El hundimiento del engranaje de la Transición: de aquellos polvos vienen estos lodos
Ángeles Maestro - julio de 2014
tomado del blog ¡Hasta la victoria final! en febrero de 2020
publicado en el Foro en 6 mensajes
Hace aguas un modelo de izquierda cimentado sobre el Pacto Social que implica la aceptación de la lógica del beneficio del capital.
Prólogo
Cuando terminé de escribir este artículo para la revista Laberinto no había estallado aún el escándalo de la corrupción masiva de los 86 ex-consejeros y directivos de Bankia que se apropiaron de 15,5 millones de euros de una entidad pública que hubo de ser rescatada con 23.500 millones de euros.
Que el capitalismo es sinónimo de corrupción es algo que debería ser patrimonio del conocimiento de la clase obrera, pero lo que este hecho ejemplifica y resume es algo mucho más trascendente. La corrupción masiva de los representantes de la izquierda política y sindical significa no sólo el robo a las arcas públicas de unos cuantos.
Representa el mecanismo por el cual el capital corrompe a supuestos dirigentes, que ocupan puestos relevantes en representación de organizaciones de la izquierda, para sobornar su complicidad en la desmovilización de la clase obrera y el pueblo trabajador ante el saqueo de la burguesía de derechos laborales y de servicios públicos.
Esos mismos, y muchos otros y otras, sobornados por unos cuantos miles de euros y otras prebendas, son los que han estado vendiendo huelga a huelga, purgando a dirigentes obreros que se han resistido a vender su dignidad, planificando la dispersión de las luchas, expandiendo el sentimiento de impotencia, destruyendo la conciencia de clase y, sobre todo, han bloqueado el ejercicio del inmenso potencial de poder que miles de huelgas y movilizaciones hubieran podido ejercer. Es así como la izquierda política y sindical hatraicionado desde la Transición a quienes representaban.
Y estoy hablando directamente de quienes tienen mas poder sindical, de la cúpula de CC.OO, y de IU, que supedita su acción política a la alianza con CC.OO. a su subordinación al PSOE para ocupar espacios en los diferentes gobiernos.
La Transición fue, sobre todo, el origen y la perpetuación de una monumental traición de clase. Y, ahora que nuevas expectativas electorales parecen encandilar a muchas gentes, es más imprescindible que nunca saber que el capital es capaz de corromper o destruir a cualquier dirigente político. A menos que el pueblo trabajador organizado sea capaz de enfrentar a su poder, una fuerza superior.
Tenemos el deber de aprender de la historia. Es hora de arrumbar la escoria de la Transición y construir, con la memoria heroica de quienes nos precedieron en la lucha, la fuerza que nos permita enfrentar un combate para el que es imprescindible derribar los mitos que esos mismos corruptos han contribuido a erigir y que son los que nos impiden constituirnos como clase y como pueblos: la UE, el Euro, el Pago de la Deuda y la OTAN, como Entre otras cosas, hace aguas un modelo de izquierda cimentado sobre el Pacto Social que - como en todas las épocas históricas en las que se ha impuesto – implica la aceptación de la lógica del beneficio del capital, la supeditación de los derechos sociales y laborales a la competitividad y, lo más grave de todo, el debilitamiento de las propias organizaciones de clase.
Este trabajo pretende responder parcialmente a la necesidad de recuperar para la juventud proletarizada la memoria de algunos aspectos de lo que ocurrió en el seno del movimiento obrero, en una época de la que sólo conocen las enormes mentiras fabricadas por los vencedores de esa gran derrota de clase perpetrada en la Transición. Precisamente esa derrota, que ha supuesto la ruptura de la continuidad histórica de la lucha obrera y popular, es la que les priva del tesoro de experiencia y conciencia acumulada y puede situarles con grandes carencias ante las tareas históricas que su generación debe afrontar.
El cambio brusco de tendencia que se produjo en el movimiento obrero en los primeros años de la Transición se ejemplifica de forma privilegiada en la legislación en materia de relaciones laborales, en el espectacular descenso de la actividad huelguística y en la vinculación causal entre precariedad y siniestralidad laboral, como concreción dramática de la lucha de clases.
El análisis de otros aspectos centrales de la Transición como es la complicidad de la izquierda institucional en la construcción de la monstruosidad jurídica y ética de la legislación antiterrorista, ampliamente apoyada también por CC.OO. y UGT, así como la identificación de sus consecuencias en el aislamiento del pueblo vasco y en el debilitamiento del conjunto de la clase obrera de los pueblos del Estado español, desbordan el contenido de este trabajo.
I. Las elecciones europeas y la abdicación
Los momentos de crisis sistémica son periodos de profunda debilidad de las clases dominantes en los que se abren objetivamente posibilidades para la clase obrera y los pueblos de subvertir los cimientos de la dominación. Los poderes establecidos ya no pueden seguir gobernando como antes y las clases y los pueblos sometidos, sobre los que se ejerce de manera descarnada la explotación, empiezan a percibir que no hay espacios para reformas y que las condiciones más elementales de su supervivencia dependen del cambio de base de la estructura de poder.
Ante esta crisis general del capitalismo de dimensiones especialmente acuciantes en el Estado español y que ve descomponerse las principales pilares del engranaje institucional que desde la Transición han sostenido los aparatos de dominación, es especialmente necesario someter a crítica lo sucedido.
El desmoronamiento de las organizaciones surgidas de la Transición afecta especialmente a los dos partidos garantes de la continuidad institucional – PP y PSOE - y a los grandes sindicatos “de clase”. Se hunden modelos que son percibidos ahora mayoritariamente como inservibles para resolver los gravísimos problemas planteados al pueblo trabajador y especialmente a la juventud.
La potente sacudida que han sufrido PP y PSOE en las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo (sumados sus votos apenas representan al 22% del electorado), amenaza con transformarse en un seísmo político de gran magnitud[1].
En realidad lo que ahora perciben los dirigentes del PP, y sobre todo del PSOE, como una emergencia nacional (nunca mejor dicho ya que se tambalean los principales representantes de la plutocracia españolista) es el reflejo en las urnas del cataclismo vital que las oligarquías española y europea – a través de sus gobiernos – han desencadenado sobre el conjunto del pueblo trabajador y principalmente sobre la juventud.
Lo inquietante para el poder es que los resultados electorales no son la consecuencia de la mala imagen coyuntural de tal o cual partido o dirigente político, ni tampoco la respuesta frente a un hecho concreto como sucedió en 2004 con la invasión de Iraq y la masacre de Atocha. Son la concreción político-electoral de algo más importante: del auge de la lucha obrera y popular (Gamonal, las huelgas de Panrico, barrenderos, coca-cola, Can Vives, y sobre todo de las Marchas del 22M.) ante la brutalidad con la que el capitalismo aplasta al pueblo trabajador y que cada vez manifiesta más fuerza y más determinación en el combate por conseguir sus objetivos.
La magnitud de la inestabilidad que se ha apoderado de los aparatos de poder tras las elecciones del 25 de mayo se percibe claramente en la velocidad vertiginosa con que han tomado la decisión de quitarse lastre y acabar con el eslabón más débil, el rey Juan Carlos, en un desesperado intento de preservar no sólo la Monarquía, sino todo el entramado institucional amenazado.
La imagen de un PSOE que ha perdido más votos que el PP, aún estando en la oposición, y que objetivamente no tiene más salida que una renovación en profundidad que le distancie del PP, saliendo a la palestra a reiterar su defensa inquebrantable de la Monarquía – aún siendo “republicanos de toda la vida” - es una buena muestra del escaso margen de maniobra que tienen y que les lleva al suicidio político.
La intensificación de la pérdida de votos que ya le auguran las encuestas muestra que los votantes del PSOE perciben de forma masiva que efectivamente no es sino la otra cara de la moneda del PP. La alternancia de ambos en el gobierno, junto a la concertación en todos los grandes temas (UE-Euro-Deuda, intervenciones militares, OTAN, económicos laborales, privatización de servicios públicos y un interminable etcétera) está dejando de ser creíble para unos pueblos que están despertando.
Lo expresaba con toda claridad el actual candidato a presidir la Comisión Europea, Jean Claude Juncker: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”.
En la cima de la pérdida de legitimidad democrática se sitúa el esperpento de la coronación. La escasa afluencia de público llegado para vitorear al nuevo rey – a pesar del bombardeo mediático al respecto - , la puesta en escena de los actos oficiales recordando los fastos de la Dictadura y el Estado de Sitio de facto que se aplicó a las gentes republicanas en Madrid, expresa el miedo cerval al pueblo y la escasa base de sustentación de un engranaje de poder que hace aguas por todas partes. En este caso hay que añadir el silencio infame del PSOE ante la represión y la ausencia en las calles de los dirigentes de Podemos y de IU, sin que hasta la fecha se tenga noticia de denuncia pública o de iniciativa legal o parlamentaria alguna por su parte acerca de la vulneración generalizada de derechos constitucionales por parte de la policía y los tribunales de justicia el pasado 19 de junio.
El importante crecimiento electoral de IU (aunque menor de lo esperado) y, sobre todo, la espectacular irrupción de Podemos expresan, tanto el creciente nivel de conciencia y de movilización de amplios sectores del pueblo, como “la ilusión de que desde el sistema…, el mismo sistema “cambie” de poder”[2]. La histérica reacción del PP, de destacados dirigentes del PSOE y de sus aparatos mediáticos ante el surgimiento de Podemos refleja un desasosiego que no se sustenta en sus propuestas políticas – que prácticamente se superponen a las de IU - sino al rugir del pueblo que se oye detrás. Lo que les tiene aterrados no es Pablo Iglesias y su famosa coleta, sino la conciencia y la voluntad de lucha creciente del pueblo trabajador que, por ahora, ha encontrado expresión político-electoral en Podemos, pero que tiene ante sí retos políticos y organizativos que necesariamente deben trascender ese ámbito.
Ángeles Maestro - julio de 2014
tomado del blog ¡Hasta la victoria final! en febrero de 2020
publicado en el Foro en 6 mensajes
Hace aguas un modelo de izquierda cimentado sobre el Pacto Social que implica la aceptación de la lógica del beneficio del capital.
Prólogo
Cuando terminé de escribir este artículo para la revista Laberinto no había estallado aún el escándalo de la corrupción masiva de los 86 ex-consejeros y directivos de Bankia que se apropiaron de 15,5 millones de euros de una entidad pública que hubo de ser rescatada con 23.500 millones de euros.
Que el capitalismo es sinónimo de corrupción es algo que debería ser patrimonio del conocimiento de la clase obrera, pero lo que este hecho ejemplifica y resume es algo mucho más trascendente. La corrupción masiva de los representantes de la izquierda política y sindical significa no sólo el robo a las arcas públicas de unos cuantos.
Representa el mecanismo por el cual el capital corrompe a supuestos dirigentes, que ocupan puestos relevantes en representación de organizaciones de la izquierda, para sobornar su complicidad en la desmovilización de la clase obrera y el pueblo trabajador ante el saqueo de la burguesía de derechos laborales y de servicios públicos.
Esos mismos, y muchos otros y otras, sobornados por unos cuantos miles de euros y otras prebendas, son los que han estado vendiendo huelga a huelga, purgando a dirigentes obreros que se han resistido a vender su dignidad, planificando la dispersión de las luchas, expandiendo el sentimiento de impotencia, destruyendo la conciencia de clase y, sobre todo, han bloqueado el ejercicio del inmenso potencial de poder que miles de huelgas y movilizaciones hubieran podido ejercer. Es así como la izquierda política y sindical hatraicionado desde la Transición a quienes representaban.
Y estoy hablando directamente de quienes tienen mas poder sindical, de la cúpula de CC.OO, y de IU, que supedita su acción política a la alianza con CC.OO. a su subordinación al PSOE para ocupar espacios en los diferentes gobiernos.
La Transición fue, sobre todo, el origen y la perpetuación de una monumental traición de clase. Y, ahora que nuevas expectativas electorales parecen encandilar a muchas gentes, es más imprescindible que nunca saber que el capital es capaz de corromper o destruir a cualquier dirigente político. A menos que el pueblo trabajador organizado sea capaz de enfrentar a su poder, una fuerza superior.
Tenemos el deber de aprender de la historia. Es hora de arrumbar la escoria de la Transición y construir, con la memoria heroica de quienes nos precedieron en la lucha, la fuerza que nos permita enfrentar un combate para el que es imprescindible derribar los mitos que esos mismos corruptos han contribuido a erigir y que son los que nos impiden constituirnos como clase y como pueblos: la UE, el Euro, el Pago de la Deuda y la OTAN, como Entre otras cosas, hace aguas un modelo de izquierda cimentado sobre el Pacto Social que - como en todas las épocas históricas en las que se ha impuesto – implica la aceptación de la lógica del beneficio del capital, la supeditación de los derechos sociales y laborales a la competitividad y, lo más grave de todo, el debilitamiento de las propias organizaciones de clase.
Este trabajo pretende responder parcialmente a la necesidad de recuperar para la juventud proletarizada la memoria de algunos aspectos de lo que ocurrió en el seno del movimiento obrero, en una época de la que sólo conocen las enormes mentiras fabricadas por los vencedores de esa gran derrota de clase perpetrada en la Transición. Precisamente esa derrota, que ha supuesto la ruptura de la continuidad histórica de la lucha obrera y popular, es la que les priva del tesoro de experiencia y conciencia acumulada y puede situarles con grandes carencias ante las tareas históricas que su generación debe afrontar.
El cambio brusco de tendencia que se produjo en el movimiento obrero en los primeros años de la Transición se ejemplifica de forma privilegiada en la legislación en materia de relaciones laborales, en el espectacular descenso de la actividad huelguística y en la vinculación causal entre precariedad y siniestralidad laboral, como concreción dramática de la lucha de clases.
El análisis de otros aspectos centrales de la Transición como es la complicidad de la izquierda institucional en la construcción de la monstruosidad jurídica y ética de la legislación antiterrorista, ampliamente apoyada también por CC.OO. y UGT, así como la identificación de sus consecuencias en el aislamiento del pueblo vasco y en el debilitamiento del conjunto de la clase obrera de los pueblos del Estado español, desbordan el contenido de este trabajo.
I. Las elecciones europeas y la abdicación
Los momentos de crisis sistémica son periodos de profunda debilidad de las clases dominantes en los que se abren objetivamente posibilidades para la clase obrera y los pueblos de subvertir los cimientos de la dominación. Los poderes establecidos ya no pueden seguir gobernando como antes y las clases y los pueblos sometidos, sobre los que se ejerce de manera descarnada la explotación, empiezan a percibir que no hay espacios para reformas y que las condiciones más elementales de su supervivencia dependen del cambio de base de la estructura de poder.
Ante esta crisis general del capitalismo de dimensiones especialmente acuciantes en el Estado español y que ve descomponerse las principales pilares del engranaje institucional que desde la Transición han sostenido los aparatos de dominación, es especialmente necesario someter a crítica lo sucedido.
El desmoronamiento de las organizaciones surgidas de la Transición afecta especialmente a los dos partidos garantes de la continuidad institucional – PP y PSOE - y a los grandes sindicatos “de clase”. Se hunden modelos que son percibidos ahora mayoritariamente como inservibles para resolver los gravísimos problemas planteados al pueblo trabajador y especialmente a la juventud.
La potente sacudida que han sufrido PP y PSOE en las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo (sumados sus votos apenas representan al 22% del electorado), amenaza con transformarse en un seísmo político de gran magnitud[1].
En realidad lo que ahora perciben los dirigentes del PP, y sobre todo del PSOE, como una emergencia nacional (nunca mejor dicho ya que se tambalean los principales representantes de la plutocracia españolista) es el reflejo en las urnas del cataclismo vital que las oligarquías española y europea – a través de sus gobiernos – han desencadenado sobre el conjunto del pueblo trabajador y principalmente sobre la juventud.
Lo inquietante para el poder es que los resultados electorales no son la consecuencia de la mala imagen coyuntural de tal o cual partido o dirigente político, ni tampoco la respuesta frente a un hecho concreto como sucedió en 2004 con la invasión de Iraq y la masacre de Atocha. Son la concreción político-electoral de algo más importante: del auge de la lucha obrera y popular (Gamonal, las huelgas de Panrico, barrenderos, coca-cola, Can Vives, y sobre todo de las Marchas del 22M.) ante la brutalidad con la que el capitalismo aplasta al pueblo trabajador y que cada vez manifiesta más fuerza y más determinación en el combate por conseguir sus objetivos.
La magnitud de la inestabilidad que se ha apoderado de los aparatos de poder tras las elecciones del 25 de mayo se percibe claramente en la velocidad vertiginosa con que han tomado la decisión de quitarse lastre y acabar con el eslabón más débil, el rey Juan Carlos, en un desesperado intento de preservar no sólo la Monarquía, sino todo el entramado institucional amenazado.
La imagen de un PSOE que ha perdido más votos que el PP, aún estando en la oposición, y que objetivamente no tiene más salida que una renovación en profundidad que le distancie del PP, saliendo a la palestra a reiterar su defensa inquebrantable de la Monarquía – aún siendo “republicanos de toda la vida” - es una buena muestra del escaso margen de maniobra que tienen y que les lleva al suicidio político.
La intensificación de la pérdida de votos que ya le auguran las encuestas muestra que los votantes del PSOE perciben de forma masiva que efectivamente no es sino la otra cara de la moneda del PP. La alternancia de ambos en el gobierno, junto a la concertación en todos los grandes temas (UE-Euro-Deuda, intervenciones militares, OTAN, económicos laborales, privatización de servicios públicos y un interminable etcétera) está dejando de ser creíble para unos pueblos que están despertando.
Lo expresaba con toda claridad el actual candidato a presidir la Comisión Europea, Jean Claude Juncker: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”.
En la cima de la pérdida de legitimidad democrática se sitúa el esperpento de la coronación. La escasa afluencia de público llegado para vitorear al nuevo rey – a pesar del bombardeo mediático al respecto - , la puesta en escena de los actos oficiales recordando los fastos de la Dictadura y el Estado de Sitio de facto que se aplicó a las gentes republicanas en Madrid, expresa el miedo cerval al pueblo y la escasa base de sustentación de un engranaje de poder que hace aguas por todas partes. En este caso hay que añadir el silencio infame del PSOE ante la represión y la ausencia en las calles de los dirigentes de Podemos y de IU, sin que hasta la fecha se tenga noticia de denuncia pública o de iniciativa legal o parlamentaria alguna por su parte acerca de la vulneración generalizada de derechos constitucionales por parte de la policía y los tribunales de justicia el pasado 19 de junio.
El importante crecimiento electoral de IU (aunque menor de lo esperado) y, sobre todo, la espectacular irrupción de Podemos expresan, tanto el creciente nivel de conciencia y de movilización de amplios sectores del pueblo, como “la ilusión de que desde el sistema…, el mismo sistema “cambie” de poder”[2]. La histérica reacción del PP, de destacados dirigentes del PSOE y de sus aparatos mediáticos ante el surgimiento de Podemos refleja un desasosiego que no se sustenta en sus propuestas políticas – que prácticamente se superponen a las de IU - sino al rugir del pueblo que se oye detrás. Lo que les tiene aterrados no es Pablo Iglesias y su famosa coleta, sino la conciencia y la voluntad de lucha creciente del pueblo trabajador que, por ahora, ha encontrado expresión político-electoral en Podemos, pero que tiene ante sí retos políticos y organizativos que necesariamente deben trascender ese ámbito.
Última edición por RioLena el Jue Feb 27, 2020 10:04 pm, editado 1 vez