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La obsolescencia programada
publicado en febrero de 2012 en el blog Conciencia Obrera
Son pocas las ocasiones en las que se analiza la repercusión medioambiental que tendría la aplicación de la economía socialista en sustitución a la depredación capitalista actual. En este artículo pondremos en relación los problemas ecológicos con sus causantes derivados del sistema actual; y las soluciones implícitas que aportaría la destrucción del mismo en pro del comunismo marxista-leninista.
Como sabemos, el capitalismo asienta sus bases en la propiedad privada de los factores de producción y la mayor libertad económica y de mercado individuales. Así, y según nos enseña el materialismo histórico, nacen las diferentes empresas privadas cuyo objetivo último es obtener el máximo beneficio desmarcándose del resto. Con este fin, los empresarios se encargan de abaratar los costes de producción para ser así más competitivos en el mercado. Esto se consigue de múltiples formas, la mayoría de ellas nocivas para la calidad de vida y la dignidad de los trabajadores, pero tratar todos los temas haría muy extenso el presente texto.
Uno de los máximos exponentes de esa filosofía maquiavélica es la llamada obsolescencia programada. Esta se basa en la alteración del ciclo de vida de los productos para hacerlos menos duraderos y obligar a los consumidores a adquirir nuevos, empeorando la calidad de los mismos en lugar de buscar métodos para perfeccionarlos. Sin olvidarnos que a esto se le suma la desaforada competencia de producción entre empresas del mismo sector productivo. Las consecuencias medioambientales que acarrea ese despilfarro de recursos y materias primas, y el hecho de generar una cantidad tal de residuos es insostenible para el planeta.
Pongamos un ejemplo práctico que ilustre esto: la industria automovilística. Cada día, cientos de empresas producen miles de automóviles de toda clase, a los que pretenden dar una cabida inmediata en el mercado. Estos automóviles tienen una vida útil de 5 a 10 años, sea cual sea su precio de venta. Al finalizar ese periodo, el consumidor deberá comprar uno nuevo. Aplicando esta teoría a cualquier producto que se nos ofrece actualmente, podemos adivinar la magnitud del proceso de depredación de recursos naturales y exponencial creación de basuras.
Todo este proceso implica la sobrexplotación de las materias primeras del planeta, extrayéndolas en grandes cantidades sin tiempo a que se regeneren de forma natural. En lo que se conoce como el “primer mundo”, estos recursos se encuentran prácticamente extintos, cosa que conlleva un proceso de colonización económica del tercer mundo para aprovecharse de su pobreza y obtener así sus productos con el añadido del empleo de mano de obra de subsistencia.
La explotación de estas zonas sumada a la deforestación aceleran el proceso de calentamiento global y destrucción de la capa de ozono, que conducen a pasos agigantados a la destrucción del planeta junto con la flora y fauna que en el habitan.
Si realizamos ahora un esfuerzo imaginativo en el que la revolución socialista hubiera triunfado, y se hubiesen nacionalizado los medios de producción, el panorama cambiaría radicalmente. Las empresas serían ahora propiedad del estado y ya no tendrían como fin obtener el máximo beneficio individual, sino la satisfacción de las necesidades de la sociedad con la mayor eficacia posible.
Ya no se buscaría programar la obsolescencia, sino al contrario, mejorar las técnicas de investigación para alargar la vida de los productos y no necesitar producirlos a un ritmo tan desaforado. Además, con ese nuevo fin común desaparecería la competencia empresarial y podrían racionalizarse y regularse todas las relaciones laborales y materiales.
Consiguientemente disminuiría de forma notable el ritmo de explotación de recursos y de zonas, y dejaríamos así un margen de recuperación de la biodiversidad y los suelos necesario para una mejor convivencia del ser humano con el mundo material que le rodea.
publicado en febrero de 2012 en el blog Conciencia Obrera
Son pocas las ocasiones en las que se analiza la repercusión medioambiental que tendría la aplicación de la economía socialista en sustitución a la depredación capitalista actual. En este artículo pondremos en relación los problemas ecológicos con sus causantes derivados del sistema actual; y las soluciones implícitas que aportaría la destrucción del mismo en pro del comunismo marxista-leninista.
Como sabemos, el capitalismo asienta sus bases en la propiedad privada de los factores de producción y la mayor libertad económica y de mercado individuales. Así, y según nos enseña el materialismo histórico, nacen las diferentes empresas privadas cuyo objetivo último es obtener el máximo beneficio desmarcándose del resto. Con este fin, los empresarios se encargan de abaratar los costes de producción para ser así más competitivos en el mercado. Esto se consigue de múltiples formas, la mayoría de ellas nocivas para la calidad de vida y la dignidad de los trabajadores, pero tratar todos los temas haría muy extenso el presente texto.
Uno de los máximos exponentes de esa filosofía maquiavélica es la llamada obsolescencia programada. Esta se basa en la alteración del ciclo de vida de los productos para hacerlos menos duraderos y obligar a los consumidores a adquirir nuevos, empeorando la calidad de los mismos en lugar de buscar métodos para perfeccionarlos. Sin olvidarnos que a esto se le suma la desaforada competencia de producción entre empresas del mismo sector productivo. Las consecuencias medioambientales que acarrea ese despilfarro de recursos y materias primas, y el hecho de generar una cantidad tal de residuos es insostenible para el planeta.
Pongamos un ejemplo práctico que ilustre esto: la industria automovilística. Cada día, cientos de empresas producen miles de automóviles de toda clase, a los que pretenden dar una cabida inmediata en el mercado. Estos automóviles tienen una vida útil de 5 a 10 años, sea cual sea su precio de venta. Al finalizar ese periodo, el consumidor deberá comprar uno nuevo. Aplicando esta teoría a cualquier producto que se nos ofrece actualmente, podemos adivinar la magnitud del proceso de depredación de recursos naturales y exponencial creación de basuras.
Todo este proceso implica la sobrexplotación de las materias primeras del planeta, extrayéndolas en grandes cantidades sin tiempo a que se regeneren de forma natural. En lo que se conoce como el “primer mundo”, estos recursos se encuentran prácticamente extintos, cosa que conlleva un proceso de colonización económica del tercer mundo para aprovecharse de su pobreza y obtener así sus productos con el añadido del empleo de mano de obra de subsistencia.
La explotación de estas zonas sumada a la deforestación aceleran el proceso de calentamiento global y destrucción de la capa de ozono, que conducen a pasos agigantados a la destrucción del planeta junto con la flora y fauna que en el habitan.
Si realizamos ahora un esfuerzo imaginativo en el que la revolución socialista hubiera triunfado, y se hubiesen nacionalizado los medios de producción, el panorama cambiaría radicalmente. Las empresas serían ahora propiedad del estado y ya no tendrían como fin obtener el máximo beneficio individual, sino la satisfacción de las necesidades de la sociedad con la mayor eficacia posible.
Ya no se buscaría programar la obsolescencia, sino al contrario, mejorar las técnicas de investigación para alargar la vida de los productos y no necesitar producirlos a un ritmo tan desaforado. Además, con ese nuevo fin común desaparecería la competencia empresarial y podrían racionalizarse y regularse todas las relaciones laborales y materiales.
Consiguientemente disminuiría de forma notable el ritmo de explotación de recursos y de zonas, y dejaríamos así un margen de recuperación de la biodiversidad y los suelos necesario para una mejor convivencia del ser humano con el mundo material que le rodea.
