SOBRE EL SUPUESTO TROTSKISMO DE GUEVARA20 marzo, 2015
RAFAEL MARTINEZ
Capítulo de Che Guevara and the Political Economy of Socialism
Guevara pronto entró en conflicto con la dirigencia revisionista soviética. Como hemos visto arriba, el Che reconoce diferencias de principio, tan temprano como en 1961, entre los planes de industrialización que él defendía y el modelo económico establecido en los países socialistas, como solía llamarlos. Las reformas económicas de Guevara estaban destinadas a chocar con el carácter de la reforma agraria y los planes sugeridos por la Unión Soviética – que Cuba siga siendo principalmente un productor de caña de azúcar por un tiempo mayor al anticipado por el Che. A medida que el carácter de la Revolución Cubana se consolidaba y que la dirigencia cubana se acomodaba a las relaciones económicas entre la Isla y la Unión Soviética, fue necesario que los economistas cubanos se alinearan con la nueva economía política instaurada por los revisionistas.
Los planes de Guevara pronto encontraron una evidente resistencia en Cuba. Muchos en Cuba sintieron un gran bochorno debido al empeoramiento de las relaciones de Guevara con la dirigencia soviética. De acuerdo con muchos de los biógrafos de Guevara, los soviéticos tacharon de trotskistas a las concepciones económicas de Guevara. Sólo era cuestión de tiempo para que el Che dejara su puesto de Ministro de Industrias y que sus planes para la industrialización de la Isla sean revisados en favor de un desarrollo basado en la industria de la caña de azúcar.
Usualmente se retrata a Trotsky como un “izquierdista radical”, como partidario de medidas extremas respecto de la resolución de las contradicciones tanto políticas como económicas. La supuesta campaña de Trotsky para la militarización de la economía llevó a muchos a creer que las teorías económicas trotskistas eran opuestas a las de la Nueva Política Económica (NEP), no sólo en lo tocante a las relaciones entre el productor individual y el sector estatal, sino también respecto a la liberalización del sector estatal. En esta sección trataremos de fundamentar el hecho de que la teoría económica de Trotsky no puede ser clasificada como izquierdista; muy por el contrario, él no se desvía significativamente del revisionismo derechista en las cuestiones de la edificación socialista y el rol de las relaciones monetario-mercantiles durante ese período.
El mito acerca de la supuesta posición izquierdista de Trotsky en la resolución de las contradicciones en el período de transición, oculta la verdadera esencia del trotskismo en cuestiones económicas. El pensamiento económico de Guevara no tiene nada que ver con la actitud de Trotsky hacia las relaciones y categorías monetario-mercantiles en el período de transición; los puntos de vista de ambos son diametralmente opuestos. Semejantes afirmaciones respecto al pensamiento económico de Guevara son infundadas y absurdas, por decir lo menos. Como se afirmó arriba, el pensamiento económico de Guevara adolece de serios elementos de mecanicismo; esto no lo hace trotskista, puesto que semejantes errores fueron comunes a muchos economistas en la Unión Soviética durante la época de Stalin.
Es muy interesante observar cómo la burguesía rusa está dispuesta a apreciar en Trotsky las “virtudes” de un “socialista de mercado”, algo que muchos en la izquierda no parecen ser capaces de advertir. Para conmemorar el 125º aniversario del nacimiento de Trotsky, un destacado periódico económico, Voprosi ekonomiki (“Cuestiones de Economía”) publicó un artículo titulado “Opiniones económicas de L.D. Trotsky”. En este artículo los autores atribuyen la severidad de Trotsky durante la revolución y la guerra civil a las circunstancias históricas de esa época, que en realidad Trotsky fue uno de los primeros en presionar por la liquidación de las políticas del comunismo de guerra y por la liberalización de la economía permitiendo la coexistencia de diversas formas de propiedad por tiempo indefinido. Los autores del artículo llaman la atención de los lectores burgueses sobre el verdadero y poco publicitado mérito de Trotsky, el ser uno de los primeros en abogar por un modelo económico mixto para la transición al socialismo:
“La transición a la NEP cambió considerablemente las opiniones económicas de Trotsky. En varios de sus trabajos durante ese tiempo hizo campaña a favor del desarrollo de las relaciones de mercado, del estímulo material, de la comprensión del plan como una gestión rigurosa en el sentido de prever y sincronizar varios sectores de la producción social. Durante el período de la NEP, Trotsky formuló una serie de ideas muy importantes, incluso originales, a saber: sobre la incompatibilidad de los métodos del comunismo de guerra en las condiciones de la NEP, sobre la necesidad de que cada empresa tenga su propio saldo en cuenta, sobre las limitaciones objetivas de la transferencia de recursos del sector agrario a la industria…” (M. Voeikov and S. Dzarasov, ‘Economic Views of L.D. Trotsky’ in Voprosi Ekonomiki No. 11, 2004, p. 152).
La doctrina económica trotskista coincide de manera importante con el bogdanovismo/bujarinismo en la comprensión de la esencia del plan. En su conocido trabajo “La economía soviética en peligro”, escrito a fines de 1932, Trotsky comienza por equiparar una de las leyes económicas de la economía socialista y la transición al socialismo –el principio de la planificación– con la preconcebida armonía de las proporciones económicas:
“Sin embargo, las irresponsables afirmaciones de que la URSS ya entró al socialismo son criminales. Los avances son muy grandes. Pero todavía queda un largo y arduo camino para llegar al triunfo real sobre la anarquía económica, la superación de las desproporciones y la posibilidad de garantizar una economía armoniosa”. (León Trotsky, ‘La economía soviética en peligro’. Énfasis del autor).
El famoso principio de equilibrio y armonía de las proporciones del trabajo en la economía socialista es defendido por Trotsky de una manera bastante ambigua. En el marco ecléctico del trotskismo, la política de centralización de la economía altera el principio abstracto de la armonía de los procesos económicos. En su intento de oponerse a la transición de la economía soviética hacia formas superiores de organización económica, Trotsky razona como un revisionista derechista hecho y derecho, sin añadir nada de sustancia a la oposición derechista liderada por Bujarin/Rykov:
“Es imposible crear a priori un sistema económico completo y armonioso. La hipótesis de planificación no podía menos que incluir las viejas desproporciones y el desarrollo inevitable de otras nuevas. La administración centralizada no implica solamente grandes ventajas sino también el peligro de los errores centralizados, es decir, elevados a la enésima potencia. Solamente la continua regulación del plan en el proceso de su aplicación, su reconstrucción parcial y total, pueden garantizar su efectividad económica”. (loc. cit.).
La “continua regulación” de Trotsky es la puerta falsa a la justificación de su rechazo a la línea del partido para la restricción del funcionamiento de las relaciones monetario-mercantiles en la economía, que conduce a la liquidación de la explotación capitalista en el país y a la consolidación de las leyes económicas socialistas. Mientras que la edificación del socialismo progresaba en la Unión Soviética, Bujarin y Trotsky –una vez adversarios– convergían en el bogdanovismo.
Cuando Trotsky declara la imposibilidad de “crear a priori un sistema económico completo y armonioso” quiere decir que los órganos económicos centrales no están en posición de emprender las tareas de la dirección económica centralizada, independientemente del desarrollo de las fuerzas productivas y de la socialización de los medios de producción. Las deformaciones de la economía socialista ocurren inevitablemente cuando la toma de decisiones centralizada subyuga a la democracia obrera, y una casta de administradores asume el control como “burocracia comunista”. Una vez más, en el pensamiento económico del revisionismo derechista se niega y pierde su raison d’etre el carácter objetivo de las leyes económicas en general y de las leyes económicas del socialismo en particular. Como un revisionista derechista mal encubierto, Trotsky apela una y otra vez a la necesidad de establecer la armonía entre las diferentes ramas de la economía socialista: esto está en las base de su economía política.
El bogdanovismo de Trotsky no es un fenómeno de la década de 1930; muy por el contrario, es inherente a su pensamiento económico desde las etapas iniciales de las reformas económicas en la Rusia Soviética. Al resumir el desarrollo de la Rusia Soviética desde el triunfo de la Revolución de Octubre, Trotsky afirma que el período del comunismo de guerra debió terminar a fin de restaurar el equilibrio en el intercambio de trabajo entre la clase obrera y el campesinado y entre las ramas del sector estatal, pues:
“Toda economía puede existir y desarrollarse sólo si existe cierta proporcionalidad entre sus diversos sectores. Las diferentes ramas de la industria entran en mutuas relaciones cuantitativas y cualitativas específicas. Tiene que haber una cierta proporción entre las ramas productoras de bienes de consumo y las que producen los medios de producción. Asimismo, se deben mantener proporciones adecuadas dentro de cada una de estas ramas. En otras palabras, los medios materiales y la fuerza de trabajo viva de una nación y de toda la humanidad deben ser prorrateados con arreglo a una determinada correlación de la industria y la agricultura y de las diversas ramas de la industria, con el fin de permitir a la humanidad a existir y progresar“. (L.D. Trotsky, “Los cinco primeros años de la Internacional Comunista”)
El postulado acerca de la proporcionalidad de las porciones de trabajo entre las ramas de la economía fue concebido como una ley general, no-histórica, aplicable a todo los sistemas económicos. Las reflexiones de Marx, sobre la necesidad de establecer ciertas proporciones en las que el trabajo es intercambiado en cada sistema económico, revisadas de manera mecánica por Bogdanov/Bujarin tienen una sola consecuencia práctica: la aplicación de la ley del valor como regulador de la producción debe ser perpetuada en la economía socialista bajo la abstracta consideración acerca de la necesidad de la proporcionalidad. Bujarin y Trotsky comparten este concepto abstracto:
“El problema de la proporcionalidad entre los elementos productivos y las ramas económicas constituye el núcleo de la economía socialista”. (León Trotsky, ‘La economía soviética en peligro’).
El objetivo final del revisionismo derechista en las cuestiones concernientes a la transición al socialismo es proveer todo medio ideológico posible para perpetuar las relaciones económicas del capitalismo y socavar el proceso de socialización de las relaciones de producción. Al hacerlo, el revisionismo derechista crea formas eclécticas y caballos de Troya en la economía política. El postulado acerca de la necesidad de la proporcionalidad demostró ser un ataque eufemístico contra la línea del Partido para restringir el funcionamiento de la ley del valor en el sector socialista y la explotación capitalista en la economía soviética. Apelar a un concepto abstracto de proporcionalidad, dejando su concretización como un cabo suelto en el pensamiento económico, conduce naturalmente a la perpetuación de las relaciones de producción existentes hasta entonces. Las formulaciones abstractas en general, y en la economía política en particular, sin concretarse en un marco histórico-concreto, inevitablemente representan abstracciones huecas, armas de doble filo en manos del revisionismo.
Ciertamente, Trotsky se quita su disfraz de revisionista de izquierda, afirmando sin rodeos:
“Los innumerables protagonistas de la economía, estatal y privada, colectiva e individual, no sólo harán pesar sus necesidades y su fuerza relativa a través de las determinaciones estadísticas del plan sino también de la presión directa de la oferta y la demanda. El mercado controla y, en considerable medida, realiza el plan.” (León Trotsky, ‘La economía soviética en peligro’. Énfasis del autor.)
Aquí Trotsky hace un abierto llamado a adoptar las relaciones mercantiles como el “juez” de la corrección y la eficacia de las políticas económicas desarrolladas por los planificadores. En otras palabras, en la economía de transición, el mercado es el principio y el fin del sistema económico, el medio en el que la lucha entre los principios planificados y de mercado evolucionan hacia formas superiores de desarrollo. La superioridad de la socialización de los medios de producción, supuestamente, se pone a prueba en el mercado y de acuerdo a las reglas del mercado. En algún momento las formas de producción capitalista y pequeñoburguesa colapsarán bajo la inevitable y abrumadora presión económica del sector socialista, cuando éste sea capaz de desarrollar formas superiores de productividad del trabajo. Al igual que un vulgar economista de derecha, Trotsky se pone contra lo que usualmente llamaban medidas extra-económicas para suprimir el principio de mercado en la economía, y defiende en cambio un enfoque gradualista de la resolución de las contradicciones entre las formas socialistas y las otras formas económicas.
El pensamiento económico de Trotsky está plagado de metafísica: la división metafísica del sistema económico de la sociedad de transición en sistema planificado y sistema de mercado ocupa un lugar prominente en los trabajos económicos del trotskismo. Este enfoque antidialéctico del proceso económico ya había sido desenmascarado por la mayoría del Partido, incluyendo Bujarin/Rykov, a mediados de la década de 1920 en la Unión Soviética. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, las oposiciones de izquierda y de derecha estuvieron de acuerdo en la tesis principal: que el mercado sea el regulador del intercambio de trabajo no sólo entre la industria y el campo, sino también entre los sujetos económicos del sector socialista.
El postulado idealista, metafísico y no-histórico de proporcionalidad de los elementos de producción se encuentra en la base de las teorías derechistas de Trotsky/Bujarin y les da cierta apariencia de coherencia. El mercado representa el reino donde la ley del valor –que es la concretización del postulado de proporcionalidad– regula el flujo de trabajo entre los sujetos económicos, socializados o no. Huelga decir que Trotsky no fue el primero en concretizar el postulado de proporcionalidad, que él abrazó tardíamente, ni fue el primero en establecer semejante línea de pensamiento. El llamado a preservar las relaciones monetario-mercantiles en la forma en que existieron durante la NEP, claramente es anterior a las aserciones de Trotsky acerca de la necesidad de proporcionalidad. Debemos darle crédito a Bogdánov/Bujarin por su precursor trabajo en la línea descendente del revisionismo moderno; Trotsky no se merece ese honor, pues su contribución no va más allá de popularizar la economía política vulgar del revisionismo derechista.
Aparte de la idiosincrasia mecánica y metafísica del pensamiento trotskista, que no merece ser el tema principal de la presente discusión, es útil sacar a relucir citas como la siguiente:
“Respecto a esto hay que analizar brevemente tres sistemas: 1) los departamentos estatales especiales, es decir, el sistema jerárquico de comisiones del plan centrales y locales; 2) el comercio, como sistema de regulación del mercado; 3) la democracia soviética, como sistema de regulación real por las masas de la estructura de la economía.” (León Trotsky, ‘La economía soviética en peligro’. Énfasis del autor.)
Lejos de adherir la ortodoxia izquierdista, Trotsky suena más como un titoísta yugoslavo, más como un liberal de mercado pro-occidental, que a otra cosa.
Trotsky adoptó una posición derechista en relación con el papel de la NEP en la transición al socialismo. A pesar de los ataques previos contra el Partido para el mayor fortalecimiento y desarrollo del vínculo económico y político entre la clase obrera y el campesinado, Trotsky se convirtió en un ferviente defensor de las formas iniciales de la transición al socialismo adoptadas por el Partido. Más aún, acusó a éste de liquidar la alianza entre la clase obrera y el campesinado. Al igual que un vulgar “socialista de mercado”, Trotsky consideró que la NEP era un paso inevitable debido al significativo peso de la pequeña producción privada en el campo, independientemente de las condiciones histórico-concretas de la Rusia revolucionaria:
“La necesidad de introducir la NEP, de restaurar las relaciones de mercado, estuvo determinada en primer lugar por la existencia de veinticinco millones de propietarios campesinos independientes. Sin embargo, esto no significa que ya en su primera etapa la colectivización lleve a la liquidación del mercado.” (loc. cit.).
La necesidad de una transición hacia relaciones mercantiles entre la industria y el campesinado tiene carácter absoluto. Según Trotsky, debido al atraso del campesinado ruso y al nivel de mecanización del trabajo en el campo, la única forma posible de Intercambio campesino con otros productores es inevitablemente las relaciones monetario-mercantiles. El pensamiento mecánico y metafísico de Trotsky tampoco concibe que el Estado socialista y el campesino individual se relacionen bajo otras formas de intercambio. Trotsky considera que el proceso de colectivización es un acto administrativo forzado para suprimir artificialmente el vínculo mercantil-monetario entre la ciudad y el campo. Sólo a través de la evolución del mercado se crean ciertas condiciones para que el campesino sienta que es más rentable producir como miembro de una unidad de producción más grande que permaneciendo como productor individual. De ahí la creencia de que la colectivización debe realizarse según las fuerzas del mercado y que el mercado se suprimirá de manera natural.
La inevitabilidad de las relaciones mercantiles según Trotsky, como el vínculo dominante entre los agentes productivos durante la transición al socialismo, no se reduce sólo a las relaciones entre la industria y el campesinado, muy por el contrario:
”Esta política [la NEP – nota del autor] es una etapa necesaria en el desarrollo de la industria estatal. Entre el capitalismo –bajo el cual los medios de producción son propiedad de individuos privados y todas las relaciones económicas son reguladas por el mercado– y el socialismo completo, con su economía socialmente planificada, hay una serie de etapas de transición; y la NEP es en esencia una de esas etapas.” (Trotsky, ‘Los cinco primeros años de la Internacional Comunista’)
La NEP fue mucho más que la realización de la producción campesina en un mercado libre y el establecimiento de lazos económicos entre la industria y el campo basados en la oferta y la demanda. Haciendo a un lado la coexistencia del sector socialista con el capitalismo de Estado y la pequeña explotación capitalista en el campo y la ciudad, la NEP introdujo amplias reformas pro-mercado en el sector socialista basados en el cálculo comercial. Es cierto, sin embargo, que en la segunda mitad de la década de 1920 se redujo significativamente la extensión de las relaciones monetario-mercantiles en el sector socialista, algo que Trotsky consideró como un ataque administrativo-burocrático contra los principios sobre los que Lenin supuestamente había concebido el camino a la edificación socialista. Es aquí donde Guevara se rebela contra el revisionismo derechista, defendiendo el derecho del Estado socialista a determinar el carácter de las relaciones de producción y a regular las proporciones de intercambio de trabajo entre las ramas del sector estatal, según las necesidades globales del Estado socialista y no de la rentabilidad de las empresas individuales.
Muy en contra del punto de vista de Guevara, durante las etapas iniciales de la NEP, durante la transición desde el “comunismo de guerra”, Trotsky abogó por la descentralización del sector estatal:
“La política de administración burocrática centralizada de la industria excluye la posibilidad de una verdadera administración centralizada y de una utilización plena del equipamiento técnico y la fuerza laboral disponible”. (Trotsky, ‘Los cinco primeros años de la Internacional Comunista’)
Como consecuencia de los esfuerzos por descentralizar la industria estatal en 1921, sobre todo la industria ligera, tal como abogaba Trotsky, pronto se sintieron los efectos negativos, tales como:
“… violación de disciplina del plan, separatismo; algunos funcionarios del Estado trataron de sustituir la organización del plan estatal – VSNKh – por alguna ‘organización social de la industria’ “ (P.I. Lyashchenko, ‘History of the People’s Economy of the USSR’, Moscow 1956, Volume III, p. 153. Translated from Russian.)
Guevara respaldó el punto de vista correcto de que el cálculo económico no implica necesariamente que las relaciones mercantiles sean factores que determinen la producción en el sector estatal, que el cálculo económico no necesariamente está ligado a las relaciones monetario-mercantiles, como propugnaban los partidarios del modelo de estilo soviético en Cuba. Trotsky toma partido por el revisionismo soviético:
“Después de la supresión administrativa de la NEP, las famosas “seis condiciones” de Stalin –control económico, salario a destajo, etcétera– se transformaron en un conjunto de palabras vacías. El control económico es inconcebible sin relaciones de mercado”. (León Trotsky, ‘La economía soviética en peligro’. Énfasis del autor)
La historia de la economía política del socialismo ha expuesto la relación íntima entre el postulado de proporcionalidad en el intercambio de trabajo entre las diferentes ramas de la economía y la transposición mecánica de las relaciones mercantiles al socialismo. La metafísica y el mecanicismo, comunes al pensamiento económico del revisionismo derechista, se interrelacionan estrechamente con la comprensión vulgar y superficial de las categorías económicas, impulsando a los ideólogos del revisionismo derechista a equiparar el intercambio con el intercambio mercantil y el equilibrio económico con el funcionamiento de la ley de valor. El pensamiento económico vulgar defendido por Trotsky y la oposición derechista no concibe otra forma de intercambio económico que no sean las relaciones monetario-mercantiles. No conciben que el Estado socialista pueda dar un contenido diferente a los lazos económicos entre los sujetos de la economía socialista, que pueda romper con el rígido principio de la rentabilidad de la empresa individual. La capacidad de los organismos de planificación para establecer el intercambio de trabajo entre las empresas socialistas, que rompe con ese principio, es vista como una deformación, como una desproporción. El revisionismo derechista es incapaz de comprender y apreciar el gran poder en manos de la planificación socialista para establecer ciertas proporciones de intercambio de trabajo que se adapten a las necesidades y las perspectivas de crecimiento de la economía socialista, independientemente del nivel de socialización de la economía global. En este sentido, los economistas derechistas conciben el plan como un corolario de medidas subjetivas (apriorísticas, según Trotsky) para organizar, racionalizar el intercambio de trabajo entre empresas individuales rentables. Guevara rechaza incondicionalmente un enfoque tan vulgar del plan cuando defiende el derecho de la planificación socialista a establecer un carácter diferente a las relaciones económicas entre las empresas estatales, que no necesariamente sigue el principio de rentabilidad de la empresa individual como el criterio principal de la eficacia económica.
Guevara desenmascaró abiertamente el punto de vista defendido por Trotsky y los ideólogos del revisionismo moderno acerca de que el cálculo económico “es inconcebible” sin las relaciones monetario-mercantiles. Muy por el contrario, el Che abogó por la contabilidad estricta, basada en la responsabilidad centralizada y en la rendición de cuentas de la dirección de la empresa socialista, como un elemento clave del sistema presupuestario de financiamiento, que se encuentra en el centro de este pensamiento económico. En su sistema económico, el cálculo económico en el sector socialista está disociado de la esencia que entrañan las relaciones monetario-mercantiles. Aunque Guevara no parece comprender la evolución dialéctica de las categorías mercantiles en el socialismo, su pensamiento contiene los elementos básicos para llegar a esta comprensión. Guevara acepta el punto de vista correcto de que el precio, a pesar de ser una categoría heredada de la economía mercantil se puede usar dentro del sector socialista para efectos de cálculo. Por lo tanto, no rechaza el uso de las categorías mercantiles, lo que lo acerca a la comprensión marxista-leninista desarrollada por Lenin y Stalin. Por otra parte, no está claro para nosotros si Guevara entendió la evolución del principio del cálculo económico que se introdujo en 1921, a través de la NEP, hasta llegar a la colectivización masiva y la consolidación de la base económica del socialismo en la década de 1930, y hasta llegar a la publicación de los Problemas Económicos de Stalin. Un análisis de la categoría del cálculo económico demuestra que se dio un profundo cambio en su contenido, y pese a que el término estuvo en uso en los años 1930-50, reflejaba un tipo diferente de gestión, con el que el sistema presupuestario de Guevara tiene un fuerte parecido.
Según Tablada y Borrego, el Che Guevara prestó una atención especial al análisis de las causas que llevaron a la abolición de la economía de guerra y al establecimiento de la NEP. Este tema es tratado en múltiples ocasiones en sus obras y ha sido tema de mucha especulación, incluyendo las alegaciones de que Guevara acusó a Lenin de haber ido demasiado lejos en el desarrollo de las relaciones mercantiles en las etapas iniciales de la NEP. Independientemente de las especulaciones, el Che realizó una firme defensa de las declaraciones de Lenin, en las que la NEP es considerada como un repliegue en la práctica del proceso revolucionario, al igual que la paz de Brest-Litovsk. A pesar de la abundante confusión creada por los biógrafos burgueses, trotskistas y neo-trotskistas de Guevara, es evidente que él no consideró que la NEP fuera un paso inevitable en la transición al socialismo, como un estadio general y universal, sino por el contrario, un producto de las condiciones histórico-concretas de las Rusia revolucionaria. Después de citar a Marx, Lenin y Stalin (este artículo fue escrito en 1964, cuando el anti-stalinismo ya se había establecido firmemente en la Unión Soviética y en las antiguas Democracias Populares de Europa del Este, con la excepción de Albania), Guevara concluye:
“Como se ve, la situación económica y política de la Unión Soviética hacía necesario el repliegue de que hablara Lenin. Por lo que se puede caracterizar toda esta política como una táctica estrechamente ligada a la situación histórica del país, y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones.” (Che Guevara, ‘Sobre el sistema presupuestario de financiamiento’, en “El Gran Debate sobre la economía cubana, Ocean Press, 2006, pág. 73).
La argumentación a favor de las reformas económicas estilo NEP como un paso inevitable en el proceso de transición entre el capitalismo y el socialismo, es un elemento fundamental de la teoría económica del revisionismo derechista, incluido el trotskismo, que Guevara rechazó completamente. Un ejemplo histórico que refuta la NEP como una etapa obligatoria para los nuevos Estados revolucionarios, es provisto por los primeros pasos dados por las Democracias Populares de Europa del Este entre 1948 y 1953. Los gobiernos de las Democracias Populares fijaron un rumbo económico basado en la prioridad de la industria pesada sobre los otros sectores de la economía. Las políticas que los ideólogos burgueses llamaron el modelo económico stalinista causaron un crecimiento espectacular de la industria socialista, una conditio sine qua non para un sólido proceso de socialización de los medios de producción tanto en la ciudad como en el campo. Incluso un virulento publicista anticomunista, como F. Fejto, un periodista de origen húngaro radicado mucho tiempo en Francia, admite:
“Entre 1949 y 1953, la producción industrial de los seis países de Comecom creció en 114%, y en algunos países, como Hungría, donde los ambiciosos planificadores no sabían de límites, los resultados fueron aún más espectaculares. La producción de la industria pesada se incrementó en cinco veces; la construcción de maquinarias fue siete veces más productiva en 1953 que en 1938.” (F.Feitjo, ‘A History of the People’s Democracies’, Penguin Books, 1977, pág. 362).
Además, Fejto explica detalladamente el interesante caso de la transición al socialismo en Hungría, especialmente los acontecimientos que siguieron al abrupto cambio de ‘engranajes’ impuesto por la dirigencia soviética semanas después de la muerte de Stalin. En 1949 el partido de Hungría, liderado por Matyas Rakosi, uno de los más fervientes partidarios de las políticas de Stalin, lanzó una campaña de colectivización, que, aunque lejos de finalizar, estaba bien encaminada hacia 1953. Con la muerte de Stalin ocurrió un rápido cambio en el carácter de la dirigencia soviética. La nueva dirigencia soviética, al principio promovido muy probablemente por Beria, impuso a los dirigentes de los partidos hermanos de Europa del Este una línea de desestalinización forzosa. La dirigencia revisionista ordenó a los líderes de Europa del Este desacelerar el ritmo de la industrialización y liquidar básicamente el proceso de colectivización “forzosa”. En varios países, se permitió a los campesinos que abandonaran las granjas colectivas (“descolectivización”) si lo deseaban; se reanudó la explotación privada de la tierra así como la restauración de la clase artesana y la empresa privada. Se sostuvo que las reformas económicas “stalinistas” habían ido demasiado lejos, que presuntamente las amplias masas obreras y campesinas de esos países estaban frustrados viendo que el incuestionable crecimiento económico no produjo una mejoría significativa en los niveles de vida de la población, incluido los de la clase obrera. No hay duda de que el caos ideológico y organizativo inducido por las políticas de la “desestalinización” forzosa incitó a los elementos anticomunistas en las clases medias, la pequeña burguesía y la aristocracia obrera a manifestarse compulsivamente, mientras que organizaciones enteras del partido se mostraron inútiles en medio de la desorganización.
El líder húngaro, Matyas Rakosi, hizo todo lo posible para enfrentarse al revisionismo soviético y a sus partidarios en el país; logró permanecer en el poder hasta julio de 1956, cuando la dirigencia soviética básicamente lo obligó a exiliarse. Siguiendo órdenes de la dirigencia revisionista soviética, en julio de 1953 Rakosi fue obligado a renunciar al cargo de Primer Ministro, puesto que pasó a Imre Nagy, quien hasta en palabras de Fejto:
“…resucitó ideas bujarinistas que habían pasado a la clandestinidad en vida de Stalin” (F.Feitjo, ‘A History of the People’s Democracies’, Penguin Books, 1977, pág. 363).
Ciertamente, Nagy fue un ferviente defensor del tratamiento al estilo NEP de las contradicciones económicas entre el sector socialista, el campesinado y otros pequeños productores. Poco después de que accediera al poder en julio de 1953, lanzó una serie de medidas “liberalizantes”, que se hicieron conocidas como el “Nuevo Curso”. En su último trabajo, escrito en 1955, declara:
“En una sociedad socialista, cuando se determina el ritmo del desarrollo económico y la relación entre las distintas ramas de la economía, la proporción entre la producción y el consumo y entre el consumo y el almacenamiento debe estar en armonía con los requisitos de la ley económica fundamental del socialismo, garantizando un avance gradual de la sociedad.” (I. Nagy, ‘On Communism’, Frederick A. Praeger Publishers, New York, 1957, pág. 98).
Nagy abogó ad nauseam por la necesidad de un equilibrio armónico entre los recursos gastados en el sector A y el sector B de la economía. El conocido concepto de ciertas proporciones armónicas, inventado por Bogdanov/Bujarin y plagiado por Trotsky, sale a la luz una y otra vez, como la puerta falsa hacia el desarrollo de las relaciones monetario-mercantiles en los sectores socialistas y no-socialistas, y como regulador de la producción. Es interesante que, a diferencia de Bujarin/Trotsky, él emplee las citas de Stalin de mediados de la década de 1920 para justificar la necesidad de tener relaciones al estilo NEP en el sistema económico de transición. De hecho, Nagy entiende por “ley económica fundamental del socialismo” la conocida formulación dada por Stalin en sus Problemas Económicos. Esto, sin embargo, no exime a Nagy de ser un economista vulgar derechista, con quien el pensamiento económico de Guevara no tiene nada que ver.
Según Nagy, el único vínculo que pueden tener el sector socialista y los productores privados en las primeras etapas de la transición del capitalismo al socialismo, es el mercado. Sólo a través del mercado el proceso de socialización de la producción puede demostrar sus ventajas sobre las formas de dirección y producción capitalistas. Nagy es explícito:
“La política de la NEP debe llevarse a cabo sin condiciones, porque significa el establecimiento de relaciones cada vez más estrechas en el intercambio de mercancías entre la ciudad y el campo, entre la industria socialista y el sistema de pequeñas propiedades que producen para el mercado, facilitando el cambio a un sistema socialista de granjas agrícolas a gran escala.” (I. Nagy, ‘On Communism’, Frederick A. Praeger Publishers, New York, 1957, pág. 98).
Nagy se queja amargamente y sin cesar de las asombrosas desproporciones y “deformaciones” infligidas a la economía húngara por la “camarilla” de Rakosi, refiriéndose al rápido desarrollo de la industria pesada con relación a la industria ligera y, sobre todo, al campo. El ataque de Nagy contra la “camarilla” de Rakosi se hace aún más agudo cuando aborda la colectivización y al tratamiento de los campesinos individuales. Al principio se refiere a la “camarilla” de Rakosi como aventurera, después como francos desviacionistas y “fanáticos” de izquierda. Por último, citando los trabajos de Lenin y Stalin de la década de 1920, sacando de contexto sus escritos, Nagy establece una similitud entre lucha de Rakosi por defender los principios del marxismo-leninismo, al margen de cualquier error en su aplicación, y la oposición trotskista de izquierda en la Unión Soviética en la década de 1920, cuando recurre a:
“Las resoluciones del XV Congreso del Partido Bolchevique, que fueron forjadas en la batalla contra la oposición trotskista de extrema ‘izquierda’”. (I. Nagy, op. cit. Pág. 82)
No es la primera vez que el oportunismo de derecha retrata como desviación izquierdista y trotskista la lucha por el principio básico de la centralización de los medios de producción en la edificación del socialismo. Estas acusaciones de trotskismo que se lanzaron contra Guevara deben entenderse en su contexto histórico, que corresponde a la época en la que el revisionismo derechista, encabezado por la dirigencia revisionista de la Unión Soviética, desmanteló los planes “stalinistas” para la socialización de los medios de producción en la industria y el campo. El revisionismo moderno transformó el sector estatal de las Democracias Populares en una suma de empresas productivas independientes, que tomaban parte en el intercambio de trabajo con otras empresas y el Estado por medio de las relaciones monetario-mercantiles; mientras que en el campo frenó y revirtió el proceso de colectivización, y, en algunos países, las cooperativas agrícolas se transformaron en empresas productoras independientes, siguiendo el modelo impuesto por los revisionistas en la Unión Soviética. Es en este contexto que, a pesar de sus errores mecanicistas e idealistas, la lucha de Guevara contra los seguidores del modelo económico soviético en Cuba, representa una crítica fundamentada de las teorías del revisionismo derechista en la edificación del socialismo.
Los planes de Guevara para la industrialización de la isla caribeña tienen que ser entendidos en la situación histórico-concreta correspondiente a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y las Democracias Populares de Europa del Este. A pesar de los elementos de idealismo y mecanicismo, el modelo de Guevara del sistema presupuestario de financiamiento y su negativa a poner en práctica las relaciones monetario-mercantiles y la ley del valor como reguladora de las proporciones entre las empresas estatales, tienen fuertes similitudes con el sistema económico existente en la Unión Soviética durante los años 1930-50. Por tal razón, era natural que los planes de industrialización de Guevara se enfrentasen a una feroz resistencia por parte del revisionismo soviético y sus seguidores en la Isla. Es evidente que las acusaciones de trotskismo y desviacionismo de izquierda, lanzadas por los revisionistas derechistas, son completamente infundadas. Sin embargo, es necesario investigar más para arrojar luz sobre la evolución ideológica de Guevara en la década de 1950 y principios de la década de 1960 y sobre cómo llegó a proponer el sistema presupuestario de financiamiento, como el pilar fundamental para la industrialización en Cuba.
Fuente: Rafael Martinez, “Che Guevara and the Political Economy of Socialism“, publicado en Revolutionary Democracy:
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