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¿Cómo han de ser las revoluciones sociales del proletariado?
texto de Marco Vinicio Dávila Juárez, miembro del Buró Político del PCM (Partido Comunista de México)
publicado el 1 de marzo de 2012 en la web del PCM
Vivimos en la época del imperialismo, por lo tanto, vivimos el tiempo de las revoluciones proletarias. Esta afirmación no es aventada al azar o de manera dogmática; es producto del análisis científico –marxista– de la realidad actual. La caracterización de esta época se puede resumir en los siguientes puntos: 1.- La concentración de la producción y la formación de los monopolios; 2.- la fusión del capital bancario con el capital industrial y el surgimiento, como consecuencia, del capital financiero; 3.- la exportación de capitales, por encima de la exportación de mercancías; 4.- la formación de asociaciones internacionales de capitales monopolistas; y, 5.- el reparto total del mundo entre las uniones monopolistas.
Eso quiere decir que, independientemente del grado de desarrollo económico y social de cualquier país del mundo éste se encuentra inserto en la cadena imperialista mundial: tiene monopolios de capital nacional coexistiendo con monopolios extranjeros y hace parte, en alguna medida, de alguna unión imperialista en el control de un área de influencia.
De manera que –como afirmaba Lenin– nuestra época es la del capitalismo de transición o mejor, del capitalismo agonizante y es el preludio de las revoluciones sociales del proletariado.
Pero, ¿cómo han de ser las revoluciones sociales del proletariado? La experiencia mejor construida, con todo y sus errores, es sin ninguna duda la experiencia de la Gran Revolución Socialista de Octubre, orientando el rumbo de la clase obrera y los pueblos para su emancipación; pues la rica experiencia de la construcción socialista en el siglo XX deja lecciones que son imprescindibles por su importancia “para la clase obrera del mundo, para los partidos comunistas y obreros, para el conjunto de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas.”
Por lo tanto, la única alternativa a la dominación capitalista existente sigue siendo aquella que contenga una clase obrera organizada; una teoría revolucionaria –el marxismo-leninismo–; un partido clasista, como conciencia de la clase obrera y un programa que se planteé el derrocamiento del capitalismo, la socialización de los medios de producción concentrados, el poder obrero y popular, y planificación central de la economía.
Los comunistas tenemos claro que las formas que la lucha adquiere son aquellas que nuestro enemigo de clase impone, por lo que afirmamos que los pueblos pueden y deben utilizar todas las formas de lucha, incluso la lucha armada contra sus opresores.
Dos expresiones exitosas, en la medida que siguen uniendo a los trabajadores y a los sectores marginados de la población en torno a su programa, de revoluciones tradicionales que persiguen la construcción del socialismo-comunismo son la lucha de los trabajadores griegos, organizados en el PAME y dirigidos por el KKE, y la lucha del pueblo colombiano y de las FARC-EP y el PCCC. Ambas, sin embargo, lidian cotidianamente con campañas mediáticas internacionales que tratan de desprestigiar estos esfuerzos organizativos de mil maneras diferentes y que a veces atrapan en sus argumentos incluso a otras fuerzas anticapitalistas.
No comprender esto, descalificando desde la intelectualidad o la academia cualquier esfuerzo organizado de los trabajadores en cualquier lugar del mundo para transformar la realidad socioeconómica, porque no se ajusta a los esquemas concebidos en los gabinetes o en las aulas, es sumarse al coro de los capitales monopolistas y de las uniones imperialistas para criminalizar la lucha social y justificar la persecución de las organizaciones revolucionarias.
texto de Marco Vinicio Dávila Juárez, miembro del Buró Político del PCM (Partido Comunista de México)
publicado el 1 de marzo de 2012 en la web del PCM
Vivimos en la época del imperialismo, por lo tanto, vivimos el tiempo de las revoluciones proletarias. Esta afirmación no es aventada al azar o de manera dogmática; es producto del análisis científico –marxista– de la realidad actual. La caracterización de esta época se puede resumir en los siguientes puntos: 1.- La concentración de la producción y la formación de los monopolios; 2.- la fusión del capital bancario con el capital industrial y el surgimiento, como consecuencia, del capital financiero; 3.- la exportación de capitales, por encima de la exportación de mercancías; 4.- la formación de asociaciones internacionales de capitales monopolistas; y, 5.- el reparto total del mundo entre las uniones monopolistas.
Eso quiere decir que, independientemente del grado de desarrollo económico y social de cualquier país del mundo éste se encuentra inserto en la cadena imperialista mundial: tiene monopolios de capital nacional coexistiendo con monopolios extranjeros y hace parte, en alguna medida, de alguna unión imperialista en el control de un área de influencia.
De manera que –como afirmaba Lenin– nuestra época es la del capitalismo de transición o mejor, del capitalismo agonizante y es el preludio de las revoluciones sociales del proletariado.
Pero, ¿cómo han de ser las revoluciones sociales del proletariado? La experiencia mejor construida, con todo y sus errores, es sin ninguna duda la experiencia de la Gran Revolución Socialista de Octubre, orientando el rumbo de la clase obrera y los pueblos para su emancipación; pues la rica experiencia de la construcción socialista en el siglo XX deja lecciones que son imprescindibles por su importancia “para la clase obrera del mundo, para los partidos comunistas y obreros, para el conjunto de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas.”
Por lo tanto, la única alternativa a la dominación capitalista existente sigue siendo aquella que contenga una clase obrera organizada; una teoría revolucionaria –el marxismo-leninismo–; un partido clasista, como conciencia de la clase obrera y un programa que se planteé el derrocamiento del capitalismo, la socialización de los medios de producción concentrados, el poder obrero y popular, y planificación central de la economía.
Los comunistas tenemos claro que las formas que la lucha adquiere son aquellas que nuestro enemigo de clase impone, por lo que afirmamos que los pueblos pueden y deben utilizar todas las formas de lucha, incluso la lucha armada contra sus opresores.
Dos expresiones exitosas, en la medida que siguen uniendo a los trabajadores y a los sectores marginados de la población en torno a su programa, de revoluciones tradicionales que persiguen la construcción del socialismo-comunismo son la lucha de los trabajadores griegos, organizados en el PAME y dirigidos por el KKE, y la lucha del pueblo colombiano y de las FARC-EP y el PCCC. Ambas, sin embargo, lidian cotidianamente con campañas mediáticas internacionales que tratan de desprestigiar estos esfuerzos organizativos de mil maneras diferentes y que a veces atrapan en sus argumentos incluso a otras fuerzas anticapitalistas.
No comprender esto, descalificando desde la intelectualidad o la academia cualquier esfuerzo organizado de los trabajadores en cualquier lugar del mundo para transformar la realidad socioeconómica, porque no se ajusta a los esquemas concebidos en los gabinetes o en las aulas, es sumarse al coro de los capitales monopolistas y de las uniones imperialistas para criminalizar la lucha social y justificar la persecución de las organizaciones revolucionarias.
