Aprovechando la toma de posesión de Mariano Rajoy como presidente del país, se nos ha venido a la mente la historia de un antiguo cuento popular:
Erase una vez un país llamado España, en el que en 1874 el pronunciamiento de un militar llamado Martínez Campos acabó con la primera experiencia republicana del país, restaurando así la monarquía borbónica por la fuerza, y dando paso a una nueva etapa que se conoció como La España de la Restauración, estableciendo por primera vez en España el bipartidismo
Cánovas del Castillo, un político ultraconservador y declarado abiertamente contrario a las ambiciones de la clase trabajadora y del socialismo, y que justificaba el uso de la fuerza para combatirlo, fue el encargado de diseñar un sistema político que asegurara el mantenimiento de la corona borbónica y le garantizara sus poderes y su libre arbitrariedad.
Lo primero fue un pacto entre las fuerzas políticas para una convivencia pacífica dentro del seno de la monarquía parlamentaria. Se constituyeron 2 grandes partidos: el Partido Conservador, del cual era el propio Cánovas su dirigente, y el Partido Liberal dirigido por Mateo de Sagasta. En base a este pacto se diseñó el nuevo sistema político que se caracterizaba por el turno de partidos y el caciquismo.
La mecánica era simple: los dos grandes partidos se alternaban en el poder por obra de un acuerdo, no por la opinión de los electores (que votaban por sufragio censitario, restringido y masculino), y fuera el que fuera el partido "ganador" aplicaba los mismos métodos, las mismas medidas y las mismas políticas que el partido "perdedor", y cuidaba y defendía los negocios tanto de un partido como del otro. La previsión anticipada del turno fue una manipulación constante de las elecciones, cuyo objetivo era impedir que los partidos obreros y republicanos alcanzara el poder. El rey encargaba alternativamente la formación de gobierno a los dos partidos, que convocaban elecciones y las "ganaban", relevándose en el poder. Las elecciones eran manipuladas por el Ministro de la Gobernación y los Gobernadores Civiles de cada provincia, previo acuerdo con los caciques comarcales y municipales. El papel de los caciques era imprescindible, eran individuos muy poderosos e influyentes en la vida local y que controlaban las elecciones para garantizar los resultados fraudulentos utilizando la violencia, las amenazas, trampas en las votaciones (como votar por personas muertas o emitir más votos de los censados...), cambiando votos por favores (como dar trabajo o bajar impuestos...). Si estas artimañas no daban resultado se recurría al pucherazo. Este sistema contaba con el apoyo de la alta burguesía de los negocios y la terrateniente, las clases altas urbanas, el ejército, la Iglesia y la nobleza.
En nuestro cuento también había un escritor y articulista llamado Benito Pérez Galdós, crítico precisamente de este sistema turnista: "Es muy triste como se han hecho las últimas elecciones, con el menor número posible de electores, con bastantes resurrecciones de muertos y no pocas violencias y atropellos. Ya es costumbre que sólo voten los que de una manera u otra sacan partido de las amistades y servicios políticos, y la inmensa mayoría de la nación se queda mirando tan importante acto con desdén, se abstiene de tomar parte en él, segura de no alcanzar por procedimientos representativos el remedio de sus males. (...) No pudiendo marchar bien el sistema sin oposición, el gobierno la fabrica, pero en la elección ni hay lucha ni la puede haber".
No existía motivación ideológica, sino que la política se convirtió en el reino del favor, del enchufismo y de la corrupción. Los diputados elegidos se preocupaban poco o nada por la realidad socio-económica de sus representados; el sistema creaba un poder arbitrario e inmoral.
La época de La Restauración duró 50 años, y después de mucho llover en la historia de España, un siglo después, en 1975 y de nuevo bajo las manos de la dinastía borbónica, se instauró en el país La España de la II Restauración, en la que se pulieron los métodos del turnismo con leyes electorales cuidadosamente ajustadas para que, sin necesidad del caciquismo, los 2 grandes partidos siempre se turnaran en el poder de manera "legal". El antiguo Partido Conservador era ahora el PP y el Partido Liberal era PSOE, pero al igual que antiguamente, los dos partidos defendían las mismas políticas. Con ayuda de los bancos y de los medios de comunicación (todos pertenecientes a la burguesía) utilizaban métodos de manipulación refinados para socavar las conciencias de los pobres trabajadores. Convencieron a la población de que el sistema establecido era la panacea de la sociedad... y además le pusieron nombre: democracia.
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Erase una vez un país llamado España, en el que en 1874 el pronunciamiento de un militar llamado Martínez Campos acabó con la primera experiencia republicana del país, restaurando así la monarquía borbónica por la fuerza, y dando paso a una nueva etapa que se conoció como La España de la Restauración, estableciendo por primera vez en España el bipartidismo
Cánovas del Castillo, un político ultraconservador y declarado abiertamente contrario a las ambiciones de la clase trabajadora y del socialismo, y que justificaba el uso de la fuerza para combatirlo, fue el encargado de diseñar un sistema político que asegurara el mantenimiento de la corona borbónica y le garantizara sus poderes y su libre arbitrariedad.
Lo primero fue un pacto entre las fuerzas políticas para una convivencia pacífica dentro del seno de la monarquía parlamentaria. Se constituyeron 2 grandes partidos: el Partido Conservador, del cual era el propio Cánovas su dirigente, y el Partido Liberal dirigido por Mateo de Sagasta. En base a este pacto se diseñó el nuevo sistema político que se caracterizaba por el turno de partidos y el caciquismo.
La mecánica era simple: los dos grandes partidos se alternaban en el poder por obra de un acuerdo, no por la opinión de los electores (que votaban por sufragio censitario, restringido y masculino), y fuera el que fuera el partido "ganador" aplicaba los mismos métodos, las mismas medidas y las mismas políticas que el partido "perdedor", y cuidaba y defendía los negocios tanto de un partido como del otro. La previsión anticipada del turno fue una manipulación constante de las elecciones, cuyo objetivo era impedir que los partidos obreros y republicanos alcanzara el poder. El rey encargaba alternativamente la formación de gobierno a los dos partidos, que convocaban elecciones y las "ganaban", relevándose en el poder. Las elecciones eran manipuladas por el Ministro de la Gobernación y los Gobernadores Civiles de cada provincia, previo acuerdo con los caciques comarcales y municipales. El papel de los caciques era imprescindible, eran individuos muy poderosos e influyentes en la vida local y que controlaban las elecciones para garantizar los resultados fraudulentos utilizando la violencia, las amenazas, trampas en las votaciones (como votar por personas muertas o emitir más votos de los censados...), cambiando votos por favores (como dar trabajo o bajar impuestos...). Si estas artimañas no daban resultado se recurría al pucherazo. Este sistema contaba con el apoyo de la alta burguesía de los negocios y la terrateniente, las clases altas urbanas, el ejército, la Iglesia y la nobleza.
En nuestro cuento también había un escritor y articulista llamado Benito Pérez Galdós, crítico precisamente de este sistema turnista: "Es muy triste como se han hecho las últimas elecciones, con el menor número posible de electores, con bastantes resurrecciones de muertos y no pocas violencias y atropellos. Ya es costumbre que sólo voten los que de una manera u otra sacan partido de las amistades y servicios políticos, y la inmensa mayoría de la nación se queda mirando tan importante acto con desdén, se abstiene de tomar parte en él, segura de no alcanzar por procedimientos representativos el remedio de sus males. (...) No pudiendo marchar bien el sistema sin oposición, el gobierno la fabrica, pero en la elección ni hay lucha ni la puede haber".
No existía motivación ideológica, sino que la política se convirtió en el reino del favor, del enchufismo y de la corrupción. Los diputados elegidos se preocupaban poco o nada por la realidad socio-económica de sus representados; el sistema creaba un poder arbitrario e inmoral.
La época de La Restauración duró 50 años, y después de mucho llover en la historia de España, un siglo después, en 1975 y de nuevo bajo las manos de la dinastía borbónica, se instauró en el país La España de la II Restauración, en la que se pulieron los métodos del turnismo con leyes electorales cuidadosamente ajustadas para que, sin necesidad del caciquismo, los 2 grandes partidos siempre se turnaran en el poder de manera "legal". El antiguo Partido Conservador era ahora el PP y el Partido Liberal era PSOE, pero al igual que antiguamente, los dos partidos defendían las mismas políticas. Con ayuda de los bancos y de los medios de comunicación (todos pertenecientes a la burguesía) utilizaban métodos de manipulación refinados para socavar las conciencias de los pobres trabajadores. Convencieron a la población de que el sistema establecido era la panacea de la sociedad... y además le pusieron nombre: democracia.
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