8 de diciembre de 2011
MENSAJE DE LA 36
“CÓMO DOS GOTAS DE AGUA”
Hace 20 años se desintegró la Unión Soviética
Después seria el Frente Amplio y el PIT CNT
Pilar Bonet, en un especial para el diario madrileño “El País” escribió acerca de de la desintegración de la Unión Soviética.
Según esta periodista y analista política el 8 de diciembre de 1991 se reunieron los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania para firmar un acuerdo que la liquidó.
Este es el relato de los vericuetos de la cita que cambió el mundo.
El líder ruso Vladimir Putin dijo que la desintegración de la Unión Soviética, URSS fue la “mayor catástrofe geopolítica” del siglo pasado. Pero no fue así como la vivieron los tres líderes que firmaron el certificado de defunción de aquel Estado el 8 de diciembre de 1991, en Visculí, un pabellón de caza situado en el bosque de Belovezhye de Bielorrusia.
En aquel lejano diciembre de hace 20 años, Putin dirigía el comité de relaciones exteriores de la Alcaldía de San Petersburgo. Allí tutelaba las inversiones alemanas y concedía cuotas y licencias para exportar petróleo, metales, madera y otras materias primas a empresas que, a su vez, importaban carne, leche en polvo, papas y otros bienes de consumo a la ciudad desabastecida. Esas operaciones de trueque provocaron alguna investigación que quedó inconclusa. Aquel otoño, el jurista Dimitri Medvédev, de 26 años, daba clase en la Universidad de San Petersburgo y colaboraba como asesor con la Alcaldía y el comité de relaciones exteriores.
El presidente Medvédev discrepa de su mentor, el primer ministro, sobre el fin de la URSS. Perdónenme, pero la desintegración de la URSS fue prácticamente incruenta. Esta no es la principal catástrofe, no puedo estar de acuerdo, aunque fue un acontecimiento difícil para mucha gente, dijo.
El 7 de diciembre de 1991, el termómetro marcaba 25 grados bajo cero cuando los líderes eslavos comenzaron a llegar a Visculí, según cuenta en sus memorias Viacheslav Kébich, entonces jefe del Gobierno de Bielorrusia. El presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, alcanzó a abatir un jabalí antes de que se le unieran el jefe del Parlamento bielorruso, Stanislav Shushkévich, y el presidente de Rusia, Boris Yeltsin. Desde un aeropuerto militar, la delegación rusa fue trasladada a Belovezhye en un cortejo de Volgas blancos.
Kravchuk y Yeltsin fueron alojados en el pabellón principal, un edificio de dos plantas construido en 1957 por Nikita Jrushchov para sus cacerías.
En Visculí, Yeltsin preguntó a Kravchuk si tenía intención de firmar un documento propuesto por el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, para renovar el Tratado de la Unión, su texto fundacional, que había sido ratificado en 1922 por las tres repúblicas eslavas y la Federación de la Transcaucasia o sea Azerbaiyán, Georgia y Armenia.
El ucraniano respondió de forma evasiva y Yeltsin dijo que había que elaborar una nueva estructura política. La situación es trágica. Si no tomamos ahora algunas decisiones razonables, puede suceder una catástrofe humanitaria, y de eso a la guerra civil no hay más que un paso, advirtió Yeltsin, tras referirse a la crisis económica, la insatisfacción social y la indisciplina de las repúblicas federadas.
El presidente ruso ordenó al segundo del Gobierno, Serguéi Shajrái, y al ministro de Exteriores, Andréi Kózirev, que formularan algún documento político bien escrito en el plazo de una hora. Lo redactaron a mano, porque no tenían máquina de escribir hasta que, desde una explotación agrícola cercana, trajeron a una secretaria. Kébich, ahora arrepentido de su participación en aquellos acontecimientos, suponía que se estaban poniendo las nuevas bases más firmes y justas del Estado de la Unión, pues las fronteras, el ejército y la moneda y todos los elementos económicos del Estado seguían siendo comunes.
Acompañándose de champán soviético, Yeltsin, Kravchuk y Shushkévich dieron forma a una nueva entidad a la que llamaron Comunidad de Estados Independientes, CEI. A instancias de Yeltsin, a la vez que aprobaban un párrafo, se servía champán soviético, según cuenta Kébich. El documento que allí se redactaba iba a llevar a un nuevo terreno jurídico la descomposición del Estado, que se había acelerado en agosto, tras el intento de golpe emprendido por altos funcionarios del régimen. Fracasada la conjura, Gorbachov había vuelto a ejercer como presidente de la URSS, pero el mundo había cambiado. Pese a su debilidad política, Gorbachov insistió en que las repúblicas soviéticas firmaran el Tratado de la Unión renovado, el documento de redistribución de competencias que el golpe les había impedido firmar en agosto de 1991.
La subordinación al centro federal representado por Gorbachov no estaba en los planes de Yeltsin. Para Ucrania, el nuevo Tratado de la Unión perdió su sentido tras el referéndum del 1º de diciembre que apoyó la opción independentista de Kravchuk. El ruso quiso reunirse con sus colegas eslavos sin Gorbachov, y Shushkévich se brindó a acogerlos en el bosque de Belovezhye, un refugio de bisontes en la frontera con Polonia. En Moscú, Gorbachov, que estaba al corriente del encuentro, preguntó a Yeltsin sobre los temas que iban a tratar y este lo tranquilizó diciendo que, con la ayuda de Shushkévich, iba a quitarle los sueños de independencia a Kravchuk.
En realidad, en Visculí ocurrió todo lo contrario. Cuando los líderes eslavos se disponían a cenar el 7 de diciembre, Guennadi Búrbulis, por entonces secretario de Estado de Rusia, declaró que faltaba el artículo final: las tres repúblicas habían formado un nuevo sujeto de derecho internacional, pero antes había que denunciar el Tratado de la Unión de 1922. Kébich escribe que sólo entonces comprendió el verdadero sentido de lo que estaba pasando.
Esto es un verdadero golpe de Estado. He informado de todo a Moscú, al comité..., espero la orden de Gorbachov, le susurró Eduard Shirkovskii, jefe del Comité de Seguridad del Estado (KGB) de Bielorrusia.
—¿Y tú crees que la darán?
—Por supuesto. Es evidente que se trata de una traición, si llamamos a las cosas por su nombre. Entiéndame: tenía que reaccionar. Presté juramento, dijo el jefe del KGB.
—Podías haberme avisado.
—Temía que no estuviera de acuerdo.
Moscú no daba señales de vida. Según Kébich, Gorbachov sabía que no era difícil arrestar a los participantes en la cita de Belovezhye, pero no habría sabido qué hacer con ellos, ya que juzgarlos habría podido provocar una reacción popular. El 8 de diciembre, por la tarde, los líderes eslavos firmaron el acuerdo alcanzado, junto con otros documentos. Entre ellos estaba la declaración política que constataba la desaparición de la URSS como sujeto de derecho internacional y proclamaba a la CEI como su sucesora, un acuerdo de coordinación económica y otro para la colaboración en las Fuerzas Armadas y el control de las armas estratégicas.
Después de la firma, Yeltsin quiso informar al presidente estadounidense George Bush. Alguien propuso contárselo primero al presidente ruso. De ninguna manera. En primer lugar, la URSS ya no existe, Gorbachov no es presidente y no nos manda. Y en segundo lugar, para evitar imprevistos, mejor que sepa de esto como un hecho consumado irreversible, dijo Yeltsin. Llamaron a Washington cerca de la medianoche. Yeltsin parecía un escolar. Kósirev le traducía. Al otro lado del hilo, escucharon con atención y después preguntaron quién controlaba las armas atómicas. No se preocupe, señor presidente. El maletín con el botón lo tengo yo. No hay peligro de uso de armas atómicas. El mundo puede dormir tranquilo, dijo Yeltsin. Kébich dice que mintió, porque el maletín nuclear estaba en poder del presidente de la URSS. Luego, Yeltsin ordenó a Shushkévich que llamara a Gorbachov.
—¿Por qué yo?
—Y si no, ¿quién? Estamos en tu territorio. Tú eres el anfitrión.
—¿Por qué informan antes al presidente de EE.UU. que al de la URSS? ¿Está ahí Boris? ¡Pásame a Boris!
Gorbachov gritaba tanto que todos los presentes lo oyeron...
—Pregunto si está Boris ahí. ¡Dale el teléfono a Boris!
—Mijaíl Serguéievich, Boris Nikoláevich me encargó...
—Vete al... No quiero hablar contigo. Dale el teléfono a Boris.
Yeltsin tomó el auricular.
—Boris, ¿qué has hecho?
—Mijaíl Serguéievich, los dirigentes de las tres repúblicas, preocupados por el destino de nuestros pueblos, hemos tomado la decisión de denunciar el Tratado de la Unión de 1922. La URSS ya no existe.
—¡¿Cómo que no existe?! ¡¿Y quién crees que soy yo?!
—Usted siempre igual. Sólo piensa en usted. Sus ambiciones personales son lo primero. Si se hubiera preocupado un poco por la gente y por el país, todo habría sido diferente... En resumen, ya resolveremos su situación de alguna manera, exclamó Yeltsin y colgó.
El acuerdo de Belovezhye fue ratificado con gran celeridad y apabullantes mayorías en el Parlamento ruso, con sólo seis votos en contra, y en el bielorruso, con uno. El 25 de diciembre, Mijaíl Gorbachov se dirigió a sus conciudadanos por última vez como presidente de la URSS y arrió la bandera soviética del Kremlin.
Han pasado 20 años y los protagonistas de aquella época están en la periferia de la vida política actual o han fallecido. En Moscú, Gorbachov tiene su propia fundación y disfruta de la compañía de su hija, sus dos nietas y su bisnieta. En Kiev, Leonid Kravchuk, padre de la independencia ucraniana, dirige también una fundación, escribe libros y participa en debates. En Minsk, Shushkévich es un furibundo adversario del autoritario líder Alexandr Lukashenko y milita en un partido socialdemócrata. A finales de 1999, Yeltsin renunció a la presidencia a favor de Putin, que le dio garantías de seguridad para él y sus parientes.
El año 1991 fragmentó la vida de los ciudadanos soviéticos. Millones de personas tuvieron que reinventarse o empezar de nuevo, emigraron a nuevas patrias y experimentaron vertiginosos ascensos y descensos sociales. Científicos de élite sin empleo y oficiales desmovilizados hacían de taxistas para poder comer, y pillos y delincuentes se transformaron en multimillonarios y oligarcas. Fueron procesos traumáticos y desgarradores.
Rusia ha cambiado mucho en estos 20 años. Con todo, la sombra de la URSS se proyecta —protectora o amenazante— sobre las vidas de los rusos, incluso de los más jóvenes. La nostalgia es en parte una reacción a las duras realidades de un proceso hoy encallado en el autoritarismo y la corrupción. También es un producto cultivado con fines políticos por el régimen de Vladimir Putin, que recuperó los símbolos soviéticos y los mezcló con los rusos para sostener la ilusión de continuidad.
Desintegración de la Unión Sovietica
1988
20 de febrero
El Soviet de la región azerbaiyana de Nagorno Karabaj, declara su intención de unirse a Armenia, desatando el primer conflicto territorial entre dos repúblicas soviéticas.
1988
16 de noviembre
El Soviet Supremo de la república soviética de Estonia adopta una declaración sobre la soberanía nacional en virtud de la cual las leyes estonias tendrán supremacía sobre las vigentes en la URSS.
1990
7 de febrero
El Comité Central del Partido Comunista de la URSS acepta la propuesta de su secretario general, Mijáil Gorbachov, de renunciar al monopolio sobre el poder político refrendado en la Constitución.
1991
20 de agosto
Estonia proclama su independencia. Letonia le sigue el 21 de agosto, Ucrania el 24, Moldavia el 27, Azerbaiyán el 30 y Kirguizistán el 31 del mismo mes.
1991
8 de diciembre
Líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia proclaman en Viskulí, poblado de Bielorrusia, la disolución de la URSS y la creación de la Comunidad de Estados Independientes.
1991
12 de junio
Yeltsin es elegido por sufragio universal presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, con lo que se convierte en el primer dirigente ruso democráticamente elegido.
1991
19 de agosto
Altos cargos políticos y militares dan un golpe de Estado y apartan del poder al líder soviético, Mijaíl Gorbachov. El vicepresidente, Guennadi Yanáev, asume como jefe de Estado. Se prohíben las actividades de partidos políticos.
1991
23 de agosto
Yeltsin decreta la suspensión de las actividades del PCUS. Al siguiente día Gorbachov dimite como secretario general del PCUS. Tres días después el Parlamento soviético suspende las actividades del PCUS en la Unión Soviética.
Es cierto que en el mundo se sabe poco hasta hoy día que sucedió en la ex Unión Soviética, cómo los trabajadores cedieron su poder sin combatir, porque se auto desintegró el PCUS, fundado por Lenin.
Otros se preguntarán como será el destino del socialismo mundial y cual será el futuro del comunismo internacional, y hasta cuando durará la ofensiva de la reacción en Rusia.
Quizás algunas de esas repuestas a tales preguntas acertemos a contestar los militantes de izquierda, procedentes del movimiento uruguayo que vivieron los acontecimientos revolucionarios de la década de los sesenta y setenta. Preguntarse que sucedió en el ex Unión Soviética donde los obreros cedieron el poder a los patrones sin luchar. Es lo mismo que preguntarse en el momento actual, que pasó en el Uruguay donde los trabajadores que pelearon tanto para alcanzar los cambios y les costó tanta sangre y sacrificio propio se hayan dejado traicionar por la dirección del Frente Amplio y del PIT CNT sin protestar siquiera.
Analizando las causas que llevaron a la degeneración del comunismo en la ex Unión Soviética y a la traición de sus dirigentes seguramente por analogía se podrá comprender mucho mejor nuestro propio proceso actual, del cual la izquierda progresista es principal protagonista desde el Gobierno.
Hay que aceptar con tristeza que en la ex Unión Soviética se produjo una contrarrevolución burguesa, iniciada por la capitalización del socialismo, es decir por la introducción de elementos capitalistas, que se desarrolló después en restauración de los elementos capitalistas en todas las esferas de la vida social.
El Partido Comunista de la Unión Soviética formulaba y dirigía la política interior y exterior de la URSS. A diferencia del feudalismo y el capitalismo, la construcción y desarrollo del socialismo no pueden tener carácter espontáneo. La formación de las relaciones socialistas es posible solo mediante la planificación y la organización, y debe apoyarse en una base científica en constante desarrollo.
La fuerza de un partido revolucionario de la clase obrera radica en su programa científico bien fundamentado, en consecuente defensa de los intereses sociales de los trabajadores. Entonces, ¿cuando fue que en la ex Unión Soviética se hizo entrega de la posición científica del proletariado en la construcción del socialismo? Con frecuencia se suele pensar y decirlo que todo se inició con la subida a la dirección de Gorbachov y sus allegados. Pero para los comunistas rusos tales como Nina Andreeva resulta evidente hoy día la insuficiencia de esa valoración. Esta repuesta no es suficiente a la pregunta de por que fue posible la destrucción repentina de la base del socialismo, la descomposición de la URSS y la liquidación del PCUS.
Hay que suponer que a un partido político maduro y un régimen social y económico sano no lo puede deshacer en unos pocos años unos cuantos traidores y renegados por muy altos que fueran sus cargos.
Sin duda llevó una larga preparación de la contrarrevolución tanto en el interior como en el exterior del país. Y sobre todo la degeneración del partido gobernante y su transformación oportunista.
No olvidemos los uruguayos que durante ese mismo periodo muchos dirigentes del PCU uruguayo estaban radicados en Moscú, estudiaban en sus Universidades y participaban de Congresos, reuniones internacionales y recibían lineamientos de aquellos mismos dirigentes del PCUS.
El paso inicial del PCUS al oportunismo de derecha y al revisionismo se inició a fines de la década de los 50 con la subida de Jruschov y sus colaboradores a la dirección del partido y del Estado. El jalón inicial de la degradación oportunista del PCUS fue su XX Congreso.
Jruschov frenó la edificación socialista y causó serios daños al movimiento comunista y obrero internacional y a la lucha antiimperialista de liberación nacional de los pueblos. La campaña ideológica llevada a cabo se dirigía en realidad al menoscabo de la autoridad del socialismo, a la confrontación con el Partido Comunista de China y, después al choque fronterizo entre la URSS y China. En la Unión Soviética se efectuó la sustitución masiva de cuadros del partido y del soviet, se empezó a deslavar la posición fundamental del marxismo leninismo como posición científica de la clase obrera y de las fuerzas socialistas contemporáneas.
La historia atestigua que la peligrosidad del oportunismo se multiplica cuando deviene en oportunismo gobernante y estatal, esto también sucedió en nuestro país con el Frente Amplio en el Gobierno. En la ex Unión Soviética bajo el socialismo se puso a su servicio un poderoso aparato de propaganda capaz de desorientar durante mucho tiempo a los comunistas y a los trabajadores. En la Unión Soviética para el oportunismo de derecha el socialismo significó el crecimiento y enriquecimiento de la burguesía. El oportunismo se expresa en falta de principios, en la persecución miope de beneficios personales inmediatos, frecuentemente, aparentes, en detrimento de los principales intereses de los trabajadores. Al principio, el carácter pernicioso de la política se encubría y en parte compensaba por los reales éxitos del socialismo en el pasado y los que se obtenían por la posibilidad sin precedentes de la solidez del sistema socialista.
Si anteriormente a Jruschov la economía se orientaba a la reducción del precio del costo de los productos, punto cardinal del plan de cada empresa, y a la producción de artículos de alta calidad a cuenta del aprovechamiento de éxitos científicos, nuevas tecnologías, economía de materias primas, energía y mano de obra, en la época de Jruschov y Bréznev los principales índices de la eficiencia económica de la producción consistían en sacar provecho monetario por vía de elevar artificialmente los precios reduciendo la producción de artículos. La ciega persecución de ganancias y otros beneficios particulares para las empresas condujo a la aminoración del ritmo de desarrollo de la economía nacional, la reducción de los efectos de las inversiones y la devaluación paulatina del rublo. Se interrumpió la rebaja planificada de los precios, comenzó el encarecimiento de los artículos de consumo popular y la desaparición de los surtidos baratos. Se frena el progreso técnico y científico y decrece la productividad del trabajo.
La política económica oportunista provocó la separación de la distancia entre el mal y bien retribuidos. Toma cuerpo la “economía negra” que engendra elementos de empresas privadas. Empezó la criminal acumulación de capital por la neoburguesía soviética. Enriqueciéndose paulatinamente esta deprava todo lo que está en torno suyo. Con los empresarios “negros” se unen los burócratas sobornados del soviet y del partido. La tendencia a eliminar la diferencia de clases está obstruida por la diferenciación social y el deslinde de la sociedad entre ricos y pobres. En estas condiciones entre los trabajadores se pierde el estimulo moral para el trabajo, y crecen la apatía y la actitud negativa hacia toda cosa estatal o “fiscal”. Crecen la violación de la disciplina laboral y el robo de bienes del pueblo.
El Estado soviético pierde su carácter de clase. De dictadura del proletariado se transforma en “Estado de todo el pueblo”. En este Estado prospera la burocracia, se procrean el soborno y la corrupción. En la década del 80 el aparato estatal se triplicó en comparación con el periodo anterior. Cae la eficacia de su trabajo. Se produce su separación paulatina de los trabajadores o, como quien dice su alejamiento de ellos. Esto socavó la base social del Estado soviético, le quitó el apoyo de los trabajadores y debilitó la lucha contra la delincuencia, que desorganiza cada vez más la función de la sociedad. A través del llamado “Estado de todo el pueblo”, en la conciencia de las masas penetró la idea de la supuesta igualdad y la “pura” democracia. Esta idea burguesa encubre la imposibilidad del principio de igualdad entre los explotadores y los explotados, los opresores y los oprimidos.
Con la subida a la dirección del grupo de Gorvachov, Yakoblev y Shevardnaze, el oportunismo de derecha pasó al restablecimiento legal del capitalismo. Continuando su camino desde la concepción de Jruschov sobre la total y definitiva victoria del socialismo en la URSS mediante la demagogia del “socialismo desarrollado”, el oportunismo, ya en el poder, terminó su evolución con la completa y acabada degeneración de los dirigentes del PCUS en renegados y traidores, en servidores al capital monopolista de Estados Unidos y simples y criminales burgueses, en destructores del socialismo y el Estado soviético multinacional, en liquidadores del partido de la clase obrera. Gorvachov, Yakoblev, Eltsin, Krabchuk, Nazuipbaev y otros dirigentes oportunistas del partido que hasta hace poco cantaban “La Internacional” ante las cámaras de televisión, gritan hoy, a cuál más, de la “quiebra del socialismo, del histórico callejón sin salida”, del “fracaso del experimento”, demostrando su completa degradación moral y política.
En la URSS no fueron el socialismo y las ideas comunistas las que sufrieron derrotas históricas, sino el oportunismo estéril que había arrebatado el poder con hipocresía. Los políticos de doble cara y los arribistas, quienes, sin tener su propia ideología, se habían granjeado de modo estafador y camaleónico la confianza de los soviéticos, lograron asentarse en el círculo superior de la dirección del Partido Comunista y del estado Soviético.
Idénticamente cuando en nuestro país la derecha sustituya en el poder al gobierno frentista, no habrán fracasado las ideas de la izquierda ni las del socialismo, sino el oportunismo burgués de sus dirigentes acomodados en el poder.
Los oportunistas en la ex Unión Soviética para seguir aferrados a la garganta del pueblo, no le hicieron asco a apoyarse en cualesquiera, fuesen criminales, rufianes, o fascistas, enemigos jurados de la humanidad. Trataron de congraciarse con los emigrantes anti soviéticos, doblaron la cerviz ante Israel, y ante el régimen de Corea del Sur y Taiwán.
¿A dónde llevó la contrarrevolución a los soviéticos?
Durante el primer tiempo cada mes cerraban sus puertas mil empresas. El nivel de producción bajó a principios de los años 70, es decir retrocedió 20 años. De los 58 altos hornos de gran tamaño, 36 se apagaron. Se malograron y desaparecieron preciosos equipos y se escamotearon materias primas raras. Se inundaron las minas y en los campos se dejó de aplicar el cultivo rotativo. Por la escasez de forraje, los campesinos se veían obligados a sacrificar el ganado en pleno verano. Se detuvieron los medios de transporte perjudicados en extremo en el periodo de la “perestroika”. La bancarrota del acopio de productos agrícolas y los combustibles, creo el peligro de padecer inviernos fríos y hambrientos. El sistema monetario entró en crisis. Es decir, los instrumentos y medios principales de producción y la base material técnica de la sociedad sufrieron una seria destrucción y crisis. Por otra parte, la crisis afecta a los trabajadores, creadores de los bienes materiales y espirituales, y fuerza principal de la producción. El porcentaje de desempleados empezó a crecer bruscamente. Los obreros despolitizados en el periodo de la “perestroika” se desprendieron de su clase.
El gobierno de Yeltsin hizo no rentables, y puso en bancarrota, los koljoses y sovjoses. Los granjeros se convirtieron en objeto del odio clasista y se arruinaron. En efecto, a causa de la creciente inflación y de la devaluación del rublo en una centésima parte, los soviéticos perdieron su fuerza laboral realizada. No se pagaron los salarios durante meses.
Se malgastaron las reservas de oro y de materiales estratégicos del país. Los jubilados se encontraban más allá de la línea de miseria y en el umbral de la existencia biológica, es decir estaban próximos a morirse de hambre. Organizando genocidios la contrarrevolución tomó represalia de la generación anterior que construyó y defendió el socialismo.
Los antiguos funcionarios del partido perdieron sus buenas pensiones. Como recibieron bajos salarios en tiempos anteriores, actualmente se encuentran en condiciones materiales muy difíciles si se tienen en cuenta las remuneraciones laborales generales.
En Lituania, Latvia, y Estonia, países situados en la línea del Báltico los participantes de la Gran Guerra de la Patria y los mutilados no podían recibir las pensiones correspondientes. En cambio los burgueses nacionales, que se arrogaban el poder, conceden altas pensiones a los que pelearon contra el Ejercito Rojo en tiempos de la guerra, a los que dispararon a la espalda del pueblo en guerra, y a los que ultrajaron a los habitantes pacíficos que quedaron e las regiones ocupadas. Las conceden también a los que, escondidos en los bosques después de la guerra, asaltaron los poblados, asesinaron a comunistas, y miembros de la juventud comunista, saquearon y violaron. En la actualidad les llaman “defensores de la patria” y les otorgan altas pensiones, y adicionalmente les compensan la vida carcelaria que merecidamente pasaron por sus crímenes ante la patria. Semejantes fenómenos se manifiestan también en Ucrania, Moldavia, y Moscú. En muchos casos los participantes en la guerra sufren ultrajes no sólo de palabra sino también físicamente, si bien la vida actual de los soviéticos se debe a sus proezas.
En la ciudad de Minsk, unos bandidos dejaron inválida a Osipowa Heroína de la Unión Soviética. Durante la guerra ella, cumpliendo una orden del comité clandestino ejecutó a Kube, verdugo del pueblo de Bielorrusia y lugarteniente de Hitler en ese país, colocándole una bomba en su dormitorio. Es increíble que los que se le abalanzaron y le arrebataron las condecoraciones de guerra y artículos personales, fueran delincuentes comunes. Tampoco se puede creer que en Minsk hubiera ocurrido ese incidente sin intervención de los nacionalistas bielorrusos. Chernovil, uno de los aspirantes al cargo de presidente de Ucrania es hijo de un SS. No es casual que se levantara en Libov un enorme monumento en memoria de la unidad SS donde combatieron muchos nacionalistas Ucranianos. Tales monumentos aparecen hoy, especialmente en la zona costera del mar Báltico, mientras se desmontan los levantados a los héroes guerrilleros, a los combatientes clandestinos y a los soldados heroicos.
En la televisión se presentaban los traidores como por ejemplo uno que sirvió a los enemigos junto con el general Blasov que se había entregado a Hitler. Después reclamó al gobierno de Alemania pensiones militares. A una pregunta de los periodistas dijo descaradamente que durante la guerra combatió al lado del General Blasov contra el Ejército Rojo, bajo una bandera de tres colores igual a la que enarbola hoy Yeltsin.
En Ucrania la bandera negro amarilla bajo la cual combatieron los blancos contra el Ejercito Rojo, en la guerra civil, se ha convertido hoy en el pabellón nacional. Bajo esa bandera los nacionalistas ucranianos y los de Benderov sirvieron a Hitler durante la Guerra de la Patria, y posteriormente a los norteamericanos.
También la intelectualidad, rehén de la contrarrevolución, se ve apartada del camino creativo. Incluso su elite, encargada de la preparación ideológica de la restauración capitalista, esta defraudada. No son intelectuales sino saqueadores empresarios los que se nutren de la desgracia del pueblo. Los integrantes de la capa superior del régimen de Eltsin se convierten en millonarios. Hace poco en una publicación amarilla se advirtió fugazmente que hoy la mafia reina en Moscú.
Con frecuencia suenan disparos en la capital y otras ciudades. Los grupos mafiosos se piden cuentas unos a otros o se tirotean con los policías. Entre los representantes de la cultura elite se dejan oír gemidos de perplejidad y nostalgia del pasado, e incluso del socialismo deformado y de la seguridad y el orden, que se tornan cada vez más precarios.
La restauración del capitalismo trajo la miseria espiritual al país. En los últimos años no se ha producido, ni por tanto se puede mencionar, ni un libro valioso, ni una película, ni una pieza musical, que se quedaran en la memoria. El teatro, la industria cinematográfica, las artes plásticas y la arquitectura se encuentran en estado de bancarrota. Los boletos para museos, teatros y cines y exhibiciones no están al alcance de las personas comunes. Se desarrolla a mansalva la descarada ofensiva de la llamada “cultura masiva” al estilo norteamericano que predica violencia sexo y otras cosas por el estilo. La televisión, la radio y otros medios de difusión masiva desisten poco a poco del reclamado “pluralismo” y fueron convirtiéndose en órganos oficiales de la contrarrevolución. La prensa y televisión de oposición son reprimidas económicamente. Los trabajadores pierden la última oportunidad para expresar abiertamente su posición respecto a los promotores de la crisis.
¡QUE PARECIDO ES TODO!… ¿VERDAD?
¡POBRES VIEJITOS!
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