"El talón de hierro"
libro de Jack London - publicado en 1908
Reseña de Pascual Serrano (extractos)
Jack London aborda en 1908, una historia de amor futurista y premonitoria en el Talón de Hierro, un formato que le sirve para denunciar la conformación de un cruel y sangriento sistema capitalista que siembra de muerte y miseria a los trabajadores de todo el mundo y en especial a los norteamericanos en la segunda década del siglo XX.
El Talón de Hierro es la biografía del revolucionario norteamericano Ernest Everhard, capturado y ejecutado en 1932 por haber tomado parte en una frustrada revolución obrera.
Según la novela, siete siglos después de su muerte, aparece un manuscrito de su esposa, Avis Everhard, quien relata un duro período turbulento de la historia caracterizado por la consolidación y advenimiento del Talón de Hierro, un poder económico y político sin precedentes en la humanidad que no dudaría en reprimir a sangre y fuego cualquier intento organizado de enfrentarlo en la defensa de los derechos de los trabajadores. Veinte años después el fascismo dominaría Europa. Tras leer la obra de Jack London, uno tiene la sensación de que no se ha ido, domina el mundo.
Escrito en primera persona por Avis Everhard, una mujer procedente de la clase acomodada, el autor aprovecha la admiración y relación de esta mujer con su futuro marido para desplegar todo un ensayo sobre el capitalismo, sus métodos de explotación y su red de complicidades, porque “el juego de los negocios consiste en ganar dinero en detrimento de los demás, y en impedir que los otros lo ganen a expensas suyas”.
Así señala a todos sus cómplices. Ernest Everhard le espeta al obispo: “¿Habéis protestado ante vuestras congregaciones capitalistas contra el empleo de niños en las hilanderas de algodón del Sur?. Niños de seis a siete años que trabajan toda la noche en equipos de doce horas. Los dividendos se pagan con su sangre. Y con ese dinero se construyen magníficas iglesias en Nueva Inglaterra, en las cuales sus colegas predican agradables simplezas ante los vientres repletos y lustrosos de las alcancías de dividendos”. O al prestigioso abogado: “Dígame coronel, ¿tiene algo que ver la ley con el derecho, con la justicia, con el deber?”. Al periodista: “Me parece que su tarea consiste en deformar la verdad de acuerdo con las órdenes de sus patrones, los que, a su vez, obedecen la santísima voluntad de las corporaciones”. Se lo dirá también al ingenuo sacerdote que espera que al día siguiente sus críticas al sistema sean recogidas en la prensa tras haber sido recogidas por los periodistas: “Ni una sola palabra de lo que dijo será publicado. Tú no tienes en cuentan a los directores de diarios, cuyo salario depende de su línea de conducta, y su línea de conducta consiste en no publicar nada que sea una amenaza para el poder establecido”.
(…) Sus críticas al desigual e injusto reparto de los beneficios de la industrialización resultan absolutamente actuales un siglo después: “Cinco hombres bastan ahora para producir pan para mil personas. Un solo hombre puede producir tela de algodón para doscientas cincuenta personas, lana para trescientas y calzado para mil. Uno se sentiría inclinado a concluir que con una buena administración de la sociedad el individuo civilizado moderno debería vivir mucho más cómodamente que el hombre prehistórico. ¿Ocurre así?. (…) Si el poder de producción del hombre moderno es mil veces superior al del hombre de las cavernas, ¿por qué hay actualmente en los Estados Unidos quince millones de habitantes que no están alimentados ni alojados convenientemente, y tres millones de niños que trabajan?. (…) Ante este hecho, este doble hecho –que el hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, mientras su poder productivo es mil veces superior-, no cabe otra explicación que la de la mala administración de la clase capitalista; que sois malos administradores, malos amos, y que vuestra mala gestión es imputable a vuestro egoísmo”. Un siglo después, seguimos conviviendo con lo obvio (…)
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Reseña de Pascual Serrano (extractos)
Jack London aborda en 1908, una historia de amor futurista y premonitoria en el Talón de Hierro, un formato que le sirve para denunciar la conformación de un cruel y sangriento sistema capitalista que siembra de muerte y miseria a los trabajadores de todo el mundo y en especial a los norteamericanos en la segunda década del siglo XX.
El Talón de Hierro es la biografía del revolucionario norteamericano Ernest Everhard, capturado y ejecutado en 1932 por haber tomado parte en una frustrada revolución obrera.
Según la novela, siete siglos después de su muerte, aparece un manuscrito de su esposa, Avis Everhard, quien relata un duro período turbulento de la historia caracterizado por la consolidación y advenimiento del Talón de Hierro, un poder económico y político sin precedentes en la humanidad que no dudaría en reprimir a sangre y fuego cualquier intento organizado de enfrentarlo en la defensa de los derechos de los trabajadores. Veinte años después el fascismo dominaría Europa. Tras leer la obra de Jack London, uno tiene la sensación de que no se ha ido, domina el mundo.
Escrito en primera persona por Avis Everhard, una mujer procedente de la clase acomodada, el autor aprovecha la admiración y relación de esta mujer con su futuro marido para desplegar todo un ensayo sobre el capitalismo, sus métodos de explotación y su red de complicidades, porque “el juego de los negocios consiste en ganar dinero en detrimento de los demás, y en impedir que los otros lo ganen a expensas suyas”.
Así señala a todos sus cómplices. Ernest Everhard le espeta al obispo: “¿Habéis protestado ante vuestras congregaciones capitalistas contra el empleo de niños en las hilanderas de algodón del Sur?. Niños de seis a siete años que trabajan toda la noche en equipos de doce horas. Los dividendos se pagan con su sangre. Y con ese dinero se construyen magníficas iglesias en Nueva Inglaterra, en las cuales sus colegas predican agradables simplezas ante los vientres repletos y lustrosos de las alcancías de dividendos”. O al prestigioso abogado: “Dígame coronel, ¿tiene algo que ver la ley con el derecho, con la justicia, con el deber?”. Al periodista: “Me parece que su tarea consiste en deformar la verdad de acuerdo con las órdenes de sus patrones, los que, a su vez, obedecen la santísima voluntad de las corporaciones”. Se lo dirá también al ingenuo sacerdote que espera que al día siguiente sus críticas al sistema sean recogidas en la prensa tras haber sido recogidas por los periodistas: “Ni una sola palabra de lo que dijo será publicado. Tú no tienes en cuentan a los directores de diarios, cuyo salario depende de su línea de conducta, y su línea de conducta consiste en no publicar nada que sea una amenaza para el poder establecido”.
(…) Sus críticas al desigual e injusto reparto de los beneficios de la industrialización resultan absolutamente actuales un siglo después: “Cinco hombres bastan ahora para producir pan para mil personas. Un solo hombre puede producir tela de algodón para doscientas cincuenta personas, lana para trescientas y calzado para mil. Uno se sentiría inclinado a concluir que con una buena administración de la sociedad el individuo civilizado moderno debería vivir mucho más cómodamente que el hombre prehistórico. ¿Ocurre así?. (…) Si el poder de producción del hombre moderno es mil veces superior al del hombre de las cavernas, ¿por qué hay actualmente en los Estados Unidos quince millones de habitantes que no están alimentados ni alojados convenientemente, y tres millones de niños que trabajan?. (…) Ante este hecho, este doble hecho –que el hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, mientras su poder productivo es mil veces superior-, no cabe otra explicación que la de la mala administración de la clase capitalista; que sois malos administradores, malos amos, y que vuestra mala gestión es imputable a vuestro egoísmo”. Un siglo después, seguimos conviviendo con lo obvio (…)
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Última edición por pedrocasca el Lun Jun 11, 2012 10:39 am, editado 3 veces