Stalin contra Trotski - NUESTRAS DISCREPANCIAS
publicado en el número 12 del diario Pravda el 19 de enero de 1921 firmado por J. Stalin
tomado del blog de GAR kolektiboa en enero de 2012
publicado en el número 12 del diario Pravda el 19 de enero de 1921 firmado por J. Stalin
tomado del blog de GAR kolektiboa en enero de 2012
Nuestras discrepancias en la cuestión de los sindicatos no residen en una apreciación de principio de lo que éstos son. Los conocidos puntos de nuestro programa, que Trotski cita con frecuencia, acerca del papel de los sindicatos y la resolución del IX Congreso del Partido sobre los sindicatos sigue (y seguirán) en vigor.
Nadie discute que los sindicatos y los organismos económicos deban penetrarse ni que se irán penetrando recíprocamente (“compenetración”). Nadie discute que el momento actual del resurgimiento económico del país dicta la transformación gradual de los sindicatos, que por el momento sólo de palabra son industriales, en auténticos sindicatos industriales, capaces de poner en pie las ramas básicas de nuestra industria. En pocas palabras: nuestras discrepancias no son discrepancias de principio.
Tampoco tienen que ver nuestras discrepancias con la necesidad de una disciplina de trabajo en los sindicatos y entre la clase obrera en general. Las habladurías de que una parte de nuestro Partido “suelta las riendas” y deja las masas a merced de las fuerzas espontáneas, son fruto de la estulticia. El papel dirigente de los elementos del Partido en el seno de los sindicatos, y de los sindicatos en el seno de la clase obrera, sigue siendo una verdad incontrovertible.
Menos todavía tienen que ver nuestras discrepancias con la composición de los C.C. de los sindicatos y del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia, desde el punto de vista cualitativo. Todos coincidimos, en que la composición de estos organismos dista mucho de ser ideal, en que los sindicatos han sido diezmados por la serie de movilizaciones militares y de otra índole; todos coincidimos en que es menester devolverles sus viejos cuadros y proporcionarles otros nuevos, en que es necesario facilitarles medios técnicos, etc., etc.
No, no es en este terreno donde residen nuestras discrepancias.
Dos métodos de tratar con las masas obreras.
Nuestras discrepancias se refieren a las formas de reforzar la disciplina de trabajo entre la clase obrera, a los métodos de tratar con las masas obreras, que van siendo incorporadas a la empresa de restablecer la industria, a los caminos a seguir para transformar los débiles sindicatos actuales en sindicatos potentes, verdaderamente industriales, capaces de hacer renacer, nuestra producción industrial.
Existen dos métodos: el método coercitivo (método militar) y el método persuasivo (método sindical).
El primer método no excluye en modo alguno los factores de persuasión, pero estos factores se hallan subordinados aquí a las exigencias del método coercitivo y constituyen para él un medio auxiliar. El segundo método, a su vez, no excluye los factores de coerción, pero estos factores se hallan subordinados a las exigencias del método persuasivo y constituyen para él un medio auxiliar.
Confundir estos dos métodos es tan improcedente como meter en un mismo saco al ejército y a la clase obrera.
Un grupo de funcionarios del Partido, con Trotski a la cabeza, embriagado por los éxitos de los métodos militares en el ejército, supone que es posible y necesario trasplantar estos métodos a los medios obreros, a los sindicatos, con el fin de lograr análogos éxitos en el fortalecimiento de los sindicatos, en el renacimiento de la industria. Pero este grupo olvida que el ejército y la clase obrera son dos medios distintos y que el método que es adecuado para el ejército puede ser inadecuado y pernicioso para la clase obrera y sus sindicatos.
El ejército no es un todo homogéneo; se compone de dos grupos sociales fundamentales, los campesinos y los obreros, siendo el número de aquéllos varias veces mayor que el de éstos. Fundamentando la necesidad de aplicar en el ejército preferentemente los métodos coercitivos, el VIII Congreso del Partido3 se basaba en que nuestro ejército lo integran fundamentalmente campesinos, en que los campesinos no irían a luchar por el socialismo y en que era posible y necesario obligarles a luchar por el socialismo aplicando métodos coercitivos. De ahí surgieron formas de influencia tan típicamente militares como el sistema de los comisarios con las secciones políticas, los tribunales revolucionarios, las sanciones disciplinarias, la provisión de los cargos exclusivamente por designación superior, etc., etc.
Al revés del ejército, la clase obrera constituye un medio social homogéneo con predisposición al socialismo en virtud de su situación económica; es fácilmente influenciable por la agitación comunista, se organiza voluntariamente en los sindicatos y constituye, por todo ello, la base, la médula del Estado Soviético.
No es de extrañar, pues, que el empleo preferente de los métodos persuasivos sea la base de la labor práctica de nuestros sindicatos industriales. De ahí provienen métodos de influencia tan típicamente sindicales como el esclarecimiento, la propaganda de masas, el desarrollo de la iniciativa y de la actividad de las masas obreras, la elegibilidad de los cargos, etc.
El error de Trotski consiste en que menosprecia la diferencia entre el ejército y la clase obrera, en que coloca en un mismo plano a las organizaciones militares y a los sindicatos y en que trata, al parecer por inercia, de trasladar los métodos militares del ejército a los sindicatos, a la clase obrera.
“La mera contraposición de los métodos militares (la orden, el castigo) a los métodos sindicales (el esclarecimiento, la propaganda, la iniciativa) (dice Trotski en un documento) es una manifestación de prejuicios kautskiano-menchevico- eseristas. La contraposición de la organización de trabajo a la organización militar en un Estado obrero es de por sí una bochornosa capitulación ante el kautskismo”.
Eso dice Trotski.
Si hacemos abstracción de la innecesaria palabrería sobre el “kautskismo”, el “menchevismo”, etc., está claro que Trotski no ha comprendido la diferencia que hay entre las organizaciones obreras y las militares, no ha comprendido que la contraposición de los métodos militares a los métodosdemocráticos (sindicales) en el momento de la liquidación de la guerra y del renacimiento de la industria es necesaria, inevitable, y que, debido a ello, trasladar los métodos militares a los sindicatos es erróneo y nocivo.
Esta incomprensión ha servido de base a los folletos de carácter polémico de Trotski acerca de los sindicatos, publicados recientemente. En esta incomprensión está el origen de los errores de Trotski.
5 de enero de 1921.
Nadie discute que los sindicatos y los organismos económicos deban penetrarse ni que se irán penetrando recíprocamente (“compenetración”). Nadie discute que el momento actual del resurgimiento económico del país dicta la transformación gradual de los sindicatos, que por el momento sólo de palabra son industriales, en auténticos sindicatos industriales, capaces de poner en pie las ramas básicas de nuestra industria. En pocas palabras: nuestras discrepancias no son discrepancias de principio.
Tampoco tienen que ver nuestras discrepancias con la necesidad de una disciplina de trabajo en los sindicatos y entre la clase obrera en general. Las habladurías de que una parte de nuestro Partido “suelta las riendas” y deja las masas a merced de las fuerzas espontáneas, son fruto de la estulticia. El papel dirigente de los elementos del Partido en el seno de los sindicatos, y de los sindicatos en el seno de la clase obrera, sigue siendo una verdad incontrovertible.
Menos todavía tienen que ver nuestras discrepancias con la composición de los C.C. de los sindicatos y del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia, desde el punto de vista cualitativo. Todos coincidimos, en que la composición de estos organismos dista mucho de ser ideal, en que los sindicatos han sido diezmados por la serie de movilizaciones militares y de otra índole; todos coincidimos en que es menester devolverles sus viejos cuadros y proporcionarles otros nuevos, en que es necesario facilitarles medios técnicos, etc., etc.
No, no es en este terreno donde residen nuestras discrepancias.
Dos métodos de tratar con las masas obreras.
Nuestras discrepancias se refieren a las formas de reforzar la disciplina de trabajo entre la clase obrera, a los métodos de tratar con las masas obreras, que van siendo incorporadas a la empresa de restablecer la industria, a los caminos a seguir para transformar los débiles sindicatos actuales en sindicatos potentes, verdaderamente industriales, capaces de hacer renacer, nuestra producción industrial.
Existen dos métodos: el método coercitivo (método militar) y el método persuasivo (método sindical).
El primer método no excluye en modo alguno los factores de persuasión, pero estos factores se hallan subordinados aquí a las exigencias del método coercitivo y constituyen para él un medio auxiliar. El segundo método, a su vez, no excluye los factores de coerción, pero estos factores se hallan subordinados a las exigencias del método persuasivo y constituyen para él un medio auxiliar.
Confundir estos dos métodos es tan improcedente como meter en un mismo saco al ejército y a la clase obrera.
Un grupo de funcionarios del Partido, con Trotski a la cabeza, embriagado por los éxitos de los métodos militares en el ejército, supone que es posible y necesario trasplantar estos métodos a los medios obreros, a los sindicatos, con el fin de lograr análogos éxitos en el fortalecimiento de los sindicatos, en el renacimiento de la industria. Pero este grupo olvida que el ejército y la clase obrera son dos medios distintos y que el método que es adecuado para el ejército puede ser inadecuado y pernicioso para la clase obrera y sus sindicatos.
El ejército no es un todo homogéneo; se compone de dos grupos sociales fundamentales, los campesinos y los obreros, siendo el número de aquéllos varias veces mayor que el de éstos. Fundamentando la necesidad de aplicar en el ejército preferentemente los métodos coercitivos, el VIII Congreso del Partido3 se basaba en que nuestro ejército lo integran fundamentalmente campesinos, en que los campesinos no irían a luchar por el socialismo y en que era posible y necesario obligarles a luchar por el socialismo aplicando métodos coercitivos. De ahí surgieron formas de influencia tan típicamente militares como el sistema de los comisarios con las secciones políticas, los tribunales revolucionarios, las sanciones disciplinarias, la provisión de los cargos exclusivamente por designación superior, etc., etc.
Al revés del ejército, la clase obrera constituye un medio social homogéneo con predisposición al socialismo en virtud de su situación económica; es fácilmente influenciable por la agitación comunista, se organiza voluntariamente en los sindicatos y constituye, por todo ello, la base, la médula del Estado Soviético.
No es de extrañar, pues, que el empleo preferente de los métodos persuasivos sea la base de la labor práctica de nuestros sindicatos industriales. De ahí provienen métodos de influencia tan típicamente sindicales como el esclarecimiento, la propaganda de masas, el desarrollo de la iniciativa y de la actividad de las masas obreras, la elegibilidad de los cargos, etc.
El error de Trotski consiste en que menosprecia la diferencia entre el ejército y la clase obrera, en que coloca en un mismo plano a las organizaciones militares y a los sindicatos y en que trata, al parecer por inercia, de trasladar los métodos militares del ejército a los sindicatos, a la clase obrera.
“La mera contraposición de los métodos militares (la orden, el castigo) a los métodos sindicales (el esclarecimiento, la propaganda, la iniciativa) (dice Trotski en un documento) es una manifestación de prejuicios kautskiano-menchevico- eseristas. La contraposición de la organización de trabajo a la organización militar en un Estado obrero es de por sí una bochornosa capitulación ante el kautskismo”.
Eso dice Trotski.
Si hacemos abstracción de la innecesaria palabrería sobre el “kautskismo”, el “menchevismo”, etc., está claro que Trotski no ha comprendido la diferencia que hay entre las organizaciones obreras y las militares, no ha comprendido que la contraposición de los métodos militares a los métodosdemocráticos (sindicales) en el momento de la liquidación de la guerra y del renacimiento de la industria es necesaria, inevitable, y que, debido a ello, trasladar los métodos militares a los sindicatos es erróneo y nocivo.
Esta incomprensión ha servido de base a los folletos de carácter polémico de Trotski acerca de los sindicatos, publicados recientemente. En esta incomprensión está el origen de los errores de Trotski.
5 de enero de 1921.