y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
¿Nostalgia sobre la URSS?
Pedros- Comunista
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- Mensaje n°151
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
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ajuan- Administrador
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
Volviste y seguis haciendo lo mismo tiras cifras descontextualizadas sin fuente y te vas.
Mira no se que viene el cuento con eso ¿que tiene que ver la nostalgia con una votacion burguesa? Ademas de que fue la segunda fuerza luego de Putin.
Ademas de que sabemos que para una revolucion no se necesita todo el consenso de la poblacion sino que se puede ganarlo al paso, se necesita apoyo pero no es necesario el apoyo total (100%) lo demostro la Revolucion Bolchevique.
Ya fuiste baneado por estas actitudes, intenta cambiarlas porque no ayuda en nada a nadie.
Pedros- Comunista
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
ajuan escribió:Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
Volviste y seguis haciendo lo mismo tiras cifras descontextualizadas sin fuente y te vas.
Mira no se que viene el cuento con eso ¿que tiene que ver la nostalgia con una votacion burguesa? Ademas de que fue la segunda fuerza luego de Putin.
Ademas de que sabemos que para una revolucion no se necesita todo el consenso de la poblacion sino que se puede ganarlo al paso, se necesita apoyo pero no es necesario el apoyo total (100%) lo demostro la Revolucion Bolchevique.
Ya fuiste baneado por estas actitudes, intenta cambiarlas porque no ayuda en nada a nadie.
de ninguna manera esta descontextualizadas, que usted intente decir que estan descontestualizadas ya es otra cosa
yo no dije que que se produzca un gobierno pro-comunista se necesite el 100 % eso lo dijo usted, pero al menos necesitarían una mayoria que tampoco al parecer tienen
deje de manipular
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- Mensaje n°154
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
ajuan escribió:Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
Volviste y seguis haciendo lo mismo tiras cifras descontextualizadas sin fuente y te vas.
Mira no se que viene el cuento con eso ¿que tiene que ver la nostalgia con una votacion burguesa? Ademas de que fue la segunda fuerza luego de Putin.
Ademas de que sabemos que para una revolucion no se necesita todo el consenso de la poblacion sino que se puede ganarlo al paso, se necesita apoyo pero no es necesario el apoyo total (100%) lo demostro la Revolucion Bolchevique.
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Concuerdo con lo que decís ajuan.
También hay que recordarle al usuario troll, que precisamente Putin, tiene un doble discurso respecto de la URSS -se reconoce como nostálgico de ese período, con frases como que la desintegración de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX” o “El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza”-, y se muestra así mismo como el que le está devolviendo a Rusia la grandeza perdida durante la noche yelsiniana.
Pedros- Comunista
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Razion escribió:ajuan escribió:Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
Volviste y seguis haciendo lo mismo tiras cifras descontextualizadas sin fuente y te vas.
Mira no se que viene el cuento con eso ¿que tiene que ver la nostalgia con una votacion burguesa? Ademas de que fue la segunda fuerza luego de Putin.
Ademas de que sabemos que para una revolucion no se necesita todo el consenso de la poblacion sino que se puede ganarlo al paso, se necesita apoyo pero no es necesario el apoyo total (100%) lo demostro la Revolucion Bolchevique.
Ya fuiste baneado por estas actitudes, intenta cambiarlas porque no ayuda en nada a nadie.
Concuerdo con lo que decís ajuan.
También hay que recordarle al usuario troll, que precisamente Putin, tiene un doble discurso respecto de la URSS -se reconoce como nostálgico de ese período, con frases como que la desintegración de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX” o “El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza”-, y se muestra así mismo como el que le está devolviendo a Rusia la grandeza perdida durante la noche yelsiniana.
me llama troll un troll que cree que por ser moderador no es troll
el mismo troll que dice que las computadores personales las creo la unión sovietica
o sea que según este troll la gente en rusia no solo es nostalgica si no estupida que se deja engañar por Putin
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- Mensaje n°156
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Pedros deje de intoxicar e infórmese. Las cifras que usted maneja están totalmente sacadas de contexto. Proporciónenos las fuentes de donde las ha sacado, seguramente de un medio de comunicación controlado por la mafia oligárquica rusa. Además, usted está dando a entender que los mecanismos de control por parte del Estado Burgués nada tienen que ver en las reelecciones de R.U, el partido de Putin. Cuando un Ejecutivo hace servilismo a la propia clase social que maneja las herramientas institucionales es probable que tenga más posibilidades de gobernar. Los trabajadores rusos no son " estúpidos ", no tienen una organización unificada con la que combatir al capitalismo. Esa es la realidad. Así que por favor, infórmese sobre el MCI y saque sus propias conclusiones en base a un criterio científico.
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- Mensaje n°157
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Pedros escribió:Razion escribió:ajuan escribió:Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
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Mira no se que viene el cuento con eso ¿que tiene que ver la nostalgia con una votacion burguesa? Ademas de que fue la segunda fuerza luego de Putin.
Ademas de que sabemos que para una revolucion no se necesita todo el consenso de la poblacion sino que se puede ganarlo al paso, se necesita apoyo pero no es necesario el apoyo total (100%) lo demostro la Revolucion Bolchevique.
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Concuerdo con lo que decís ajuan.
También hay que recordarle al usuario troll, que precisamente Putin, tiene un doble discurso respecto de la URSS -se reconoce como nostálgico de ese período, con frases como que la desintegración de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX” o “El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza”-, y se muestra así mismo como el que le está devolviendo a Rusia la grandeza perdida durante la noche yelsiniana.
me llama troll un troll que cree que por ser moderador no es troll
el mismo troll que dice que las computadores personales las creo la unión sovietica
o sea que según este troll la gente en rusia no solo es nostalgica si no estupida que se deja engañar por Putin
No, no soy troll, nunca fui sancionado en un foro, en éste mismo foro estuve mucho tiempo antes de ser moderador.
De los computadores personales, no dije nada, solo compartí información sobre inventos o avances soviéticos en áreas determinadas. Dicho sea de paso, Ud, es el que trolleando, sacó ese tema en un hilo que no correspondía.
¿Dije en algún momento que la gente es estúpida? En absoluto, hablé de la estrategia del presidente ruso, de mostrarse como quien está recuperando la grandeza de Rusia (teniendo en cuenta, que llevó adelante una política mucho más nacionalista que su antecesor). Demuestre que dije que la gente es estúpida, si no se procede a sancionarlo por ataque y provocación.
Por otro lado, que la gente es nostálgica, no lo digo yo -¿o acaso me atribuí haber realizado las encuestas?-, me limitó a considera válida la información por cuestiones obvias.
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- Mensaje n°158
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Me sumo al pedido de los compañeros que por el bien del foro empieces a recapacitar, dejando de lado tus ataques troll. Sigo esperando que des un contexto y una explicacion a tus cifras tiradas al azar y tambien que me fundamentes tu acusacion sobre mi "manipulacion" sobre tus cifras que ademas siguen sin fuente.
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- Mensaje n°159
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Bueno, a mí me parece que en este caso concreto, la pregunta del compañero Pedros, tiene lógica y es una pregunta que se hace mucha gente.
Voy a contestarla de acuerdo a mi experiencia personal (he vivido en Eslovaquia varios años y ahora vivo en Hungría)... pero en otro post...
Voy a contestarla de acuerdo a mi experiencia personal (he vivido en Eslovaquia varios años y ahora vivo en Hungría)... pero en otro post...
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- Mensaje n°160
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Pedros escribió:si hay tanta nostalgia por el comunismo, ¿por que el partido comunista en Rusia solo saco 17,18% de los votos en el 2012?
y el partido comunista de ucrania solo el 3,54 % en las elecciones de de 2010
Bueno, una cosa importante antes de analizar un poco el tema. Esos datos muestran una realidad un poco deformada. Porque podrías haber elegido otros años donde los comunistas consiguen muchos más votos.
Por ejemplo en Rusia, en las elecciones presidenciales de 1996 el candidato comunista consiguió el 32% de los votos (frente al 35% de Yeltsin). En la segunda vuelta de esas elecciones el candidato comunista consiguió más del 40% de los votos (Yeltsin ganó con el 54%), pero todos los analistas están de acuerdo en que hubo un fraude descarado y que en realidad el candidato Ziugánov habría ganado las elecciones.
En Ucrania, durante los años noventa el partido más importante, que ganaba TODAS LAS ELECCIONES era el comunista. Las primeras elecciones que perdieron los comunistas fueron las del 2002 (con un 25% de los votos). ¿Qué pasaba? Que ganaba las elecciones pero no controlaba el Parlamento (además de que el poder lo tenía el Presidente). El parlamento estaba lleno de diputados independientes, aunque el grupo más fuerte fuera el comunista (en 1994 solo consiguió el 13,6% de los votos, pero es que el segundo partido más votado no llegó ni al 6%).
Y otra cosa importante es que la nostalgia no es lo mismo que votar al partido comunista. Son cosas completamente diferentes. Primero porque hay varios partidos comunistas y el voto comunista puede dispersarse (caso típico de Rusia), segundo, porque uno puede ser nostálgico y no ser comunista. Un votante de derecha puede ser nostálgico de la época socialista perfectamente, de hecho es muy normal (pero eso lo explico después en otro post).
Y en tercer lugar, un partido comunista puede segur una política equivocada y muchos comunistas pueden preferir no votar por él. Yo por ejemplo en las últimas elecciones no he ido a votar y soy comunista. Y no soy el único, hay un montón de comunistas que no van a votar porque no están de acuerdo con las políticas seguidas por los partidos comunistas existentes. Algunos se tapan la nariz y votan con la nariz tapada, otros directamente no votamos. Pues esto también pasa en estos países.
Conclusión: uno puede ser nostálgico y no ser comunista, es más uno puede ser comunista y no votar a un partido comunista.
Y ahora, en otro post hago un pequeño análisis de lo que he visto yo en los países que conozco sobre el tema de la nostalgia por el socialismo.
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- Mensaje n°161
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Lo anterior era más general, ahora más en concreto sobre la nostalgia por el socialismo...
Yo conozco bastante bien Eslovaquia y Hungría (he vivido varios años en esos países, en Hungría vivo todavía) y algunos otros países ex-socialistas no tan bien, pero bastante. Son países en los que hay una nostalgia por la época socialista brutal. Eso es algo que no se puede negar. Hay estadísticas y datos (muchos aquí mismo en el foro). En cambio los partidos comunistas no se comen un pimiento en las elecciones, y de hecho están practicamente desaparecidos (en algunos, en otros no). Eso es otro dato innegable. Habrá que buscar un argumento que explique las dos realidades, no negar una porque no nos parece lógica (aunque lo es).
¿Por qué hay esa diferencia entre la nostalgia y el apoyo de los comunistas? Pues por muchas causas, pero bastante lógicas, todas ellas. De todas formas en cada país hay elementos diferentes a tener en cuenta, y es un poco difícil generalizar, porque a fin de cuentas cada país es un caso diferente.
Primero, como he comentado antes, la gente no es comunista, sino que siente nostálgica por el socialismo real, que no es lo mismo. Sobre todo a causa de las malas condiciones de vida del capitalismo. Vamos, que no es una nostalgia consciente y polítizada, sino todo lo contrario, es simplemente la constantación de que se vivía mejor y ahora se vive peor. Y punto. Esa nostalgia, obviamente no afecta a las nuevas generaciones educadas en la propaganda anticomunista brutal, pero sí afecta a los que inmensa mayoría de los que vivieron el socialismo, porque puede haber toda la propaganda anticomunista que uno quiera, pero esa gente sabía cómo se vivía, porque vivieron en esa época y lo vieron. Y ahora viven en el capitalismo y ven como funciona (mucho peor que lo que había antes).
La nostalgia es algo que afecta a mucha gente, independientemente de ideologías. Por ejemplo, en Hungría afecta más a la derecha que a la "izquierda". Vamos, el votante medio de los fascistas de Jobbik o del partido en el poder, es nostálgico de la época socialista y rechaza el cambio de régimen. Jobbik construye su discurso cagándose literalmente en el cambio de régimen y en los que lo hicieron. La derecha húngara tiene un discurso estatalista y social, que recuerda un poco (solo un poco, claro) a la época socialista. En cambio la (psuedo) izquierda (sociatas y liberatas) son partidarios de un capitalismo salvaje que la gente ya ha probado y no quieren volver a hacerlo ni en pintura. Lo que digo no es ninguna tontería, en las elecciones en Hungría los socialistas (antiguos comunistas, ojo) acusaban a la derecha de tener un discurso comunista, y la derecha no respondía diciendo "es mentira, nosotros que luchamos tanto contra el comunismo y blablablá", sino que se defendían díciendo que hasta los comunistas tenían mejor política social que los socialistas.
Pero es que además si uno mira los partidos que hicieron el cambio del régimen,pues resulta que han sido barridos y tienen menos influencia que el partido comunista (excepto los socialistas). Esto es muy evidente en muchos países de la región en mayor o menor medida (Chequia, Eslovaquia o Hungría, por ejemplo). Obviamente no en todos.
¿Por qué los comunistas no han sido capaces de aglutinar el descontento y de dirigir esa nostalgia hacia ellos? Por muchas razones. En muchos países los partidos comunistas son partidos nuevos (ya que el partido comunista en el poder se disolvió o se convirtió en socialdemócrata y luego aplicó políticas capitalistas salvajes -caso típico por ejempo de Hungría-), sin medios y sin fuerzas. En otros lugares el problema no es que sea nuevo, sino que sean viejos. Fue le partido que inició el cambio de régimen y por lo tanto el que se cargó ese bienestar que había en el socialismo, y por lo tanto son también responsables. Muy importante es la propaganda anticomunista brutal que se ha vivido en estos países y la persecución que ha habido en mayor o menor medida. Pero también ha sido muy importante que los comunistas han cometido errores gravísimos. Por ejemplo en Hungría o Eslovaquia ha habido momentos en los que los comunistas parecían despuntar y podrían llegar incluso a entrar en el parlamento, pero luego se han hundido por luchas internas, escisiones, conflictos por el poder, campaña publicitaria muy fuerte en su contra, incapacidad para llegar a las nuevas generaciones, etc. En el caso de Hungría se encontraron con una escisión (promovida por el partido socialista) y además con un montón de gente capaz que se marchó del partido ante el control que tiene su líder, Gyula Thürmer, que se comporta como si el partido fuera su cortijo personal. Conclusión: caída absoluta en popularidad del partido. A eso le añades una ley electoral bastante agresiva frente a los partidos pequeños (y los comunistas eran los más fuertes de los partidos pequeños) y se explica todo. Además tenemos el surgimiento de un partido alternativo de extrema derecha (fascista), que ha engatusado a los obreros y capas pobres de las zonas tradicionalmente de izquierdas, pero que ya no votan a la izquierda porque la izquierda en Hungría es sinónimo de capitalismo ultraliberal, ese nuevo partido parece estar preocupado por los problemas reales y de todos los días de los trabajadores, así que estos le votan.
En Eslovaquia, algo parecido, pero con diferencias importantes. Aquí la izquierda socialdemócrata es un partido de nueva creación (aparente), que no tiene nada que ver con el cambio de régimen, rechaza el liberalismo económico y usa una retórica muy de los viejos tiempos socialistas (el primer ministro Robert Fico, participa todos los años en celebraciones de honor a los soldados soviéticos, es más, se pasa por la embajada cubana para celebrar el cumpleaños de Fidel, o reconoce directamente que la supuesta revolución que acabó con el comunismo fue una estafa y la orquestaron desde fuera). Después de muchos años sin gobierno de izquierdas, hasta ellos (que son socialdemócratas) parecen de izquierdas y se han llevado todo el posible voto comunista al bolsillo, como voto útil para parar a la derecha. Otra cosa es que más allá de la retórica y algunas cuestiones generales no tengan mucho más de izquierdas. Claro que también podemos dudar de que el partido comunista eslovaco sea comunista (más allá del nombre). Teniendo en cuenta que el nivel intelectual del partido comunista eslovaco es pésimo, que hasta hace poco apoyaban también a los socialdemócratas y que su líder no parece muy comunista que digamos...
En fin, no sigo, aunque podría meterme en la situación de más países, pero creo que no merece la pena, y queda claro que las cosas son un poco más complicadas que establecer esa relación simplista entre nostalgia y votar al partido comunista.
Yo conozco bastante bien Eslovaquia y Hungría (he vivido varios años en esos países, en Hungría vivo todavía) y algunos otros países ex-socialistas no tan bien, pero bastante. Son países en los que hay una nostalgia por la época socialista brutal. Eso es algo que no se puede negar. Hay estadísticas y datos (muchos aquí mismo en el foro). En cambio los partidos comunistas no se comen un pimiento en las elecciones, y de hecho están practicamente desaparecidos (en algunos, en otros no). Eso es otro dato innegable. Habrá que buscar un argumento que explique las dos realidades, no negar una porque no nos parece lógica (aunque lo es).
¿Por qué hay esa diferencia entre la nostalgia y el apoyo de los comunistas? Pues por muchas causas, pero bastante lógicas, todas ellas. De todas formas en cada país hay elementos diferentes a tener en cuenta, y es un poco difícil generalizar, porque a fin de cuentas cada país es un caso diferente.
Primero, como he comentado antes, la gente no es comunista, sino que siente nostálgica por el socialismo real, que no es lo mismo. Sobre todo a causa de las malas condiciones de vida del capitalismo. Vamos, que no es una nostalgia consciente y polítizada, sino todo lo contrario, es simplemente la constantación de que se vivía mejor y ahora se vive peor. Y punto. Esa nostalgia, obviamente no afecta a las nuevas generaciones educadas en la propaganda anticomunista brutal, pero sí afecta a los que inmensa mayoría de los que vivieron el socialismo, porque puede haber toda la propaganda anticomunista que uno quiera, pero esa gente sabía cómo se vivía, porque vivieron en esa época y lo vieron. Y ahora viven en el capitalismo y ven como funciona (mucho peor que lo que había antes).
La nostalgia es algo que afecta a mucha gente, independientemente de ideologías. Por ejemplo, en Hungría afecta más a la derecha que a la "izquierda". Vamos, el votante medio de los fascistas de Jobbik o del partido en el poder, es nostálgico de la época socialista y rechaza el cambio de régimen. Jobbik construye su discurso cagándose literalmente en el cambio de régimen y en los que lo hicieron. La derecha húngara tiene un discurso estatalista y social, que recuerda un poco (solo un poco, claro) a la época socialista. En cambio la (psuedo) izquierda (sociatas y liberatas) son partidarios de un capitalismo salvaje que la gente ya ha probado y no quieren volver a hacerlo ni en pintura. Lo que digo no es ninguna tontería, en las elecciones en Hungría los socialistas (antiguos comunistas, ojo) acusaban a la derecha de tener un discurso comunista, y la derecha no respondía diciendo "es mentira, nosotros que luchamos tanto contra el comunismo y blablablá", sino que se defendían díciendo que hasta los comunistas tenían mejor política social que los socialistas.
Pero es que además si uno mira los partidos que hicieron el cambio del régimen,pues resulta que han sido barridos y tienen menos influencia que el partido comunista (excepto los socialistas). Esto es muy evidente en muchos países de la región en mayor o menor medida (Chequia, Eslovaquia o Hungría, por ejemplo). Obviamente no en todos.
¿Por qué los comunistas no han sido capaces de aglutinar el descontento y de dirigir esa nostalgia hacia ellos? Por muchas razones. En muchos países los partidos comunistas son partidos nuevos (ya que el partido comunista en el poder se disolvió o se convirtió en socialdemócrata y luego aplicó políticas capitalistas salvajes -caso típico por ejempo de Hungría-), sin medios y sin fuerzas. En otros lugares el problema no es que sea nuevo, sino que sean viejos. Fue le partido que inició el cambio de régimen y por lo tanto el que se cargó ese bienestar que había en el socialismo, y por lo tanto son también responsables. Muy importante es la propaganda anticomunista brutal que se ha vivido en estos países y la persecución que ha habido en mayor o menor medida. Pero también ha sido muy importante que los comunistas han cometido errores gravísimos. Por ejemplo en Hungría o Eslovaquia ha habido momentos en los que los comunistas parecían despuntar y podrían llegar incluso a entrar en el parlamento, pero luego se han hundido por luchas internas, escisiones, conflictos por el poder, campaña publicitaria muy fuerte en su contra, incapacidad para llegar a las nuevas generaciones, etc. En el caso de Hungría se encontraron con una escisión (promovida por el partido socialista) y además con un montón de gente capaz que se marchó del partido ante el control que tiene su líder, Gyula Thürmer, que se comporta como si el partido fuera su cortijo personal. Conclusión: caída absoluta en popularidad del partido. A eso le añades una ley electoral bastante agresiva frente a los partidos pequeños (y los comunistas eran los más fuertes de los partidos pequeños) y se explica todo. Además tenemos el surgimiento de un partido alternativo de extrema derecha (fascista), que ha engatusado a los obreros y capas pobres de las zonas tradicionalmente de izquierdas, pero que ya no votan a la izquierda porque la izquierda en Hungría es sinónimo de capitalismo ultraliberal, ese nuevo partido parece estar preocupado por los problemas reales y de todos los días de los trabajadores, así que estos le votan.
En Eslovaquia, algo parecido, pero con diferencias importantes. Aquí la izquierda socialdemócrata es un partido de nueva creación (aparente), que no tiene nada que ver con el cambio de régimen, rechaza el liberalismo económico y usa una retórica muy de los viejos tiempos socialistas (el primer ministro Robert Fico, participa todos los años en celebraciones de honor a los soldados soviéticos, es más, se pasa por la embajada cubana para celebrar el cumpleaños de Fidel, o reconoce directamente que la supuesta revolución que acabó con el comunismo fue una estafa y la orquestaron desde fuera). Después de muchos años sin gobierno de izquierdas, hasta ellos (que son socialdemócratas) parecen de izquierdas y se han llevado todo el posible voto comunista al bolsillo, como voto útil para parar a la derecha. Otra cosa es que más allá de la retórica y algunas cuestiones generales no tengan mucho más de izquierdas. Claro que también podemos dudar de que el partido comunista eslovaco sea comunista (más allá del nombre). Teniendo en cuenta que el nivel intelectual del partido comunista eslovaco es pésimo, que hasta hace poco apoyaban también a los socialdemócratas y que su líder no parece muy comunista que digamos...
En fin, no sigo, aunque podría meterme en la situación de más países, pero creo que no merece la pena, y queda claro que las cosas son un poco más complicadas que establecer esa relación simplista entre nostalgia y votar al partido comunista.
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
succo escribió:
¿Por qué limitar la libertad de movimientos defendemos a los inmigrantes extracomunitarios pero no a los emigrantes soviéticos?
Pues porque cada circunstancia es diferente y hemos de analizarla en su contexto. Por cierto, los primeros interesados en la emigración a los países ricos son los capitalistas que se frotan las manos con los sueldos de mierda que pagan y con la competencia que suponen estos trabajadores para los obreros locales.
El comunismo para mi es algo más que prohibir, es demostrar que somos mejores, hacemos bombillas que no se funden como la RDA y ser debería haber sido un país de destino para inmigrantes de países capitalistas.
Ya, pero es que la realidad es la que es. Si tu país es pobre y te lo destrozan en una guerra brutal y salvaje no esperes que ese país se convierta en el más rico ni sea atractivo para obreros de países más ricos que no han sufrido en la guerra o han sufrido menos. La realidad te impone ciertas condiciones que no puedes obviar. Los EEUU salen de la 2GM dominando la economía mundial e indemnes. La URSS sale destrozada y con casi treinta millones de muertos. Los milagros no existen...
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- Mensaje n°163
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
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Esta noticia es muy curiosa al hilo de lo que hablábamos.
Toda la razón en tu segundo párrafo.
Esta noticia es muy curiosa al hilo de lo que hablábamos.
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TovarishchPotemkin- Novato/a rojo/a
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- Mensaje n°164
Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
En referencia al tema, dejo un artículo muy interesante sobre la "Ostalgie" o la Nostalgia del Este, es bastante largo, pero a la par muy ilustrativo.
Asturias24 escribió:[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
A la vera de la Ostbahnhof, la que fuera una de las dos grandes estaciones de trenes de Berlín Este y hoy languidece como una más entre las del Berlín reunificado, en el distrito de Friedrichshain que estaba hace treinta años y sigue estando hoy atravesado por el bulevar Karl Marx, ofrece sus servicios al visitante de la ciudad un hotel peculiar. Su nombre es un hábil juego de palabras: Ostel, mezcla de hostel y el Ost que en alemán significa Este, y forma parte también de un neologismo más conocido, el de Ostalgie, la nostalgia-del-Este que hiciera mundialmente conocida la película Good bye, Lenin! y de la cual forma parte también este Ostel. Das DDR-design hostel y A trip back in time son sus eslóganes; el de un conjunto departamental Plattenbau, típico de la RDA de los setenta y ochenta, su atractivo diseño. Los clásicos armarios empotrados Karat, las típicas mesas multifunción de la época y televisores de botones Junost comparten espacio con banderines del Primero de Mayo y retratos de Erich Honecker, quien fuera secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) entre 1971 y 1989.
El Ostel hace furor entre los turistas extranjeros, pero también entre alemanes y berlineses que acuden al lugar a recibir una especie de chute de melancolía, que, como decía Víctor Hugo, no es otra cosa que el placer de estar triste. De la Ostalgie se empezó a hablar unos años después de la caída del Muro de Berlín, cuando, pasado el primer momento de euforia, los ossis —como se llama, de forma entre cariñosa y despectiva, a los habitantes de los länder de la antigua Alemania Oriental— comprobaron que la ansiada reunificación no había sido tal, sino más bien una absorción por parte de la RFA de aquella RDA de la que no quedó nada. En Good bye, Lenin!, una lata de pepinillos Spreedwall sirve a Wolfgang Becker, director del aclamado filme, para mostrar hasta qué punto fue así. Los pepinillos Spreewald, típicos en la RDA, desaparecieron en 1989 lo mismo que la Stasi o el Muro de Berlín, arrastrados por la invasión de empresas y marcas germano-orientales que siguió a la caída del propio Berliner Mauer. En la película, el protagonista, hijo de una acérrima comunista germano-oriental que cae en coma antes de la caída del Muro y sale de él después, hace lo indecible por evitar que su madre, para la cual cualquier sobresalto puede ser fatal, descubra que el país por el que luchó y en el que cree vivir ya no existe; y entre otras cosas simula para ella un frasco de pepinillos Spreewald rebuscando un viejo frasco en los contenedores de basura del vecindario, lavándolo e introduciendo en él pepinillos de la nueva marca germano-occidental adquirible en el supermercado.
La Ostalgie hace referencia a eso: nadie siente en la antigua RDA nostalgia de la Stasi o el programa de dopaje masivo de deportistas que llegó a convertir a mujeres en hombres de tanto hormonarlas, pero sí de determinados elementos de su vida cotidiana, como una marca de pepinillos, que conformaban el paisaje en el que crecieron y que les fueron arrebatados de golpe sin que tuvieran por qué. El éxito del Ostel y otras iniciativas similares —como el alquiler de los tan minúsculos como emblemáticos coches Trabant— radica en esa nostalgia, que confiere a visitar tales lugares un efecto balsámico.
Con el tiempo, y en gran parte a raíz del éxito de Good bye, Lenin!, en los supermercados alemanes han ido apareciendo revivals de esas viejas marcas erredeanas, muñidos por las grandes corporaciones alimentarias, Coca-Cola entre ellas, para explotar lo que entonces se dieron cuenta de que era un lucrativo filón. Hoy los alemanes orientales sí pueden comprar pepinillos Spreewald, vino espumoso Rotkäppchen, galletas Russich Brot e incluso crema de manos Florena.
Del mismo modo, los semáforos de la antigua Alemania Oriental siguen siendo hogar del Ampfelmännchen (literalmente, «hombrecillo del semáforo»), el simpático muñequito con El Ampfelmann es el símbolo por excelencia de la Ostalgiesombrero que se ha convertido en el símbolo por excelencia —mejor dicho, en la mascota— de esa Ostalgie, y decora camisetas y otros souvenirs que hacen las delicias de los turistas en Berlín, donde hay incluso una Ampfelmann Shop especializada en ellos. Igual que los pepinillos, los Ampfelmännchen desaparecieron por completo tras la reunificación, pero un activo movimiento reivindicativo iniciado en 1995 los trajo de vuelta diez años después, en 2005. Entre medias, en 1997, el diseñador Karl Peglau pronunciaba una frase muy reveladora para el tema que nos ocupa con respecto al muñeco, al que atribuía «el derecho de representar los aspectos positivos de un orden social fallido».
La Ostalgie, sin embargo, persiste a pesar de estos revivals, y el hecho de que Die Linke, la coalición de izquierdas equivalente a nuestra Izquierda Unida de la cual forma parte el partido sucesor del SED, obtenga en los länder del Este un apoyo considerablemente mayor que el que recibe en el Oeste —es habitualmente segunda fuerza—, invita a pensar que esa nostalgia va más allá de la frivolidad de lo vintage.
¿UNRECHTSTAAT O NO UNRECHTSTAAT?
El mapa electoral que arrojaron los comicios federales de 2013 es muy elocuente al respecto. Destacar en rojo vivo aquellos länder y distritos en los cuales Die Linke obtuvo más de un 18% de los votos, colorear de un rojo más tenue aquéllos en los cuales el apoyo rondó el 10%, y no colorear aquéllos en los cuales la coalición no alcanzó el 8% de los sufragios convierte el mapa de la Alemania unificada en uno de la Alemania dividida anterior a 1989. La RDA queda uniformemente roja; la RFA, blanca como una patena sólo tenuemente coloreada en la región minera del Sarre. Los ossis, lejos de abrazar con desatada lujuria el modelo neoliberal, siguen siendo en gran parte socialistas de un socialismo no autoritario, pero tampoco moderado ni posibilista.
Otros datos refuerzan esta tesis: según una encuesta celebrada en 2010 por el Centro de Estudios Sociológicos Berlín-Brandenburg, un 25% de la población adulta de los länder orientales tiene una imagen totalmente positiva de la RDA, frente a un 15% que tiene una imagen totalmente negativa. El resto, un 60%, tiene una visión equilibrada que valora negativamente la represión y la falta de libertad general pero muy positivamente aspectos de aquella sociedad como el pleno empleo —un 66% de los encuestados lo menciona como aspecto positivo—, la igualdad de la mujer —69%—, los centros de veraneo que tenían las empresas para sus trabajadores, los precios baratos de los alimentos y la seguridad social en general —62%—. Por otro lado, tres cuartas partes de los entrevistados rechazan categóricamente que el régimen comunista y el nazi sean comparables. Lo son sólo para un 19% de la población del cual forma parte, eso sí, la mismísima Angela Merkel, germano-oriental ella misma y que en 2009, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la caída del Muro, se compadecía de que el Este alemán viviera «primero la dictadura nazi y después la dictadura comunista».
El dato más interesante es, con todo, el siguiente: 9 de cada 10 alemanes orientales tienen la impresión de haber sido engañados por la RFA. En otra encuesta, ésta efectuada por la Un 49% de los ossies rechaza que la vida en la RDA sea denigrada sistemáticamenteasociación Volkssolidaritat, un 49% de los encuestados rechaza que la vida en la antigua RDA sea denigrada sistemáticamente. A esto último puede servir para darle piel el siguiente testimonio, publicado por un internauta húngaro en un foro de Internet en el cual se comentaba la encuesta de Volkssolidaritat: «Yo, por aquel entonces, cuando iba a la RDA vi en muchas ocasiones cierta mentalidad prusiana. Pero en general el nivel de vida era superior al nuestro, y las diferencias sociales eran menores. Es cierto que había que esperar mucho para conseguir un coche, pero lo que es seguro es que ni siquiera en Hungría la situación era tan mala como dice la gente de derechas. No se expulsaba a la gente de sus casas por facturas impagadas, no había falta de alimentos, no había hambre. Pero había trabajo: nosotros pudimos ir de veraneo en muchas ocasiones. Ahora después del trabajo viene el trabajo: en Europa del Este es típico que uno tenga que tener dos trabajos como mínimo para poder sobrevivir. El descanso, hoy, es unas pocas horas de sueño en la cama».
Es, claro está, sólo un testimonio personal, tan parcial y sesgado como cualquiera, pero que parece representativo en cierta medida a la luz de los resultados de esas encuestas, que también hablan de un 40% de germano-orientales que se oponen a que la RDA sea considerada un «Estado de injusticia» —Unrechtstaat en alemán—, latiguillo periodístico que, al modo del que en España obliga a hablar de la ilegalizada Batasuna o las antiguas pesetas, ha hecho fortuna en ciertos medios para referirse mecánicamente a la desaparecida república popular. En octubre del año pasado, la negativa de Gregor Gysi, portavoz de Die Linke en el Reichstag, a utilizarlo estuvo a punto de arruinar el pacto entre la coalición y los partidos socialdemócrata y verde que ha dado recientemente a Die Linke su primer gobierno regional, el del land —por supuesto, oriental— de Turingia.
El de Gysi es simplemente un caso, el más conocido, entre muchos similares de otros habitantes de la RDA, para los cuales, según el antropólogo estadounidense Dominic Boyer, «el mayor trauma no fue la caída de la RDA, sino el descubrimiento de que la narrativa occidental luego de la unificación alemana reducía al extinto Estado a un régimen “criminal” donde ellos eran de pronto reclusos en un campo de concentración masivo, cuando precisamente ellos, que lo habían vivido, rara vez se sintieron así».
EL PALAST DER REPUBLIK Y EISENHÜTTENSTADT
De todas formas, no parece que esa dimensión política, de comprensible aumento en el contexto de crisis económica que afecta a Alemania tanto como a España, y a Alemania del Este mucho más que a Alemania del Oeste, baste para completar el complejo puzle de la Ostalgie. Además de esa idealización de la seguridad social erredeana en un momento en que la erreefeana hace aguas y de esa morriña de lo cotidiano aplacable con una buena lluvia de merchandising hay otras facetas del fenómeno que revelan su solidez, su profundidad y su persistencia. El caso de la polémica reconstrucción del Palacio Hohenzollern de Berlín es uno de ellos.
Residencia de la dinastía reinante en Prusia primero y en Alemania después, el Berliner Stadtschloss, construido en el siglo XV en la linde de las hasta entonces ciudades separadas Sobre el solar del Palacio Hohenzollern se levantó el Palacio de la Repúblicade Berlín y Cölln, fue destruido en parte durante la segunda guerra mundial. Tras el conflicto, las ruinas cayeron en el lado germano-oriental, y la nueva república decidió arrasarlo por completo como símbolo que era del antiguo y abominable absolutismo prusiano. Sobre su solar se erigió un moderno —y espantosamente feo— Palacio de la República, que Erich Honecker inauguró en 1976 y que pasó a albergar la Cámara del Pueblo, el parlamento de la RDA, pero también restaurantes, galerías de arte y un teatro que hacían también del edificio un centro cultural y social muy concurrido por los berlineses.
Tras la Reunificación, el Palacio de la República perdió su utilidad y quedó vacío, pero se mantuvo en pie una década y media, lo que tardó la nueva República unificada en iniciar su demolición —en 2006— después de descubrir que estaba contaminado por asbestos, y con la intención paralela de levantar en el nuevo solar una minuciosa reconstrucción del Palacio Real que albergará el Foro Humboldt, un hotel de lujo y salas de exposiciones temporales y que se espera que esté terminada en 2019 después del desembolso de entre 500 y 800 millones de euros.
Podría esperarse que esa sustitución del feo y contaminante símbolo arquitectónico por excelencia del Unrechtstaat por un mucho más hermoso palacio barroco fuera universalmente aplaudida. Lo fue, desde luego, tanto por Angela Merkel como por su antecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, pero no por un sorprendentemente amplio movimiento popular, que se movilizó desde el primer momento en contra del derribo y que contó con algunos apoyos famosos, como los de los actores Daniel Brühl —protagonista de Good bye, Lenin!— y Sandra Bullock. También con el de, según una encuesta realizada entonces por la revista Super Illu, seis de cada diez alemanes del Este. El de que con el derribo se quería eliminar un trozo de la historia de Alemania fue entonces un argumento insistentemente repetido por los encuestados, que también aludían a las horas felices pasadas en la Tienda de lámparas de Honecker, como era popularmente conocido el Palacio de la República por los centenares de lámparas que colgaban de sus techos.
Otro actor ilustre, Tom Hanks, visitaba hace poco otro símbolo por excelencia de la RDA, éste menos conocido y llamado Eisenhüttenstadt. Sueño y utopía son palabras repetidas con pertinacia en los reportajes que se escriben sobre esta ciudad planificada llamada a materializar la sociedad ideal comunista, que primero se llamó Stalinstadt y fue inaugurada el año del fallecimiento del mismísimo Vozhd. Situada a orillas del río Oder en el land de Brandeburgo, a 120 kilómetros de Berlín, la ciudad se arracimaba alrededor de una planta siderúrgica, pero estaba formada por coquetas y vanguardistas casas con jardín, grandes instalaciones deportivas y zonas verdes y un teatro, siguiendo principios funcionalistas Eisenhüttenstadt no tuvo cementerio hasta dos décadas después de su fundaciónherederos de la Bauhaus e imbuidos del idealismo alemán. Después de la inauguración, 50.000 jóvenes —entre ellos Tamara Bunke, novia del Che— llegaron desde todos los rincones de Alemania para llenar la ciudad de vida. Tan jóvenes eran que, como en Macondo, no hubo cementerio en Eisenhüttenstadt hasta dos décadas después.
La utopía fue real hasta la Reunificación: tras ella, la planta siderúrgica fue adquirida por ArcelorMittal, que redujo drásticamente la plantilla para que fuera solvente en un mercado abierto. Los 50.000 habitantes de la ciudad pasaron a ser 30.000 a no mucho tardar y siguen menguado, con el agravante de que los emigrantes que huyen de Eisenhüttenstadt son sobre todo los jóvenes: esos 30.000 irreductibles son en gran parte jubilados que mueren poco a poco sin ser sustituidos por nuevas generaciones que mantengan el equilibrio demográfico.
Siempre que se alude al lugar se utilizan también términos como «naufragio» o «ambiente mortuorio», haciendo referencia a la larga y deprimente decadencia de esta «ciudad modelo de un modelo que ya no existe», en la que no hubo manifestación alguna en 1989 porque sus habitantes sabían que con el fin de la RDA no tenían nada que ganar, y en la que hoy se ejecuta un plan municipal que comporta el derribo de los edificios modulares de las afueras para concentrar a la población en los del centro, de mayor calidad pero que todo el mundo entiende que serán derribados a su vez dentro de otro par de decenios, cuando los 30.000 habitantes hayan pasado a ser 10.000 por mor de ese éxodo que parece inexorable. Otro proyecto, éste de ofrecer condiciones ventajosas de establecimiento a artistas de Berlín para que convirtieran Eisenhüttenstadt en una meca de las vanguardias artísticas, no prosperó. La sensación generalizada es que nadie con poder para hacerlo tiene la menor intención de contribuir a resucitar el gran proyecto urbanístico del Unrechtstaat, y eso abona del mismo modo que lo sucedido con el Palacio de la República la sensación de vengativo abandono que los ossis comenzaron a tener a principios de los noventa.
FÚTBOL Y LITERATURA
Cabe ponerse en el lugar de estos diez millones de hombres y mujeres que de la noche a la mañana se convirtieron en exiliados sin moverse de su casa, y se vieron a obligados a adaptarse a un país que no conocían sin que nadie se compadeciera de su situación y tratara de hacer su adaptación más progresiva y llevadera. Un dato trivial pero muy elocuente es el de cuántos clubes de fútbol de la DDR Oberliga, la extinta liga germano-oriental, compiten hoy en la Bundesliga, la liga germano-occidental que, por supuesto, siguió siendo la liga de la Alemania reunificada: exactamente cero. El único equipo del este de Alemania que compite hoy en la Bundesliga es el Hertha Berlín, club que es oriental sólo geográficamente, toda vez que está radicado en Berlín Oeste.
Los aficionados del Dynamo de Dresde, el Dynamo de Berlín o el Magdeburgo, acostumbrados a serlo de clubes laureados dentro y fuera de Alemania, pasaron de golpe y porrazo a serlo de equipos de competiciones regionales, cuando no de equipos desaparecidos. El Magdeburgo, ganador de la Recopa de 1974, pena hoy en Regionallia Nord, la cuarta división alemana, lo mismo que el Carl Zeiss Jena, subcampeón de la propia Recopa en 1981. El Lokomotive Leipzig, subcampeón también en 1987, juega en Quinta, irónicamente llamada Oberliga y de la que también forma parte el Dínamo de Berlín, el club más laureado de la desaparecida liga de la RDA, que ganó diez veces. El Hansa Rostock juega en Tercera; el Dínamo de Dresde, en Segunda. Al Energie Cottbus no parece favorecerle el hecho de ser el club de la cancilleresa Merkel: también ha dado con sus huesos en Tercera después de ser durante años un equipo ascensor.
Pero lo mismo ha pasado en esferas más elevadas. En 2013, la Semana Negra de Gijón, que cada año edita, publica y regala a los visitantes un libro considerado peculiar por la razón que sea, publicaba un libro titulado RDA. El país que nunca existió, cuyo éxito llevó a que más tarde fuera reeditado y publicado con el título Al otro lado del Muro por la editorial Errata Naturae. A cargo del polifacético Ibon Zubiaur, consiste en una antología de textos de escritores de la RDA, todos ellos de apreciable calidad literaria y, sin embargo, muy desconocidos en la Alemania de hoy, que hizo con ellos lo mismo que con los clubes de fútbol: Para sus apologistas, la RDA era el "país de la lectura". La fórmula es altiva pero no infundadarelegarlos a segundas divisiones culturales que no merecían. En la introducción de la obra, Zubiaur explica que «los apologistas de la RDA se jactaban de que ésta era el “país de la lectura”. La fórmula es altiva, pero no infundada: probablemente nunca en la historia reciente, y en ningún país, haya gozado la literatura de un papel tan destacado. No sólo por la prioridad que le otorgaba el régimen y las facilidades que ello conllevaba (abundantes becas y premios, mercado editorial subvencionado, tiradas amplias y precios reducidos, privilegios para acceder a la vivienda o a un visado), sino por la relevancia que le otorgaban los propios lectores». Zubiaur menciona asimismo «considerables recursos invertidos en la difusión de la lectura (bibliotecas, casas de cultura, ferias, charlas literarias en escuelas y universidades, y también en las fábricas) que deberían avergonzarnos en este tiempo de desmontaje de la infraestructura cultural», y, si bien alude a la presión, a veces terrible, que los escritores recibían de la dictadura en forma de imposición del canon del realismo socialista, censura y persecución de disidencias, también consigna que la censura iba, venía y cambiaba de criterios, y a veces permitía la publicación de libros muy poco acordes con el credo estético vigente que convertían la literatura germano-oriental en el cauce de expresión y contraste de opiniones que la prensa, mucho más controlada, no podía ser.
Muchos de esos escritores, disidentes de una RDA asfixiante y tiránica, pasaron a ser después disidentes en una RFA enferma, a su juicio, de consumismo y sometimiento a la dictadura de los mercados, lo cual explica también su marginación de los grandes circuitos literarios y constituye otro ejemplo claro de en qué consiste la Ostalgie: no en una nostalgia acrítica, sino en una visión ponderada de cuánto hubo de bueno y de malo en aquello que oficialmente es simplemente malo y cuánto hay de malo y de bueno en esto que oficialmente es simplemente bueno. Ser disidentes de la RDA no convertía a estos literatos necesariamente en derechistas o liberales: para muchos de ellos, como hoy para muchos cubanos, la solución a un socialismo pervertido no era el capitalismo, sino un socialismo remozado que, aunque abierto a la democracia, mantuviese incólumes sus nobles principios fundacionales.
Todo se lo tragó, como la lejanía, la Reunificación, y ello explica el furor que causan los souvenirs ostálgicos, mucho mayor que el que en cualquier parte pueden causar determinados objetos vintage: el Ampfelmännchen no es un simple Naranjito, ni el Trabant es un simple Seiscientos, ni los pepinillos en vinagre Spreedwall unas simples galletas Fontaneda. En España, en Francia o en Italia no hay Ostels, porque entre la España, la Francia o la Italia de los sesenta, los setenta o los ochenta y la España, la Francia o la Italia de 2015 hubo una evolución sosegada que hace innecesario buscar fetiches a los que agarrarse en busca de una identidad arrebatada, imprescindibles en cambio en un país en el que el Ampfelmännchen, el Trabant y los pepinillos en vinagre Spreedwall no desaparecieron progresivamente, sino que lo hicieron el mismo año, el mismo mes, el mismo día, la misma hora: la del 31 de agosto de 1990 en que Wolfgang Schäuble, ministro del Interior de la RFA, y Günther Krause, secretario de Estado de la RDA, firmaron el Tratado de Reunificación.
OTRAS NOSTALGIAS DE OTROS ESTES
En este mundo en el que, frente a lo que asegura la propaganda neoliberal, nadie, nada, es En Yugoslavia existe la jugonostalgija, similar a la Ostalgieespecial, sino que todo es comparable, existen otras Ostalgie en otras naciones excomunistas enfrentadas a la realidad de que la caída del Telón de Acero no abrió el paso a ninguna panacea capitalista, sino a otro mundo lleno de sinsabores. Tal vez el caso más parecido al de Alemania del Este sea el de la antigua Yugoslavia, en muchos de cuyos habitantes anida desde hace años un sentimiento que, por imitación del alemán, ha sido bautizado jugonostalgija o yugonostalgia, y ha sido objeto de menor atención cinematográfica y literaria, pero mayor atención académica, que su correlato germánico.
Tal atención se la han prestado, sobre todo, investigadores eslovenos. En 2007, Zala Volčič publicaba en la revista Critical studies in media communication un influyente artículo con el título «Yugo-Nostalgia: cultural memory and media in the former Yugoslavia»; un año después, en 2008, el sociólogo Mitja Velikonja sacaba al mercado a su vez un libro que, con el sugerente título Titostalgia —nostalgia de Tito, el mariscal que rigió los destinos de la Yugoslavia comunista durante cuarenta años—, abordaba en profundidad el fenómeno, que tiene en común con la Ostalgie sus rasgos fundamentales pero se diferencia de aquélla por el hecho de que no consiste en la añoranza de un Estado pequeño devorado por uno grande, sino en la de uno grande atomizado en varios pequeños. Ello hace que, al lado de la extrañeza de aspectos como los derechos sociales, la nobleza de principios como el socialismo autogestionario o el internacionalismo o la seguridad perdidos, conforme el fenómeno una añoranza típicamente nacionalista del imperio venido a menos, que hace a la yugonostalgia parecerse a las nostalgias imperiales características de naciones de pasado brillante pero que vivieron una decadencia que las convirtió en actores secundarios del concierto internacional. Hay, en fin, una yugonostalgia socialista presente en todos los países yugoslavos y una yugonostalgia imperialista más propia de Serbia, donde no siempre es fácil distinguir la segunda yugonostalgia de la primera.
Otro elemento clave para comprender la yugonostalgia es cómo se produjo la mencionada atomización: como resultado de guerras terribles que asolaron el país durante una década, que hacen que en la nostalgia de la situación anterior también haya un componente de idealización de la Pax Titoista. Idealización que es más fácil de prosperar que en el caso de las antiguas repúblicas soviéticas y satélites de la URSS como la propia RDA, toda vez que los habitantes de Yugoslavia —que, aunque comunista, siguió su propio camino, no era miembro del Pacto de Varsovia y mantuvo relaciones diplomáticas con Occidente— podían viajar libremente a los países no comunistas y, aunque sufrieran represión, no vivieron los horrores del estalinismo.
En cualquier caso, el fenómeno tiene mucho de similar con respecto a la Ostalgie. Volčič distingue en su artículo tres tipos de yugonostalgia, dos de los cuales están presentes también en Alemania: en primer lugar, la revisionista, que busca revertir los resultados de las guerras de la antigua Yugoslavia para reconstruir un Estado común y no tiene correlato en Alemania. En segundo lugar, la estática, que pretende, simplemente, conservar lo mejor del pasado yugoslavo en cada uno de los nuevos países, y sí tiene correlato. Y en tercer la escapista, de tipo comercial y que busca obtener beneficios económicos de la añoranza por el pasado al modo del Ampfelmann Shop de Berlín. Velikonja, a su vez, acuña cuatro oposiciones binarias entre tipos de yugonostalgia: así, por ejemplo, la instrumentalizada políticamente frente a la no instrumentalizada o la materializada en merchandising yugonostálgico o eventos colectivos frente a la reducida a la condición de idea o sentimiento íntimos.
Merchandising yugonostálgico lo hay en tanta variedad como el ostálgico: chicles Čunga-junga, nocilla Eurocrem o galletas Napolitanke son en este caso los productos demandados. También falsos pasaportes yugoslavos a imitación de los de los años setenta, que hasta hace poco ofrecía a un módico precio una página web web llamada Konzulat SFRJ, siglas serbocroatas de República Socialista Federativa de Yugoslavia. Respecto a los eventos colectivos, que incluyen peregrinaciones a veces multitudinarias al lugar de nacimiento y al mausoleo de Tito en Belgrado, uno de los más multitudinarios fue la serie de conciertos que en 2005 celebró en el Estadio Olímpico de Sarajevo, el Maksimir de Zagreb y el Hipódromo de Belgrado —donde congregó a 150.000 espectadores— la mítica banda plurinacional de yugo-rock Bijelo Dugme, reunida por primera vez para la ocasión desde su precipitada separación en el inevitable año 1989. En un instante del concierto entre canción y canción, Goran Bregović, carismático líder de aquel grupo en el que hubo, a lo largo de sus quince años de actividad, serbios, croatas, bosnios e hijos de matrimonios mixtos como el propio Bregović, tomó el micrófono para gritarle a un público entregado lo siguiente: «Cuando esta noche volvamos a casa y nos pregunten si hemos estado en Koševo [nombre popular del Estadio Olímpico], yo diré: sí, fuimos a Koševo, y ellos estaban juntos, y nosotros estábamos juntos, y cantamos viejas canciones, y fuimos felices».
La yugonostalgia es, en principio, mucho más viva en los tres Estados a los cuales más afectó la guerra: Serbia, Croacia y Bosnia, pero también esta presente en Eslovenia, donde una mayor uniformidad étnica hizo la guerra más breve y menos traumática, y donde la construcción nacional se hizo desde el primer momento combatiendo activamente la herencia yugoslava, de la que se entendía que degradaba a un país cuya esencia y cuyas miras debían ser centroeuropeas por mecanismos similares a aquéllos por los cuales Rusia rechaza su asiatismo o España su africanismo. Pero también allí existe una titonostalgia alimentada por una crisis que dejó a la pequeña e insignificante Eslovenia al borde del rescate, como demuestra la enorme afluencia de público que tuvo una exposición, abierta en Liubliana a principios del año pasado, sobre la figura del mariscal, el cual era presentado de manera dulcificada, casi hagiográfica. En la misma Liubliana, la iniciativa popular de dedicarle a Tito una calle estuvo a punto de prosperar en 2009, pero no se materializó finalmente por la prohibición decretada por el Tribunal Constitucional.
La iniciativa eslovena nos habla a su vez de una tímida recomunistización del espacio público que no es exclusiva de Yugoslavia y la amable o al menos fácilmente amabilizable figura de Tito, sino que también existe en países donde el amor al antiguo dictador comunista parece más absurdo, como Rumanía. En Rumanía se erigen nuevos monumentos a Nicolae CeausescuAllí, un Estado post-comunista profunda, visceralmente corrupto, también ha generado una Ostalgie propia, que incluso ha cristalizado en monumentos a Nicolae Ceauşescu —único dictador comunista fusilado por su propio pueblo en la turbulenta implosión del comunismo europeo— levantados ex novo aquí y allá y entre los cuales el más conocido es el erigido hace apenas un lustro en Scornicesti, su localidad natal, donde también se encuentra una Casa Memorial del dictador. Una encuesta realizada en 2012 en el país por el nada sospechoso de parcialidad Instituto de los Crímenes del Comunismo arrojaba el sorprendente resultado de que un 60% de la población asegura que se vivía mejor en la época socialista.
En Rumanía se alude con frecuencia a a la época del Conducator como Época de Oro. En opinión de Mihai Burcea, investigador del centro, «si Nicolae Ceauşescu hubiese seguido con vida y hubiera sido candidato a las presidenciales de Rumanía, habría tenido muchas posibilidades de ganarlas». En la de Laurent Codarc, redactor jefe de la revista francófona pero rumana Regard, «este sector de nostálgicos pertenece a grupos sociales que no se han beneficiado de la economía de mercado y sufren del paro, la miseria y la marginación económica» en el que es el país más pobre de la Unión Europea. El rostro de Ceauşescu, odiado en 1989, decora hoy taxis, panaderías y hogares.
¿Qué hay de otros países excomunistas europeos? ¿Qué grado de Ostalgie hay en ellos? El Pew Research Center, de Estados Unidos, hizo en 2009 una amplia encuesta en varios de esos países que arroja algunos datos sorprendentes al respecto. A la pregunta «¿Se vivía mejor en el comunismo, o se vive mejor ahora?», sólo dos países, Polonia y la República Checa, respondieron que mejor ahora: 47% de mejor ahora frente a 35% de mejor antes en Polonia —el resto corresponde a quienes opinan que se vivía igual, o no saben, no contestan—; y 45% de mejor ahora frente a 39% de mejor antes en Chequia. En el resto de países resultaron ser mayoría los añorantes: un 45% de mejor antes frente a un 33% de mejor ahora en Rusia; 48-29 en Eslovaquia, 48-23 en Lituania, 62-13 en Bulgaria, 62-12 en Ucrania y un abrumador 72-8 en Hungría, el país cuya revolución de 1956 volvió anticomunistas a centenares de comunistas de todo el continente, y en el cual la hoz y el martillo y la estrella roja estuvieron prohibidos —igual que en Letonia, Lituania y Moldavia— hasta 2013, y dejaron de estarlo sólo por una prohibición del Tribunal Constitucional, que entendía que la ley correspondiente era demasiado vaga y entraba en colisión con la libertad de expresión. En otra pregunta de la encuesta, «¿A quién ha beneficiado la caída del comunismo?», el 17% de los húngaros respondieron que a la gente común, el 63% que a los empresarios y el 89% que a los políticos (podían responder varias cosas a la vez).
Según otros estudios, esas nostalgias avivadas por la crisis económica y la sensación de extravío de los ciudadanos de países excomunistas en la selva capitalista llegan a positivar incluso los recuerdos más universalmente tenidos por negativos, como las larguísimas colas para obtener productos básicos en los economatos en períodos de escasez. Tal como arrojaba uno realizado en la en teoría muy anticomunista Polonia, muchos de los individuos que vivieron aquellas colas las recuerdan no de manera negativa sino rocambolescamente positiva, en tanto eran... ¡«una forma de socialización y de conocer personas fuera del entorno vecinal inmediato»! En Polonia: donde, de 51 eurodiputados, 46 correspondieron a partidos de derecha o extrema derecha en las últimas elecciones europeas, pero donde sólo votó un desolador 23% del electorado, cifra que muestra a las claras hasta qué punto la democracia liberal no entusiasma a los polacos por más que de ella salgan gobiernos ultraconservadores. El panorama es similar en otros países excomunistas: la participación fue sólo del 18% en Chequia y del ¡13%! en Eslovaquia.
AUFERSTANDEN AUS RUINEN
En 1949, la flamante República Democrática Alemana adoptaba como himno nacional uno cuya música corrió a cargo de Hanns Eisler y que el poeta comunista y futuro ministro de Cultura Johannes R. Becher tituló Auferstanden aus Ruinen: «Levantados de las ruinas». Su letra decía: «Levantada de las ruinas y con la vista puesta en el futuro, déjanos servirte para hacer el bien, Alemania, patria unida. Hay que superar la antigua miseria y la superaremos unidos, pues tenemos que conseguir que el sol, hermoso como nunca antes, brille sobre Alemania, brille sobre Alemania». Durante el proceso de reunificación, el que entonces era primer ministro de la RDA, pero que era miembro de la democristiana CDU y había sido elegido para el cargo tras las elecciones libres de marzo de 1990, Lothar de Maizière, propuso que el himno, al fin y al cabo hermoso, carente de referencia ideológica alguna y aprovechable en la nueva Alemania, fuera designado himno oficial de la nueva República Federal reunificada, o que al menos se adaptase su letra a la música del Deutschlandlied de Haydn que era y sigue siendo el himno de la RFA, con cuya métrica casaba perfectamente. Helmut Kohl, el canciller federal, se negó en redondo.
¿Podría la hermosa utopía igualitaria que nunca dejó de ser el comunismo levantarse, ella misma, sobre las ruinas de sus fallidos experimentos del siglo XX y sobre la avaricia y la cerrilidad de sus enemigos? ¿Puede el fantasma del comunismo recorrer Europa de nuevo, propulsado por la indignación de millones de ciudadanos engañados por quienes les prometieron el paraíso-esta-vez-sí? ¿Renacerá Eisenhüttenstadt y se erigirán en las capitales europeas nuevos Palacios de la República, esta vez bonitos, esta vez sin asbestos, esta vez sin parlamentarios salidos de elecciones amañadas, pero igual que la otra vez llenos de pueblo llano con amplia formación cultural gracias a un Estado no maniatado por la satrapía del libremercado, las Troikas austeritarias y bienestaricidas y el sacrosanto credo del tanto tienes, tanto vales y el trabaja niño no te pienses que sin dinero vivirás? ¿Viviremos para vivir en un Estado sin afterworks, ni currículums vítae papelhigienizables, ni doctores en marketing, ni doscientas cincuenta y cinco marcas de condones, de chicles, de pepinillos en vinagreta, de nocilla negra, blanca o blanquinegra, de pastillas para dormir, de pastillas para no dormir, de seguros antivolcanes para la gente despierta, de bancos sin comisiones con comisiones?
Seguramente no. Pero qué agradable es imaginarse cantando, en quién sabe qué hermosa plaza liberada, Auferstanden aus Ruinen, und der Zukunft zugewandt...
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
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No viví en la Unión Soviética
(pero la echo de menos)
El recuerdo de la Unión Soviética sobrevive entre sus antiguos ciudadanos pero también en una nueva generación que incluso nació después de su desintegración.
ÀNGEL FERRERO
MOSCÚ.- ¿Se puede tener nostalgia de algo que no se ha vivido? “En contra de la opinión comúnmente aceptada, los procesos históricos no se han acelerado con la aparición de los medios de comunicación de masas”, escribe el sociólogo ruso Borís Kagarlitsky. “Los 'historical tempi' –explica Kagarlitsky– no están determinados solamente por la velocidad de la transmisión de la información, sino también por la dinámica de la conciencia de las masas”.
Más de siete décadas de comunismo soviético habían de dejar a la fuerza una honda huella psicológica en la población rusa. El recuerdo de la Unión Soviética sobrevive, obviamente, entre sus antiguos ciudadanos, cuyos sentimientos van desde el rechazo absoluto hasta la nostalgia por una época que, pese a todo, forma parte inseparable de sus biografías. Pero también se ha transmitido –y esto es lo interesante– a una nueva generación que no tiene edad suficiente como para recordar la URSS o que incluso nació después de su desintegración.
Tres jóvenes rusos y la URSS
La revista The Village entrevistó recientemente a varios de estos jóvenes. El artículo ofrece una perspectiva poco habitual a este fenómeno, que si bien no es general, al menos sí que merece cierta atención.
“Hace tiempo que me intereso por la politología y leo mucho sobre ideología. Sueño con la construcción del socialismo en Rusia, que los políticos trabajen por el bienestar de la gente y no al revés, porque así es como tendría que ser”, dice Kiril (15 años). Para Kiril, la Unión Soviética era un país donde la gente “se sentía tranquila”, ya que podía “recibir una educación gratuita, había trabajo y la vida era buena”. “Mis abuelos sabían qué les deparaba el futuro, había asistencia médica gratuita, y el Estado siempre ayudaba”, añade. Este quinceañero explica que no le importa dedicar parte de su tiempo libre a defender el pasado soviético de Rusia en los foros de Internet: “sí, todas estas conversaciones, por ejemplo, sobre que en la URSS no había productos, que los estantes estaban vacíos... tonterías. Todo eso ocurrió en los noventa. En tiempos de la Unión Soviética había de todo.”
“Soy una persona muy alejada de los valores actuales”, confiesa por su parte Ígor (24 años). “No le doy un valor especial al dinero, cuánto gana una persona no es para mí ningún indicador de éxito”. Hijo de un funcionario del KGB y una ingeniera, a Ígor le gusta ver cine soviético –que considera mejor que el actual cine ruso– y escuchar al conocido cantautor soviético Vladímir Vysotski. “Claro, las cosas han cambiado, como se dice, 'las cosas son ahora mejor'. Han pasado más de veinte años desde la desintegración de la URSS. ¿Pero qué ocurrió en los primeros cuarenta años de la Unión Soviética? No hay más que compararla con la Rusia prerrevolucionaria y la Rusia de preguerra, eran países diferentes. Uno era un país agrícola atrasado y el otro un país avanzado.”
Como a Kiril, lo que más le atrae a Ígor de la URSS es la seguridad que brindaba el Estado soviético a sus ciudadanos. “Al hombre soviético se le acompañaba desde la cuna hasta la tumba. Y eso es algo que me gusta: naces, vas a la guardería, de la guardería vas a la escuela, de la escuela vas al instituto y la universidad, sales y tienes trabajo. Trabajas, recibes los vales, viajas. Eso es lo mínimo, la base. Y si quieres, siempre puedes conseguir algo más.” Aunque Ígor se muestra escéptico con el actual Gobierno, esta nostalgia –aunque él no la considera así– no le ha llevado a militar en ningún partido ni organización política. Todo lo contrario que Gueorgui (22 años), cuyo temprano interés por la historia de la URSS le llevó a afiliarse al Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR).
“Todo comenzó en el instituto, cuando tenía 16 años”, explica Gueorgui. Fue entonces cuando comenzó “a estudiar la historia del país”: “la época de la Unión Soviética me enganchó, y comencé a estudiarla.” La URSS, continúa, “enseñó a la humanidad que hay un camino alternativo, que se pueden hacer las cosas de otra manera. Nos inspiraron los sindicatos occidentales y su lucha por los derechos. El esfuerzo y la abnegación de la gente que construyó el país y sobrevivió incluso a las peores épocas son motivo de admiración.” Los ciudadanos de la URSS eran “gente normal y corriente”, pero que hicieron grandes cosas.
Con todo, para Gueorgui, cuyo ídolo es el cosmonauta Yuri Gagarin, no se trata sólo de los grandes proyectos, sino también de los pequeños detalles de la vida cotidiana. “Todo el mundo ha oído hablar de las máquinas expendedoras de soda, del hecho de que nadie robaba los vasos que habían en la máquina. Cosas pequeñas como ésta pueden llevar a cosas más grandes. Y de cosas pequeñas como ésta se pasaba a otras, a cosas que hoy prácticamente no se encuentran.” Este joven cree que “nuestra generación se queja demasiado”. “Todo está lleno de individualistas. Después de la guerra todo era mucho peor que ahora y sin embargo sobrevivieron. La gente luchó, reconstruyó lo destruido. ¿En qué soñaban entonces? ¡En 1961 Gagarin viajaba al espacio! Si él podía viajar, significaba que todos podíamos hacerlo (…) ¿Y ahora qué tenemos? Gente que dice: 'Un iPhone 6. Tengo que comprármelo'. Eso es todo.”
En búsqueda de un continuum cultural
Por supuesto, no todo el mundo piensa como Kiril, Ígor o Gueorgui. “No quiero ni oír hablar de la Unión Soviética”, contesta Nikolái (30 años) cuando se le pregunta por el artículo de The Village. “Es la época de la historia de Rusia que menos me gusta”, insiste. Y con todo, a Nikolái le encanta por ejemplo la arquitectura soviética, desde el neogótico estalinista hasta la modernista. “No me puedo imaginar viviendo en Alemania”, dice. Incluso entre quienes preferirían pasar página a este capítulo de la historia rusa, la URSS sigue siendo una presencia insoslayable.
Algo que no ha pasado desapercibido a varios músicos rusos. “La nueva ola rusa abraza el chic soviético”, titulaba no hace mucho el diario The Guardian un artículo sobre este tema. En él se citaba uno de los últimos videoclips de Timati (Moscú, 1983), Utiosov. El título, como dicen los alemanes, es programa: Leónid Utiósov fue un cantante de jazz soviético (de hecho, el primero en obtener el título de Artista del Pueblo, en 1965), cuya voz sampleada –“muy bien”– acompaña a los raperos Timati y L'One en un vídeo musical que algunos han considerado la respuesta rusa a los clips de raperos estadounidenses con pitbulls y Mercedes.
En el vídeoclip, una limusina ZIL llega a un polígono industrial donde se apilan varios contenedores. Del coche bajan los cantantes y un enorme oso pardo. Tras firmar un contrato, los raperos abren un contenedor donde se encuentra el vehículo de su elección: un viejo tanque soviético con el que aplastan varios automóviles mientras desgranan sus simpatías por Rusia frente a Occidente. “Me queda más cerca el gato Leopold que Mickey Mouse / me queda más cerca la canciones de Zemfira, y no las de Miley Cirus / Me queda más cerca Ded Moroz, y no Santa Claus”, rapea L'One, de origen georgiano. Toda la canción está repleta de referencias a la URSS y Rusia: la Copa Gagarin de la Liga Continental de Hockey, los diamantes de Yakutia, el caviar negro, la torre Ostánkino de Moscú, el águila bicéfala, el MiG-21, el fundador del esquema piramidal MMM, Serguéi Mavrodi… “En la mano izquierda un YotaPhone / en la derecha, Vyatski kvas”, con el que Timati brinda a la madre patria, no sin antes prometer correr el París-Dakar con un camión de la marca Kamaz.
Utiosov (Timati, 2015)
“En el hip-hop estadounidense utilizan canciones antiguas, oldies americanos como James Brown, Aretha Franklin, Nina Simone, cosas de los sesenta, setenta y ochenta, comenzando por Frank Sinatra”, ha dicho Timati. “¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? Estamos haciendo hip-hop y R&B en Rusia, en ruso. ¿Por qué no usar samples?” Timati y L'One también son los autores, por cierto, de una canción –que da nombre a su última gira– que se llama GTO, siglas en ruso de Preparación para el Trabajo y la Defensa, un programa de ejercicio físico para toda la población de la URSS que el 24 de marzo de 2014 el Kremlin aprobó reintroducir.
Aunque quizá los más famosos, Timati y L'One no son los únicos. La vieja música soviética es cada vez más interesante para los jóvenes artistas como “base creativa”, afirma Artiom Makarsky, editor de la revista Look at Me. Makarsky –que es otro de los entrevistados por The Guardian– habla no sólo como observador, ya que él mismo pincha remixes de música soviética en el Strelka de Moscú, un club que se encuentra en la antigua fábrica de chocolate Octubre Rojo, hoy convertida en incubadora de empresas y tiendas de moda, y uno de los lugares habituales de reunión de los hipsters moscovitas. Según el editor de Look at Me, “los músicos jóvenes quieren encontrar un continuum ruso, encontrar una conexión con la cultura del pasado”. The Guardian cita algunos ejemplos (TenDJiz, Artek Elektronika, Electronica 302) y se deja otros (Midget Ninjas y su Soviet Bass).
La Unión Soviética desapareció en 1991, pero parece que sigue sobreviviendo en las sinapsis de muchos rusos. En unos por nostalgia, en otros, por interés hacia sus raíces culturales, las mismas que los reformadores de los noventa pretendieron eliminar de la memoria colectiva con una terapia de shock que, además de económica, también fue política y cultural. Ese continuum entre la URSS y la Federación Rusa del que habla Makarsky había de ser, al fin y al cabo, algo natural, pero quedó truncado, de ahí que ahora se exprese en forma de nostalgia o recuperación cultural incluso entre quienes no vivieron en ella. El primer título que Marx pensó para el Manifiesto comunista era, según se dice, “espectros”, y eso es lo que parece que todavía se esconde en muchos lugares de Rusia
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BOBAH1- Novato/a rojo/a
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
yo Ruso, de Tashkent - Uzbekistan)
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Un diario bastante conservador pero pone datos curiosos:
Nostalgia de la URSS
Nostalgia de la URSS
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] escribió:Según los datos de las encuestas, más del 50% de los rusos lamentan la desintegración de la URSS y, si existiera la posibilidad, se pronunciarían a favor de su conservación. Los sociólogos consideran que la falta de garantías sociales y la idealización de un pasado contradictorio provocan la idealización.
Rodimtsev- Revolucionario/a
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
¡LA REPÚBLICA AUN PERVIVE! Tened fe camaradas. El Borbón está acojonao.
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
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Aumentan en Rusia los nostálgicos hacia la Unión Soviética
Un 66% de los ciudadanos se dice "arrepentido" del colapso de la URSS, el mayor porcentaje en una década, según un sondeo
Aumenta la nostalgia en Rusia por la caída de la Unión Soviética. El número de rusos que lamentan el colapso de la URSS ha alcanzado su récord de la última década, según revela un sondeo del Centro Levada. Un 66% de la ciudadanía rusa se declara “arrepentido” de su disolución. El año pasado, el mismo sondeo apuntó que quienes de alguna manera añoraban la URSS eran un 58%. Y durante años, la cifra no había superado el 60%. Sociólogos y analistas apuntan que la reforma del sistema de pensiones —que aumenta la edad de jubilación— y el temor a la inestabilidad económica han provocado un incremento de los melancólicos hacia un sistema que hace ya 27 años que se desmoronó.
La destrucción de un sistema económico único es la razón principal de esa nostalgia (52% de los encuestados), también la pérdida de un sentimiento de pertenencia a una gran potencia (36%) y el crecimiento de la desconfianza mutua (31%), según el sondeo —realizado a una muestra de unas 2.000 personas en 52 regiones del país— difundido en la web del centro y publicado también en el diario Vedomosti. Son personas para quienes 1991 es una fecha dolorosa, así como la desintegración de un imperio que iba desde Kaliningrado, en Europa, hasta Pamir, en Tayikistán, en la frontera con China. Un único Estado en el que hora existen un total de 15 países. El mismo presidente ruso, Vladímir Putin, ha llegado a decir que la caída de la URSS ha sido la mayor catástrofe del siglo XX.
Los principales nostálgicos son los ciudadanos de 55 años y más. “La reforma de las pensiones se ha convertido en un indicador que ha disparado el porcentaje, ya fuerte, entre los rusos mayores que forman parte del grupo afectado por la medida o están cerca”, explica la socióloga Karina Pipiya. A partir de enero, y progresivamente, se aumentará la edad de jubilación hasta los 65 años para los hombres y los 60 para las mujeres; una medida que ha desatado protestas y manifestaciones en todo el país y está costando más de un disgusto a Putin, cuya popularidad ha descendido precisamente por eso.
“[Quienes lamentan la caída de la URSS] Suelen argumentar su nostalgia aludiendo a ideas irracionales sobre la economía fuerte y la prosperidad y bienestar de los tiempos soviéticos, olvidando otros problemas como el déficit”, añade Pipiya a través de un correo electrónico. Tampoco se acuerdan de los tiempos que sucedieron a la desintegración, cuando los precios se dispararon y la mayoría de los rusos perdieren sus ahorros de la noche a la mañana.
También la polarización sobre este asunto es la mayor en una década. Aumenta la distancia entre quienes añoran la época soviética y los que claramente no, sostienen los sociólogos del Centro Levada. Y destaca que en los últimos dos años han aumentado los jóvenes de entre 18 y 24 años que dicen lamentar la caída de la URSS; personas que nunca vivieron en ella. A la socióloga Pipiya le preocupa el dato. Afirma que la “romantización” de los tiempos soviéticos se debe al desconocimiento a fondo de la historia rusa de los jóvenes. Y que esto “puede llevar a la justificación de la represión estalinista, la reescritura de la historia o incluso a que den por supuestas las reformas democráticas”.
Fue en el año 2000 cuando el sondeo del Centro Levada alcanzó su máximo histórico: el 75% de la ciudadanía se manifestaba “arrepentida” de que la URSS se hubiera desmoronado. El mismo año en el que el actual presidente Vladímir Putin ganó las elecciones después de haber estado unos meses como interino para suceder a Boris Yeltsin. Hoy, Putin apoya una ideología que vuelve a hablar del resurgir del Imperio Ruso y desde hace años —y más desde que Rusia se anexionó Crimea en 2014— se habla en los medios de cómo el país volverá a ser una gran y respetada potencia.
El Kremlin ha tratado de quitar impotancia a la encuesta del Centro Levada --a quien hace meses declaró como 'Agente extranjero'-- y a los análisis de sus datos. "Otros sociólogos dirán que las personas siempre están inclinadas a idealizar retrospectivamente lo que les sucedió en su juventud. Y que piensan que todo lo que les ocurrió en aquellos años, de jóvenes, fue mejor, más fiable y más grande", ha dicho el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
Aumentan en Rusia los nostálgicos hacia la Unión Soviética
Un 66% de los ciudadanos se dice "arrepentido" del colapso de la URSS, el mayor porcentaje en una década, según un sondeo
Aumenta la nostalgia en Rusia por la caída de la Unión Soviética. El número de rusos que lamentan el colapso de la URSS ha alcanzado su récord de la última década, según revela un sondeo del Centro Levada. Un 66% de la ciudadanía rusa se declara “arrepentido” de su disolución. El año pasado, el mismo sondeo apuntó que quienes de alguna manera añoraban la URSS eran un 58%. Y durante años, la cifra no había superado el 60%. Sociólogos y analistas apuntan que la reforma del sistema de pensiones —que aumenta la edad de jubilación— y el temor a la inestabilidad económica han provocado un incremento de los melancólicos hacia un sistema que hace ya 27 años que se desmoronó.
La destrucción de un sistema económico único es la razón principal de esa nostalgia (52% de los encuestados), también la pérdida de un sentimiento de pertenencia a una gran potencia (36%) y el crecimiento de la desconfianza mutua (31%), según el sondeo —realizado a una muestra de unas 2.000 personas en 52 regiones del país— difundido en la web del centro y publicado también en el diario Vedomosti. Son personas para quienes 1991 es una fecha dolorosa, así como la desintegración de un imperio que iba desde Kaliningrado, en Europa, hasta Pamir, en Tayikistán, en la frontera con China. Un único Estado en el que hora existen un total de 15 países. El mismo presidente ruso, Vladímir Putin, ha llegado a decir que la caída de la URSS ha sido la mayor catástrofe del siglo XX.
Los principales nostálgicos son los ciudadanos de 55 años y más. “La reforma de las pensiones se ha convertido en un indicador que ha disparado el porcentaje, ya fuerte, entre los rusos mayores que forman parte del grupo afectado por la medida o están cerca”, explica la socióloga Karina Pipiya. A partir de enero, y progresivamente, se aumentará la edad de jubilación hasta los 65 años para los hombres y los 60 para las mujeres; una medida que ha desatado protestas y manifestaciones en todo el país y está costando más de un disgusto a Putin, cuya popularidad ha descendido precisamente por eso.
“[Quienes lamentan la caída de la URSS] Suelen argumentar su nostalgia aludiendo a ideas irracionales sobre la economía fuerte y la prosperidad y bienestar de los tiempos soviéticos, olvidando otros problemas como el déficit”, añade Pipiya a través de un correo electrónico. Tampoco se acuerdan de los tiempos que sucedieron a la desintegración, cuando los precios se dispararon y la mayoría de los rusos perdieren sus ahorros de la noche a la mañana.
También la polarización sobre este asunto es la mayor en una década. Aumenta la distancia entre quienes añoran la época soviética y los que claramente no, sostienen los sociólogos del Centro Levada. Y destaca que en los últimos dos años han aumentado los jóvenes de entre 18 y 24 años que dicen lamentar la caída de la URSS; personas que nunca vivieron en ella. A la socióloga Pipiya le preocupa el dato. Afirma que la “romantización” de los tiempos soviéticos se debe al desconocimiento a fondo de la historia rusa de los jóvenes. Y que esto “puede llevar a la justificación de la represión estalinista, la reescritura de la historia o incluso a que den por supuestas las reformas democráticas”.
Fue en el año 2000 cuando el sondeo del Centro Levada alcanzó su máximo histórico: el 75% de la ciudadanía se manifestaba “arrepentida” de que la URSS se hubiera desmoronado. El mismo año en el que el actual presidente Vladímir Putin ganó las elecciones después de haber estado unos meses como interino para suceder a Boris Yeltsin. Hoy, Putin apoya una ideología que vuelve a hablar del resurgir del Imperio Ruso y desde hace años —y más desde que Rusia se anexionó Crimea en 2014— se habla en los medios de cómo el país volverá a ser una gran y respetada potencia.
El Kremlin ha tratado de quitar impotancia a la encuesta del Centro Levada --a quien hace meses declaró como 'Agente extranjero'-- y a los análisis de sus datos. "Otros sociólogos dirán que las personas siempre están inclinadas a idealizar retrospectivamente lo que les sucedió en su juventud. Y que piensan que todo lo que les ocurrió en aquellos años, de jóvenes, fue mejor, más fiable y más grande", ha dicho el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Seguramente tengamos muchos de estos datos ya en este hilo, pero los dejo otra vez por si acaso.
Encuestas: Nostalgia por el comunismo en Europa Central y Oriental
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25 años después de Gorbachov, los rusos añoran la URSS
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Bulgaria recuerda la caída del comunismo entre la nostalgia y la decepción
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No hay ninguna encuesta en los ex países socialistas que exprese rechazo de la población al socialismo sino exactamente lo contrario
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La mayoría de los alemanes del Este añora el socialismo
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Encuestas: Nostalgia por el comunismo en Europa Central y Oriental
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Leo en la página de análisis político Kitekintő el informe del Pew Research Center sobre una amplia encuesta que ha realizado en varios países excomunistas para conocer las opiniones de la población de estos países sobre diversos temas.
Una de las preguntas tenía que ver con la nostalgia sobre la época comunista, aunque hay también otras que permiten valorar los 20 años de capitalismo. Los resultados son sorprendentes, o quizás no tanto. Con la excepción de dos países, en el resto en los que se ha realizado la encuesta, es mayor el porcentaje de gente que piensa que se vivía mejor durante la época comunista que ahora.
(¿Se vivía mejor durante la época socialista? Barra azul: sí. Barra roja: igual. Barra verde: no. La lista de países es Polonia-Chequia-Rusia-Eslovaquia-Lituania-Bulgaria-Ucrania-Hungría, en orden descendente. Fuente: kitekinto.hu)
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De entre los países en los que se ha realizado la encuesta, Hungría es el más nostálgico ya que el 72% de los encuestados afirman que se vivía mejor, frente al 8% que piensan que es mejor ahora (la diferencia ha aumentado desde la última vez que ví una entrevista similar, aunque hay que tener cuidado en comprar distintas entrevistas - escribí una entrada sobre una encuesta realizada en el 2008 sobre lo mismo ). En Ucrania o Bulgaria el 62% de los encuestados piensan que se vivía mejor en el comunismo, frente al 12% ahora (en Ucrania) y el 13% en Bulgaria (a su vez el 18% de los encuestados búlgaros piensan que la situación es igual frente a un 13% en Ucrania).
En Lituania, Eslovaquia o Rusia hay mucha más gente que piensa que se vivía mejor antes, aunque son menos de la mitad de los encuestados (en Lituania 48% frente al 23%, en Eslovaquia un 48% frente a un 28%, en Rusia 45% frente al 33%).
Por último, en Polonia o en Chequia, hay más población que piensa que se vive mejor en la actualidad que durante la época comunista, así lo piensan el 45% de los checos frente al 39% o el 47% de los polacos frente al 35%.
Por cierto, se preguntó también sobre a quién ha beneficiado la caída del comunismo: el 17% de los húngaros piensa que a la gente común, el 63% a los que tienen sus propios negocios y el 89% a los políticos (me imagino que se podrían responder varios cosas a la vez). El 77% no está satisfecho con la democracia, un 21% sí lo está.
La encuesta es bastante interesante y por cierto muy amplia, algunas de las preguntas nos permiten ver un poco la razón de esas opiniones y matizar ciertas cosas. Sin ánimo de hacer un análisis profundo, menciono algunos datos.
Por ejemplo hoy sólo el 56% de los húngaros piensa que el sistema multipartidista es bueno, frente al 74% que lo pensaba en 1991. El único país que tiene un porcentaje más bajo en aceptación de la democracia es Ucrania donde sólo el 30% lo apoya frente al 71% de 1991. La economía de mercado es apoyada en la actualidad por el 46% de los húngaros frente al 80% de 1991. Los datos parecen mostrar una desilusión brutal por como están las cosas.
Entre los mayores el porcentaje es aún menor, los jóvenes en cambio aceptan mejor la situación actual.
En la actualidad el 91% de la población húngara piensa que el país va en una dirección equivocada, y el 94% que la situación económica es mala. Sólo el 34% piensa que tienen influencia en los asuntos políticos. El 71% de los húngaros piensa que la entrada en la UE ha tenido efectos negativos para la economía húngara.
Sólo el 15% de los encuestados húngaros están satisfechos con su vida ( en 1991 lo era sólo el 8%) - Hungría está a la cola de los países encuestados.
Se preguntó también por los grupos étnicos más odiados por cada nación. En el caso de los húngaros el 69% tiene mala opinión de los gitanos (solo son superados por Chequia donde el 84% de la población piensa lo mismo y por Eslovaquia con un 78%), el 33% de los rumanos, el 29% de los judíos y el 27% de los eslovacos (en 1991 los porcentajes eran 79%, 31%, 11%, 12%, se observa una disminución en el rechazo hacia los gitanos, aunque ha aumentado de manera preocupante el rechazo hacia los judíos y eslovacos). Solo el 25% de los húngaros encuestados tiene buena opinión de los gitanos. Curiosamente los eslovacos no mencionan a los húngaros como grupos étnicos más rechazados (al menos no aparece en la encuesta), aunque el 34% de la población eslovaca considera a Hungría un país enemigo (el 37% de los húngaros piensa lo mismo de Eslovaquia).
La imagen de EEUU en Hungría ha caído en picado, en 1991 era positiva para el 75% de la población, hoy lo es para el 33%. En el caso de Rusia, era negativa en 1991 para el 56% (se preguntó sobre la URSS), hoy para el 42%.
Entiendo que hay que tener cuidado con las encuestas, pero al menos quizás podamos fiarnos de las tendencias que muestran.
El informe es bastante amplio y plantea otras muchas cosas interesantes. Se puede leer en inglés, así como los datos de la encuesta, aquí.
O un resumen (es que tiene más de 150 páginas) aquí (un resumen).
PD: Una vez publicada la entrada me he dado cuenta de que en húngaro han traducido de manera un poco libre la pregunta sobre si se vive mejor o no en el comunismo. En inglés era ¿piensa que la situación económica es peor, mejor o igual que durante el comunismo? No es exáctamente lo mismo, aunque no creo que cambie las conclusiones.
25 años después de Gorbachov, los rusos añoran la URSS
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La nostalgia de sentirse una superpotencia ha hecho que la mayoría de los rusos sueñe con volver a la Unión Soviética.
24 diciembre, 2016 20:57
RUSIA URSS MIJAIL GORBACHOV VLADIMIR PUTIN MOSCÚ COMUNISMO GUERRA EN SIRIA UCRANIA CRIMEA DONALD TRUMP OTAN
Vladímir Sokolov Moscú
Cuando el 25 de diciembre de 1991 el entonces presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, apareció en televisión para anunciar su dimisión frente a la inminente caída de la URSS, a muchos de sus compatriotas el cielo se les caía encima. La mayoría no quería ver el desmembramiento de una superpotencia que había marcado el rumbo del siglo XX.
Veinticinco años después, las encuestas muestran que casi dos tercios de la sociedad rusa querría volver a vivir en la Unión de Repúblicas Soviéticas. “Según los últimos datos, un 60% quiere restablecer la Unión Soviética, a pesar de que la mayor parte de ellos considera que actualmente sería imposible”, dice Denis Volkov, sociólogo del centro Levada de estudios de opinión pública. “Este porcentaje es especialmente alto entre la gente que nació y vivió en la URSS”.
Según las encuestas de Levada, uno de los factores clave que hacen a Rusia añorar su pasado comunista es el rol que tenía de gran potencia respetada en el escenario mundial que solucionaba problemas internacionales. Otro factor es que muchos todavía se sienten engañados con el desmembramiento de la Unión Soviética y las posteriores reformas económicas que de la noche a la mañana hicieron pobres a millones de personas.
“Todo se hizo sin preguntar qué opinaba la gente. No entendíamos a qué venían todos aquellos cambios. Pensábamos que todo era para vivir mejor. Y en realidad los que ganaron fueron personas con dinero que usurparon el poder”, dice el pensionista Serguéi Nefedov.
Entre la gente joven el porcentaje de los que quieren que resucite la Unión Soviética no es tan elevado. “A los que les gustaría vivir en la URSS normalmente no saben de qué están hablando, porque hay una gran falta de información auténtica sobre el periodo soviético”, considera Volkov.
Hasta 2014, el número de los que añoraban la URSS caía paulatinamente. Sin embargo, en los dos últimos años se ha registrado un giro copernicano, en primer lugar relacionado con la anexión de Crimea, comprendida por la mayor parte de la población rusa como un paso hacia el renacimiento de la superpotencia. Semejante cambio ha animado al propio Gorbachov a declarar en la antesala del 25 aniversario de la caída de la URSS que considera posible una “restauración voluntaria de la Unión Soviética con las mismas fronteras”.
Desde la desaparición del imperio comunista, su último presidente siempre ha estado en la cola de los políticos menos populares entre los rusos. “Muchos consideran a Gorbachov el verdugo de la superpotencia y el autor de la profunda crisis económica que siguió. Para los rusos tienen poca importancia las libertades que había garantizado Gorbachov”, dice Volkov.
“La mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”
A diferencia de sus antecesores, el presidente ruso, Vladímir Putin, nunca ha ocultado que considera la desaparición de la URSS “la mayor catástrofe geopolítica” del siglo pasado. Desde su llegada al Kremlin, Putin no ha dejado de apelar a los sentimientos de los nostálgicos del pasado comunista. Restableció con pocos cambios el himno bautizado por el líder soviético Iosif Stalin, así como la bandera roja como símbolo del Ejército. Además, ha descartado la idea de enterrar al autor de la revolución bolchevique Vladímir Lenin y cerrar su mausoleo en la Plaza Roja de Moscú.
Aprovechando los altos precios del petróleo en la primera década de su Gobierno, Putin consiguió reformar y modernizar las Fuerzas Armadas rusas restableciendo en parte el poderío militar que tenía la URSS. La anexión de Crimea y la operación militar en Siria marcaron un antes y un después en las relaciones internacionales a la vez que sumergieron al mundo en la más profunda crisis diplomática entre Rusia y Occidente desde el final de la Guerra Fría.
La Unión Europea y los Estados Unidos introdujeron sanciones contra Rusia por su papel en el conflicto en Ucrania y el Kremlin respondió con un embargo alimenticio. La OTAN ha declarado en reiteradas ocasiones que considera Moscú la principal amenaza a la seguridad internacional junto con el grupo terrorista Estado Islámico.
Sin embargo la crisis actual difiere de la denominada Guerra Fría de los años 1980. Según el reputado politólogo ruso Andrei Kortunov, entonces competían dos modelos distintos: el capitalismo y el socialismo de la URSS. “Hoy en día, Occidente considera que la principal línea divisoria en la política mundial pasa entre la democracia y el autoritarismo. Cualquier acción para ampliar el espacio de la libertad se considera correcta. Se puede justificar la intervención de la OTAN en Yugoslavia, la guerra en Irak y la injerencia en Libia”, dice. La percepción del Kremlin es bien distinta. La división pasa entre “el orden y el caos, entre la soberanía y la intervención extranjera”.
La inesperada victoria del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos ha despertado cautelosas esperanzas de un deshielo en las relaciones entre Moscú y Washington similar al que acompañó a la desaparición de la URSS hace 25 años. “Trump no tiene compromisos con la Administración anterior. Podría pasar página e iniciar un capítulo nuevo en relaciones bilaterales”, considera Kortunov.
Sin embargo, pese al optimismo del Kremlin por los primeros contactos con el presidente electo de EEUU, la mayor parte de los analistas rusos opina que la situación no cambiará de la noche a la mañana porque la inercia de la crisis actual es muy alta. “Es probable que con Trump baje el grado de la confrontación. Pero por supuesto que no prevemos nada parecido a un reinicio de las relaciones bilaterales en el futuro cercano”, concluye el experto.
Bulgaria recuerda la caída del comunismo entre la nostalgia y la decepción
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Sofía, 10 nov (EFE).- Los búlgaros recuerdan hoy entre la ignorancia, la decepción y la nostalgia el 25 aniversario de la caída de la dictadura comunista, con la mayoría de los jóvenes reconociendo no saber nada de aquella época mientras los mayores añoran el pleno empleo y la sanidad y educación gratuitas.
El 10 de noviembre de 1998, la dirección del Partido Comunista de Bulgaria destituyó de sus cargos a Todor Yivkov, que había sido el máximo líder del país durante 35 años.
Con la caída del último dictador se iniciaron una serie de reformas, con la aparición de formaciones políticas y la transformación del Partido Comunista en uno socialdemócrata, que desembocaron en las primeras elecciones democráticas en el verano de 1990.
Un cuarto de siglo después, el 94 % de los nacidos tras la caída de la dictadura reconocen no saber casi nada de la época socialista, según una encuesta publicada hoy por la agencia demoscópica Alpha Research.
Un 79 % de los encuestados entre 16 y 30 años desconocen lo que fue la Guerra Fría ni son capaces de identificar a dirigentes importantes de aquel tiempo, como el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan; el canciller alemán, Helmut Kohl; o al propio Yivkov.
La encuesta muestra que un 40 % de los búlgaros jóvenes no sabe que fue la caída del Muro de Berlín la que marcó el fin de los regímenes comunistas.
Otro 92 % no es capaz de decir qué países formaban el entonces bloque socialista.
Entre los búlgaros a partir de 61 años, un 48 % recuerda el régimen socialista como un "buen tiempo" del que destaca la ausencia de paro, la industrialización y la gratuidad de la enseñanza y la sanidad, mientras que sólo un 6 % habla de la falta de derechos y libertad y la carestía.
La mitad del total de 1.200 encuestados consideran que la transición de la dictadura a la democracia ha fracasado y un 29 % considera que salió perdiendo con el cambio de régimen.
De todos los objetivos marcados al comienzo de la transición - libertad de movimiento, entrada en la UE y la OTAN, propiedad privada, libre mercado, mejora de los sueldos, más empleo e imperio de la ley- una cuarta parte de los búlgaros estiman que sólo los tres primeros se han cumplido.
La transición hacia la democracia estuvo marcada en Bulgaria por las huelgas, el cierre de fábricas, la quiebra de nuevos bancos privados, privatizaciones irregulares y una enorme inflación.
No hay ninguna encuesta en los ex países socialistas que exprese rechazo de la población al socialismo sino exactamente lo contrario
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Hace tiempo que observamos que todas las encuestas sociológicas revelan el apoyo, nostalgia, simpatía, adhesión, cariño y otras actitudes positivas de la población del antiguo campo socialista europeo y euro-asiático liderado por la inmortal URSS al socialismo. El socialismo vive en el corazón de las masas que pudieron vivir en carne propia la comparación de ambos sistemas. El problemas es que los trabajadores y los comunistas recuperen el poder, derriben el poder burgués neocolonial, castiguen a los mafiosos, corruptos y fascistas y retomen la construcción socialista. Para evitarlo está la OTAN, Gladio, Interpol, el Comando Central del Ejercito gringo, su despliegue de bases militares, su despliegue nuclear, sus bandas terroristas incluyendo "estado islámico", régimen criminal de Poroshenko, etc
Publicamos una interesante nota firmada por "Andresuru" que hemos tomado del Foro Comunista sobre la unanimidad de las encuestas
Estuve recolectando datos y por ahora me va quedando algo asi (le faltaria alguna cosa):
LA NOSTALGIA SOCIALISTA
Mucho se habla de la vida de los pueblos que se encontraban del otro lado del Telón de Acero en la Guerra Fría. Se habla de pobreza, austeridad, monotonía y falta de libertad por un lado, como de seguridad social, igualdad de oportunidades y seguridad económica por el otro. Viviendo en el mundo capitalista es normal haber sido, y continuar siéndolo, bombardeado con noticias y opiniones contrarias al régimen político alternativo, por lo que no es raro pensar que el socialismo es odiado casi por la totalidad de las personas que vivieron bajo aquel sistema. El siguiente artículo se trata de una compilación de encuestas que demuestran lo contrario. No pretende hacer un análisis profundo, ni mucho menos, sobre qué estuvo bien o mal en cada Estado socialista, simplemente se quiere mostrar la opinión de quienes vivieron tanto en el capitalismo, como en el socialismo.
Como es sabido, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas fue la superpotencia líder del bloque del Este, y se sabe que al caer esta se dio por terminada la Guerra Fría, quedando el capitalismo como el sistema casi hegemónico a nivel mundial. Por lo que es interesante empezar con las opiniones de los ex habitantes de la gran potencia roja, y las variadas naciones que la integraban. En 2013 se realizó una encuesta por parte de la empresa Gallup, en la que se les preguntó a 1.000 personas, de 11 diferentes repúblicas post soviéticas, cuál era su opinión respecto a la desintegración de la U.R.S.S. Aproximadamente un 51% de los encuestados (destacando Rusia, Ucrania y Armenia) consideran que la desintegración no había resultado favorable para la población, frente a un 24% que sí. Si nos referimos solamente a Rusia, la principal nación de la unión, la cifra de quienes valoran negativamente la caída del régimen sube al 55%, frente a sólo un 19% que afirma que ésta signficó una mejoría en su nivel de vida.
En 2010 se encuestó, según indica la página rusa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] solamente en aquel país, a 1.600 personas, de diferentes regiones y núcleos de población, nombrándoles distintas palabras relacionadas al pasado socialista de su país, y preguntando qué sensaciones les producía. Cada persona podía máximo elegir dos opciones de las presentadas como máximo. El término “soviético” recibió las siguientes definiciones: Nostalgia (31%). Orgullo (18%). Aprobación (17%). Indiferencia (13%). Agradecimiento (13%) Admiración (10%). Esperanza (10%). Decepción (6%). Reprobación (3%). Escepticismo (3%). Miedo (2%). Vergüenza (2%). Odio (1%). Ns/Nc (13%). Mientras que el término antisoviético, presentó, obviamente, resultados muy diferentes: Condena (23%). Indiferencia (22%). Decepción (13%). Odio (11%). Vergüenza (8%). Miedo (6%). Escepticismo (5%). Esperanza (2%). Aprobación (2%). Admiración (1%). Nostalgia (1%). Orgullo (1%). Agradecimiento (1%). Ns/Nc (24%).
Otro de los países donde más se añora las épocas llamadas comunistas, es Hungría. Según una investigación hecha por Pew Research en el año 2014, un 72% de los húngaros respondió que vivía mejor en tiempos socialistas. Un 8% solamente opina que la situación económica actual es mejor, y un 16% no ve diferencias notables. También se pueden destacar otras preguntas formuladas en aquella investigación: Se les preguntó a los participantes a quién había beneficiado la caída del socialismo (dando la posibilidad de elegir más de una opción), y sólo un 17% respondió que a la gente común, frente a un 63% que contestó que a aquellos que tienen sus propios negocios, y un 89% a los políticos. Ante la pregunta sobre si apoya a la economía de mercado, sólo un 46% afirmaron hacerlo, frente al 80% que lo apoyó en 1991, con la instauración del capitalismo.
Es destacable que también ha crecido el rechazo al sistema actual en los jóvenes que no vivieron la época anterior. Según una encuesta del centro Kutantópon Ktf, un 70% de los jóvenes afirma que el régimen socialista era superior al de ahora. En 2008, “sólo” un 49% afirmó que hubiera preferido al socialismo.
Un dato curioso, pero que muy a la vista, es que esta sensación de que se vivía mejor antes con el extinto sistema, afecta tanto a gente de izquierda, como de derecha.
A pesar de lo que se cree, no todos los países socialistas estuvieron alineados al bloque soviético durante toda la Guerra Fría. El caso más emblemático es el de Yugoslavia, país que mantuvo, por décadas, un sistema socialista de mercado, diferente al de economía planificada de los países miembros del Pacto de Varsovia. En una encuesta realizada en Eslovenia, anteriormente parte de Yugoslavia, se preguntó si se vivía mejor en la época roja o luego de entrar en la Unión Europea. A lo que un 72% de los encuestados respondió con un “sí” frente a sólo un 20% decidido por el no.
Serbia, posiblemente la nación más representativa de la federación yugoslava, según una encuesta realizada por el diario Danas hace unos pocos años, muestra todavía aún más nostalgia por el antiguo régimen. Ante la pregunta de cuál fue el mejor período de su vida, el 81% de los entrevistados se inclinó por la etapa yugoslava socialista del Mariscal Tito.
En el año 2011 se realizó un sondeo por parte del Instituto Rumano de Estudios Sociales sobre la situación política y económica que atravesaban los rumanos en aquel momento. Un 86% respondió que era muy difícil llevar una “vida decente”. El 58% opinó que la situación era peor que la previa al golpe de estado de 1989 que derrocó al gobierno comunista.
En cuanto a la polémica República Democrática Alemana, también conocida como Alemania del Este u Oriental, podemos mostrar los datos recogidos por el Centro de Estudios Sociológicos Berlín-Bradenburg en 2010. Según esta investigación, un 25% de los ex habitantes de aquel país, que actualmente viven en la Alemania reunificada capitalista, tienen una opinión sumamente favorable a la RDA, mientras que sólo un 15% tiene una opinión plenamente negativa. El resto de las personas, se da a entender, tuvieron opiniones moderadas o neutras.
Como aspectos más positivos del viejo país socialista, los encuestados destacaron el pleno empleo, la igualdad de la mujer, el colectivo de los centros de trabajo y los centros para veranear de las empresas que podían disfrutar los empleados, así como los bajos precios de los alimentos y la seguridad social.
La mayoría de los alemanes del Este añora el socialismo
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Hoy, muchos años después de la caída del Muro de Berlín, una mayoría absoluta de los alemanes orientales defienden la antigua Alemania del Este
Las protestas sociales contra los recortes en las prestaciones del seguro de paro y las reformas del mercado laboral han provocado un efecto catalizador de los resentimientos acumulados en los Estados federados del este de Alemania, la antigua República Democrática Alemana (RDA). Una mayoría de alemanes del Este está descontenta con el funcionamiento de la democracia en Alemania y un 76% piensa que “el socialismo es una idea buena que ha sido mal aplicada”, según un informe de la Oficina Federal de Estadística.
Miles de ciudadanos se manifiestan cada lunes en el este de Alemania para protestar contra los planes de reformas del Gobierno de coalición de socialistas y derecha. Manifestantes enfurecidos reciben a la canciller alemana con cortes de manga y lanzamiento de huevos y piedras. En Brandeburgo el Partido del Socialismo Democrático (PDS), el partido surgido de los comunistas obtienen cada vez más votos, acercándose a porcentajes de victoria.
Un informe de la oficial Oficina Federal de Estadística publicado estos días constata que las dos partes de Alemania desde la unificación en 1990 “están integradas en un orden social común, pero hay numerosos indicios que muestran que los ciudadanos de los viejos [República Federal de Alemania] y los nuevos Estados constituyen comunidades políticas separadas con diferentes preferencias de valores”.
La afirmación “La democracia es la mejor forma de Estado” la aprueba un 80% de los alemanes del oeste, pero sólo el 49% de los del Este. La satisfacción con el funcionamiento de la democracia registra también grandes diferencias: un 63% en el Oeste está contento y sólo un 39% en el Este.
La frase “El socialismo es una idea buena sólo que ha sido mal aplicada” la corrobora un 51% de los alemanes del Oeste y un 76% de los del Este.
En una nueva encuesta, más de la mitad de los antiguos alemanes orientales defienden la antigua RDA
Según reportaje de la revista alemana Spiegel, cada vez son más los jóvenes que defienden el modelo socialista de la antigua Alemania del este que, sin embargo, temen decirlo en público, por “estar mal visto” en occidente.
La vida de Birger, un nativo del estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental en el noreste de Alemania, podría leer como una historia de éxito de todos los alemanes. El Muro de Berlín cayó cuando tenía 10. Después de graduarse de la escuela secundaria, estudió economía y administración de empresas en Hamburgo, vivió en la India y África del Sur, y, finalmente, consiguió un trabajo en una empresa en la ciudad occidental alemana de Duisburg. Hoy Birger,con 30 años, está planeando un viaje en velero por el Mediterráneo. Él no está utilizando su verdadero nombre para esta historia, porque no quiere que se le asocie con la antigua Alemania del Este, que él ve como “una etiqueta con connotaciones negativas.”
Y, sin embargo Birger está sentado en un café de Hamburgo, defendiendo al ex país socialista. “La mayoría de los ciudadanos de Alemania Oriental tenían una buena vida”, dice.”Desde luego, no creo que sea mejor aquí.” Por “aquí”, significa la reunificación de Alemania, que se somete a las comparaciones cuestionables.
“En el pasado no era la Stasi como la pintan, pero hoy, el ministro del Interior alemán recopila información acerca de nosotros.” En opinión de Birger, no hay ninguna diferencia fundamental entre el socialismo, es decir, la ausencia de una democracia formal al estilo occidental, y la libertad. “Las personas que viven en la línea de la pobreza hoy en día también carecen de la libertad de viajar, por ejemplo.”
Hoy, muchos años después de la caída del Muro de Berlín, una mayoría absoluta, de los alemanes orientales defienden la antigua Alemania del Este. “La RDA tuvo más buenas que malas caras laterales. Hubo algunos problemas, pero la vida era buena,” aseguran el 49 por ciento de los encuestados.
Birger no es de ninguna manera un hombre joven sin educación. Él no es un fan de lo que se caracteriza como nostalgia por la antigua Alemania del Este. “No he erigido un santuario para los pepinillos Spreewald en mi casa”, dice, refiriéndose a un aperitivo que era parte de la identidad de Alemania del Este. Sin embargo, se apresura a discutir con aquellos que critican el lugar de sus padres llamado hogar: “No se puede decir que la RDA era un estado ilegítimo, y que todo está bien en la actualidad.”. No es cierto.
“Una nueva forma de Ostalgie (nostalgia de la antigua RDA) ha tomado forma “, dice el historiador Stefan Wolle. “El anhelo por el mundo ideal del socialismo va mucho más allá de los ex funcionarios del gobierno.” Incluso las personas jóvenes que no tenían casi ninguna experiencia con la RDA la idealizan hoy. ” Es el valor de su propia historia la que está en juego”, dice Wolle.
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Re: ¿Nostalgia sobre la URSS?
Una reflexión indispensable: Maldito socialismo, ¡cómo te echamos de menos!
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Al hilo de la reseña traducida por Gabi, del libro de Vladimiro Giacché, titulado Anexión: la Unificación alemana y el futuro de Europa (pulsar en el enlace para acceder), consideramos interesante refrescar la memoria con un artículo escrito y publicado por Higinio Polo en la revista El Viejo Topo, hace casi 5 años. En aquellos momentos, la crisis sistémica comenzaba a mostrar sus garras, pero la mayoría de la gente todavía no era capaz de ver su alcance. Casi cinco años después, ya debiera resultar obvio que dicha crisis sistémica esconde una elaborada estrategia del capital para poner fin al estado del bienestar, dando varias vueltas de tuerca al proceso de acumulación capitalista por desposesión. Un estado del bienestar que en su momento fue levantado como respuesta al Socialismo, y que vino acompañado de una sociedad consumista que sedujo y cautivó a los trabajadores. Una vez que desaparece el bloque socialista, la oligarquía capitalista no encuentra razones para mantenerlo; al contrario, su desguace supone un vergel de beneficios económicos y la mejor estrategia para avanzar en el proceso de acumulación capitalista.
En este contexto, la clase trabajadora -tan castigada por la rapiña y el instinto depredador de la oligarquía- debiera plantearse seriamente la pregunta: ¿era tan malo el Socialismo para los trabajadores? O si queréis, la misma pregunta en modo inverso: ¿es tan bueno el capitalismo para los trabajadores? El artículo de Higinio Polo nos ayuda a realizar esta reflexión. Te invitamos a leer el artículo con calma, ya que es una lectura que todo el mundo debiera realizar.
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Nº 265 revista El Viejo Topo |
Aprovechamos la difusión para comentar algo que hemos dicho en otras ocasiones: la necesidad de apoyar este tipo de publicaciones como la revista El Viejo Topo, ya que son indispensables y estratégicas trincheras desde las cuales se combate la ideología dominante. ¿Cómo apoyar? Pues contribuyendo a su difusión y comprando -aunque sea de vez en cuando- la revista. Nadie vive del aire y mantener una publicación así cuesta dinero, de ahí que en la medida de las posibilidades de cada cual todos debiéramos contribuir rascándonos los maltrechos bolsillos. La guerra contra el capitalismo se libra en la calle, en los centros de trabajo, en las instituciones... pero también en el campo editorial.
También aprovechamos la ocasión para recordaros que este blog nada tiene que ver con la revista. Somos completamente ajenos, aunque usemos también la metáfora "viejo topo" como nombre.
Acerca de la revista El Viejo Topo puedes leer la entrada que le dedicamos en julio de 2013: "El término “viejo topo” en la tradición política como tópico metafórico de la Izquierda. 3ª parte: Las publicaciones periódicas. El Viejo Topo español".
Fuente y referencia del artículo que reproducimos: publicado inicialmente en el nº 265 de la revista El Viejo Topo, páginas 26-33, en febrero de 2010. La web de El Viejo Topote ofrece la posibilidad de descargar gratuitamente este artículo en pdf. Para ello pulsa sobre este enlace: ir al índice del nº 265 de la revista El Viejo Topo.
Aclaraciones: las imágenes, incluyendo la leyenda que las acompaña, y la cursiva son el del texto original. La negrita y subrayado son añadidos nuestros.
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Maldito socialismo
¡cómo te echamos de menos!
Higinio Polo, revista El Viejo Topo
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Las imágenes que ilustran este artículo son una muestra del arte político surgido tras la perestroika (Sots Art), generalmente crítico con el régimen soviético. En la foto, La Trinidad, de Alexandre Kosolapov. |
Hace unas semanas, en Berlín, mientras los beneficiarios del cambio político en la Europa del Este celebraban la desaparición del muro (y, sobre todo, del “socialismo real”) hace veinte años, como prueba manifiesta de la superioridad social del capitalismo, la prensa internacional conservadora lanzó una de sus habituales campañas propagandísticas para vender de nuevo la mentira del supuesto éxito conseguido por el cambio político y económico en los antiguos países socialistas europeos.
La escenificación de una alegría impostada en ceremonias de auto alabanza (con evidentes concesiones al nacionalismo alemán) y la presencia, y, después, las imágenes difundidas por el mundo de Gorbachov, George Bush, Kohl, Merkel, Wałesa y otros (incluso Medveded) celebrando la “victoria sobre el comunismo”, escondían el sufrimiento social causado por el retroceso hacia el capitalismo en toda la Europa oriental, y se revelaban como la gran mentira de los festejos de Berlín.
Hace un año, en enero de 2009, haciéndose eco de un estudio de la Universidad de Oxford, el diario italiano Il Manifesto publicaba un artículo sobre las consecuencias de las privatizaciones y de las reformas de la llamada terapia de choque de Yeltsin y Gaidar en Rusia. El trabajo que citaba el diario italiano había sido publicado en la revista médica Lancet y llevado a cabo por David Stuckler, de la Universidad de Oxford, Lawrence King, de la Universidad de Cambridge, y Martin McKee, de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, utilizando datos de organismos de la ONU, como la UNICEF, después de una investigación de cuatro años. Un millón de muertos. Ese era el resultado de la investigación que concretaba el aumento de la mortalidad (casi un trece por ciento, durante los años noventa) a consecuencia del desempleo, las privatizaciones y la aplicación de las recetas liberales que extendieron el hambre, la miseria y causaron la destrucción de la economía rusa. Debe hacerse la precisión de que el estudio abarcó la mayor y más poblada república soviética, pero que, de hecho, Rusia representa sólo la mitad de la población que componían las quince repúblicas soviéticas, y tampoco abordaba lo sucedido en el resto de países socialistas, que, juntos, sumaban otros cien millones de habitantes. Ese estudio publicado en Lancet, por tanto, sólo habla de la mortandad causada entre ciento cincuenta millones de habitantes, mientras que el conjunto de la población de la Europa socialista alcanzaba los cuatrocientos millones. No debe olvidarse, además, que esas cifras son estimaciones, puesto que otros estudios elevan mucho más el número de víctimas: piénsese en el aumento de la mortalidad infantil, en el retroceso de la natalidad, en el descenso de la población (a veces, por la emigración; en otras, por causas distintas, que no siempre es fácil clasificar). Ucrania, por ejemplo, ha descendido desde los 52 millones de habitantes que tenía en el socialismo, en 1991, a los actuales 46 millones, dieciocho años después.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Por supuesto, nada de eso se vio reflejado en los festejos de Berlín, ni el gobierno pronorteamericano de Yushenko y Timoshenko, ni los países capitalistas occidentales se han preguntado hasta ahora por la causa de un desastre demográfico de tal magnitud. Y es sólo un ejemplo, aunque sea de los más dramáticos. La antigua RDA, que contaba con dieciséis millones de habitantes, ha perdido dos, sobre todo por la emigración, y muchas ciudades se están despoblando. Incluso el International Herald Tribune (en su edición del 15 de enero de 2009) se hacía eco de la muerte prematura de unos tres millones de personas en el conjunto de los antiguos países socialistas europeos, según datos de los organismos de la ONU, y de la pérdida de unos diez millones de personas en esos territorios. Ante el horror y la contundencia de las cifras, Jeffrey Sachs (uno de los principales asesores de la terapia de choque capitalista en Rusia y otros países) intentó descalificar esas estimaciones y, en una carta a The Financial Times, consideró un éxito la reforma en Polonia, Chequia y Eslovenia, al tiempo que achacaba la mortandad en la antigua URSS a una evolución que se inició en la década de los sesenta del siglo XX, y a “la pobre dieta alimenticia soviética” (afirmaciones que la excelente investigación de Serguei Anatolevich Batchikov, Serguei Iurevich Glasev y Serguei Georguevich Kara-Murza, en El libro blanco de Rusia. Las reformas neoliberales (1991-2004), deja por completo en evidencia). Refutando a Sachs en esas mismas fechas, en una entrevista en The Times, el premio Nobel Joseph Stiglitz afirmó que la terapia de choque fue “una política económica desastrosa”. El capitalismo ha llevado a la muerte a millones de personas, y no sólo en anteriores etapas históricas, sino en estos últimos años. La desaparición del socialismo europeo no fue un éxito, sino una catástrofe, y centenares de miles de personas vivirían aún de no haber mediado ese desastre que celebraban en Berlín.
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Bajo el socialismo, con el trabajo, asegurado para toda la vida para cualquier ciudadano, se disponía de casa, de asistencia médica, vacaciones y jubilación. Nadie pensaba en el desempleo, ni en los desahucios y la falta de techo, ni en las abusivas hipotecas de por vida, ni esperaba con temor una vejez desamparada y pobre. La privatización trajo consigo la pérdida de millones de puestos de trabajo, el desmantelamiento de buena parte de la industria, creó una espantosa corrupción, y. además, desató la miseria, la desesperación, el aumento del alcoholismo, de los suicidios, el abandono de niños, las pensiones de miseria, la introducción de ciegos criterios de mercado por encima del interés social, mientras se enriquecía una minoría.
El desastre en las instituciones científicas, el retroceso en la investigación, la ruina de la cultura, la introducción desde el Occidente capitalista de los más banales y zafios recursos de entretenimiento y alienamiento popular, la planificada destrucción de las costumbres sociales de ayuda mutua y solidaridad, fue acompañada por la exaltación del egoísmo personal y la búsqueda del bien privado, porque lo común pasó a ser considerado sospechoso por el nuevo poder capitalista. El desmantelamiento de la sanidad pública, el aumento de los precios de las medicinas, la reducción de la esperanza de vida, afectaron de manera determinante a la población. Todavía desconocemos las cifras de suicidios, las muertes causadas por el alcoholismo de quienes habían caído en la desesperación; la mortalidad debida a la proliferación de enfermedades como la tuberculosis, que afectan ahora a millones de personas, el destino de muchos de los centenares de miles de vagabundos y de niños abandonados que llenaron toda la geografía de la Europa oriental, y que siguen viéndose hoy, que fueron consecuencia directa de la salvaje implantación del capitalismo. Si hace dos décadas el hambre era desconocido en toda la Europa oriental, hoy afecta a millones de personas. Se dispone de algunas estadísticas parciales: en Ucrania, hoy, por ejemplo, un millón y medio de personas pasa hambre.
Esa política, impulsada en Rusia por el sanguinario Yeltsin, y por personajes como Gaidar y Chubais, tenía detrás a académicos norteamericanos neoliberales como el citado Jeffrey Sachs, y suecos como Anders Åslund (ayer, asesor económico en Rusia y Ucrania, y hoy responsable del programa ruso y euroasiático de Carnegie Endowment for International Peace de Washington), y sus ideas recibieron el apoyo entusiasta de Estados Unidos, con Clinton al frente (el presidente a quien tanta risa daban las ocurrencias del alcoholizado Yeltsin); tenían el sostén de Alemania, con Helmut Kohl; de Gran Bretaña, bajo John Major; y de Francia, con Mitterrand, y, después, Chirac.
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Dmitry Vrube: Dios, ayúdame a sobrevivir a este amor fatal (1998) |
Con apoyo occidental se produjo el mayor robo de la historia de la humanidad, en la Unión Soviética y en el resto de países socialistas europeos. No hubo frenos al latrocinio. Incluso, como ocurrió en Bulgaria, llegaron a devolver al rey Simeón ¡más tierras de las que poseía antes de la nacionalización decretada al finalizar la Segunda Guerra Mundial! Solamente en la RDA, aunque suele alegarse el gran volumen de las “ayudas” desde la RFA a las nuevas regiones del Este, se oculta que Bonn se apoderó de todo el patrimonio nacional de la RDA, que tenía un valor calculado en el doble de los desembolsos realizados por Bonn: la deliberada destrucción de la industria del Este alemán, exigida por los empresarios y aplicada por el gobierno occidental, forzó a la emigración de centenares de miles de ciudadanos y aceleró el envejecimiento de todo el territorio oriental. También las mujeres perdieron: en la RDA, trabajaban el 92 % de ellas; hoy, apenas el 69 %. Libertad… para emigrar, y para morir.
Esa realidad es conocida por los investigadores y por los gobiernos, pero no por ello se sienten aludidos los liberales: algunos, aunque no pueden dejar de reconocer el desastre, insisten en las ventajas a largo plazo de la implantación del capitalismo en la Europa del Este. Veinte años después de la desaparición de los sistemas socialistas que gobernaban la Europa del Este, la bien engrasada maquinaria propagandística de los medios de comunicación sigue remachando el clavo de la interpretación sobre aquellos hechos: manejando ideas simples para asuntos complejos, liquidan el expediente evocando la supuesta “rebelión popular contra el socialismo”, para terminar felicitándose, interesadamente, por la “muerte del comunismo” y el “triunfo de la libertad”. Además del recurso a la deshonesta y falsa equivalencia entre nazismo y comunismo, los defensores del capitalismo utilizan otros argumentos. La equiparación entre democracia y capitalismo fue sólo una de las muchas astucias de tramposos que los laboratorios ideológicos del liberalismo desarrollaron con éxito en la Europa del Este, pese a la evidencia de que el capitalismo no trae consigo la democracia: de hecho, ha convivido y convive con regímenes dictatoriales, monarquías autoritarias, estados expansionistas y belicistas, democracias tuteladas, y, también, con el nazismo y el fascismo. Porque la actual democracia liberal (corrompida por el poder del dinero) es sólo una de las formas políticas que ha adoptado el capitalismo. Otra de las trampas que utilizan los liberales es la condena universal del socialismo por los excesos y crímenes del pasado, mientras que el capitalismo es presentado como carente de historia: parecería que ni el colonialismo, el imperialismo, las matanzas y la represión en todos los países, existieron nunca, y, si se recuerdan, son para considerarlos fenómenos históricos que no tienen nada que ver con el capitalismo actual, pese a las guerras que mantiene. Para la propaganda liberal, ese capitalismo está representado apenas por los países más desarrollados, no por los más pobres: es Francia, no Egipto; es Alemania, pero no Indonesia; es Estados Unidos, pero no Haití. El entusiasmo liberal por la revisión de la historia llega al extremo de querer equiparar comunismo y nazismo por el procedimiento de negar la evidente filiación del fascismo con el capitalismo, y con la abusiva utilización del término “totalitario” que permite crear el espejismo de un capitalismo “democrático” que se habría opuesto al totalitarismo de nazis y comunistas, idea que no resiste la menor comprobación empírica, porque el nazismo y el fascismo no fueron derrotados por las potencias capitalistas sino por el socialismo soviético.
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Lenin coronado. Vitaly Komar |
Nikolái Rizhkov, que fue, desde 1985 hasta 1990, presidente del gobierno soviético con Gorbachov, y que hoy, como senador, defiende la política de Putin, considera que “la desaparición de la URSS fue una tragedia”, y todos los indicadores sociales y económicos lo confirman. No sólo en lo económico: Rizkhov cree que Gorbachov negoció mal el “asunto alemán” y que nunca debió aceptar que la Alemania unificada permaneciese en la OTAN. Esa imposición estimuló la voracidad y la ampliación posterior de esa alianza, que ha llegado a engullir incluso a tres antiguas repúblicas soviéticas, y a establecer cuarteles norteamericanos en las puertas de Rusia. El Pacto de Varsovia fue desmantelado; la OTAN sigue planificando guerras. Se seguirá discutiendo durante mucho tiempo sobre esa catástrofe. Hoy, las diversas explicaciones llegan desde la indigencia intelectual y la deshonestidad política de los medios liberales, pasando por la severidad de un sector de la izquierda (socialdemócrata, trotskista, anarquista) que condena, a veces sin matices, la experiencia del socialismo real , y terminando con la hagiografía de otro sector de la izquierda (comunista) que rechaza cualquier análisis crítico de la realidad de los antiguos países socialistas europeos. También, figuran las de quienes intentan ser equilibrados y honestos a la hora de juzgar lo que fue el “socialismo real” y, sobre todo, lo que ha supuesto para la población el retorno al capitalismo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Desde la Polonia que acaba de prohibir la bandera roja y los símbolos comunistas (igual que hicieron Hitler, o Franco, o Mussolini), desde la Chequia que intenta prohibir ahora el partido comunista; desde los países bálticos, que con su feroz falsificación histórica relegan a los comunistas a la clandestinidad y absuelven a los nazis locales de su complicidad con el Reich hitleriano; desde la Alemania unida que persigue el recuerdo de la RDA, o desde la Rusia que quiere destruir al partido comunista, todos esos países, unidos al gran altavoz de la propaganda liberal que tiene su centro en Estados Unidos, se agrupan tras Washington en una poderosa coalición que sigue saludando como una gran victoria de la libertad el vendaval que se inició en 1989 y culminó, primero, en 1991, con la desaparición de la URSS, y finalmente, en 1993, con el golpe de Estado de Yeltsin en Rusia, que consolidó la vía golpista al capitalismo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]La política de Gorbachov segó la hierba bajo los pies de los dirigentes comunistas europeos, porque estimuló las protestas y anunció tácitamente que Moscú no movería un dedo para sostener a la Europa oriental. Incluso se estimularon las protestas: los gobiernos se vieron abocados a iniciar improvisadamente reformas, a entablar procesos de negociación con la oposición y, en última instancia, a ceder el poder. No obstante, pese al análisis predominante que hoy se hace en Occidente (sostenido con entusiasmo por los beneficiarios del cambio de régimen: una mezcla, según los países, de antiguos disidentes, viejos “comunistas” reconvertidos al capitalismo y nuevos burgueses surgidos de la rapiña y el caos), que puede resumirse en la falsa foto fija de una “rebelión contra el socialismo”, lo cierto es que las manifestaciones de 1989 en la Europa del Este no reclamaban nunca el capitalismo: querían reformar el socialismo, acabar con el autoritarismo y los abusos del poder comunista, conquistar la libertad y acabar con el temor reverencial al poder, conservando las estructuras económicas del socialismo. Sin embargo, las explicaciones no son sencillas, y aunque desconocemos todavía buena parte de las complicidades y de la acción que desarrollaron las grandes potencias, no se sostiene la interpretación liberal de un hartazgo popular, porque buena parte de la población permaneció a la expectativa. La supuesta rebelión popular en Rumania contra Ceaucescu, por ejemplo, nunca existió: hubo importantes y nutridas manifestaciones, sí, pero el general Stanculescu ha revelado recientemente que el golpe de 1989 que terminó con la sentencia a muerte del presidente del país contó con la complicidad soviética y norteamericana. Al margen del turbio carácter del personaje, y de su afán por justificar su papel, lo cierto es que seguimos desconociendo muchos aspectos de los acontecimientos de ese año, y no sólo en Rumania, aunque no todos obedecen a causas conspiratorias. Es cierto que las maniobras y operaciones planificadas operaron sobre un descontento popular que se manifestaba en la población católica polaca, en la insatisfacción por la limitación de movimientos en la RDA, Hungría o Checoslovaquia, en la escasez de abastecimientos en Rumania, Bulgaria o la URSS, y en la aspiración a la libertad, pero la clave está en la pasividad del Moscú de Gorbachov y en la incapacidad de los gobiernos comunistas para afrontar y canalizar unas protestas pacíficas que, en su origen, no iban masivamente contra el socialismo: ni siquiera tras el hundimiento de la Europa socialista en 1989, en la URSS que veía crecer la demagogia de Yeltsin y que le llevó a ganar las elecciones rusas y a disolver la Unión Soviética en 1991, nunca su gobierno se atrevió a explicar a la población que su propósito era implantar el capitalismo.
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Alexandre Kosolapov, San Sebastián. Del Tríptico La Adoración, 1980. |
Uno de los mecanismos de robo impuestos a la población fueron las altas tasas de inflación en toda la zona (¡que llegaron a superar los tres dígitos!) a causa de la decretada liberalización de precios, lo que supuso una brutal devaluación de los ahorros de la población. Junto a ello, la masiva desindustrialización, que llevó a caídas de la producción superiores al 50 % en muchos países, y la consiguiente introducción de capital, tecnología y empresas occidentales que se apoderaron de la estructura productiva en Checoslovaquia, Hungría, Polonia y otros países. El aumento de los precios no fue equilibrado con un aumento de los salarios, y esa fue una de las vías para favorecer la acumulación de los nuevos capitalistas y para desarmar cualquier conato de protesta, porque la población debía emplear toda su energía en asegurarse el sustento diario, siempre por debajo de la dieta alimenticia habitual que tenía en el socialismo. Los salarios continúan siendo hoy mucho más bajos que en el occidente europeo, y eso explica la instalación de empresas occidentales para explotar una mano de obra barata, pero educada y con gran capacidad técnica. La privatización de los bienes del Estado (a través de ventas amañadas, subastas falseadas o “reparto” de participaciones que, inevitablemente, acabaron en manos de los nuevos capitalistas) trajo consigo un cambio total de propiedad, de la que se aprovechó la gran empresa occidental. Los nuevos bancos que operan en la Europa oriental, por ejemplo, son controlados casi en su totalidad por capital extranjero, y la introducción de las empresas capitalistas europeas buscó desde el principio apoderarse de buena parte de los sectores económicos de cada país, junto a la explotación de mano de obra y la especulación financiera y urbanística, y, en ocasiones, a la creación de “industrias” tan repulsivas como la que se dedica a la pornografía en Budapest, convertida en el mayor centro europeo de ese negocio.
La deuda externa combinada de los países europeos orientales en 2008, excluida Rusia, superaba con mucho (en casi 200.000 millones de euros) el monto total de las inversiones extranjeras (que han sido de unos 450.000 millones) acumuladas en los casi veinte años anteriores: un mal negocio, desde cualquier punto de vista. La emigración ha supuesto un golpe demoledor para la mayoría de los países, y, al tiempo, un recurso inevitable para la subsistencia de muchas familias. Aunque las estadísticas son precarias e incompletas, sabemos que más de un millón de polacos han emigrado a Gran Bretaña, y contingentes numerosos a otros países, y el gobierno de Bucarest considera que tres millones de rumanos han abandonado el país. También, sabemos que casi cuatrocientos mil moldavos han emigrado, casi el diez por ciento de la población. Centenares de miles de niños han sido abandonados por sus padres, o han quedado al cuidado de otros familiares. En Polonia, unos quince mil niños han terminado en orfanatos. El fenómeno es particularmente grave en Ucrania, Moldavia, Rumania y Bulgaria. Solamente en Rumania, según la Fundación Soros(que no es sospechosa, precisamente, de tener simpatías por el viejo socialismo real), hay trescientos cincuenta mil niños abandonados. El corolario de todo ello es el aumento de la delincuencia, de la explotación sexual de muchos de esos niños, del tráfico de personas. La caída de la esperanza de vida ha sido también constante y documentada por entidades locales e internacionales. Agrupando a todos los antiguos países socialistas europeos y las dos mayores repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania, en 1993 hubo casi 700.000 muertes más que en 1989. En un solo año. El fenómeno, aunque con altibajos, fue constante durante toda la década final del siglo XX. Esa terrible mortandad debe tenerse en cuenta al hablar del supuesto “éxito” de la transición del socialismo al capitalismo.
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Cóctel Molotov. Alexandre Kosolapov. |
Ahora, tras veinte años de capitalismo, las recetas que gobiernos, e instituciones como el FMI, aplican contra la crisis en que se encuentran los países del Este europeo son las tradicionales del más feroz liberalismo: nuevas reducciones salariales, aumento de impuestos a la población, recortes sociales, reducción de pensiones, desmantelamiento de servicios, con el aumento consiguiente de la pobreza. La omnipresente corrupción, con raíces propias pero también instigada por la actuación de los empresarios occidentales; la degradación cultural, con dramáticas caídas de los índices de lectura y la desaparición o emigración de buena parte de los científicos y de las instituciones dedicadas a la investigación y la cultura; la destrucción de los valores de solidaridad, que ha sido constante y sistemática, sustituyéndolos por la noción del éxito y del enriquecimiento rápido, definen un amenazador futuro inmediato.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Junto a ello, los rasgos populistas, nacionalistas e incluso racistas (cuando no directamente fascistas, como se ha visto en la rehabilitación de los nazis locales en los países bálticos) han impregnado el discurso político de las nuevas élites, que, además, juzgan razonable acompañar en aventuras militares exteriores a Washington, como ha ocurrido en Iraq y Afganistán. La sumisión de las nuevas élites gobernantes de los países de la Europa del Este a los Estados Unidos se constata en la humillante carta suscrita, con ocasión de la agresión de Georgia a Osetia del Sur en el verano de 2008, por antiguos presidentes de algunos países, como el polaco Lech Wałesa, el checo Vaclav Havel, la letona Vaira Vike-Freiberga, el lituano Valdas Adamkus, entre otros (todos, anteriores cómplices de las sanguinarias aventuras bélicas de Bush), donde se alarmaban por el descenso del atractivo de Estados Unidos entre la población de sus países, se declaraban decididos “atlantistas”, y llamaban a “defender a Georgia” y a incluir a este país y a Ucrania en la OTAN, además de a evitar la influencia de Rusia en la Europa oriental y a limitar la capacidad de exportación de hidrocarburos rusos hacia el resto del continente: sin percatarse, esos aplicados discípulos de Washington, definían un completo programa de expansión para Washington en la zona… firmado por quienes ayer se proclamaban celosos defensores de la libertad y la independencia de sus países.
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La agencia Reuters informaba recientemente de la nostalgia del socialismo entre la población de la Europa del Este: apenas el treinta por ciento de los ucranianos es partidario del cambio producido (en 1991, un 72 % llegó a creer que la conversión sería positiva), en Lituania y Bulgaria ya son mayoría quienes rechazan el cambio; y en Hungría, el 70 % de quienes eran adultos en 1989, confiesa su decepción por el capitalismo y por el abandono del socialismo. Algo similar ocurre en los países que formaron la antigua Yugoslavia. En Alemania del Este apenas una cuarta parte de la población se siente ciudadana plena de la nueva Alemania. Y en Rusia todas las encuestas siguen recogiendo que la mayoría de la población considera una tragedia la desaparición de la URSS. Lo mismo ocurre en las otras repúblicas soviéticas.
Es cierto que muchos aspectos negativos del socialismo real han sido olvidados por la población, sin duda porque el hecho incontestable es que la libertad no existe con la precariedad, el desempleo, la incertidumbre, la corrupción, el miedo al futuro. No obstante, aunque no sea el objeto de estas líneas, la aspiración a la libertad y a formas de participación reales en la antigua Europa socialista eran cuestiones de máxima relevancia que fueron ignoradas en los países del socialismo real, como los serios desajustes de su economía que se pusieron de manifiesto a lo largo de la década de los años ochenta. La constatación del desastre social de la restauración capitalista hace aumentar la nostalgia en toda la antigua Europa socialista, pero no resuelve los problemas actuales de la población, porque la reconstrucción de los instrumentos de oposición capaces de proponer opciones socialistas viables no será sencilla: la mayoría de los partidos comunistas fueron destruidos, sus miembros, perseguidos, la ideología comunista sistemáticamente difamada, y los gobiernos y partidos liberales mantienen un control absoluto de los medios de comunicación. Los comunistas rusos hablan de la naturaleza criminal del actual régimen ruso, pero la clase obrera soviética ha sido en gran parte destruida por el proceso de desmantelamiento industrial, y eso limita su capacidad de lucha. Pese a ello, subsisten importantes partidos comunistas en Rusia, República Checa y Ucrania, y se ha creado un nuevo referente en Alemania.
A la vista del sufrimiento social causado en estas dos décadas, debemos concluir que no había nada que celebrar en Berlín, aunque los muros nunca sean una apuesta por el futuro. La terapia de choque fue un experimento social, del cual el capitalismo no se hace ahora responsable, que se convirtió en una verdadera matanza de dimensiones aterradoras. En toda la Europa oriental, la muerte cabalgó sobre la privatización y el capitalismo. Veinte años después, los ciudadanos de esos países recuerdan las insuficiencias del socialismo real, el autoritarismo, la represión de toda disidencia, el obsesivo control, pero cultivan también la nostalgia de un pasado cercano donde, a pesar de todo, la vida era más humana que ahora, y, por eso, parecen decirnos: Maldito socialismo, cómo te echamos de menos.
Higinio Polo
Revista El Viejo Topo, nº 265
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