material termoaislante. Incluso en comparación con los bloques de hormigón de keramzita, que hasta ahora se consideraban insuperables, dichas estructuras tienen la mitad de peso y espesor. Ello permite economizar materiales, elevar el grado de elaboración industrial de las piezas y aligerar notablemente los trabajos de montaje.


    — En Anadir, la capital de la Comarca Autónoma de los Chukchis, 'y en el poblado Cherski, Norte de Yakutia, se han construido las primeras casas de cuatro pisos, a base de paneles de aluminio, con estructuras murales y vigas transversales. Se utiliza algodón mineral como material termoaislante. En comparación con los bloques de hormigón armado, los paneles de aluminio son mucho más ligeros y resistentes a los vientos, y conservan bien el calor.


    — Se ha comenzado la construcción de edificios, a base de un nuevo material denominado estiroporohormigón (hormigón con relleno de gránulos de poliestireno fermentado). Los bloques de este material tienen buenas características térmicas y son muy prácticos: se fabrican en instalaciones de moldes.


    — En el Norte se construye durante todo el año. Ello ha sido posible gracias a la máxima industrialización de las obras. La mayor parte de las piezas se prefabrican en locales cubiertos y luego se montan en las obras. Para hacer los cimientos del edificio se requiere bastante menos trabajo. Antes se ahondaba en el subsuelo helado por medio de explosiones. Ahora se emplean máquinas perforadoras que colocan pilotes a 9-10 metros de profundidad.


    — La tendencia general, para la construcción en el Norte, es el montaje de estructuras prefabricadas en regiones vecinas. Los cálculos han demostrado que el transporte —por vía aérea— de estructuras de construcción para el montaje, desde la base en Bratsk a Yakutia Occidental, se justifica económicamente.


    — En las zonas árticas no sólo construye la URSS, también lo hacen los EE.UU., Canadá y los países del Norte de Europa. La colaboración en este terreno, como demuestran los primeros pasos dados, ofrece buenas perspectivas.


    Unas palabras acerca de las zonas de peligrosidad sísmica.


    Todos recuerdan bien el terremoto de Ashjabad en 1948, una de las mayores catástrofes sísmicas del siglo XX. La fuerza del sismo alcanzó nueve grados y en algunos lugares de la ciudad hasta más. Los trágicos acontecimientos de 1948, llevaron a desarrollar con más intensidad la sismología y la edificación sismorresistente.
    Muchos edificios de viviendas, públicos, y plantas industriales fueron destruidos por el terremoto.


    La reconstrucción de la capital de la RSS de Turkmenia, mejor dicho, la creación —de hecho— de una ciudad nueva en una zona de elevada actividad sísmica, exigió garantías para los edificios que se construían y plena seguridad para la población. Problemas similares esperaban solución también en otras zonas de peligrosidad sísmica. Como primer paso, se fundó en Turkmenia el Instituto de Investigaciones Científicas de Construcción Sismorresistente, el cual ha hecho mucho en los 25 años que viene funcionando, tanto en el aspecto teórico como también práctico. Los estrechos contactos del Instituto con las oficinas de diseño y de construcción reportan resultados muy efectivos.


    En los últimos años, se presta especial atención a la obtención de estructuras ligeras de hormigón sismorresistentes, fabricadas a base de materiales locales. La cuestión radica en que hay una dependencia directa, entre la carga sísmica que surge durante los terremotos y el peso de los edificios. Cuanto menor es el peso de la obra, tanto menor es la carga, y, por consiguiente, —si se mantienen las propiedades físicas fundamentales de la obra— tanto mayor es la fiabilidad del edificio en los temblores de tierra, o sea, su resistencia a los sismos. Entre las ventajas que ofrecen las estructuras ligeras de hormigón, está el ahorro de metal y cemento, disminución de los gastos en el transporte, etc.


    Se ha conseguido obtener dos nuevos tipos de materiales para estructuras sismorresistentes: rellenos porosos ligeros con utilización de arenas del desierto. Ya están funcionando plantas que producen estos materiales porosos de relleno, los cuales se utilizan ampliamente en la construcción, tanto en las ciudades como en el campo, por ejemplo, en la zona del Canal de Kara-Kum.


    En Turkmenia, se construyen diversos tipos de casas de viviendas, en los cuales se emplean estructuras de armazón para montaje integral, con paneles cobertizos de hormigón ligero hechos de argilita fermentada. Se utilizó también hormigón ligero hecho a base de rellenos porosos, en un edificio experimental de nueve pisos con encofrado deslizante. Las casas de este tipo fueron sometidas a diferentes pruebas, mediante potentes máquinas de vibración, simuladoras de terremotos de distinta fuerza. Resistieron bien una carga que supera muchas veces todo lo que tendrían que soportar en caso de terremoto.


    La utilización de estructuras industriales es, en las zonas de actividad sísmica, la dirección fundamental de la edificación.





    7. LA ARQUITECTURA Y LA ECONOMÍA

    Al proyectarse y construirse edificios públicos, así como viviendas, surge siempre el problema de la interrelación arquitectura — economía. ¿Qué es la economía para la arquitectura? ¿Un bien que incita a buscar soluciones armónicas o una jaula que estrecha la inventiva del arquitecto? ¿O lo uno y lo otro al mismo tiempo?


    Los criterios al respecto cambiaron repetidas veces. Hubo un tiempo en que se consideraba que "todo lo bello está justificado económicamente"; después, que "todo lo racional es bello por sí mismo". Ya en la antigüedad se decía que "el arquitecto no supo construir bello y lo hizo caro".


    "La sencillez es fruto de la economía —señalaba el famoso Le Corbusier— . Concedo mucha importancia a la última palabra, puesto que encierra un profundo sentido. El gran arte es sencillo. Las grandes obras son sencillas... Y si la fuente de la sencillez es una gran complejidad y tiene un significado intrínseco, todo va bien. Pero si la sencillez es fruto de la pobreza de ideas, de nada servirán adornos de ningún género, no se logrará nada ni habrá progreso alguno".


    Iván Zholtovski, eminente arquitecto soviético, se expresaba con mayor determinación aún:


    "A propósito de las llamadas características técnico-económicas del edificio. Es muy fácil ponerse a fantasear, haciendo caso omiso de ellas. Es una ocupación irresponsable e inútil. La eficacia del proyectista consiste precisamente en que logra resultados estéticos óptimos partiendo sólo de recursos efectivos y condiciones concretas".


    La arquitectura soviética rechaza ambos extremos —el menoscabar las tareas artístico-ideológicas o el economismo primitivo— y opta con firmeza por armonizar los dos principios.


    La revolución científico-técnica permite que todo proyecto, incluso el más fantástico, sea factible desde el punto de vista técnico. Pero a la sociedad socialista le interesa mucho los gastos que tal proyecto ocasione, y el grado en que éstos se justifiquen por la función y el valor artístico-ideológico de la obra.


    La tarea fundamental de la arquitectura —crear el ambiente ideal para la vida de los hombres— no puede cumplirse, sino en el marco de determinadas posibilidades económicas. No se trata de lo óptimo en abstracto, sino de lo óptimo y lo viable a la vez.





    8. LA CIUDAD DE HOY Y DE MAÑANA

    Hace unos veinte años, los visitantes extranjeros se fijaban en el escaso confort de nuestros apartamentos, barriadas y ciudades. En efecto, era bastante inferior al de las zonas, donde en los países capitalistas desarrollados, residen las familias acomodadas. Incluso en grandes ciudades, no había en todas las viviendas tuberías de agua, la mayoría de los apartamentos carecían de cuarto de baño, las casas se calentaban con leña o carbón y el abastecimiento centralizado de gas y agua caliente, era cosa rara. El teléfono particular se consideraba casi como un lujo.


    Hoy día la situación es muy distinta. Es una norma elemental, lo que en aquel entonces era una rareza. Es muy posible que en este cambio no haya nada asombroso, ya que, para nuestra época vertiginosa, 20 años son bastantes. Pero lo interesante es que la Unión Soviética ha logrado hacer en este sentido, mucho más que los países con otro régimen social, y tiene índices medios más elevados que ellos.


    Los apartamentos, las casas, que se construyen ahora han de servir a la gente por largo tiempo (un siglo al menos). En vista del imponente progreso social, económico y cultural del país socialista, no es difícil suponer que las exigencias para con la vivienda cambien con rapidez. Un apartamento que entra en servicio hoy, debe responder a las demandas de hoy, de mañana y de muchos días más. ¿Cómo lograrlo?


    El criterio que nos guía es el siguiente: un apartamento confortable para cada familia, con un número de habitaciones equivalente al de los componentes de ésta más una complementaria. De 20 a 25 metros cuadrados por persona. El país debe alcanzar esta meta, después de 1985.


    Los especialistas soviéticos coinciden en que esta norma puede satisfacer las necesidades racionales del individuo, para una perspectiva bastante larga, y asegurar condiciones necesarias para el desarrollo armónico del individuo.


    Ahora bien, ¿En qué se diferencia un apartamento de tres habitaciones de una casa moscovita, construida en nuestros días, de sus predecesores?


    Lo explica Ya. Dijter, Candidato a Doctor en Arquitectura: — En primer lugar, es mejor su planificación, tiene más confort. Todas las habitaciones están ahora separadas. Hay más armarios empotrados; cada habitación tiene terraza o balcón cómodos; es mejor el acabado. Los nuevos dispositivos calefactores son más eficientes; en las cocinas de los edificios multifamiliares hay estufas eléctricas, en vez de las de gas.


    Actualmente en Moscú se construyen diez tipos de apartamentos (de 1 a 5 habitaciones). Claro está, no sólo la composición numérica de una familia determina qué clase de apartamento necesita.


    Los especialistas consideran que existen unos sesenta tipos de familia que difieren por la edad, la instrucción y profesión de sus integrantes, por los vínculos que los unen, etc. Todos estos factores que, además, cambian con el devenir del tiempo, llevan a que las demandas de vivienda sean distintas, incluso en las familias de una misma composición numérica. Estos problemas los estudia un sector del Instituto Central de Investigación Científica de Proyección Experimental de la Vivienda.


    Esta misma entidad también analiza la influencia del progreso científico-técnico en la vivienda. No se trata únicamente del desarrollo técnico de la propia construcción, sino también de los cambios en la ubicación geográfica de la industria y centros científicos, así como de la distancia entre el domicilio de la gente y los lugares donde trabaja.


    Adquiere cada vez mayor importancia la interrelación de la vivienda y el medio ambiente: clima, grado en que está asimilado el territorio concreto, etc. Aquí se entrelazan el confort, bajo distintas condiciones, y la protección de la naturaleza.


    Para finalizar, hablemos de las perspectivas, puesto que la posibilidad de utilizar largamente los apartamentos de alta calidad, no significa. que se estanque la proyección de la vivienda. Continuará mejorando''el planeamiento del interior del apartamento y de la casa; aumentará la higiene y el número de aparatos domésticos, conforme a las necesidades crecientes...


    Se presta mucha atención al empleo del gas, que es un combustible bueno y barato. Cada año el gas se instala en 3 ó 4 millones de apartamentos, o sea a un ritmo que casi duplica el de la construcción de viviendas.


    Esto es fácil de comprender. Además de las viviendas nuevas, se dotan de gas y de las demás comodidades, las casas construidas cuando no había bastante gas natural e incluso se consideraban insuficientes sus reservas exploradas. Pero con el tiempo han cambiado muchas cosas, y ahora el país dispone de este combustible en cantidad suficiente.


    Por ejemplo, en el balance de combustible de Moscú, la parte alícuota de gas ha ascendido al 70 por ciento. El empleo de gas permite mejorar el medio ambiente. Moscú, ciudad con una gran producción industrial y donde durante el invierno la calefacción funciona en todas las viviendas y todos los edificios públicos (para mantener la temperatura media de 22 grados C sobre cero), desconoce la neblina de la contaminación, formada por los residuos del carbón quemado. Naturalmente, esto no sólo se debe a las características del combustible que se usa, sino también a la calefacción centralizada, gracias a lo cual la gente no tiene que encender calentadores o chimeneas. Además, cuentan mucho las áreas verdes en abundancia y a buena planificación de las barriadas que garantizan la circulación normal de aire; así como el control estricto sobre los escapes de desechos industriales a la atmósfera.



    Número de apartamentos con gas (miles)

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    La pureza del aire en cada ciudad es una de las preocupaciones fundamentales del Soviet respectivo. En Moscú, por ejemplo, todos los días por la mañana, por la tarde y por la noche el Observatorio Hidrometeorológico Central, comprueba el estado de la atmósfera. Esta institución tiene diez puestos fijos y otros seis. ambulantes (instalados en camionetas). Los trabajadores de cada puesto analizan, varias veces al día, el aire en diferentes zonas de la ciudad: en barrios residenciales, en distritos industriales, en las avenidas de mucho tráfico. Se hace un análisis químico de los elementos que caracterizan la contaminación de la atmósfera; se determina la concentración de gas sulfuroso, de hollín, de óxidos de nitrógeno, carbono y de polvo. Estos datos se envían al Soviet urbano.


    He aquí algunos resultados de estas observaciones: los últimos años, en la atmósfera de Moscú, ha disminuido la cantidad de polvo y se ha rebajado tres veces la concentración de gas sulfuroso. Los automóviles siguen siendo el principal contaminante del medio ambiente. Para contrarrestarlo se toman las medidas más enérgicas. Hay en circulación ya varios miles de automóviles sin depósito de gasolina; utilizan como combustible gas licuado. Se ha establecido un rígido control sobre el estado técnico de los automóviles (se sabe que un motor en mal estado aumenta en 10 ó 15 veces las sustancias nocivas de los gases de escape). Se crean autopistas especiales que encauzan el tráfico fuera de las barriadas residenciales.


    Pero también el gas produce residuos al quemarse. Por eso, los últimos años en la URSS, se utiliza cada vez más la electricidad para el uso doméstico. En Moscú y otras ciudades; sobre todo en Siberia, donde es muy barata la energía que generan potentes centrales hidroeléctricas, las cocinas eléctricas reemplazan a las de gas. En Moscú, por ejemplo, las cocinas eléctricas se instalan en todas las casas nuevas de diez y más pisos. Sus ventajas son numerosas: no hay necesidad de construir costosos sistemas de conducción de gas, el transporte de electricidad es mucho más sencillo, el tendido de las líneas interiores de electricidad puede realizarse por métodos industriales, el control sobre las cocinas eléctricas es automático, etc.


    Todo esto se hace planificadamente, sin apresuramientos innecesarios, después de unos preparativos minuciosos y cuidándose siempre de no ocasionar trastornos al consumidor.


    Aumentar las áreas verdes en cada ciudad es otra preocupación de los Soviets urbanos, y casi todos tienen elaborados planes rectores al respecto. A cada moscovita corresponden ahora unos 20 metros cuadrados de áreas verdes.


    Pero el Soviet capitalino considera que es insuficiente. En primer término, y por razones históricas en Moscú, como en otras ciudades antiguas, las zonas verdes no están distribuidas equitativamente: los parques más grandes se encuentran en los distritos extremos, mientras que en el centro los árboles son mucho más escasos. En segundo término, la ciudad crece, surgen nuevas barriadas residenciales y hay que decidir dónde deberán situarse nuevos jardines, bulevares, parques.


    Moscú está dividida, en el Plan Rector de Desarrollo Urbano, en ocho zonas: una central y siete periféricas. Deslindan estas zonas árboles que comenzarán en la franja de bosques y parques, que protege la ciudad en su circunvalación, y tenderán hacia el centro confluyendo —de los correspondientes distritos— con parques, bulevares y jardines. Por esta especie de caminos verdes, el aire limpio de los bosques y campos de los alrededores llegará al interior de la ciudad. Además, cada zona de planeamiento tendrá amplias áreas verdes y dos o tres parques infantiles.


    Para finales del presente siglo, las áreas verdes de Moscú aumentarán en un 50 por ciento. En cualquier distrito de la ciudad, la distancia máxima hasta el parque más próximo no pasará de 1,5 kilómetros.


    La plantación de árboles es un elemento imprescindible en los planes rectores de desarrollo urbano de la URSS.


    En muchas ciudades tiene ritmos especialmente altos. Así, en Omsk (Siberia), donde en otros tiempos los árboles eran muy escasos y prácticamente no había flores, ahora son comunes grandes zonas de arbolado y arbustos.


    Insistimos, los programas de plantación de áreas verdes forman parte de los planes integrales de urbanización.


    Algunos extranjeros, cuando ven, un sábado o domingo, a obreros, estudiantes y amas de casa ocupados en la urbanización de patios y parques, sacan la conclusión apresurada de que en la Unión Soviética se trata de una iniciativa desde abajo, y que el Estado esquiva la solución de este importante asunto. Pero no es así. Cierto es que la participación voluntaria de millones de ciudadanos acelera mucho el cumplimiento de los programas en cuestión. Pero los programas de por sí son estatales, los trazan entidades estatales especiales y son ellas que se ocupan de su realización cotidiana, disponiendo para ello de recursos y maquinaria necesarios. Los ciudadanos les ayudan, pero no las reemplazan. Esta colaboración tiene una explicación sencilla: todos los habitantes de la ciudad están interesados en la plantación de áreas verdes. Y por experiencia saben que su participación permitirá alcanzar resultados prácticos más rápido.





    9. LA NUEVA SEMBLANZA DE LA ALDEA SOVIÉTICA

    La construcción de viviendas en las zonas rurales es fundamental en todo programa de desarrollo económico, trátese de los poblados que se levantan a lo largo del ferrocarril Baikal-Amur o en la bahía Wrangel (Extremo Oriente soviético), o del desarrollo integral de la agricultura en la Zona de tierras no negras de Rusia. Hablemos un poco de este último programa.


    Es una zona densamente poblada que comprende 29 regiones y repúblicas autónomas de la Federación Rusa. De sus 59 millones de habitantes, 15 son población rural. El programa abarca hasta 1990.


    ¿En qué está el quid del asunto? Casi la mitad de la población rural de dicha zona vive ahora en aldeas que no tienen más de 200 habitantes. Esa dispersión es uno de los principales obstáculos para el progreso científico-técnico en la agricultura, y para el mejoramiento de las condiciones de vida y culturales de los campesinos.


    Para 1990 el número total de los poblados rurales de la zona disminuirá en casi cinco veces. Se ampliarán más de 29 mil poblados "con perspectivas" (grandes, compactos, situados en lugares desarrollados o por desarrollarse).


    El Estado, cuando tomó dicha decisión, tuvo en cuenta tanto la perspectiva general del desarrollo socio-económico de la zona, como la red de poblados ya existente. Se conservarán las aldeas situadas cerca del ferrocarril o la carretera, vitales en el aspecto económico, con acceso ininterrumpido a los centros de servicios y cuyo número de habitantes no disminuye. Serán modernizadas, en lo cual invertirán recursos tanto el Estado como los koljoses. Asimismo, se conservarán aldeas de valor histórico, arquitectónico y etnográfico. Están elaborados los proyectos de acuerdo con las perspectivas de la organización y especialización racionales de la producción. Los tiene cada uno de los 641 distritos administrativos de la zona. De la edificación se ocuparán entidades estatales e interkoljosianas. Se fundarán nuevas empresas de casas prefabricadas.


    Dmitri Basílov, presidente del Comité Estatal para la Construcción, adjunto al Consejo de Ministros de la Federación Rusa, dijo sobre el particular:


    — Como es lógico, se presta mucha atención á los problemas socio-sicológicos que implica el traslado de la población. Los campesinos, sobre todo los de edad avanzada, están muy arraigados al terruño. Los grandes cambios alteran mucho el modo de vida, al que están acostumbrados, y obligan a adaptarse al nuevo ambiente. Investigaciones sociológicas, sobre la materia, ayudan a conocer las demandas de los campesinos para con el nuevo lugar de residencia. Los resultados de las mismas, se consideran al máximo en la proyección y edificación.


    No hace mucho se realizó en Moscú una exposición de proyectos de viviendas y de edificios de uso cultural y comunal, diseñados especialmente para las aldeas de la zona a que nos referimos. Se exhibieron proyectos y maquetas de nuevas casas campesinas. Al objeto de verificarlas en la práctica, se construyen poblados experimentales modelo, uno o dos en cada región o república autónoma de la zona.


    Los campesinos que trasladan a un poblado ampliado reciben apartamentos del Estado, en casas construidas de paneles prefabricados y que por su confort, aspecto exterior y demás elementos no se diferencian de las urbanas.
    El planeamiento de los nuevos poblados incluye un centro público: edificios administrativos, Casa de Cultura, hotel, escuela, jardines de la infancia, casa-cuna, establecimiento de asistencia médica, comercios y otros servicios. Alrededor de dicho centro, se sitúan barriadas de casas de vivienda construidas en armonía con las condiciones- naturales y las tradiciones del lugar. Por eso, los poblados no serán parecidos ni monótonos.


    Las viviendas tampoco serán de un mismo tipo. Además de diversas variantes, que ofrece el Estado, los campesinos —por su cuenta— podrán construir casas particulares o cooperativas.


    Para la construcción individual en el campo, el Estado concede un préstamo, a amortizarse en 15 años (con una tasa de interés del 0,5 por ciento anual), y cubre de su presupuesto el 35 por ciento del costo de las obras.


    Grandes koljoses también dan préstamos a sus miembros, en condiciones que establecen ellos mismos. Por ejemplo, en la Federación Rusa algunos koljoses lo hacen por un plazo de hasta 25 años.


    Los que desean construir en cooperativa, pagan la cuota de ingreso que equivale al 30 por ciento del costo de la casa o el apartamento. El resto lo aportan el Banco Nacional (o el de la Construcción) de la URSS o los koljoses que también pueden facilitar a la cooperativa un crédito, por lo general, sin intereses y a amortizar en un plazo de hasta 20 años.


    Cada familia que se traslada a un poblado nuevo puede recibir una parcela anexa a su vivienda, de hasta 800 metros cuadrados, o una parcela de área mayor, pero fuera del poblado.


    Construyen los poblados rurales entidades estatales o interkoljosianas. Además, goza de popularidad el método de edificación particular, con brigadas especiales que forma para ello el sovjós o koljós de que se trate. Así se hace, por ejemplo, en el sovjós Lenin de la RSS de Letonia.


    Allí construyen casas de uno a cinco pisos. Todas tienen gas, calefacción central, agua caliente y teléfono. En el poblado funciona un nuevo comedor público, un supermercado, un jardín de la infancia y un centro de servicios. Se han edificado, como experimento, casas de 4 ó 5 habitaciones destinadas a una familia.


    En el campo se construyen ahora, con más frecuencia, casas de dos plantas. Hacen bastante compactos los poblados y su construcción es económica. Tienen apartamentos a dos niveles con salida independiente a las parcelas anexas a la vivienda, por lo cual conservan rasgos fundamentales del modo tradicional de vida rural.


    Es lógico que los que desean construir casas particulares o en cooperativa no puedan fantasear sin límites; deben centrarse en los requisitos básicos del plan rector de edificación de cada poblado.


    El lector no debe pensar que todos los problemas relacionados con la reestructuración del campo soviético ya se han solucionado de la mejor manera y por completo. Ni siquiera sobre el papel. Lo confirma, por ejemplo, una conferencia convocada hace poco por el Ministerio de Agricultura de la URSS y el Comité Central del Sindicato de Trabajadores de la Agricultura conjuntamente con la redacción de la revista "Sélskaya nov", cuyo tema fue: la modernización arquitectónica de la aldea.


    En esa conferencia se plantearon, en forma certera, varias cuestiones de índole económica y social.


    Por ejemplo, ¿cómo determinar si una aldea tiene o no perspectivas de desarrollo? Hemos hablado de los criterios básicos al respecto, pero la vida rebasa cualquier esquema, por muy bien pensado y detallado que sea. Cometer errores en estos casos sería imperdonable. Pues una vez clasificados en poblados con perspectiva y no perspectiva de desarrollo en estos últimos cesa la construcción de viviendas, de centros culturales y servicios, concentrándose todos los esfuerzos en los primeros. Cuando se trata de alguna aldehuela, de la cual la mayoría de habitantes se ha trasladado ya a poblados más grandes, no hay ningún problema. Pero, ¿si se ha incluido, sin suficientes fundamentos económicos una aldea donde vive y vivirá gente en las que carecen de perspectiva? Un nuevo poblado no puede construirse en dos días, pero las condiciones de vida en el viejo se congelan artificialmente por todo un período, hasta que se construya uno nuevo o hasta que se enmiende el error cometido.
    En la conferencia nadie discutió la idea de que sin la reducción del número de poblados existentes, agrandando los que se escojan, es imposible resolver los problemas económicos y sociales de la agricultura. Los debates fueron en otro plano: cómo cristalizar esto racionalmente, de la mejor manera.


    He aquí lo que se sacó en conclusión.


    No se puede permitir la liquidación en masa de los poblados con apresuramientos. Esto traería pocas ventajas y muchas pérdidas. Es evidente, que pueden calificarse de carentes de perspectiva, sólo aquellos poblados que desaparezcan durante un lustro.


    Es necesario formar muchos especialistas en planeamiento distrital. Los agrimensores y arquitectos no pueden prescindir de éstos, puesto que la migración de poblaciones completas es un problema socio-económico, que exige conocimientos especiales y una sólida base científica.


    Hay que mejorar también la estadística de la población rural y evitar que los mismos poblados figuren, en los censos, como autónomos y a la vez formando parte de otros más grandes.


    El establecimiento rural es parte de un problema general, y hay que concordarlo con el urbano.


    No es conveniente imponer al campo un modelo urbano. El confort urbano sí, pero sin alejar al campesino de la naturaleza y la tierra.


    Por ejemplo, los diseñadores ofrecieron al koljós "Mayak", de Moldavia, un magnífico proyecto para un poblado de 13 mil habitantes, de casas de 4 ó 5 pisos. Pero ningún koljosiano manifestó el deseo de vivir en ellas, por lo cual el proyecto fue rechazado. Casos análogos ocurrieron en otras zonas del país.


    En la conferencia se analizaron también cuestiones meramente económicas: cómo disminuir el costo y elevar el ritmo de edificación en el campo, qué sistema de vías de comunicación es el indicado, etc. La edificación experimental se torna a veces demasiado cara para realizarse en serie. Pero la solución no consiste en renunciar al programa de modernización del campo ni en recortarlo, sino en mejorar y abaratar los proyectos, en elevar la eficiencia enfocando de modo integral todos los problemas relacionados.


    La concepción de "enfoque integral", se encuentra con frecuencia en este folleto y en otros escritos que tratan unos u otros aspectos de la vida soviética. No es de extrañar, puesto que en cualquier cuestión socio-económica están concatenados e interrelacionados numerosos elementos. Todo enfoque simplificado, omisión o subestimación de unos u otros factores, puede traer consecuencias lamentables, independientemente de lo atractivo que sea la misma idea. No es casual que de la modernización del campo soviético, se ocupan economistas y arquitectos, sociólogos y estadísticos, ingenieros y agrimensores, especialistas en planificación y agronomía. Y, naturalmente, los campesinos.


    Probablemente, el contenido de este folleto asombre a los lectores que están acostumbrados a ver la realidad soviética con ojos, de corresponsales en Moscú, de algunos diarios de Occidente. Pero la cuestión radica en que un mismo hecho puede ser visto de distinta manera.


    Así un hombre de 40 años de edad parece muy viejo si lo comparamos a un colegial y casi jovenzuelo si a un jubilado. Mientras que él mismo no se cree ni viejo ni joven. El hecho es uno, que este hombre tiene cuarenta años, pero todo es cuestión de enfoque.


    Del mismo modo puede verse cualquier asunto. Y, claro está, el problema de la vivienda en la URSS. Todo depende con qué se compare y del ángulo de mira.


    Si uno posee un palacete o un apartamento de lujo, amortizado ya el crédito, y considera que es un estándar de vivienda existente en el país donde reside, la situación de un moscovita le parecerá lamentable. ¿Trece metros por persona? ¿No todas las familias poseen apartamentos independientes? ¿Cómo vive la gente?


    Pero no todos pueden razonar así, ni siquiera en los países más desarrollados. Unos simplemente no tienen donde vivir, a otros les resulta difícil amortizar el crédito, a unos terceros el dueño de casa les volvió a subir el alquiler. Ellos se preguntarán otras cosas. ¿Así que existe un país donde millones de apartamentos distribuyen gratis entre los ciudadanos? ¿Tan sólo nueve dólares por alquilar un apartamento moderno? ¿Las viviendas, no se dan a los más ricos, sino a los más necesitados?


    Otra cosa es si nos sentimos satisfechos con el nivel alcanzado.


    Claro que no. Queremos vivir mejor y así será. En el XI Quinquenio (1981-1985) entrarán en uso otros 10-11 millones de apartamentos. Esas cantidades no se construyen en ningún otro país del mundo. El ritmo de construcción de viviendas no va a disminuir. Pronto llegará el día en que cada familia soviética disponga de la vivienda que satisfaga todas las necesidades racionales del hombre.



    Fin del segundo mensaje, Fin del texto

    *Me encargue de editar las imagen de estadistica, ya que en caso de que las hubiese hecho, solo se veria el texto
    *Ignoré el punto 10, "imagenes" ya que como es un link bastante viejo, no se veian imagenes, y las pocas que se veian eran dimintas.

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