Un artículo de debate con el trotskismo acerca de la caracterización de la Argentina
Una autocrítica vergonzante
Nueva respuesta a Christian Rath y Andrés Roldán, acerca de la Revolución de Mayo
En El Aromo n° 76: "Democracia. 30 años - 140 muertos"
Otra vez, recibimos respuesta de los autores de La Revolución Clausurada. En lugar de ofrecernos una explicación concreta a nuestros cuestionamientos, nuestros críticos cambian de posición, se olvidan de lo que escribieron y adulteran alevosamente nuestras críticas. Pase y vea hasta dónde se puede caer, por defender lo que no se conoce…
Juan Flores
CEICS-GIRM
Nuevamente, recibimos una respuesta de Christian Rath y Andrés Roldán a nuestras críticas, antes de que se publicara la segunda parte de nuestra respuesta [1]. Allí -pese a jurar que su método siempre fue empírico- Christian esquivó nuevamente los pormenores históricos del debate, evocando los “documentos programáticos del movimiento obrero”. “Nosotros discutimos la cuestión nacional”, proclama. Así, justifica ponerse a hablar del mundo y sus alrededores de manera superficial (desde Indonesia hasta Malvinas), en vez de discutir sobre la Revolución de Mayo, que es lo que nos convoca. Su intención es que la discusión no vaya a ninguna parte. Sin embargo, en su último escrito, realizó un cambio de posición, porque ya no podía defender sus posiciones iniciales. Aunque Rath crea que nadie recuerda lo que publicó ayer, lo dicho escrito está y no queda más que revisarlo. Veamos.
Yo no fui
El primer punto de nuestra crítica señalaba que, contra lo que Rath sostenía, el artiguismo era una dirección burguesa, en un ciclo revolucionario que tenía ese contenido, y su programa (el Reglamento) expresaba los intereses de la burguesía oriental (los hacendados). En este punto en particular, Christian, después de defender otra hipótesis, nos dio finalmente la razón. Claro, para no tener que admitirlo, se vio obligado a deformar obscenamente nuestros planteos. Por ello, nos vemos obligados a clarificar primero este asunto y luego sí abordar el viraje. Lamentablemente, vamos a citar in extenso, para que no hacer lo que hace nuestro personaje.
En su segunda respuesta, Rath nos atribuye, ridículamente, negar el carácter burgués de la revolución, cuando hemos escrito tanto en torno a esto:
“JF se pregunta ‘¿Quién se hubiese beneficiado, de haber vencido Rosas en la Vuelta de Obligado? ¿Los peones de la campaña o los grandes estancieros y comerciantes del puerto de Buenos Aires?’. El ‘crítico’ cree haber encontrado un argumento que demuele a su adversario. Con estas preguntas inicia un razonamiento que culmina en una tercera pregunta: ‘Ahora bien, para el caso de nuestro país, ¿qué otra cosa es la exigencia de ‘reforma agraria’ o ‘repoblar el campo’, sino la construcción de una burguesía rural? ¿No es eso otorgarle un lugar a la burguesía en la dirección?’. ¿¡Qué tal?! Flores, si estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX, que es cuando transcurren los acontecimientos que analizamos en nuestro libro y la Vuelta de Obligado, a ambas preguntas tendremos que contestar que sí, que claro, que se trataba en ese período de constituir una nación burguesa que completara su desarrollo capitalista autónomo. No de la revolución socialista. Por lo tanto la mención de si los peones de campaña o los estancieros o si la construcción de una burguesía rural habría sido un posible camino de desarrollo, respondemos SI, por supuesto. ¿Qué pretendía Flores? ¿Que en 1810 se construyera el socialismo?”
¿Qué hizo Rath aquí? Recortó dos citas de dos apartados distintos y los atribuyó a un mismo razonamiento. Lo hizo de manera tan burda y descuidada, que incluso el apartado de abajo precede al de arriba. En efecto, en la primera cita, discutíamos a quién beneficiaba una guerra nacional –como la de Obligado- desmintiendo que las “gestas” beneficiaran a todos por igual:
“Siendo la nación una construcción burguesa, todas las guerras nacionales dirigidas por la burguesía argentina se hace en defensa, primordialmente de sus intereses: la de independencia en el siglo XIX y la de Malvinas en el siglo XX. Aunque una sea revolucionaria y la otra no, ambas son burguesas. Por lo tanto, en ambas, las masas cumplen la función de ser la carne de cañón. Si Rath hubiera leído algo de lo que publicamos, se habría enterado que los explotados, lejos de luchar por la “patria” –como dice el kirchnerista Di Meglio (a quien se rindió pleitesías en la presentación)- se oponen a que los manden a la guerra. ¿Quién se hubiese beneficiado de haber vencido Rosas en Vuelta de Obligado? ¿Los peones de la campaña o los grandes estancieros y comerciantes del puerto de Buenos Aires? ¿Conoce nuestro interlocutor el mecanismo de reclutamiento del Ejército de Rosas (como los de cualquier “gesta”)? Se los ‘destinaba’. Es decir, iban mayoritariamente los que debían cumplir una pena”.
En la segunda cita –que, en realidad, viene antes que la primera- debatíamos sobre las tareas revolucionarias y el problema de las alianzas de clase, no en 1810, sino hoy, rechazando la reforma agraria y la “alianza obrero-campesino” como parte de un programa socialista para la actualidad:
“La alianza obrero-campesina demuestra eso que Rath quiere negar [que se pueden realizar “tareas pendientes” sin aliarse con la burguesía]: ¿qué otra cosa se oculta detrás del campesinado, sino la burguesía y la pequeña burguesía rural? Para el caso de nuestro país, ¿qué otra cosa es la exigencia de la “reforma agraria” o “repoblar el campo”, sino la construcción de una burguesía rural?”
Como vemos, no se trata de “un razonamiento que culmina en una tercera pregunta”, sino de dos argumentos diferentes, para problemas diferentes. De nuevo, Rath pretende engañar a quienes siguen la discusión como si lo escrito no pudiera ser revisado. Lo peor es que no respondió ni una cosa ni la otra.
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