Decálogo del criptorreaccionario
artículo de Diego Guerrero
publicado en 2000 formando parte del libro digital “Economía no liberal para liberales y no liberales”. El libro completo se puede leer y descargar desde el enlace:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
tomado del blog El camino de hierro - noviembre de 2011
artículo de Diego Guerrero
publicado en 2000 formando parte del libro digital “Economía no liberal para liberales y no liberales”. El libro completo se puede leer y descargar desde el enlace:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
tomado del blog El camino de hierro - noviembre de 2011
A modo de introducción se dice en El camino de hierro: Como hace unos días se sostuvo aquí un breve diálogo sobre el economista Diego Guerrero, incluyo hoy uno de sus artículos, Decálogo del criptorreaccionario, en el que se recogen 11 tesis que van precisamente contra lo que podemos llamar "nueva izquierda", es decir, la que se construyó contra el campo socialista y que desde entonces lo invade (y destruye) todo. Puede ser interesante discutir sobre algunas de estas tesis. Quizás la más polémica sea la que se refiere al ecologismo, aunque en este caso estoy completamente de acuerdo con el autor.
Decálogo del criptorreaccionario
Puesto que yo también, como Almunia, me eduqué con los jesuitas –que, como son unos tíos listos, consiguen hacer inmediatamente ateos a la mitad de los que pasan por sus aulas--, no me puedo olvidar del insigne “Pensamiento Social Cristiano” que nos enseñaban en lo que los viejos madrileños aún conocen como el edificio de Areneros. Ni tampoco me olvido de un clásico (desconocido en Areneros, pero también en Somosaguas, etc.) que, quizás dudando entre la decena y la docena, se decidió por el número de en medio --la única vez en su vida que se apartó del extremo, “vicioso” como era por definición, para quedarse en el “virtuoso” e insípido centro--: el 11. Y once fueron, en efecto, el número exacto de hostias dialécticas (en el sentido griego, no marxista) que le dio nuestro autor a su compatriota Feuerbach, un tío, a pesar de todo, mucho más listo que Almunia y que la mayoría de los jesuitas, sin duda.
Este artículo se puede resumir en una sola frase: «Bienaventurados los criptorreaccionarios, porque de ellos será algún día el reino de los cielos (o sea, el Estado capitalista)».
1. Bienaventurados los socialistas burgueses (cristianos o no). En el espacio Frontera, de RNE, los curas y monjas progres nos enseñan los domingos, mañaneros, las raíces del pensamiento social católico-modelno de nuestros socialistas (incluyo ya a IU, claro): «¿cómo se puede permitir que el 20% cope el 80% de la riqueza mundial?...», etc. Ahí está encerrada toda este filosofía social-católica, que es también la de la izquierda actual: en la torpe metáfora del 80/20 (o del 20/80), que no es sino la del camello y el ojo de la aguja pero en el lenguaje de las malas matemáticas. Los modernos curas laicos y electorales, como ahora saben echar cuentas, nos predican la misma hipocresía que la tradicional santa madre citada, pero en moderno y no en latín. Así que conste mi voto para que se les reserve la primera plaza en el reino de los cielos.
2. Bienaventurados los socialistas feministas y los feministas en general (aunque no sean socialistas). Por lo visto, las reinas de la historia de Inglaterra o de España, las modernas pero igual de vetustas Margaret Thatcher y Hilary Clinton, o —para quienes prefieran la historia de las letras pequeñas a la de nombres propios con mayúscula— las calladas-y-sufrientes-esposas-y-madres, no tienen ninguna responsabilidad histórica en haber contribuido a hacer, junto a los varones correspondientes, la historia tal cual en la realidad ha sido. Los feministas convencidos quieren sustituir la lucha de clases por la lucha de sexos, de igual forma que los socialistas burgueses quieren sustituir la lucha de clases por la armonía social y el beso en la calva.
Las actitudes machistas de las mujeres y los hombres son inexplicables sin las actitudes hembristas de hombres y mujeres. Pero los feministas quieren decretar el fin de la historia real, como Fukuyama, sólo que para un objetivo distinto: inventarse una historia imaginaria donde las mujeres —con sus poderosas y tiernas virtudes, pero sin renunciar para nada a su rica lencería y a su fina cosmética (no se vaya a poner en peligro los puestos de trabajo de las industrias femeninas gobernadas por una mayoría de hombres: ¡qué injusticia!)—, una vez superada la actual fase de transición (la era de las «cuotas» a la que vergonzosamente asistimos), puedan instaurar su dictablanda revolucionaria. Obsérvese, de pasada, que los feministas quieren cuotas para mujeres en el Gobierno, en el Parlamento y en los consejos de administración, pero no dicen nada de las minas, los andamios, la mili o las cárceles. Por cierto, que han debido de instalarse en el interior del PSOE porque en su lista electoral se intercalan, rítmicamente, hombres y mujeres: queda muy bonito, la verdad, pero algo asimétrico por culpa de López Garrido (aunque da igual: con simetría o sin ella, este baile nupcial de nombres terminados en o y en a sería ya razón suficiente para no votar jamás a este feminismo reaccionario).
3. Bienaventurados los ecologistas. A mi amigo Ramón (Fernández Durán), de Ecologistas en acción, le quiero recordar que le están ganando la mano los «Ecologistas por omisión», una red de ONG poco (¿poco?) organizada todavía, pero que adopta la «eficiente» forma empresarial capitalista: por ejemplo, hoteles que se preocupan tanto por el medio ambiente que nos sermonean para que no lo contaminemos con el detergente de sus lavadoras (se olvidan de darnos el mismo consejo para las lavadoras de nuestras casas), etc. El error de este ecologismo bucólico-pastoril es claro: nos quieren retrotraer al pasado, poniendo fin a una historia que se obstina en marchar hacia delante. Para ello, no se cortan un pelo, y están dispuestos a olvidar que si la industria poluciona es porque la naturaleza, en su propio progreso (del que forma parte el progreso humano), también poluciona. ¿No se dan cuenta de que para poder decir que existe el peligro de que, por ejemplo, el petróleo se agote hizo falta que la industria creara antes el petróleo mismo, que lo hiciera surgir de esa Nada que era todo lo que había en la época de «Salicio juntamente y Nemoroso»?
4. Bienaventurados los pacifistas. El injusto y ordenado Goethe también necesitaba la paz para estudiar espléndidamente los colores, tanto en Italia como en su hermosa casa de Weimar. Pero esa clase de paz no existiría si no fuera por la guerra y la violencia en que se sustenta. Los pacifistas quieren abolir la historia por el bonito procedimiento de abolir la guerra... ¡en sus mentes! Su lema parece ser: ¡todos con Gandhi, y a repetir con él que el problema no es el capital sino el mal uso que de él se hace! Sin embargo, la guerra de la competencia es un hecho, y la guerra de clases, otro hecho; y ninguno de los dos hechos se deja abolir fácilmente. Aquí viene al pelo aquello de «el desabolidor que los desaboliere buen desabolidor será...».
5. Bienaventurados los antitabaquistas. Al actuar ellos tan lindamente, yo, que no fumo, los veo poniendo en práctica las dudosas virtudes de nuestra ahumada y fumigada sociedad:
a) Le hacen el juego al capital, que no está nada interesado en que sus trabajadores pierdan el tiempo fumando, porque ya se sabe que el cigarrito conduce a la cháchara y al descenso de la plusvalía relativa (por esta misma razón, en los Estados Unidos tampoco se come: han sustituido la comida por el bocadillo, si es que se puede llamar así a una hamburguesa deglutida en la oficina, o de pie, en la calle (con cuidado de no manchar de ketchup la corbata-ejecutivo-de-Wall-Street), o sentado en un deli sin superar el máximo permitido de 15 minutos por cliente. Ante la cantidad de billones que le reporta al capital social el no fumar, ¿qué importan las pérdidas de las empresas tabaqueras? Que se reconviertan: ¿o es que no han oído hablar de la reconversión industrial (que no la inventó Solchaga, por cierto, por muchos méritos que hiciera para dejar el pabellón español bien alto a este respecto)? Además, a mí no me cabe duda de que la ciencia descubrirá, tarde o temprano, el uso terapéutico y la bondad saludable de la nicotina.
b) Le hacen el juego al capital también por otra vía: reproduciendo a nivel micro los comportamientos democráticos del nivel macro. Me explico: el sistema nos enseña que la realidad es plutocrática y antidemocrática, pero que se presenta, como todo en él, fetichistamente invertida en forma de una democracia aparente. Pues el antifumador reproduce eso mismo: impone su «fascismo» cotidiano contra los pobres fumadores, con la cobertura discursiva de que está protegiendo su derecho a la salud frente a la intromisión antiliberal de quien pretende convertirlo a él en un fumador pasivo. Y yo me pregunto, hablando de pasividades: ¿qué podemos hacer los telefoneados pasivos, que vemos cada día atacada nuestra salud mental y auditiva por el chirriar sobresaltante de doce millones de artilugios (sólo en España) que, aparte de funcionar sólo mal y a medias, sirven nuevamente a los empresarios para extender y apretar los hilos de la esclavitud asalariada al campo de la telefonía sin hilos? Ya el maestro Veblen nos explicó que los consumistas no tienen inconveniente en imitar cualquier cosa; por eso, poco extraña que los sumisos jóvenes y ex parados (incluidos los insumisos y los objetores antimilitaristas) ansíen moverse al son de este frenético «¡pii, pii...!» y se crean que «molan» sacándolos a relucir en trenes, cines, calles... y hasta en clase. Dios mío, qué hartura.
6. Bienaventurados los nacionalistas. Sencillamente, porque ellos tuvieron la suerte de ser elegidos por Dios para ser los primeros en el orden de la Creación Humana. Recientes excavaciones arqueológicas han dado la razón a los más arriesgados de estos inspirados científicos: ahora estamos casi universalmente seguros de que Cataluña y País Vasco (se duda de Galicia y de otras «naciones») fueron creados el séptimo día después del big bang, por la mañana temprano, luego de lo cual pudo Dios echarse por fin a descansar para siempre. [Por cierto, muerto López Rodó, es curiosa la foto de hoy en el periódico: este catalán, mano derecha de Carrero Blanco, junto al catalán Fabián Estapé, que acaba de sacar su De tots colors, reunidos con el gallego Franco —lo siento por Xavier Vence y los del Bloque Nacionalista Gallego, pero tienen la desgracia de que Franco sí era gallego—, ¿en qué idioma hablarían los tres entre sí? ¿Aceptaban la supuesta imposición centralista del «castellano» a cambio de su participación celeste en ese mismo gobierno franquista? Piensen, piensen...]
7. Bienaventurados los miembros de las santas ONG. De la organización «no gubernamental» a la «gubernamental» no hay más que un paso muy sencillo: suprimir un no. Yo ya le propuse a James Petras la malaventura de formar una OAG (organización antigubernamental); y hasta un nombre: Asalariados sin Fronteras (que no sería sino una nueva versión, remozada y «asigloveintiuneada», de la Internacional de Trabajadores). Mi amigo Agustín Morán me pregunta de qué Internacional hablo: ¿de la II, la III...? De la primera, Agustín, de la primera, tan fetén como la que viene en este siglo XXI, que se parece como una gota de agua al XIX, a pesar de lo que digan los miopes políticos. (Por cierto, que la regla de funcionamiento de la I Internacional se basaba en el mismo sistema de «red» que el listo de don Manuel Castells acaba de descubrir como la gran novedad del siglo XXI).
8. Bienaventurados los okupas. Porque al buscar casa barata lo único que quieren algunos de ellos es formar un «familiar» hogar bien adaptado a sus posibilidades monetarias y a su peculiar modus vivendi, incapaces de superar el ámbito burgués de lo privado, para bien reproducir en esta esfera lo que no son capaces de llevar al ámbito público.
9. Bienaventurados los internaut@s. Porque, al reavivar el mito de la Revolución Científico-Técnica, que andaba de capa caída, se creen que van a cambiar el mundo, cuando lo único que van a hacer es excitar más aun a Wall Street (hasta que a sus socios les llegue la menopausia masculina y tengan que acudir en masa a la Viagra estatal, que eso sí que lo financia la dudosa Seguridad Social yanqui). Ahora podrán difundir con mayor rapidez los mitos de la «sociedad post-industrial,» la «era de la información» y de la globalización, etc., y todos seremos un poco más sumisos, ad maiorem gloria Capitali.
10. Bienaventurados los defensores de los animales, porque seguirán rápidamente la senda de Calígula —por el imperio hacia Dios— y alcanzarán el cielo a lomos de sus caballos como perros.
Y, por último:
11. Estas bienaventuranzas/mandamientos/tesis de y sobre el fuego y el barro (de un mal alumno de los jesuitas) se resumen en una: ¡Bienaventurados los postmodernos! No porque quieran poner fin a la modernidad (es decir, a Marx) —cosa sencillamente imposible debido a las leyes de la física (sí, sí, de la física), mal que les pese a quienes confunden determinismo con fatalismo— sino porque su verborrea permite elevar al cubo el grado de fetichismo de esta loca sociedad. Así, mi admirado Antonio Banderas firma todavía como «actor,» y no como «capitalista», el Manifiesto en favor de la unidad de la izquierda, cuando la prensa informaba el día antes de que va a invertir mil o dos mil millones de pesetas en no sé qué espectacular empresa de espectáculos. Su mujer, Melanie, como no es española, no firmaba; pero tengo entendido que el sin par PSOE andaluz está preparando una triple moción (no de ley) referida a esta gran actriz: cambiarle de nombre (ponerle Maleni, en vez de Melanie, que queda más andaluz), hacerla hija adoptiva de Málaga –cómo no—, y permitirle votar (siempre que sea por la izquierda) en las próximas elecciones españolas.
Yo ya he vuelto de votar. ¿A que sí adivinan a quién?.
Decálogo del criptorreaccionario
Puesto que yo también, como Almunia, me eduqué con los jesuitas –que, como son unos tíos listos, consiguen hacer inmediatamente ateos a la mitad de los que pasan por sus aulas--, no me puedo olvidar del insigne “Pensamiento Social Cristiano” que nos enseñaban en lo que los viejos madrileños aún conocen como el edificio de Areneros. Ni tampoco me olvido de un clásico (desconocido en Areneros, pero también en Somosaguas, etc.) que, quizás dudando entre la decena y la docena, se decidió por el número de en medio --la única vez en su vida que se apartó del extremo, “vicioso” como era por definición, para quedarse en el “virtuoso” e insípido centro--: el 11. Y once fueron, en efecto, el número exacto de hostias dialécticas (en el sentido griego, no marxista) que le dio nuestro autor a su compatriota Feuerbach, un tío, a pesar de todo, mucho más listo que Almunia y que la mayoría de los jesuitas, sin duda.
Este artículo se puede resumir en una sola frase: «Bienaventurados los criptorreaccionarios, porque de ellos será algún día el reino de los cielos (o sea, el Estado capitalista)».
1. Bienaventurados los socialistas burgueses (cristianos o no). En el espacio Frontera, de RNE, los curas y monjas progres nos enseñan los domingos, mañaneros, las raíces del pensamiento social católico-modelno de nuestros socialistas (incluyo ya a IU, claro): «¿cómo se puede permitir que el 20% cope el 80% de la riqueza mundial?...», etc. Ahí está encerrada toda este filosofía social-católica, que es también la de la izquierda actual: en la torpe metáfora del 80/20 (o del 20/80), que no es sino la del camello y el ojo de la aguja pero en el lenguaje de las malas matemáticas. Los modernos curas laicos y electorales, como ahora saben echar cuentas, nos predican la misma hipocresía que la tradicional santa madre citada, pero en moderno y no en latín. Así que conste mi voto para que se les reserve la primera plaza en el reino de los cielos.
2. Bienaventurados los socialistas feministas y los feministas en general (aunque no sean socialistas). Por lo visto, las reinas de la historia de Inglaterra o de España, las modernas pero igual de vetustas Margaret Thatcher y Hilary Clinton, o —para quienes prefieran la historia de las letras pequeñas a la de nombres propios con mayúscula— las calladas-y-sufrientes-esposas-y-madres, no tienen ninguna responsabilidad histórica en haber contribuido a hacer, junto a los varones correspondientes, la historia tal cual en la realidad ha sido. Los feministas convencidos quieren sustituir la lucha de clases por la lucha de sexos, de igual forma que los socialistas burgueses quieren sustituir la lucha de clases por la armonía social y el beso en la calva.
Las actitudes machistas de las mujeres y los hombres son inexplicables sin las actitudes hembristas de hombres y mujeres. Pero los feministas quieren decretar el fin de la historia real, como Fukuyama, sólo que para un objetivo distinto: inventarse una historia imaginaria donde las mujeres —con sus poderosas y tiernas virtudes, pero sin renunciar para nada a su rica lencería y a su fina cosmética (no se vaya a poner en peligro los puestos de trabajo de las industrias femeninas gobernadas por una mayoría de hombres: ¡qué injusticia!)—, una vez superada la actual fase de transición (la era de las «cuotas» a la que vergonzosamente asistimos), puedan instaurar su dictablanda revolucionaria. Obsérvese, de pasada, que los feministas quieren cuotas para mujeres en el Gobierno, en el Parlamento y en los consejos de administración, pero no dicen nada de las minas, los andamios, la mili o las cárceles. Por cierto, que han debido de instalarse en el interior del PSOE porque en su lista electoral se intercalan, rítmicamente, hombres y mujeres: queda muy bonito, la verdad, pero algo asimétrico por culpa de López Garrido (aunque da igual: con simetría o sin ella, este baile nupcial de nombres terminados en o y en a sería ya razón suficiente para no votar jamás a este feminismo reaccionario).
3. Bienaventurados los ecologistas. A mi amigo Ramón (Fernández Durán), de Ecologistas en acción, le quiero recordar que le están ganando la mano los «Ecologistas por omisión», una red de ONG poco (¿poco?) organizada todavía, pero que adopta la «eficiente» forma empresarial capitalista: por ejemplo, hoteles que se preocupan tanto por el medio ambiente que nos sermonean para que no lo contaminemos con el detergente de sus lavadoras (se olvidan de darnos el mismo consejo para las lavadoras de nuestras casas), etc. El error de este ecologismo bucólico-pastoril es claro: nos quieren retrotraer al pasado, poniendo fin a una historia que se obstina en marchar hacia delante. Para ello, no se cortan un pelo, y están dispuestos a olvidar que si la industria poluciona es porque la naturaleza, en su propio progreso (del que forma parte el progreso humano), también poluciona. ¿No se dan cuenta de que para poder decir que existe el peligro de que, por ejemplo, el petróleo se agote hizo falta que la industria creara antes el petróleo mismo, que lo hiciera surgir de esa Nada que era todo lo que había en la época de «Salicio juntamente y Nemoroso»?
4. Bienaventurados los pacifistas. El injusto y ordenado Goethe también necesitaba la paz para estudiar espléndidamente los colores, tanto en Italia como en su hermosa casa de Weimar. Pero esa clase de paz no existiría si no fuera por la guerra y la violencia en que se sustenta. Los pacifistas quieren abolir la historia por el bonito procedimiento de abolir la guerra... ¡en sus mentes! Su lema parece ser: ¡todos con Gandhi, y a repetir con él que el problema no es el capital sino el mal uso que de él se hace! Sin embargo, la guerra de la competencia es un hecho, y la guerra de clases, otro hecho; y ninguno de los dos hechos se deja abolir fácilmente. Aquí viene al pelo aquello de «el desabolidor que los desaboliere buen desabolidor será...».
5. Bienaventurados los antitabaquistas. Al actuar ellos tan lindamente, yo, que no fumo, los veo poniendo en práctica las dudosas virtudes de nuestra ahumada y fumigada sociedad:
a) Le hacen el juego al capital, que no está nada interesado en que sus trabajadores pierdan el tiempo fumando, porque ya se sabe que el cigarrito conduce a la cháchara y al descenso de la plusvalía relativa (por esta misma razón, en los Estados Unidos tampoco se come: han sustituido la comida por el bocadillo, si es que se puede llamar así a una hamburguesa deglutida en la oficina, o de pie, en la calle (con cuidado de no manchar de ketchup la corbata-ejecutivo-de-Wall-Street), o sentado en un deli sin superar el máximo permitido de 15 minutos por cliente. Ante la cantidad de billones que le reporta al capital social el no fumar, ¿qué importan las pérdidas de las empresas tabaqueras? Que se reconviertan: ¿o es que no han oído hablar de la reconversión industrial (que no la inventó Solchaga, por cierto, por muchos méritos que hiciera para dejar el pabellón español bien alto a este respecto)? Además, a mí no me cabe duda de que la ciencia descubrirá, tarde o temprano, el uso terapéutico y la bondad saludable de la nicotina.
b) Le hacen el juego al capital también por otra vía: reproduciendo a nivel micro los comportamientos democráticos del nivel macro. Me explico: el sistema nos enseña que la realidad es plutocrática y antidemocrática, pero que se presenta, como todo en él, fetichistamente invertida en forma de una democracia aparente. Pues el antifumador reproduce eso mismo: impone su «fascismo» cotidiano contra los pobres fumadores, con la cobertura discursiva de que está protegiendo su derecho a la salud frente a la intromisión antiliberal de quien pretende convertirlo a él en un fumador pasivo. Y yo me pregunto, hablando de pasividades: ¿qué podemos hacer los telefoneados pasivos, que vemos cada día atacada nuestra salud mental y auditiva por el chirriar sobresaltante de doce millones de artilugios (sólo en España) que, aparte de funcionar sólo mal y a medias, sirven nuevamente a los empresarios para extender y apretar los hilos de la esclavitud asalariada al campo de la telefonía sin hilos? Ya el maestro Veblen nos explicó que los consumistas no tienen inconveniente en imitar cualquier cosa; por eso, poco extraña que los sumisos jóvenes y ex parados (incluidos los insumisos y los objetores antimilitaristas) ansíen moverse al son de este frenético «¡pii, pii...!» y se crean que «molan» sacándolos a relucir en trenes, cines, calles... y hasta en clase. Dios mío, qué hartura.
6. Bienaventurados los nacionalistas. Sencillamente, porque ellos tuvieron la suerte de ser elegidos por Dios para ser los primeros en el orden de la Creación Humana. Recientes excavaciones arqueológicas han dado la razón a los más arriesgados de estos inspirados científicos: ahora estamos casi universalmente seguros de que Cataluña y País Vasco (se duda de Galicia y de otras «naciones») fueron creados el séptimo día después del big bang, por la mañana temprano, luego de lo cual pudo Dios echarse por fin a descansar para siempre. [Por cierto, muerto López Rodó, es curiosa la foto de hoy en el periódico: este catalán, mano derecha de Carrero Blanco, junto al catalán Fabián Estapé, que acaba de sacar su De tots colors, reunidos con el gallego Franco —lo siento por Xavier Vence y los del Bloque Nacionalista Gallego, pero tienen la desgracia de que Franco sí era gallego—, ¿en qué idioma hablarían los tres entre sí? ¿Aceptaban la supuesta imposición centralista del «castellano» a cambio de su participación celeste en ese mismo gobierno franquista? Piensen, piensen...]
7. Bienaventurados los miembros de las santas ONG. De la organización «no gubernamental» a la «gubernamental» no hay más que un paso muy sencillo: suprimir un no. Yo ya le propuse a James Petras la malaventura de formar una OAG (organización antigubernamental); y hasta un nombre: Asalariados sin Fronteras (que no sería sino una nueva versión, remozada y «asigloveintiuneada», de la Internacional de Trabajadores). Mi amigo Agustín Morán me pregunta de qué Internacional hablo: ¿de la II, la III...? De la primera, Agustín, de la primera, tan fetén como la que viene en este siglo XXI, que se parece como una gota de agua al XIX, a pesar de lo que digan los miopes políticos. (Por cierto, que la regla de funcionamiento de la I Internacional se basaba en el mismo sistema de «red» que el listo de don Manuel Castells acaba de descubrir como la gran novedad del siglo XXI).
8. Bienaventurados los okupas. Porque al buscar casa barata lo único que quieren algunos de ellos es formar un «familiar» hogar bien adaptado a sus posibilidades monetarias y a su peculiar modus vivendi, incapaces de superar el ámbito burgués de lo privado, para bien reproducir en esta esfera lo que no son capaces de llevar al ámbito público.
9. Bienaventurados los internaut@s. Porque, al reavivar el mito de la Revolución Científico-Técnica, que andaba de capa caída, se creen que van a cambiar el mundo, cuando lo único que van a hacer es excitar más aun a Wall Street (hasta que a sus socios les llegue la menopausia masculina y tengan que acudir en masa a la Viagra estatal, que eso sí que lo financia la dudosa Seguridad Social yanqui). Ahora podrán difundir con mayor rapidez los mitos de la «sociedad post-industrial,» la «era de la información» y de la globalización, etc., y todos seremos un poco más sumisos, ad maiorem gloria Capitali.
10. Bienaventurados los defensores de los animales, porque seguirán rápidamente la senda de Calígula —por el imperio hacia Dios— y alcanzarán el cielo a lomos de sus caballos como perros.
Y, por último:
11. Estas bienaventuranzas/mandamientos/tesis de y sobre el fuego y el barro (de un mal alumno de los jesuitas) se resumen en una: ¡Bienaventurados los postmodernos! No porque quieran poner fin a la modernidad (es decir, a Marx) —cosa sencillamente imposible debido a las leyes de la física (sí, sí, de la física), mal que les pese a quienes confunden determinismo con fatalismo— sino porque su verborrea permite elevar al cubo el grado de fetichismo de esta loca sociedad. Así, mi admirado Antonio Banderas firma todavía como «actor,» y no como «capitalista», el Manifiesto en favor de la unidad de la izquierda, cuando la prensa informaba el día antes de que va a invertir mil o dos mil millones de pesetas en no sé qué espectacular empresa de espectáculos. Su mujer, Melanie, como no es española, no firmaba; pero tengo entendido que el sin par PSOE andaluz está preparando una triple moción (no de ley) referida a esta gran actriz: cambiarle de nombre (ponerle Maleni, en vez de Melanie, que queda más andaluz), hacerla hija adoptiva de Málaga –cómo no—, y permitirle votar (siempre que sea por la izquierda) en las próximas elecciones españolas.
Yo ya he vuelto de votar. ¿A que sí adivinan a quién?.
Última edición por pedrocasca el Lun Dic 05, 2011 11:44 am, editado 2 veces