"Recabarren, Lenin y Trotsky. Diálogos de Moscú"
texto de Carlos Bassaletti y Dante Bravo
publicado en la web de La Pala (la sociología como perspectiva) en enero de 2012
http://www.marxists.org/espanol/recabarren/index.htm
http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?id_ut=luisemiliorecabarren(1876-1924).tipografo,socialistayrevolucionario
texto de Carlos Bassaletti y Dante Bravo
publicado en la web de La Pala (la sociología como perspectiva) en enero de 2012
Si decimos Recabarren… para las nuevas generaciones, ese apellido quizás les suene poco común o quizás no les evoque nada. Ahora si decimos Lenin, eso ya sonaría algo más familiar, aún no sabiendo muy bien de quién se trata. Si digo Trotsky, ya muchos han oído hablar o han escuchado por lo menos hablar del trotskismo. Si decimos que los itinerarios de vida de estos tres personajes se cruzaron por allá por los años 20, en la naciente Unión Soviética, todavía sonaría como un hecho banal. Pero si decimos que los destinos de estos 3 hombres marcarían la historia de sus respectivos países, la historia del movimiento obrero mundial, y la faz del mundo, eso… eso, estamos seguros que sonaría un poquito diferente.
¿Cómo fue que sucedió todo esto?
Por esos vuelcos que tiene la vida, estos tres personajes: el dirigente obrero chileno, el líder de la Revolución bolchevique y el comisario jefe del Ejercito Rojo se encontraron, intercambiaron, y discutieron en Moscú por allá por el 1923.
He aquí la historia de ese encuentro.
Corrían los años 1910. La oligarquía chilena no terminaba de celebrar “su” centenario. Desde el exterior llegaban a Chile noticias parcelarias y generalistas de la revuelta de los pueblos en otros puntos del planeta. Particular atención acaparaba la organización del movimiento obrero en Europa, en Alemania y en Rusia. Muchos miraban con atención la evolución del movimiento obrero en Rusia.
En 1917, la noticia cae como una bomba en Chile. Los periódicos chilenos pertenecientes todos a las clases poderosas titulan: “Los Bolcheviques se toman el poder en Rusia” o “los rojos asaltan el palacio de invierno”. Para los obreros comprometidos del mundo eso sonaba como un grito de liberación. Una revolución, un pueblo armado, un ideal que se estaba construyendo en lejanas latitudes, en tierras de la antigua Rusia Zarista. El historiador Hernán Ramírez Necochea escribió: “La Revolución y los dramáticos sucesos que siguieron a la conquista del poder por el proletariado ruso despertaron la atención de la clase obrera, la conmovieron profundamente; en la prensa popular y en las reuniones políticas y sindicales, se expresaba fervorosa admiración por el pueblo soviético y se daban muestras de incontenible entusiasmo por el advenimiento del primer Estado que dirigía la clase trabajadora”.[1][2]
Para los obreros del Norte de Chile todas esas noticias los llenaban de una esperanza inmensa, los hacían creer que otro mundo era posible. Recabarren dirigente político, escritor y tribuno chileno, quería ver con sus propios ojos, comprobar concretamente de qué se trataba ese vuelco mundial que se estaba produciendo en la historia de la humanidad y cuáles podían ser las posibilidades para la clase obrera chilena. Con mandato y apoyo de todos los obreros del Norte un día cogió rumbo hacia el país de los Soviets. Se sentía en el aire un cambio enorme. Recabarren quería respirar ese aire, sabiendo que Europa –la capitalista y conservadora Europa– se opondría con todas sus fuerzas a la constitución de una República de consejos obreros.
La guerra de intervención liderada por Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, daba sus últimos estertores a fines de 1922. Y justo cuando los Soviets se aprestan a dar la estocada final a los imperialistas europeos, Recabarren con una sobria maleta y con pasaje de tercera clase, se sube en Buenos Aires, el 9 de octubre de 1922, al barco alemán Baden que lo llevará hacia tierras lejanas, hacia la Patria de los Soviets.
Iba a participar en calidad de delegado de la Federación Obrera de Chile, FOCH, en el Segundo Congreso de la Internacional Sindical Roja, y a representar al Partido Comunista de Chile en el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista. Ambos eventos a efectuarse en Moscú.
Recabarren, en nota escrita en alta mar, de fecha 26 de octubre, explica: “Voy viajando en el vapor Baden, de firma y construcción alemana, que hace la línea Hamburgo – Buenos Aires. Por cierto, que dado al alto precio de los pasajes voy en tercera clase y, muy contento de conocer esta situación, me volveré en las mismas condiciones”.
El viaje por mar duró 26 días. Recabarren escribió dos cartas desde Berlín, el 8 y el 9 de noviembre, narrando sus actividades en la capital alemana. En la segunda, relata: “Ayer me he encontrado con una cantidad de delegados franceses que van a Rusia. Iremos juntos a Moscú y partiremos el domingo 12, temprano, desde un puerto alemán hasta Petrogrado y desde allí a Moscú en ferrocarril”.
Llega a Moscú en una fría y nevosa mañana de Noviembre (la temperatura exterior era de 28°C bajo cero). Se aloja con otros delegados internacionales en un hotel cerca del Kremlin. Con los responsables de la organización moscovita acuerdan una reunión con el comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Se le veía excitado y nervioso de encontrarse tan lejos de su país pero tan cerca del ideal revolucionario por el cual había luchado toda su vida. Eran momentos intensos y profundos cuando, con los delegados de los otros países, salían a recorrer las gélidas calles de Moscú. Se formaban interminables discusiones cuando, muertos de frío, entraban a un café para poder sacarse la nieve de encima y recalentarse un poco cerca de una estufa a leña.
La primera reunión con el Comité Central fue muy formal. Allí llegó a las 9 de la mañana don Luis Emilio. Llegó como chileno, como pampero del salitre y como comunista. Quedó sorprendido cuando Lenin con ese vozarrón que lo caracterizaba le da la bienvenida,
─ Bienvenido camarada Recabarren, ─ le dice levantando la mano y haciendo esfuerzos para pronunciar bien su apellido─ en nombre de los soviets de obreros, campesinos y soldados, le agradecemos fraternalmente su presencia desde tan lejos y de un rincón del globo que en verdad conocemos demasiado poco.
Desde el fondo de la pieza, con una actitud muy púdica y sin querer sentarse, Recabarren asienta con la cabeza en señal de dar las gracias.
Trotsky interviene con esa retórica grandilocuente que haría de él uno de los mejores oradores de la revolución. Levantando el índice derecho a la altura de su hombro le dice,
─ En todo caso, querido camarada, los revolucionarios del mundo tenemos una sola patria: ¡la Tierra! y un sólo objetivo: ¡el socialismo!…
Recabarren estaba sorprendido y halagado. Le gustaba la solemnidad y los grandes discursos graves y majestuosos. Pero tanta pompa era como inusitado para él. No sabía si mirar a su traductor o a los miembros del C.C. cuando éstos se dirigían a él. Lenin presentó a casi todo el Comité Central, por lo menos a los que estaban presente. En esa presentación estaba cuando se produjo un instante de silencio penetrante. Los grandes silencios hacen aumentar el ambiente anxiógeno. Todos mirando a Recabarren, esperando una intervención suya, lo miran con caras expectantes. Recabarren se da cuenta y para desdramatizar ese ambiente tan solemne dice,
─ Antes de entrar en lo serio les pregunto, ─ y apuntando hacia la ventana que daba a la Plaza Roja continua ─ ¿cómo ustedes pueden vivir con tanto frío y tanta nieve?
El intérprete no puede impedirse de esbozar una leve sonrisa cuando traduce la frase de Recabarren, lo que preparó el terreno para que todos estallaran en una risa general.
Ahí el protocolo desapareció. Muchos se soltaron y Bujarin, tipo amable y bonachón, muerto de la risa le pregunta,
─ ¿Qué temperatura hace actualmente en Chile camarada?
─ Bueno… Chile es muy largo, ─ responde Recabarren un poco intimidado ─, no tiene temperaturas uniformes. Podríamos decir que en las ciudades del Norte de Chile, como Antofagasta por ejemplo, hoy día debe haber unos 30 grados ─ Diciendo esto, hace ese típico movimiento de mano del chileno cuando quiere expresar el famoso “más o menos”.
Todos hacen un ¡ooh! de admiración moviendo las cabezas, como sorprendidos de tanta diferencia de temperatura entre ellos y Chile. Zinoviev se da vuelta y les explica a sus camaradas, en voz baja, que en el hemisferio sur está llegando el verano, así que no es sorprendente que hagan esas temperaturas.
Recabarren vuelve a tomar la palabra y, a pesar de que el tono aún era muy serio, ya el ambiente estaba más relajado.
─Agradezco, camaradas, en nombre del partido comunista y de los sindicatos chilenos, el tiempo escaso que ustedes disponen para recibirme tan calurosamente. Agradezco además que se interesen en mi país, tan austral y tan pequeñito y que comprendan en las disímiles realidades en las que viven nuestros países.
Bujarín, Kamenev, Zinoviev, Stalin, Trotsky y Lenin, asienten inclinando sus cabezas para confirmar que entienden lo que Recabarren expresa.
El dialogo continuó y se extendió durante 4O minutos aproximadamente. Hablaron de todo. Movilizaciones sindicales, rol del partido comunista en Chile, estado de consciencia de clase del obrero pampino, rol de los aparatos represivos, estrategias de la oligarquía chilena, etc. De repente entró un asistente a la sala de reunión y murmuró algo al oído de Lenin. Éste, mirando el gran reloj de la sala del C.C., le dice a Recabarren que quedaban tan sólo algunos minutos y que, para concluir, le dejaban la palabra a él.
Recabarren, consciente de la premura, insiste con una última pregunta.
─Camaradas, me gustaría saber sumariamente -al menos- cómo lograron ustedes vencer tanta oposición y sabotaje violento en contra de los trabajadores rusos, pues sabemos que combatieron no sólo en contra de los ejércitos zaristas de Kolchak, Denikin y otras bandas armadas reaccionarias, sino también lograron vencer a varios regimientos polacos, húngaros, rumanos, franceses, ingleses, etc.
Lenin haciendo un gesto con la mano como diciendo « esto va para largo » se retiene y le responde,
─Dejaré la palabra al camarada Trotsky, pues él fue el artífice en terreno de las victorias del pueblo en uniforme.
Trotsky se demora algunos segundos en hablar y dándole mucho peso a sus palabras se dirige a Recabarren,
─ Camarada Recabarren, estoy sorprendido que Ud. sepa tanto de lo que pasa en mi país y yo sepa tan poco de lo que pasa en el suyo. Para abreviar, porque nos queda poco tiempo, le puedo decir que podríamos escribir libros y libros con las proezas y sufrimientos del Ejército Rojo durante estas campañas, pero lo resumiré en cuatro frases: “1) alto grado de convicción del objetivo, 2) férrea organización, 3) lealtad entre oficiales y tropas y 4) compromiso por igual de dirigentes y base.
Bujarin lo interrumpe añadiendo,
─ Un aspecto esencial, camarada, es que la base vea que su dirigente arriesga tanto como ellos. Hay que predicar con el ejemplo.
Recabarren, sabiendo que si no aprovecha de hablar en ese momento, ya después le sería muy difícil, insiste con otra pregunta.
─ ¿Cuáles son las tareas inmediatas de la Revolución en estos momentos?
Lenin tomo la palabra para responder y al mismo tiempo insistir que debían concluir la reunión lo más rápidamente posible.
─Las tareas, camarada Recabarren, son muchas y variadas. En un decenio debemos normalizar la producción para obtener alimentos, vestuario y vivienda para – al menos – el 90% de nuestros habitantes, trabajar con energías redobladas en la necesaria electrificación del país y su, más necesaria aún alfabetización, hacer que la educación y salud sean gratuitas para el total de nuestros habitantes, fomentar decididamente el deporte y las artes y sostener los esfuerzos reivindicativos de todos los trabajadores del mundo. Debo haber olvidado muchas cosas más, pero ya nos veremos otro momento y conversaremos más de todo esto.
Diciendo estas palabras, avanza hacia Recabarren para darle la mano en signo de saludo y de finalización de la reunión, felicitándolo por tan increíble labor desarrollada con los obreros y los pobres chilenos y por su enorme sacrificio de casi un mes de viaje por venir a Moscú. Todos se amontonan al lado de Recabarren y uno a uno se van despidiendo de él.
La reunión había durado alrededor de 45 minutos, terminándose entre risas saludos y abrazos fraternales. Recabarren percibió la figura del delegado chino Chou en Lai, en el umbral de la puerta y se dijo a sí mismo que había que apurar el paso. Fue así que deja la famosa sala de reuniones del C.C., no sin antes saludar a su amigo Chou en Lai.
Después de la reunión, se encontró en los pasillos con Zinoviev, que haciéndole un gesto con las manos “en signo de beber”, lo invita a tomar algo al subsuelo.
Por esos años el Kremlin tenía en el subsuelo una especie de cantina-cafetería donde comían los soldados y la gente que trabajaba en las distintas dependencias. Allí entre el humo de los cigarrillos y el vapor de los samovares, descendió Recabarren, una vez terminada la reunión acompañado de Zinoviev.
Más adelante, conociendo ya el lugar, iría más seguido, sobretodo después de las reuniones (muy formales) con los con los dirigentes del PCUS ruso. Digo formales porque muchos dirigentes y soldados tenían, como Lenin tenía, un carácter muy reservado y muy austero.
Lenin era muy riguroso dentro de la organización. Según él, el tiempo, la pertinencia y la eficacidad de los encuentros debía ser una preocupación constante de los dirigentes soviéticos. Esta conducta contrastaba con los otros miembros del Comité Central Bolchevique a los cuales les encantaba conversar, intercambiar, beber vodka y fumar mucho.
Los intercambios en la cafetería del Kremlin eran más bien coloquiales y fraternales. Trotsky, Stalin, Kamenev, Zinoviev, entre otros, acompañaban a veces a Recabarren y se enfrascaban en discusiones memorables. Stalin y Kamenev eran fumadores empedernidos e invitaban a Recabarren a fumar esos famosos cigarrillos negros, que eran muy fuertes para la garganta de un chileno acostumbrado a fumar tabaco rubio.
Pasaban a veces momentos interminables tratando de entenderse. Hablaban un poquito en español, otro poco en alemán, en inglés o en ruso. Recabarren conocía algunas palabras rusas que estudió durante su largo viaje a la Unión Soviética. No sabía pronunciar muy bien, claro está, pero se defendía como podía. Sabía saludar en ruso y conocía las palabras claves como obrero, trabajo, lucha de clases, etc. Zinoviev había estudiado un poco de español y con él las conversaciones eran más fluidas. Cuando se juntaban, fuera de las reuniones sistemáticas y programadas, los intercambios eran más fraternales. Stalin se interesaba mucho en conocer el alma de los chilenos, cómo actuaban, qué pensaban. Lenin quería saber más de la geografía chilena y sus recursos naturales. Kamenev y Trotsky se interesaban indistintamente en las flores, el vino, la comida, el clima y/o las frutas chilenas. Recabarren les hablaba del desierto, de las minas, de los ingleses y de la miseria de los mineros del Norte. Todos lo escuchaban en un silencio religioso. Recabarren tenía el alma de un tribuno. Captaba muy fácilmente la atención de sus interlocutores.
De regreso a Chile.
Entre diciembre de 1922 y enero de 1923, se llevó a cabo en Chile una campaña con el fin de reunir fondos para costear el pasaje de regreso de Recabarren desde Europa. Llegó a Santiago, el 19 de febrero de 1923. Existía gran expectación por el mensaje que traía. La prensa reaccionaria había especulado que venía desilusionado.
Miles de personas habían desfilado por las calles, cantando himnos revolucionarios y enarbolando banderas rojas. Coreaban su nombre. La muchedumbre desbordaba la Plaza de Armas. Cuando se calmó la tempestad de gritos y cantos, Recabarren se dirigió a la multitud: “Fui a la URSS a ver si los campesinos, obreros y soldados estaban en el Poder y los vi en el Poder. El Ejército Rojo es el pueblo en uniforme y el avenir de la Revolución mundial se ve difícil, pero es una gran lucha que vale emprenderla, ¡el capitalismo es nuestro obstáculo! (…) En Rusia no existe la burguesía gobernante, en Rusia no existe el capitalismo explotador, en Rusia las fábricas, los campos, la producción está en poder de los trabajadores…” Aplausos y exclamaciones de aprobación rubricaron sus palabras. La gente lo llevó en hombros hasta su casa. Ese mismo mes comenzó a entregar las experiencias recogidas en su viaje a Rusia. La primera conferencia la dictó en el teatro Esmeralda de la capital.
En marzo de 1923 se publicó en Santiago La Rusia Obrera y Campesina. Algo de lo visto en su viaje, por Luis Emilio Recabarren. Un folleto de 94 páginas. Explicaba su autor: “Sobre lo que vi y constaté durante los 43 días que estuve en Moscú, he escrito algunos artículos, cinco de los cuales se publicaron en ‘La Nación’ de Santiago. Esos artículos y las conferencias que he dado, después de mi llegada, de regreso de Rusia, coleccionadas y con agregados que completan las informaciones, son el material que hoy ofrezco en este modesto folletito, con la intención de llevar a los lectores una información real de lo que hasta la fecha lleva construido el proletariado que en Rusia tiene hoy en su poder la suma del poder político y económico; después de haber destruido todo el mecanismo de la sociedad capitalista explotadora” (…) Se me podrá observar –agrega- que 43 días no son suficientes para reconocer e informarse de todo lo necesario en un país que ha cambiado tan fundamentalmente su régimen social, político y económico. Pero yo responderé a eso que yo no fui a Rusia a buscar detalles, que para este objetivo no los necesito, fui solamente a constatar lo más fundamental, con lo cual se construirá el porvenir. Fui a ver si la clase trabajadora tenía en sus manos efectivamente el poder político, con el cual garantice la conservación en sus manos del poder económico. Fui a ver si la clase trabajadora tenía en sus manos la dirección del poder económico, con el cual irá construyendo su bienestar… No fui en busca de menudencias y detalles. Para recoger lo fundamental me alcanzó el tiempo. Y pude ver con alegría, que los trabajadores de Rusia, tenían efectivamente en sus manos toda la fuerza del poder político y económico.”
Vuelvo más convencido que antes.
Escribió Recabarren: “Es de esperar que después de la lectura reposada de este corto folleto, cada proletario sepa tomar el sitio que le corresponde para encaminar sus actividades hacia la realización del programa de combate del comunismo que destruya este sistema capitalista que ya ha probado de sobra su total incapacidad para dar al país ningún bienestar”.
“He vuelto de Rusia, más convencido que antes, de que urge apresurar la Revolución Social que ponga en manos del pueblo todos los poderes para la construcción de la sociedad comunista.
“Continuar con la inactividad o la espera de ilusorias promesas que se renuevan sin cesar, es prologar el estado de explotación capitalista, que permite a unos pocos hacerse millonarios en poco tiempo, mientras la mayoría de la población permanece en la más vil miseria”.
Termina su escrito señalando: “Dar al pueblo los medios para terminar con su malestar es, entre otros, el objetivo de este folleto”.
Esta obra es un contundente desmentido a la falsa afirmación de la prensa oligárquica que Recabarren se habría suicidado porque regresó desilusionado de su viaje a Rusia.
La Cámara de Diputados de Chile rinde homenaje a Lenin.
Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) Secretario General del PCUS y dirigente principal de la revolución Bolchevique, falleció el 21 de enero de 1924. El diputado Luis Emilio Recabarren, quien sentía gran admiración y afecto por Lenin, y por el hecho de haber estado con él físicamente, propuso en la sesión del 5 de febrero de 1924, que la Cámara enviará un mensaje de condolencia al gobierno soviético. Su primer intento resultó fallido. La mayoría derechista se abocó a un homenaje al ex presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson.
Al día siguiente Recabarren volvió a la carga. Preguntó a sus honorables colegas si el rechazo a su proposición se debía a que en Rusia gobernaban los comunistas, los trabajadores, sin considerar que Lenin era una de las principales figuras de la historia contemporánea. Recordó que hasta la prensa burguesa le reconocía sus grandes méritos. Citó el periódico La Nación, del 23 de enero que decía: “El cable ha comunicado que Nicolai (sic) Lenin murió a las 6,30 horas del martes 21 en su residencia particular ubicada en Moscú. Acaso no hay en el momento una figura más interesante en el panorama mundial, que la de este hombre extraordinario. La figura de Lenin es, con todo, de un relieve único”. Recabarren entregó antecedentes de la obra de Lenin y de sus camaradas en Rusia. Luego prosiguió, en medio de interrupciones y de las burlas de los diputados derechistas.
“La personalidad de Lenin se levanta a mucha más altura que la del ex Presidente de Estados Unidos. El ex presidente Wilson dirigió a su gran nación para embarcarla en la pasada guerra, para aumentar el fuego, para destruir la humanidad, para arrastrarla a la horrible matanza de la juventud del mundo en que estaba empeñada la clase capitalista.
Mientras esto hacía Wilson, Lenin, este hombre oscuro y calumniado, esta figura salida de la nada, este hombre que no tembló siquiera ante la inminencia del patíbulo, trató de retirar a Rusia de la guerra, y luchó hasta que lo consiguió.”
No se sabe si fue la capacidad discursiva de Recabarren, el humanismo de algunos o la estupidez de otros, pero la votación fue una sorpresa: 26 votos a favor, 5 en contra y 7 abstenciones.
Fue así como la Cámara de Diputados de Chile, aprobó el envío de un telegrama de pésame al gobierno soviético, que en los hechos era un homenaje a Lenin. Fue el último gesto político y de amistad que cumplió Luis Emilio Recabarren por su camarada y amigo Lenin. Algunos meses más tarde se suicidaría.
P.S. Todas las citas están sacadas de las obras completas de Luis Emilio Recabarren.
[1] Hernán Ramírez Necochea. Historia del movimiento obrero en Chile. Ediciones Literatura Americana Reunida, 1986 – 332 páginas
Se puede acceder a las obras de Recabarren en los links: (son los enlaces que figuran en el original)¿Cómo fue que sucedió todo esto?
Por esos vuelcos que tiene la vida, estos tres personajes: el dirigente obrero chileno, el líder de la Revolución bolchevique y el comisario jefe del Ejercito Rojo se encontraron, intercambiaron, y discutieron en Moscú por allá por el 1923.
He aquí la historia de ese encuentro.
Corrían los años 1910. La oligarquía chilena no terminaba de celebrar “su” centenario. Desde el exterior llegaban a Chile noticias parcelarias y generalistas de la revuelta de los pueblos en otros puntos del planeta. Particular atención acaparaba la organización del movimiento obrero en Europa, en Alemania y en Rusia. Muchos miraban con atención la evolución del movimiento obrero en Rusia.
En 1917, la noticia cae como una bomba en Chile. Los periódicos chilenos pertenecientes todos a las clases poderosas titulan: “Los Bolcheviques se toman el poder en Rusia” o “los rojos asaltan el palacio de invierno”. Para los obreros comprometidos del mundo eso sonaba como un grito de liberación. Una revolución, un pueblo armado, un ideal que se estaba construyendo en lejanas latitudes, en tierras de la antigua Rusia Zarista. El historiador Hernán Ramírez Necochea escribió: “La Revolución y los dramáticos sucesos que siguieron a la conquista del poder por el proletariado ruso despertaron la atención de la clase obrera, la conmovieron profundamente; en la prensa popular y en las reuniones políticas y sindicales, se expresaba fervorosa admiración por el pueblo soviético y se daban muestras de incontenible entusiasmo por el advenimiento del primer Estado que dirigía la clase trabajadora”.[1][2]
Para los obreros del Norte de Chile todas esas noticias los llenaban de una esperanza inmensa, los hacían creer que otro mundo era posible. Recabarren dirigente político, escritor y tribuno chileno, quería ver con sus propios ojos, comprobar concretamente de qué se trataba ese vuelco mundial que se estaba produciendo en la historia de la humanidad y cuáles podían ser las posibilidades para la clase obrera chilena. Con mandato y apoyo de todos los obreros del Norte un día cogió rumbo hacia el país de los Soviets. Se sentía en el aire un cambio enorme. Recabarren quería respirar ese aire, sabiendo que Europa –la capitalista y conservadora Europa– se opondría con todas sus fuerzas a la constitución de una República de consejos obreros.
La guerra de intervención liderada por Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, daba sus últimos estertores a fines de 1922. Y justo cuando los Soviets se aprestan a dar la estocada final a los imperialistas europeos, Recabarren con una sobria maleta y con pasaje de tercera clase, se sube en Buenos Aires, el 9 de octubre de 1922, al barco alemán Baden que lo llevará hacia tierras lejanas, hacia la Patria de los Soviets.
Iba a participar en calidad de delegado de la Federación Obrera de Chile, FOCH, en el Segundo Congreso de la Internacional Sindical Roja, y a representar al Partido Comunista de Chile en el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista. Ambos eventos a efectuarse en Moscú.
Recabarren, en nota escrita en alta mar, de fecha 26 de octubre, explica: “Voy viajando en el vapor Baden, de firma y construcción alemana, que hace la línea Hamburgo – Buenos Aires. Por cierto, que dado al alto precio de los pasajes voy en tercera clase y, muy contento de conocer esta situación, me volveré en las mismas condiciones”.
El viaje por mar duró 26 días. Recabarren escribió dos cartas desde Berlín, el 8 y el 9 de noviembre, narrando sus actividades en la capital alemana. En la segunda, relata: “Ayer me he encontrado con una cantidad de delegados franceses que van a Rusia. Iremos juntos a Moscú y partiremos el domingo 12, temprano, desde un puerto alemán hasta Petrogrado y desde allí a Moscú en ferrocarril”.
Llega a Moscú en una fría y nevosa mañana de Noviembre (la temperatura exterior era de 28°C bajo cero). Se aloja con otros delegados internacionales en un hotel cerca del Kremlin. Con los responsables de la organización moscovita acuerdan una reunión con el comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Se le veía excitado y nervioso de encontrarse tan lejos de su país pero tan cerca del ideal revolucionario por el cual había luchado toda su vida. Eran momentos intensos y profundos cuando, con los delegados de los otros países, salían a recorrer las gélidas calles de Moscú. Se formaban interminables discusiones cuando, muertos de frío, entraban a un café para poder sacarse la nieve de encima y recalentarse un poco cerca de una estufa a leña.
La primera reunión con el Comité Central fue muy formal. Allí llegó a las 9 de la mañana don Luis Emilio. Llegó como chileno, como pampero del salitre y como comunista. Quedó sorprendido cuando Lenin con ese vozarrón que lo caracterizaba le da la bienvenida,
─ Bienvenido camarada Recabarren, ─ le dice levantando la mano y haciendo esfuerzos para pronunciar bien su apellido─ en nombre de los soviets de obreros, campesinos y soldados, le agradecemos fraternalmente su presencia desde tan lejos y de un rincón del globo que en verdad conocemos demasiado poco.
Desde el fondo de la pieza, con una actitud muy púdica y sin querer sentarse, Recabarren asienta con la cabeza en señal de dar las gracias.
Trotsky interviene con esa retórica grandilocuente que haría de él uno de los mejores oradores de la revolución. Levantando el índice derecho a la altura de su hombro le dice,
─ En todo caso, querido camarada, los revolucionarios del mundo tenemos una sola patria: ¡la Tierra! y un sólo objetivo: ¡el socialismo!…
Recabarren estaba sorprendido y halagado. Le gustaba la solemnidad y los grandes discursos graves y majestuosos. Pero tanta pompa era como inusitado para él. No sabía si mirar a su traductor o a los miembros del C.C. cuando éstos se dirigían a él. Lenin presentó a casi todo el Comité Central, por lo menos a los que estaban presente. En esa presentación estaba cuando se produjo un instante de silencio penetrante. Los grandes silencios hacen aumentar el ambiente anxiógeno. Todos mirando a Recabarren, esperando una intervención suya, lo miran con caras expectantes. Recabarren se da cuenta y para desdramatizar ese ambiente tan solemne dice,
─ Antes de entrar en lo serio les pregunto, ─ y apuntando hacia la ventana que daba a la Plaza Roja continua ─ ¿cómo ustedes pueden vivir con tanto frío y tanta nieve?
El intérprete no puede impedirse de esbozar una leve sonrisa cuando traduce la frase de Recabarren, lo que preparó el terreno para que todos estallaran en una risa general.
Ahí el protocolo desapareció. Muchos se soltaron y Bujarin, tipo amable y bonachón, muerto de la risa le pregunta,
─ ¿Qué temperatura hace actualmente en Chile camarada?
─ Bueno… Chile es muy largo, ─ responde Recabarren un poco intimidado ─, no tiene temperaturas uniformes. Podríamos decir que en las ciudades del Norte de Chile, como Antofagasta por ejemplo, hoy día debe haber unos 30 grados ─ Diciendo esto, hace ese típico movimiento de mano del chileno cuando quiere expresar el famoso “más o menos”.
Todos hacen un ¡ooh! de admiración moviendo las cabezas, como sorprendidos de tanta diferencia de temperatura entre ellos y Chile. Zinoviev se da vuelta y les explica a sus camaradas, en voz baja, que en el hemisferio sur está llegando el verano, así que no es sorprendente que hagan esas temperaturas.
Recabarren vuelve a tomar la palabra y, a pesar de que el tono aún era muy serio, ya el ambiente estaba más relajado.
─Agradezco, camaradas, en nombre del partido comunista y de los sindicatos chilenos, el tiempo escaso que ustedes disponen para recibirme tan calurosamente. Agradezco además que se interesen en mi país, tan austral y tan pequeñito y que comprendan en las disímiles realidades en las que viven nuestros países.
Bujarín, Kamenev, Zinoviev, Stalin, Trotsky y Lenin, asienten inclinando sus cabezas para confirmar que entienden lo que Recabarren expresa.
El dialogo continuó y se extendió durante 4O minutos aproximadamente. Hablaron de todo. Movilizaciones sindicales, rol del partido comunista en Chile, estado de consciencia de clase del obrero pampino, rol de los aparatos represivos, estrategias de la oligarquía chilena, etc. De repente entró un asistente a la sala de reunión y murmuró algo al oído de Lenin. Éste, mirando el gran reloj de la sala del C.C., le dice a Recabarren que quedaban tan sólo algunos minutos y que, para concluir, le dejaban la palabra a él.
Recabarren, consciente de la premura, insiste con una última pregunta.
─Camaradas, me gustaría saber sumariamente -al menos- cómo lograron ustedes vencer tanta oposición y sabotaje violento en contra de los trabajadores rusos, pues sabemos que combatieron no sólo en contra de los ejércitos zaristas de Kolchak, Denikin y otras bandas armadas reaccionarias, sino también lograron vencer a varios regimientos polacos, húngaros, rumanos, franceses, ingleses, etc.
Lenin haciendo un gesto con la mano como diciendo « esto va para largo » se retiene y le responde,
─Dejaré la palabra al camarada Trotsky, pues él fue el artífice en terreno de las victorias del pueblo en uniforme.
Trotsky se demora algunos segundos en hablar y dándole mucho peso a sus palabras se dirige a Recabarren,
─ Camarada Recabarren, estoy sorprendido que Ud. sepa tanto de lo que pasa en mi país y yo sepa tan poco de lo que pasa en el suyo. Para abreviar, porque nos queda poco tiempo, le puedo decir que podríamos escribir libros y libros con las proezas y sufrimientos del Ejército Rojo durante estas campañas, pero lo resumiré en cuatro frases: “1) alto grado de convicción del objetivo, 2) férrea organización, 3) lealtad entre oficiales y tropas y 4) compromiso por igual de dirigentes y base.
Bujarin lo interrumpe añadiendo,
─ Un aspecto esencial, camarada, es que la base vea que su dirigente arriesga tanto como ellos. Hay que predicar con el ejemplo.
Recabarren, sabiendo que si no aprovecha de hablar en ese momento, ya después le sería muy difícil, insiste con otra pregunta.
─ ¿Cuáles son las tareas inmediatas de la Revolución en estos momentos?
Lenin tomo la palabra para responder y al mismo tiempo insistir que debían concluir la reunión lo más rápidamente posible.
─Las tareas, camarada Recabarren, son muchas y variadas. En un decenio debemos normalizar la producción para obtener alimentos, vestuario y vivienda para – al menos – el 90% de nuestros habitantes, trabajar con energías redobladas en la necesaria electrificación del país y su, más necesaria aún alfabetización, hacer que la educación y salud sean gratuitas para el total de nuestros habitantes, fomentar decididamente el deporte y las artes y sostener los esfuerzos reivindicativos de todos los trabajadores del mundo. Debo haber olvidado muchas cosas más, pero ya nos veremos otro momento y conversaremos más de todo esto.
Diciendo estas palabras, avanza hacia Recabarren para darle la mano en signo de saludo y de finalización de la reunión, felicitándolo por tan increíble labor desarrollada con los obreros y los pobres chilenos y por su enorme sacrificio de casi un mes de viaje por venir a Moscú. Todos se amontonan al lado de Recabarren y uno a uno se van despidiendo de él.
La reunión había durado alrededor de 45 minutos, terminándose entre risas saludos y abrazos fraternales. Recabarren percibió la figura del delegado chino Chou en Lai, en el umbral de la puerta y se dijo a sí mismo que había que apurar el paso. Fue así que deja la famosa sala de reuniones del C.C., no sin antes saludar a su amigo Chou en Lai.
Después de la reunión, se encontró en los pasillos con Zinoviev, que haciéndole un gesto con las manos “en signo de beber”, lo invita a tomar algo al subsuelo.
Por esos años el Kremlin tenía en el subsuelo una especie de cantina-cafetería donde comían los soldados y la gente que trabajaba en las distintas dependencias. Allí entre el humo de los cigarrillos y el vapor de los samovares, descendió Recabarren, una vez terminada la reunión acompañado de Zinoviev.
Más adelante, conociendo ya el lugar, iría más seguido, sobretodo después de las reuniones (muy formales) con los con los dirigentes del PCUS ruso. Digo formales porque muchos dirigentes y soldados tenían, como Lenin tenía, un carácter muy reservado y muy austero.
Lenin era muy riguroso dentro de la organización. Según él, el tiempo, la pertinencia y la eficacidad de los encuentros debía ser una preocupación constante de los dirigentes soviéticos. Esta conducta contrastaba con los otros miembros del Comité Central Bolchevique a los cuales les encantaba conversar, intercambiar, beber vodka y fumar mucho.
Los intercambios en la cafetería del Kremlin eran más bien coloquiales y fraternales. Trotsky, Stalin, Kamenev, Zinoviev, entre otros, acompañaban a veces a Recabarren y se enfrascaban en discusiones memorables. Stalin y Kamenev eran fumadores empedernidos e invitaban a Recabarren a fumar esos famosos cigarrillos negros, que eran muy fuertes para la garganta de un chileno acostumbrado a fumar tabaco rubio.
Pasaban a veces momentos interminables tratando de entenderse. Hablaban un poquito en español, otro poco en alemán, en inglés o en ruso. Recabarren conocía algunas palabras rusas que estudió durante su largo viaje a la Unión Soviética. No sabía pronunciar muy bien, claro está, pero se defendía como podía. Sabía saludar en ruso y conocía las palabras claves como obrero, trabajo, lucha de clases, etc. Zinoviev había estudiado un poco de español y con él las conversaciones eran más fluidas. Cuando se juntaban, fuera de las reuniones sistemáticas y programadas, los intercambios eran más fraternales. Stalin se interesaba mucho en conocer el alma de los chilenos, cómo actuaban, qué pensaban. Lenin quería saber más de la geografía chilena y sus recursos naturales. Kamenev y Trotsky se interesaban indistintamente en las flores, el vino, la comida, el clima y/o las frutas chilenas. Recabarren les hablaba del desierto, de las minas, de los ingleses y de la miseria de los mineros del Norte. Todos lo escuchaban en un silencio religioso. Recabarren tenía el alma de un tribuno. Captaba muy fácilmente la atención de sus interlocutores.
De regreso a Chile.
Entre diciembre de 1922 y enero de 1923, se llevó a cabo en Chile una campaña con el fin de reunir fondos para costear el pasaje de regreso de Recabarren desde Europa. Llegó a Santiago, el 19 de febrero de 1923. Existía gran expectación por el mensaje que traía. La prensa reaccionaria había especulado que venía desilusionado.
Miles de personas habían desfilado por las calles, cantando himnos revolucionarios y enarbolando banderas rojas. Coreaban su nombre. La muchedumbre desbordaba la Plaza de Armas. Cuando se calmó la tempestad de gritos y cantos, Recabarren se dirigió a la multitud: “Fui a la URSS a ver si los campesinos, obreros y soldados estaban en el Poder y los vi en el Poder. El Ejército Rojo es el pueblo en uniforme y el avenir de la Revolución mundial se ve difícil, pero es una gran lucha que vale emprenderla, ¡el capitalismo es nuestro obstáculo! (…) En Rusia no existe la burguesía gobernante, en Rusia no existe el capitalismo explotador, en Rusia las fábricas, los campos, la producción está en poder de los trabajadores…” Aplausos y exclamaciones de aprobación rubricaron sus palabras. La gente lo llevó en hombros hasta su casa. Ese mismo mes comenzó a entregar las experiencias recogidas en su viaje a Rusia. La primera conferencia la dictó en el teatro Esmeralda de la capital.
En marzo de 1923 se publicó en Santiago La Rusia Obrera y Campesina. Algo de lo visto en su viaje, por Luis Emilio Recabarren. Un folleto de 94 páginas. Explicaba su autor: “Sobre lo que vi y constaté durante los 43 días que estuve en Moscú, he escrito algunos artículos, cinco de los cuales se publicaron en ‘La Nación’ de Santiago. Esos artículos y las conferencias que he dado, después de mi llegada, de regreso de Rusia, coleccionadas y con agregados que completan las informaciones, son el material que hoy ofrezco en este modesto folletito, con la intención de llevar a los lectores una información real de lo que hasta la fecha lleva construido el proletariado que en Rusia tiene hoy en su poder la suma del poder político y económico; después de haber destruido todo el mecanismo de la sociedad capitalista explotadora” (…) Se me podrá observar –agrega- que 43 días no son suficientes para reconocer e informarse de todo lo necesario en un país que ha cambiado tan fundamentalmente su régimen social, político y económico. Pero yo responderé a eso que yo no fui a Rusia a buscar detalles, que para este objetivo no los necesito, fui solamente a constatar lo más fundamental, con lo cual se construirá el porvenir. Fui a ver si la clase trabajadora tenía en sus manos efectivamente el poder político, con el cual garantice la conservación en sus manos del poder económico. Fui a ver si la clase trabajadora tenía en sus manos la dirección del poder económico, con el cual irá construyendo su bienestar… No fui en busca de menudencias y detalles. Para recoger lo fundamental me alcanzó el tiempo. Y pude ver con alegría, que los trabajadores de Rusia, tenían efectivamente en sus manos toda la fuerza del poder político y económico.”
Vuelvo más convencido que antes.
Escribió Recabarren: “Es de esperar que después de la lectura reposada de este corto folleto, cada proletario sepa tomar el sitio que le corresponde para encaminar sus actividades hacia la realización del programa de combate del comunismo que destruya este sistema capitalista que ya ha probado de sobra su total incapacidad para dar al país ningún bienestar”.
“He vuelto de Rusia, más convencido que antes, de que urge apresurar la Revolución Social que ponga en manos del pueblo todos los poderes para la construcción de la sociedad comunista.
“Continuar con la inactividad o la espera de ilusorias promesas que se renuevan sin cesar, es prologar el estado de explotación capitalista, que permite a unos pocos hacerse millonarios en poco tiempo, mientras la mayoría de la población permanece en la más vil miseria”.
Termina su escrito señalando: “Dar al pueblo los medios para terminar con su malestar es, entre otros, el objetivo de este folleto”.
Esta obra es un contundente desmentido a la falsa afirmación de la prensa oligárquica que Recabarren se habría suicidado porque regresó desilusionado de su viaje a Rusia.
La Cámara de Diputados de Chile rinde homenaje a Lenin.
Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) Secretario General del PCUS y dirigente principal de la revolución Bolchevique, falleció el 21 de enero de 1924. El diputado Luis Emilio Recabarren, quien sentía gran admiración y afecto por Lenin, y por el hecho de haber estado con él físicamente, propuso en la sesión del 5 de febrero de 1924, que la Cámara enviará un mensaje de condolencia al gobierno soviético. Su primer intento resultó fallido. La mayoría derechista se abocó a un homenaje al ex presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson.
Al día siguiente Recabarren volvió a la carga. Preguntó a sus honorables colegas si el rechazo a su proposición se debía a que en Rusia gobernaban los comunistas, los trabajadores, sin considerar que Lenin era una de las principales figuras de la historia contemporánea. Recordó que hasta la prensa burguesa le reconocía sus grandes méritos. Citó el periódico La Nación, del 23 de enero que decía: “El cable ha comunicado que Nicolai (sic) Lenin murió a las 6,30 horas del martes 21 en su residencia particular ubicada en Moscú. Acaso no hay en el momento una figura más interesante en el panorama mundial, que la de este hombre extraordinario. La figura de Lenin es, con todo, de un relieve único”. Recabarren entregó antecedentes de la obra de Lenin y de sus camaradas en Rusia. Luego prosiguió, en medio de interrupciones y de las burlas de los diputados derechistas.
“La personalidad de Lenin se levanta a mucha más altura que la del ex Presidente de Estados Unidos. El ex presidente Wilson dirigió a su gran nación para embarcarla en la pasada guerra, para aumentar el fuego, para destruir la humanidad, para arrastrarla a la horrible matanza de la juventud del mundo en que estaba empeñada la clase capitalista.
Mientras esto hacía Wilson, Lenin, este hombre oscuro y calumniado, esta figura salida de la nada, este hombre que no tembló siquiera ante la inminencia del patíbulo, trató de retirar a Rusia de la guerra, y luchó hasta que lo consiguió.”
No se sabe si fue la capacidad discursiva de Recabarren, el humanismo de algunos o la estupidez de otros, pero la votación fue una sorpresa: 26 votos a favor, 5 en contra y 7 abstenciones.
Fue así como la Cámara de Diputados de Chile, aprobó el envío de un telegrama de pésame al gobierno soviético, que en los hechos era un homenaje a Lenin. Fue el último gesto político y de amistad que cumplió Luis Emilio Recabarren por su camarada y amigo Lenin. Algunos meses más tarde se suicidaría.
P.S. Todas las citas están sacadas de las obras completas de Luis Emilio Recabarren.
[1] Hernán Ramírez Necochea. Historia del movimiento obrero en Chile. Ediciones Literatura Americana Reunida, 1986 – 332 páginas
http://www.marxists.org/espanol/recabarren/index.htm
http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?id_ut=luisemiliorecabarren(1876-1924).tipografo,socialistayrevolucionario
Última edición por pedrocasca el Lun Ene 09, 2012 10:00 am, editado 2 veces